Capítulo 9


¿Y... vas a volver a salir con Ishida hoy?

Ese fue el escueto mensaje por parte de Michael que lo despertó al día siguiente a la extraña salida con Matt.

Tai había planeado que, si todo salía bien, al final podría agradecerle a Matt invitándolo al recital de ballet de Kari. Pero como al parece él y su hermana no congeniaron, ídem a Mike, pues no pensaba ni por asomo mencionarlo arriesgándose a que por compromiso aceptara y terminara en el evento incomodo y de pasó disgustando a su hermanita. Así que en vez de responder a la pregunta decidió extender la oferta a alguien que la recibiría no sólo con gusto, sino con emoción.

Hoy es el recital de Kari, tengo dos boletos, ¿te gustaría acompañarme?

Claroooo!!!!

¿A qué hora paso por ti?

Una dulce sonrisa adorno los labios de Tai, Kari era su luz. Muchas veces la describió como su razón de existir, y quizás muchos de los que le escucharon pensaron que exageraba; ¡Oh! si tan sólo supieran que durante su depresión Kari se convirtió en su única ancla; la que sin decir una palabra sabía lo que necesitaba al grado de abandonarlo todo con tal de pasar tiempo a su lado así fuera para únicamente abrazarlo mientras lloraba amargamente por horas.

Fue Kari quien lo sostuvo mientras su ser completo se desquebrajaba y sus ilusiones se convertían en cenizas; fue ella quien vio lo peor de él e hizo incluso su vida a un lado anteponiendo sus necesidades a cualquier otra cosa. Ella quien cuando pensó llegó a un punto sin retorno fue suficientemente fuerte para obligarlo a punta de palos a asistir a terapia. Ella quien se quedaba fuera del consultorio asegurándose que no huyera. Y cuando los antidepresivos hicieron estragos en sus emociones, además de pasar por la adolescencia, soporto sus cambios de humor con una sonrisa comprensiva. Tomó su mano y camino a su lado cuando estuvo listo para volver a ver el mundo de frente, y sin pedírselo se convirtió en el escudo tras el cual podía esconderse cuando era demasiado. Ella su estrella del norte, su guía, su mejor amiga, su todo...

Así que el que Kari fuera feliz se convirtió en una de sus prioridades.

Seguro se alegraría de verlo ahí en primera fila apoyándola, pero disminuiría si el asiento adjunto era ocupado por Matt. Mike por otro lado sería una presencia más que bien aceptada pues el americano había demostrado en más de una ocasión su admiración por ella como bailarina. Incluso llegó a describirse como su fan número dos y únicamente porque no podía competir contra Taichi.

Y honestamente, el día anterior se divirtió, pero... el hecho de estar sobre pensando cada frase, de tener que morderse la lengua cuando el nombre de Kari o Mike aparecía, hizo que en varias ocasiones se sintiera como si se avergonzara de ellos, y con Dios por testigo, eso jamás pasaría.

Tal vez se había apresurado al acercarse a Yamato, congeniaron y eso era suficiente para decir que podían ser conocidos o tal vez amigos a medias, porque no pensaba ocultar o peor aún, renunciar a dos relaciones mucho más largas y solidas e importantes para agradar a Matt.

El recital es a las 6

Llega a las 5

Quiero pasar a comprar flores

OK! Te veo en un rato

Y eso fue todo. Tanto para la conversación como para su divagar sobre Matt, ya estaba decidido, si llegaba a encontrárselo en la universidad lo saludaría y tal vez hablarían un rato, si le mandaba mensajes respondería, pero evitaría en lo posible otra salida.

La puerta de su habitación fue abierta muy lentamente como si la persona al otro lado quisiera evitar despertarlo, y así era, pues Kari sabía de sobra que no contaba con tantos días libres y los pocos procuraba dejarlo dormir hasta tarde.

Así que cuando ella lo vio despierto sus pies rápidamente deshicieron la distancia y sin preguntar se deslizó bajo las mantas para apretarse contra el cuerpo de Tai. Un pequeño suspiro de satisfacción hizo a Taichi sonreír al pensar que ella seguía considerando su regazo un lugar seguro. Él la envolvió en un abrazo apretado mientras restregaba la nariz contra su cabello.

