La princesa del mar negro Pt 2
Contrario al viernes que hizo buen clima, lo bastante agradable para zambullirse en la piscina de Jordan, el sábado amaneció diluviando y siguió así hasta después del mediodía.
Mas, pese a que los jardines de las casas aparecían enfangados y las carreteras estaban resbaladizas por la constante lluvia, aquel no significó un impedimento para que Lori visitase la casa Loud ese fin de semana.
Después de saludar a todos, y zafarse de su padre que no dejaba de abrazarla y llorar de la emoción, ella y Leni subieron a ver como se encontraba su hermano.
–Hey, Linc –se anunció al entrar a su alcoba–. Ya vine... ¿Estás bien?... No, veo que no.
Tal como le mencionó Luna a su llegada, Lincoln yacía en su cama bocarriba con la mirada perdida, más pálido y ojeroso a como lo vio en la videollamada de la tarde anterior. Sólo le faltaba la sombra de barba si no fuera porque seguía siendo un niño.
–Pero que oscuro está aquí –comentó Leni que ingresó después de ella, llevando una bandeja con un cuenco de caldo hirviendo.
Afirmación con la que su hermana estuvo de acuerdo, por lo que esta se estiró a retirar la cortina que cubría la única ventana circular en el armario de blancos adaptado. Lincoln ni se quejó por ello.
–Así está mejor –dijo la joven rubia una vez pudo entrar algo de luz, dado que a esa hora ya había cesado la llovizna, aunque el cielo no se había despejado del todo. Luego se dirigió a su afligido hermano–. Mira, Linky, Papá te hizo una sopa.
–No quiero sopa –resopló apesadumbrado–. No quiero nada.
–Pero tienes que comer –insistió Leni–. A ver, aquí viene el avioncito...
–Que no quiero sopa –reiteró Lincoln, girándose y hundiéndose más bajo las cobijas–. No si me la das tú. Me la vas a regar encima como siempre y me vas a quemar. No gracias.
A pesar de lo muy acertada que era su acusación, lo cierto es que tampoco hizo mucho por evadir el peligro que representaba Leni maniobrando un cuenco de sopa caliente. De hecho parecía que le daba igual, cosa que preocupó todavía más a Lori. De inmediato se atravesó en el camino de su hermana para recibirle la bandeja agarrándola por los bordes.
–Está bien, Leni, permíteme –luego pasó a sentarse en la cama con la bandeja en su regazo–. A ver, Lincoln, hazme espacio...
–Esto es peor de lo que pensé –se aquejó mientras seguía suspirando y lamentándose–. Extraño tanto a Charlie, que ya hasta la veo y oigo en todos lados.
–Te entiendo –convino Lori en lo que enfriaba el caldo revolviéndolo con la cuchara–. Escucha, esto tal vez no te haga sentir mejor, pero sé lo que estás sintiendo.
–¿Si? –gimoteó el peliblanco–. ¿Has tenido el corazón partido a la mitad?
–Eh... No, la verdad, no –confesó la más mayor–. Lo que Bobby y yo tenemos, literalmente, es roca solida y ha superado las distancias y cuanto obstáculo se nos ha presentado; así que no, no sé lo que se siente tener el corazón partido como tú.
–Pero yo si –mencionó Leni tomando a ambos por sorpresa–. Varias veces. No sé si recuerdas a Chaz de la tienda de ropa. Como sea, yo estaba muy enamorada de él y luego un día, sin avisar, me dejó por Dana. Estaba devastada. Después me pasó algo similar con Scott, el chico de lago Loud. Dijo que la relación a distancia no iba funcionar y no volvió a llamarme. Luego estuvo Chase. A él me tocó cortarlo porque no dejaba de pasar mucho tiempo con papá y todo eso estaba como que muy raro, pero no por eso dejó de sentirse feo.
–Wow, ¿y cómo saliste de todo eso? –le preguntó Lincoln.
