05: Corazón

(ADVERTENCIA:
Este capítulo quizás contenga escenas
que pueden ser consideradas como un
poco violentas debido a una que otra
acción llevada acabo por uno de
los personajes.

Se recomienda discreción.
Leer bajo su propio consentimiento,
siendo esto apto para mayores de +16).

Tan pronto terminó de vestirse, Felix salió corriendo de la habitación. Bajó las escaleras ignorando los tropiezos, y fue directo al salón de recepción; ni bien entró, miró agitado a los dos chicos que parecían conversar distraídos.

Rápidamente, se acercó y dejó en un estruendoso golpe las llaves de la habitación junto con los únicos mil wones que tenía. Ninguno reaccionó, solo callaron.

—E-Eso es todo-balbuceó—. Me tengo que ir... ¡A-Adiós!

Cruzó la puerta nuevamente, dejando que el clima frío lo rodeara. Entonces, caminó con prisa hacia su auto, mirando paranoicamente a su alrededor. Estaba alerta a lo que sucediera entre las sombras, a lo que los murmullos del silencio le decían.

El corazón le latía con fuerza dentro del pecho. Sudaba frío.

Con torpeza sacó las llaves del auto.

«¿A dónde vas, cariño? Aún no terminamos»

Gritó y las llaves cayeron al suelo.

Miró a su alrededor, buscó al dueño de aquella voz. Entonces, su cuello dolió; llevó la mano a la zona y recordó: la pesadilla no tan sueño.

Tembló.

"Me tengo que largar... ahora mismo", pensó ante la retajila de ideas que iban de la mano con lo que soñó momentos atrás. Ninguna situación terminaba bien, todos tenían una trágico final que ponía en acción sus mayores miedos.

Recogió las llaves y quitó el seguro al carro, entrando a este tan rápido como su torpe actuar le permitía. Intentó encenderlo, pero el motor no arrancaba ni daba indicios de querer hacerlo. Y fue cuando un fuerte golpe en seco, se escucho justo por encima de su cabeza.

Las luces del motel y el restaurante empezaron a titilar, el aire tenso se volvió y otro golpe en seco se escuchó.

¡Bam!

¡Bam!

¡BAM!

Intentó de nuevo.

Una y otra vez.

Pero el auto no arrancaba, y Felix sólo podía escuchar el contraste de sus propio latir acelerado con el que loquesea que estaba arriba suyo, producía.

Un nuevo golpe se escuchó. Y luego: nada.

El silencio se estableció.

"¿A dón... A dónde...?"

Se detuvo a sí mismo en el preciso momento que sangre espesa y oscura empezó a correr por el lado exterior de las ventanas. Poco a poco el campo visual disminuía, y todo ahí dentro se volvía más y más oscuro, dando la impresión de que se volvía pequeño.

"Es... es..."

Otro golpe, y la misma risa de antes se escuchó. Fuerte y clara.

«Te dijimos que no, Lixie. Me has complicado las cosas, como siempre, mi amor... ¿Cuántas veces debo de enseñárselo al niño?»

Buscó su celular y tecleó tan rápido como podía; la risa y la voz no paraban, se clavaban en todo él con ímpetu. Lo abrumaban,

Biiiiip. El número que usted intenta marcar...

Otro golpe.

«No, no, no, Lixie. Las cosas no funcionan así».

Unos pasos se empezaron a escuchar desde el exterior. Para entonces, todas sus ventanas cubiertas de sangre estaban; no veía nada.

Biiiip. El número que...

«¿Intentas escapar? No podrás. Estás atrapado a este encanto junto conmigo».

Estaba cerca, a nada de llegar a la puerta del auto. Lo escuchaba, sus pasos se acercaban tan lentamente que el tiempo pasando era una agonía.

Biiiiiip. El númer....

«En este juego infernal, tú y yo sufriremos por el resto de la eternidad. Porque tú, cariño, estás condenado a estar conmigo, y yo contigo. No puedes escapar».

Una sombra se materializó en la ventana junto a él a pesar de la sangre. Grande, gruesa e imponente; el pánico llenó su cuerpo ni bien el "click" que indicaba que la puerta fue abierta, se escuchó.

«Te atrapé, siempre te atraparé».


Se tropezó, aunque se levantó en ese mismo momento. Detrás suyo, múltiples pasos le advertían lo que le perseguía; la melodía silbada de fondo le erizaba la piel, y las risas peor no lo podía poner.

Entró nuevamente a la recepción del motel buscando ayuda con desesperación, pero no había nadie; los dos chicos de antes, no habían dejado rastro alguna de su presencia. Sin embargo, gritó:

—¡Ayuda, por favor! ¡Se los ruego!

Esperó, mirando a sus espaldas constantemente. Nadie salió a su rescate, y fue cuando aquella sombra volvía a acercarse a él. La vio en la puerta, mirando en su dirección con gracia.

Aterrado, retrocedió.

