Capítulo 4
Era agradable que Lisa me devolviera la sonrisa. Nunca lo había hecho. No es que yo le haya sonreído demasiado. Ni siquiera habíamos intercambiado demasiadas miradas mas allá de cuando te cruzas con alguien en el pasillo del instituto. No haber cogido una gorra había sido una buena idea porque su mirada vagó hasta mi caótico estilo de peinado.Y luego volvió a mi cara y me dirigió una mirada, como si la hubiera pillado comiéndome con los ojos. No me importaba. Si le gustaba lo que veía, me podía mirar todo el día.
Con una sensación de confianza en mis entrañas, decidí que las cosas iban a cambiar hoy. Radicalmente.
—Buena suerte, Matthews.— le di la etiqueta, con el numero que le había tocado, y se lo puso en la curva superior de su teta izquierda frotándola suavemente.
No debería hacerme esto. Mis ojos se clavaron en ese lugar, mientras mi boca se hacía agua. Tenía miedo de no poder decir una palabra sin babear encima de ella.
Afortunadamente, no prestó atención a mi repentina falta de compostura. Se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a Tony. Lo que me hizo volver en mí, asentí al saludo de mi amigo y luego me aclaré la garganta... Varias veces. —Bueno, todos. ¡A calentar! ¡Quiero que ejecuten tres vueltas a la cancha y luego vuelvan aquí!— grité por encima de los murmullos.
Después de algunos gemidos de protesta, la multitud se puso en movimiento. Susan dejó su puesto para unirse al calentamiento y fui a correr con ella.—Gracias por tu ayuda— le dije.
—Si, no hay problema—ella abrió la boca en busca de algo de aire y luego continuó.— Mientras que eso me dé un estatus especial para las pruebas, estamos bien.
Me hizo reír. De hecho, estaba pensando en eso. Aunque en realidad no tenía ni idea de cómo manejaba la pelota, pensé que sería divertido tener una chica al frente del equipo.— No te preocupes por eso, Miller. Si puedes golpear un balón con el pie, estas dentro.
La dejé calentar sola después de la primera vuelta y me senté en una mesa pequeña con Alex y Frederickson, viendo cómo algunas de las chicas buscaban algo de aire.
—La chica de Tony va a colapsar antes de llegar a la tercera ronda.—Afirmó Frederickson. Automáticamente busqué a Cloey, la cual estaba corriendo como toda una profesional, eso me hizo caer en la cuenta de que, para el resto, la chica de Tony seguía siendo Lisa. La vi, más que trotando, arrastrándose junto a Mitchell, con la cara totalmente enrojecida y jadeando como un motor de tanque.
—Maldita sea. Eso no es bueno.—murmuré
—¿Por qué?— Preguntó Alex.
—Porque la otra noche, Tony me pidió que la metiera en el equipo.—Y por supuesto que lo habría hecho aunque él no me lo hubiese pedido.
—Bueno, entonces supongo que tendrás que ser suave con ella.— Alex se rió y me dio un empujón. Algo me decía que la broma iba dirigida a mí.
Después de que la mayoría de las chicas terminaran las tres vueltas. Empezamos con los goles. Todo el mundo tenía que marcar al menos una vez. Tres puntos si metían un gol a la primera. Ningún punto si la bola no iba más allá de Frederickson en el tercer intento. Por supuesto, Frederickson no estaba dando lo mejor de él hoy. Era como el quince por ciento de lo que podía dar, pero no queríamos ganar ningún partido, solo queríamos añadir gente a un equipo nuevo. Así que, el quince por ciento, estaba bien.
