Capítulo 3


Los días en casa pasaban lento, demasiado para gusto de Matt que imposibilitado para moverse con libertad se mantenía ocupado intentando estudiar, dentro de lo posible, los temas del plan de estudio, pero en su mayoría clavaba la mirada en la ventana mientras recordaba. Abstraído en sus pensamientos, meditabundo mientras sujetaba su vieja guitarra sin llegar a usarla.

La banda a la que perteneció durante casi toda su adolescencia se disolvió un poco antes de su graduación. Ahora solo practica muy de vez en cuando para no perder habilidad.

—Hermano, ¿está todo bien? —preguntó Tk asomando la cabeza en la habitación de Matt tímidamente, entre sus manos llevaba un trozo de tarta. —Pareces algo... no sé, preocupado —dijo con tiento extendiendo el postre, esperando que su comentario no fuera a molestar a Matt.

Yamato lo miró, Tk era su mejor amigo y hasta cierto punto su confesor, así que tal vez desahogarse con él resultaría en una mejora a su humor. Con un gesto de la mano le pidió tomar asiento junto a él y proceder a contarle lo más detalladamente posible lo que le agobiaba.

—Comprendo —fue lo único que dijo Tk una vez termino de escuchar el relato.

—Crees que debería...

—Creo que tienes que concentrarte en recuperarte, descansar. Porque cuando te lo encuentres él va a estar muy decepcionado si ve que no sirvió de nada su esfuerzo por ayudarte.

Matt lo considero un rato sólo para terminar aceptando que su hermano tenía razón.

—Sobre buscarlo... mientras todo el caos de limpieza y reconstrucción del edificio de ciencias no aminore, no creo sean convocados para reanudar clases, así que sería inútil rondar por ahí exponiéndote a sufrir otro accidente.

Y con ese acertado razonamiento Matt admitido que debía esperar.

Seis meses, seis meses insufribles llevaba intentando no olvidar a quién le debía la vida.

Durante ese tiempo hubo noches en que soñaba con el incidente y revivía la vista que tuvo de aquel rostro de rasgos amables, sonrisa brillante y sobre todo de sus ojos. Tan hermosos y limpios, unos que transmitían tanta confianza y valor que a pesar del entorno no podía menos que clasificar dichos sueños como placenteros en vez de pesadillas.

Sin embargo, no confiaba del todo en su memoria que pudo verse distorsionada; en primera, por las devastadoras emociones que experimentaba en ese momento, y segunda, porque lo había visto apenas un par de segundos antes de literalmente correr por sus vidas.

Sus heridas habían sanado de manera rápida y adecuada por lo que para cuando la universidad anuncio la reanudación de clases, no quedaba rastro de la lesión en su pie, como si nunca hubiera sucedido en primer lugar. Pero había pasado y ahora tenía un objetivo.

Matt estaba prácticamente vibrando de emoción y no precisamente debido al anuncio de la reanudación de clases.

Las primeras dos semanas a pesar de esmerarse por deambular por los pasillos y áreas comunes de la facultad de ciencias durante las horas libres y descansos no logró dar con quien buscaba, luego intento también sondear pasillos, aulas y jardines poco frecuentados por el alumnado sin mejores resultados. Amplio la búsqueda a Facultades aledañas fallando nuevamente.

Al cabo de dos meses comenzó a pensar que era mejor dejarlo estar, tal vez ese día solo fue una coincidencia que estuviera en ese edificio. Tal vez ni siquiera estudiaba en esa universidad y por casualidad visitaba por un amigo o pariente y por lo tanto estaba perdiendo el tiempo.

Su cabeza rumiaba eso cuando un trio de chicas que miraba muy entretenidas la pantalla de su celular llamo su atención.

—¿Si pudieras pedirle algo que sería? —preguntó una de ella pícaramente.

—Un beso —respondió otra con las mejillas encendidas debido a su atrevimiento.

—Tonta, si estamos pidiendo que al menos valga la pena —exclamó la tercera.

—¿Qué le pedirías tu listilla? —cuestionó la primera.

—Llegaría con él y le diría. Taichi Yagami se mío.

Las otras dos gritaron ante el descaro de su amiga mientras intentaban controlar su emoción sin lograrlo del todo porque entre la energía que las envolvía y las hacÍa dar brinquitos excitados el celular se les fue de las manos y termino por caer a los pies de Matt.

Yamato tomó el aparato con la única intención de devolverlo a sus dueñas, eso hasta que al mirar la pantalla sus plegarias parecieron tener respuesta. El papel tapiz era La fotografía de Taichi Yagami que mostraba la sonrisa tan deslumbrante como el sol, el chico que lo había salvado, y del que correctamente recordaba poseía unos hermosos ojos marrones tan deliciosos como el chocolate fundido.

—Disculpa, ¿podrías devolvérmelo? —pidió la dueña del teléfono al ver que Matt se había quedado petrificado y sin intenciones de moverse.

