Sólo en noches de luna llena (Final)
Transformado en lobo a medias, Lincoln Loud siguió a Maggie hasta la misma casa a la que había acudido con Luan una vez para animar la fiesta del treceavo cumpleaños de la chica emo.
Su sorpresa fue tal cuando se topó con la madre de Maggie esperándolos en la entrada. De tanto en tanto se ocupaba de vigilar que no hubiese testigos cerca; lo que significaba que ella también estaba involucrada en el asunto.
–Rápido, entren.
Al entrar, la madre de Maggie cerró la puerta con cerrojo y corrió las cortinas, al tiempo que la propia Maggie guiaba a Lincoln a ocultarse en el sótano.
–Ven, aquí estarás seguro hasta que pase el disturbio que hay allá afuera.
–Gracias –asintió apenado–. Yo... Lamento no haberte creído antes.
–Ni lo menciones –replicó la chica con calma–. Entiendo que era algo imposible de creer.
–En serio, gracias por ayudarme.
–Descuida, hago lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar. Prácticamente mi mamá y yo somos responsables de que estés así.
–¿A qué te refieres?
Maggie señaló a una esquina del sótano en la que, encadenada de manos y pies, Lincoln vio acurrucada a otra chica que era su doble exacto. Tenía el mismo cabello negro, la misma piel pálida salpicada de pecas y las mismas pestañas excesivamente largas. Las dos eran igualitas, como dos gotas de agua.
Pero había una diferencia significativa entre ambas; y era que, al igual que Lincoln, aquella chica tenía una tupida capa de pelo negro cubriéndole casi todo el cuerpo, un par de colmillos asomando de su boca, garras en sus manos y las mismas facciones lobunas en su cara.
–Ella es Marjorie –la presentó Maggie–. Pero puedes llamarla Marge o Margie si quieres.
Pronto, Lincoln entendió que pasaba.
–¿Es tu hermana gemela? –acertó a adivinar, a lo que Maggie asintió con la cabeza.
–Oh, rayos, de veras lo hice –se lamentó la otra niña, con una voz que también se mezclaba con los gruñidos de una bestia–. Cuánto lo siento.
–Margie fue la loba que te mordió la otra noche –aclaró Maggie–. Mi mamá y yo hacemos lo posible por tenerla bajo control las noches de luna llena; pero hay veces que logra escaparse y hace destrozos a donde quiera que vaya.
***
–¡Mentidoso!
Lily siguió acusando a Lincoln de charlatán. No tanto porque no creyese en su historia, sino porque en realidad quería que ya parara con esta de una vez.
–Es verdad –afirmó el mayor entre malévolas y picaras risillas–. Maggie tiene una hermana gemela y fue ella quien me pasó la maldición.
–Que mentidoso edes. Deja de decid mentidas.
Con todo y las protestas de su hermanita bebé, el chico albino siguió adelante con su relato.
–Mua ja ja ja ja ja ja...
***
–Cuanto lo siento –se disculpó Margie por segunda vez–. No fue mi intención lastimarte, de veras, pero es que no puedo controlarme cuando me transformo y... Pues... Te veías tan delicioso que no pude contenerme.
Maggie suspiró.
–Como vez, la licantropía es una enfermedad terrible.
–Y además hereditaria.
Al volverse, Lincoln vio bajar a la madre de Maggie y Marjorie con una taza de té caliente y una carpeta archivador repleta de papeles viejos bajo el brazo.
–¿Hereditaria?
–Su padre padecía del mismo mal –explicó la mujer–. Al menos así era cuando lo conocí en Nueva Jersey. Maggie tuvo suerte de no heredar sus genes de licántropo. Con Margie, como ya te habrás dado cuenta, no fue así.
–¿Significa que nació así? –dedujo Lincoln con un tono ligeramente acusatorio–. ¿Es por eso que tiene aquí encadenada a su otra hija, como a un animal?
–No pienses mal de nosotras –replicó Maggie en defensa de su madre–. Mi hermana permanece encerrada por voluntad propia. No sólo por proteger a los que viven en el pueblo, sino también por ella misma.
La otra gemela de pálida piel secundó a esto con un gesto afirmativo.
–En la antigua ciudad, donde vivíamos antes –prosiguió Maggie con su explicación–, nos dimos cuenta que la gente a veces puede ser muy cruel con quienes son diferentes. Fue por eso que decidió permanecer oculta del resto del mundo cuando nos mudamos aquí a empezar una nueva vida.
Lincoln se acordó de la turba que lo estuvo persiguiendo hasta hacía un momento. Seguro estarían acechándolo con sus antorchas y sus horquillas puntiagudas.
–Si, es verdad –concordó–. La gente puede ser muy cruel.
Maggie se aproximó a posar su mano en la cabeza de su hermana y la acarició con ternura rascándole atrás de las orejas.
