Linka y la bruja Parte 3 (Final)

–¿Qué te pasa, Clyde? –preguntó Stella.

A las puertas del arcade, el chico de color se apretó las manos contra el vientre entre quejidos lastimeros.

–Me duele el estómago –confesó–. Me siento mal por Linka. Nos pidió apoyo y le dimos la espalda.

–Ella se lo buscó por andar difamando así a la maestra Johnson –objetó Liam–. Mira que andar diciendo que es una bruja y que pretende hacernos daño. Reconozco que es algo severa, pero ha sido buena con nosotros y siempre nos trata bien.

–Si, ya sé que Linka a veces puede ser insoportable cuando habla de monstruos y todo eso; pero es mi mejor amiga y debería apoyarla, así esté loca de remate.

–Nha, dices eso porque te gusta –lo acusó Rusty–. Eso no es un secreto para nadie.

–Lo que sea –repuso Clyde apartando la mirada–. Al menos debería ir a esperarla hasta que termine su castigo.

–Te estás sonrojando –rió Stella.

–¡Nha!

Sin decir más, Clyde montó su bici y echó a pedalear de regreso a la escuela, en afán además de huir de las picaras risillas y chiflidos de sus amigos de la pandilla.

***

Linka retrocedió dando traspiés, aterrorizada ante la horripilante y genuina cara corroída de la maestra Johnson que venía hacia ella, con todo y su calva llena de llagas y laceraciones y el centelleante fulgor violáceo de sus ojos como brazas ardientes.

Me fascina serr maestrra porrque odio a los niños –rió con su chirriante voz metálica de bruja–. ¡Los odio! Serr maestrra de escuela es el mejorr trrabajo que hay parra una brruja porrque odiamos a los niños. Así podemos observarrlos de cerrca e idearr nuevas forrmas de hacerrles mucho daño... ¡Ñaca, ñaca, ñaca...!

La maestra Johnson terminó de quitarse sus guantes de lana y los arrojó a una esquina junto a la mascara y la peluca. A continuación cogió un grueso escalímetro de madera que tenía en su escritorio y lo azotó contra uno de los pupitres: ¡PLAZ!

En principio Linka creyó que la iba a golpear con eso; pero lo que hizo fue girar un extremo del escalímetro y desenfundar una fina vara de madera que tenía oculta allí adentro, como si de un bastón espada se tratase. Segundos después, la punta de la vara empezó a desprender chispas amarillas.

Y ahorra, parra asegurrarrme que no vayas a soltarr la lengua, te voy a convertirr en un sapo... No... En algo peorr... ¡En gusano!... No... Peorr aun... Te convertirré en la más horrible crriaturra del mundo... ¡En Tik Tokerr!... ¡Ñaca, ñaca, ñaca...!

–¡No! –chilló Linka que cayó contra una esquina de los mesones, cerca del santuario de ranas, la jaula de los hámster y la pecera con lagartijas–. ¡Todo menos eso!

No, esperra –rió la bruja agitando su varita–, ya sé... Te convertirré en...

–En una super modelo –sugirió la peliblanca entre risas nerviosas.

Muy grraciosa... ¡No!... ¡Te voy a converrtirr en una coneja y harré un exquisito estofado contigo!

–¡Que asco! ¡Estofado de conejo!

¡Ustedes, los niños, no saben nada de nada! –chirrió la bruja–. ¡La carrne de conejo es una rica fuente de prroteínas baja en grrasa! ¡Lo sabrrían si pusierran atención a las clases!

La bruja apuntó con su varita a Linka, que se estremeció a la espera de encontrarse con su inevitable final, y las chispas amarillas se tornaron anaranjadas.

–¡LINKA, NO!

Justo en ese instante, la bruja se volvió hacia a la puerta y le lanzó una furibunda mirada y un hostil chirrido a Clyde, a quien pilló asomándose por la ventanilla atestiguándolo todo.

En esas, Linka aprovechó la ocasión para agarrar la jaula de los hámster y lanzarla contra la roída cabeza calva de la bruja: ¡Clanc!

¡Hay!

La jaula se aboyó al chocar contra su objetivo y su fondo se desprendió al impactar contra el suelo. La bruja, enfurruñada, volvió a fijar su atención en Linka y sus diabólicos ojos desprendieron un centelló de color violeta, a la vez que Clyde sacudía el picaporte intentando desesperadamente forzar la puerta para acudir en ayuda de su amiga.

¡Olvida lo de converrtirrte en coneja! ¡Ahorra te voy a achicharrar hasta que tus huesos queden negrros!

Por suerte, en el momento que la bruja levantó su varita chispeante sobre Linka, los hámster que habían quedado libres saltaron a la altura suficiente para adherirse con sus garritas a sus gordos glúteos y pegarle una contundente mordida ahí mismo.

¡YAAAAAAAHHH...!

