Capítulo 19

¡Mierda, cómo duele! Parezco a Bambi cuando empezó a caminar.

— ¿Estás bien, Elián? —preguntó Ana, mi enfermera, que en estos momentos me veía con preocupación mientras yo mordía con fuerza mi labio inferior para evitar que se me escapara algún quejido.

—Sí, sí, tranquila... No duele mucho.

—Elián, sabes que si duele demasiado no te vamos a poder dar de alta, deberás esperar mínimo una semana más. —Se cruzó de brazos y me miró seria.

No puedo aguantar una semana más, quiero salir ahora.

Me aferré con fuerza de la baranda, inhalé profundamente y continué. La prueba consistía en qué tanto me costaba mover las piernas agarrado a algo; hasta ahora no me había caído, pero mis piernas temblaban mucho y dolían como el infierno, lo cual no era buena señal para mi pronta salida del hospital.

Finalmente cedí y me fui deslizando lentamente hasta el suelo. Ana corrió hasta mí y con cuidado me acomodó en una silla de ruedas.

—Como pensaba, aún te cuesta. Lo lamento, Elián, pero así no te podemos dejar ir.

La miré frustrado.

—Por favor, sé que duele y aún no estoy listo, pero prometo no hacer esfuerzos, haré mis ejercicios y todo lo que me pidan al pie de la letra. Necesito ir a casa.

Ella me miró comprensiva para luego fruncir el ceño.

—Y yo que pensé que te caía bien —dijo con mueca de tristeza, algo exagerada, a lo cual la miré confundido para luego entender.

Claro que me cae bien, es la única persona con la cual puedo hablar en este lugar, se preocupa por mí, hasta en las cosas más pequeñas. Es muy dulce y agradable. El problema es el hospital.

—Sabes que me agradas, Ana, el problema no eres tú, es este lugar. Las paredes blancas que veo a diario me desesperan, los llantos de las personas, la comida, la cama... En serio necesito salir de aquí, por favor.

—Yo no podré hacer mucho, cuando el doctor vea tus avances se negará, es lo mejor para ti. Si sales ahora como estás, puedes empeorar y con el más mínimo daño volverías y ya no sería solamente una semana la que pasarías aquí.

Asentí resignado y dejé que me llevara de vuelta a la habitación.

Durante la última semana restringieron las visitas a lo mínimo, ya que cuando no hacía mi rehabilitación, dormía como tronco para recuperar fuerzas, solo he visto a mamá. Extrañaba a los chicos y ellos eran una de las principales razones por las que quería abandonar este edificio.

Me recosté en la cama, Ana salió de la habitación y yo observé el techo hasta que la pesadez se adueñó de mis párpados, sintiéndome agotado y deseando que mis piernas dejaran de hormiguear, caí rendido en los brazos de Morfeo.

Pasó una semana más y, a regañadientes, por fin me dieron el alta. Estaba feliz e impaciente porque me vinieran a buscar.

Finalmente, mi madre apareció con una sonrisa para llevarme a casa, luego de escuchar atentamente todas las instrucciones del doctor y que yo me despidiera tanto de él como de mi enfermera, agradeciendo infinitamente todo lo que hicieron por mí. Subimos al auto y emprendimos el camino.

Mi madre me ayudó a llegar a mi habitación y solté un suspiro satisfecho una vez estuve acomodado en mi cama. ¡Al fin en casa!

Ella se encargó de ponerme al día. Al parecer, hoy era el último día de los chicos para presentar sus pruebas y luego serían libres. Yo debía ir esta semana, pero mi madre convenció al director de que yo presentara la que viene, en un solo salón de la planta baja, debido a las muchas escaleras que había en el lugar.

Asentí de acuerdo, ya que así estudiaría un poco más.

El resto del día me sentí mimado por mi madre, hizo un delicioso almuerzo y con cuidado me senté en la mesa del comedor para comer junto con ella.

¡Cómo extrañaba su comida!

