V. Más allá de lo evidente

En pleno día sombrío, se alzaba una nevada intensa como un manto blancuzco que descendía del cielo plomizo y se posaba sobre la hierba opaca. Los copos de nieve eran densos y pesados, como si del cielo cayesen almas o los seres divinos llorasen la ausencia de salvación.

Un pájaro de plumaje azabache con alas que cortaban el aire gélido surcaba el cielo monocromo. El mensajero de secretos y susurros, sobrevolaba el bosque, esquivando las copas de los árboles con entretenimiento y aleteando para llegar a su destino. Descendió cuando el bosque de pinos llegó a su fin, una llanura cubierta de nieve fue lo único en kilómetros.

Hasta que, de la mismísima nada, algo lo atrapó. El pájaro chilló, pero al segundo siguiente su cuello crujió.

Unos dedos enguantados de cuero negro tomaron el mensaje enrollado en su pata, seguido de botas negras que dejaron un rastro de sangre en la nieve.

En el interior de las ruinas de un castillo gótico, un grupo de brujos y brujas se hallaban reunidos alrededor de una mesa. Edana, que vestía de un elegante vestido negro y un chaleco de plumas negras, se llevó la mano al puente de la nariz.

—Es un desastre —dijo ella, levantando la mirada a todos—. Todo es un desastre. Los Ruiseñores intervienen nuestras rutas de comida ahora que las cosechas no pueden ser saqueadas por el invierno... —dijo frustrada—. La ciudad está más alerta que nunca. Primero desaparecen nuestros pergaminos. Ahora esto; la última vez por poco nos atrapan por intentar robar las reservas de los Ruiseñores en los silos porque esos malditos se nos adelantaron. ¿Qué sigue? —Bufó—. ¿Ya sabemos quiénes son?

Antes de que alguno pudiera responder, la puerta de la sala de reuniones se abrió, dejando ver a un TaeHyung imponente vestido de negro, con una gabardina larga de plumas de cuervo. Todos se pusieron de pie, excepto Edana, que lo observó fijamente y dijo:

—Hermano.

TaeHyung se abrió paso en la sala y deslizó el pergamino por la mesa con elegancia hasta que llegó a las manos de su hermana. El alfa brujo se sentó en la silla libre y tiró el pájaro muerto sobre la mesa, luego se limpió las manos con las comisuras abajo, impasible.

—¿Qué es esto, TaeHyung?

—Lo que te aqueja.

Edana, curiosa, abrió el pergamino y leyó atentamente, moviendo los ojos por las línea con rapidez.

«¿Lo concretaste? ¿Cumpliste con la misión? Los demás comienzan a desconfiar de tus lealtades, MinGyu, están presionando. Es mejor que te apresures o estarás en problemas.

—E.»

—Tal parece que ese tal MinGyu está relacionado con el grupo que ha estado hostigándonos a todos —dijo TaeHyung, jugando con los anillos en sus dedos.

—Debemos tener acceso a lo que sabe. Debemos saber quiénes son y qué planean —comentó otro brujo.

—Y da la casualidad que uno de los Ruiseñores nos ha estado investigando... Un De'Ath —añadió TaeHyung.

Edana suspiró y se masajeó la sien. Miró a su hermano menor.

—¿Qué sugieres, TaeHyung?

—Déjamelo a mí.

—¿Y cómo planeas llegar a MinGyu? —indagó Edana.

TaeHyung solo sonrió.

—¿Qué es esto, TaeHyung?

Las velas chipearon y algunos papeles del desordenado escritorio cayeron al suelo. JungKook intercaló la mirada alterada entre el alfa junto a la entrada y la libreta particular en su mano.

—¿Qué es esto? —Volvió a preguntar, más brusco, leyendo a regañadientes el contenido de la libreta—. "JungKook es tremendamente paranoico, observa a su alrededor con sospecha cada vez que se rodea de más personas; no parece descansar adecuadamente y está delgado a un nivel casi enfermizo". "Su hijo parece vivir alejado de la realidad, como si el terror del mundo exterior y las muertes que ocurren a diario en los callejones de la ciudad, simplemente, no existieran". "¿El padre del niño?". "¿Morgue en su sótano?". —Alzó la mirada, con el rostro rojo de enfado y la voz pintada de indignación—. ¿Qué mierda?

