II. En la soledad del ocaso de los espejos
El silencio era escalofriante.
Escalofriante porque no era total. El único sonido que podía escucharse eran los pasos molestos del líder de la Orden de los Ruiseñores, DongWook, adentrándose en la sala de juntas y acercándose a la mesa. Seguidamente, el alfa azotó algo contra la superficie de madera oscura, generando un sonido estridente.
JungKook se sobresaltó en su lugar, observando con ojos fijos el soporte que antes sostenía aquel... artefacto. Su mirada negra como la noche viajó al otro lado de la mesa. A su, aunque no quisiera reconocerlo, cómplice. Prensó la mandíbula cuando TaeHyung le dio un repaso de arriba abajo con una ceja ligeramente curvada hacia arriba, coqueto. JungKook resistió virar los ojos y volvió a enfocar al líder.
—¿Alguien sabe cuánto tiempo hemos invertido en esto? —vociferó DongWook, viéndolos a todos hacer silencio—. ¡Décadas! Décadas de trabajo perdido porque alguien se atrevió a entrar en mi oficina privada. —Negó, incrédulo—. ¡Esto es inconcebible!
Todos se miraron entre sí, sin palabras porque desconocían quién era el culpable de tal acto, pero siquiera molestándose en fingir desconcierto sobre lo que ese soporte albergaba. Ellos sabían, todos sabían, pero nadie abría la boca para siquiera insinuarlo.
El líder DongWook señaló a TaeHyung, que no mostró perturbación.
—Tú —espetó—. ¿Dónde estabas ayer?
—Le aconsejo que antes de dirigirse a mí, se plantee que no nos conocemos lo suficiente como para permitirnos hablar con ciertas confianzas —enunció TaeHyung, serio—. Por ende, le pido formalidad a la hora de expresarse.
DongWook expuso una sonrisa forzada.
—Señor Edevane, ¿dónde se encontraba ayer? —repitió con los dientes apretados, aguantándose la rabia.
TaeHyung suspiró largo, desviando la mirada pensativa al techo con las manos en el abdomen.
—No recuerdo —respondió con simpleza, haciendo un gesto sutil frotando dos de sus dedos. Gesto que, sumado con la corta mirada de soslayo que le dio, hizo a JungKook apretar las piernas del nerviosismo porque era obvio lo que estaba retratando.
El líder de la Orden azotó la mesa.
—¡No me falte el respeto!
TaeHyung suspiró, soplando con los labios estirados. DongWook desviaba la mirada de TaeHyung a JungKook cuando el primero decidió responder, diciendo:
—Estaba haciendo mi turno, como he estado haciéndolo estas últimas semanas y luego simplemente me fui a casa. —TaeHyung miró a JungKook—. Me di un baño caliente.
JungKook, tenso en su lugar, enrojeció lo poco que su pálida piel le permitía y observó ofendido al alfa. TaeHyung Edevane era un completo descarado.
DongWook se quedó mirando a TaeHyung por largos segundos, intentando inmiscuirse más allá de su rostro compacto e impasible. Mas no dijo nada después, solo pasó a observar al resto de los presentes y se concentró en JungKook, que tenía una expresión extraña y ahora carecía de rubor, estaba incluso más pálido de lo normal.
—Señor De'Ath —pronunció el líder con tosquedad—. ¿Y usted? ¿Dónde estaba?
JungKook parpadeó, dejando de mirar a TaeHyung para prestarle atención a DongWook.
—¿Ah?
—Ayer. Dónde estaba ayer, señor De'Ath —espetó DongWook, exasperado.
JungKook tragó y tomó aire.
—Ayer no era mi día de trabajo, pero me notificaron que habían conseguido un Wendigo para mis investigaciones, así que me presenté —respondió el omega—. Luego regresé a casa, como de costumbre...
—Señor De'Ath —pronunció el líder con tosquedad—. He sido muy condescendiente con usted en esta Orden, pero considere su carrera médica hundida si se atreve a mentirme en la cara.
JungKook abrió la boca sin saber qué decir.
—Disculpe que le contradiga, pero puedo corroborar lo que ha dicho... mi pareja.
Todo giraron hacia EunWoo Dankworth cuando dijo aquello. TaeHyung se despegó del respaldo de su silla, dejando de lado su posición relajada para fruncir el ceño. JungKook, en cambio, miraba a EunWoo con la boca abierta.
—¿Disculpe? ¿Escuché bien? —dijo un miembro de la Orden—. ¿Dijo "su pareja"?
—Ha escuchado bien, señor Relish —expresó EunWoo—. JungKook y yo estamos en una relación desde hace meses. —Fingió una mirada cargada de amor hacia el omega y luego suspiró, contrariado—. Mi pareja y yo habíamos decidido no comentar nada al respecto para separar lo personal de lo laboral, sin embargo, esta situación amerita sinceridad. Corroboro las palabras de mi omega cuando afirma que luego de estudiar al Wendigo volvió a casa... conmigo. —continuó EunWoo—. Se encontraba, específicamente, en la cama. Y bueno, usted entenderá —sonrió de lado—. No había forma que saliera de casa.
