iii . . . two letters one truth
CAPÍTULO TRES
dos cartas una verdad
A pesar de no haber tenido nada que ver con la fuga de la boa constrictor le acarreó a Tulip y Harry el castigo más largo de sus diez años de vida.
Cuando por fin obtuvieron el permiso para salir de esa horrible alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano y con ella vinieron nuevos chismes: Dudley había roto su nueva videocámara, estrellado su avión con control remoto y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive
con sus muletas. Tulip hubiera pagado para poder haber visto eso.
Lo único bueno según Harry es que el colegio había terminado. Tulip no estaba tan de acuerdo con él, eso de tener que ver las caras de sus tíos y primo todas las horas del día era una total tragedia para ella. Y para rematar (y algo qué los mellizos odiaban) no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry.
Por dicha razón, Tulip y Harry pasaban tanto tiempo como les resultara posible fuera de la casa, daban vueltas por toda la cuadra pensando en como serían sus vidas con sus padres presentes. Imaginaban a su madre cocinando deliciosos platos de galletas y a su padre jugando a juegos de mesa mientras reían juntos. Eran momentos que deseaban profundamente, pero que les era imposible experimentarlos.
Pero a pesar de todo aún existía un pequeño rayo de esperanza: en septiembre empezarían la secundaria y, por primera vez en su vida, no irían a la misma escuela que su primo. Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smeltings. Piers Polkiss también iría allí. Los mellizos en cambio, irían a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día —dijo a Harry—. ¿Quieres que te ayude a ensayar?
—No, gracias —respondió Harry—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. —Luego con una sonrisita prepotente que Tulip le copio corrieron agarrados de la mano antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.
Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smeltings, dejando a los mellizos en casa de la señora Figg. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos, para gran pesar de Tulip, por los gatos, claro está, lo que le pasará o no la señora Figg le importaba muy poco.
A pesar de eso, su tarde no estuvo tan mal, la señora Figg les dejó ver la televisión y les dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años.
Cuándo al fin estuvieron en la casa de sus tíos, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. El uniforme era de un color rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.
Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Petunia estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dudley, tan apuesto y crecido. Tulip no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse.
—Niños, —hablo Petunia con una voz extrañamente ¿suave?, Tulip brinco en su lugar temiendo que la hayan descubierto.
—¿Si? —ambos mellizos hablaron en voz baja.
Vernon no se veía nada contento, pero antes de llegar a decir alguna palabra desagradable, Petunia les extendió una bolsa.
—¿Qué es eso? —preguntó Tulip a Petunia. La mujer alzo sus labios un poquito hacia arriba, que de no haberla visto tan fijamente la chica Potter se hubiera perdido su sonrisa.
—Tu... Sus nuevos uniformes del colegio —dijo.
Vernon resoplo molesto y se paró del sofá para irse a su habitación, su idea había sido reutilizar el uniforme de Dudley y dárselo a Harry, al igual que utilizar el antiguo uniforme de Petunia para Tulip. Pero Petunia no estando de acuerdo con él le dijo que era una idea terrible, los mellizos necesitaban uniformes nuevos, no viejos. Eso les ganó una discusión que al final Petunia ganó.
Cuándo salieron de la tienda de uniformes Petunia tenía una gran sonrisa en su rostro, era lo menos que podía hacer con sus sobrinos. Después de todo eran una pequeña parte de su dulce y querida hermana Lily. Solo hubiera deseado tener el suficiente valor para tratarlos bien desde un principio, ignorado ese pensamiento se dijo que podría empezar poco a poco de ahora en adelante. Se los debía.
—Oh. Gracias... Tía —muy pocas veces Tulip le decía tía, mayormente la llamaba por su nombre o le decía señora. Y escuchar el que la
—Como no sabemos sus tallas es probable que les queden un poco grandes, —dijo Petunia, pero está vez sin atreverse a mirarlos, si lo hacía era muy seguro que se echaría a llorar—. Mañana temprano les tomaré medidas y se los arreglaré.
—¿Puede arreglarlos ahora? —Tulip pregunto sin llegar a moderar su emoción, había sacado los uniformes de la bolsa y ahora se encontraba midiendo el pantalón en Harry, y en efecto le quedaba un poco grande.