–No lo hice –fue lo que respondió su hermana la rubia–. En cada ocasión estuve mal, sentía que mi vida había terminado. Pero ahora estoy saliendo con este chico tan apuesto y simpático llamado Gavin y como que todo va marchando bien entre nosotros. El punto es que no te sentirás así para siempre, y ya con el tiempo puede que conozcas a alguien más que si te merezca, incluso si vive hasta el otro lado del mundo.
–¡Lo mismo digo yo! –secundó Lori con gran entusiasmo–. Ya sabes lo que dicen, querido: "Hay muchos otros peces en el mar". Además, ¿y qué si Charlie prefirió olvidarse de ti? Quizá hasta sea lo mejor. No te había dicho esto antes, pero ella, de hecho, literalmente, nunca me gustó como tu novia. No después de saber que tuviera tan mal gusto como para haberse enredado con Rusty antes que contigo.
–Si cierto –concordó Leni–. Osea, sin ofender a tu amigo, pero, ¿en serio, Rusty?
–¡Uy!, por cierto, ¿qué hay de ti y Ronnie Anne? –mencionó en esas la más mayor–. Supe que estuvo en la fiesta de ayer y ella y tú la pasaron bien hasta antes de que te desmayaras. La verdad, creo que ustedes dos harían una buena pareja. Literalmente, siempre fueron mis favoritos.
–Chicas, ya se los he explicado un montón de veces –replicó Lincoln, suspirando con mayor pesadez–: Ronnie Anne y yo sólo somos amigos, eso es todo. Si saliéramos como pareja sería raro e incomodo para los dos. Lo que es yo me voy a morir solo, y viejo, y muerto.
–Ouh, Linc...
–Lori –intervino Leni–. Como que tal vez este no sea el momento para hablar de eso.
–Si, tienes razón –coincidió la otra–. De todas formas, te prometo que todo estará mejor, hermanito. Tal vez no ahora, pero lo que tienes se te pasará pronto y volverás a ser el mismo de antes, ya lo verás. Anda, come tu sopa antes de que se enfríe.
–Está bien –asintió Lincoln con desanimo. Se sentó correctamente y dejó que Lori pusiera la bandeja entre sus piernas.
–Así me gusta –al salir ella le revolvió el cabello y su otra hermana le mandó un beso volador–. Si necesitas algo, sólo avísanos.
Habiéndose quedado a solas, Lincoln se dispuso a tomar la primera cucharada... Cuando vio se dio la increíble casualidad que las cuatro letras de fideo que flotaban en esta deletreaban la palabra: "Hola".
A esto se dio un suceso todavía más extraño, tanto de sorprenderse que por poco vuelca el cuenco. Las demás letras en la sopa se estaban juntando en los bordes del cuenco y solo unas pocas nadaron hacia el centro a alinearse de forma correcta, con lo que se pudo leer: "Mira por la ventana".
Eso fue lo que hizo. Entre espantado y curioso, el peliblanco puso el cuenco en su escritorio y se asomó a la ventana circular.
¿Y a quién diríais que vio sentada en el columpio que colgaba del árbol del patio? ¡El mismo en el que solían sentarse los dos juntos tomados de la mano! ¡Exactamente, ahí estaba, otra vez!
Igual a aquel día que le contó de su abrupta partida, Charlie vestía la misma chaqueta roja y blanca, a juego con el mismo vestido floreado, pero sus pies estaban descalzos en esta ocasión. Estos se mecían sobre una gran charca que se había formado con la lluvia.
En ese instante ella alzó la vista y le sonrió, de modo que Lincoln pudo apreciar una vez más el dorado resplandor de la caracola de su colgante, la cual brillaba como un rayo de sol en un día nublado como ese.
–Yo quisiera...
–canturreó, al compás del mecer en el columpio–.
Que supieras...
Cuanto extraño...
Tu presencia aquí...
Y no puedo...
No me atrevo...
Es que si te veo no sé que decir.
¡Que hermosa voz! Y cuánta música la que emergía de una caracola tan chica y alcanzaba a escuchar desde su ventana iluminada.
–Porque (Porque)...