Todos los presentes no supieron siquiera moverse. JungKook miraba hacia abajo, tapándose el rostro con una mano por el bochorno. TaeHyung mantenía la misma expresión impasible, aun con la espalda despegada del respaldo. Y el líder DongWook carraspeó, incómodo, antes de dejar ir una risa imperceptible.
—Admiro la valentía y desmesura que tiene al comentar algo como eso aquí y me sorprende que el señor De'Ath haga silencio, mi esposo ya me habría asesinado si se entera que estoy hablando de él y de nuestras intimidades.
JungKook sonrió forzado y masculló:
—Oh, créame, no saldrá ileso.
—Felicidades por su noviazgo, espero que no influya en aspectos que conciernen a la Orden —acotó DongWook, añadiendo un deje de advertencia al final de sus palabras.
—Le aseguro que no afectará —afirmó EunWoo—. JungKook y yo sabemos ser discretos. —Miró al omega con complicidad, pero solo consiguió que JungKook lo mirase como si quisiera matarlo.
DongWook miró la hora en su reloj de bolsillo y suspiró profundo.
—Que conste, el asunto no está resuelto, quien haya entrado a mi oficina y roto el... —carraspeó—. Objeto, tendrá que cargar con las consecuencias de sus actos irresponsables —sentenció—. Por el momento se suspende la sesión, mientras, se realizarán las investigaciones pertinentes.
Todos comenzaron a retirarse después. Antes que TaeHyung pudiera levantarse también, DongWook le puso una mano en el hombro.
—Quiero hablar con usted en mi oficina —murmuró el líder, con voz gruesa.
TaeHyung suspiró y lo siguió sin inmutarse hasta que en la habitación solo quedaron EunWoo y JungKook, que también iban de salida.
Apenas pusieron un pie en el pasillo, JungKook tomó a EunWoo del brazo y lo llevó a un lugar más privado cerca de los laboratorios.
—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó JungKook entre dientes.
EunWoo bufó.
—DongWook estaba por tragarte vivo.
—Pero-
EunWoo lo tomó del brazo.
—Sé que fuiste tú, JungKook —regañó EunWoo—. Tú y ese alfa. No sé qué habrá pasado o si realmente es lo que creo, pero, de ser así, ¿a quién en su sano juicio se le ocurre hacerlo en la oficina del jefe de la Orden de los Ruiseñores? —masculló, exhalando una risa sin gracia—. Ni siquiera nosotros hemos sido tan descuidados —espetó—. Sabes cómo son estas personas, JungKook, puedes cavar tu propia tumba con esto.
JungKook titubeó, pero al final suspiró rendido.
—Fue un error, un impulso. —Negó con la cabeza, dando una exhalación pesada—. No sé en qué estaba pensando, solo... pasó.
EunWoo chasqueó la lengua y apretó los labios, dándole una corta caricia en la mejilla antes de alejarse dos pasos.
—Debes tener más cuidado, JungKook.
Su intención era irse, no quería seguir hablando del tema entre los pasillos de esa mansión. Sin embargo, JungKook tenía otros planes, pues el omega lo detuvo de la muñeca y lo observó con ojos grandes cuando él volvió a mirarlo.
—Espera... ¿no quieres ir a mi casa? —propuso en un murmullo, consiguiendo la mirada interesada del alfa—. BooHyun está en la escuela, estaríamos solos...
EunWoo achicó los ojos, pensándolo seriamente. Y tras darle una mirada intensa al omega que lo observaba de esa forma tan provocativa, accedió, dándole un rápido beso en los labios.
—Cómo resistirme a ti —exageró EunWoo, avanzando.
JungKook dejó ir una sonrisa pícara y apresuró sus pasos para igualar al alfa.
TaeHyung entró a la oficina después de DongWook, quien se detuvo frente a su escritorio, dándole la espalda.
—Recién llegando a la Orden, señor Edevane —murmuró DongWook, tocando los libros amontonados en la mesa—. Quiero creer que comprendió lo que implica pertenecer a ella, ¿estoy en lo correcto?
El nombrado, que se encontraba viendo a su alrededor aquel lugar que el día anterior solo había podido ver en la casi penumbra, no respondió. El librero contra el que se había comido la boca con JungKook, la mesa sobre la que habían tenido sexo... Todo estaba intacto, como si nada hubiera pasado.
O al menos hasta que encontró con la mirada un anillo a los pies de la estantería, que bien no podía pertenecerle a él y mucho menos a DongWook. Debía ser un anillo de JungKook. Pero no iba a arriesgarse al dudar. Usando magia, movió sus falanges con maestría y disimulo, atrayendo el anillo a su palma. Una vez en su poder, cerró el puño y se lo guardó en el bolsillo.
Para cuando DongWook se dio la vuelta, él permanecía inmutable.
El líder buscó intimidarlo con su mirada fija, pero TaeHyung no se dejó doblegar, manteniéndole la mirada con la misma seriedad. A DongWook le resultaba de lo más curioso, pues todos en la Orden lo veían como alguien superior, él se había forjado así a ojos ajenos, pero ese joven alfa era diferente y todavía no decidía si eso le agradaba o le disgustaba. TaeHyung Edevane era, sin duda, alguien a quien le interesaría conocer. Solo por eso le daría el beneficio de la duda.
