02: Paredes delgadas


Teniendo en cuenta la hora y cómo se sentía antes, era casi una contradicción para Felix que ahora no tuviera sueño; como si el cansancio se hubiese esfumado: puff.

Miraba al techo de la habitación, donde la humedad estaba haciendo estragos y pequeñas estrellitas iluminaban de manera tenue; pensaba en el camino antes de llegar al motel. Aunque en su momento no le había prestado mayor atención, ahora parecía que —en su memoria— cada movimiento que hacía, era para llegar a ahí.

Era confuso.

Observó su celular en la mesita de noche cargándose; la pantalla se prendió y una notificación llegó. Supuso que sería Jisung u Olivia, no estaba seguro. De todas formas, se levantó de la cama estirando su cuerpo y caminó hasta el mueble donde estaba el dispositivo. Lo tomó.

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31 | 10  | 2021
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QUEDA POCO ESPACIO
Esto podría ralentizar tu...

Suspiró.

Dejó el celular en su lugar. Volteo a ver la habitación; era lúgubre, sin duda alguna. Todo ahí le recordaba a una mala película de terror, donde espíritus malignos salían a darle cacería a los protagonistas del filme: terminando así con muchos personajes muertos y uno de ellos poseído.

Le dio un escalofrío.

Pronto, su boca se secó y su cuerpo pidió agua. En ese momento cayó en cuenta que no había bebido otra cosa que no fuese una pequeña botella de Coca-Cola en todo el camino. Ahora quería agua, solo que no sabía dónde encontrarla.

Miró a sus espaldas, junto al mueble donde estaba su celular había una puerta igual de desgastada que todo ahí. Era el baño. Preguntándose qué tan peligroso sería beber agua directamente del chorro —e intentando recordar las infinitas enfermedades de las que podría contagiarse—, Felix cruzó aquella puerta y una sola palabra vino a su mente:

Abandonado.

Intentó ignorar el hecho de que había agua gris a sus pies, se acercó al lavamanos donde una pequeña pastilla de jabón rosado —manchado de marrón—descansaba en una orrilla. Abrió la llave y esperó. Se mantuvo quieto un par de segundos esperando que el agua saliera.

No hubo nada.

Cerró el chorro y esperó otros segundos antes de abrirlo de nuevo, como si aquello pudiera hacer algo para que el agua saliera. Aunque, como si de un mal chiste se tratara, pronto un sonido oxidado y ahogado empezó a escucharse antes de que un montón de agua sucia saliera disparada por el chorro, desbordándose por todas parte e incluso mojándole.

Se apresuró en cerrar la llave, de nuevo.

Ahogó una maldición y miró sus ropas manchadas. Por un momento deseó haber escuchado a su madre antes de partir viaje y dejar la camisa blanca que llevaba puesta en la maleta, porque ahora la mugre estaba impregnada en él, y era tan notorio que estaba seguro se vería incluso a cien metros de distancia.

Pasó una mano por su cabello con frustración y salió del baño. Miró hacia la entrada de la habitación, junto a la puerta un teléfono color piel viejo lo llevó hasta allá.

Lo tomó.

"...para atención al cliente debe usar el teléfono que está junto a la entrada y marcar el número cinco tres veces".

Un pitido.

Dos pitidos.

Tres pitidos...

Seoul Verurteilt Motel, ¿En qué le puedo hablar?

Reconoció la voz del otro lado: era el chico recepcionista, por supuesto. No solo su voz en sí lo había delatado —que era lo más esencial, claro—, si no el tono hastiado y cansado que había usado. Parecía ser típico en él.

—Ehm, sí, verás: intenté usar el lavamanos del baño, pero salió agua disparada por todas partes y...—Suspiró.

Ajá, comprendo. Enviaré a alguien a revisar, mientras espera ahí—respondió antes de cortar la llamada.

Dejó el teléfono en su lugar y pegó la frente a la pared.

De repente, su cuello empezó a doler; su cuerpo se sentía pesado. Lo atribuyó a las horas de viaje que tuvo, y a que el cansancio ahora volvía a su cuerpo.

Quiso hacerlo.

«Pero ambos sabemos que no es eso, ¿Verdad?».

Se enderezó de golpe y miró a todos lados.

No había nada.

A sus espaldas y costados sólo estaba el resto de la habitación. No había nadie con él. Nadie que pudiera decir aquello y huir sin que él se diera cuenta.

No revisó bien.

—Te daríamos otra habitación, pero todas están ocupadas y esta es la única disponible—explicó el pelirojo entregándole una botella con agua y una camisa naranja—. No es que tengas muchas opciones, pero todas formas eres libre de decidir.

"¿De verdad?", pensó riéndose de sí entre dientes.

—Entiendo... No hay problema.—Mintió—. Muchas gracias por esto.

El chico asintió.

—¿Algo más?

Negó aunque rápidamente asintió; había recordado lo de minutos anteriores.

—¿Hay algún problema con los ductos de ventilación? ¿Las paredes son muy delgadas o algo?—cuestionó, haciendo que el chico enfrente suyo le mirara sin comprender—. Porque creo que escuché al huésped del lado hablar, pero lo sentí como si estuviera al lado y...—Fue interrumpido por la pequeña risa del muchacho.

Felix, sacado de contexto, se limitó a mirar al chico creyendo que este lo tomaba como una broma.

Por amor a...—El chico no terminó la frase.

¿Qué sucede? ¿Dónde... Algo de lo que dije no tenía sentido?—cuestionó.

"Payaso" decía la mirada del contrario mientras parecía burlarse de él. Pero, claro, no lo dijo directamente.

—No, para nada. Con respecto a eso: sí, las paredes son tan delgadas que escuchas todo—dijo en tono burlón.

Un simple sonido ambiguo salió de su boca, dejando caer su mirada hacia un costado unos segundos antes de volver a alzarla.

—Entonces...

—Si decides irte, solo pasa a dejar la llave en recepción para cerrar la cuenta—dijo tomando las herramientas que había llevado lara revisar y reparar el lavamanos—. De todos modos, si necesitas algo ya sabes cómo contactarnos. Nos vemos.

Y empezó a caminar lejos de la habitación, dejando a Felix solo. O quizás no completamente.

Rascó su nuca con incomodidad y, resignado al saber que debía quedarse, se dispuso a entrar a la habitación. Una vez estuvo por cerrar la puerta, el sonido de otra abrirse y unos pasos sonar cerca de ahí captaron su atención. Asomó la vista por la puerta; curioso.

La silueta de una persona saludó entre las sombras, la puerta de la habitación del final a la derecha fue cerrada y antes dé, logró distinguir pequeños mechones rubios junto a una espalda ancha cubierta por una prenda negra.

No vio más.

Pero, por alguna razón, su cuerpo tembló y a su cabeza vinieron las palabras que creyó escuchar decir al huésped de al lado. Quiso creerlo, claro, porque no hallaba otra respuesta lógica a aquello.

«Oh, bebé, ¿Es que acaso no aprendiste que no todo es como crees que es? ¿Que acaso debo de repetirlo, otra vez?»

Acarició sus sienes con cansancio y entró finalmente a la habitación. Su mente, sin dudar alguna, era muy creativa a la hora de inventar cosas cuando estaba agotada y escuchar las incoherencias del huésped vecino, no ayudaban en nada.

Aunque el acompañante tampoco tenía intenciones dé, ¿verdad?

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