Estaba un poco emocionado cuando le llegó el turno al cuarenta y seis porque, después, sería el turno de Lisa y no podía esperar para practicar los goles con ella. Pero cuando me di la vuelta, ella estaba sentada en el suelo hablando con Mitchell, que le entregó algo de agua en un vaso de papel. Siempre había sido frío con él y esa extraña relación de compañeros, mejores amigos, compañero de juegos... lo que sea. Me ponía nervioso, pero nunca había dicho una palabra al respecto. Sin embargo, desde la otra noche, cuando me contó que estaba saliendo con Cloey, estaba más celoso que nunca. Las ganas de golpear algo fuertemente despertaron dentro de mí. Lo que era un grave problema y solo esperaba que Mitchell pueda contarle la verdad a Lisa lo antes posible. Entonces, ella lo vería con otros ojos. Con ojos que no llevarían ese hazme-tuya por mucho más tiempo.
—¡Matthews, tu turno!— Grité, suprimiendo mis celos y pateé la pelota hacia ella. Se dio la vuelta y detuvo la bola contra su pecho. Buenos reflejos. Definitivamente había algo de potencial en eso.
Esperé al lado de la zona de anotaciones mientras ella ponía el balón en el césped y, luego, lo pateó suavemente hacia Frederickson. El chico no se tuvo que mover ni un centímetro para detener el balón. De hecho, murió en el camino y parecía que necesitaba reanimación. Maldición, Patear no era lo que mejor se le daba a Lisa.
—¡Vamos, Matthews!—Grité mientras recogía la pelota y corría hacia ellos. Ella se veía como si fuera a capitular. El sudor cubría cada centímetro de su piel y aún no había recuperado el aliento después del calentamiento. Pero no podía dejar que fracasara en esta fase de clasificación. Así que intenté animarla un poco con una sonrisa.—Te he visto patearle el culo a Mitchell mucho más fuerte que eso.
Esta fue la primera vez que tocaba a Lisa Matthews. Agradezco a dios por la invención de las camisetas de tirantes. Su piel era suave y caliente, emitía un olor a alguna mezcla de flores. No sabia qué clase de cremas había utilizado después de la ducha, pero el olor me estaba volviendo loco y estaba cerca de que no me importara una mierda que los demás vieran que la iba a besar en cualquier momento.
Desafortunadamente, ella no estaría muy feliz con eso. Agarró el cuello de la camiseta de Toni y se quejó.-No dejes que me haga hacer eso. Los dos sabemos que me tropezaré con esa dichosa cosa.
Parecía que había entrado en pánico y yo no podía evitar reírme, mientras, Toni intentaba zafarse de los dedos de Lisa que sujetaban el cuello de su camiseta.—No, no lo harás—él le dijo de manera segura.— Te diré algo, si golpeas Frederickson en el pecho, te compraré un helado de chocolate.—La tentó.—¿Trato?
No sería un gol si la bola no pasaba Frederickson pero, como fuera lo que fuera que pasase, daba igual porque el resultado, al final del día, seguiría siendo el mismo, no me importaba.
Y consideró el nuevo objetivo por un segundo y luego sonrió.-Trato.-corrió dos pasos y pateó la pelota amistosamente que cayó en los brazos de Frederickson.
—¡Bien hecho!— Le dije, deseando ser el que le comprara el helado después.
Volví a la mesa donde estaba Susan.—Cuarenta y siete obtiene tres puntos para el disparo a puerta— Le dije. Había visto lo que pasó y, por su puesto, me gané una mirada burlona de la amante de los libros. Pero yo era el capitán del equipo y lo que yo decía era ley. Me bastó arquearle una ceja para que lo entendiera y escribió un perfecto 3 al lado del nombre de lisa. Cuando levantó su mirada y me sonrió, yo sonreí de vuelta.
Terminé la prueba de goles con los asistentes restantes. A continuación, se unieron a mí Alex y Sacha, quienes entrenaron los pases mientras corrían por el campo, con alguna de las chicas. Tony hizo lo mismo con Lisa y, aunque no era una pro, consiguió llevar a cabo algunos pases bastante prometedores. Los observé por un rato, en lo que trataba de decidirme si debería darle dos puntos merecidos por los pases o un total de cinco.