—¡Oh! Sí, lo siento... —y extendió la mano para darle lo que pedía. —Ammm ¿Ese es Taichi Yagami? —cuestionó más como una forma de confirmar lo que había deducido por lo que llegó a escuchar de la conversación.

—Es nuestro delantero —respondió otra de ellas contundentemente.

Matt agradeció la información, dio media vuelta camino a paso rápido deseando alejarse de la mirada inquisitiva de las tres mujeres. Ahora ya sabía el nombre y donde encontrar a quien buscaba, aunque dicha información en lugar de reconfortarlo, le hizo ver que su agradecimiento tal vez no llegaría nunca, ya que Taichi Yagami la estrella del equipo de futbol o el delantero dragón era un estudiante de elite. Se rumoreaba que contaba con invitaciones para integrarse a equipos profesionales, las cuales Yagami declinaba porque como él solía repetir: la universidad fue quien aposto por su talento y no pensaba abandonar a quien le brindo una oportunidad.

Palabras llenas de verdad, pues desde que se unió al equipo hace apenas dos semestres las estadísticas demostraron un gran avance, al grado de convertirse en uno de los candidatos para subir a los titulares.

Sus compañeros de equipo eran muy celosos del tiempo de entrenamiento, el cual por cierto abarcaba varias horas diarias, mientras la universidad le exigía un promedio mínimo que lo obliga a no faltar a clases y estudiar arduamente. Así que topárselo por casualidad o intentar interferir con su horario más que un agradecimiento bien recibido terminaría con una incómoda interrupción.

Aunque aún tenía una duda, era bien sabido que Yagami estudiaba en la facultad de leyes, así que la pregunta lógica era ¿Qué hacía en el edificio de ciencias esa mañana?

Y si bien no era importante saberlo, si le causaba curiosidad. Tal vez estaba visitando a un amigo o a una chica...

Una semana más pasó entre su desidia de emboscar a Yagami o simplemente dejar el tema por la paz. Una semana en la que cada dos por tres se convencía de ir a buscar al futbolista, sólo para diez minutos después creer firmemente lo contrario.

En pocas palabras estaba jodido.

Y el mundo parecía estar en su contra con el pronto festejo del torneo; con las pancartas de apoyo al equipo y aun más para su delantero, la Universidad estaba prácticamente tapizada del nombre y rostro de Taichi Yagami.

Era simplemente una locura, había estado a ciegas durante tanto tiempo sobre quien fue su salvador, solo para que ahora que lo sabía lo viera por todos lados. Como si todos estuvieran de acuerdo en restregarle lo lejos que estaba de Tai.

Con la resignación y desanimo que lo embargaban al pensar que incluso tal vez Taichi ya habría olvidado el incidente o simplemente fue uno más de las tantas personas que ayudo durante el desastre; esa tarde se arrebujo en la mesa de la esquina más lejana de la cafetería de la universidad, frente a él un triste café frio era su única compañía.

Simplemente era patético. Debería ir con Yagami agradecer lo que tiene que ser agradecido y dejarlo en paz; más bien, recuperar su paz, aquella que le robó Taichi sin saberlo.

—Pero que mierda —murmuró abatido deseando poder hacer berrinche. Desquitar realmente todo su malestar en algo o alguien.

—Oye, ¿te importa si me siento? —preguntaron a su costado.

Matt estaba lo suficientemente desdichado como para mirar a quien la hablaba, así que por toda respuesta solo emitió un gruñido que podía tomarse tanto como una afirmación o una negación, aunque sinceramente esperaba que quien quiera que fuera entendiera que no estaba de humor para sociabilizar.

—Genial. Gracias —dijo el chico importándole muy poco el estado abatido del otro o la respuesta casi animal que le lanzó.

Una charola con tres platos fue puesta sobre la mesa y antes de que Matt pudiera mal mirar al sujeto que pensaba devorar esa cantidad ingente de comida, escuchó los pasos alejarse apurados sólo para dos minutos después ver otra charola igual acompañar a la anterior.

—Bien, entonces... buen provecho —exclamó feliz elevando triunfante un tenedor que parecía más que un utensilio un arma en sus manos.

—¿En serio vas a comerte todo eso? —a Yamato le daban nauseas de ver tanta comida.

—Oye, yo no critico tu intento de suicidio por inanición. El que practiques inedia como forma de tortura a mi me va y mi viene, porque tendría que importarte a ti lo que YO consuma —y con aquel reclamo se puso de pie listo para buscar otra mesa.

—Espera... tienes razón, lamento lo que dije —se disculpo Matt.

El chico al que no podía verle la cara porque llevaba gorra y una sudadera de cuello de tortuga que le cubría la mitad del rostro resoplo antes de desplomarse de nuevo en la silla.

—Entonces... ¿puedo comer en paz?

