Six.

Desperté débilmente gracias a los rayos de sol que traspasaban las cortinas blancas de lo que ahora era "mi nueva habitación". Dirigí una rápida vista por la estancia, mientras me incorporaba, pero un brazo me detuvo e hizo que, inevitablemente, volviera a caer sobre el cómodo y esponjoso colchón.

-¿A dónde crees que vas?- Dijo una voz serena y calmada. Era Ruki.

Me limité a mirarle con desprecio como consecuencia de sus anteriores actos. No lo olvidaré fácilmente, así que espero que sea paciente.

-¿No piensas responder?- Preguntó, de nuevo, como si nunca me hubieran enseñado algo de educación.

-Ni se te ocurra tacharme y juzgarme de maleducada, Ruki, porque tengo una buena razón para no dirigirte la palabra, y lo sabes.- Respondí, con una mirada desafiante.

-Entonces te entristecerá saber que no me arrepiento un ápice de mis movimientos.

-La verdad es que me da igual. Pienso irme de aquí en cuanto recupere del todo las fuerzas, y ni tú ni tus hermanos podréis detenerme.

-Siento contradecir esa explicación, pero tu estancia en esta mansión se prolongará más de lo que esperas. Además... "Ni se te ocurra tacharme y juzgarme de débil", (T/n). Soy un vampiro, un demonio escondido tras este cuerpo de apariencia humana. Un paso en falso y tu vida será llevada por los gritos de dolor y sufrimiento que saldrán de tu pequeña y bonita boca.

Su comentario me hizo estremecer. ¿Sería capaz de matarme? El Ruki que acababa de conocer era difícil de asimilar, sinceramente. No sonreía, gesticulaba ni mostraba algún atisbo de sentimientos. 

-¿Callada tan pronto? Ciertamente necesitas solo un par de comentarios para cerrarte el pico. Aunque mejor así, no tengo tiempo para tonterías, dame tu sangre.

-¿Perdón? ¿En serio piensas que voy a entregarte mi sangre por la cara?

-En realidad, no te estaba dando opción a elegir, (T/n).

Cuando se abalanzó sobre mí para morder mi ya marcado cuello, alguien interrumpió la acción, deteniendo con una mano a Ruki.

-Sé que tienes sed, pero si bebes ahora su sangre la acabarás matando. ¿Es eso lo que quieres?- Cuestionó con cierta arrogancia y superficialidad una voz masculina y madura.

-Yo... Lo siento...

El joven de pelo azul se apartó lentamente, como si le hubieran encomendado algo con un control a distancia. Luego, alcé la vista para ver quién era la persona de aquellas palabras las cuales agradecía con toda mi alma. Pude observar entonces a un hombre alto, de cabello y tez blancos, ojos ambarinos y ropaje elegante. Por la apariencia, se podía deducir que era alguien de gran estatus.

-Bienvenida, querida.- Dijo, curvando sus labios en una enigmática y extraña sonrisa.

-¿Quién eres?- Pregunté.

-Me llamo Karl Heinz. 

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