Pero empeoró en el siguiente evento, el cual trataba de probar las habilidades y el equilibrio haciendo malabares con solo una pierna y un balón, dando patadas sin que se cayera. Hice una mueca y me pasé las manos por la cara. No hubo necesidad de incluso empezar a contar cuántos logró hacer.
Me rasqué la cabeza. Si le daba una calificación justa, nunca lograría entrar en el equipo. había otras treinta chicas mejores que ella. Mirando el lado positivo, no era la peor y, tenerla en el equipo, no supondría una pérdida total.
En el camino hacia Susan, un ataque furtivo me hizo caer a cuatro patas en el suelo. Una de las chicas me había golpeado en la parte posterior de mi rodilla izquierda con un tiro muy fuerte que Alex no había podido detener. Verme caer como un búfalo al que acababan de disparar había causado muchas risas y algunas bromas de parte de Alex. Me tomo, exactamente, dos segundos para tener a Alex justo debajo de mi y luchar con él como un par de cachorros.
—Hey, Sash,—Gritó Frederickson por encima de nosotros.—Ayúdame a separar a los niños. Se ponen muy contentos si toman café por las mañanas.
Alex y yo tiramos de Frederickson.
—Oh, venga, chicos.— Oí la voz molesta de Cloey—¿Podrían dejar este jueguito para más tarde? A algunos nos gustaría saber si estamos en el equipo.
Luché para escaparme de Alex y Frederickson y le di a Cloey una mirada irónica.—Tienes la máxima puntuación en todas las pruebas, Summers. Así que se podría decir que estas dentro.
Ella desapareció dando un salto, y yo le pude decir a Susan las últimas puntuaciones para que los metiera en su lista. Caminé detrás de ella y puse mis manos sobre sus hombros. Ella soltó el aliento durante un momento, probablemente por la cercanía inesperada. Si la juzgaba bien, nunca la había tocado un chico antes y mucho menos besado. Tener citas no se consigue leyendo. Era una pena. Ella era genial y olía como a leche de vainilla. Tenia una cara bonita, incluso con las gafas. La única cosa que le faltaban eran tetas. Pero tenía solo dieciséis.
Señalé a la parte inferior de la lista.— cincuenta y tres y cuatro obtienen tres puntos cada una por correr y patear. No hay nada que escribir para los números cincuenta seis, siete y ocho. No están dentro.
—Esta bien, así que tenemos todos. Bueno... Todos menos uno.— Inclinó la cabeza un poco y me miró por el rabillo del ojo.—No me has dado la puntuación para Lisa Matthews.
—¿Ah, no?— Usé un tono sugerente e hizo que Susan sonriera.
—Déjame adivinar, ¿cinco puntos por correr y patear y en los malabares ella hizo un imaginario... doce?
—Quince.
Me señaló con la punta de su bolígrafo.—Cierto.— Entonces anotó los números en la lista sin discutir, pero se le dibujo una sonrisa durante todo el tiempo.
Me incliné para poder hablarle al oido.— Sabes que, como mi asistente, estas obligada a guardar el secreto.
—Absolutamente.— Me confirmó con la misma sonrisa de antes y por alguna razón supe que podía confiar en ella. Cuando termino de escribir, la cogí de la mano y la arrastré fuera de los bancos.—Muy bien, es tu turno ahora, amanta de los libros. A ver qué puedes hacer con un balón.— como mi secretaria no oficial, no había tenido mucho tiempo para tomar parte de las pruebas, así que decidí hacerle unas pruebas personales después de todo. Probablemente ella no sería una jugadora de fútbol profesional. Ni ahora, ni nunca. Pero era mucho mejor que Lisa en muchos aspectos. Aún así sus puntajes no eran suficientes, pero puse a Susan en la lista de nombres del equipo.
Su sombra se reflejó en el papel cuando se inclinó para echar un vistazo en lo que estaba escribiendo. Luego se enderezo con su sonrisa peculiar otra vez. —Sabes, algunas personas dicen que des asco, Hunter. No puedo ver el por qué.