–Los pocos que conocen de la existencia de Marjorie dicen que deberíamos ponerla a dormir; pero es mi familia.
–Mis niñas son todo lo que tengo –comentó la madre de las gemelas–. Desde que llegaron a mi vida he tenido que luchar para poder sacarlas adelante, sin ayuda de nadie, como lo he hecho hasta ahora, por muy difícil que sea.
Esta vez Lincoln se acordó de su familia y empezó a cuestionarse como lo tomarían cuando supieran lo de su maldición. ¿Se ocuparían de él como hacía Maggie con su gemela? Asuntos como el de la mala suerte o el protocolo de pelea de hermanas le hacían tener sus dudas al respecto... Por no decir que no confiaba tanto en ellos como debería. En definitiva tenía que buscar remedio a su situación y tenía que hacerlo cuanto antes.
Al notar lo nervioso que estaba, la madre de Maggie y Marjorie se acercó a darle la taza de té.
–Bebe esto, cielo, te hará sentir mejor.
–Gracias.
Lincoln bebió un sorbo y al instante sintió un sabor amargo agriándole la lengua. Tan penetrante y horrible era su sabor, que no pudo evitar escupirlo de vuelta en la taza de inmediato.
–¡Puaj!... ¡Hay! ¡Fuchi!... ¿Qué es esta porquería?
–Es un sedante de animales hecho a base de ingredientes naturistas –respondió Maggie–. Sabe feo, pero te aliviará el dolor de cabeza y te ayudará a reprimir tus instintos salvajes cada vez que te transformes.
–¿Y tengo que beber esto, todas las noches de luna llena?
–Temo que si –afirmó la madre de las gemelas–. Pero no te preocupes, nosotras te vamos ayudar con esto. Es lo menos que podemos hacer por ti.
–De nuevo, lo siento –se disculpó Marjorie por tercera vez.
–Descuida –dijo Maggie para consolar a Lincoln–, mamá ya es una experta en hombres lobo. Ella ha investigado mucho del tema con el paso de los años y tiene anotado todo lo que se necesita saber.
A sabiendas de que el tiempo apremiaba, antes de que la luna volviese a aparecer en el cielo, la madre de Maggie y Margie abrió la carpeta que llevaba consigo y repasó las hojas impresas que tenía archivadas allí.
–Veamos... Aquí está.
Con su dedo señaló el encabezado de la pagina y Lincoln se asomó a mirar.
–Incluso un hombre de corazón puro y que reza todas las noches –leyó en voz alta–, puede convertirse en lobo cuando la luna de otoño brilla... En realidad se llaman Mesamorphos y padecen una enfermedad llamada licantropía que los hace cambiar con la luz de la luna. Pueden convertir a otra gente en lobo al morderlos y sólo responden a la llamada de los de su propia especie.
–Si, si, ya sé –replicó el chico–, sólo salen con la luna llena, sé como funciona, todo mundo sabe como funciona. Dígame que hago.
–A eso voy, cariño, a eso voy, pero antes tienes que saber todo lo fundamental... A ver... –la mujer siguió repasando el contenido de su carpeta–. Son alérgicos a las rosas rojas y sólo pueden ser destruidos con plata pura.
–¿Balas?
–Bastones, cucharas, cepillos, lo que sea de plata.
–Rayos... Entonces lo unico que me queda por hacer es encerrarme en una florería por las noches.
–Hay algo más. Sólo comen carne fresca, pequeños animales, pájaros y ratones. Pero su platillo favorito son...
–¿Qué?
Maggie y Marjorie se miraron preocupadas entre si y su madre tragó una poca de saliva antes de completar su frase.
–Los niños.
Ante lo cual Lincoln ahogó una exclamación. Tras tragar él también una poca de saliva, nuevamente tomó la palabra en busca de respuestas.
–... Señora, todo esto es muy interesante. Pero lo que quiero saber es si hay algún modo de que pueda volver a la normalidad.
–No puedes –contestó Maggie con pesar–. La maldición del hombre lobo es algo con lo que tendrás que cargar por el resto de tu vida.
–¡No! –protestó Lincoln–. ¡No puede ser cierto!... ¡No lo acepto!... ¡Tiene que haber una salida!
–La única salida posible sería la muerte o el suicidio –dijo Margie–. Es eso o que aprendas a vivir con esta maldición como yo.
–Para eso nos reunimos aquí –concretó la madre de las gemelas–, para explicarte como afrontar esta nueva condición tuya y hallar el modo en que tu familia y tú puedan lidiar con esto de forma llevadera de aquí en más, así como lo hemos hecho nosotras hasta ahora.
–No, no puedo vivir así –gruñó el ser mitad niño mitad lobo–. Sin ofender, pero esto no es vida.
–Es la única manera, cielo. Pero no es tan grave. Será sólo durante las noches de luna llena.
–No, tiene que haber otra manera... Ahora que me acuerdo, Maggie mencionó que había un modo de deshacer la maldición.
