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Regresar a la sala de espera del hospital en el que estuvo mi padre, no es como esperaba solucionar las cosas. Y mucho menos tener el alma en la boca pensando, esperando, ansiando noticias de Rick.

Un gruñido de dolor salió de entre mis dientes. Había llegado a la cutícula de mis uñas, hacía años que había dejado de comermelas para reflejar mi estrés. Y ahora, nuevamente, sangraban mis dedos por haber mordido de más.

Sacas lo peor de mi, Rick

El repiquetear de unos tacones me hace alzar la mirada caída que tengo. Enfrente mío se ha acercado una mujer en bata, la misma que no me permitía ver a mi padre la otra vez.

-¿Tú de nuevo?

Pregunta alzando una ceja, confundida y algo irritada. Me quedo en silencio y espero a que diga algo más. La verdad no tengo ganas de enfrentar a esta mujer, mucho menos pensar en discutir y que me beten del hospital por desplumar a esta arpía.

-¿Acaso traeras contigo a todos tus seres queridos y estarán al borde de la muerte?

Siento palpitar una vena en mi frente y yugular, reflejo de aguantar y tragarme la rabia. La asesino con mi mirada y eso parece darle alto a su maldito comportamiento.

Carraspea para decir,-Esta estable, la bala quedó a escasos milímetros de dar con su columna.

El aliento parece regresarme a los pulmones y siento que, puedo respirar tranquila, lento y seguro.

-¿Ya han sacado la bala?

-No, está programado para que mañana a primera hora entre a quirófano.

Sin mas que decir se ve, dejándome solo con el insesante quejido de sus tacones de aguja contra el suelo. Y a mi parecer, es como si fuera el sonido de un ángel alejadose después de darle una noticia a un mortal, una noticia que podría considerarse un milagro.

Un ángel con mal carácter, lengua afilada y vestido corto con ligeros debajo

-Se me estaba olvidando,-dice ya lejos de mi, casi a la vuelta de la esquina,-puedes pasar a verlo, habitación 34.

Y se va, dejándome con una sensación en la punta de los pies, mis dedos hormigueando. Tomo mis cosas y corro a el elevador. Si llego a mi destino, me detengo frente a la puerta. Dudando de lo que pasará dentro.

Será igual de terco que siempre

Tocó y escucho un 'pase'.

Me adentro con lentitud, él está ahí, reposando en esa camilla, parece estar todo bien. Cómo si estuviera entrando en su habitación de casa a visitarlo después de que agarrara una gripe inofensiva.

Sigo profundizando mi cuerpo en esas 4 paredes, me enfoca en todo momento. Me recorre de pies a cabeza, traigo puesto un pantalón de cuero ajustado, blusa de tirantes y encima una camisa de cuadros azules, abierta tipo chica mala pero buena onda.

-No importa que te pongas, con todo te ves preciosa.

Su alago provoca que un rubor traicionero suba a mi cara.

-Ni aún estando casi al borde de la muerte, dejas de elogiarme.

-Es porque tengo que decir la verdad.

-¿Qué sucederá con la carrera de bloody aley?-Pregunto, logrando con ello borrar su tenue sonrisa, ahora sólo veo su semblante serio.

-Le diré a Frist que posponga mi participación, por lo que sé, no tiene prisa en ganar el renombre que le quite cuando deje de ser su competidor.

-Entiendo,-comienzo a buscar mi celular y se lo tiendo.

El asiente en agradecimiento, lo descuelga y comienza a marcar el número del tuerto que lo más seguro, es que se sabe de memoria.

Se lleva el aparato al oído, espera uno, dos y a el tercer timbreo toma la llamada.

-Soy yo,-guarda silencio después de eso,-ya sé que ya debería estar ahí, sabes perfectamente que soy una persona muy puntual y responsable con mis compromisos, no como otra persona que no estoy viendo pero si escuchando.

Dejo de hablar y parece que logré escuchar una exclamación de cansancio salir del auricular de mi teléfono, proveniente del tuerto Frist.

-Asi es,-la expresión de cansancio y irritación deja las facciones de Rick, sus gestos son reemplazadas por unas serías y algo tristes,-estare bien, ¿Puedes posponer tu regreso a las carreras?

Otro silencio, sus córneas giran y se mueven por toda la habitación, hasta algunas veces depara en mi.

-Me dijiste que tenías tiempo...

Parece ser que Frist corta su reclamo.

-¿No puedes conseguir a otro corredor?

Casi escucho como le hace callar con un grito que, podría hacer que una sala entera guarde silenció de la exaltación, como si se dejará oír la inminente razgadura de una cachetada.

Me mira por debajo de su flequillo y, es cuando veo una idea abordar sus iris, pero parece retractarse y descartar esa idea.

-Lo lamento pero, no. Adiós.

Y corta la llamada. Me depara un instante y pregunta '¿qué paso?'. Abro y cierro la boca al intuir la idea que quizás tuvo.

-Hace un momento me miraste como si fuera una solución,-digo algo por lo bajo de una habladuría normal, no estoy segura de lo que voy a decir,-si no te conociera o creo que, si te conociera aún más, podría asegurar que me viste y pensaste en mi para, que, yo fuera la que corriera envés de ti.

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