Parte 6
Jungkook
—Kook...
—No me llames así, a partir de ahora soy señor o capitan Jeon, así que estaría bien de tu parte si comenzaras a llamarme como se debe —le respondí, estaba siendo fuerte, tenía que parecer fuerte, no podía dejar que me viese vulnerable, débil cada vez que ella se acercaba a mi, ambos teníamos que aprender a estar separados del otro.
Aunque a quién iba a engañar, esto no me lo esperaba, en absoluto, e iba a hacer difícil, una mujer entre tantos hombres llenos de testosterona al mil era peligroso para ella.
—Lo siento... Señor. Soy la instructora médica para su unidad, yo...
—Si, se lo que hace un instructor médico, Lee, y debe ganarse el puesto a pulso y demostrar si eres una verdadera, buena y capacitada doctora como para que estés en mi equipo —aclaré, ella me miraba con ojos decaídos, claramente no le estaba gustando para nada mi voz demandante, y menos la manera de mi trato, como si fuera alguien más, alguien que no conocía.
—Estoy capacitada para eso, señor, para eso he estudiado, no soy inútil y tampoco creo que tenga el derecho de subestimarme cuando no ha visto mu trabajo aún —intentó que eso sonase fuerte, firme como era el contenido de sus palabras, pero solo lo dijo con una voz débil, baja y encogida en su lugar, me dieron muchas ganas de abrazarla.
—No la estoy subestimando, simplemente le estoy diciendo que esto es serio, no es solo un juego, y para eso debe demostrar que es capaz, y espero que aprenda bien —ella me miró, mordiendo sus bonitos labios color cereza.
Mierda, ¡no, Jungkook, no!
—Estoy a sus órdenes entonces, señor —hubiese sonreído con eso, pero no lo hice, simplemente asentí.
☆
Mi puño golpeó con fuerza el saco de boxeo que tenía delante, este se movía con brusquedad cada vez que impactaba en él.
Era una manera de liberar estrés, siempre descargaba la ira de esta manera, con más rabia, dando más fuerte hasta lograr hacerme daño a mi mismo físicamente, pero era impisible, esto me sobrellevaba, me superaba en autocontrol. Iba a tener al lado de mi habitación a Joa todos los días a partir de ahora.
Para ser sincero conmigo mismo, realmente pensé que no la vería más, que estaría tranquila luego de cortar con ella y yo intentaría de la mejor manera olvidarme de ella, pero esto no me lo esperaba para nada.
Y es que...mierda, su rostro, no lo había olvidado porque todavía no era capaz de borrar fotos suyas de mi teléfono, pero era mucho más hermosa en persona, su cabello castaño tan suave como la seda, sus labios color cereza, su piel suabe y brillante amarillenta, sus ojos café brillante grandes y rasgados...
Incluso la hubiese esperado de todas las formas habidas y por haber menos de Instructora médica en mi unidad, fue inesperado totalmente. Y me había afectado, demasiado, porque ya había sufrido por ella, ya me había hecho a un lado porque prefería su reputación y su familia que yo, ya me había dicho que no podía estar conmigo porque se casó con otro, ya era suficiente, ya había llorado demasiado.
Me prometí a mi mismo en todos estos meses sin ella, que aunque la viera, la trataría como alguien más, no como a alguien especial. Ella se veía que le importaba poco todo, que se hubiese casado, y que todavía tuviese ese anillo de oro blanco brillante en su dedo en la mano izquierda, porque lo vi, le vi la argolla matrimonial, y me sentía imponente, porque al menos si iba a venir a verme pudo habérsela quitado, pero no, se veía con ganas de hablar las cosas y arreglarlas, pero la argolla siempre brillaba haciéndome entrar en razón.
El sudor se extendía por mi cuerpo, por toda mi espalda y grité el nombre de Joa cuando solté un golpe contra el saco dejándome caer sin aliento.
Todo iba a estar bien, no iba a pasar nada, yo era fuerte, yo tenía un autocontrol consistente.
☆
—¿Donde está Lee Joa? —pregunté a los soldados que estaban formados en una fila perfectamente alineada, todos en firme y rectos como debía de ser.
—Lo siento, señor, me he quedado dormida, no acostumbro a levantarme tan temprano, apenas son las cinco —se excusó al instante en el que llegó corriendo, yo suspiré poniendo los ojos en blanco ante su falta de actitud e impuntualidad, acaba de justificarse.
—La justificación es la prostitución del carácter, Doctora Lee, ¿nunca a escuchado esa frase? —hizo el amago de mirarme pero al ver que ninguno se movía intento ponerse al final de la fila todo lo recta que pudo, mientras yo me acercaba a donde ella estaba.
—No, señor, lo siento.
—No estamos aquí de vacaciones, no estamos para levantarnos a las once de la mañana, no estamos aquí para darnos duchas largas para estar presentables, eso está bien, pero hay muchas cosas mucho más importante en el mundo que estar preocupándose por andar oloroso y bonito, aquí se viene a sudar, a trabajar y demostrar de que somos capaces —la miré y ella conectó con mi mirada —Su postura está mal, Dra. Lee, saque más pecho y eleve más la cabeza, las manos detrás del cuerpo entrelazadas, imponga carácter —le solté, cerca de su rostro, y aunque su fragancia florar de primavera entró por mi via nasal afectándome más de lo que quería, no me inmuté y me mantuve firme ante ella, sin embargo, a pesar de colocar una postura mucho mejor como le había dicho, el cuerpo le tembló por la cercanía —Se necesita disciplina, orden y obediencia, ¡¿entendido?! —grité esta vez para todos.
—¡Señor, sí, señor! —gritaron todos al unísono como debía de hacer.
—Bien, diez vueltas al área para calentar ¡ahora! —ordené —Tu no, Lee, tu eres Doctora, no militar —ella se detuvo quedándose en su lugar.
—Señor, yo... ¿puedo hacerle una pregunta? —sus labios temblaron cuando me habló. Yo la miré penetrante.
—Ya estas haciendo una —chasqueó la lengua ante su torpeza, hubiese reído de lo tierna que se veía en otras circunstancias.
—Dos, señor, tres...
—Habla —la dejé. Ella tomó aire unos segundos.
—¿Realmente m-me recuerdas? ¿T-Tu te acuerdas d-de lo que t-tuvimos? —pestañeó varias veces mirándome a los ojos inquisitiva.
Me mojé los labios, no me mostré afectado por su preocupación, era como si no entendiera lo que hacia, o como la tratara, como si pensara que realmente la había olvidado, y eso estaba bien ¿no? Era más fácil, o eso quería creer.
—¿Qué tuvimos? Nosotros no tuvimos nada, Joa —tragó saliva ante mi frialdad.
—Pero, Jungkook...
—No me toques —aparté mi mano en un brusco movimiemto cuando intentó agarrarla con las suyas, era por nuestro bien mantener distancia física. De verdad —Entre nosotros no pasó nada, recuerde que usted está casada y tiene una vida allá fuera, tiene un esposo que estaría agradecido que no preguntara estupideces, así que espero que se mantenga sólida, Doctora Lee —me di la vuelta dándole la espalda.
—Entiendo, señor —es lo único que escucho de ella cuando camino hacia mis soldados.
Lo siento Joa, es lo mejor, se verdad.
☆
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top