—JungKook...

—¿Para esto te has acercado a nosotros? ¿Para documentar nuestras vidas? ¿Para documentar la gran desgracia de la familia De'Ath?

TaeHyung entró a la habitación, estoico y regio.

—Lo puedo explicar.

JungKook tiró la libreta y los papeles sobre la mesa.

—¡¿Qué vas a explicar?! —vociferó el omega—. ¿Qué eres justo el tipo de mentiroso que ha rondado nuestras vidas desde hace años? ¿Qué eres un interesado? Debí saberlo, debí- ¿Has estado con nosotros para algún tipo de estudio? No entiendo, TaeHyung —masculló con voz entrecortada de la conmoción—. Fue por esto que te acostaste conmigo, ¿cierto? Querías acercarte a mí. No sé- No sé qué pude haber hecho para que me hagas esto.

—Las cosas no son como piensas...

—¡¿Por qué tienes esto, TaeHyung?!

JungKook respiró apresurado, rodeó la mesa y le dio dos empujones, mas TaeHyung no se inmutó para algo más que estabilizarse.

—¡¿Todo fue un teatro?! Cuando te disculpaste en la mascarada- ¡¿Algo de lo que has dicho ha sido sincero?!

TaeHyung le tomó las muñecas y, serio e impasible, lo contuvo.

—¿Ya puedo hablar?

JungKook gruñó.

—¡No quiero escucharte! ¡Eres un enfermo! ¡Un maldito! ¡¿Cómo te atreves?!

—Solo quiero intentar ayudarle —intervino TaeHyung, consiguiendo que JungKook menguara sus intentos de golpearlo por la confusión—. Me enteré de lo pasó con su familia por medio de rumores de los Ruiseñores, son ellos los que hablan así de usted. Yo solo quiero demostrar que se equivocan.

—¿Q-Que?

TaeHyung liberó a JungKook de su agarre cuando el omega fue calmado su respiración. Las cejas de JungKook estaban fruncidas de confusión y duda. TaeHyung continuó, desplazando su tacto muy cerca de la cintura de JungKook.

—Admito que fue malo no habérselo dicho, pero todavía no confiaba en usted como ahora lo hago —murmuró, dando un paso a él—. ¿Acaso tiene a alguien más en quién confiar? —susurró, ladeando la cabeza. JungKook boqueó, dando un paso torpe hacia atrás mientras se acercaba, lento—. Recuerde lo que hice por su hijo, lo que hice por usted. —Dijo, poco a poco acorralándolo contra una mesa—. ¿Por qué desconfía de mí cuando he hecho tanto por usted?

JungKook parpadeó, perdiendo el foco de la situación. Las velas menguaron su fluctuación errática lentamente.

Es usted un enigma fascinante, señor De'Ath.

JungKook jadeó, desorientado y desarmado ahora que había escuchado esas palabras. Nunca le habían dicho algo como eso.

Para cuando reaccionó, TaeHyung había abandonado el despacho y JungKook se llevó una mano al pecho con la boca seca, no sabiendo lo que acababa de pasar.

Horas más tarde, JungKook veía a BooHyun dormir plácidamente en la habitación de huéspedes que compartían, cuestionándose con una presión en el pecho qué estaba pensando y qué estaba a punto de hacer. Inhaló y exhaló, apretando los puños sobre sus rodillas. Se puso de pie una vez se aseguró que BooHyun estaba dormido, salió de la habitación y, sin darle vueltas en la cabeza, se dirigió hacia la de TaeHyung.

Al entrar, el alfa estaba de espaldas y de pie junto a la cama, vistiendo solo un pantalón largo y ligero de seda negra, preparándose para dormir. No había cicatrices en ella, simplemente... habían desaparecido.