En silencio total, DongWook fue a sentarse en su silla. TaeHyung permaneció de pie en su lugar, sin mover ni un músculo.
—Hice esa reunión por mera cortesía, quería preguntar a ver si alguno tenía el coraje de admitir sus actos, pero me llevé una decepción —continuó DongWook, juntando sus manos—. Créame, señor Edavane, me gustaría confiar en su palabra; me gustaría pensar que usted y el señor De'Ath no tienen que ver con este desafortunado, por no decir desastroso, evento, pero...
TaeHyung negó, sin despegarle la mirada.
—El señor De'Ath solo quiso mostrarme un libro —confesó, a medias.
DongWook alzó una ceja. Y TaeHyung decidió que lo mejor era tirar la cuerda un poco más; se enserió y mostró firmeza a la hora de decir:
—Escuche, DongWook. Mi padre formó parte de esta institución desde sus cimientos, jugó el papel de su mano derecha cuando los demás miembros se oponían a ciertas prácticas y decisiones. Admiro a mi padre por ello y esa es la razón por la que hoy en día me encuentro queriendo formar parte de la Orden. Mi objetivo no es causar problemas, no quiero tirar por el caño todo lo que se ganó con sangre y sudor —enunció, alzando la barbilla—. Juro por el honor de mi padre que no tuve nada que ver en esto.
TaeHyung se aguantó las ganas de vomitar que le daba recitar esa sarta de mentiras sobre su padre, pero fingió muy bien. Muy muy bien.
—Tengo a su padre en gran estima y es por su mención que dejaré el tema hasta aquí —dijo DongWook con seriedad, inhalando al momento de alzar un dedo en forma de advertencia—. Pero, si me miente... —murmuró con voz profunda—. Deseará la muerte de los Cuervos.
TaeHyung hizo una reverencia lenta y, sin más que compartir miradas densas, salió de la oficina en silencio y con la espalda erguida.
Y cuando estuvo solo en el pasillo, TaeHyung estiró una sonrisa ladina.
Días después, TaeHyung caminaba por las grises calles de Crowfall con las manos en los bolsillos, transitando un conjunto de residencias que no conocía hasta ahora. Saludaba a una que otra persona, acostumbrado a llevarse la atención de todos. Era esa soberbia la que lo tenía con una postura egocéntrica, despidiendo altiveza.
Se detuvo frente a una casa en particular, blanca por fuera y de porche oscuro. Estiró la mano para tocar el timbre, pero la puerta se abrió desde adentro antes que pudiera pulsarlo. TaeHyung parpadeó, reconociendo a la persona tras el umbral.
EunWoo lo miró y TaeHyung lo hizo de vuelta, ambos quietos durante eternos segundos antes que EunWoo decidiera cortar con la tensión y le pasó por el lado, siguiendo con su camino fuera de la residencia.
JungKook se asomó por la puerta, curioso, mas se quedó quieto cuando vio a TaeHyung en la entrada. Se observaron en silencio y JungKook le cedió el paso sin decir palabra, dándose la vuelta para ingresar. TaeHyung entró y cerró detrás de sí, siguiendo al omega a paso lento, tomándose el tiempo de observar la decoración de la casa y puede que desviándose de vez en cuando al torneado cuerpo del omega.
Pero no podía —ni quería— evitarlo cuando JungKook no estaba precisamente muy vestido, llevaba una bata de seda color negro y unos pantalones holgados del mismo material.
TaeHyung se le quedó viendo un poco más allá del marco de la cocina a la que ambos habían ingresado. JungKook sacó la tetera que tenía en la hornilla y se dio la vuelta hacia la encimera más cercana, que, para buena suerte de TaeHyung, le dejaba una perfecta vista de su bata abierta.
JungKook se percató de sus ojos intrusos y, mirándolo mal, se cerró la bata.
—¿Qué lo trae por aquí, señor Edevane? —inquirió JungKook, sirviendo el agua en una taza de té con el rostro disgustado.
TaeHyung observó la taza, reconociendo su contenido con solo mirarlo. Té anticonceptivo. Abrió la boca con la intención de contestar la pregunta, pero, de la nada, un pequeño niño apareció cerca de sus pies, observándolo con ojos gigantes y una sonrisa suave en el rostro. Dio un paso hacia un lado, tenso.
Y grande fue su sorpresa cuando, al detallar confundido al tétrico niño, encontró grandes similitudes con los rasgos del omega pálido. Con los ojos bien abiertos de la sorpresa, TaeHyung miró a JungKook.
—¡Buenas tardes! —exclamó el niño con voz fina, trotando después hacia el omega para entregarle un envase vacío—. ¡Ya me comí la fruta, papi!
«Papi, papi, papi...», la palabra resonó en la cabeza de TaeHyung como un mantra, observando cómo el omega felicitaba al pequeño con una sonrisa. Después, el niño volvió a mirar a TaeHyung y le sonrió, haciendo que el alfa, por alguna extraña razón, se estremeciera. El mini JungKook salió corriendo por donde vino y para cuando TaeHyung volvió a mirar al omega, este le dirigía una expresión malhumorada.