–siguió cantando. Imposible era no escuchar ese canto tan bello, que resonó haciendo eco en toda la cuadra. O al menos esa fue la impresión que tuvo el peliblanco, a quien se le hizo el efecto era lo unico que llegaba a escuchar–
Porque (Porque)...
Quiero volar contigo por el cielo.
Te daré mi amor.
Sólo a ti quiero volar...
En esto, Charlie tomó impulso, saltó del columpio y aterrizó de pie sobre la charca. Sin embargo, apenas y si rozó el agua con la punta de sus dedos, con lo que esta empezó a brillar y tornarse de un verde marino claro.
A la luz de aquel brillo parecía una bailarina de porcelana posada en el espejo de una cajita de música. Tendía sus delgados brazos al frente, como alargándolos hacia la ventana por la que Lincoln la observaba embelesado, y se sostenía de puntillas sobre un pie, con el otro extendido para atrás, casi oculto por su falda floreada.
–Yo te atrapo, tú me atrapas para siempre...
Lo que quieras puedes pedirme.
Me querrás, lo sé, sólo es cuestión de tiempo...
Al son de su cantar, que pasó a sobreponerse a si mismo, la hermosa chica se puso a saltar entre los demás encharcados, de igual modo rozándolos apenas con los dedos de sus pies descalzos, sin llegar a salpicar una sola gota de agua, y haciendo que con el mero roce adquirieran el mismo verde marino brillante.
–Yo te esperaré y no te dejaré,
porque te amo, te amo, te amo, mi amor...
Eres el mejor.
Cautivado con su melodiosa voz, Lincoln no quiso hacerla esperar más. Incluso se ahorró el tener que bajar las escaleras y rodear la casa para ir a su encuentro. En su lugar abrió la salida de emergencia que Lisa integró a su habitación, de aquella vez que ella y las demás lo ayudaron a evadir a Luna para que esta no lo acompañase a su primer concierto. Bastó con halar la manija para que un tobogán inflable se desenrollara bajó su ventana, misma por la que salió disparado deslizándose velozmente para ir a reunirse con su novia.
Pero antes de llegar a ella, Charlie desapareció al zambullirse por completo en una charca que, como las otras, dejó de brillar en ese instante y sus aguas volvieron a oscurecerse. Y mientras tanto, un muy desconcertado Lincoln voló fuera del tobogán y cayó de cara en el lodo.
–Lincoln, ¿pero qué haces? –oyó inquirir a su madre, a la que vio de pie en la puerta de la cocina tras reincorporarse escupiendo un par de bocanadas de fango. Con ella también estaban Lily y Luan.
–Al menos ya se animó a salir –rió esta ultima–. I ji ji ji ji ji ji...
Por en medio de las tres asomó Lana chillando de emoción.
–¡Que bien! ¡Lucha en el lodo! ¡Juego! ¡Juego!
–¡No, Lana!
Pero Rita fue más rápida en retenerla halándola de los tirantes. De otro modo ya habría saltado al charco y estaría sometiendo a su hermano con una llave de lucha.
–Cariño, ¿qué estás haciendo? –insistió en preguntar la preocupada mujer–. ¿Te sientes bien?
Su hijo estaba por contarle todo, pero desistió al caer en cuenta lo disparatada sonaría su versión de los hechos. Sobre todo la parte de que su ex se había zambullido en el mismo charco en el que se acababa de ensuciar, y desaparecido como por encanto. Nadie le iba a creer. Hasta el momento ni siquiera él mismo terminaba de dar crédito a lo que había visto, o escuchado.
–Eh... Si, mamá... Creo que me quedé dormido y... Actué sonámbulo –mintió.
O pudiera que no, quizá si había sido un sueño. Es decir, se sentía como si acabara de despertar de uno. Lo que si era cierto es que extrañaba tanto a Charlie, que bien ya estaría imaginándose verla en todas partes y en el momento menos esperado, ya fuera dormido o despierto.
–Bueno, entra y sube a limpiarte todo ese barro –ordenó Rita, pero modulando la voz para que no sonara a un regaño–. De paso cámbiate de una vez para que nos acompañes más tarde a cenar.