Al ver eso, Linka volcó el santuario de ranas, las cuales también saltaron a atacar a la maestra Johnson, en su mayoría aferrándose a su cara. Después hizo lo mismo con la pecera de las culebras que reptaron a enroscarse en torno a sus pantorrillas y sus brazos para pegarle más mordiscos. Luego abrió la jaula de los conejos que se lanzaron a morderle los pechos y la de las zarigüeyas que le arañaron y mordisquearon la cara, incluyendo Cuca que todo este tiempo resultó estar viva.

Segundos después, la maestra estaba siendo doblegada por todas las mascotas del aula conforme estas eran liberadas de sus hábitats y se le echaban encima.

¡Shu! ¡Larrgo de aquí, apestosas alimañas! –chillaba la bruja, mientras sacudía su varita y de esta salían disparados fieros relámpagos sin un objetivo fijo, con lo que los focos del aula parpadearon y los libros salieron volando de sus estantes.

Lo unico que Linka dejó intacto, por obvios motivos, fue el acuario de peces amazónicos; pero si le arrojó a la cara varios terrones de tierra sacados del habitad de las lombrices hasta vaciarla un poco menos de la mitad. Después le arrojó las granjas de hormigas negras y rojas, las cuales hicieron equipo para atacarla al quedar libres. Por ultimo le aventó la bolsa con los huevos de Frank, los cuales eclosionaron casualmente en el momento del impacto, de modo que un millar de arañas echaron a corretear por todo el cuerpo de la bruja que siguió luchando por quitarse a los demás animales de encima.

Así, viendo que había conseguido reducir al engendró del mal, Linka corrió a hasta la puerta; pero antes de quitar el cerrojo se devolvió a donde había dejado su mochila.

–¡¿Que haces?! –gritó Clyde mientras seguía sacudiendo la manija–. ¡Tenemos que salir de aquí!

–¡Un segundo! –gritó su amiga una vez hubo sacado la polaroid. De ahí levantó la cámara, apuntó la lente en dirección a la bruja y fijó su dedo indice junto al botón del disparador–. ¡Hey, maestra Johnson!

La bruja aplastó a uno de los hámster de un pisotón y arrojó contra la pared al conejo blanco que, después de caer al suelo, ya no se movió más. Entonces se regresó a mirar con odio a Linka gruñendo, chirriando y escupiendo gotitas azuladas como perdigones con cada chillido.

–¡Diga Whisky!

¡Clic!

Linka pulsó el botón y un destelló de luz cegó a la bruja, cuyas pupilas se contrajeron en sus ojos eyectados de sangre.

–¡WAAAAAAHH...! ¡Estoy ciega!

Ocasión que los demás animales aprovecharon para seguir atacándola, siendo la coneja color caramelo la que se ensañó más con ella al pegarle un tenaz mordisco en el cuello, en venganza por haber asesinado a su pareja.

–¡No! ¡No! ¡Basta ya! ¡Porr favorr!...

La polaroid escupió una instantánea que Linka pescó en su mano, atenazándola entre su indice y anular. En cuanto la tuvo en su posesión, esta vez si se dio media vuelta y corrió a abrir la puerta del aula.

La diosa fortuna acababa de sonreírle. La cámara si había tenido película. Tenía la evidencia que necesitaba, aparte de que Clyde ahora la respaldaría. ¡Lo había logrado! Lo unico que faltaba era salir vivos de allí, con la prueba a salvo, por lo que ambos apuraron su carrera, tanto como se lo permitieron sus larguiruchas piernitas.

Al poco rato, el par de amigos escucharon las pisadas apuradas de la bruja saliendo en su persecución.

–¡Vengan acá, los dos, regrresen! ¡Están en grraves prroblemas!...

Lo bueno es que esta vez Linka si se encaminó por el rumbo correcto, siendo seguida de cerca por el buen Clyde; aparte que pudieron sacarle ventaja a la bruja dado que no había tenido ocasión de quitarse los tacones –como tampoco había tenido ocasión de quitarse la dentadura– y eso la retrasaba con lo incomodos que debían resultar para sus pies robustos y encorvados para abajo como patas de cuervo.

Con la adrenalina a tope, Linka y Clyde aceleraron su carrera y no se detuvieron, ni siquiera cuando alcanzaron las puertas dobles y chocaron contra estas mismas. Primero la peliblanca, que se dio un buen golpe en medio de la frente y dio tres pasos para atrás viendo estrellas. Luego su amigo de tez oscura, que tropezó con ella y la hizo soltar la cámara, la cual casi le machaca los dedos de sus pies.

Así mismo, la foto acabó resbalando de entre los dedos sudorosos de Linka. Se elevó majestuosamente, dio una vuelta y media en el aire y aterrizó en el piso con suavidad, a metro y medio del alcance de ambos.

–¡¿Qué haces?! –inquirió el chico asustado, cuando su amiga lo apartó de un empujón y se lanzó a recuperarla.

De pronto, la bruja apareció al final del pasillo, con su ropa alborotada y sucia de sangre, viseras y excrementos de todas las consistencias y colores, y su horripilante cara desecha a mordiscos y a arañazos.