La susodicha lo miró con expresión confusa.
–¿Ah si?
–¡Si! ¿Que no te acuerdas? Lo dijiste cuando fuiste a verme en la cafetería.
***
–¡Mentidoso! ¡Mentidoso! ¡Te do acabas de invental!...
–En serio, Lily, la primera vez Maggie me dijo que si había un modo de deshacer la maldición. Es sólo que se me olvidó contártelo.
–¡Mentidoso!
***
–¿Yo?... Ah, si, si, ya me acordé... La única forma de deshacer la maldición.
–Pero no te la decimos porque es algo demasiado horrible –dijo Marjorie–. De no ser así hace mucho que yo misma hubiese recurrido a ese método para curarme.
–¡Es igual! –exigió Lincoln, quien pasó a fulminar a la madre de las gemelas con la mirada–. Usted, si de verdad quiere ayudarme, si de verdad me quiere compensar por lo que me hizo su hija, tiene que decírmelo, haré lo que sea. Nada es tan horrible como vivir en este infierno.
Tras una breve vacilación, la madre de las gemelas accedió a su petición, para lo cual siguió repasando las hojas de su carpeta.
–Está bien. Te diré cual es ese método tan tremendo y espantoso.
Sus dos hijas bajaron la cabeza, mostrándose en total desacuerdo, mas no tenían autoridad moral para protestar al respecto.
–No puedo creer que le mencionaras lo de la cura –le susurró Marjorie a su hermana–. Sabes que es una cosa muy horrible.
–Perdón –se disculpó la otra–, no creí que se fuera a prestar a algo así.
–Aquí está... –con una mano temblorosa, la madre de ambas chicas señaló un párrafo en una de las últimas paginas de lo que tenía archivado en su carpeta–. Para deshacer la maldición... Deberás comerte los dedos de unas hermanas malcriadas que no quieran obedecer a su hermano cuando está a cargo.
***
Los ojitos de Lily se abrieron como platos.
–¡¿Que qué?!
***
Igual de desconcertado, Lincoln esa vez le pidió a la madre de Maggie y Marjorie que repitiera lo que había dicho.
–Deberás comerte los dedos de unas hermanas malcriadas que no quieran obedecer a su hermano cuando está a cargo.
***
–¿Todosh mish deditosh? –balbuceó la atemorizada bebita.
La sonrisa de su hermano se amplió horriblemente de oreja a oreja, en una mueca voraz que mostraba todos sus dientes.
–La mamá de Maggie dijo que hasta el más pequeñito, empezando por el gordo. Eso fue lo que me dijo, y me lo dijo la pasada noche de luna llena. Desde entonces he estado preparando todo para quedarme solo con ustedes esta noche.
–¡¿Eh?!
Temblando ante la malévola mirada que le lanzaba su hermano mayor, Lily se echó para atrás en su sillita.
–Así es. Porque no te he contado un cuento.
–¿Ño esh un cuento?
–No, ha ocurrido de verdad, y ahora ambos sabemos lo que debo hacer para acabar con mi sufrimiento.
–¿Qué?
–Lo comprendes, ¿verdad?
–Ño.
–¿Cómo de que ño?... Mua ja ja ja ja ja ja...
Entre ansiosas y maquiavélicas risillas, Lincoln sacó dos rebanadas de pan tajado de la alacena. Luego regresó a poner una frente a Lily quien cerró los puños y los trajo contra si.
–Ya casi es hora... Mua ja ja ja ja... Vamos, date prisa y pon la mano aquí.
La amedrentada bebita entonces arrojó deliberadamente su cobija favorita al suelo.
–Ups, cayó mantita. Dame.
–Claro, pequeña –accedió el mayor, cuya malévola sonrisa se acentuó más–. Está ahí mismo... Justo al lado de tus deditos... Mua ja ja ja ja...
Lincoln se agachó a recoger la mantita y Lily empuñó su sonaja, preparándose para golpearlo en la cabeza ni bien se volviese a asomar. En ese momento Leni entró corriendo a la cocina seguida por Luan que la correteó hasta allí con la araña falsa y en ese momento se dejaron de tonterías al percibir unos extraños ruidos en el entorno, semejantes a los gruñidos de un animal.
Era Lincoln, que volvió a erguirse con la mantita en mano y se inclinó hacia Lily mostrando sus dientes. La pequeña bebé levantó su sonaja y se preparó para atacar... Cuando entonces el peliblanco soltó un potente y bestial rugido.
–¡ROAR!
–¡AAAAAAHH...!
Tan potente y bestial que Lily soltó su sonaja y salió disparada para arriba, para luego caer en brazos de Leni que consiguió atraparla por las justas.
–¡Lily, cuidado!
–¡BUAAAAAHH!... –se puso a berrear a todo pulmón–. ¡BUAAAAAHH!...