—Ese día olvidé tomarme el té —comentó con tosquedad, sin más, dándole un sorbo a su té.
TaeHyung boqueó, recomponiéndose tras carraspear una vez.
—Entonces... —alargó TaeHyung—. ¿Tú y EunWoo son sus...?
—Yo soy su padre —respondió el omega, con mala cara.
TaeHyung se apoyó en la encimera con un antebrazo.
—Que yo sepa los niños no se hacen solos —acotó el alfa, alzando una ceja.
JungKook viró los ojos y levantó su taza de té.
—¿A qué vino, señor Edevane? Hoy es mi día libre —espetó el omega, hastiado, y caminó hasta pasarle por el lado, pretendiendo ignorar el atractivo aroma que el alfa desprendía.
TaeHyung solo se limitó a seguirlo, de nuevo. JungKook se sentó en uno de los sofás del salón y TaeHyung se detuvo antes de hacerlo también.
—¿Puedo?
JungKook, que tragaba algo de té, señaló con la mano el sofá a su lado con resignación. Aunque sus ojos oscuros parecían especialmente interesados en los siguientes movimientos del alfa.
—Ya qué.
TaeHyung se acomodó en el sofá y quiso observar al omega, pero algo incomodaba su nuca. Al girarse, vio al pequeño hijo de JungKook asomado en las escaleras. BooHyun no le despegó la mirada por largos segundos, TaeHyung incluso podía jurar que ni siquiera estaba parpadeando. Incómodo, decidió ignorarlo y se giró hacia JungKook.
—Vengo por los artefactos —pudo responder finalmente, yendo directo al punto–. Nadie en la Orden quiere decir palabra y evaden el tema cada vez que intento indagar... y pensé que quizás usted podría saber algo al respecto. Esa es mi razón formal —dijo TaeHyung, estirando una media sonrisa—. Mi razón escondida es que me gustaría saber más sobre usted.
JungKook estiró una comisura con sorna.
—Es un insulto a la Orden de los Ruiseñores no saber de ellos.
TaeHyung, intrigado, se recostó en el respaldo.
—¿Podría tomar un té?
JungKook, que para entonces ya había terminado su té, alzó una ceja.
—Tengo de manzanilla, zarzamora y jengibre —acotó el omega mientras se ponía de pie con la taza en mano.
—Un té de jengibre estaría bien, gracias.
TaeHyung esperó pacientemente a que el omega regresara de la cocina, tamborileando sus dedos contra el reposabrazos del sofá, notando también que el pequeño niño ya se había ido.
A los minutos, el omega finalmente regresó, caminando con parsimonia sosteniendo un juego de té que colocó en la mesa de la sala de estar. Se inclinó apenas un poco para tomar la taza con té de jengibre y se la entregó al alfa, quien la recibió con agradecimiento.
—Añadí un poco de belladona... —susurró JungKook con un deje de complicidad antes de enderezarse de vuelta.
TaeHyung sonrió de lado, llevándose el contenido a los labios mientras sus ojos atigrados estaban en el omega, que también había traído un té para él y ahora volvía a sentarse a su lado, al otro extremo del sofá.
JungKook se cruzó de piernas y se acomodó bien.
—¿Por dónde empezar? —musitó JungKook con un toque de gracia en su tono de voz, desviando sus ojos al techo por unos pocos segundos.
En cambio, el alfa a su lado estaba en otras andanzas. TaeHyung les daba una ojeada descarada a los muslos gruesos del omega y probablemente lo hubiese seguido haciendo si no fuera porque JungKook chasqueó los dedos dos veces.
—Mis ojos están aquí —reprendió, aguantándose las ganas de sonreír y, tras inhalar una vez más, volvió a esa expresión seria que se esforzaba por mantener.
TaeHyung sonrió un poco y puso un brazo a lo largo del espaldar del sofá, dejando una mano provocativamente cerca del hombro del omega, que apenas estaba cubierto por esa delgada seda negra.
Cuando JungKook amagó comenzar a explicarle, con expresión permisiva y coqueta en el rostro, se escucharon pasos pequeños y rápidos provenientes de la única persona con piernas cortas en la casa. Y, esta vez, no fue suficiente para BooHyun detenerse a observar. Esta vez se lanzó encima del sofá como un torbellino andante y dio la casualidad que su aterrizaje no fue precisamente el acolchado cojín. TaeHyung se sobresaltó cuando el cuerpo del niño cayó sobre su regazo y él, queriendo salir de la situación, sonrió forzado y acomodó al niño con intenciones de quitárselo de encima y sentarlo al otro lado del sofá. Sin embargo, contrario a sus planes, BooHyun insistió y volvió a sentarse sobre las piernas ajenas, dejando sus pies sobre el sofá a un lado. El niño observó a TaeHyung desde abajo con esos ojos gigantes, moviendo sus rodillas con entusiasmo.
—¿Cuál es su nombre, señor? —inquirió BooHyun, ladeando la cabeza.
