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—Ya veras que te gusta, pruebalo,—le insistí con ese tono de voz juguetón que uso ya cómo de costumbre.
Me acerqué más logrando que mis piernas quedarán encima de las suyas. Sin demostrar que mi gesto que dejaba muy cerca su amiguito de mi entrada, supo manejar sus emociones dejando reposar sus manos en mis muslos desnudos.
Me gustaba eso de Rick, cuando quería demostraba lo que sentía, y ciertas veces sabía controlar sus emociones, una persona que sabe controlar la lujuria, irá y demás emociones que desembocan en desastre son buenas evitando heridas que le pueden provocar a gente que aman. Ya que no dejan que los sentimientos les nublen la razón.
Aparte me gusta saber que tengo que esforzarme más para tenerlo en mi dominio
—Tiene muchísimos colores que no lo hacen ver apetecible,—en sus labios se asomo una mueca de asco y con ello sus braquets a un lado de su cara.
—Solo una cucharada después de eso no te pedirá que pruebes más aunque, me dirás que quieres más cuando veas que es adictivo y delicioso,—acerca la cuchara blanca de plástico llena de mi antojo favorito a sus labios.
La miro volviendo a hacer esa mueca, y en sus ojos apareció un brillo de repulsión, para luego relajar sus mejillas y dejar de hacer ese gesto de disgusto, logrando ver un rostro con expresiones que reflejaban la clara redención y ternura en su linda cara.
—Solo una...—Anunció abriendo su boca lo suficientemente grande para que me dejara darle de comer de mi TostiLoco Jumbo.
Torció los labios como cuando comes un limón muy amargo, tallo con sus dedos los lados de su cara dónde se encuentran las mejillas.
—Es muy ácido, tanto que se me entumecieron las mejillas.
—¿Pero esta bueno no?—. Pregunte siendo algo insistente.
—Si, esta rico pero es muy muy, excesivamente ácido y picosito, es como para tomar cerveza, acompañaría genial al alcohol esa cosa,—señaló mi pote de TostiLoco mientras movía la mandíbula para desentumir su boca.
—¿Cómo sabes que lo salado, ácido y picante se llevan con el alcohol?—. Pregunte queriendo indagar un poco mas en su pasado.
—Existen las micheladas sabes,—me miró divertido dándome a entender que sabía perfectamente que quería saber más de él.— Aparte cabe aclarar que no soy un niño, soy un hombre de más de 20, he salido de fiesta debes en cuando y mi madre tiene ese vicio.
Por un momento creí que mostraría una señal de arrepentimiento por haber hablado de más, pero no, el tema de una seria alcoholizacion de parte de su madre no era un tema delicado o algo que debiera ver a quien le contaba. Supongo que todos sus amigos y conocidos lo han de saber.
—¿Hablas de madre de forma tan trivial con cualquier amigo tuyo?—. Pregunte sin darme cuenta ni tiempo de retener mis pensamientos en voz alta, disimule que quería ese comentarío solo para mi.
—Tarde o temprano le vas a conocer su segunda cara,—se encogió de hombros siendo evasivo y en sus iris se reflejo un brillo gélido y crudo. Como el de una persona que acaba de encontrar a su novia en la cama de su mejor amigo.
Vale tal vez no necesariamente eso representa ese brillo frío exactamente el de sus ojos, pero si el de alguien que mira con decepción a alguien
—¿Y?
Mire su moto esperando que me contará como la usaba si es que no era un transporte, y me contará la historia de ese vehículo de dos ruedas.
—Ella, se llama Reyz, era mi moto de carreras y trucos,—siguió enfocando el transporte como si en su mente transcurrieran muchos recuerdos.
—¿Porque lo dejaste?—. Indague esperando lograr que me abra su corazón ya que si me preguntaba le diría todo lo que quisiera saber de mi.
Una verdad por una verdad
—Porque mate a un amigo por vivir al máximo y desesperación.
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