—Eso es porque no me conocen.—Le guiñé un ojo, lo que hizo que sacara una gran sonrisa. Entonces me dirigí al centro del campo y le di la bienvenida a los nuevos miembros del equipo. Cuando Lisa se dio cuenta de que había entrado, su dulce boca se abría y cerraba como si intentara capturar peces con ella. A Mitchell le tomo cerca de un minuto convencerla de que no había escuchado mal. Feliz como un gatito corrió hacia los bancos por su mochila.
La seguí. Paso uno: conseguir que la chica de mis sueños estuviera en mi equipo, conseguido. Paso dos: que viniera a mi fiesta.
Quise decir hola cuando me planté detrás de ella, pero justo en ese momento, ella se dio la vuelta tan rápido que ella se chocó contra mi pecho, haciéndome dar un paso atrás. La agarre por los codos para evitar que nos cayéramos y una vez más no pude evitar tomar una respiración profunda de la hermosa fragancia que se adhería a su cabello y cuerpo.—Felicidades, Matthews.— Le dije.—Manejaste las pruebas bastante bien.
Solo me devolvió un gruñido—Si, como sea.— Estaba tan aturdido que ni siquiera pude detenerla cuando pasó junto a mí, con una mirada airada en su cara. Pero entonces se detuvo y giró sobre sus talones, cruzando los brazos desafiantes sobre el pecho.—¿Qué te debe Tony por meterme en el equipo?
Wow. Eso no me lo esperaba. ¿Qué hacía ahora?¿Mentirle?¿Decir la verdad? ¿Agarrarla del cuello y simplemente plantarle un beso de distracción. Me gustaría ir a por lo último, pero eso no jugaría en mi favor. Así que hice lo que me pareció más correcto en ese momento y me reí para soltarle parte de la verdad.—No te gustaría saberlo.
Obviamente, sí que quería saberlo y por la expresión de su cara, estaba clarísimo que me lo quería sacar a golpes de ser necesario. Le contaría, en algún momento, el por qué estaba en el equipo... algún día. Por ahora estaba bien que apartara mi cabeza de la soga. Me di la vuelta y empecé a caminar alejándome, pero entonces recordé lo que me había llevado hasta ella en primer lugar. Le lancé una mirada por encima de mi hombro— Nos vemos en mi casa Matthews.
Ella me clavó una mirada desconcertada y eso era todo lo que necesitaba. Ella estaría ahí esta noche. En mi casa, con mis reglas. Ella no lo sabia todavía, pero sería mía.
Me sonreía a mí mismo como un tonto enamorado, agarré mi mochila y me dirigí al coche.
Había avanzado un poco fuera de los estacionamientos, cuando vi a Susan Miller caminando en la acera. Era la única chica nueva en el equipo que nunca había estado en mi casa todavía. Y Me había olvidado de darle una invitación para la fiesta de esta noche. Bajé la velocidad para igualar el paso de ella. Bajé la ventanilla del pasajero y poder verle la cara.—¡Hey, amante de los libros!
No se paró, pero giró su cabeza en mi dirección.—Hola.
—¿Quieres que te lleve?
Me desconcertó que me levantara una ceja como respuesta, algo que, sabía que yo solía hacer mucho y era raro verlo en la cara de otra persona. —Umm... No, gracias. No esta tan lejos.
—¿Te importaría que igual te llevara? Necesito hablar contigo.
Cuando se detuvo, yo también lo hice. Miró el camino y luego me miró de vuelta.—Supongo que esta bien, entonces.— Se sentó en el asiento del pasajero con la mochila en su regazo.—¿Qué pasa?
—Me olvidé de decirte algo,— empecé cuando me parte de la acera y cruce la calle.—¿adónde vamos?