¡Tomen esto, parr de mequetrrefes!

Entonces, un chorro de chispas rojas, que parecían limaduras de metal candente, salieron disparadas de la punta de la varita y volaron directo hacia Linka, a la que por poco alcanzan de no ser porque Clyde la apartó en la ultima décima de segundo.

En su lugar, las chispas impactaron contra toda su persona, que al instante desprendió una densa humareda negra y un potente hedor a carne chamuscada, mientras se soltaba en terribles alaridos.

Linka emitió otro, tan agudo y quejumbroso, que sonó como el zumbido de un mosquito enorme. Momentos después, vislumbro algo blanquecino, como una nubecilla, disipándose en el aire. En cuanto su vista se aclaró, la desgraciada cayó de rodillas frente a un par de anteojos que halló tirados en medio de un reguero de cenizas humeantes.

–¡CLYDE!... ¡Oh, Jesús misericordioso!... ¡CLYDE!... ¡NO ESTÁS MUERTO!¡¿VERDAD?!... ¡¿VERDAD QUE NO?!...

Su mano, una mano fría, helada, rozó los gruesos anteojos, aun calientes al tacto, y los agarró apelando a una fuerza sacada de la más profunda cima de la pena y el horror.

–¡Clyde!... –sollozó Linka–. No... Mi mejor amigo!... ¡Oh no!...

Apretó los anteojos y un puñado de cenizas contra su pecho, como si tratara de devolverlo a la vida con su calor, pero no tenía ningún calor que brindarle. Estaba fría, fría.

Un rato después, parte del embotamiento se le pasó, cuando escuchó a la bruja soltar una malévola risotada de triunfo.

¡Ñaca, ñaca, ñacá...! ¡Achicharrado! ¡Achicharrado como un churrasco! ¡Cocido como una zanahorria!... ¡Con eso tiene por meterr las narrices donde no debe!...¡Ñaca, ñaca, ñacá...!

La expresión de aturdimiento, pena y horror, desapareció lentamente del rostro empapado en lagrimas de Linka, remplazada por una insaciable sed de venganza que brillaba en ellos como antorchas encendidas. Sus mejillas, pálidas como la cera, empezaron a llenarse con un rojo candente. Sus labios se entreabrieron dejando a la vista los dientes y un conjunto de palabrotas surgieron de entre ellos, ardientes, roncas y hoscas.

–¡HIJA DE PUTA! ¡ME LAS PAGARÁS, MALDITA BRUJA DE MIERDA! ¡ESTO NO SE VA A QUEDAR ASÍ! ¡TE VOY A ROMPER EL CULO!

Tomó impulso y se deslizó sobre sus muslos para recuperar la foto. Después se incorporó y corrió a tomar la cámara. La alzó y apuntó con la lente a la bruja, a la que vio aproximarse. Sus violáceos ojos saltones se proyectaban hacia adelante, como hongos que emergieran de su lacerada cabeza calva.

¡Va uno y sólo falta la otrra!...¡Ñaca, ñaca, ñacá...!

Antes de que elevara su varita chispeante, Linka pulsó el disparador de la cámara una, dos, tres veces... La bruja, sobresaltada por los destellos, lanzó un grito y alzó la mano libre para cubrirse aquellos prominentes ojos que habían resultado ser muy sensibles a la luz. Su boca abierta, por cuyas comisuras caían hilos de baba azulada, se había retorcido en un gesto de sorpresa. Momento que Linka supo aprovechar para escapar.

Abrió la pesada puerta, salió hacia la libertad y echó a correr frenéticamente hacia su casa, con los furiosos latidos de su corazón siguiendo el rítmico golpeteó de sus zapatillas sobre la acera y los metálicos gritos de la bruja, unas veces cobrando cercanía, y otras alejándose cada vez más.

¡Regrresa! ¡Regrresa! ¡REGRRESA!... ¡No puedes escaparr, pequeña saltamontes!... ¡Ñaca, ñaca, ñaca...! ¡Linka, no te vayas!... ¡Linka, vuelve!...¡Vuelve!... ¡VUELVE!...

***

Cuando estuvo de vuelta en la casa Loud, Linka cerró la puerta tras de si, la aseguró con llave y corrió las cortinas ante las caras extrañadas de varios de sus hermanos. Lane, Luke y Lexx que habían estado mirando la tele desde el sofá cuando llegó. Lars leía un libro de poesía en el sillón grande de la sala.

De ahí corrió a cerrar y asegurar la puerta de la cocina. Lugar donde su madre sostenía una llamada a través del teléfono fijo en la pared. Su padre canturreaba muy alegre mientras terminaba de picar unas salchichas en rodajas.

Salchichas... Tururu tutu... Frijoles... Tururu tutu... Salchichas... Tururu tutu...Frijoles... Tururu tutu... Salchichas... Frijoles... Frijoles-joles-joles...

– Aja... Si... Si... Entiendo... No se preocupe, yo hablaré con ella.