Harry al ver la expresión de incredulidad en el rostro de su tía por un momento pensó lo peor y hablo rápidamente, —¡Mañana!, mañana sería mejor... si. G-gracias.
—No. Está bien, puedo arreglarlos ahora, tendré que ir por mi material de costura, no me tardo. Esperenme aquí.
Tulip asintió rápidamente, cuando Petunia desapareció escaleras arriba, ambos mellizos se miraron y les fue inevitable no gritar de alegría.
Petunia llegó cinco minutos después con Dudley siguiéndole el paso, y les hizo una seña a los mellizos para que la siguieran a una habitación dónde tenía su máquina de coser, hizo que los mellizos se probaran los uniformes y una vez que les tomo las medidas necesarias empezó a trabajar en arreglarlos a su medida, el zumbido de la máquina junto a las tijeras cortado era todo lo que se podía escuchar en la habitación.
En silencio, Dudley observaba con total aburrimiento. Petunia le había dicho bastantes veces que se fuera a su habitación pero él se negaba a dejar sola a su madre con sus primos.
Tulip se compadeció un poco de él. Era obvio que no le agradaba ver cómo Petunia que solo tenía ojos para él ahora le daba un poco de esa atención ahora a ambos mellizos.
Para cuándo Petunia terminó de arreglar ambos uniformes, ya era un poco pasado de la medianoche. La mujer decidió recompensar a los mellizos preparándoles un pequeño aperitivo. Petunia llenó dos tazones con galletas y aparte dos tazas de leche tibia. Después de servirles con un gesto austero (que no pudo evitar), se volvió hacia los chicos y se las ofreció.
Esa noche, los mellizos se fueron a dormir llenos de emociones encontradas. Por primera vez desde que llegaron a casa de los Dursley, se sintieron un poco amados.
A la mañana siguiente cuándo salieron a tomar el desayuno, Petunia estaba tarareando alegremente una canción en la cocina y al verlos les sonrió ampliamente dándoles los buenos días y diciéndoles que se sentaran a desayunar.
Tulip aún no acostumbrada a su nuevo comportamiento le respondió en voz baja y se sento en la mesa antes de que cambiara de opinión.
Dudley y Vernon entraron, los dos con un profundo ceño adornando sus facciones. Vernon abrió, como siempre, su periódico y Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes. En ese momento todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dudley —dijo tío Vernon, detrás de su periódico.
—Que vaya Harry.
—Trae las cartas, Harry.
—Que lo haga Dudley.
—Pégale con tu bastón, Dudley
—¡Voy yo!
Tulip se paró antes de que Dudley hiciera lo que le dijo Vernon y fue a buscar la correspondencia. Había cuatro cartas en el felpudo: una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura, y una carta para Harry. Y la otra carta era para ella.
Tulip parpadeó, una, dos veces. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a ella. ¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes, oh bueno eso es lo que suponía. Ni siquiera era socia de la biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la devolución de libros. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a ella de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señorita T. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey.
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello. Con las manos temblorosas, observó la carta dirigida a Harry y decía exactamente lo mismo con la diferencia que en lugar de la T tenía una H, le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.
—¡Date prisa, chica! —exclamó tío Vernon desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba? —Se rió de su propio chiste.
Tulip volvió a la cocina, todavía contemplando su carta. Entregó a tío Vernon la postal y la factura, se sentó aún lado de Harry dándole su propia carta, que al verla reacciono de la misma manera que ella, Tulip se encogió de hombros y con una mirada ansiosa y complice se decidieron a abrir lentamente el sobre amarillo.
Vernon ajeno a los mellizos rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
—Marge está enferma —informó a tía Petunia—. Al parecer comió algo en mal estado.
—¡Papá! —dijo de pronto Dudley—. ¡Papá, Harry y Tulip han recibido algo!
Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo
pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.
Tulip ya había desdoblado su carta y se encontraba leyendo la primera linea, COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA, quedó anonada aprovechando su distracción Dudley se la arrebato.
—¡Es mía! —dijo Harry, tratando de recuperarla.
—¡Dámela, es mía! —grito Tulip, extendiendo su mano.
