Cap 2: El comienzo de todo.


El automóvil siguió avanzando hasta entrar a carretera.
Un ambiente tenso se sentía pues nadie decía nada, el único ruido que los envolvía era la canción de fondo que en ese momento se apreciaba en la radio, canción a la que ni siquiera le prestaban atención.
La peli negro miro de reojo encontrándose a su vecino sujetando el volante con fuerza, podía notar las venas resaltando en sus brazos, miraba al frente con el entrecejo fruncido y sólo hasta ese momento comenzó a arrepentirse por tal acción cometida gracias a sus tontos impulsos.

—Estuvo cerca—exclamó acompañada de un suspiro para liberar la tensión y calmar un poco el ambiente.

Pero al girar su rostro sólo terminó ganándose una mala mirada por la parte contraria.

—¿Qué?—soltó descarada.

—¡¿Vas a explicarme qué demonios pasa contigo?!—exclamó el mayor a punto de explotar— Te metiste a un auto en marcha con un desconocido diciendo que escapemos. ¡Que pinche locura!

—Bueno, no eres un completo desconocido, creo—respondió, siempre supo de su existencia, aunque el no de la suya.

Algo que si tenía claro, era que no podía ser un asesino serial o alguna clase de psicopata así que al menos sabía que viviría, ya era ganancia, bueno, siquiera hasta que su madre no diera con su paradero. Seguramente, ella si la asesinaría.

—¡Ni siquiera sabes cómo putas me llamo!—espetó aguantando la respiración.

—Buen punto—admitió asintiendo varias veces—Es un buen punto.

—Además, ¿Cuántos años tienes? ¿Doce?—cuestiono llevando su mano a la guantera sin despegar la mirada del frente por más de dos segundos, de ella sacó lo que parecía ser una cajetilla de cigarros.

—Tengo diecisiete—se quejó la joven.

—Mierda—susurró el opuesto—Secuestré a un menor de edad sin querer. ¡Me iré a la cárcel!

Llevo un cigarrillo a su boca y lo prendió con un encendedor zippo, necesitaba relajarse, pensar y mantener la cordura antes de cometer un homicidio. Digo, si iba a ir a la cárcel, tenía que ser porque definitivamente lo mereciese.

—No irás...a la cárcel. Vine por voluntad propia.

—Eso explícaselo a la policía—soltó una bocanada de aire liberando el humo—Escucha, me obligaste a avanzar, pero yo no me detuve, ya no puedo cambiar eso. Así que esto haremos, me estacionaré en la primera gasolinera que veamos y llamaremos a tu madre para que venga a recogerte, luego seguiré con mi camino como si nada hubiera pasado.

—Pero...

Intentó decir la menor. Necesitaba impedirlo, no quería regresar. No podía.

—Pero nada, ahora guarda silencio.

Tal como había dicho anteriormente, el peli azul detuvo su auto en la gasolinera más cercana que encontraron a la orilla de la carretera a un lado del dispensador de combustible. Ambos bajaron de el sí entiendo el calor que hacia en ese lugar, obligando a la peli negro a quitarse el saco del uniforme y botarlo dentro del vehículo.

—¿Algún teléfono por aquí?—preguntó el mayor llamando la atención de un trabajador, quien sostenía la pistola de combustible antes de introducirla al depósito del carro.

—En la tienda de autoservicio señor—respondió amablemente el chico, se veía incluso más joven que la peli negro que venia detrás suyo.

—Gracias—se limitó a responder sacando la cartera para pagar con anticipación y sin más, camino hasta la tienda.

La campana sonó indicando al que atendía que alguien había ingresado, un hombre gordo qué anteriormente ojeaba su revista mientras relamía sus dedos los recibió, incluso en su barba cerrada se podía visualizar lo que parecían ser migajas de alguna fritura, a la chica le dió repulsión de sólo verle, y unas ganas de decirle que se limpiara aparecieron, más sin embargo, prefirió guardar silencio. Los dos chicos pudieron divisarse en la pantalla gracias a las cámaras de seguridad instaladas, grabando sus pasos hasta el aparato.

—Usaré el teléfono—indicó y sólo recibió un asentimiento por parte del señor detrás del mostrador, quien continuó viendo la revista de ofertas en sus manos.

—Marca—mando al joven indicándole con la mirada los números.

Aquella desvió la mirada del cajero hasta el peli azul, actuando en contra de su voluntad, rodó los ojos y no le quedó más que hacer lo que el otro ordenaba.

—Ahora fuera de mi vista—soltó pegándose el teléfono a la oreja.

La más chica, salió de la tienda de mala gana y caminó hasta el auto para recargarse, el cual aún seguía recibiendo gasolina.

—Si, diga—escucho la voz de una mujer madura al otro lado de la línea.

Pero pese a querer hablar, las palabras se le atoraron en la garganta.

—¿Hola?—volvió a escuchar—¿Junnie eres tú? ¡¿Dónde estás?!—pudo presenciar el cambio de tono, de uno serio a uno angustiante.

Pero el peli azul se quedó pasmado mientras observaba a la chica recién apodada "Junnie" recargada en el auto.
La miró y juro, pudo reflejarse en ella. Le recordó queriendo escapar de casa a cualquier costo cuando aún era un puberto inmaduro y solitario, aquel chico castaño que planeaba viajes, ahorraba dinero, quien siempre se estaba escondiendo de su padre cuando regresaba del trabajo ebrio.
De sólo recordar esos días, un escalofrío recorrió su espalda y agitó la cabeza tratando de sacar esas imágenes de su memoria. ¿Por qué seguía recordando eso? Lo único que quería era olvidarlo y seguir con su vida como hasta ahora lo había hecho. Pero por culpa de esa mocosa...;
¿Qué la había incitado a abandonar su casa con tan corta edad? Se preguntó sin dejar de mirarle y en ese momento tomó una decisión. Cerró los ojos derrotando, sabía que después se arrepentiría.

—¡¿Junnie?!—volvió a escuchar, pero automáticamente colgó.

¡El había colgado!

Frotó su rostro con cierta frustración hacia su persona, tomó la cartera y depositó un billete en el mostrador antes de salir y caminar hasta la peli negro.

—Sube al auto—ordenó entrando a este, azotando la puerta.

—¿Hablas enserio?—cuestionó la otra asomando su cabeza por la ventana con una enorme sonrisa formada ya en su rostro.

—Borra esa estúpida sonrisa de conejo y sube al maldito auto ahora antes de que me arrepienta—espetó sin mirarle.

La jovencita trató de borrar esa curva de su rostro y la pizca de felicidad que recorría sus venas, pero no podía, le era imposible en ese momento. Abrió la puerta y entró intentando mantener la calma.

—Iremos a Changsha y nos quedaremos un par de días, al final de la semana regresaremos y y tú volverás con tu madre. ¿Trató?—explicó extendiendo su mano.

—Hecho—respondió estrechando en un apretón.

No era un destino que se imaginaba, pero peor era nada.

—Bueno, ahora que tenemos un acuerdo—introdujo las llaves y las giro prendiendo el automóvil—Vámonos, nos queda un largo camino que recorrer.

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