Tai había sido débil, cobarde y egoísta, dejó que un desconocido, por muy alma gemela que fuera, lo destrozara y convirtiera no sólo su existencia, sino también la de aquellos que lo amaban en una pesadilla. Y sin embargo, ahí estaba Hikari, buscándolo como si fuera el hombre más fuerte, como si junto a él nada temiera, como si pudiera protegerla de todo cuando ella era el refugio de Tai.

—Te amo —murmuró ella permitiendo que el resuello de sus palabras chocara contra la piel del cuello de su hermano.

—Y yo a ti...

Desayunaron un rato después envueltos entre conversaciones ociosas y sin sentido que buscaban distraer a la menor del hecho de que en un par de horas estaría sobre un escenario.

Tai comprendía que ella amaba bailar, pero su natural timidez era un obstáculo que suponía en cada presentación un reto a superar, la ansiedad podía tomar lo mejor de ella, pero para eso estaba él, a su lado, apoyándola tanto como ella a él.

Se distrajeron en actividades domésticas, hacer la colada, limpiar la casa e ir de compras para la semana. A eso de la una de la tarde Kari al fin tuvo que despedirse, les quedaba un último ensayo, además de los ejercicios de calentamiento, y el maquillaje y vestuario llevarían tiempo.

—Te veré en un rato —aseguró Tai pasando sus dedos por los cabellos de ella. —Así que tranquila.

Hikari asintió, apretó el asa de su mochila y salió decidida a hacerlo muy bien.

Yamato Ishida estaba dando vueltas en su departamento. En la mano sostenía con mayor fuerza de la debida el celular. Después de la salida del día anterior pensó que recibiría un mensaje, por lo menos de saludo, pero eran cerca de las cuatro de la tarde y su teléfono no había sonado ni una sola vez. Así que naturalmente se preguntaba si había hecho algo mal. Pensó que se divirtieron y pasaron un día increíble. Esta bien. No todo fue nubes rosas y diamantina, pero fue increíble. Ellos eran casi perfectos el uno para el otro. O al menos eso fue lo que Matt creyó.

Y si él no había enviado primero un mensaje fue porque no quería verse desesperado. Si lo pensaba por ese lado, tal vez Tai creía lo mismo.

Así que...

Tal vez iría a casa de Tai, alegaría estar de regreso de una visita rápida de casa de sus padres, y estando por la zona pensó en invitar a Tai a tomar un café. Era una excusa creíble. Con eso en mente se hizo de valor y salió.

Tardo cerca de media hora en transporte público, así que para cuando se paró frente al grupo de apartamentos eran cerca de las 16:30 horas. La tarde era agradable, con una brisa fresca corriendo y apaciguando el calor.

Así que Matt iba vestido con una chaqueta ligera, playera y pantalón de mezclilla, un estilo un poco más de su época de rebeldía que el del científico en que poco a poco se estaba convirtiendo. Cuando era niño pensó seriamente dedicarse a la música, amaba la música. Cada canción al principio nació de él como agua de manantial, pura y sin mancha, pero luego... el ojo de agua se secó. Simplemente un día la inspiración lo abandono, ídem a la pasión se esfumaron de su existencia. Aunque... desde que conoció a Tai había una vocecita dentro de su cabeza, una que creyó extinta, y tarareaba una melodía nueva que picaba en la punta de sus dedos.

Matt no creía en el destino, no creía en una pareja designada, bien lo demostró despreciando su hilo rojo, pero creía que con esfuerzo y amor se podría construir una relación fuerte cimentada en la confianza y el respeto. Una pareja que se elegía mutuamente, tenía a sus ojos mayor valor que una que se conforma con aceptar lo que se le da.

Y él estaba apostando por Tai, la forma en que sus personalidades encajan, la tranquilidad que le transmite y el inminente cariño que se desarrolló a partir de la gratitud. Tai era grande a sus ojos aún antes de conocerlo y tal vez, sólo tal vez, ya estaba enamorado de él.