Después subió al armario de blancos adaptado en el piso de arriba. Una vez ahí, se tendió en su cama boca abajo y se echó a llorar con la cara hundida en su almohada.

Al poco rato, Loni se asomó a su recamara, preocupado y con la sola intención de querer corroborar si se encontraba bien.

–¿Pasa algo malo, Linka? –preguntó con gentileza.

–No... –gimió la niña con un hilillo de voz.

–¿Excepto?

Linka levantó la vista y su boca empezó a temblar.

–La ma... Ma... Ma... Ma... Ma...

–¿La mamá de quién?

–La ma... Ma... Ma... ¡LA MAESTRA JOHNSON MATÓ A CLYDE!

–¡¿Qué?!

A lo que su hermana le mostró los lentes chamuscados y las cenizas que sacó del bolsillo de su falda, sosteniéndolos en sus manos temblantes.

–¡Les dije que mi maestra era una bruja, pero ustedes no me quisieron creer! –reiteró entre agudos chillidos–. ¡Y ahora Clyde está muerto! ¡Estos son sus restos...! ¡Oh, rayos! ¡ESTOS SON SUS RESTOS Y LOS ESTOY TOCANDO CON MIS MANOS!

Linka se sacudió las cenizas de su mano y forzó a Loni a recibirle los anteojos. Intentó correr al baño, mas no pudo llegar a tiempo y en su lugar acabó vomitando en medio del pasillo.

¡BUAAAAGH!... ¡Oh, por Dios!... ¡BUAAAAGH!...

En ese momento, Rita subió hasta allí, seguida por Loki que cargaba una caja de cartón vacía.

–Tú maestra llamó y dijo que te has portado muy mal esta semana –informó su madre en tono severo al pasar junto a ella.

Ninguno de los dos se fijó en la mancha de vomito que quedó en la alfombra cuando se encaminaron a la habitación de Linka, en el instante preciso que Loni acababa de salir de allí.

Al ser la primera en entrar, Rita arrancó un afiche de colección de la película "Hellraiser" y otro de los "Payasos asesinos del espacio exterior" de la pared, los arrugó en conjunto y los arrojó a la caja. A su vez, Loki vació su repisa atestada de cómics de "Cuentos de la cripta", sus juegos de "Resident Evil" y "Silent Hill" y las sagas completas en Blueray de "Pesadilla en Elm Street", "Viernes 13", "Halloween", "Phantasm", entre otros clásicos.

Lo mismo hicieron con sus figuras de Drácula, el hombre lobo, Frankenstein, la momia y el monstruo de la laguna negra (que todavía estaba a medio armar). Una a una las retiraron de su escritorio y las arrojaron a la caja sin el menor cuidado.

–¡¿Pero que hacen?! –reclamó Linka, al ser la siguiente en ingresar a su recamara en compañía de Loni. Este ultimo olfateo los anteojos, curioso por su peste a carne quemada.

–Toda esta locura de los monstruos se ha salido de control –sentenció Rita tras arrancar una replica de King Ghidora y otra de Rodan que colgaban de lo alto, para luego echarlas a la caja–. A partir de ahora terminaron tus días de monstruos. Sin películas, sin muñecos, sin videojuegos, sin historietas, nada, cero monstruos. Lo siento, pero no nos dejaste otra opción. Espero que esto cure tu obsesión, hija.

Igual, que a Linka esto no le importó en lo más mínimo. Su mayor prioridad en ese momento era poner en alerta a su familia, costara lo que costara.

–¡Si, si, lo que digas! –convino–; ¡pero antes mira esto, por favor!

Cogió las instantáneas que al entrar había puesto encima de su escritorio junto a la cámara, las sacudió un poco para que terminaran de revelarse, y le entregó dos a su madre y otras dos al mayor de sus hermanos.

–¿Qué es esto? –preguntó Loki, a la vez que Loni se asomaba a mirar por encima de su hombro.

–¡Son fotos que le he sacado a la maestra Johnson! –contestó Linka, llena de excitación–. ¡Son la prueba de que es una bruja!

Rita hizo rodar los ojos y Loki meneó la cabeza. Loni tomó una de las fotos y la miró con detenimiento.

–No veo nada –avisó encogiéndose de hombros.

Ante lo cual su hermana le arrebató la foto de sopetón. Cuando contempló la imagen difusa de la foto, un gemido de rabia escapó de entre sus labios.

–¡Rayos! ¡Se movió! ¡Malditas cámaras viejas de porra! ¡ME CAGO EN DIOS!

–¡Linka, cálmate ya! –ordenó su madre.

¡Ding, dong...!, tocaron al timbre; por lo que Lars cerró su libro y se levantó del sillón.

Suspiro... Yo abro.

Pero antes de que acudiera al llamado, su hermana se deslizó velozmente por el pasamanos y llegó a interponerse en su camino a la puerta.

Cuando miró a través de la mirilla, Linka se echó de un salto para atrás ahogando otro chillido. Esta vez uno de terror.

¡Ding, dong...!, tocaron otra vez, así que guardó silencio y se quedó inmóvil.

