𝟬𝟲𝟬 | three children, one wound, one crucio

060. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗫𝗧𝗬 ──

❛ 𝗍𝗁𝗋𝖾𝖾 𝖼𝗁𝗂𝗅𝖽𝗋𝖾𝗇, 𝗈𝗇𝖾 𝗐𝗈𝗎𝗇𝖽, 𝗈𝗇𝖾 𝖼𝗋𝗎𝖼𝗂𝗈 ❜

El aire en Grimmauld Place se sentía más pesado que nunca, como si el tan solo estar aquí oprimiera mi pecho. No solo era el calor de agosto, sino todo lo que había pasado, en especial con la pelea que tuve con mi padre. Sé que en realidad no fue una pelea, al menos no contra mí, pero por primera vez, parecía que habíamos tomado caminos separados. Aquella despedida seguía allí, clavándose como astillas bajo mi piel.

Intenté ser útil y ocultar mis cosas, pero fue inútil, al menos para Harry. Y hablando del diablo, él acaba de llegar, entrando por la puerta principal, sacudiéndose el polvo de la capa invisible, así que lo seguí en silencio. Por su mirada, él sabía que había algo mal conmigo, pero no había tiempo para hablar de eso, o al menos yo creía eso.

─ ¿Milan? ─preguntó, buscando mi mirada y una de mis manos.

─ Estoy bien.

No dijo nada más; probablemente sabía que estaba mintiendo descaradamente. Sin embargo, no me presiono. En lugar de eso, solo tomó una de mis manos antes de acercarse y darme un beso en la boca. Me miró por última vez, y luego comenzó a caminar, tirando de mí hacia la cocina.

Dentro, encontramos a Ron y Hermione rodeados de mapas y notas.

─ Tengo noticias ─ dijo Harry con seriedad, dejando caer un ejemplar de El Profeta sobre la mesa ─, y no les gustarán.

Inclinándome hacia adelante, tomé el periódico y mi estómago se revolvió cuando vi la foto de Snape en la portada.

SEVERUS SNAPE, NUEVO DIRECTOR DE HOGWARTS ─leí en voz alta, y el asco en mi voz fue imposible de ocultar.

─ ¡No puede ser! ─exclamó Ron, golpeando la mesa con frustración.

Hermione le arrebató el periódico y empezó a leer, su voz temblando:

«Severus Snape ha sido nombrado director de Hogwarts, el profesor Alecto Carrow ocupará elpuesto de Estudios Muggles y la profesora...».

Ella dejó de hablar, así que fruncí el ceño. Me acerqué a mi amiga y le arrebate el periódico, aunque ya sabía que había algo mal cuando Harry intentó detenerme. Pasé mi mirada hasta llegar a la parte en que se había quedado. Vi otro nombre más abajo en la lista de los nuevos nombramientos. Un nudo se formó en mi estómago.

─ No... ─susurré, mi voz quebrándose.

«Mihrimah Grey ocupará el puesto de profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras».

─ ¿Por qué? ─murmuré, más para mí misma que para los demás. ¿Por qué ella?

Harry se acercó a mí y colocó una mano en mi hombro.

─ ¿Estás bien? ─me preguntó en voz baja.

─ No tenemos tiempo para mí.

Respiré hondo y aparté el miedo, empujándolo hacia el fondo de mi mente. Teníamos cosas más urgentes que enfrentar.

─ Tenemos que encontrar ese guardapelo antes de que sea demasiado tarde. ─dije, obligándome a sonar más segura de lo que me sentía.

Hermione nos lanzó una mirada preocupada, pero no dijo nada. Sabía que había cosas que ninguno de nosotros podía arreglar en ese momento. Kreacher apareció con una sopera humeante y comenzó a servir en silencio. El olor delicioso llenó la habitación, pero el apetito me había abandonado por completo.

─ Tenemos que hacerlo mañana. ─dijo Harry de repente, rompiendo el silencio.

─ ¿Mañana? ─preguntó Hermione, con incredulidad en la voz.

─ Sí. No podemos esperar más. Cada día que pasa, Umbridge podría deshacerse del guardapelo.

─ Estoy contigo. Lo haremos mañana.

Harry me lanzó una mirada de alivio, y por un segundo, el peso en mi pecho se sintió más ligero.

─ ¿Estás segura? ─preguntó Ron, aún con dudas en su rostro ─. Milan, sin ofender, pero Hermione estuvo vigilando el ministerio, y tu madre estuvo ahí todas esas veces.