—¿Quién les va a escribir a ustedes? —dijo con tono despectivo tío Vernon, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo al verde con la misma velocidad que las luces del semáforo. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
Extrañados los gemelos se miraron, ojalá exploté, pensó Tulip.
—¡Pe... Pe... Petunia! —bufó.
Dudley trató de leer la carta perteneciente a Tulip pero como era tan lento ni siquiera alcanzo a leer la primera linea, Vernon se la arrebato de las manos, fuera de su alcance. Petunia la cogió con curiosidad y leyó lo que decía.
Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido. Con una vena a punto de explotar en su frente rompió la carta en pedacitos.
—¡No la rompas! —Tulip gritó, y Petunia la miro con horror, como si hubiera olvidado que los niños todavía estaban allí.
Las manos de Petunia temblaban, abrió la boca varias veces queriéndose disculpar pero no le salía la voz, avanzo un paso hacia Tulip, la niña Potter en cambio dio un paso hacia atrás no queriendo estar cerca de su tía ahora. Petunia ahogo un llanto.
Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su padre en la cabeza con el bastón.
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Harry es quién debe leerla, —dijo Tulip con rabia.
—No debiste romper la carta de Tulip, —Harry le habló igual de enojado a su tía Petunia.
—¡Callense y salgan de aquí! —graznó tío Vernon, metiendo la carta en el sobre.
Ninguno de los dos se movió.
—¡QUIERO MI CARTA! —gritó.
—¡Devuelvesela! —exigió Tulip. Ahora que su carta había sido destruida estaba tan enojada que estaba decidida a recuperar la de Harry.
—¡FUERA! —gritó Vernon y, cogiendo a Harry y a Tulip por el cogote, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Segundos después Dudley les estaba haciendo compañía. Harry y Dudley iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura. Ganó Harry, con ayuda de Tulip, así que a Dudley, no le quedó de otra que pegar su oreja a la puerta para tratar de oír. Tulip, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
—Vernon —decía Petunia, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duermen? No estarán vigilando la casa, ¿verdad? Te dije que deberíamos haberles dado una habitación propia hace bastante tiempo.
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos —murmuró Vernon, ignorando la última parte.
—Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contamos? Les decimos que...
Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y viniendo por la cocina.
—No —dijo finalmente—. No, no les diremos nada... Sí, eso es lo mejor... No diremos nada...
—Pero...
—¡No pienso discutir más sobre el tema, Petunia! ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?
Después de ese acontecimiento, cuando Vernon regresó del trabajo, hizo algo que no había hecho nunca: visitó a los mellizos en su alacena.
—¿Dónde está mi carta? —dijo Harry, en el momento en que tío Vernon pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién nos escribió?
—Nadie. Estaba dirigida a ustedes por error —dijo tío Vernon con tono cortante—. La quemé.
—¿Qué es un Hogwarts? —pregunto Tulip ahora llena de curiosidad.
—¿Hogwarts? —Harry ignoro la presencia de su tío centrando su atención en su hermana.
—Si, la carta hablaba sobre un colegio de Mag–
—¡SILENCIO! —gritó Vernon, interrumpiendo las palabras de Tulip. Respiró profundamente y luego jaloneo a Tulip fuera de la alacena, cerró la puerta con seguro evitando que Harry fuera tras ellos.
—No dirás ningúna palabra de lo que leíste, —decia y entre cada palabra pellizcaba el brazo de Tulip, dejándole una marca roja—. Sino te irá mucho peor que ahora, ¿te quedó claro?
Tulip no respondió y se sobo el brazo en cuanto la soltó.
—Pregunte, qué si te quedó claro, niña tonta, —Vernon golpeó su cabeza con sus nudillos.
—Si, —murmuro Tulip entre dientes.
Vernon satisfecho regresó a la alacena, al momento de abrir la puerta Harry inspecciono a Tulip buscando cualquier herida, la menor de los Potter negó con la cabeza restándole importancia.
—Ah, sí, y en lo que se refiere a la alacena... Su tía y yo estuvimos pensando... Realmente ya son muy mayores para esto... Pensamos que estaría bien que se mudarán al segundo dormitorio de Dudley.
—¿Por qué? —hablaron al mismo tiempo.