TaeHyung exhaló, sabiendo que ya no tenía de otra más que seguirle la corriente.
JungKook alzó una ceja con intriga al percatarse cómo, de un momento a otro, TaeHyung deshacía esa expresión de incomodidad y le sonreía hermosamente a su hijo.
—Me llamo TaeHyung —respondió con tono que rozaba lo dulce, moviéndole una pierna al niño para hacerlo sonreír—. ¿Cuál es el tuyo?
—¡Mucho gusto, señor TaeHyung! ¡Mi nombre es BooHyun De'Ath, hijo de mi papá JungKook De'Ath, parte de la Orden de los Ruiseñores! —recitó con orgullo.
TaeHyung alzó las cejas con una sonrisa.
—Wow, entonces estoy hablando con una persona muy importante, ¿no es cierto?
BooHyun asintió, inflando el pecho.
—Fui el primero en mi clase de aprender cómo matar pequeños roedores para que la plaga que exterminó mi papá antes que yo naciera no vuelva a matar personas —dijo BooHyun con una sonrisa.
—Tu papá JungKook debe estar muy orgulloso —sonrió TaeHyung y BooHyun asintió con seguridad, ganándose una caricia cariñosa de su papá omega que lo observaba con una sonrisa—. Apuesto a que EunWoo debe estar orgulloso también.
—¡Sí! —exclamó BooHyun sin dudar—. Hoy tío EunWoo me trajo témpera nueva para pintar —contó con entusiasmo—. Quería que jugara a la mansión embrujada conmigo porque mi papi Jungkook me compró muñecos con cabello real, pero me dijo que no.
—Oww, ¿y eso?
—Es que tío EunWoo se fue a jugar a las luchas con papi en su habitación.
—BooHyun —reprendió JungKook mientras TaeHyung lo observaba de soslayo con diversión.
—¿Jugar a las luchas? —le preguntó TaeHyung al niño, fingiendo no ver la mirada asesina que el omega le estaba dirigiendo.
—Sí, es que suena-
—Ya fue suficiente —espetó JungKook, sacándole a BooHyun de más piernas del alfa para bajarlo del sofá—. Ve a jugar —incitó, golpeando dos veces el trasero de su niño con suavidad.
BooHyun sonrió hacia TaeHyung y se despidió de él agitando la mano.
—¡Adiós, señor TaeHyung!
TaeHyung rio por lo bajo.
—Diviértete mucho.
Cuando ambos estuvieron seguros que el niño se había ido, TaeHyung se giró hacia JungKook con una expresión de picardía.
—¿Nosotros también jugamos a las luchas, entonces?
JungKook gruñó y le golpeó el hombro, haciendo a TaeHyung carcajearse. JungKook no aguantó mucho más la seriedad y exhaló una pequeña risilla antes de suspirar y mirar por donde BooHyun se había ido.
—Siempre es así con las visitas. Una vez se puso a platicar extenso con DongWook —rio, negando. JungKook miró al alfa y suspiró, acomodándose mejor para volver al tema principal—. Sea sincero conmigo, señor Edevane. ¿Por qué está indagando en esto? Los artefactos no son ningún juego. Existe jerarquía entre los ruiseñores, aunque busquen exponer una imagen de igualdad. Dependiendo del departamento que estemos, de las personas con las que nos juntamos y qué tan imprescindible es usted para la Orden, sabe cosas o simplemente no es "apto". Y créame, a veces es mejor así.
—¿En qué parte de la jerarquía estaba usted cuando empezó a trabajar para los Ruiseñores? ¿Y en cuál está actualmente? —preguntó genuinamente interesado.
—Estoy en la Orden desde muy joven por mi padre. Empecé en el Departamento de Estudios Médicos Avanzados desde el inicio, pero nadie me conocía por algo más allá que no fuera ser el hijo de mi padre. Ya lo sabrá, pero era uno de los Ruiseñores con más acceso, de esos que tenían el privilegio de sentarse en la mesa donde ahora nos sentamos, pero junto al líder —relató JungKook—. Tras su muerte, tomo un lugar en la mesa a su nombre, pero no tengo todas sus permisividades... principalmente porque nunca fui una consideración para formar parte de tan alto escalón —suspiró—. Solo estoy ahí por un compromiso de la Orden para honrar su muerte de alguna forma.
—Pero aun así conoce de ellos, ¿o me equivoco? —indagó el alfa—. Si no los conociera no hubiese huido de esa forma aquella noche, presumo yo.
JungKook hizo silencio, mirándolo de hito a hito sin saber si confiar en él o no. TaeHyung lo notó y sonrió.
—Ya hemos sobrepasado los límites de privacidad, ¿no cree? —murmuró, inclinándose hacia el omega.
—No quiera pasarse de listo conmigo —advirtió JungKook.
—Vamos —insistió TaeHyung—. Sé que lo atormenta. Al menos, no sea usted el único atormentado aquí.
JungKook apretó los labios y suspiró.
—Todavía no estoy autorizado para conocer oficialmente de los artefactos, lo único que sé es por las notas de mi padre; él nunca hablaba de ellos.