La puerta se abrió y aquella figura entró. Entonces, la luz le dio y Felix distinguió la belleza de la muerta misma: cabellos crespos y rubios, labios carnosos color rosado, ojos color carmín y una mandíbula marcada; hombros anchos y estatura promedio, aunque algo corpulento.

Un suspiro escapó de sus labios. Pero tan pronto como salió, volvió a la realidad ni bien fijo su vista en aquella diabólica sonrisa.

—Hey, Lixie. ¿Que no estás feliz de verme, bebé?—preguntó aquel hombre parado a varios metros de él.

No supo qué hacer.

Pero para cuando quiso hacer o decir algo, dos pares de manos rodearon sus brazos con firmeza. Gritó e instantáneamente forcejeo.

—¡Uy, tan fastidioso como la última vez! ¡Quédate quieto, maldita sea!—Gritó alguien.

Felix se detuvo y, con los ojos llorosos, miró a su izquierda; era el chico malhumorado de recepción, quien le devolvió la mirada de manera filosa, llena de odio.

—Hasta que haces algo bien—dijo sin cuidado alguno. Luego, volteo a mirar al rubio; su mirada y actitud cambio—. Señor, ¿Qué va a querer hacer? Podría...

No, no, no.

Volvió a forcejear, ganándose pellizcos fuertes por parte de ambos chicos, que, sin embargo, ignoró completamente a pesar del dolor. Pataleo, chilló y gritó aún más cuando su cuello volvió a doler.

—¡Dejen... Déjenme! ¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!

Una risa a su derecha se escuchó.

—Deja de perder el tiempo, amigo. Nadie vendrá a ayudarte-respondió aún riendo el pelirojo—. Si quieres gritar, ya lo harás aunque sea de otra forma.

Nuevos escenarios se pintaron en su cabeza. No podía decir que temblaba más, porque su cuerpo simplemente no reaccionaba a cualquier acción que no fuese intentar huir.

Nuevamente, forcejeo.

Alzó (como pudo) uno de sus brazos y pegó con su codo en uno de los estómagos ajenos, pisando a su vez el pie de uno de los chicos. Los alaridos de dolor no tardaron en escucharse. Y cuando fue libre, probó correr lejos de todo a pesar de la mirada burlona del rubio contrario.

Uso una ventana baja y salió.

Corrió, corrió y corrió hasta llegar al restaurante. Y entró.

—¡A-Ayuda, hay g-gente que...!—se detuvó.

El lugar estaba como nuevo, pero no había nadie. Buscó por todos lados indicios de existencia humana por el lugar, pero apenas pudo encontrar ropas viejas y tiradas en la zona que parecía ser la sala de descanso para empleados.

Frustrado, jaló los pelos de sus cabellos.

"¿Qué hago, Dios? ¿¡Qué hago!?"

Miró a su alrededor buscando idear un plan, y fue cuando vio el celular de pared en un esquina junto al mostrador.

Pudo sentir el alivio llenar a motitas su cuerpo y espíritu. Se apresuró en tomarlo y marcar el número de emergencias para luego mirar por las ventanas del local.

Nadie venía... Aún.

911, ¿Cuál es su emergencia?

Quiso llorar.

—¡Gracias a Dios!—Chilló casi aliviado—. Escuché, estoy varado en la carretera de Gyerang, en un motel donde hay gente loc... gente que quiere hacerme daño. Mancharon mis carro con sangre, y ahora me están siguiendo.—Las palabras salían con gran rapidez de sus labios—. Yo... Y-Yo no sé qué hacer. A-Ayúdame—suplicó.

Las lágrimas empezaron a caer una por una, deslizándose con gran delicadeza por sus mejillas. Un nudo se instaló en su garganta, entonces se dio cuenta de que rompería a llorar desesperado en cualquier momento.

Necesito que mantenga la calma dentro de lo posible y se esconda, señorhabló la voz desde el otro lado de la línea—. ¿Tiene usted algún lugar donde mantenerse a salvo en lo que los oficiales llegan?

Buscó.

—S-Sí.

Perfecto, entonces vaya a ese lugar y quédese ahí hasta que nuestros oficiales lleguen. ¿Podría indicarme el número de personas?

Una campanita se escuchó seguido de varios pasos. Felix corrió a esconderse detrás del mostrados, tapándose con unos manteles y unas mesillas bajas que corrían a su favor.

—Son tres—susurró cuidadoso que no pudieran escucharlo.

¿Qué...? Repe.... ñor.

La interferencia empezó a hacer estragos.

—¿Aló? ¿A-Aló?

Se... Señ...

—No, no, no—murmuraba, golpeando suavemente el celular como si eso fuese a ayudarle—. ¿Aló, está ahí? Por favor, no me dejé.—
Lloró aun más.

No te voy a dejar, cariño. Estaré contigo, y tú conmigo.

El teléfono cayó de su agarre.

Una mano estaba en su hombro.

Entonces, un susurro gélido la rozó la oreja:

Siempre estaremos juntos, es parte de esto...

Y luego todo se derrumbó.