—Medio kilometro en esta dirección, después gira en Ramussen Avenue. ¿De qué querías hablar? Si es sobre la puntuación de Lisa, no tienes por qué preocuparte. Ella es mi amiga, pero no se lo voy a decir a nadie.
—Esta bien saberlo.— De hecho era una de las cosas de las que quería hablar con ella.—Mitchell me pidió que la metiera en el equipo, así que es un favor personal. Matthews no puede enterarse. No quiero que se sienta mal por eso.
Asintió como si lo entendiera, pero entonces se mordió el labio. Le lancé una mirada especulativa.—¿Qué?
—Nada.
Me reí—Vamos, puedes decirlo.
—Si, tal vez. Quiero decir, estoy sentada en el coche contigo. Media escuela me envidiaría si lo contara ¿no? Pero ni siquiera sé por qué estoy aquí. Pero es genial así que... Seré honesta. Me preguntaba si fue solo un favor para Tony.
—¿Qué, Meter a Mtthews en el equipo?
—Sip.
Sentí que las comisuras de mis labios se empezaban a mover para formar una sonrisa. Tan rápido como pude le lancé una mirada por el rabillo de mi ojo. —¿Qué te hace pensar lo contrario?—Volví a mirar a la carretera, pero sabía que ahora me estaba mirando directamente.
—La forma en la que mirabas el culo de Lisa cuando corría, por ejemplo.—Sonó como una sugerencia, aunque luego añadió rápidamente.— A no ser que estuvieras viendo el culo de Tony, lo cual espero seriamente que no fuese así. Y luego te vi oliendo las manos de una manera bastante peculiar, muy romántico, después de que ella te tocara, lo que me hizo pensar que te gustaba su olor.
Cuanto más hablaba, mi sonrisa crecía aun más.—¿Me espiaste, amante de los libros?
—¿Es malo decir que te vi?— Se quejó.— Tenía curiosidad de lo que harías hoy después de que coquetearas disimuladamente con ella ayer.
Tragué salida cuando giraba en Ramussen Avenue.— No fue tan disimuladamente si tú llegaste a notarlo.—Y que Frederickson y Alex también lo hicieron.
Ella dio un suspiro. Algo soñador y anhelante.—Creo que estoy muy empapada de todo eso. He leído demasiados libros de romance, que puedo olerlo a 10 Kilómetros de distancia cuando un chico se esta enamorando de una chica.
—¿Enamorándome de ella?—Mi voz tenia un toque de acusación defensiva, pero probablemente había atrapado infraganti.
—No te asustes. Como he dicho, no le voy a decir a nadie. Y Lisa aún no es consciente de ello, por el momento.¿Podrías parar aquí? La casa amarilla es la mía.
Paré el coche en frente de su puerta, la vi desabrochar el cinturón de seguridad y dije—Supongo que te veré esta tarde—Cuando vi que me devolvía una mirada interrogante, añadí—En la fiesta ¿Vienes, no?
Un segundo después, me di cuenta de que me estaba mirando como antes y luego fue cambiando su mirada a una expresión enfermizamente romántica, entonces, se abrazó a su mochila.—Oh, Hunter. Pensé que nunca me lo pedirías.
Puse mis ojos en blanco, Tuve que reírme, Estaba loca.
Salió del coche y cerró la puerta, luego se fue alejando en dirección a su casa.—¡Hey, amante de los libros!— Grité tras ella y esperé a que se diera la vuelta.—Es bueno tenerte en el equipo.
Los ojos de Susan se arrugaron detrás de sus gafas cuando sonrío. Luego, caminó hasta entrar en su casa y yo apreté el acelerador para volver a la mía.
Durante toda la tarde estuve ocupado preparando la casa para la fiesta del año. No tenía que esperar respuesta del mensaje de texto. Todo el que tuviese tiempo vendría y pasaría un buen rato esta noche.