Quien estaba al otro lado de la puerta era ni más ni menos que la maestra Johnson. Su aspecto desalineado develada que se había limpiado la suciedad y puesto su disfraz al apuro. Su ropa ya sólo presentaba unas pocas manchas de sangre que se mezclaban con los verdes de su suéter y su falda, y tenía el pelo un poco desordenado, pero nada que la fuese a delatar. Su mascará se la había puesto correctamente, ni una sola esquina expuesta.

¡Ding, dong...!

–¿Hola?...¿Hay alguien en casa?

–Linka, ¿por qué no abres?... –la reprendió su padre tras acudir al tercer llamado–. Maestra Johnson, pase, por favor.

–Gracias –contestó esta en tono cortes al entrar–. Este... Quisiera hablar con Linka, si me lo permiten.

Lo que hizo retroceder a la susodicha hasta el sofá de la sala, de cuyo respaldo se aferró, con tal fuerza que en poco tiempo le empezaron a doler las manos. En ese instante su madre bajó al estar en compañía de Loki y Loni, quienes seguían repasando las fotos malogradas.

En eso, el señor Lynn olfateó el aire curioso, al percibir un leve hedor a quemado. Fue ahí que el segundo mayor de sus hijos le mostró los lentes. De paso echó una ojeada a las fotos que este tenía en su posesión, pero tampoco les prestó mucha importancia.

–¿Cómo está, maestra Johnson?... –saludó Rita a la docente, al tiempo que Linka se tambaleaba rodeando el sofá hasta el otro extremo para atrincherarse, pero sin llegar a darles la espalda–. No me diga que esta niña ha vuelto a hacer de las suyas.

–No, descuide –contestó la maestra con una amistosa sonrisa, en tanto volvía a rascarse la cabeza (y de paso enderezarse la peluca). Metió su otra mano en el bolsillo de su larga falda verde, y de allí sacó un móvil enfundado en un estuche naranja con estampados de flores y conejitos–. En realidad, sólo vine a devolverle su teléfono. Es la segunda vez que se lo deja en clase.

–No se hubiera molestado.

–No fue nada –rió un poco haciéndole entrega del móvil a la señora Loud–. Estaba yo cerca.

–Linka, agradécele a la señorita Johnson por traerte tu teléfono. Vive del otro lado del pueblo, no le quedaba de camino.

Los músculos de la niña se contrajeron más, ni bien la maestra le dedicó una mirada. En sus marrones ojos alcanzó a vislumbrar otro fugaz centello color violeta. De su bolso asomaba la punta del escalímetro de madera.

–No fue nada –reiteró la Srta. Johnson sin dejar de sonreír–. Soy una maestra dedicada a sus alumnos. Me gusta estar al pendiente de todos ellos, a todas horas.

La peliblanca tragó saliva cuando le dedicó otra mirada, en la que avistó otro fugaz fulgor violáceo.

Fue ahí que Leif salió de la cocina correteando a su rana mascota. Estaba por llegar a donde estaba la maestra Johnson, pero Linka lo retuvo halándolo de los tirantes.

–Joven Leif –lo saludó la maestra dedicándole otra amigable sonrisa–. Me han dicho que te gustan los animales, tanto como a mi. ¿Sabes?, me vendría bien un voluntario que me ayude con las mascotas de la clase. Tengo más de las que puedo encargarme sola.

≪Su propio matadero personal es lo que tiene≫, pensó Linka.

Hubo otro centello color violeta que la hizo estremecer y despertar su instinto de hermana mayor. Lo que la llevó a ponerse por delante del pequeño en afán de protegerlo del peligro que había entrado a la casa.

–Lo va a pensar –respondió por él antes que le diera a saber su respuesta.

A lo que Rita, el señor Lynn y la maestra Johnson rieron divertidos.

–Srta. Johnson –se dirigió sonriente el padre a la docente–, ya que está aquí, ¿por qué no se queda y nos acompaña a cenar esta noche? Linka nos ha hablado mucho de usted y sería lindo conocerla mejor.

–Oh, no quisiera molestarlos –respondió en tono cortés. Pero su sonrisa se amplió mostrando sus dientes blancos y bien alineados, que Linka sabían eran falsos y debajo de estos se ocultaban un par de hileras de puros colmillos amarillentos.

–No es ninguna molestia –insistió el señor Lynn–. Siempre hay lugar para uno más en la mesa de los Loud. Por favor, pase y siéntese.

–Bueno, si tanto insisten...

–Niños –se dirigió Rita a Lane, Luke y Lexx–, denle espacio a la maestra Johnson que hoy es nuestra invitada. Con confianza, Srta. Johnson, siéntase como en casa.

–Gracias. Son ustedes muy amables... Vaya, pero que hermosa casa tienen.

La maestra pasó a sentarse en el sofá con su bolso en su regazo. En cuanto se volvió hacia Linka, a esta se le pusieron los pelos como escarpias cuando de nueva cuenta avistó ese fugaz fulgor violáceo en sus ojos disque marrones.