Su llanto fue lo suficientemente estridente para alertar al resto de las Loud, quienes inmediatamente dejaron de armar desmadre, del mismo modo que Lola abandonó su guardia en el piso de arriba.
En breve, el caos cesó por completo y las demás hermanas de Lincoln se hallaban reunidas en la cocina, salvo Lori que seguía atada y encerrada en su habitación.
–¡BUAAAAAHH!...
Leni abrazó a la bebita contra su pecho para consolarla.
–Tranquila, tranquila, ya pasó, ya pasó, ¿que pasó? ¿Te asustó ese niño feo?
–¡Dincon va comeshe todosh mish deditosh empezhando con ed goddo! ¡Hay duna yena y Dincon esh un hombe dobo...! ¡BUAAAAAHH!... ¡BUAAAAAHH!... ¡MAMI!... ¡MAMI!...
Al oír eso, el resto de las hermanas Loud miraron con reproche a su hermano por haber hecho llorar a la pequeña de ese modo.
–¡Rayos, Lincoln! –le recriminó Lola enfadada–. ¿Cómo se te ocurre asustar a Lily así?
–Si, hermano –la apoyó Luna–. Eso fue horrible.
–¡ÑO! ¡ÑO! –Lily siguió lloriqueando, moqueando y babeando en el seno protector de Leni hasta ponerse toda roja–. ¡MISH DEDOSH! ¡MISH DEDITOSH... ¡MAMI!... ¡MAMI!... ¡BUAAAAAHH!...
–Shhh... Ya, ya, bebé... –insistió la mayor en consolarla–. No hagas caso, aquí no hay ningún hombre lobo.
–Este tonto se lo inventó todo para asustarte –aclaró Lynn–. Rayos, esta vez si te pasaste de la raya, apestoso.
Lo peor, era que el muy desvergonzado seguía sonriendo cínicamente y con toda la mala intención del mundo. Al percibir esto, Lily se estremeció y se aferró con todas sus fuerzas al pecho de Leni.
–Escucha, Lincoln –le reclamó Luan igual de molesta que sus otras hermanas–, ya deja de jugar, esto no es NADA gracioso.
–Si no estoy jugando –fue lo que dijo, manteniendo esa amplia, maquiavélica y descarada sonrisa en su cara–. ¿Es que no sabían?
–¿Qué coza? –inquirió Lisa.
–¿Quién creen que le sugirió a mamá y papá que tuvieran su cita esta noche? ¿Eh?... Je je je je je... Por eso hice que todos nos reveláramos contra Lori... Je je je je je... Para que yo me quedara a cargo, porque sabía que así ninguna de ustedes me haría caso y si o si se portarían mal... Je je je je je...
Las hermanas Loud se miraron indignadas y desconcertadas entre si, sin poder creer que Lincoln siguiese tan comprometido en su parafernalia.
–Así es, chicas –rió–, lo que va a pasar ahora, lo que van a ver, todo eso fue orquestado por mi y era parte de mi plan desde el principio... ¡MUA JA JA JA JA JA JA...!
A toda prisa, Lincoln corrió a la sala a asegurar la puerta de en frente. Después se asomó por una de las ventanas y miró al cielo. Casi al instante, sus confundidas y fastidiadas hermanas lo siguieron hasta allí mismo.
–Si, la luna llena está por salir y pronto me convertiré en un licántropo. He de actuar de prisa... Rrrr... Rrrr...
En brazos de Leni, Lily empezó a lagrimear, moquear y estremecerse, amenazando con romper en llanto otra vez. Por su parte, molesta y harta a la vez ante su forma de actuar, Lynn se aproximo, a torcerle el brazo de ser necesario con tal de obligarlo a que se dejara de tantas idioteces.
–Muy bien, tontolón, será mejor que... ¡Ay!
Lo que no se esperaba, para nada, era que Lincoln evadiese su ataque con tal agilidad. Y para cuando se dio cuenta, su hermano era quien la tenía agarrada de la muñeca. Algo que tampoco se espero es que aquel chico debilucho tuviese un agarre tan firme. Pero tan firme, que al estrujar su muñeca la hizo chillar de dolor.
–¡Ay!... ¡AY!... ¡Oye!... ¡AY!... ¡¿Desde cuando te hiciste tan fuerte?!
–Desde aquella noche que me mordió ese supuesto perro por el que Lisa me ha estado poniendo veinte inyecciones contra la rabia a diario –gruñó–. ¿O ya lo olvidaron? ¡¿Eh?!
Al levantar su vista, Lynn advirtió, con creciente horror, que su lampiña cara se estaba cubriendo de pelos blancos.
***
En el piso de arriba, Lori salió de su habitación después de haber logrado desatarse de la silla a la que la dejaron amarrada. Le resultó bastante extraño que todo el escándalo de hasta hacía un momento hubiese cesado tan abruptamente.