Quité todas la alfombras caras de la casa, así que solo quedaba el suelo de piedra desnudo. Moví todo lo que se pudiese romper y también el jarrón chino Ming de mamá que se encontraba cerca de la puerta francesa que daba al jardín. Cuando papá llegó después del trabajo me ayudo a colocar algunas mantas sobre el sofá de cuero y a reemplazar la mesilla de vidrio del salón por un baúl, que haría el trabajo igual de bien. Él y mamá me dieron el sermón habitual acerca de las reglas de las fiestas y luego se fueron a casa de Mary Fisher. Al final, el salón de la entrada y la sala principal parecía como si los Hunter se hubiesen mudado, pero solo hasta que los primeros invitados empezaron a llegar. Todo el mundo tenía acceso libre a los alimentos y bebidas. Mientras se acomodaban como si estuvieran en su propia casa fui poniendo algo de música, fui arriba para cambiarme para la fiesta.
Me puse mi favorito vaqueros azules con el dobladillo rasgado. Escogí una camisa blanca del armario, pero tan pronto como lo hice, la desabotoné y la tiré en la cama. Era demasiado. Me puse una camiseta negra, sería perfecta. Subí las mangas hasta los codos y me mire en el espejo. Sí, mucho mejor.
La música cambiaba de Nickleback a Bob Marley "Stop that Train" mientras cerraba la Puerta de mi habitación. Sonreí a una memoria que me vino con esa canción. Creo que tenía diez años cuando Justin robó un cigarrillo a su abuelo y tratamos de fumarlo en el jardín. El resultado no fue muy bonito. De hecho, después de la segunda calada nos pusimos verdes y vomitamos en las rosas del jardín de mi madre.
Cuando bajé, Claudia Wesley corrió hacia mí. Conseguí escapar por poco de que me salpicara con su bebida, la sujeté por los codos y su cara se iluminó.—¿Ry, vienes tarde a tu propio partido? Es tan... tú.
—Me conoces. No puedo llegar a tiempo por mi propio bien.—Había salido con ella en décimo y si hubiese trabajado más lo nuestro, seguiríamos estando juntos. Lo único que me detenía era que no era Lisa. Pero ella hacía un fantástico vino frío. Y su vaso parecía lleno de esa mezcla. Se lo quité de la mano y probé la mezcla de fresa. Luego le levanté una ceja—Este brebaje podría matar a un elefante.
Se encogió de hombros con unas sonrisa.—Si, esta un poco fuerte. Pero las fresas lo hacen perfecto.
Sabía muy bien, pero yo no tenía la intención de emborracharme esta noche, así que le devolví el vaso de cristal. La casa estaba repleta. Me tuve que abrir camino con los codos entre toda la multitud para poder entrar en la cocina y tomar una cerveza de la nevera. Las luces se habían atenuado y la música estaba al máximo, lo que era buena señal. Abrí mi corona y me dirigí a la sala tomando un trago.
En el arco entre el salón y la cocina, Tony se tropezó conmigo, arrasado por una Cloey muy feliz. —Hola chicos, ¿Que hacéis?— Pregunté, de manera divertida fijándome en cómo iban de la manito como si estuvieran en preescolar y disfrutando el hecho de que Tony luciera tan enamorado de esa chica.
—Quiero mostrarle el gazebo— gritó CLoey.—¿No te importa, Hunter, verdad?
Negué con la cabeza. Pero agarré el brazo de Tony antes de que Cloey pudiera alejarlo de mí. Acercándome más, le di una mirada de preocupación.—¿Viniste con Matthews?
—Sí.
Mis ojos se abrieron al mirarlo y luego a Cloey y viceversa.—¿sabe ella que vas con otra persona a mi jardín?
Tony soltó una gran respiración.—No.
Sí, se veía venir.—¿Dónde está?
—En algún lugar ahí atrás—Señaló con su cabeza por encima del hombro hacia la puerta de entrada. —Un amigo estaba con ella. Mira, no voy a estar mucho rato fuera con Cloey. Solo será un minuto. No le digas a Lisa cuando la veas ¿Vale?
