vi.

Peter se alejó de Brad en el segundo en que Quentin terminó de hablar y, al mismo tiempo, se detuvo junto a él, rodeándole los hombros con un brazo y sonriéndole como si no le hubieran visto apenas el día anterior en Praga. Peter se olvidó por un segundo de la presencia de su compañero de clase, permitiéndose disfrutar del trato de Beck, que con cálidos gestos, le obligaba a devolverle la sonrisa sin siquiera pensárselo. Quentin rió por su reacción y le revolvió con una mano los cabellos, dejándoselos tiernamente alborotados.

Brad enmudeció y se sintió sumamente incómodo por la situación que tenía en frente. Él esperaba encontrarse con un hombre cuyo único atributo fuera su acento británico y su auto carísimo del otro lado de la puerta, espantarlo alegando lo viejo, horrible y obeso que era, decirle en voz alta a Peter que no valía la pena acostarse con alguien tan asqueroso y, cuando el otro se fuera refunfuñando muy enfadado, ganarse a Peter por otra noche. Pero ahí, delante de él se encontraba tal hombre alto, guapo y elegante, además de que parecía tener más química con Peter de lo que él nunca había tenido con nadie.

—¿Qué pasa? —preguntó Beck al ver que ninguno de los dos estudiantes se movía siquiera, pues no sabían cómo reaccionar a ese cambio de planes express e intentaban elaborar una estrategia diferente ya sea para escapar (Peter) o para detenerlos (Brad). Quentin no tenía ni la más mínima idea de lo que se traían, pero no le dio importancia, asintiendo con una sonrisa por educación en la dirección de Brad en forma de un "hola y adiós, amigo desconocido de Peter" y se volteó con la intención de irse, sosteniendo a Peter del brazo con una mano—. Vamos, que estacioné en segunda fila —admitió con falsa culpa, riéndose bajito.

Peter se dejó arrastrar sin mirar atrás, rogando que Brad no interviniera. Pero Brad, con la primera idiotez que le llegó a la mente y siguiéndolos hasta afuera ignoró el nudo en su garganta cuando miró el auto deportivo de aquel hombre y la cara sorprendida de Peter cuando se dirigía al asiento del copiloto, hizo su mejor intento de evitar lo inevitable gritando—: ¡Oye, usa condón!

La mano de Peter viajó tan rápidamente de la puerta del auto hasta su frente que incluso sonó el golpe. Quentin miró a Brad con una ceja levantada y luego miró a Peter que se cubría el sonrojo de la vergüenza con una mano para con la otra abrir el auto rápidamente y subirse al siguiente segundo. Beck rió y le echó una última mirada burlona a Brad antes de hacer lo mismo que Peter.

Ya dentro, Beck bajó todo el volumen de la radio sumergiendo el ambiente en un incomodísimo silencio y miró a Peter doblado hacia delante y cubriéndose la cara ahora con ambas manos—. ¿Qué ha sido eso del condón?

—No quiero hablar de eso —dijo Peter en la misma posición. Quentin no se aguantó una risita y arrancó haciendo rugir el motor de su Jaguar no sin antes bajar la ventana y enseñarle a Brad su dedo medio.

~

Beck no mintió acerca de las limonadas de ese lugar. Aunque Peter no se sentía del todo cómodo con la exquisita distinción del bar en su hotel o fuera un gran fan especialmente de las limonadas, lo disfrutaba. Además que se había convertido en un tipo de broma local entre ellos dos; Quentin ordenando un vaso de licor con hielo viéndose de lo más elegante cuando con gracia los revolvía lento, mientras Peter se encorvaba sobre la mesa para alcanzar la pajita de su limonada.

—¿Cuándo regresas a Nueva York? —preguntó Beck después de soltar un suspiro e inclinarse sobre la mesa también, cerca de Peter.

—Pasado mañana —respondió él sin apartar los ojos o su boca del popote. Beck lo miraba con curiosidad, poniendo atención en cómo tenía esa maña de morder el plástico y después aplastarlo con los dedos del lado contrario para así formar un pequeño cuadrado en el extremo. Peter se dio cuenta de que estaba siendo observado y se interrumpió para hacer lo mismo. Mirándose a los ojos por varios segundos se quedaron pensando e intercambiando sonrisitas en el ahora cómodo silencio entre ellos. Peter se removió sobre su asiento cortando el contacto visual y Beck hizo lo mismo soltando una risita, Peter lo miró de nuevo como si estuviera perdiéndose de algo, risueño también al ver al otro tan divertido.

—¿Qué le dijiste a tu amigo que venías a hacer conmigo?