Sus miradas conectaron momentos después, cuando TaeHyung se percató de su presencia, y se dio la vuelta. JungKook tomó aire y dio un paso dentro, cerrando la puerta con lentitud a sus espaldas.

TaeHyung lo siguió con la mirada con una ceja ligeramente alzada en curiosidad, pero con ojos profundos. JungKook se acercó a él a paso lento y algo dubitativo, con solo una bata negra cubriendo su delgada figura.

—No sé qué estás haciendo. No sé por qué escribes sobre nosotros. No sé por qué, pero... —Su voz se entrecortó.

—Sh... —siseó TaeHyung, acercándose a él—. Está bien.

—No sé si puedo confiar en ti —susurró JungKook, pero se halló asfixiado por la cercanía y no pudo romperla.

Sus labios se encontraron con desesperación. JungKook se aferró a TaeHyung de la piel caliente, sin contenerse, sin importarle nada más que esa presión en su pecho que lo orillaba a aquello. TaeHyung paseó sus manos por su cuerpo, comiéndolo con hambre, compartiendo caricias con sus lenguas y ahogándose en la boca del otro. TaeHyung se dejó caer sentado en el borde de la cama y JungKook se subió sobre él rápidamente, jadeando al momento que el alfa los sostuvo de la espalda baja y le subió la tela de los muslos mientras acariciaba su piel pálida.

TaeHyung llevó una mano a desatar la bata de JungKook mientras el omega jugaba con sus mechones oscuros y le acariciaba la nuca. Pero JungKook se detuvo entonces y se tensó, cortando con el beso y llevando las manos frías rápidamente a la de TaeHyung para detenerlo. Confundido, TaeHyung lo observó, topándose con el rostro apesadumbrado y las cejas arqueadas del omega apenado sobre él, que también tenía los hombros encogidos y la espalda rígida.

Supo inmediatamente de qué se trataba. Acarició la mejilla ajena con la mano libre y besó sus labios, no fuerte, tampoco húmedo, lo besó suave, haciéndolo suspirar. Lo acarició por todos los lados accesibles encima de la bata, lento y sin inhibición, mas tampoco fue brusco y JungKook poco a poco relajó su postura.

Esa vez, TaeHyung fue quien cortó el beso para verlo a los ojos y volver a llevar la mano al nudo de la bata, pidiendo permiso con la mirada. JungKook inhaló y exhaló entrecortado y alejó sus manos.

Entonces, TaeHyung la desató, develando el cuerpo ajeno, lleno de moratones violáceo y verdoso que marcaban su piel pálida y eran la consecuencia de aquella horrible tortura. Sin embargo, no mostró impresión, mucho menos repulsión. TaeHyung inmiscuyó su mano cálida al torso ajeno y lo acarició desde sus costillas marcadas hasta la hendidura de la cintura y más allá, donde el hueso de su cadera se marcaba un poco y sus muslos algo rellenos aun en la delgadez empezaban.

JungKook, que tenía los ojos cerrados y las cejas arqueadas, exhalando por lo bajo por el tacto, acabó lanzándose a los labios del alfa en medio de la conmoción.

Los pantalones de TaeHyung acabaron cayendo por sus tobillos y entre movimientos desesperados, JungKook se deslizó lento sobre el miembro de TaeHyung hasta que lo tuvo dentro hasta la base. Ambos gimieron sobre la boca del otro y no tardaron en moverse al compás, ansiosos, de alguna forma familiarizados con el otro. JungKook entre gemidos gangosos, introdujo sus falanges en los mechones de TaeHyung y se aferró a él cuando comenzó a subir y bajar, acompañado de las manos grandes ajenas que sostenían su cintura y lo impulsaban a moverse más rápido y más profundo, y aquellos labios babosos clavados en su cuello blanco.

TaeHyung apretó la carne de la espalda y glúteos de JungKook por debajo de la bata, que ya caía por uno de los hombros ajenos, abierta para su vista. Bajó sus besos hasta sus clavículas marcadas y lo hizo arquearse para capturar entre sus labios uno de los pezones de JungKook, que gimió entrecortado, conteniendo su volumen. JungKook rodó los ojos, llevando sus manos a las mejillas del alfa cuando este mordisqueó y lo impulsó a moverse más rápido.