TaeHyung se acercó aún más, sediento de conocimiento.
—¿Y qué le parece si me muestra esas notas? —susurró con voz ronca y una pizca de coquetería.
JungKook le dio un último sorbo a su té, lo dejó en la mesa y amagó ponerse de pie. Sin embargo, cuando tomaba impulso para levantarse, se acercó peligrosamente al rostro del alfa mirándolo a los ojos. Sus labios casi rozaron, pero antes que pudieran llegar a más, JungKook se apartó con ojos coquetos y se puso de pie.
TaeHyung se le quedó viendo con una comisura elevada, observándole el trasero cuando JungKook caminó a otra ala de la casa que él no conocía. El omega se detuvo entonces, mirando hacia atrás por sobre su hombro.
—¿Viene?
TaeHyung dejó de mirar entonces y solo entonces, impulsándose hasta levantarse y seguir al omega a donde sea que lo estuviese llevando.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada por cinco candados diferentes y otras tantas cerraduras que a JungKook le tomó un tiempo abrir. Cuando terminó, el omega abrió la puerta, dejando ver no más que oscuridad, por lo que se estiró para jalar la cuerda que encendía la luz. Ahora, unas escaleras de madera a lo que, evidentemente, era el sótano eran visibles.
—Moví las cosas de mi padre aquí abajo después de... lo que pasó esa noche —comentó JungKook mientras ambos descendían.
TaeHyung lo vio atravesar la habitación completa a oscuras, pues parecía conocerse el lugar de memoria. JungKook pareció darse cuenta de que esta vez no estaba solo y, mientras sacaba algunos libros de una biblioteca empolvada, miró hacia atrás.
—Hay una lámpara a su derecha, puede encenderla —indicó, agachándose para buscar en un lugar diferente.
TaeHyung la buscó con la mirada y estiró la mano hasta dar con ella para encenderla. Mas cuando lo hizo, sus ojos fueron directo a una esquina en particular del sótano, donde había tres planchas mortuorias cubiertas por sábanas blancas a excepción de...
Sus rostros.
Había tres cadáveres ahí. Un hombre, una mujer y una pequeña niña que no sobrepasaba los catorce años de edad. Los tres tan pálidos que ya sus pieles siquiera en blancas, eran azules.
—Hay que buscar de la T a la-
JungKook se cortó a sí mismo cuando, tras girarse con una caja en mano, vio al alfa observar fijamente ese lugar. Se puso de pie, dejó la caja en la mesa más cercana y caminó hacia las planchas mortuorias con rapidez para taparles los rostros.
—Olvidé tapar esto —murmuró JungKook para sí mismo.
—Esos son tus-
—Sí —respondió con algo de premura, alejándose de ahí para volver a la mesa donde dejó la caja.
TaeHyung se quedó en su lugar, asintiendo antes de acercarse a JungKook mientras intentaba ignorar lo que había visto.
JungKook buscó una vela en silencio y se la extendió a TaeHyung.
—¿Puedes?
TaeHyung lo complació y chasqueó los dedos, encendiendo la vela como la última vez. JungKook colocó el soporte de la vela a un lado y abrió la caja. Dentro, había cuadernos pequeños y hojas sueltas llenas de letras y dibujos.
Mientras JungKook rebuscaba ahí dentro, sacando las cosas, TaeHyung tomó una de las hojas que parecían más recientes en comparación con las demás. Observó a detalle el dibujo que la decoraba, un cuervo pintado meticulosamente. Delineó con las yemas de sus dedos los trazos perfectos hasta que vio la firma al pie de la hoja. Era el nombre de JungKook.
—¿Esto es suyo? —preguntó TaeHyung, posando su mirada en el omega.
—Ajam —afirmó, mirando de soslayo como el alfa volvía a observar el dibujo.
—Nunca he visto algo como esto —dijo con expresión impresionada. JungKook dejó de hacer lo que hacía y lo observó con ojos grandes—. Tengo afición por las artes y esto es... Debería considerar dedicarse a esto.
Las pálidas mejillas del omega se pintaron de rosado tenue porque la única persona que le había dicho que dibujaba bien era su hijo de cuatro años que todavía pintaba fuera de las líneas.
—Gracias —murmuró JungKook, mirándolo a los ojos con una expresión conmovida.
TaeHyung correspondió la mirada durante unos segundos y asintió.
JungKook carraspeó y levantó algunos documentos.
—Estos son mapas de las ubicaciones donde supuestamente fueron encontrados, bosquejos de cosas que aún no sé qué son, notas... están muy dispersas, mi padre tenía más en la Orden, pero no he podido encontrarlas en su oficina. Los altos mandos debieron haberlas tomado. Pero he intentado juntar algunos datos... aquí. —Le mostró más hojas—. Hay en total siete artefactos, fueron encontrados y recolectados por diferentes miembros de la Orden antes que naciéramos.
—Pero, ¿qué son realmente?