–Hace tiempo que no como en familia –rió otra vez, y se pasó una mano enguantada por la comisura de los labios.

Linka se fijó en el dorso del guante. La lana verde acababa de mancharse de algo que parecía tinta azul.

***

Las horas siguientes, hasta que cayó la noche, fueron bastante estresantes para la peliblanca. Había ratos que acudía a la sala a vigilar a la maestra Johnson, mientras esta sostenía platica con su madre.

–¿Cómo le va a Linka en la escuela?

–Muy bien, es una excelente estudiante, y muy creativa.

–De eso no me cabe la menor duda. Esa niña tiene una imaginación muy alocada. Ojalá la usara para algo más productivo que estar inventando historias de monstruos todo el tiempo.

–Ya que lo menciona, supe que va a haber un concurso de cómics de Ace Savvy hecho por fans. El ganador podrá conocer a Bill Buck en persona.

–Si, se lo mencioné hace un par de días. Estoy segura que tendría grandes oportunidades de ganar. Pero ya ve que a ella sólo le interesan sus monstruos.

–Así son los niños. ¿Qué le vamos a hacer?

Sus hermanos se habían retirado a sus habitaciones de momento y en la sala sólo se hallaban las dos mujeres que reían y platicaban como buenas amigas.

Linka aguardaba, vuelta un manojo de nervios, a que la bruja dejara de actuar y desenfundara su varita en el momento menos pensado, para luego hacer volar su casa por los aires, con ella y su familia adentro, tal y como lo había hecho con su amigo.

Otras veces iba a la cocina a seguir tratando de persuadir al señor Lynn del peligro al que habían dejado entrar a la casa.

–Les digo que la maestra Johnson es una bruja, y trajo consigo su varita con la que asesinó a Clyde.

–No me importa si es Sadako Yamamura o la Tigresa de oriente –sentenció el señor Loud en tono severo–. Tu maestra va a cenar con nosotros esta noche. Así que será mejor que te comportes. ¿Has entendido?

–¡Hay, rayos!

Ante la indiferencia de su padre, la niña albina volvió a la sala para seguir vigilando a la intrusa de lejos.

Poco más y sucumbe a un infarto fulminante, cuando vio al pequeño Leon llegar a la sala dando pasitos torpes, a alzar sus manitas y dar saltitos ansiosos junto a la maestra Johnson.

–Upa, upa...

Ouh, ¿pero que tenemos aquí? –rió tomándolo en brazos y sentándolo en sus rodillas.

Con la punta de su dedo (el que quedó manchado de azul) empezó a picarle su rechoncho vientre de modo juguetón, ante lo cual el inocente bebé se soltó en risillas.

Je je... Je je... Je je...

–Eres una cosita tan adorable que dan ganas de comerte.

≪¡Y tal vez lo haga!≫, intuyó Linka entrando en pánico.

Por lo que estuvo a punto de correr a la sala a tratar de arrebatárselo, a la fuerza de ser necesario.

Pero antes su padre la detuvo agarrándola de la muñeca y la forzó a volverse con él a la cocina en donde le pasó una charola con salchichas de coctel empaladas con mondadientes y galletas saladas aderezadas con queso en aerosol.

–Linka, se cortes y ve a ofrecerle un bocadillo a tu maestra.

–P-p-pero, papá –balbuceó cada vez más exasperada.

–Ahora, jovencita.

Y la despachó de vuelta a la sala, en donde ofreció la bandeja de aperitivos a su maestra, sin dejar de estar atenta a su próximo movimiento. Todavía no podía creer que sus padres la hubieran invitado a su casa.

–Sírvase –dijo Linka forzando una sonrisa con sus labios apretados.

≪Ojalá se ahogue≫.

La maestra Johnson asintió, cogió una salchicha de la bandeja y la masticó con delicadeza. En su regazo, Leon cogió una galletita con queso para él.

–Exquisito –dijo recostándose en el espaldar del sofá–. Han sido muy amables en invitarme. No tengo demasiadas oportunidades de probar comidas hechas en casa. ¿Y qué hay para cenar?

–Bueno... –contestó Rita poniendose en pie–. Ya que lo pregunta, iba a ser una sorpresa, pero...

–A decir verdad... –el señor Lynn llegó a situarse al otro extremo del sofá–. Será usted.

La maestra Johnson tosió y se llevó una mano a la oreja.

–¿Disculpe? ¿Qué dijo?

Asssí esss –reafirmó Rita entre ceceos–. Usssted ssserá la sscena de esssta noche...

En esto, la maestra pegó un grito de dolor, culpa del potente mordisco que Leon le asestó en el brazo con su unico diente... Hasta hacerla sangrar.

Entre las frenéticas sacudidas que dio por hacer que la soltara, su bolso con el escalímetro cayó al suelo. Intentó estirarse para recogerlo, pero Rita fue más rápida en apartarlo de un puntapié, lejos de su alcance.