Hasta que, después de varias estocadas desordenadas, ambos llegaron al clímax y se corrieron en el otro. TaeHyung lo mantuvo firme contra su pelvis y JungKook se arqueó, virando los ojos al techo donde la luz del candelabro titiló el tiempo que ambos contuvieron el aliento.

JungKook cayó desplomado sobre el hombro de TaeHyung, que colocó sus dos manos en su espalda para sostenerlo y también recuperar la respiración. JungKook recostó su mejilla en el hombro de TaeHyung y cerró los ojos, incrustándole la nariz en el cuello. TaeHyung acarició —apenas con las yemas de sus dedos— los muslos de JungKook, con un costado del rostro apegado al cabello enrulado y desordenado ajeno.

Sus respiraciones agitadas fueron menguando poco a poco. TaeHyung lo sacó de encima con cuidado y lo dejó sentado en la cama, por la que JungKook pronto se arrastró hasta meterse dentro de las sábanas. TaeHyung se levantó y fue a la cómoda más cercan para servir dos copas de vino y volver a la cama. JungKook tomó la suya con gusto y le dio un pequeño sorbo, observando a través de sus pestañas como el alfa se abría pasado en la cama junto a él.

JungKook se arrimó a él y TaeHyung pasó su brazo por sobre los hombros de JungKook, dejándolo recostarse un poco en él. No dijeron nada por un rato, solo degustaron el vino en silencio y en contacto.

—¿Ha pensado en mudarse a otra ciudad con BooHyun? —preguntó TaeHyung, dándole un sorbo a su vino mientras lo observaba de reojo.

JungKook negó con la cabeza.

—Todo lo que tengo está aquí —respondió él, encogiéndose un poco—. Incluso los... Ruiseñores.

TaeHyung frunció el ceño, confundido.

—¿A pesar de todo lo que le hicieron? ¿Cuál es su motivación para estar con ellos cuando se han portado tan mal con usted?

JungKook torció la boca.

—No es por ellos. Es decir, creo que ser Ruiseñores significa algo. Más allá de las personas. Es una doctrina de aprendizaje y descubrimiento. Ser un Ruiseñores significa ser perseverante, luchar contra lo que está mal y descubrir aquello que desconocemos. Quiero aprender más de este mundo que hasta día de hoy no es más que un misterio para mí. Quiero entender por qué ocurren cosas como estas. Quiero... honrar el legado de mi padre, aunque su orgullo jamás recayó en mí.

—¿Su padre no se sentía orgulloso de usted?

JungKook arrugó un poco la barbilla por la incomodidad que le generaba el tema.

—Digamos que los Ruiseñores no eran los únicos que pensaban esas cosas de mí. Pero... Yo solo quería que mi padre pusiera su atención en mí, poder demostrarle que sí podía tener éxito. Pero por mucho que me esforzara en mis estudios o en mi trabajo, no podía conseguir que estuviera orgulloso. Es por eso que intenté hacerlo por otros medios, por eso siempre había un alfa- —Se cortó a sí mismo y se encogió, sintiendo sus ojos aguarse solo un poco porque lo que menos quería era que, si seguía contando, ese alfa junto a él se alejara, justo como los demás. Le aterraba.

TaeHyung le dio un pequeño beso en cerca del ojo para calmarlo que lo tomó desprevenido y, en un parpadeo, el malestar en su pecho desapareció, aunque su expresión de incertidumbre creció, arqueando las cejas.

—No necesita demostrarle que es capaz a nadie. Solo basta con que se de cuenta de la admiración con la que su hijo lo mira, eso debe ser lo único que importe.

JungKook sintió sus ojos escocer.

—Sí, ¿cierto? —susurró con voz suave.

—Por supuesto. Usted es JungKook De'Ath, parte de la Orden de los Ruiseñores, padre de BooHyun De'Ath —recitó TaeHyung con voz más fina imitando a BooHyun cuando apenas se conocían y el niño se presentó con orgullo.