—¡No hagan preguntas! —exclamó, horrorizado de que hablarán simultáneamente—. Lleven sus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios: uno para tío Vernon y tía Petunia, otro para las visitas (habitualmente Marge, la hermana de Vernon), en el tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas que no cabían en aquél. En un solo viaje los mellizos trasladaron todo lo que les pertenecía (que realmente no era mucho), desde la alacena a su nuevo dormitorio. Harry se sentó en la cama.
—No quiero que estén allí... Necesito esa habitación... que duerman donde siempre...
Las quejas de Dudley fueron a oídos sordos, al ver que lo estaban ignorando empezó a llorar, lo que le valió una regañada de Petunia, dejándolo en completo silencio, pues era la primera vez que lo regañaba.
Tulip suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella. Harry no pregunto nada, Tulip solo le sonrió agradecida.
Ahora todo lo que rondaba en la mente de Tulip era la palabra magia. Ahora la palabra no le sonaba tan descabellada y la idea de que la magia existiera fue casi como un gran alivio para ella. En ocasiones podía sentir zumbar las puntas de sus dedos como si algo fuera a escapar de ellos antes de que mágicamente el peine que estaba al otro lado apareciera justo enfrente de ella.
O como en esa ocasión que hizo explotar la comida de Paty, esa niñita del kinder y su séquito de amigas, cuándo se estaban burlando de su uniforme solo porque su falda tenía un pequeño hoyito. La directora de la escuela había llamado a llamar a los Dursley, al final la reunión no llego a nada pues nadie supo responder el misterio de la comida explotada, aún así Tulip fue suspendida una semana.
A menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de los mellizos, cosas que no tenían pies ni cabeza y que ahora empezaban a tener más sentido gracias a esa carta. Todo se debía a la megia.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Vernon intentaba llamar la atención de Petunia, la cuál lo ignoraba porque toda su atención estaba en Tulip buscando alguna oportunidad para poder disculparse, la niña Potter evitaba a toda costa su mirada, aún tenía un poco de resentimiento con ella por romper su carta.
Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, fingio llorar, le había pegado a su padre con el bastón, incluso le había dado una patada a su madre, Petunia bastante furiosa le había quitado el bastón y con ese mismo le dió unas buenas nalgadas haciéndolo llorar de verdad. Vernon quiso defenderlo, Petunia estaba tan enojada que también le empezó a pegar con el bastón, diciéndole entre cada golpe que todo esto era su culpa. Si tan solo no se hubiera dejado manipular por él, Tulip y Harry hubieran tenido una mejor infancia. Aunque en un principio tuvo tanto resentimiento hacia Lily porque ella si obtuvo su carta al contrario de ella, eso no quita que la dejara de querer.
Y mucho menos significaba que le deaeaba el mal a sus hijos. Cada vez que los miraba a los ojos podía ver el reflejo de Lily en ellos haciendo que le doliera el corazón.
Cuando llegó el correo, Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con los mellizos, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron haciendo berrinche durante todo el camino. Entonces gritó.
—¡Hay otra más! Señor H y Señorita T Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive, 4...
Con un grito ahogado, Vernon se levantó de su asiento y corrió hacia el vestíbulo, Petunia le siguió el paso con los mellizos atrás de ella. Una vez que llegaron vieron como Petunia y Vernon forcejeaban entre ellos por las cartas, Tulip se abalanzó y rodeo el cuello de su tío mientras Harry le mordía el brazo ayudando a su tía y hermana, Dudley empezó a tirar golpes a lo desgraciado ayudando a su papá. Después de un minuto de una confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tía Petunia se enderezó con la carta de Tulip y Harry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
—Ya es hora de que sepan la verdad —dijo a Vernon sin dejar de jadear—. Dudley... Vete de aquí.
Dudley quiso protestar pero una sola mirada de Petunia lo hizo callar, con pasos perezosos se fue nuevamente a la cocina.
Tulip parpadeó mirando a sus tíos, que parecía que tenían una lucha mental entre ellos, y por supuesto la ganadora fue Petunia. Vernon tronando los dientes salió de la casa dando un portazo.
—Vamos... vamos a su habitación chicos, tengo algo muy importante que decirles, —Petunia sonrió con tristeza.