Yamato asintió. Y sólo en ese momento, aunque la gorra se mantuvo en su lugar, el cuello de la sudadera fue removida revelando frente a la mirada atónita de Yamato a Taichi Yagami.

Matt se levantó de un salto al tiempo en que se atraganto con su propia saliva tras la sorpresa.

Taichi chisto mientras con ademanes discretos le pedía que regresara a su lugar y guardara silencio. Lo único que deseaba era tener una comida en paz.

Matt pareció captar la idea y se tragó la exclamación que pensaba dejar salir en un casi alarido para luego, disimulando en lo posible volver a sentarse.

—Gracias.

—¿Por qué estás aquí? No se supone que todos lo integrantes del equipo están preparándose para...

—Sí. Sí —aceptó haciendo aspavientos con las manos restándole importancia. —Pero... la comida apesta. Nos tienen a una dieta rica en nutrientes que no tiene sabor. Es como estar remoliendo cartón —suspiró cansado Tai. —Así que decidí darme una escapada. No estoy infringiendo ninguna regla, simplemente quiero comer algo que valga la pena. Además, si probaras ese horrible potaje me darías la razón. Ningún ser humano debería estar obligado a tragarse el engrudo de la señora Kamado.

Matt sonrió al escucharlo hablar, era entrañable la forma en que podía hacer morritos igual a un niño pequeño. Tan infantil en su desesperado intento de justificarse al tiempo en que entre muecas de desagrado comienza a dar cuenta de su comida.

—Y si no es mucha molestia. ¿Quizás podrías decirme como va el mundo fuera de esa horrible prisión que es el centro de entrenamiento?

Matt resoplo una risita.

—No hay mucho para contar. La mayoría de las noticias son referentes a ti y sobre el pronostico del torneo.

—No digas más, prefiero no saber —cortó Tai dedicándose a los alimentos.

Matt lo observa y hace compañía entre pequeñas conversaciones mientras el otro arrasa con cada uno de los platos. Se siente tan a gusto, cómodo con la compañía de Tai que cada idea antes de ser participe de esa extraña y fortuita cita, fue olvidada.

—Y... ¿tú a que te dedicas? —cuestionó Tai con los ojos curiosos y los mofletes llenos mientras intenta que sus dientes mastiquen lo mejor posible todo lo que ha logrado embutirse en la boca.

—Estudio astrofísica —respondió Matt sin lograr retirar la mirada de su acompañante.

—¡Wouuu! Todo un cerebrito —exclamó divertido. —Sabes tengo un amigo que estudia ingeniería computacional o de programación, algo así. Pero esta tomando un curso rápido de ciencias matemáticas. La verdad es que no comprendo cómo los números pueden ser tan estimulantes. Pero supongo que personas como él y tú, pueden hacer operaciones infinitas sin quedarse dormidos.

—Si me he quedado dormido a mitad de una operación —confesó Matt sintiendo una clase de complicidad y confianza que sinceramente no sabía de donde provenía.

—Espero que al menos no durante una clase.

—No, fue en la biblioteca. Y tuvieron la amabilidad de despertarme sólo porque mis ronquidos resobaban por todo el lugar.

Ambos se soltaron a reír.

Varios comentarios ingeniosos siguieron, Matt estaba pletórico con la personalidad de Yagami, tanto que sin darse cuenta entre la charla amena y la deliciosa comida habían pasado tres horas. Los platos que Tai había dejado limpios descansaban sobre la bandeja apilados y en espera de ser botados al área de lavado.

Eran aproximadamente la seis de larde y el lugar semi lleno, pero para Tai y Matt el mundo bien podría estarse desmoronando a su alrededor y no significaría nada para ellos. Se habían sumergido en una burbuja individual en la que solo importaban los dos.

Un momento mágico que se termino en el segundo exacto en que la puerta del establecimiento fue abierta de un empellón y un joven escaneo el lugar solo para hablar fuerte y claro.

—¡Tai! —gritó un chico desde la entrada de la cafería. —Joder ¡Taichi! —llamó con la voz exasperada.

Tai se puso de pie de un salto al reconocer la voz, discretamente sus ojos miraron la hora en el reloj de pared antes de comenzar a maldecir su distracción.

—Oye me la pase genial, pero tengo que irme —se despidió torpemente Tai mientras a paso rápido, casi a punto de correr, se dirigía hacia quien gritaba su nombre.

—Espera... —llamó Matt saliendo tras él, al fin recordando que no había dicho nada de las muchas cosas que pensó decirle si llegaba a encontrarlo. —Tu número, ¿puedes darme tu número de...?

Tai separo los labios y Matt se preparó para aprender de memoria la serie de dígitos que escucharía. Pero estos nunca llegaron a sus ansiosos oídos porque el sujeto que buscaba a Tai se interpuso entre ellos con una mirada que claramente le advertía que mantuviera su distancia; luego tomó por el brazo a Tai para arrastrarlo fuera del lugar dejando a Yamato plantado en su lugar.

Continuará. 

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