Capitulo 1. Parte 1


Siempre había conseguido una buena parte de las chicas en el instituto y eso no era ningún secreto. Pero nunca he estado realmente enamorado. Bueno, de ninguna de las chicas con las que había salido.

Y aun así, Ahí estaba. Ella salió del coche de Mitchell. Se acomodó su pelo largo y castaño por encima del hombro, y se ajustó la camiseta de color rosa. Acentuando todas las cosas buenas. El sol brillante de la mañana la cegó, lo que hizo que apretara sus ojos. Provocando que las comisuras dulces de sus labios se movieran hacia arriba en una mueca similar a su hermosa sonrisa. Y como siempre que mi mirada se clavaba en Lisa Matthews, sentí que algo resbaladizo se movía en mi pecho.

Ella no miró en mi dirección. Nunca lo hizo. ¿Por qué lo Haría? Su universo giraba al rededor de mi compañero de fútbol, Tony Mitchell. Hasta donde sé, Tony y Lisa siempre iban en un paquete doble. Él y lisa eran, lo que algunos llamaban, M&M. Odiaba ese término. Odiaba cómo se ponía de puntillas y ahora colgaba sus brazos alrededor de su cuello. Odiaba co-

¡Maldición! ¿Iba a besarlo? Mi estomago se endureció de una forma que me dieron ganas de apartar esos malditos músculos con mis propias garras. Pero mierda, era un hombre, no pensaba admitir lo tenso que me sentía. O eso pensaba mientras me encontraba tieso como una tabla de planchar sin poder apartar la vista en su dirección.

Nunca se habían besado. Ella estaba enamorada de él y yo apostaría mi colección de "need for speed" de que él también la quería de un modo muy extraño, muy secreto. Pero ellos Nunca. Se. Han. Besado. Y eso era bueno, porque si ellos lo hubiesen hecho. Podría haber ido a reconstruirle la cara a mi compañero de fútbol de una forma en la que ni su propia familia hubiese podido reconocerle.

–Relájate, hermano. Es solo un beso en la mejilla.

Me giré hacia Justin quien había aparecido sigilosamente detrás de mi, dándome palmadas en el hombro. Dejé escapar el aliento que solía contener cada vez que Liza se encontraba demasiado cerca de Mitchell.

– Si, mejor que sea así. Odiaría tener que asesinar a un buen amigo hoy- Le sonreí a Justin e hicimos el apretón que solíamos hacer desde que habíamos salido de la escuela primaria y nos habíamos convertido en los chicos guays que vagueaban por los pasillos del Grover Beach High.

Justin Andrews no era miembro de los Bay Sharks, el equipo de fútbol de la escuela. Lo que me hizo ser capitán del mismo. Nunca le importó el fútbol. Pero, era un profesional en su bicicleta BMX. Lo que podía hacer era increíble pero solo para aquellas personas que sienten deseos de morir. Saltando desde puentes con su bicicleta o intentando mantener el equilibro sobre vallas le había costado moratones, huesos rotos e incluso algún ojo morado casi cada fin de semana. Solo venía a ver a su hermano pequeño. Que era un año menor que nosotros y jugaba al fútbol en mi equipo.

Justin señaló con su barbilla a mi izquierda. - ¿Vas a ir ahí a decirle adiós a la chica?

– ¿Por qué haría eso? Ni siquiera hemos intercambiado un Hola.

–Tío, si no se han convertido en pareja en estos diez años, probablemente nunca lo serán. Creo que ha llegado el momento de que le hagas saber que existen otros peces en el mar que están tratando de conseguir un mordisco de ella.– Se rascó la barbilla.– Si no lo haces, tal vez lo haga yo. Después de todo tú y ese tal Mitchell irán al campamento de fútbol por cinco semanas.

Le puse mi brazo al rededor de su cuello de manera amistosa, presionando un poco más fuerte de lo necesario. De hecho, si hubiera sido menos gentil se hubiese puesto azul en un minuto.        –Puedes intentarlo. Pero sabes que ni el FBI podría encontrar tu cuerpo.

Él me golpeó en las costillas así que lo dejé ir. Pero, nos reímos tan fuerte que algunos de los chicos y sus padres giraron sus cabezas en nuestras dirección No nos importaba una mierda y seguimos discutiendo un poco más, hasta que escuché una voz familiar gritando mi nombre.

Mi hermana se acerco y me atrapó en un abrazo que me era imposible de evadir.–Me tengo que ir. Phil me espera. Ten cuidado, hermanito.

–Si, claro– Traté de apartarla cuando me besó la mejilla. Estaba bien en casa o en cualquier otra parte donde la gente no me conociera. Pero en frente de mi equipo de fútbol era, simplemente, inaceptable. –Vete, Rach. Y cuida a mamá y a papá mientras esté fuera.