Al ir bajando las escaleras, encontró la casa vuelta un desastre a su alrededor, tal y como se lo esperaba. Pero aun estaba tiempo de evitar que quedara reducida a una pila de escombros o cenizas como preveía. Lo bueno, era que sus diez hermanos estaban reunidos frente a la puerta principal. Así podría llamarles la atención a todos y poner orden de una buena vez.
No obstante, al llegar a la planta baja, se dio cuenta que algo no marchaba bien allí. Lincoln tenía sometida a Lynn, sin ningún esfuerzo. La tenía agarrada de la muñeca, aparentemente apretando con la suficiente fuerza para hacer que cayera arrodillada entre afligidos gemidos de dolor.
–¡Auch! ¡Auch! ¡Auch! ¡Auch! ¡Auch!...
Sus otras hermanas, en cambio, lo observaban inmóviles, todas ellas con cara aterrada, especialmente la pequeña Lily, como si a quien tuviesen frente a si no se tratase de su hermano, sino de una amenaza letal para todas ellas, algo que no iba para nada con el status quo establecido en la casa Loud.
¿Acaso era idea suya, o de pronto Lincoln parecía más alto de lo que era en realidad? ¿Y desde cuando tenía las patillas tan crecidas y las cejas tan pobladas que se fusionaban en una sola?
–Veamos... –su voz, al hablar, parecía mezclarse con los gruñidos de un animal hambriento–. ¿Con cuál de todas voy a empezar?
Con una mano, parcialmente cubierta por una tupida capa de pelo que se asemejaba a un guante blanco y peludo, Lincoln apuntó alternadamente a cada una de sus hermanas de una en una, incluyendo a Lori al reparar en su presencia, canturreando a su vez de modo juguetón:
–De tín... Marín... De do... Pingüe... Cucara... Macara... Títere... Fue... Yo... No fui... Fue tete... Mi madre... Me dijo... Que... De la sota... El caballo... Y el buey... Tú eres... Él... Rey... Muy bien, tú serás la primera.
Leni abrazó celosamente a Lily y, junto a sus otras hermanas, empezó a retroceder dando tras pies, al tiempo que Lincoln avanzaba hacia ellas con un aire acechante. Poco a poco, sus ropas empezaron a desgarrarse.
–Ven aquí –llamó a la hermana que escogió como su primera víctima–. Ven a aquí...
Bajo su propio riesgo, Lucy corrió a ponerle una mano sobre el pecho.
–¡Lincoln, no tienes que hacer esto! ¡Escucha! ¿Sabes quién eres tú?! ¡En este corazón es donde vives, justo aquí! ¡Lo demás es sólo carne!
–Es la única manera, chicas –replicó entre amenazadores y fieros gruñidos–. Pero no se preocupen, seguro Lisa inventará algo para que sus dedos vuelvan a crecer; pero por ahora...
De un violento manotazo apartó a la gótica, con tal fuerza que la mandó a volar hasta el comedor en donde se estrelló contra la vitrina de trofeos que se le vino encima.
–¡AAAAAHH!...
¡Kapoow!
¡CRASH!
Si bien Lori ignoraba los detalles de lo que estaba sucediendo, en ese instante cayó en cuenta que se estaban enfrentando a algo sumamente peligroso, así no se aplicara a las leyes de la lógica conocida. Los súbitamente enrojecidos ojos de Lincoln habían perdido todo rastro de humanidad.
–Prepárense... Que aquí viene el cambio...
***
–Vamos a ver... 25 pelotas de goma... 31 huesos para morder... y 2 Cajas de bolsas de galletas para perro sabor tocino... Listo, eso es todo.
Sam tachó el ultimo item de su lista. Con esto supo que el inventario de todo lo que guardaban en bodega estaba completo y en orden.
–Muy bien, Sam –agradeció la encargada del refugio–. Creo que con eso será suficiente por hoy. ¿Por qué no vas a casa y descansas un poco?
–Si –contestó desperezándose–, estoy muerta. Hasta mañana.
–Hasta mañana, Sam... Hey, espera...
Antes de que se retirara, la encargada la llamó para entregarle algo que se había dejado encima del mostrador.
–Olvidas esto... ¿Qué es?
–Es mi silbato de plata especial que sólo escuchan los perros –respondió Sam al recibirlo de vuelta–. Me lo regaló mi papá, por si alguna vez nos llega un perro muy bravo.
–Pues no te he visto usarlo hasta ahora, pero haces bien en estar preparada. Nunca debes subestimar a los animales.
–Eso mismo dijo mi papá. Bueno, hasta mañana.
–Hasta mañana.
Camino a su casa, Sam se puso a revisar las notificaciones en su teléfono y se contentó al ver un mensaje de texto de su novia Luna, en el que la invitaba a ella y a toda la banda a su casa esa noche que no había nadie a cargo que los fuera a interrumpir.