–Está bien –accedió Lincoln.
Con que Rita soltó a Lana, que ya no quiso salir corriendo a revolcarse en el lodo. Ella, su madre y Luan le cedieron paso a su hermano, al que con gran pesar vieron aproximarse chapoteando sobre la hierba mojada.
–Animo, Linc –lo alentó Luan en lo que entraba a la casa y cogía rumbo al cuarto de baño. Para la ocasión supo mostrarse seria en su mal momento, pero también supo mantener el optimismo por la misma razón.
Por su parte, mientras nadie la veía, la pequeña Lily se colgó de la baranda en el porche de la puerta de atrás, y se asomó curiosa a fijar su vista en un charco más pequeño formado al pie de los escalones de madera.
Cuál fue su sorpresa cuando el agua empezó a brillar, tornándose a su vez de un verde marino claro. Más todavía al avistar la cara de una chica negra de pelo risado reflejada en ella.
En su inocencia, la bebita le sonrió y alzó una manita para saludarla. A cambió, la imagen de aquella chica le gruñó feo, chirriando y enseñando unos dientes que se habían vuelto puros colmillos, con la misma rapidez que sus ojos se ennegrecieron completamente pareciendo un par de fosas hondas de alquitrán.
Tal vistazo hizo que Lily retrocediera dos pasos y estuviera a punto de tropezar y caer de culo, pero logró estabilizarse y mantener el equilibrio. Entonces se apuró a advertir a Rita halándole la manga del pantalón.
–¡Mami! ¡Mami!...
–¿Qué pasa?
–¡Mia!
La mujer se asomó a mirar, pero sólo vio las ondulaciones en un encharcado de agua gris verdosa. Después su propio reflejo, y eso fue todo.
–Oh, debió ser sólo un renacuajo –dijo encogiéndose de hombros–. No hay de que preocuparse.
Tras lo cual tomó a la niña de la mano y la guió a entrar con ella a la casa.
–Pelo... Pelo...
Hasta que Luan dio cerrando la puerta de la cocina, Lily se mantuvo atenta a los encharcados en el verde prado del jardín de atrás, como preocupada de que en verdad algo fuese a saltar de allí y atacara a quien se acercara.
Y bien hacía en preocuparse.
***
Rato después, Lincoln arrojó su pijama al cesto de ropa sucia y se duchó para quitarse todo el barro de encima.
Visto que esa hora era la menos transitada en el baño de la casa Loud, y que faltaba mucho todavía para que papá llamara a cenar a todos, aprovechó de una vez para llenar la tina, encender unas velas aromáticas y mezclar una copa de jabón de burbujas en el agua caliente.
Una vez tuvo todo listo, se sumergió en el agua rebosante de espuma, se puso una toalla mojada en la cara y echó la cabeza para atrás, al tiempo que tarareaba y trataba de recordar las melodías entonadas por Charlie en sus fantasías.
Real o no, le molestaba tanto haber dejado de escucharla cantar tan hermoso, como el hecho de que se hubiese tenido que marchar cuando al fin se había ganado su corazón. Que porquería.
–¿Cómo decía la canción? –murmuró para si–. Busca lo más vital nomás, lo que necesitas nomás... ¡IU...!
De pronto sintió algo moviéndose entre sus piernas que lo hizo sobresaltarse. ¡Había algo vivo en la tina! A saber que era o cómo se había colado allí con él, pero lo que fuese estaba todo resbaloso y cubierto de escamas.
A nada que estuvo de salir corriendo al pasillo y gritar a su madre que se había metido un pejelagarto, una mano lo retuvo aferrándose a su muñeca y tiró de ella obligándolo a inclinarse para adelante, instante en el que otra mano saltó fuera del agua y lo silenció tapándole la boca.
–¡Mmm...!
Sin embargo, pese a la firmeza con que lo tenían sujeto, comprobó que aquellas manos no eran escamosas como la cosa que reptaba entre sus muslos, sino de piel suave y tersa, pequeñas y delicadas.