Luego de eso, regresé a mi habitación y estudié un poco. Hice mis ejercicios, bajo la supervisión de mi progenitora, los cuales no dolieron tanto como la última vez. Eso es algo bueno.

Ya a eso de las cuatro de la tarde, unos gritos y pisadas se escucharon en toda la casa, haciéndome pegar un brinco en mi habitación. Mi puerta se abrió de par en par y por ella entraron mis amigos con grandes sonrisas en sus rostros y, en poco tiempo, todos me estrujaban en sus brazos con felicidad.

— ¡Eli! ¡Te extrañamos tanto, carajo! Nos alegra tenerte de vuelta —Miré a cada uno con una sonrisa y sentí mis ojos humedecerse un poco.

—Yo también los extrañé, gracias por venir. —Me restregué los ojos para evitar que las lágrimas cayeran de ellos.

Todos se sentaron en alguna parte de mi habitación y empezaron a hablar y contarme muchas cosas que habían ocurrido últimamente.

Cinthya me contó que sus piernas están muy bien, no puede correr ni saltar aún, pero su proceso de recuperación iba de maravilla. Ella y Luis se veían felices y muy juntos, lo cual me hizo preguntarme si ya estarían saliendo.

Kevin y Dylan, para qué hablar... Este último tenía su brazo alrededor de su cintura y de vez en cuando recostaba su cabeza en el hombro de mi amigo con mucha confianza. Levanté mis cejas un par de veces y le guiñé un ojo de forma burlona a Kevin, señalando con la cabeza a Dylan, haciendo que se sonrojara y riera apenado.

Chris me trajo una noticia un poco triste, me contó que se mudará después de la graduación ya que tiene un cupo en una buena universidad en otro estado. Le deseé lo mejor, realmente orgulloso de él, sabía que le iría muy bien. Todos estuvieron de acuerdo en hacerle una gran fiesta de despedida después de graduarnos.

Y Lucas...

No dejaba de sonreír en mi dirección. Al principio mantuvo la distancia, pero ahora yo me encontraba recostado en su pecho mientras él me acariciaba con ternura el cabello. Estaba feliz de verlos y agradecido de poder tenerlos en mi vida.

Ya entrando la noche, los chicos se despidieron con sonrisas y prometiendo volver al día siguiente.

Lucas se quedó con la excusa de ayudarme en mis estudios, todos lo observaron incrédulos. Incluso Chris y Dylan nos miraron pícaros mientras hacían gestos obscenos con las manos. Esos dos.

Finalmente se fueron, no sin que Cinthya le recordara a su primo que no llegara tan tarde a casa, a lo que él le contesto que vivían al lado. Ella le sacó la lengua de forma infantil después de eso.

Una vez solos, Lucas hizo justo lo que quería, me besó. Primero despacio y después aumentó la intensidad, me recostó con cuidado en la cama y se colocó sobre mi tratando de no tocar mis piernas, de mi boca bajó a mi cuello haciéndome soltar pequeños suspiros satisfechos.

Llevé mis brazos a su cabello y acaricié sus mechones, para después jalarlos un poco al sentir una mordida en la zona de la clavícula, con la cual solté un pequeño gemido.

—Siempre quise hacer eso. —Se alejó mirando con detenimiento mi cuello, aparentemente orgulloso de su trabajo. Rodé los ojos con una sonrisa.

Volvió a besarme, esta vez introduciendo su lengua, mientras sus manos se escabullían por debajo de mi camisa. Estas fueron bajando hasta llegar al bulto que sobresalía en mis pantalones de pijama, lo acarició despacio, sacándome un jadeo y que por instinto lo jalara más hacia mí.

Error.

Lucas aplastó sin querer una de mis piernas sacándome un gemido, pero esta vez de dolor. Se separó rápidamente haciendo que casi cayera de la cama.

— ¡Mierda, Eli, lo lamento! ¿Estás bien? ¿Duele mucho? ¿Te traigo algo? —comenzó a decir alterado, mientras sus ojos me escaneaban con preocupación.

Solté un suspiro y asentí.