JungKook rio suavemente y dejó la copa de vino en la mesa auxiliar junto a la cama, para volver a recostarse en el hombro de TaeHyung y suspirar. El silencio volvió a cubrirlos y su mente viajó a lo que había pasado en el ayuntamiento, pues todavía podía sentir las secuelas de aquella tortura en sus huesos y la impotencia de que BooHyun saliera lastimado.

Fue entonces cuando abrió los ojos de más y alzó las cejas.

—Debemos demostrar nuestra inocencia —dijo de repente y se enderezó parar mirar a TaeHyung, que lo observó con curiosidad—. Debemos recuperar esos artefactos.

La mañana siguiente, tras desayunar y alistarse con maletas, JungKook salió de la casa de TaeHyung en compañía de BooHyun, a quien llevaba en brazos. Su destino era regresar a su antiguo hogar para recuperar todo lo esencial que pudieran. La casa estaba casi en ruinas, con el pórtico en pie, pero gran parte del techo superior roto y algunos agujeros en las paredes.

—¿Y ahora dónde vamos a vivir, papi? —preguntó BooHyun, observando a su alrededor con ojos grandes.

JungKook le acarició la espalda y se adentraron juntos al interior de la casa con cuidado.

—Buscaremos nuestras cosas, incluyendo tus juguetes favoritos, y nos quedaremos con el señor Edevane por un tiempo, mi amor, hasta que resolvamos algunos asuntos.

—¡Papi, entonces no hay escuela! —exclamó sorprendido y con los ojos iluminados.

JungKook puso cara de reprimenda.

—Puede que no haya escuela, pero continuaremos con las tareas en casa.

—Papi... —se quejó BooHyun, haciendo un puchero dramático.

La conversación tuvo fin ahí, aunque siguieron conversando de cosas triviales mientras juntaban las cosas indispensables y las metían en sus maletas. BooHyun empacó con cuidado sus peluches y juguetes preferidos en una pequeña maleta, mientras que JungKook empacó ropa y otros enseres.

Una vez estuvieron casi listos, bajaron a la cocina. JungKook sentó a BooHyun en las encimeras, junto a las maletas.

—Quédate aquí, mi amor, tengo que bajar a buscar algunas cosas del trabajo, ¿sí? —anunció JungKook, dándole un beso en la frente a BooHyun cuando el niño asintió, concentrándose a jugar con su peluche de conejo.

JungKook se abrió paso al sótano oscuro de su hogar, agradeciendo que la luz todavía funcionase. Rescató algunos pergaminos y notas de su padre, sus dibujos morfológicos y uno que otro libro importante. Con la maleta en mano, inhaló y exhaló, parado frente a los tres cadáveres que conservaba ahí, cubiertos por sábanas blancas.

Su padre, su madre y su hermana pequeña.

Apretó los labios, con el pecho apretado, y sin pensárselo mucho, dejó la maleta en el suelo.

Era momento de darles la despedida.

Distrajo a BooHyun en otra habitación estable y salió al patio, quitando los escombros que se habían acumulado sobre el incinerador de su patio. Luego volvió al sótano y comenzó a sacarlos con algo de dificultad.

Mientras los cuerpos ardían, uno por uno, JungKook solo podía recordar, con los ojos aguados y los puños apretados, cuando los encontró sin vida hace ya cuatro años.

MinGyu lo había vuelvo a hacer. Su alfa había vuelto a poner excusas mediocres que para desaparecer durante un tiempo. Ya era una costumbre. Sin embargo, esa noche fue la gota que colmó el vaso. Había pasado más de una semana desde la última vez que lo vio y JungKook había estado esperándolo con ansias para contarle que estaban esperando un bebé. Se había enterado hace unos días y no aguantaba el latir ansioso de su corazón; necesitaba validación, que le dijera que todo estaría bien. Pero su alfa no regresaba y JungKook se cansó de esperar por él. Decepcionado y con el corazón adolorido, JungKook decidió irse de la casa que compartían con sus pertenencias.