El unico, pero bien afilado colmillo de Leon se hundió más en su carne hasta rozar el hueso. Lo que la hizo tumbarse al suelo chillando de dolor, sintiendo además una horrible quemazón en el brazo.

Al levantar la mirada, con ojos llorosos, vio que el señor y la señora Loud parpadearon. Pero sus párpados no se movieron de arriba a abajo o de abajo para arriba como los párpados de las personas normales. En lugar de eso se movieron de lado a lado. Al abrirlos nuevamente, sus ojos se tornaron amarillos y en estos aparecieron unas pupilas con forma de rendija.

¡A ssscenar, chicosss!... –llamó el señor Lynn a sus hijos, con una igual de escalofriante voz que seseaba.

En breve, los hermanos Loud fueron llegando de diferentes direcciones a rodear a la maestra Johnson quien, momentos antes que se abalanzaran sobre ella, pudo apreciar que sus ojos también eran amarillos y que de sus perversas sonrisas asomaban hileras de dientes grandes y afilados como cuchillas... Mediante los cuales empezaron a devorarla, lenta y dolorosamente.

–¡No!... ¡NO!...

Poco a poco, las cabelleras de los Loud, rubias y castañas –ademas de una rubia pintada de negro– se hundieron en sus cabezas hasta desaparecer y sus orejas se deformaron en sólo un par de pequeños hoyos a cada lado de sus caras, las cuales se alargaron y dotaron de escamas verdosas; lo mismo que sus manos que se transformaron en garras. Poco a poco, de sus bocas dentadas empezaron a escurrir chorros de baba espumosa y humeante que quemaba al tacto. Lo que hizo que su piel se ampollara e hirviera y se desprendiera de su cuerpo en sabanas espumosas.

A fuerza de grandes dentelladas, aquellas criaturas desmembraron en trozos irregulares a la maestra Johnson que gritaba y se retorcía de agonía. Sus colmillos eran tan afilados que desgarraron su carne como si fuera chicloso; sus mandíbulas tan fuertes que pulverizaron sus huesos con la misma facilidad que uno masca una galleta remojada en avena; y su saliva tan corrosiva que cada pedazo se diluía en su boca como algodón de azúcar.

En medio de toda esta carnicería, Lynn le desprendió la peluca, la agitó entre sus fauces y la arrojó a un lado antes de seguir devorando a su víctima. Seguido a esto, Lexx le arrancó la máscara de una mordida, a lo que Leif trató de quitársela, de modo que ambos quedaron pareciendo un par de cachorros que se peleaban por un juguete para morder, hasta que la mascara se partió en dos trozos que cada uno engulló de un solo bocado.

Al final, lo unico que quedó de la maestra Johnson fue una mancha sanguinolenta y humeante sobre el tapizado del sofá, salpicada con algunas lanillas de sus guantes y nada más.

Entonces, los monstruosos seres con facciones de reptil y grandes colmillos se irguieron y volvieron hacia Linka, que lo atestiguó todo desde una esquina con sus manos apretadas contra el pecho, sus rodillas chocando entre si y sus ojos abiertos de par en par.

Literalmente –seseó Loki–, essso essstuvo sscerca.

Ahora essscucha y essscucha con atenssción, muchachita –le habló el señor Lynn apuntándole con una de sus garras–: No puedesss desscir, jamásss, a nadie, lo que vissste aquí y ahora. ¿Hazzz entendido?

–... Lo sé –asintió la peliblanca tras exhalar un reconfortante suspiro de alivio.

Y tampoco podemosss permitir que haya otrosss monssstruosss en el pueblo –seseó la matriarca–, de ningún tipo. ¿Lo sssabesss?.

Porque la gente sssabría de nuessstra exissstensscia –ceceó Luke.

Y tendrían miedo y nosss correrían de aquí –ceceó Levi.

O algo peor –ceceó Lars.

–Si, lo entiendo –asintió Linka otra vez–; y no se preocupen, ya saben que yo nunca los delataría. Reptilianos o no, ustedes son mi familia y los amo.

–Lamentamos no haberte creído antes, cariño –se disculpó Rita que dejó de cecear en cuanto su cara volvió a ser la de antes–. La maestra Johnson es el primer monstruo en aparecer en veinte años, además de nosotros.

–La primera bruja en un siglo –señaló el señor Lynn, que también volvió a su forma humana al igual que los otros.

–Discúlpenme ustedes a mi por haber mentido tantas veces –replicó la peliblanca en agradecimiento–. Prometo a partir de ahora nunca volver a contar historias de monstruos que no sean reales ni volver a asustar a nadie. Les tomaré la palabra y buscaré otros pasatiempos.

–Hurra –clamó Lane en tono sarcástico–. Ya era tiempo.

–Eso está bien, cielo –le sonrió su madre dandole un beso en la frente–; pero tampoco olvides por completo quien eres.

–Si...

Resuelto este dilema, la única hija mujer y humana de la familia se sentó en los escalones, se llevó las manos a la cara y volvió a romper en llanto.

