Two.
Cuando volví a mi apartamento, dejé caer mi cansado y dolorido cuerpo sobre la cama. Miré durante un buen rato el techo, recordando y deleitando cada uno de los recuerdos que surcaban mi mente sobre aquellos chicos tan peculiares de esta tarde. Sobre todo captó mi atención aquel muchacho de ojos y pelo azules, tez blanca y pálida y con un uniforme escolar negro.
-Ruki, eh...- Susurré, mientras oía caer la suave llovizna comenzando a rugir.
Pensé en que mañana me tocaba el turno de las 7:00 a.m, así que con todo mi pesar y tristeza, me puse el pijama, cené y caí en un profundo sueño para poder madrugar decentemente.
Cuando los rayos de sol profundizaron en la oscuridad de mi habitación, sonó la alarma, tan desagradable e inminente como siempre. Somnolienta, avancé hasta la cocina, para preparar un super desayuno incluyendo todo lo necesario con el fin de empezar correctamente el día. Después de alimentar mi desesperado estómago, me vestí con el uniforme y salí hasta la cafetería/biblioteca.
Ya allí, un joven esperaba impaciente en la puerta del local, indeciso y pensativo. Conforme la silueta se me hacía más nítida, me iba dando cuenta de quién era: Ruki. La verdad, no me esperaba esta sorpresa mañanera.
-¿No entra?- Pregunté, abriéndole la puerta.
Se quedó inmóvil por unos instantes, con los ojos como platos. Luego, se rió nerviosamente, mientras rascaba su nuca de manera tímida y con recelo.
-No la había visto llegar...- Contestó, al fin.- Es que estaba esperando a alguien, pero creo que no va a llegar...
-Vaya, lo siento... Aunque, por favor, no se quede ahí con el frío. Al menos pase para que le ceda una taza de café caliente, sin azúcar, por supuesto.- Propuse, con una sonrisa de oreja a oreja.
Un pequeño brillo de ilusión pasó por sus profundos e hipnotizantes ojos. Confirmó mi idea y se instaló en la misma mesa de ayer, como si le diera recuerdos nostálgicos.
-Entonces... ¿Una buena taza de café, y sin azúcar?- Le dije, entusiasmada.
-Si es tan amable...- Contestó, sereno y receptivo.
Desde ese momento, Ruki comenzó a tomar algo en el local todos los días, como si de una rutina se tratara. Algunas veces eran solo libros, otras comida o bebida, incluso en una ocasión pidió únicamente agua y se quedó allí, mirando cómo trabajaba. Sin embargo, me adapté a su presencia y se me hacía cómoda y especial. Además, siempre dejaba propina y exigía que yo fuera quien exclusivamente le atendiera en el servicio.
Pasó semana tras semana, dándolo todo para poder adquirir un sueldo estable con el que ganarme la vida. Al final, pude reunir los suficientes ahorros como para retomar mis abandonados estudios. El caso era que no sabía en qué escuela matricularme, todas tenían buenas referencias y no había nadie que me aconsejara.
Esta vez, Ruki había solicitado un té negro con vainilla y canela, y cuando me dispuse a dejarlo sobre su mesa, me miró detenidamente y me agarró la mano.
-¿Te pasa algo? Últimamente estás más distraída.- Comentó examinando cada ápice de mi ser.
-Es sobre los estudios, nada importante. Si deseas saber el tema profundamente, espérame a la salida.- Respondí, dando a entender el jaleo de pedidos que hoy teníamos en cocina, y que no podía pararme a hablar como si nada. Él comprendió la situación, y, sin decir ni una palabra más, soltó mi muñeca.
Tal y como le pedí, esperó pacientemente un rato hasta que me acompañó a la puerta del establecimiento, a punto de cerrar.
-¿Y bien?- Preguntó.
-Verás... Ya tengo el suficiente dinero como para matricularme en un instituto, pero no sé en cuál sería más conveniente hacerlo.-Confesé, pensativa.- ¿Tendrías una idea de a cuál podría recurrir?
-Al mío, por supuesto.
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