De su boca no salía palabra alguna; no podía. Las maldiciones quedaron estancadas en su garganta ni bien la sangre empezó a derramarse, siendo la fuente de esta: su cuerpo.

Las primeras heridas habían sido generosas, fueron tan superficiales que a duras penas ardían y la sangre apenas fluía. ¿Las segundas? Para ese entonces Felix se sentía morir; juró sentir sus tripas removerse de un lado a otro, siendo lastimadas a medida que el rubio frente a él, enterraba y sacaba de su cuerpo a gusto propio la diminuta daga de plata.

Con las sangre acumulándose a sus pies, Lee se preguntaba porqué aún no moría. Ya era demasiado, con suerte y podía respirar... Y si es que.

Alzó la mirada, topándose con la habitación donde antes estuvo hospedado; todo estaba como antes, la única diferencia —además de la sangre— eran las cadenas pegadas en la pared frente a la cama, de donde estaba atado cual perro. Su cuello y muñecas ardían como un demonio, molestaban; de ellas, de igual forma, salía sangre aunque en menor cantidad.

Bajó la mirada y se topó con una gran herida en curva que yacía en su estómago. Ahí, perfectamente y a pesar de su posición, pudo ver la sangrante y en carne viva "C" que decoraba su tronco.

Era un marca.

Lo marcó, a él.

Y Lee Felix no entendía porqué.

Un ruido seco le hizo alzar la mirada; el rubio causante de todo su dolor, estaba frente a él. Sonriendo.

Su piel se erizó.

—¿Te gusta, cariño?—preguntó usando un tono dulce—. Antes amabas que te marcara, por ende la hice especialemente para ti, como obsequio por los recuerdos—dijo, acercándose a paso lento.

Contuvo la respiración y se removió, haciendo que hubiera más roce entre las cadenas y su piel. Todo ardió más de lo que ya lo hacía. Jadeó, adolorido.

Aah, espléndido—murmuró a ojos cerrado.

"E-está loco...", pensó Felix, temblando.

Los ojos del rubio se abrieron, y sin dejar de sonreír, fue que habló:

—Claro que lo estoy, cariño. Estoy loco por ti, ¿Qué no lo ves? Tú me has hecho lo que soy y siempre seré—respondió.

Lo siguiente que pasó, dejó a Felix sin aire:

El color carmín de los ojos desaparecieron, y ahora eran completamente negros. De su cuello brotaron venas del mismo color y sus uñas desaparecieron, para en su lugar aparecer grandes y enormes garras puntiagudas; sus labios tomaron un tono violeta, y entre ellos una larga lengua pasó para humedecerlos.

El rubio se acercó más hasta que sus frentes se juntaron.

Sintiendo su respiración sobre sí, Felix sintió el ambiente volverse más pesaso y lúgubre. Los chicos que antes habían estado sentados en la cama, presenciando todo en silencio se largaron en un parpadeo.

Estaban solos.

"D-Dios..."

Llorar no servía de nada, de eso estaba seguro. Y menos cuando tenía enfrente suyo a algo que parecía sacado del mismo infierno.

—Oh, cariño.—Acarició su mejilla, mostrándole a Felix la textura áspera de sus garras-— Me he vuelto loco por ti, ¿No ves cómo me has tenido siempre? Maté, morí y maldije por ti...

"No entiendo, no entiendo"

Le vio negar luciendo decepcionado.

—Pero aunque nunca lo supiste apreciar, no importa porque ahora sé que tu corazón será mío... como siempre debió ser.

Y sucedió:

Un gritó agudo salió de sus labios. La punta de las agarras se fueron enterrando en la piel de su pecho, desgarrando todo a su paso y haciendo que la sangre brotaran aún más por montones.

Tranquilo.

Las garras se cerraron con firmeza y la mano salió de un sopetón de su pecho. Volvió a gritar, agónico.

Sintiéndose débil y cómo se quedaba sin energía, alzó la vista hacia el demonio ante él. Jadeo de manera casi imperceptible ak ver entre los ya —de nuevo— dedos del rubio, lo que antes fue su corazón: rojo, palpitante y fresco. Lo miraba como si fuera el pantillo más exquisito a existir, como si entre sus dedos tuviera la flor más bella de todo jardín.

Sintió repulsión. Asco de sí y todo lo que pasaba.

Ya sin fuerzas y percibiendo que se le iba la vida a manos de aquel rubio, Lee fue cerrando sus ojos lentamente. Perdió fuerzas, perdió todo.

Pero no lo olvides: nunca me perderás a mí, porque nuestras almas están destinadas y condenadas a verse por toda la eternidad.

N/A:

La primera parte ya terminó, no obstante, falta otra que será publicada aquí mismo, en este libro puesto que no vi necesidad de separarlas en dos.

Pero, más allá de eso, quería pedir disculpas por la tardanza. Dije que buscaría actualizar y terminar el ff entre el finde y... en fin, fracaso.

Espero hayan tenido un buen día.

Sin más, ¡Gracias por leer!

S.

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