Cloey soplo con impaciencia un mechón de pelo rubio de sus ojos, pero no pensaba soltar el brazo de Tony por el momento.—Se lo vas a tener que contar en algún momento.
—Lo sé.—Hizo una mueca.—Lo haré.
—Muy bien, pásenlo bien.— Gruñí.—Te cubro por esta noche. Pero asegúrate de hablar con ella pronto. Odio tener que mentir.
—Gracias, hombre.—Chocamos los puños antes de que los dos se escabulleran hacia el jardín a través de la puerta trasera.
Me preguntaba cómo había llegado a un acuerdo, con Cloey, de ocultar su relación. Por lo general, ella no es de mantener un perfil bajo y esto la tiene que estar sacando de quicio. Por otro lado, nuestro jardín era un lugar perfectamente romántico para algunos besos bajo la luna.
Un poco frustrado con toda la situación entre Tony y Lisa, me desplomé contra la pared del interior del arco. Me pasé una mano por la cara y tomé un sorbo de mi cerveza. Lancé una mirada a la multitud. Me preguntaba dónde estaba. Hay alrededor de cien personas en esta casa. Buscarla sería un problema. Pero no había necesidad de hacerlo. Los pequeños pelos de mi nuca se empezaron a erizar cuando ella salió de la multitud mirando a su al rededor como un pequeño ciervo.
Sus pantalones cortos negros, hicieron que, en una milésima de segundo, mis ojos se pusieran como platos y se me hiciera la boca agua. Un momento después de que su mirada se encontrara con la mía, me giré hacia ella apoyando un hombro contra la pared. Se acomodó el dobladillo de la camiseta gris mientras miraba hacia un lado y caminaba hacia mí. Sabía lo que hacía. Desde que le di una mirada directa, no tenía más remedio que acercarse y decir hola. Yo tomé otro trago mientras ella se dirigía a mí.
Cuando se encontró lo suficientemente cerca como para concederme un primer plano de la pendiente de su collar a la sumersión en el valle entre sus pechos, se detuvo y levantó la mano en vez de dirigirme la palabra.
Incliné la cabeza y le di la sonrisa más ligera que pude.—Hola.
—Tienes un buen lugar. Tan lleno de—
¿Testosterona?
—¿Gente?
—Si. gracias.—Me aparte de la pared y me incliné un poco más cerca porque odiaba gritar por encima de la música. Vale, puede que la música no estuviera tan alta aquí atrás, casi que puede que no haya sido solo por eso. Pero realmente quería volver a oler ese aroma de champú. Su cabello me hizo cosquillas en la mejilla cuando me acerqué más para poder hablarle al oído—Era hora de que Mitchell te trajera a una de mis fiestas. Te ha mantenido alejada de este lugar suficiente tiempo.
Su nariz rozó la parte inferior de mi mandíbula, y me dio una muy buena sensación en el estomago—¿Sabes dónde esta?
Lo siento, pero no puedo darte esa información. Mirando hacia abajo, tuve una perfecta visión a sus perfectas tetas en forma de manzana y una cintura que rogaba ser abrazada contra la mía. La botella que tenía en mi mano hacía que tuviera algo a lo que aferrarme.—No.— respondí a su pregunta dando un trago de cerveza para intentar quitar el mal sabor que la mentira había dejado en mi boca.
Lisa tenia su propia botella de cerveza y bebió cuando lo hice, pero parecía que era la cosa mas desagradable que había hecho. Me pregunté si Tony se la habría dado. Pero estaba seguro de que Tony intentaría mantener sobria a esta chica.
Nuestra nevera estaba llena con cosas que sabían mejor que una corona y, de todas formas, no me gustaba la idea de que ella se emborrachara en mi fiesta. Por lo menos nadie le había dado un vaso de vino de fresas. Esa cosa la hubiese tirado de un sorbo.