─ Ella no va a detenerme.

Nos quedamos en silencio mientras repasábamos el plan una vez más. Solo me di cuenta de que me había metido demasiado en los planes cuando Harry tomó mi mano por debajo de la mesa. Quizá, solo quizá, podríamos salir de esta.

─ Lo lograremos. ─me susurró, como si quisiera convencerme tanto a mí como a él mismo.

Y por primera vez en mucho tiempo, quise creer que tenía razón.

Seguimos repasando el plan, lo hacíamos con tanta dedicación que me hizo recordar a esa época en la que estudiábamos para exámenes. Solo nos detuvimos cuando todos pudimos decirnos entre sí el plan sin trabarnos ni equivocarnos en nada. Una vez así, Ron y Hermione se fueron a dormir, mientras Harry y yo nos fuimos a la habitación de Sirius, lugar donde estábamos durmiendo hace unos días.

Me quité mi chaqueta, mientras Harry se ponía una camiseta holgada. Nos metimos a la cama y nos acomodamos; me acurruqué contra él. Pasó su brazo por mis hombros, atrayéndome más hacia su cuerpo. Tomó su varita e iluminó un poco el lugar; no me había dado cuenta de que en su otra mano tenía una vieja fotografía, aquella donde aparecían Sirius, mi papá, James y Pettigrew.

─ ¿Mañana está bien para ti? ─preguntó, alternando su mirada entre la fotografía y yo ─. No quiero que te enojes conmigo, vi la mirada que le lanzaste a Ron hace rato, pero... ¿está bien por ti? Ver a tu madre.

Lo pensé. No quería arruinarles el plan, y sabía perfectamente que podía ser reemplazada por Hermione; sin embargo, aún así repasé las cosas.

─ Sí. Está bien.

Asintió con suavidad, llevando su mano hacia mi cabello. Sus dedos se movían con una delicadeza casi hipnótica, enredándose en los mechones como si jugar con ellos fuera su manera de encontrar calma. Podía sentir su esfuerzo, el intento constante de hacernos bien, de mantener la paz en medio del caos. Sabía que Harry intentaba, realmente intentaba, construir algo con nosotros dos. Pero no podía negar lo que me carcomía por dentro: ese miedo sutil, la certeza de que, si tuviera que elegir entre él y yo, su primera opción siempre sería yo. Y eso, aunque reconfortante, me aterraba. Porque, ¿a qué precio?

Era hipócrita pensar que yo no haría lo mismo. Daría mi vida por él, sin pensarlo. Pero, ¿qué tan lejos podría llevarnos esa devoción mutua?

─ ¿Te duele la...? ─intente preguntar.

─ ¿Has pensado en nuestro futuro? ─soltó de pronto, interrumpiéndome.

Parpadeé, sorprendida por el cambio de tema.

─ Un poco ─admití, aunque la verdad era mucho más que eso.

Había soñado con él, con nosotros, aunque lo que vino a mi mente fue más una pesadilla que un sueño. Pero luego... luego pensaba en cómo podría ser ese gran día, en cómo quería imaginarlo sin las sombras de nuestro pasado persiguiéndonos. En mi cabeza, me veía vestida de blanco, aunque solo porque a mi papá le haría ilusión verme así. Claro, le daría mi toque personal: algo de encaje, un diseño corto, nada de esas colas interminables que parecen consumir todo a su paso.

Pensaba en Harry, de pie al final del altar, con un traje hecho a medida, la corbata combinando con la decoración. Mi hermanito pequeño, llevando los anillos con una seriedad adorable que no podía evitar visualizar, sus pasitos seguros. Quizás, para entonces, ya sería lo suficientemente grande para caminar sin tambalearse.

Sonreí al recordar ese cuadro mental, tan cálido en contraste con nuestras preocupaciones diarias. Pero Harry no me dejó entrar mucho en mi mundo.

─ ¿Un poco? ─preguntó, y noté la burla ligera en su tono.

─ Bueno... un poquito bastante. No puedo evitarlo ─dije, encogiéndome de hombros─. Aunque pensar en eso también me hace pensar en que tengo que sobrevivir. Tenemos que sobrevivir.

Él quedó en silencio por un momento, pero pude sentir cómo su respiración cambiaba, volviéndose más profunda.

─ Y lo haremos ─afirmó finalmente ─. Me aseguraré de ello.