–Estoy bastante segura de que son lo suficientemente mayores para cuidarse por sí mismos. Pero me dejaré ver alguna vez para cenar si se sienten solos o extrañan a su hermoso bebé.– Se rio y revolvió mi pelo. Entonces, se dirigió al estacionamiento, cerca de la estación de trenes.

Algunos de los que ya se habían subido en el tren se despedían a través de la ventana agitando las manos. Recogí mi bolsa de lona y caminé hacia el entrenador, alcancé a ver la última cosa que quería ver esta mañana. Mitchell y Lisa en una pose que presionaba, de manera perfecta, todo su cuerpo contra él. Él se inclinó para alcanzar esos pocos centímetros que los separaban y así susurrarle algo en el oído que la hizo sonrojarse.

–Tío, eres lamentable.– Justin me empujó hacia adelante, y sólo entonces me di cuenta que había dejado de caminar.

Rechinando los dientes y manteniendo mis ojos al frente, pasé a Mitchell y la chica con la que había estado soñando desde tercer grado.

–Hey, Hunter–

Sabía que debería haber seguido caminando. De todas formas, vería a Tony en un minuto en el tren. Pero mi parte más débil levantó la vista justo cuando Tony soltó a mi chica. –Hola Mitchell– Dije mientras mi mirada se fue de control y paró en Lisa, recorriendo cada parte de su piel bronceada por el sol que sus ilegales pantalones cortos dejaban expuestos. La reconocí y le sonreí.– Y amiga de Mitchell.–

Ella no dijo buenos días, cómo estás, ni siquiera piérdete o no me vuelvas a dirigir la palabra. Aunque eso último podría estar escrito en sus ojos verdes. Que parecían que siempre se tornaban en esa sombra demoniaca que me miraba. Sabía que no era mi mayor fan. No porque me odiara personalmente, sino porque me culpaba de robarle un tiempo preciado con Tony. Mitchell había dejado escapar esa pequeña información un día después de que ella me gritara por duplicar las horas de entrenamiento.

–Nos vemos luego, Mitchell.– Dije mientras caminaba de vuelta.

–Guárdame sitio en tu compartimiento–Gritó Tony detrás de mi.

Le hice señas, alzando mi mano por encima de mi hombro. Pero sin volver la vista hacia atrás.–Claro que sí.– Si no éramos Justin y yo haciendo algo estúpido, éramos el equipo de chicos y yo. Estábamos muy unidos. Incluso más que una familia. Sin embargo, ninguno sabía acerca de mi obsesión por la chica que solo tiene ojos para mi mejor jugador. Si, aveces solo te queda aceptar cuando la vida te tira basura y poner cara de idiota.

Subí los dos peldaños hacia el entrenador, no sin antes chocar los puños con Justin.– Disfruta del Sol en Santa Monica.–Me dijo.–¡He oído que las chicas de ahí están calientes!

–Lo comprobaré y te lo haré saber.– Tal vez. Si conseguía sacarme a Lisa de la cabeza el tiempo suficiente para poder relajarme con otra chica, algo que no había hecho desde hacía poco más de dos meses. Si esta locura se prolongaba, mi reputación se vería afectada pronto. Pero tenía la extraña sensación de que esto solo podía ir a peor.

Justin me apuntó con su dedo en mí cara. –Y ten cuidado con Nick. Si vuelve con un solo rasguño en su piel, te haré responsable.–

–Si, claro.– Le aparté el dedo, porque sabíamos que su hermano pequeño era... Bueno, un poco propenso a los accidentes. Lo que sea que pase durante las próximas cinco semanas mientras estuviéramos en el campamento anual de futbol, ese niño volvería con una extremidad enyesada, no importa qué. La cuestión era cuál iba a ser esa extremidad. Alguno de los chicos del equipo tenían una apuesta. Yo había apostado por cualquiera de sus dedos de la mano izquierda, pero Justin no tenía por qué saber eso.

Encontré a Frederickson y Alex Winter en un compartimiento de cuatro en la mitad del tren. Esperamos hasta que Tony se nos unió, entonces cerramos las opacas puertas correderas y nos preparamos para el viaje en tren de tres horas. Teníamos papas, cervezas y éramos solo nosotros. Decidí que las siguientes cinco semanas iban a ser cojonudas para todos nosotros. Pero, luego, me fijé a través del cristal de la ventana y pillé a Lisa, aun de pie en la plataforma, con sus brazos cruzados alrededor de su cintura y su cara triste.

Si esa mirada hubiese sido por mí y no por mi compañero, me hubiera sentido jodidamente mejor.

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