De modo que pasó primero por su propia casa y le pidió a su hermano que saliera a pasarle su guitarra en el porche nada más y después se dirigió directamente a la de Luna.
En el camino se topó con Mazzy y Sully, que también ya iban con sus instrumentos.
–Hey, chicos, ¿listos para rockear toda la noche?
–¡Por supuesto que si!
¡CRASH!
Nada más que, al llegar, los tres dieron un tremendo sobresalto cuando Lynn Jr. salió disparada por la ventana atravesando el cristal y cayó violentamente de espaldas sobre el asfalto.
–¡Ay, por Dios, Lynn!
Mazzy corrió auxiliar a la apaleada muchacha, que por fortuna sólo había quedado inconsciente y con varios raspones. Tras esto, dentro de la casa Loud se escucharon varios gritos aterrados y cosas rompiéndose.
–¡Vete!
–¡Aléjate de mi!
–¡Mis dedos!
–¡Auxilio!
–¡Son Luna y sus hermanas! –exclamó Sam–. Y parece que están en peligro.
Sully corrió rápidamente a abrir la puerta de una patada, a lo que Lana, sus mascotas, las mascotas de todos los demás y Lisa salieron huyendo despavoridos en dirección a la calle.
–¡Corran!
–¡Sálvese quien pueda!
Sully se apuró a entrar a averiguar que ocurría y Sam corrió tras él. Aparte del desastre que habían hecho las hermanas Loud, dentro hallaron a Leni tumbada bocarriba y a Luan bocabajo cerca del sofá volcado; las dos presentaban moretones y rasguños en sus brazos y piernas, y junto a ellas estaba la pequeña Lily, que no paraba de llorar desconsoladamente.
–¡BUAAAAAHH!...
Sully acudió a cogerla en brazos y de paso tratar de auxiliar a ambas chicas. Por su lado, Sam se encargó de ir a auxiliar a su novia, a la que halló tumbada al pie de las escaleras con un moretón en el ojo y el labio partido.
–¡Luna! ¡Luna! ¡¿Estás bien?!
La otra rockera abrió los ojos, al mismo tiempo que Lucy regresó cojeando del comedor, herida y lastimada después de haber conseguido salir de debajo de los escombros que quedaron de la vitrina de trofeos.
–¡Cuidado! –gritó para alertar a Sam.
Quien inmediatamente agarró a Luna y se hizo a un lado para esquivar a Lori, que en ese momento cayó rodando por las escaleras y aterrizó violentamente frente a la puerta principal.
–¡¿Pero que rayos está pasando aquí?!
Como respuesta a su pregunta, Sam oyó unos fieros y hostiles gruñidos venir del piso de arriba, seguidos por un sonoro y agudo grito de terror.
–¡VETE! ¡MIS DEDOS! ¡AUXILIO!
Por lo que dejó a Luna arrimada contra una pared y corrió a toda prisa escaleras arriba. Pero al llegar a la segunda planta se quedó estupefacta e inmóvil, sin poder dar crédito a lo que veía.
Frente a ella se alzaba un lobo antropomórfico, como los que había visto en las películas o en el anime de Bestears en su defecto. Su pelaje era enteramente albino de cabo a rabo; su altura alcanzaba casi los dos metros, suficiente para tocar el techo con su cabeza si no tuviese la espalda encorvada. Lo unico que llevaba puesto de ropa eran unos jeans hechos jirones y por calzado un par de tennis desgarrados por el que asomaban unas filosas uñas cortantes.
Con una de sus poderosas garras tenía sujetada de la muñeca a la pobre Lola que chillaba y lloriqueaba de miedo, puesto que quería forzarla a meter la mano en su espumosa boca repleta de dientes filosos.
–¡NO! ¡MIS DEDOS! ¡MIS DEDOS! ¡SOCORRO!
Sam, al ver eso, cogió una lampara que halló tirada cerca y corrió a estrellársela en la cabeza al hombre lobo, esperando que esto bastara para dejarlo inconsciente.
¡CRASH!
Mas lo unico que logró fue hacer que la bestia se percatara de su presencia y se enfureciera más.
El hombre lobo soltó a Lola, se dio media vuelta y echó a andar a cuatro patas en dirección a Sam que reculó tambaleándose.
–¡Hermano, no! –gritó Luna desde abajo, al haber conseguido ponerse en pie difícilmente y asomarse a las escaleras–. ¡No lo hagas!
–¿Hermano?
Al mirar detenidamente a la bestia, Sam alcanzó a notar un mechón de cabello blanco brotando de su cabeza peluda y también un largo colmillo de doble punta asomando de su boca generosamente dentada. Por arriba de esta se alcanzaban a apreciar unas cuantas pecas salpicadas en ambas mejillas.
–¿Lincoln?
–¡ROAR!
En respuesta, el hombre lobo lanzó un zarpazo contra Sam, que apenas y si consiguió esquivarlo de un efusivo salto para atrás.
