Capítulo 1: El chico nuevo de Gwang Village

El sol comenzaba a colar sus rayos por la ventana y arruinaba la vista que tenía de la pantalla de mi computadora, evitando que siguiera escribiendo. Tomé aquello como una señal para dejar de lado lo que hacía y prepararme para salir rumbo a la escuelita rural del pueblito en el que ahora me refugiaba.

GwanYang Village era el lugar donde cualquier persona vendría a fingir su muerte, al menos en sentido figurado y yo necesitaba eso. Luego de asumir que mi relación de unos cuantos meses con JiMin, mi tutor universitario, no funcionaria de la forma en la que yo deseaba decidí tomar aquella pasantía como él había dicho "experimentar la vida nada más"

Mi meta ahora era escribir aquel libro que una mujer como yo, licenciada en literatura merecía tener y con ello cerrar o tal vez abrir un ciclo nuevo en mi vida. Pero con el corazón vacío.

Emprendí camino directo al centro del pueblo para ver a una de las mujeres más sabias y reconfortantes del lugar, la Sra. Kwon MinHae quien desde el día en el que pise este pueblo ha sido muy amable cediendo su casa de soltera en la colina, entre otras cosas.

— Un buen día para pasear en bicicleta— mencionó al verme entrar a su tienda, sonreí al sentirla más animada hoy a diferencia de otros días.

—Definitivamente— dejé en el mesón lo que llevaría hoy para comer, frutos secos.

—¿Emocionada por el nuevo semestre de los niños?— Como nueva profesora de la escuelita rural me sentía llena de esperanza acerca de ese desafío —. Estoy segura que estarán felices de verte nuevamente luego de esa tarde de cuentos—.

—Esperemos que así sea, nos vemos— hice una reverencia y salí de la tienda dando un portazo a quien sabe que.

Cuando me percaté de la fruta desparramada en el piso y al joven hincado frotándose el rostro me arrodillé para saber de su estado antes de siquiera recoger lo que nos rodeaba.

—¡Dios, lo siento tanto!— exclamé exaltada por el momento mientras el hombre se cubría la nariz — ¿Lo herí?— fui paciente y no me levanté de su costado antes de verlo mejor.

—Tranquila, yo también iba despistado— se quitó la mano del tabique nasal y me dejó verle el rostro.

Me quedé en silencio mirándolo por unos segundos para luego ayudarlo a recoger lo que traía en la canasta sintiéndome completamente nerviosa ante su presencia. Jamás lo había visto por este lugar y yo soy de recordar nombres y caras como si mente fuera un gran archivador, pero un rostro como ese nunca pasaría desapercibido.

—¿Sabes dónde queda la escuelita rural?— sostuvo entre sus brazos la canasta llena de manzanas y naranjas de verde y naranja brillante —. Debo llevar esto hasta allá y espero que no quede tan lejos— sonrió dejando una leve curvatura en sus labios.

Me sentí sonriente, como si mirarlo hacer el gesto me hiciera una suerte de espejo reflejando su expresión a pesar de que en aquel momento solo quería contemplar lo que tenía enfrente.

—Sí, voy hacia allá— miré avenida abajo y acaricié la correa de mi bolso que colgaba por mi hombro y rozaba la tela de mis jeans ajustados.

—¿Te molesta si voy contigo? Por muy pequeño que sea el pueblo igual me desoriento— miró el contenido de la cesta — ¿Crees que esto sea suficiente?

—Sí — miré la fruta —En la escuelita solo hay ocho niños— miré su cabellera negra con ondas delimitando el rostro pequeño y decorado con ojos grandes del mismo color, labios finos y un lunar posado en su tabique nasal que tenía de un tono rojizo por mi culpa.

—¿Qué?— rió con impresión en su rostro y yo hice lo mismo.

— Hay más ancianos que niños aquí en realidad y eso lo hace un pueblo muy tranquilo— di mi argumento indiscutible de siempre que cada cierto tiempo decía en voz alta cuando me daban deseos de irme a la ciudad.

—El silencio es increíble— me miró fijamente —. El único ruido que he escuchado estos días ha sido mi rostro estrellándose con esa puerta— arrugó su nariz adolorida.

—Lo siento —empuñé mis manos y enterré mis uñas en ellas sintiendo nervios ante la culpa que me invadía.

—¡Pero ha sido lo más interesante que me ha pasado!— el costado de sus labios fueron invadido por sus dientes y no pude evitar mirarlos nuevamente. Tenía que irme y él tenía que ir conmigo.

—Vamos a la escuelita, deben estar deseando comer esa fruta— me giré y caminé frente a él para que me siguiera.

Mi corazón latía rápido luego de meses y por mi mente pasaron miles de tramas interesantes para escribir acerca de este encuentro con el chico misterioso y nuevo del pueblo. Estuve caminando en silencio pensando en cómo sería su historia personal y la razón por la cual estaba en GwanYang Village.