—No lo sé con exactitud, pero se presume que son muy poderosos y, por ende, peligrosos, pero no se sabe cómo o por qué, son un completo misterio —expuso JungKook, frustrado—. DongWook y el resto están preocupados y para que eso ocurra debe ser grave... No he podido averiguar mucho, pero sé que los estudian en el sótano del ala este. Pocas personas tienen acceso a esa zona; DongWook, KeunSuk y otros que solo puedo contar con los dedos de mi mano.
JungKook pensó en EunWoo. Él tenía acceso, pero prefirió no decir nada y lo guardó para sí.
—¿De dónde conoce a EunWoo?
El omega parpadeó.
—Desde hace tres años —respondió, desviando la mirada a las notas por un momento antes de toparse con la mirada del alfa, que le incitaba a que continuara. Suspiró—. Apareció cuando yo estaba pasando por una mala racha y supo consolarme en varios sentidos, me ayudó con BooHyun en algunas ocasiones y me cubrió en el trabajo.
—Entonces no son pareja —quiso corroborar TaeHyung, acercándose al omega.
JungKook bufó, pero no se apartó.
—No, somos amigos.
TaeHyung estiró una sonrisa truhanesca.
—Me alegro... —murmuró con voz ronca, colocando una mano en la mesa para encerrar al omega contra ella.
JungKook, nuevamente, no se apartó y se dejó hacer, observando con interés como el alfa lo miraba con deseo y se acercaba a su rostro, lo suficiente para hacer que sus respiraciones se mezclasen. Y TaeHyung era un caso serio, porque se halló tocando con la punta de su lengua los labios ajenos. JungKook los entreabrió, dispuesto a lo que sea que el alfa le hiciera, pero su mirada se desvió a la escalera.
JungKook palideció cuando vio a su hijo asomarse por los agujeros de la misma con ojos curiosos. Ahogó un grito y empujó a TaeHyung a un lado, por no decir que por poco lo envía al suelo de la impresión. El alfa tuvo que agarrarse de la mesa para no caer, observando confundido cuando el omega salió corriendo hacia la escalera, pero comprendió todo cuando lo vio cargar a su hijo por las axilas.
—BooHyun, te he dicho miles de veces que no bajes aquí —regañó, subiendo los escalones de dos en dos.
TaeHyung los seguía un poco más atrás y cuando los tres salieron, JungKook lo miró.
—Cierre la puerta, por favor, las llaves están-
Pero no tuvo que terminar la frase cuando TaeHyung ya estaba cerrando todos los candados y cerraduras con un simple movimiento de mano.
JungKook volvió la atención a su hijo, que permanecía con una expresión serena en sus brazos.
—Papi, es que ya es hora de ir al parque. Me lo prometiste...
JungKook pareció haberlo recordado.
—Es cierto, lo siento, bebé. Déjame vestirme y vamos.
—¿Puedo unirme? —preguntó TaeHyung y los dos pares de ojos negros como la noche lo observaron.
—¡Sí! —exclamó BooHyun, desviando la mirada a su padre—. Que venga con nosotros, papi.
JungKook fingió pensárselo, pero realmente no diría que no si era lo que su hijo quería. Además, a él tampoco le desagradaba la idea...
—Bien —dijo JungKook, bajando a su hijo al suelo—. Anda a peinarte y nos vamos.
BooHyun corrió a su habitación.
El ambiente fuera estaba helado. La monocromía pintaba el panorama y no cambiaba ni siquiera al acercarse al parque, en el que los árboles poseían hojas color verde opaco y troncos grises. Era silencioso y solitario, contrario a lo que se esperaría de un parque.
—¡Espejos! —gritó BooHyun, soltando la mano de su padre para correr a aquella vieja atracción de reflejos que era la entrada.
—No te alejes demasiado, Boo —recordó JungKook en voz alta para que su hijo pudiera escucharlo mientras ellos dos se adentraban también.
—Es un niño muy enérgico —comentó TaeHyung a su lado y JungKook asintió, sonriendo cuando vio a su hijo saludarse a sí mismo en los espejos.
—BooHyun es mi vida —admitió sin reparos, encantado, abrazándose los brazos cuando el viento volvió a soplar—. Cuando me enteré que estaba en cinta, no pensé que se volvería tan importante para mí. Ahora... simplemente no puedo imaginarme una vida sin esa energía que hace temblar mi hogar.
TaeHyung se detuvo de golpe y JungKook, confundido, se detuvo también y se giró, viendo al alfa observar el espejo a su lado con el ceño fruncido.
—¿Pasa algo?
TaeHyung no despegó la mirada de espejo de inmediato, pero acabo negando.
—Creí ver algo.
Una sombra.
TaeHyung sacudió la cabeza.
—No es nada —añadió el alfa, dando dos zancadas para igualarse con el omega cuando ambos volvieron a retomar su andar—. ¿Has pensado cómo sería tu vida más allá de la Orden?
JungKook lo pensó, mirando arriba donde los ruiseñores revolotear sobre las copas de los árboles. Ahora que el cielo estaba despejado; pintándose lentamente de un color anaranjado; y ya habían salido de los espejos, frente a ellos se encontraba un largo y ancho camino empedrado con una que otra banca a los lados. BooHyun caminaba unos cuantos pasos más delante de ellos, pateando las hojas caídas en el suelo.