Me giré ligeramente, acurrucándome más en su pecho, buscando ese calor que solo sus brazos podían ofrecerme.

─ Mañana todo nos saldrá bien, Harry. ─susurré, notando cómo su expresión perdía la tranquilidad que tenía hacía unos segundos, cuando hablábamos de nuestro futuro.

─ Tres.

─ ¿Tres qué? ─pregunté, levantando la vista hacia él, confundida por su repentina declaración.

─ Tres hijos ─respondió con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos ─. Siempre quise una casa llena, con niños corriendo por todos lados, riendo, gritando, viviendo sin restricciones. Nada de armarios bajo la escalera... solo libertad.

No pude evitar reírme un poco, aunque la emoción en su voz me llegó más profundo de lo que esperaba.

─ Tendremos los hijos que quieras... si salen de ti ─bromeé, levantando una ceja─. ¿Ya viste lo pequeña que soy? No sé si tres sea físicamente posible.

Harry soltó una carcajada, y esa chispa de alegría volvió a iluminar su rostro por un momento.

─ Aunque... ─agregué, dejando que mi tono se suavizara─. Tres suena bien. Una casa llena de vida... contigo.





















Todo había ido bien... al menos hasta el final, cuando la persona a la que Ron estaba usando con la poción multijugos apareció junto a él. Tuvimos que huir lo más rápido que pudimos. Harry tomó nuestra mano y entre los cuatro nos las arreglamos para engancharnos. Fui la última en hacerlo.

De pronto, había visto la puerta del número 12 de Grimmauld Place, con su aldaba en forma de serpiente. Creí que nos detendríamos ahí, tomé una bocanada de aire, pero oí un grito y vislumbré un destello de luz violeta. Entonces, sentí cómo alguien quiso tomarme del brazo otra vez, pero era demasiado tarde; los vi desaparecer con Ron y Hermione.

Tardé unos segundos en procesar qué pasó. Para cuando me di cuenta, ya estaba sola y... frente a Yaxley.

─ Así que te has quedado sola... ─dijo. Su voz salió como si yo fuera el ser más despreciable que hubiera visto. En ese momento, me di cuenta de que era porque el efecto de la poción había terminado, y ya no me parecía a aquella bruja. Mis mechones rubios ya caían, y las cicatrices de mi rostro se hacían visibles.

Saqué mi varita de inmediato, pero Yaxley ya estaba avanzando hacia mí con la suya en alto. Lanzó un hechizo que apenas logré esquivar; el rayo verde impactó contra la pared, arrancándole un trozo. El sonido resonó por toda la casa.

─ ¡Expelliarmus! ─grité, apuntando a su varita. Pero él fue rápido; bloqueó el hechizo y contraatacó. Rodé por el suelo, sintiendo un dolor agudo en mi costado.

Tuve que sujetar aquella parte de mi abdomen. De inmediato, mi mano sintió un líquido caliente, y el dolor se iba intensificando. Aquel trozo de pared había sido lanzado fuertemente contra mí, haciéndome quedar adolorida y con una herida que, por la cantidad de sangre, sabía que era profunda.

─ No durarás mucho sin tus amigos, niña. ─dijo, acercándose peligrosamente.

Con el corazón latiendo con fuerza, apunté a sus piernas y conjuré un hechizo que lo hizo caer, pero se levantó de inmediato. Logré darle una vez más, pero esta vez en el hombro, lo suficiente para desequilibrarlo. Aproveché ese instante para correr hacia la puerta, pero un Crucio lanzado con furia me golpeó por la espalda. Caí al suelo, gritando mientras un dolor insoportable se extendía por mi cuerpo.

─ ¡No escaparás! ─vociferó Yaxley.

Con un esfuerzo sobrehumano, me giré y levanté mi varita.

─ ¡Bombarda! ─grité, apuntando al suelo entre nosotros. El estallido fue ensordecedor, llenando la habitación de humo y escombros. Aproveché la confusión para arrastrarme hacia la salida. La herida en mi abdomen sangraba más profusamente, pero no podía rendirme.

Una vez fuera, sentí que mis párpados pesaban demasiado. Me levanté como pude, sintiendo el dolor de la herida y el dolor de la maldición imperdonable. Vi cómo una figura se materializó adelante mío. Cuando creí que el destino me quería ver muerta, solté un suspiro de alivio al ver a Harry. Se acercó a mí rápidamente y me levantó en brazos. Luego sentí cómo el mundo alrededor giró y se desdibujó.