Con su muñeca en mi mano, la lleve a la cocina para cambiar su cerveza por un refresco. Tocarla, se sentía realmente bien. No la iba a dejar ir tan rápido, así que dejé mi botella en el mesón y trabajé con una sola mano para poder abrir una lata de Sprite para ella. Cambié su botella por la lata. Hice un esfuerzo para cerrar cuidadosamente los dedos de su mano al rededor de la lata.
—No deberías beber cerveza.— le dije y deseaba no haber sonado como su padre o algo.— Especialmente en este sitio.
Afortunademente, ella no se molestó. De hecho, se veía feliz con su nueva bebida y bebió de ella mientras todavía sostenía su botella. Apoyé el culo contra el mesón y crucé mis piernas por los tobillos—Lo hiciste muy bien hoy.—Dije para romper el hielo.
Sabía que estaba siendo educado y no muy honesto.—Era pésima. Tú lo sabes. Aún no entiendo por qué me elegiste para jugar en tu equipo.
Sí, ¿Por qué? Me encogí de hombros con indiferencia y bebí de su botella. Por dios acabo de beber del mismo lugar que sus labios habían tocado. Puede ser infantil, pero me gustó ese momento como ninguno otro antes. —No lo sé. Tal vez solo te quiero ahí— dije arrastrando las palabras. Lo que añadió una chispa a sus ojos color manzana. Me gusta que con un poquito de verdad, podría hacerle poner la piel de gallina.—Un poco de entrenamiento de resistencia cada día y serás una jugadora capaz.
—Me falta motivación para hacer eso. Soy como un cero a la izquierda corriendo.
Ah, ¿si? Mmm ¿Qué podemos hacer al respecto?—Lo que necesitas es un entrenador personal.
Se rió y dio un pequeño paso atrás, estudiando con ojos incrédulos—¿Quieres el puesto?
Por eso se lo sugerí. Pero he jugado bien mi papel.—Seguro,¿Por qué no? Si prometes mostrar algo de entusiasmo, yo prometo estar ahí.
Inclinó la cabeza y entrecerró los ojos. No podía culparla por no confiar en mí aún. Apenas nos estábamos empezando a conocer.
Finalmente, dijo—vale, de acuerdo.
¿De acuerdo? Eso fue un "si" a una fecha para una cita. Me sentí como un idiota de uno de los libros de romance de Susan Miller, cuando mi corazón dio un vuelco. Luché para mantener la calma y me limité a asentir.—Empezaremos el lunes en la mañana.
Ya no se veía contenta. Afortunadamente, no se arrepentiría aún de su decisión. De todos modos, no la dejaría dar un paso atrás en su decisión y le eché una clara mirada de determinación. Quería que fuera consciente en donde se estaba metiendo, porque nunca me había sentido tan fiel al nombre de Bay Shark como me sentía en este momento.
—¡Hey, Ryan! Estamos empezando una partida de billar, ¿Vienes?
¡Jódete Justin! Quería estrangular a mi amigo por arruinar este momento para mí. Miré por encima del hombro de Lisa en su dirección. Y él supo que había llegado en un mal momento.
—Lo siento, hombre—articulo he hizo una mueca. Iba a jugar al billar con mis amigo ahora. Pero iba a hacer deporte con Lisa el domingo. Había esperado siglos por una oportunidad como esta, así que ¿Qué importaba un día más?—Estaré ahí en un segundo.—Le dije a Justin.
Cuando se fue y miré a Lisa otra vez, me preguntaba a qué sabría su boca. Le acaricié la mejilla con el cuello de mi botella. Y allí estaba, maldición. La primera mirada soñadora en sus ojos dirigida a mí.
—Disfruta de la noche—dije de una forma suave.—Y hagas lo que hagas, mantente lejos de las fresas.
Era tiempo de irse o haría algo estúpido de lo que podría arrepentirme. Así que me dirigí a la puerta, dejándola un poco aturdida. Pero cuando di un paso delante de ella, no pude resistir acariciar el dorso de su mano con la mía.
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