—Estoy bien, tranquilo, fue mi culpa. Creo que debemos ir despacio y no exaltarnos demasiado. —Le sonreí y acaricié su brazo para calmarlo.

Lucas asintió más sereno y se recostó a mi lado, me moví quedando frente a él y me acurruqué en su pecho.

Una pregunta asaltó mi mente.

—Lucas, ¿qué pasó con tu padre?

—Se fue el día después de tu accidente, no pude despedirme en persona. Me estuvo llamando, pero estaba tan preocupado que ignoré las llamadas. Después que despertaste lo llamé. Le pedí disculpas por no acompañarlo, me dijo que no me preocupara, que te mandara saludos y que nos veríamos en las vacaciones.

Fruncí el ceño a esto último.

— ¿En las vacaciones? —Él se encogió de hombros.

—No sé, le pregunté por eso y me dijo que era una sorpresa, después me colgó.

Asentí a sus palabras, no quería que Lucas se fuera tan pronto, las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina. Hice un puchero involuntariamente y Lucas pellizcó mis mejillas.

—Estoy aquí, no me iré.

—Creo que dependo demasiado de ti.

—No me molesta, yo tampoco podría estar tanto tiempo lejos de ti. ¿Recuerdas aquellas vacaciones? Cuando nos dimos nuestro primer beso. Yo estaba desesperado por verte en ese entonces, imagínate ahora. —Besó mis labios suavemente y después mis mejillas, mi nariz y mi frente.

Sonreí. Yo también quería tanto verle.

—Aun así, debemos aprender a estar sin el otro de vez en cuando.

—Tienes razón, pero no en este momento.

Cerré los ojos, disfrutando de sus pequeños besos por todo mi rostro, pero los abrí de nuevo al recordar algo importante.

—Oye, Lucas, ¿qué vamos a hacer? —Él me miró confuso —. Respecto a nosotros, ya todos saben que tenemos algo, pero... Aún no hemos establecido qué es ese algo. —Lo miré nervioso.

Lucas soltó un pequeño suspiro.

— ¿Crees que estés listo para dar un paseo mañana? —Con sus nudillos acarició mis mejillas con ternura.

—No debo forzar mucho mis piernas, pero sí puedo hacerlo.

—Bien, debes estar listo a las cuatro. Vendré por ti, no comas demasiado.

Lo miré confundido, iba a decir algo, pero me calló con un beso.

Olvidé el asunto en ese instante.

Al día siguiente, cuando desperté, Lucas no estaba a mi lado.

Recordé nuestra cita para hoy y una sonrisa apareció en mi rostro.

Desayuné y pasé el día bastante feliz esperando ansioso la hora acordada. Mamá me miraba y se reía, decía que mis ojos brillaban y parecía un tonto enamorado. Refunfuñé que no era ningún tonto, mientras sentía mi rostro caliente.

La hora llegó y yo estaba listo, había batallado para escoger la ropa y necesité un poco de ayuda para vestirme, pero al verme al espejo estuve satisfecho con mi elección.

— ¡Elián! Lucas está aquí, baja con cuidado.

Sentí nervios y agarré mis muletas para, lentamente, llegar a donde me esperaba mi cita. La cual me esperaba con una sonrisa y... ¡Dios, estaba muy, muy guapo!

Bueno, Lucas siempre ha sido un chico guapo.

— ¿Listo? Déjame y te ayudo. Nos vemos, Verónica. Gracias por dejarlo salir.

—Mucho cuidado, no dejes que se esfuerce demasiado, Lucas.

El mencionado asintió y tomándome del brazo salimos de la casa. El auto de su madre nos esperaba afuera, miré a Lucas y de vuelta al auto, curioso.

—Le insistí a mi madre para que me prestara el auto, pero se negó y pues... Ella nos llevará, espero que no te moleste —dijo apenado.

Negué, restándole importancia.

Me ayudó a subir y saludé a Trina con una sonrisa, la mujer me la devolvió, totalmente feliz.

—Hoy seré su chofer, así que no se preocupen por mí.