–¡Por favor, no la lastimes! –suplicó Luna otra vez.
Pero el hombre lobo no hizo caso a sus suplicas. Sam retrocedió hasta el armario de blancos adaptado al final del pasillo, cuya puerta estaba abierta para su buena suerte. Entendió que de nada serviría cerrarla para atrincherarse. La bestia era enorme y contaba con una fuerza brutal, suficiente para arrancar la puerta como si esta estuviese hecha de cartón. Estaba irremediablemente acorralada.
El hombre lobo se irguió amenazante frente a ella y le gruñó mostrándole sus afilados dientes. Con una de sus poderosas garras rasgó el empapelado de la pared, a grosso modo de anunciar que estaba a punto de desatar una furia asesina sobre Sam que se llevó las manos al pecho y se limitó a aguardar su inevitable final.
Entonces, el hombre lobo lanzó un aullido al aire en señal de triunfo, como soltando una victoriosa carcajada maquiavélica. A sus espaldas, Lola ahogó una exclamación y se tapó los ojos.
–¡Ay, no quiero ver!
A pesar de todo, Sam supo mantener la calma. Por poco no se da cuenta, pero resulta que tenía un as bajo la manga, o mejor dicho colgada al cuello.
Decidida a jugarse el todo por el todo, con la velocidad de un pistolero que se bate a duelo en el viejo oeste, Sam metió la mano bajo el cuello de su blusa y sacó el silbato de plata que su papá le había regalado y por poco se deja olvidado esa noche en el refugio de animales.
–Perro malo –masculló.
Y en el acto tomó una buena bocanada de aire, se llevó el silbato a la boca y sopló empleando toda su capacidad pulmonar en ello. Y aunque no se oyó nada de nada, la bestia se cubrió los oídos con su garras y retrocedió chillando de dolor, al percibir un horrible zumbido que parecía iba hacer que le estallara la cabeza. Su idea de ultimo momento había funcionado.
No fue hasta que se quedó sin aliento que Sam dejó de soplar su silbato. Sin embargo Lincoln permaneció echado en el suelo cubriéndose los oídos, temblando atemorizado ante su presencia cuál perro regañado.
–¡Sam!
Luna terminó de subir trabajosamente a la segunda planta, tras lo cual fue a abrazar a su novia quien pasó por arriba del atemorizado licántropo de pelo blanco al que había conseguido derrotar.
–¿Te encuentras bien? ¿No te hizo daño?
–No, tranquila, estoy bien. Vaya que eso si que estuvo cerca.
Al poco rato, Lori, Lucy, Lana y Lisa subieron hasta allí mismo, ahora que ya no había peligro alguno. Mazzy y Sully se quedaron abajo ayudando a las que quedaron fuera de combate. Luego de reponerse del susto, y de cerciorarse que sus dedos ya no peligraban, Lola fue a coger una de las revistas que había en el cuarto de Lori y Leni, la enrolló bien y con ella se aproximó a darle de golpes en el hocico al lobo blanco.
–¡Hermano mayor malo! ¡Hermano mayor malo! ¡Eso no se hace!
–¡Basta, Lola! –Luna la apartó del lobo pese a que este ya no hizo nada para defenderse–. Ya fue suficiente.
–¿Y ahora que vamos a hacer? –preguntó Lori señalando a su hermano transformado en lobo–. ¿Qué le vamos a decir a mamá y papá?
–Tuvimos suerte esta vez –señaló Lola–. ¿Pero que pasará la próxima luna llena?
–Zi que ez un gran dilema... –dijo Lisa rascándose la barbilla pensativa–. Tal vez pueda zintetizar una formula para... Ya zaben... Ponerlo a dormir zin que zufra mucho.
–¡NO! –gritaron Lori, Luna, Lucy y Lana al unisono.
En el suelo, Lincoln se puso a gemir y chillar.
–No podemos hacerle eso –objetó Lana–. No importa lo que haya hecho, sigue siendo nuestro hermano.
–¿Y que otra cosa podemos hacer? –replicó Lola–. ¿No esperarás que vivamos en casa con una bestia salvaje y sedienta de sangre? ¿O si?
–Rayos –Luna se rascó la cabeza preocupada–. No le veo salida a esto... ¿Tú qué opinas, Sammie?
Con cierto dejo de duda, la rockera del mechón azul se puso en cuclillas frente al asustado lobo que momentos antes trató de despedazarla, le puso una mano en la cabeza, le tendió la otra y esperó un rato a que la olfateara detenidamente.
Sorpresivamente y contra todo pronostico, Lincoln se puso a lamerle la cara de manera juguetona para total asombro de las hermanas Loud, siendo Luna la única excepción, pues ella sabía que aquella chica tenía un don natural para ganarse el cariño de los animales y esa era una de las muchas cosas que le gustaba de ella.