—Nunca he pensado en eso... —murmuró, algo inquieto.
Ambos se sentaron en una banca cercana mientras BooHyun jugaba un poco más allá con algunas ramas.
—Jamás había pisado este lugar.
—Ya casi nadie viene —comentó JungKook—. ¿Es nuevo en la ciudad?
—Sí —respondió el alfa—. Vivía en Hollow Hill, llegué hace apenas unas semanas, días antes de ser presentado en la reunión de la Orden.
JungKook asintió, comprendiendo, y volvió a posar sus ojos en BooHyun.
—Antes el parque era una atracción muy visitada. Artistas de todo Endcliff venían a presentarse y miles de personas se acumulaban en medio de la plaza para verlos —relató JungKook—. Pero hubo una disputa con la Orden y el dueño tuvo que irse de la ciudad. Ahora trabaja de forma independiente, me parece. Desde entonces, perros agresivos se apropiaron de la zona y merodean, atacando a todo aquel que se les acerque demasiado.
—Y... ¿no crees que BooHyun debería estar más cerca? —comentó TaeHyung, ahora inquieto y algo incrédulo por el descuido del omega.
JungKook rio, exhalando. Y como si su simple mención los hubiese invocado, más de cuatro perros aparecieron gruñendo desde los árboles. TaeHyung amagó levantarse de la banca para tomar a BooHyun en brazos o algo, pero JungKook le puso una mano en el pecho antes que pudiera ponerse de pie. TaeHyung lo observó alterado, pero JungKook apuntó hacia BooHyun con una pequeña sonrisa y él, confundido, giró a ver.
El niño acariciaba a los perros con cariño, quienes ahora no gruñían, sino que salivaban y movían sus colas.
JungKook rio ante la estupefacción de TaeHyung.
—Lo adoran —musitó, levantándose. Caminó hasta su hijo y lo cargó en brazos, dándole una caricia también a uno de los perros cercanos que amagó babear su pierna—. Ya está por anochecer, es mejor volver a casa.
BooHyun se despidió de los perros agitando la mano con entusiasmo y JungKook esperó a TaeHyung para caminar de vuelta. Aunque el alfa prefirió quedarse unos cuantos pasos detrás, con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido hacia ese peculiar omega y su hijo.
Cuando ellos estuvieron lo suficientemente lejos, los perros volvieron a gruñir.
Pero solo bastó una mirada de TaeHyung para que los perros gimieran aterrados y se fueran corriendo.
En plena noche, TaeHyung volvió a casa después de acompañar al omega y a su hijo a su hogar, fumando pipa y caminando con parsimonia. Su casa era de color negro por el exterior, una mezcla de arquitectura gótica con algo de la calidez rústica de una madera firme. Atravesó el jardín de la entrada, en el cual crecía un manzano que estaba a nada de dar sus frutos, e ingresó.
Dentro, alguien lo esperaba. Un gato negro y peludo de ojos color morado se acercaba a él con elegancia, restregando su cuerpo contra la pierna del alfa a modo de bienvenida. TaeHyung recibió al animal con un mimo corto y se dirigió al segundo piso de su casa, valiéndose de sus habilidades para abrir las puertas sin siquiera tocarlas mientras se deshacía de la ropa incómoda, la cual tiraba y caía doblada en el cesto de ropa sucia.
Ya dentro de su estudio, sirvió desde lo lejos un vaso de whisky que recibió en su mano. Sacó su libreta del cajón superior de su escritorio y, con la expresión seria, abrió una página en específico, cuyo título era, nada más y nada menos que «JungKook De'Ath». Pero hoy añadió algo más...
«JungKook De'Ath ¿y BooHyun De'Ath?».
Cerró la libreta, se bebió de un solo trago su whisky y se dio media vuelta, deshaciéndose de sus prendas con calma mientras ingresaba al espacioso baño de su habitación, donde un baño de burbujas tibio lo esperaba.
Pero alguien más estaba observando...
Desde el sótano de su casa, JungKook espiaba sus acciones a través de un conjuro que había hecho con numerosos ingredientes de brujería. Una magia que, si bien no era tan poderosa como la de un brujo nacido, era la suficiente para que un humano como JungKook pudiera cumplir con su cometido.
Espiar.
El omega observó al alfa desde la espalda deshacerse su última prenda: la camisa. Pero se petrificó entero al ver cómo dos grandes y feas cicatrices sobresalían de lo omóplatos de TaeHyung como si fueran...
Como si fueran dos...
Repentinamente, TaeHyung se giró enfurecido hacia su dirección y la ventana mágica por la que JungKook espiaba se cerró de golpe.
JungKook jadeó, por poco cayéndose de su silla del espanto. Se llevó la mano al corazón y se quedó observando un punto fijo en su sótano con la respiración apresurada.
Porque se supone que nadie podía verlo cuando hacía el conjuro.
¿Entonces por qué podía jurar que TaeHyung conectó miradas con él?
Nota:
¡Feliz sábado! Aquí les traemos el último cap de RL por este añito 🖤
Conocemos poco a poco las rarezas de los personajes... 👀
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