—No me has dicho tu nombre— dijo alcanzando mi paso usando el costado de la vereda restante junto a mi.

—Han YuMi— respondí breve —¿Y tu?

—Jeon JungKook— su nombre tiene completo sentido en su boca pero me preguntaba si tenía sentido en la mía.

Fuera de la escuelita, una casa particular, esperaba el Sr. Yoon, el dueño y nos sonrió a ambos mientras nos acercábamos cruzando la calle que separaba la plaza central con áreas verdes.

—¡Señorita Han, que alegría verla! — reverenció ante mí con caballerosidad —. Con usted aquí presente siento con más intensidad la primavera— sonrió y tomó mis manos con la punta de sus dedos.

—Sr. Yoon, usted y sus halagos— me ruborizo por obvias razones y miro a mi costado como JungKook dejaba la cesta en el piso y sacudía sus brazos acalambrados — Sr. Yoon, él es JungKook y viene a dejar fruta para los niños— lo miré y yo al decir su nombre sentí un calor en el centro de mi estómago enfatizándose luego de que él me mirara.

—Sí, él está trabajando en la verdulería de los Choi— lo saludó estrechando su mano — ¡Eres fuerte muchacho!— rió al soltar la mano del muchacho de cabellera larga.

—Ve a ver a los chicos mientras yo me encargo de mostrarle a JungKook donde dejar la fruta— apuntó el interior de la casa.

—¡La veo pronto, Señorita Han!—dijo Jung Kook alzando la cesta nuevamente en sus brazos y me limité a mirarlo por última vez antes de desaparecer por el pasillo hasta la sala habilitada para dar clases.

• ──────────── •

Cuando los niños partieron rumbo a sus casas caminando todos juntos por la avenida recogí mis cosas y me dirigí a la tienda de la Sra. Kwon MinHae por mi bicicleta para volver a mi casa, en la pradera, en medio de la nada como a mí me gustaba.

—Seguramente fue un buen día por la sonrisa que traes— dijo la mujer de cabellos largos negros con ciertas canas.

—¡No sonrío!— dije mientras tomaba mi cabello en una coleta con la liga que siempre conservaba en mi muñeca.

—No necesitas sonreír para saber que estas feliz, lo puedo ver en tu aura— hizo un gesto dibujándome a distancia la silueta.

—Olvidaba sus facultades psíquicas, Sra. Kwon— reí amable ante su comentario —. Nos vemos mañana

—¡Nos vemos YuMi, llega bien a casa!—alzó la voz hasta perderse tras la puerta que se cerró con rapidez una vez que la bicicleta pasó por completo.

Pedalear por los caminos campestres de este pueblo era mi pasatiempo favorito. La distancia que había entre una casa y otra en ese lugar era la necesaria como para tener una vida secreta con gusto, nadie escuchaba los murmullos de otros como en los pequeños apartamentos de la ciudad.

La casa de la Sra. Kwon era pequeña y tenía unos cerezos al frente que estaban a punto de florecer y un sauce llorón atrás donde bajo su sombra reposaba una maravillosa banca que hace unos días pinté de blanco para ocultar el óxido de los fierros que la componen.

Entré a darme una ducha para dejar mi cabello secar bajo los últimos rayos de sol y busqué entre mis pertenencias un vestido holgado para usar sin ropa interior bajo mi propia compañía.

Posterior a la ducha y cuando me secaba el cabello apretándolo contra la tela de la toalla sentí un ruido desde la entrada que me invitó a salir del cuarto y avanzar a la entrada de la casa donde lo encontré.

—¡JungKook!— lo miré extrañada por su inesperada presencia y algo incómoda por el simple hecho de que haya entrado a la casa con tanta facilidad.

—Debe tener cuidado con las llaves— alzó el manojo de llaves en sus manos —. Estaban puestas en la entrada— miró hacia atrás la puerta que dejé entreabierta.

—¡Dios, que despistada!— Tomé las llaves desde sus manos y miré la bolsa que traía en su otra mano a la cual se aferraba con fuerza.

JungKook me vió observando la bolsa y la dejó en la mesa que había a su costado con delicadeza y sacó de ella un recipiente de plástico que conservaba unas fresas rojas y apetitosas.

—Los Choi me dijeron que le gustaban las fresas, también me dieron su dirección y por eso estoy aquí— reiteró su mirada a mi, esta vez más intensa bajando con lentitud por mi cuerpo.

Ese tipo de mirada era a las cuales solía temer desde que mi padre me enseñó que los hombres eran humanos con instinto animal del cual no sabían privarse y carecían de razón ante la posibilidad de atacar a su presa fácil y yo, llevando nada bajo mi vestido, era una presa sencilla.