Cuando llegamos a nuestro destino, caí de los brazos de Harry y caí de rodillas.

El dolor se intensificó, arrancándome un jadeo.

─ ¡Milan! ─exclamó Harry, corriendo hacia mí.

Mi ropa estaba empapada de sangre y mis manos temblaban al intentar mantenerme erguida, evitando que la sangre siguiera saliendo de mi cuerpo.

Hermione se acercó, su rostro pálido. Sus ojos recorrieron mi herida, horrorizados.

─ Tiene una herida profunda. Harry, ayúdame a acostarla. ─Con cuidado, me bajaron al suelo cubierto de hojas. Noté que Ron también estaba herido, pero sus ojos estaban abiertos, observándome mientras luchaba con su propio dolor.

─ Voy a intentar curarte, Milan ─dijo Hermione, pero su voz temblaba.─ ¿Dónde está el díctamo?

Harry buscó desesperadamente en el bolso de Hermione, sacando la botellita marrón. Se la entregó, pero vi cómo las manos de Hermione temblaban tanto que apenas podía sujetarla.

─ No quiero hacerte daño... ─susurró, y por un instante, el miedo en su rostro fue más aterrador que el dolor que sentía.

─ Hazlo ─le respondí, con la poca voz que me quedaba─. Confío en ti.

Hermione vertió tres gotas en mi herida. Sentí un ardor intenso mientras el humo verdoso se elevaba y la sangre dejaba de fluir. Jadeé, pero luego me dejé caer contra el suelo, agotada. El dolor había disminuido, pero mi herida seguía abierta, aunque la sangre salía con menos rapidez.

Harry estaba a mi lado, sosteniéndome la mano mientras me retorcía de dolor. Vi mi brazo y estaba tan pálida como el papel.

Mi amiga me miró.

─ Haré el hechizo, pero...

─ Hazlo, necesito seguir ayudando, pero no puedo hacerme a mí misma el hechizo... Her...

─ No debí soltarte la mano...

─ No fue tu culpa.

No sé si me creyó o no, pero levantó su varita y apuntó a mi herida. Mientras, Harry estaba totalmente preocupado, incluso estaba a punto de soltar algunas lágrimas. Me había concentrado tanto en él que me había olvidado unos segundos del dolor de la maldición imperdonable y de mi herida.

─ No voy a dejar que te pase nada más, Milan. ─soltó mi novio.

Por un momento, el bosque y el peligro desaparecieron. Estaba a salvo con él. Pero luego la realidad volvió como un golpe. Vi cómo Hermione armó una tienda de campaña que había traído; no escuché la historia de dónde la sacó, solo estaba viendo cómo se armaba en el aire. Dijeron que iban a meternos a Ron y a mí ahí, luego podrían continuar curándome. Además, necesito al menos ponerme de pie para poder hacer los hechizos de protección. Hermione no podría sola, y sé algunos cuantos que aprendí con mi padre.

─ Cuando nos desaparecimos, Yaxley me agarró y no logré soltarme porque él tenía demasiada fuerza; todavía me sujetaba cuando llegamos a Grimmauld Place, y entonces... Bueno, creo que debe de haber visto la puerta, y habrá pensado que íbamos a quedarnos allí, porque aflojó un poco la mano. Solté a Milan de casualidad... y el resto ya lo saben.

─ No te preocupes.

─ No seas tonta, no ha sido culpa tuya. ─dije, mientras Harry me cargaba en brazos.

Tomé mi varita, y desde donde estaba comencé a conjurar todos los encantamientos de protección que conocía, además de los de alerta y todo lo que se me ocurría. Hermione también hizo su parte; entre ambas nos encargamos de proteger esta zona, al menos todo lo que podíamos.

─ Estás pálida. Adentro. ─Las palabras de Harry salieron como un regaño, y como él era quien me levantaba en brazos, no reclamé.

Entré a la tienda, y ahí me colocó sobre un pequeño catre. Se sentó a mi lado, levantó mi camiseta y pasó sus dedos con cuidado alrededor de mi herida, que poco a poco iba cerrando. Mi piel estaba roja y tensa. El dolor cada vez iba disminuyendo, pero seguía sintiéndome rara; a diferencia de la primera vez que me lanzaron la maldición, esta vez pude hablar, pude seguir.

Algo más impulsaba mi lucha. Ya no estaba asustada, ya soy más fuerte que antes... ya no soy una niña.

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