Capítulo 7


Michael montó la Ducati blanca que era su adoración. La motocicleta había sido un regalo de parte de sus padres en su cumpleaños número quince, y desde entonces fue una amiga inseparable a la que amaba incondicionalmente y sobre todo, a la que no había permitido tocar a nadie. A nadie hasta que llegó Taichi Yagami.

El japonés sin proponérselo, desearlo o mayor esfuerzo estremeció su mundo. Como un meteorito que se estrelló en su vida para arrasar con todo lo conocido y abrir camino para muchas cosas nuevas.

Fue su tabla de salvamento cuando se vio obligado a mudarse y la diferencia de cultura e idioma lo abrumaron. Tai con paciencia explicó cada aspecto que no entendía, le ofreció ejemplos e intento traducir dentro de sus posibilidades oraciones o palabras para su mejor comprensión. Le brindo un apoyo más allá de lo esperado con materias y sobre todo, le hizo la transición más fácil. Se convirtió en su lugar seguro.

Ellos se conocieron varios años atrás, cuando Taichi y su hermana viajaron a USA para visitar a una amiga, una excusa muy buena que sus padres usaron para distraerlo. Mimi Tachikawa se había mudado a Nueva York un poco antes del desastroso incidente del hilo rojo. Mimi tuvo a buen cuidado no mencionar el tema, ocupando a los hermanos Yagami en diferentes actividades mientras les llenaba el paladar con toda la gama gastronómica de país.

Fue ella quien los presento y al principio forzó a que los acompañara y sirviera de guía. Y aunque podría decir que Tai llamó su atención, en aquel entonces no transcendió a más. Fue solo un amigo más, un chico agradable aunque algo melancólico que parecía siempre estar mirando a la distancia, como si esperara ver llegar desde el horizonte algún tipo de mensaje divino.

Dos semanas después, cuando Tai y Kari regresaron a Japón, Mimi al fin compartió con mesura la razón de la tristeza en Taichi.

Mimi había bajado su mirada mientras se mordía el labio inferior con un gesto de ira y tal vez un poco de oído al relatar como el alma genera de Tai lo había rechazado. Michael sintió pena por él.

Años más tarde tras haber escuchado a su padre decir que se mudarían se sintió asustado; por supuesto que le dieron la opción de quedarse con sus abuelos paternos, mantener su vida sin cambios, pero lo aterraba aún más pensar en separarse de su familia. Así que subió al avión con el corazón acelerado y esperando lo mejor.

Lo mejor se quedo corto.

Al llegar a Japón una pancarta de colores con su nombre y varios dulces de sabores extraños lo recibieron como una bienvenida calurosa y sentida. Taichi y Hikari corrieron a su encuentro haciéndole sentir menos tenso y temeroso. Un detalle de parte de Mimi, que muy consciente de lo intimidante que podría ser la experiencia hizo lo que un par de cara conocidas lo recibieran al llegar, algo que a ella le hubiera gustado mucho tener en su momento.

Y desde entonces hasta ahora Michael se mantenía cerca de Taichi. Se aferro a él, y en cada paso en el camino de la adopción a su nueva realidad y vida sintió su apoyo, cuidado y amistad. Pero más pronto que tarde esa amistad creció transformándose a un sentimiento aun más profundo, más fuerte y verdadero.

Michel no se enamoró de Taichi a primera vista, se enamoró de la bondad de cada gesto, de su mirada luminosa, de su incansable paciencia, la dulzura de su sonrisa el, de la paz que le transmitía su sola presencia, del aumento de temperatura y el latido enloquecido de su corazón cada que de alguna manera terminaban muy juntos. se enamoro de su tacto, de su aroma y manías. De su desbordante energía y personalidad a veces infantil. Los pros y contras, todo, lo amaba todo de Tai.

Quería a Taichi por y para siempre, sujetar su mano y no dejarlo ir. Proteger su corazón cubriéndolo con su cariño y devoción.

En algún momento incluso fantaseo con la idea de que, si hubiera tenido la suerte de nacer con un alma gemela, el otro extremo del hilo seguramente estaría atado a Taichi.

En ese mismo rio de pensamiento caía el hecho de que en algún momento el dedo meñique de Tai estuvo adornado por un moño rojo, y aunque fuera amargo y triste, agracia que quien fuera la otra mitad de Taichi, nunca se presentó dándole a Michael la oportunidad de estar al lado de una persona tan maravillosa.

Por otro lado, aunque no comprendiera ¿quién teniendo por alma gemela a Taichi sería tan estúpido para despreciarlo? Nunca pensó mal, ni le deseo nada malo a quien fue el responsable del dolor del Yagami. Simplemente rogaba a los cielos porque nunca volviera a la vida de Tai, que jamás tuviera la oportunidad de volver a lastimarlo.

Para cuando lograron ingresar a la universidad, así como Taichi se aferró a ser parte del equipo de futbol, Michael no tardo en postular para el equipo de basquetbol; y aunque las clases en si eran difíciles debido al idioma, nunca se sintió abrumado o enervado, porque al tomar las mismas clases que Tai funcionaba muy bien como tutor y traductor.

Pero mientras aceleraba por las abarrotadas calles, Michael a pesar de centrarse en la carretera no podía dejar de sentir un agradable hormigueo en el estomagó, los brazos de Tai alrededor de su torso y la mejilla que dulcemente descansaba sobre su hombro le trasmitían una sensación demasiado gloriosa para ser ignorada.

Michael quería pensar que tal vez el destino había sido exactamente ese, Taichi siendo rechazado por su errada alma gemela para encontrase con él. Era una idea nacida de su desesperación por justificar su situación, pero era mejor esa mentira a siquiera considerarse un remplazo aceptable de quien era su complemento, su otra mitad. Michael lucharía con todo por ser mejor, por darle a Tai lo que necesitaba y así, así... ser digno de ser considerado el otro externo de su hilo. 

Continuará... 

N. A. 

Se que es un capítulo corto, pero quería dejar esta parte como un pequeño apartado. Como un vistazo a la mente de este nuevo personaje, que siento despues no podra ser presentado adecuadamente mientras la trama avance. Así pues, espero que alguien siga leyendo. 

Atentamente su escritor incondicional. 

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