Tulip y Harry intercambiaron una rápida mirada, la duda y desconfianza eran evidentes en sus ojos, pero la curiosidad era mucho más grande, Harry entrelazó sus manos con Tulip antes de seguir a la mujer escaleras arriba.
Petunia los guío hasta la habitación de los chicos, y al llegar allí, se detuvo frente a la puerta. Su expresión era seria y triste, pero sus manos temblaban ligeramente. Con un último suspiro giro la perilla y entraron a la habitación.
Por un momento todo se mantuvo en silencio, Petunia que no podía más con su propio peso se sento en la cama, Tulip y Harry seguían en la misma posición desde que entraron, parados a una distancia prudente.
—¿Nos va a correr de la casa...? —Tulip pregunto no aguantando más el silencio.
—¡No!, por supuesto que no... —Petunia hablo apresuradamente—. Es solo que no sé por dónde empezar.
—Por el principio sería genial —dijo Harry.
Tulip colocó los ojos en blanco mientras una sonrisita burlona brotaba de sus labios, Harry se rió de su propia broma también.
—Si, eso sería lo más sensato, —Petunia también sonrió al verlos sonreír y bromear entre ellos sin ninguna preocupación. Inhaló y exhaló antes de ponerse seria y continuar con la conversación—. Cuándo su madre tenía la misma edad que ustedes, ella también recibió una de estás.
Petunia les extendió las cartas. Tulip se acercó a su tía arrastrando con ella a Harry. Su madre. Tía Petunia nunca hablaba de su mamá, cada vez que Tulip o Harry preguntaban por ella una inmensa tristeza bañaba el rostro de la mujer mayor.
—Ella era especial —Petunia los observó con lágrimas en los ojos—, y yo era una niña muy resentida en ese entonces. Me engañe a mi misma diciendo que la odiaba y rompiendo nuestro lazo de hermandad cuándo lo único que sentía era miedo. Miedo de perderla sin darme cuenta que yo misma la estaba alejando de mí al decirle palabras tan crueles.
Petunia se detuvo, con las lágrimas bajando de su rostro y la voz quebradiza. Entre sus palabras era evidente el pesar y el arrepentimiento, y cuando Tulip la abrazó, la mujer dejó escapar un pequeño sollozo. No podía seguir aguantando tanto dolor dentro de su corazón.
—U-ustedes también son muy especiales, lo sabemos porque todas las cosas extrañas que pasan a su alrededor no son casualidad se deben a la...
—Magia, —concluyo Tulip.
—Si..., magia. —Petunia acaricio la mejilla de Tulip, con una mirada suave invitó a Harry a sentarse a su lado—. Su padre también era parte de ese colegio.
—¿Conociste a papá? —Harry preguntó con esperanza.
—No. Lo siento mucho mi niño, pero si les sirve de consuelo ambos se parecen mucho a él, lo sé porque lo único que tienen de mi hermana son sus hermosos ojos, —sonrió con tristeza.
Tulip y Harry se miraron querían hacer más preguntas pero no sabían por dónde empezar.
—¿De verdad murieron en un accidente de carro?
—¿Tienes una foto de mamá?
Petunia miraba de un lado a otro nerviosa por las preguntas de los mellizos. Decidió responder primero a la pregunta de Harry.
—No... eso del accidente fue un invento de nosotros... no queríamos que se enteraran de la verdad acerca de su naturaleza..., pensé que sería mejor mantenerlos fuera del alcance de la magia, supuse que su muerte se debió a algo referente al mundo ese de la magia.
—Nos mentiste, —se quejó Harry.
—Creí que les hacia un bien. Lo siento, —Petunia quiso tocar la mano de Harry, pero este se alejo. Comprendiendo su dolor alejo la mano—. Ustedes llegaron a la puerta de mi casa, cuando eran apenas unos bebés. Los vi y supe de inmediato que eran los hijos de mi hermana, a pesar de nuestra creciente distancia ella seguía escribiendo cartas que nunca respondí. Pero que siempre leía, fue por una de ellas que me enteré de ustedes.
Petunia quién tenía un bolso de mano sacó de el un sobre descolorido, dentro del sobre había dos fotografías y para sorpresa de los mellizos las personas dentro de estás se movían.