Buscando refugio, JungKook se dirigió a la casa de su familia, ubicada en una prestigiosa propiedad a las afueras de la ciudad. Preparado para recibir reprimendas de su madre y malas miradas de su padre, pero esperó recibir algo de cariño por parte de su pequeña hermana menor que había cumplido diez años hace una semana.

Pero lo que encontró ahí fue aberrante.

JungKook gritó horrorizado cuando vio a sus padres muertos en la entrada de la casa. Su madre yacía muerta con el vientre abultado y un rastro de sangre saliendo de entre sus piernas, en donde se hallaba un feto deforme sin vida atado a ella por el cordón umbilical. Su padre se encontraba descuartizado y empalado en estacas en la pared de la casa. Y su hermana... Su hermana se encontraba en el salón, sobre el sofá, con un olor pestilente saliendo de su cuerpo deformado por protuberancias enfermizas y su hermoso rostro deformado por obra de una monstruosa lepra repentina.

Salió corriendo fuera de la casa y vomitó en el jardín, con tanta fuerza que sintió su vientre doler y su espalda arquearse. Entonces sintió algo detrás de él y JungKook, agitado, con los ojos inyectados en sangre del horror, salió corriendo por el jardín con algo persiguiéndolo por el campo. Algo que no podía ver, pero sí sentir. Intentó huir, pero ese algo lo empujó hacia adelante y cayó sobre la grama, desmayándose al instante.

Para cuando despertó, los Ruiseñores ya habían llegado a la casa y lo atendían mientras se encargaban de sacar los cuerpos de su familia. Los altos mandos hablaban sobre los culpables desconocidos de aquella horrible masacre hecha por magia.

Una magia de la más oscura y horripilante.

JungKook zarandeó la cabeza para salir de sus horrorosos recuerdos cuando las llamas consumieron el cuerpo de su padre, fundiéndose en cenizas junto con su madre y hermana. Solo entonces, se permitió irse, con el recuerdo de ellos en su corazón.

BooHyun y él se fueron de aquella casa con sus maletas. Por suerte, la luz del sombrío sol iluminaba las calles todavía para entonces. Sin embargo, una sensación extraña bañaba el pecho de JungKook y lo obligó a voltear la cabeza en un callejón.

Entonces vio una sombra con forma de persona que lo observaba fijamente.

El corazón le salió desbocado y apresuró el paso con BooHyun en brazos, con la respiración acelerándosele con cada paso que daba.

Pero la misma sombra seguía apareciendo en cada callejón, irreconocible.

JungKook apegó a BooHyun a su pecho y casi trotó, sintiendo el pavor crecer. Avanzó y avanzó, tan al pendiente de aquella sombra que para cuando se dio cuenta, se hallaban dentro de las paredes de la casa de TaeHyung. A salvo.

Se asomó por las ventanas, pero no vio a nadie. Un suspiro de alivio se escapó de sus labios. Decidiendo ignorar lo que había pasado, fue a recostar a BooHyun, apagó la luz para dejarlo dormir su sienta y salió al pasillo.

Pero JungKook escuchó algo distorsionado, las luces parpadearon y, al girarse, la sombra se materializó frente a sus ojos.

JungKook abrió los ojos en grande y antes que pudiera moverse o gritar, la sombra lo tocó. Un dolor horrible atravesó su antebrazo, donde aquella criatura había posado su mano tan helada que quemaba. JungKook no pudo gritar, estaba paralizado, preso del dolor. La sombra mantuvo el agarre incluso cuando JungKook cayó sobre sus rodillas, sin fuerzas para sostenerse.

Pero, sin previo aviso, una se encendió al final del pasillo y TaeHyung apareció.

—¿JungKook?

Para entonces, la sombra había desaparecido.

JungKook pudo inhalar de nuevo y ocultó su brazo, observando al alfa con los ojos azorados.

—¿Está bien? —preguntó TaeHyung, queriendo acercarse.

—Sí, estoy bien, solo me tropecé —dijo con voz atropellada, poniéndose de pie como bien pudo, ignorando la confusión en los ojos de TaeHyung—. Voy a desempacar las maletas.