Por eso no pensaba rendirse tan fácilmente.

Con eso en la cabeza, subió al cuarto piso, se planto frente a la puerta y toco el timbre. Las manos le sudaban y por primera vez desde que recuerda estaba nervioso. Su buena apariencia y agradable presencia eran una ventaja a la hora de buscar la atención de quien le gustará, pero hoy sentía que todas aquellas cualidades en que confió, que dio por hecho conquistarían a cualquiera, no eran suficiente.

La puerta se abrió y los ojos azul cielo de Michael se encontraron con los suyos. Ambos petrificados por escasos segundos sin saber lo que la presencia del otro pronosticaba.

—Ishida —nombró Michael. Los papeles se invirtieron y no pensaba ceder esta vez, ni darle una oportunidad a Yamato de agregarse a los planes de esa tarde. —Tai no menciono que...

—Mike... —llamó Taichi apresurándose a la entrada. —Estoy listo —informó antes de incluso notar la presencia de un tercero.

Matt se quedó sin habla, Tai lucía un traje sastre de tres piezas color azul marino que lo hacia ver fabuloso, majestuoso... cualquier calificativo se vería minimizado frente a la deslumbrante, cautivadora presencia del futbolista.

—¡Oh! Matt —saludó embelleciendo a un más la vista al sonreír. —Íbamos de salida...

Y entonces Yamato al fin notó que Michael también estaba preparado para un evento formal.

Eso había sido como mínimo humillante. Matt simplemente balbuceo la primera excusa que su atontado cerebro logró inventar y se fue sin mirar atrás. Si Taichi intentó detenerlo o si no pronuncio ni un sólo sonido fue algo que Yamato ni siquiera noto. Todo él estaba centrado en un solo pensamiento.

¿Como pude dar por hecho que él sentía lo mismo?

Y era eso precisamente lo que más le trastocaba. Porque estaba actuando fuera de todos sus parámetros, como si de alguna manera Taichi se hubiera convertido de la noche a la mañana en un objetivo fijo al cual alcanzar, y en su desesperación por lograrlo estaba actuando de la manera que en antaño tantas veces fue motivo de burla para él.

Porque cuantas de sus parejas pasadas dieron tanto de ellas, flores, dulces, salidas, tiempo, detalles, dedicación que Matt no valoro lo suficiente y que en poco tiempo terminaban por convertirse en molestias. Yamato llegó a describirlas como hostigamiento. La necesidad de ver a una persona todos los días, de saber que hace y ser incluido en su cotidianeidad.

Pero entonces, si estaba dándose cuenta, si estaba consciente de que su actuar no era el correcto, ¿Por qué no podía simplemente renunciar? ¿Qué era eso que tiraba de él? ¿y el hueco en su pecho que se agrandaba dolorosamente era amor?

¿Era esto lo que había estado buscando cuando anhelo sentir amor? ¿Estas sensaciones que lo asaltaban y lo paralizaban, que lo obligaban a actuar antes de pensar era lo que tanto deseo?

Simplemente ridículo. Esto no podía ser amor, el amor no podía sentirse tan frio, tan desesperado, triste, desgarrador, tan desesperado, tan cálido, tan acaparador, tan demandante, tan... tan todo y nada a la vez. Tan contradictorio.

No era lo que los poetas leídos por él describían, tampoco lo que su padre y su madre experimentaron, no era ni encontraba con que compararlo. Y ya no lo quería. Había sido un tonto al desear sentir ESTO.

Lo bueno es que tal vez, sólo tal vez estaba a tiempo de poner tierra de por medio, de alejarse, de olvidar poco a poco incluso que se cruzó con Taichi Yagami y todo aquello que le hizo sentir.

Continuará....

N. A. 

Me tomé el tiempo para leer capítulos pasados y note algo interesante, hay faltas de ortografía que no están en mis borradores (falta de acentos, y palabras unidas). Así que naturalmente me pregunte si soy el único, o hay más escritores a quienes les afecte este problemita. 

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