Peter enrojeció como tomate en su punto y su sonrisa desapareció en un santiamén. Beck intentó acallar su risa al darse cuenta que el tema ponía nervioso a Peter, pero sus gestos de colegiala enamorada en apuros lo hacían reír no en forma de burla, sino de felicidad. Algo en verlo así le causaba mucha ternura y simplemente no podía dejar de sonreírle en respuesta.

—¡Es una larga, tonta y muy rara historia! —exclamó fuerte, pero su rostro seguía cubierto con sus manos, así que el sonido se escuchó amortiguado. Beck admiraba con deslumbramiento en toda la cara cómo a pesar de que el chico fuera tan maduro y fuerte para unas cosas, había otras que dejaban salir su lado inexperto e infantil—. ¡Él no dejaba de seguirme y luego estaban estos rumores sobre mi y no me lo podía quitar de encima entonces...! —recitó Peter como si se le fuera a acabar el tiempo, intentando explicar todo de una vez y en un instante. Quentin lo tranquilizó con gestos suaves con las manos y le sonreía amistosamente, indicándole que respirara y volviera a formular su frase, esta vez lento—: Ha habido rumores de que soy un... —se llevó la mano a la frente, evitando ver la reacción de Beck—... hombre de la vida galante. Y mis compañeros se lo creyeron.

Quentin intentaba no echarse a reír con todas sus fuerzas. Porque aunque el malentendido le parecía de lo más gracioso, quizá a Peter eso le avergonzaba y con razón.

—Bueno, ¿y...?

—¿¡Cómo que "y"?! —exclamó casi rozando lo ofendido—. ¡Creen que me vendo! Todo por andar desapareciéndome en las noches. ¿Sabes qué hacen los chicos de mi edad cuando hacen lo mismo que yo? Se prostituyen —dijo eso último susurrando. Quentin dudó de ese dato, pero dejó que Peter continuara sin decir nada—. Entonces, la noche que peleamos contra el último elemental, este chico, Brad, me había estado siguiendo —Beck asintió—. Y se puso insistente y no dejaban de gritarme por el auricular y, y... pues, le dije que los rumores eran ciertos.

—Ya veo.

—Desde ahí se ha puesto más molesto —siguió platicando, omitiendo por completo la parte en la que disfrutaba chupándole el pene como un desquiciado, claramente—. No deja de seguirme para todos lados y hoy me preguntó que si iba con un cliente y yo no supe cómo explicarle cómo te conocí así que simplemente le dije que sí —concluyó llevando sus labios de vuelta a la limonada—. Entonces él cree que tú y yo vamos a... bueno, tú sabes.

Beck rió y por segunda vez desde la noche anterior con Brad, Peter dejó de tomarse el asunto tan en serio, riendo también.

—Lo tomaré en cuenta —respondió Quentin, guiñándole un ojo.

Peter sonrió intentando con todas sus fuerzas no pensar en lo que creía que eso había significado, en no ilusionarse por gestos tan simples como ese. Pero era cierto que a veces esos detalles son lo único que se necesita para llevar sus insinuaciones a otro nivel, o en este caso, directamente hacerle saber lo que quería. Pero Peter no quería cagarla con Beck, así que si se atrevía a hacer algo al respecto sería cuando estuviera seguro de que él le correspondía la atracción. Y, para eso, se empezó a fijar más en busca de otra "pista" que le diera luz verde para actuar—: Quizá deberías darme unas cien libras, para que me crea.

Dijo Peter en tono de broma, y Quentin mordió el anzuelo—: Cien libras es muy poco por ti, te daré por lo menos quinientas. Y estarías siendo generoso conmigo.

—Solo porque eres guapo.

—¿Crees que soy guapo?

—Si hiciera descuentos basándome en eso, a ti te lo haría gratis —soltó Peter sin pensar y sonriendo, haciendo dudar a Quentin de que aquello se trataba otra vez de una simple broma. Pero en vez de detenerlo o decir otra cosa, Quentin continuó mirando el rostro risueño del atrevido adolescente frente a él correspondiendo su sonrisa. Se recargó en el asiento con los brazos y las piernas cruzadas, queriendo responder con lo que pensaba, pero sin atreverse.

—Peter...

Ese tono, que le rogaba a Peter detenerse ahí porque sabía que quería, pero que no debía. Ese mismo tono que usaron Tony y Steve cuando bien sabían que se morían por estar con él, pero que la ley, la edad, la moral decía esto o aquello. Ese tono que usaron todos con los que había estado para decirle inconscientemente que sabían que lo que estaban a punto de hacer estaba mal, pero no importaba. No importaba porque Peter, de entre ellos, era el que se disponía a romper esas barreras y mantener el secreto. Porque un encuentro así, era todo lo que pedía. Nadie se lo había negado, y esta no sería la primera vez.

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