Encendió el auto y arrancamos, tenía mucha curiosidad por saber a dónde iríamos.

Finalmente, después de un largo recorrido, Trina estacionó el auto y salimos de este. Una gran sonrisa se formó en mi rostro al ver el lugar.

Frente a mí se extendía un gran lago con pequeños botes en su orilla, más allá se encontraba una extensión de tierra rodeada por el agua. Allí puedes hacer picnic, comer en el restaurante que ocupa gran parte de la isla e incluso pasar la noche viendo las estrellas. Claro que, para llegar a ella, debías subir a uno de los botes. En sí, el paseo es muy bonito.

Pero lo que hace más especial este lugar es que aquí Lucas me pidió ser su amigo. Sí, suena un poco tonto, pero fue uno de los mejores días de mi vida.

Habíamos venido con nuestras madres cuando éramos pequeños, Lucas y su mamá tenían poco tiempo de haberse mudado y ya se habían ganado nuestro cariño, así como nosotros el suyo.

Recuerdo explotar de felicidad y ternura cuando Lucas, con sus ojitos verdes brillando y una cara de absoluta seriedad, tomó mis manos y me hizo la pregunta. Obvio dije que sí y desde entonces fuimos aún más inseparables.

— ¿Te-te gusta? Tenía dudas de si venir aquí, pero si prefieres ir a otro lado podemos ir... —Coloqué un dedo en los labios de Lucas, haciéndolo callar y sonreí para después asentir, completamente encantado.

Él suspiro aliviado y ambos, después de despedirnos de su madre, nos subimos al bote. Colocamos mis muletas en un lado y mis piernas de manera que estuviera cómodo, ya que el recorrido es algo largo.

Una vez en el agua, hablamos de muchas cosas y aunque Lucas se veía relajado podía sentir sus nervios y los míos propios. Hacía mucho que no hacíamos algo juntos, solos.

Después de un rato, mi estómago rugió del hambre. Tomé en serio la orden de no comer mucho. Lucas rio al escuchar el gracioso sonido y sacó de su mochila, que no había notado hasta ahora, un par de sándwiches y jugo. Lo tomé con gusto y comí, estaban deliciosos o tal vez yo tenía mucha hambre.

Después de comer, pude ver que nos acercábamos a la orilla de la pequeña isla y noté que había pocas personas en el lugar.

Sentí cómo Lucas tomó mi mano con delicadeza, repentinamente serio. Lo miré sonrojado, mientras mis nervios resurgían con fuerza.

—Ayer me preguntaste qué íbamos a hacer con nosotros y pues... Yo ya tenía una respuesta en ese momento, pero quería hacerlo aquí porque... no sé si lo recuerdas, aquí comenzó nuestra amistad de manera formal y aunque no ha sido la más normal y hemos hecho muchas cosas que no son de amigos... —Solté una risita a esto último, vaya que sí —. Los momentos a tu lado han sido maravillosos, adoro cada cosa de ti y me importas más de lo que piensas. Te extraño cuando no estás a mi lado y deseo besarte en todo momento, en fin... Te adoro, Eli, y así como te pedí ser amigos en este mismo lugar, hoy te pido que seas mi pareja oficialmente y que estés a mi lado por mucho, mucho tiempo.

Para el momento en que dejó de hablar, mis ojos estaban húmedos y mi sonrisa surcaba todo mi rostro, tanto que ya me dolían las mejillas.

Sus hermosos ojos verdes relucían, preciosos, y su rostro estaba tan serio como aquella vez. Acaricié sus manos de vuelta y asentí.

—Te quiero, Lucas, muchísimo. Y sí, claro que acepto. —Mi voz sonó algo rota, producto de estar aguantando las lágrimas.

Lucas enseguida me rodeó con sus brazos y me apretó con fuerza entre ellos, mientras llenaba mi cara de besos. Aspiré su aroma, sintiéndome completamente feliz y enamorado.

—Gracias, Eli. Te quiero, prometo hacerte feliz.

Ya lo haces.

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