—¡Se mueven! —Tulip grito asombrada.
Harry olvidando el resentimiento que sentía por Petunia se sentó arriba de su pierna derecha, la mujer mayor rodeo su cintura le hizo un gesto a Tulip quién ni lenta ni perezosa se sentó sobre su pierna izquierda.
En la primera fotografía habían dos adultos sentados en un largo sofá, en medio de ellos estaban dos pequeños niños, el hombre que tenía los ojos color avellana y cabello negro desordenado, estaba haciendo muecas al pequeño niño que no paraba de llorar, la mujer tenía su cabello largo y rojo, dejando que cayera en ondas a un costado de su rostro. Su sonrisa era muy contagiosa pues en la fotografía no solo estaba haciendo reír a la pequeña Tulip sino que también lo estaba logrando con la Tulip de diez años, lo que más les llamo la atencion, fueron sus ojos, esos ojos tan expresivos y azules que miraba a los mellizos y a su esposo con tanto amor.
—Es muy bonita, —susurro Tulip con la garganta apretada—. Me gusta su cabello.
—Lo es, —admitio Petunia, deseando por un momento que la pequeña niña sentada en sus piernas hubiera tenido el cabello fuego de su hermana, en lugar de ese castaño oscuro que le pertenecía a la mayor de las Evans.
—¿Podemos leer nuestras cartas? —Harry pregunto ajeno a los sentimientos de la mujer mayor.
—Oh..., si claro que pueden, —Petunia hizo un intento de pararse, que de nada sirvió, los niños no se habían movido ni un centímetro, sonrió y miro por sobre sus cabezas lo que contenía la carta de Tulip, suponiendo que decía lo mismo que la de Harry:
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Señorita T Potter,
El Dormitorio Más Pequeño,
Privet Drive, 4,
Little Whinging. Surrey, Inglaterra.
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore.
(Orden de Merlín, Primera Clase, Gran Hechicero, Jefe de Magos, Jefe
Supremo, Confederación Internacional de Magos).
Querida señorita Potter:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.
Muy cordialmente,
Minerva McGonagall
Directora adjunta.
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Las preguntas estallaban en la cabeza de Tulip como fuegos artificiales, y no sabía cuál era la primera. Después de unos minutos, tartamudeó:
—¿Q-qué quiere decir eso de que esperan mi lechuza?
—Deberiamos tomar prestadas unas de esas que andan rondando la casa, —Petunia le guiño el ojo, palmeando sus muslos, los mellizos se pararon enseguida.
—¿Tío Vernon nos dejará ir? —Harry preguntó antes de que la mujer mayor saliera por completo del cuarto.
—Lo hará. Yo me encargaré de eso. —Petunia salió del cuarto con una sonrisa decidida y un brillo especial en los ojos.
Vernon estuvo fuera de casa durante todo el día, durante la tarde Petunia, con Tulip y Harry aún lado escribio una respuesta a la carta que había llegado unas horas antes. En ella también pedía que alguien más experimentado viniera a orientar a sus sobrinos, debido a su falta de conocimiento en ese ambiente.
Cuándo termino de escribir la carta se las entrego a los mellizos, ellos serían los encargados de entregársela a esa lechuza que los observa desde la barda, Harry tomando la delantera la tomo en sus manos, y con pasos lentos con miedo a asustar al ave, se acercaron a ella. Con impaciencia estiro su mano y la lechuza la tomo entre sus patos, antes de pegar un grito agudo y salir volando hacia el horizonte.
Cuándo la lechuza desapareció por completo, los mellizos voltearon a ver hacia la ventana donde Petunia los observaba con un Dudley en un estado catatónico, asintieron y le alzaron el pulgar a su tía satisfechos.
ISA SPEAKS: saben que la parte que más emociona escribir es el primer encuentro de tulip y anubis que seguido me tengo que recordar que esto es un fanfic de draco y que debería concentrarme más en como va a ser el encuentro de los futuros novios pero no puedo aaaaaa.
si gustan pueden seguirme en tiktok: lueaxwin, o pueden unirse a mi canal de difusión, el link está en mi perfil.
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nos vemos en el próximo capítulo:D
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