—Muchas gracias por traerlas— caminé por el costado de la mesa rodeándola guardando distancia mientras tomaba las fresas y las dejaba en el refrigerador.

—¿Preparará algo con ellas? Mermelada quizás— se giró a mirar el lugar mientras yo seguía tras la mesa y revisaba tras de mí por si encontraba algo con que ahuyentarlo si se acercaba.

—No, seguramente haré una tartaleta o muffins— acaricié la superficie de la encimera de la cocina sin encontrar nada a mi alcance.

—A mi me encanta la cocina y la comida así que espero que me considere— sonrió hacia mí y cambió su expresión a extrañeza —¿Sucede algo?

—No — tragué con dificultad y busqué controlar mi respiración.

—¿Segura? Se ve pálida —dió unos pasos seguros hacia mi quedando a centímetros de mi cuerpo y con el dorso de su mano acarició mi frente —. No tiene temperatura pero si está sudando un poco—.

—Le pido por favor que te vaya de mi casa— cerré los ojos y me armé de valor para hablar con autoridad, su cercanía me colocaba a la defensiva.

—Si, por supuesto— se apartó —. Quiero que sepa que no quise entrar sin permiso, solo me fijé que las llaves estaban en la puerta y creí que estaba en peligro, pero veo que no— resumió pero ahora parecía perturbado —. Al parecer yo soy el peligro aquí para una mujer como tú

—No quiero ofenderte JungKook pero tengo cosas por hacer y se hace de noche— caminé rápidamente hacia la puerta y la abrí.

Él pasó por mi costado y reverenció a modo de despedida no sin antes darse la vuelta y decirme:

—Estoy disponible si se le ofrece algo— su mirada de compasión y servicio ante lo dicho bajó mis defensas haciéndome dudar de mi reciente actitud.

—Gracias, Jung Kook

 Lo observes salir de la casa hasta que tomó asiento en su auto y siguió su camino, luego de ello cerré la puerta, con llave esta vez.

• ──────────── •

Primera página, vacía, no había nada que escribir aún. Mientras me llevaba una cuantas uvas a la boca pensé que debería dejar tirado mi proyecto de escritora. Después de todo no tenia de que escribir, mi vida no era nada fascinante y ni a través de ensoñaciones podría crear algo tan bueno para ser publicado.

El teléfono sonó y vibró contra la mesa sacándome de la frustración, en la pantalla brillante se mostraba el nombre de "appa". Miré el reloj de pared, eran las 01:00 am.

—Appa ¿Qué haces despierto hasta hora?— miré la pantalla de mi computadora aún vacía.

—Acabo de terminar de terminar mis oraciones, tenia que dejar que la vela se consumiera para dormir en paz— suspiró a través de la linea telefónica —. ¿Cómo estas querida? ¿Todo bien con los niños?—.

Appa tenía una extraña tradición en casa que jamás comprendí y de la cual nunca me comentaba, vez que preguntaba en mis momentos de curiosidad la respuesta era " Algún día lo sabrás" pero hasta el momento, no lo sabia.

Todas las noches antes de dormir solía prender una vela sobre un patillo antiguo de plata una vela blanca sobre una caja fuerte sellada que se encontraba en el sótano de la casa y ahí estaba orando hasta que la vela se consumiera por completo. A pesar de ser religiosa nunca me invitó a orar con él ya que decia que era algo que solo debía hacer él, a oscuras, por si solo.

—Todo bien, los niños son un encanto al igual que toda la gente aquí— bajé la pantalla de la computadora y caminé hacia el dormitorio apagando todas las luces a mi paso.

—¿Conociste al padre Lee?— preguntó impaciente — . Le estuve hablando muy bien de ti, yo creo que no lo recuerdas de pequeña en el orfanato, pero él muchas veces lo visitaba y les traía fruta fresca. Según él te recuerda—.

—¿Cómo podría recordarme después de tantos años? — reí ante las cosas que decía papá —. Sabes, deberías ir a dormir de una vez y no olvides tus medicamentos para el corazón—.

—Jamás lo olvido— de fondo de escuchaba como tomaba asiento en su cama mientras yo ingresaba al cuarto de baño para lavar mis dientes —. Espero que vengas a verme en unas semanas más, he estado orando por ti—.

—Sí appa, iré cuándo pueda— suspiré al pensar en que podría encontrarme con JiMin si iba a la ciudad —. Pero por el momento lo veo imposible, estaré muy ocupada con los niños—.

—Entiendo— esa forma de hablar tan letárgica que tenia me preocupaba y me daba una lastima —. Cuídate mucho, estaré pensando en ti—.

—Gracias appa, descansa— le envié un beso sonoro y corté la llamada.