–¿Ahora qué te pasa? –le preguntó Lexx en lo que se limpiaba una mancha de sangre de sus labios con la lengua–. ¿Por qué lloras?

–¡¿Cómo qué por qué?! –sollozó Linka–. ¡¿Ya olvidaron lo que le pasó a Clyde?! ¡¿Qué le vamos a decir a sus padres cuando sepan qué...?! ¡Oh, mi Dios, Clyde!... Mi querido amigo... Al menos ya no hay dolor donde estás ahora... ¡Oh, Clyde, pero que espantoso! Si tan sólo hubiera un modo de traerte de vuelta... ¡Quizá hasta consideraría darte una oportunidad.

–No te apurez, hermana mayor –la consoló Levi, que era el unico que seguía ceceando dado que así era su voz humana–. Con mi bazto ingenio y nueztra zofizticada tecnología reptiliana, puedo hacerte otro Clyde en cueztion de minutoz.

–¡Levi! –lo reprendió Loki con un zape en la nuca–. No seas tan insensible. Estamos hablando de un ser humano.

–Pero ez zierto –replicó el chiquillo sobándose la parte de atrás de su cabeza–. No ez la primera vez que lo hago. ¿Recuerdan cuando perdimoz el control y nos comimoz a eza chica llamada Ronnie Anne que moleztaba a nueztra hermana? Ez zierto que zu clon no pozee la mizma perzonalidad que la original, pero hazta ahora nadie ze ha dado cuenta que ez otra.

–¡Es verdad! –reaccionó Linka al oír eso–. Tú podrías clonar a Clyde e implantarle sus recuerdos hasta antes de que todo esto pasara. Como si nunca hubiese sucedido en realidad.

–Laz vezez que quieraz –asintió Levi–. Aunque puede que ezte también zalga un poco más tonto que el original.

–Eso si, no vayas a salir con él sólo porque Levi lo trajo de vuelta, hermana –le suplicó Luke.

–Lovecraft y King nos libren –dijo Lars–. Eso estaría muy tétrico, incluso para mi.

–Literalmente –terció Loki.

–Las ventajas de tener a un reptiliano prodigio en la familia –comentó el señor Lynn entre risas.

–¡Ay, Levi, ven aquí, voy a besarte!

–¡No, no! ¡No! ¡Déjame...!

¡Muack!... ¡Puaj!... ¡Muack!... ¡Puaj!...

Entre constantes pataleos, el niño genio intentó inútilmente zafarse de las manos de su hermana, ni bien esta lo levantó de las axilas y empezó a surtirlo de besos en ambas mejillas y en la punta de la nariz.

Siguieron así por un buen rato... Hasta que el estomago de Linka lanzó un gorgoteo, más por el nerviosismo de lo vivido esos días que por hambre.

–Oh, vaya –exclamó su padre al percatarse de ello–. Que mal que no pudieras participar en el banquete con nosotros; pero aun puedes acompañarnos con el postre.

–Que bien –contestó la niña volviendo a bajar al chiquillo de lentes–. ¿Y que hay de postre?

–Bueno... –sus padres y el resto de sus hermanos intercambiaron miradas de complicidad–. Iba a ser una sorpresa, pero... Ya que lo preguntas... Tú...

–¡¿Eh?!

–¿Quieres un pedazo de pastel de chocolate? –terminó de decir su padre–. Tu favorito.

Y todos en la sala se echaron a reír.

–... Si... Claro...

Menos Linka que sólo sonrió con nerviosismo. Y luego no querían que estuviera obsesionada con los monstruos o se asegurara de tomar sus debidas precauciones.

A los ocho descubrió que los reptilianos repudian la carne extra condimentada. Por eso desde entonces se acostumbró a preparar sus bocadillos con cuanta conminación rara pudiera idear, tales como sandwiches de mantequilla de maní y chucrut. Su sabor era asqueroso, pero a sus hermanos les parecía más asqueroso todavía.

Recién había descifrado como ingresar al Búnker de Levi, al que le había cambiado la contraseña por una que sólo ella se sabía. Sólo así podía dormir tranquila en las noches, aun a pesar que su habitación estaba en el piso de arriba.

Por algo era "La mujer del plan" quien desde que tenía uso de razón se las había tenido que ingeniar para sobrevivir en esa casa de locos.

FIN

***

Haiku terminó de contemplar las ultimas fotos sacadas con la polaroid vieja. Luego se dirigió al lector.

–Existen muchos tipos diferentes de familias más allá de las convencionales –comentó para dar por finalizado este relato–. En principio los Loud adoptaron a Linka para engordarla como a un cerdo; pero al crecer se encariñaron mucho con ella y decidieron criarla como a otra más de sus hijos. Lo que la llevó a vivir una vida sin temer a los monstruos, que muchas veces acechan más cerca de lo que uno cree... Aunque quién sabe... Os invito a meditarlo esta noche en la oscuridad, entre su mundo y la almohada, mis estimados monstruitos, hasta la próxima ocasión que nos volvamos a leer en otro relato de horror.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top