–Tu hermano está bien –rió Sam–; pero tiene que aprender algo de disciplina.
***
Al año siguiente, la familia Loud celebraba una parrillada al aire libre en el patio trasero de su casa, a la que habían asistido varios de sus parientes, amigos y conocidos, entre los cuales se contaban a Clyde y los chicos de la pandilla, el abuelo Albert y su novia Myrtle, Kotaro el mejor amigo del señor Lynn, el novio de Lori y su familia que habían venido desde Great Lake City, los señores McBride, etcétera. Y también estaban Sam, Maggie y Paige.
Para ese entonces el señor y la señora Loud ya se habían acostumbrado a los cambios que se presentaron en su vida; sus hijas estaban creciendo y varias de ellas ya tenían pareja, la mayor de todas estaba estudiando en la universidad, a Lily le iba bastante bien en el preescolar y su unico hijo varón correteaba felizmente a una ardilla por todo el jardín, pero sin llegar a hacerle daño.
En breve, el señor Lynn llamó a todos para que se formaran en una fila y así irles sirviendo un trozo de carne asada a cada quien. Todo era felicidad.
–La comida está lista.
Pero antes sirvió un filete medio crudo en un cuenco para perro que luego entregó a Sam. Esa noche la luna llena brillaba en el cielo, pero ya no había nada que temer.
Sam, quien únicamente se sirvió una porción de ensalada de papas y un par de mazorcas con mantequilla en un plato aparte, se ocupó personalmente de servirle su comida al hermano de su novia.
–Lincoln, a cenar.
A lo que este acudió obedientemente a su llamado y se puso a saltar ansioso a su alrededor.
–A ver, siéntate –ordenó Sam.
Entonces Lincoln se sentó en el prado tomando la pose de suplica.
–Acuéstate –ordenó seguidamente la muchacha.
Con lo que Lincoln se tendió pechotierra sobre la hierva.
–Rueda... –dijo, y entonces rodó sobre su propio vientre–. Arriba.
Lincoln volvió a tomar la pose de suplica y esperó a que Sam pusiera el cuenco con la carne medio cruda a sus pies; pero no empezó a comer todavía. Antes esperó sus próximas instrucciones.
–La patita... –pidió tendiéndole la mano y Lincoln dejó que le estrechara amistosamente su garra derecha–. Muy bien.
Después de esto Sam dio tres pasos para atrás e hizo chasquear sus dedos.
¡Snap!
–Ahora.
Entonces Lincoln supo que tenía permiso para empezar a comer su carne.
Luego de acabársela de tres bocados, corrió hacia Paige, se tendió en la hierba a sus pies y dejó que le rascara la barriga.
–Ouh, ahora es más lindo que antes. ¿Que dicen? ¿Me lo puedo quedar?
–Claro, hija –accedió su padre que, junto a su madre y hermana, también había asistido a la fiesta–. Ahora que está bien adiestrado puedes salir con él.
En efecto, ya no había peligro alguno. Lincoln se había transformado igual que todas las noches de luna llena, pero conservaba sus ojos azules de siempre, los ojos del niño gentil que era en realidad.
–Vaya que conseguiste amanzarlo –comentó Maggie sorprendida al acercarse a Sam, quien observaba satisfecha el resultado de su trabajo–. Sigo sin explicarme como lo hiciste.
–Nha, no fue tan difícil –rió la otra con modestia–. Con un poco de amor y compasión cualquier cachorro llega a ser un perro obediente y alegre. La clave es la perseverancia.
–Increíble. Oye, ¿crees poder ayudarme con mi hermana alguna vez? Mi mamá y yo creemos que ya ha pasado mucho tiempo encerrada y nos gustaría que pudiera reintegrarse en la sociedad.
Mientras que Lana y Lily iban hacía Lincoln para invitarlo a jugar a traer la pelota, Luna se acercó a abrazar a Sam y le plantó un cálido beso en la mejilla.
–Claro que puede –dijo para resolver la duda de Maggie–. Será pan comido para Sam, a ella los animales la aman.
FIN
***
Haiku sopló el silbato de plata una vez más; y aunque no se oyó nada, los lectores ya sabían que su frecuencia sólo podían oírla los perros y otros caninos. Fuera se escuchó otra oleada de ladridos y aullidos.
–Al final –dijo para dar cierre a esta historia–, el que Sam Sharp saliera con Luna resultó en algo beneficioso para los Loud; especialmente para Lincoln que pudo seguir llevando una vida normal sin hacer daño a nadie, ya que en ella encontró a la mejor entrenadora del mundo... Es una lastima que otras familias con casos similares no hayan corrido con la misma suerte... Y bien, mis apreciadas bestias de la noche, eso ha sido todo por ahora. Me despido, no sin antes recordarles que tener mascotas en casa conlleva una enorme responsabilidad y que deben apoyar las campañas de descanización en su ciudad. Nos leemos en la próxima.
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