La temperatura de mi cuerpo parecía aumentar progresivamente. Unos labios e rozaban la piel del cuello y me era imposible contener la respiración agitada y los sonidos que mi boca deseaba soltar por la sensación que otorgaban. Unas manos  cálidas se aferraron a mi cintura sujetándome con firmeza mientras tras de mi una pelvis masculina hacia fricción contra la mía, era algo totalmente nuevo.

Podría estar así toda la noche, sintiendo mi cuerpo moviéndose contra el de alguien más, me gustaba la sensación pero lo que no me gustaba en absoluto era la silueta de un chico que estaba en la puerta viendo hacia afuera y hacia mi como si algo fuera a pasar.

Entre abrí los ojos dejando de sentir la fricción del cuerpo a mis espaldas y miré al muchacho que más que parecer un asechador ante el acto, parecía estar cuidando de que nadie entrara a mi habitación. No tendría más de unos veinte años.

Quise hablarle e incorporarme para saber que pasaba pero la mano varonil tras de mi tomó mi boca con fuerza asfixiándome y fue ahí cuando me desperté gritando por terror del momento. 

No solo mi corazón palpitaba con fuerza sino que sentía mojada mi entre pierna, pegándose la tela del pijama a esa zona denotando una mancha de humedad.

Me levanté de la cama sacándome el pantaloncillo de florecillas para lavarlo contra el agua del lavamanos y un poco de jabón.

—Lo siento, lo siento...— repetía a través de susurros sin reconocer con quien me disculpaba pero era la única forma de no sentirme culpable por los suelos húmedos que había tenido desde la ultima vez que tuve un acercamiento físico con JiMin, aquella noche en su aparamento cuando se frotó contra mi haciéndome sentir su miembro contra m trasero cubierto por la tela de mi vestido, bajo la manta que nos cubría.

La sensación de su erección contra mi se había vuelto un pensamiento culposo que en muchas ocasiones había provocado que manchara mi ropa interior y me incitara a querer bajar para auto explorarme pero no lo haría por temor a que se volviera un placer culposo del cual me volvería presa.

Me dispuse a salir de casa en mi bicicleta pensando en las actividades que tenia hoy preparadas para los niños y mientras pedaleaba por la orilla del camino sentí a lo lejos el sonido de lo que parecía un auto y me orillé más para no causar algún accidente. Lo que no esperaba era que el conductor de este era nada más ni menos que el chico nuevo del pueblo.

—¡Buenos días señorita Han!— bajó la velocidad de su auto siguiéndome a la par en mi bicicleta.

—Buenos días... JungKook— respondí sin mirarlo ya que podría caer.

—Venia de hacer unos encargos. ¿Vas a la escuelita?— preguntó obvio mientras yo no perdía la vista del camino —. Si gustas puedo llevarte—

—Estoy bien, no me queda mucho y me gusta el camino— me detuve al ver unos metros más allá del camino una rama de espino atravesando el camino y bufé con disgusto, si pasaba por ahí pincharía una rueda de mi bicicleta.

Me bajé y apoyé la bicicleta contra un cerco que dividía una de las parcelas con el camino de transito y caminé hacia la rama que estaba lejos de ser liviana. JungKook bajó del auto y caminó tras de mi.

—No creo que sea una buena opción mover esa rama son las manos ya que tienen espinas— alzó la voz pero no hacia nada la respecto.

—Llegaré tarde a clases ¡debo mover esto!— observé donde la rama tenia menos espinas y así cogerla y coloqué una de mis manos para jalarla terminando con una espina incrustada contra mi pulgar — ¡Ay Dios!

Solté la rama de inmediato y miré la espina contra la piel de mi dedo alzada haciendo que mi dedo sangrara de inmediato. JungKook se acercó para ver la escena de mas cerca tomando mi mano colocándola en forma vertical y sacando la espina con cuidado.

—Sé que esto será extraño pero no tengo algo para limpiarte— llevó mi pulgar a sus labios y presionó contra ellos mi dedo dejándome inmóvil contra la sensación que me otorgaba.

—¡Suficiente!— aparté mi mano de su boca y miré hacia la rama —. Quizás deba caminar— no tenia otra salida.

—Podrías seguir a pie mientras veo como quitar la rama del camino— habló dando una idea factible —. Pasaría a dejarte la bicicleta a la escuelita cuando lleve la fruta

—Gracias— lo miré de reojo apretándome el dedo para evitar que siguiera sangrando —. Y gracias por lo de la espina— me acomodé el bolso al hombro y rodeé la rama cuidando de no clavarme nada y seguí caminando.


¡Primer capítulo gente!

Me pone muy feliz compartir esta historia con ustedes , porque han esperado mucho y se la merecen... no se pierdan las siguientes actualizaciones y las historias de nuestras queridas:

@dorasilove  @liveforjk y @WangNini_

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