Y se fue lo más rápido que pudo.

Sin saber que el alfa había visto cómo el rastro de aquella sombra se desvaneció y se ocultó dentro de la boca y los ojos de JungKook.

Mientras su padre se encontraba encerrado una de las habitaciones para trabajar y el señor TaeHyung también trabajaba en su estudio, BooHyun exploraba la casa abrazando su peluche de conejo contra el pecho.

Sin embargo, en un momento del descuidado andar de sus piernas pequeñas y ojos curiosos, se dio cuenta que su peluche ya no estaba en sus manos. Confundido, se giró y lo vio recostado al otro lado de la habitación. Caminó a él y quiso recogerlo, pero el peluche escapó de entre sus manos y cuando se giró, estaba en el pasillo.

BooHyun trotó al peluche, pero este volvió a moverse cuando amagó tocarlo y apareció en el otro lado del pasillo. Rio por lo bajo y corrió esta vez, deteniéndose frente al peluche inerte que lo observaba desgarbado contra la pared.

Sonriendo, BooHyun estiró sus dedos para tocarlo apenas, pero cuando estuvo cerca, todo a su alrededor se volvió diferente.

El conejo, antes de color beige claro, adquirió un color verde fluorescente y se levantó de donde estaba y caminó alegre por el pasillo. BooHyun abrió los ojos en grande y rio, maravillado. Siguió al conejo entre pequeñas risas, quien lo esperaba en cada giro y habitación.

La atmósfera que rodeaba toda la casa era azul tenue. A su alrededor, los cuadros se movían con sonrisas pintadas que brillaban de colores azules y rosados fosforescentes como si hablasen entre sí mientras espectros blancos sobrevolaban el techo mucho más arriba que él.

El conejo de peluche detuvo su andar frente a una puerta supuestamente cerrada que no demoró en abrir. BooHyun lo vio perderse en la oscuridad de las escaleras y no dudó en seguirlo. Bajó las escaleras con cuidado de lo caerse, haciendo uso de sus manos y pies.

Pero cuando llegó abajo, la atmósfera azul tenue había desaparecido. En cambio, vio una luz en medio de la oscuridad iluminando a una sola persona sentada y amarrada a una silla.

Y a su peluche, que se encontraba sentado junto a una de las patas de la misma.

BooHyun se acercó a él con una sonrisa, pero disminuyó la velocidad a pasos pequeños y cuidadosos para no despertar al hombre que parecía dormir. Tomó al peluche con cuidado, pero vio al hombre moverse y mirarlo. BooHyun retrocedió un paso.

—Disculpe, señor, no quería despertarlo, solo buscaba a mi conejito —habló BooHyun con voz dulce.

MinGyu tuvo que parpadear con fuerza para que su mente dilucidara lo que estaba frente a él. Abrió sus ojos en grande.

—BooHyun —jadeó ronco.

BooHyun ladeó la cabeza.

—¿Sabe mi nombre? ¿Es amigo de mi papá JungKook o del señor TaeHyung?

MinGyu tragó, con el rostro demacrado y la garganta tan rasposa que dolía.

—Sí, sí soy amigo de tu papá JungKook —murmuró con un nudo en la garganta. Inhaló y exhaló audible, con dolor en cada una de sus articulaciones.

—Mire, este es mi conejito —habló BooHyun, sonriendo—. A él le gusta mucho jugar. Mi papá lo hizo para mí antes de nacer. Es muy suave, ¿no quiere acariciarlo? —No esperó respuesta y acercó al peluche a una de las manos atacadas al apoyabrazos de la silla—. Mire, mire, es muy suave, ¿cierto? Es mi peluche favorito.

En su insistencia, BooHyun hizo que su mano rozara con los dedos de MinGyu y los ojos del alfa se aguaron al instante, aferrándose un poco a aquel gentil tacto.

—¿Está triste, señor? —preguntó BooHyun, con las cejas arqueadas—. No esté triste. Mi papá me dice que cuando esté triste piense en lo mucho que me ama. Usted también debe pensar en lo mucho que lo aman sus papas y sus amigos, señor.

MinGyu sollozó.

—¿Está bien, señor? —dijo BooHyun con voz preocupada.

MinGyu negó.

—No estoy bien —dijo, tragando grueso—. Estoy muy cansado de estar en esta silla. ¿Crees- crees que puedas desatar mis manos y pies? —Terminó la frase con voz inestable, pues por su mente pasaban cientos de escenarios de todo lo que se había perdido. Su hijo estaba frente a él, tan pequeño y de alma hermosa, y se lo había perdido todo.

BooHyun asintió y se acercó para intentar jalar las cuerdas que amarraban sus tobillos, abrazando su peluche con un mano.

—No puedo —dijo BooHyun—. Llamaré a mi papá JungKook para que nos ayude.

—No —dijo MinGyu con voz alarmada, confundiendo a BooHyun—. No es necesario, tú puedes hacerlo.

—Pero soy pequeño, no puedo.

MinGyu contuvo un sollozo de frustración y miró alrededor en busca de algo que BooHyun pudiera usar. Hasta que, sobre la mesa, vio una navaja cerrada.

—Mira, mira, agarra eso que está sobre la mesa —indicó MinGyu.

BooHyun obedeció y arrastró con dificultad una de las cajas vacías al lado para subirse a ella y poder llegar. No soltó a su peluche en ningún momento, siquiera cuando se le dificultó un poco bajar con sus dos manos ocupadas. Pero cuando se acercó a la luz, BooHyun observó confundido la navaja porque no tenía filo.

—Tienes que abrirla. Ten cuidado con el filo-

La navaja se abrió sola, callando a MinGyu. BooHyun no prestó atención y se acercó a cortarle las cuerdas que ataban una de sus manos. MinGyu exhaló una vez tuvo la extremidad libre y tomó la daga para terminar de desatarse por su cuenta.

Apenas terminó, atrajo a BooHyun hacia sí y lo abrazó con fuerza, oliéndolo y besándole la cabeza tantas veces que BooHyun soltó varias carcajadas dulces por las cosquillas. MinGyu se levantó como bien pudo con él en brazos y le acunó el pequeño rostro, observándolo con ojos profundos y cejas arqueadas. Besó la frente de BooHyun por un rato largo.

—Volveré por ti —anunció—. Volveré por tu papá JungKook y por ti, lo prometo.

BooHyun no comprendería aquella promesa, pero MinGyu la arraigó a todo su ser. Bajó al niño al suelo y dándole una última caricia, se desvaneció en el aire como polvillo. BooHyun observó el lugar donde antes estaba el hombre con confusión, pero bajó la mirada y se topó de nuevo con su conejo. Lo abrazó y se dio la vuelta para volver a subir las escaleras.

Sin embargo, cuando llegó al pie de las mismas, vio la puerta abrirse en su totalidad, algo se lo impidió.

TaeHyung estaba observándolo desde arriba con las cejas fruncidas y la boca entreabierta. El alfa bajó las escaleras de dos en dos y miró alrededor con rapidez, no encontrando más que la silla vacía y las cuerdas cortadas en el suelo.

Dirigió con lentitud su mirada hacia BooHyun, que lo observaba con ojos grandes.

—Dejé ir al señor que estaba aquí. Me dijo que estaba cansado —anunció el niño, abrazando a su peluche.

TaeHyung prensó la mandíbula y apretó los puños, conteniendo todos sus impulsos de despotricar contra lo que fuese.

—¿Hice mal? —preguntó BooHyun, arqueando un poco las cejas.

TaeHyung mantuvo aquella expresión que BooHyun no comprendía por un rato más.

Pero, de un momento a otro, TaeHyung le sonrió.

—Está bien, BooHyun —dijo TaeHyung con voz amable, alzándolo en brazos para llevarlo escalera arriba.

Mientras en su mente solo podía pensar, furibundo: «Maldito mocoso entrometido».




Nota:

¡Hemos vuelto! Feliz fin de semana <3

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