–Shhh... Lincoln, no hagas ruido, soy yo.
Al oír aquella voz, resonando en lo alto, el peliblanco dejó de forcejear, pero no dejó de sorprenderse cuando emergió ante si el mismo rostro de tez negra, con el mismo afro en rizos, los mismos ojos color avellana y la misma sonrisa que creyó nunca más volvería ver.
–... Charlie... –exclamó tan pronto esta le destapó la boca–. ¿Eres tú?... No, no puedes ser tú... Esto debe ser otra alucinación.
–¿Yo, una alucinación? –replicó ella ofendida.
–Supongo... –dedujo Lincoln, sobándose la sien con la mano libre–. Tal vez se me bajó la presión porque llevo mucho tiempo aquí metido, y ya sea hora de salir.
Se dispuso a ello, pero la que creía era la manifestación de su novia ausente lo siguió reteniendo con ella, esta vez sujetándolo de los hombros.
–¿Si fuera producto de tu imaginación –inquirió mirándolo directo a los ojos–, crees que haría esto?...
Para acto seguido besarlo en la mejilla, lo que lo dejó en una pieza.
–¿Ahora me crees?
En realidad eso es justo lo que habría hecho tratándose de una alucinación; no obstante se sintió tan real, y tan valido a como había sido el día que se despidieron en la estación de autobuses, que Lincoln no dio cabida a más dudas.
–¡Oh, Charlie, si eres tú y estás aquí!... –sonrió encantado–. ¿Pero cómo...? Nha, no importa, si estás aquí. Ouh, Charlie, no sabes cuanto te he echado de menos.
–No más que yo a ti, mi blanquito dientón –manifestó ella abrazándolo y plantándole otro beso.
Permanecieron abrazados, por largo rato, felices de estar juntos otra vez. Eso si, Lincoln se aseguró de no tocar más de lo debido, visto que Charlie sólo llevaba puesto un curioso corpiño bordado con conchas marinas, y nada más.
–¡Aguarda un segundo! –prorrumpió, soltándose y apartándose repentinamente de ella–. ¡Si estás aquí conmigo!
Ni bien cayó en cuenta que no estaba soñando, Lincoln se arrinconó contra el un extremo de la tina y se apresuró a rejuntar cuanta espuma quedaba por delante suyo. Al reparar ella también en la indecorosa situación en la que estaban, Charlie se ruborizó y miró para otro lado.
–Perdona –se disculpó tapándose los ojos, aunque dejándose una estrecha abertura entre el indice y el dedo medio de su diestra–. Olvidé que te estabas bañando.
–No te preocupes... –balbuceó Lincoln, quien a prisa descolgó la toalla de su tubo y la sumergió bajó el agua–. Pero no mires.
–No, no miraré –dijo Charlie, no obstante riendo por lo bajo con picardía.
En cuanto salió de la tina con la toalla mojada envuelta en su cintura, el peliblanco volvió a fijar su atención en la chica negra de pelo rizado; la que a su vez se arrimó al borde de la tina y se quedó contemplándolo y dedicándole una cálida sonrisa.
–Entonces si eras tú todo este tiempo –clamó Lincoln, quien ante todo no cabía en si de la emoción de volver a verse con su novia–. Eras tú la que cantaba.
–Claro que era yo –aseveró ella–. Vine a buscarte porque no dejaba de pensar en ti. Estaba tan triste que no podía dormir, no quería comer, ni siquiera tenía ánimos para levantarme de la cama.
–Ouh, lo mismo me pasó a mi... –contó Lincoln conmovido. Pese a lo cual seguía sin explicarse que la tuviera allí con él–. ¿Pero cómo le hiciste para... Pues para llegar hasta aquí desde Tennessee?...
–Ehm... De hecho, vine desde un poco más lejos –confesó Charlie.
–Pero.. Osea... ¿Cómo es que saliste de mi tina, así tan de repente?
Como si resultase algo bastante obvio, la chica rió y señaló la caracola dorada de su colgante.
–Pues con mi magia de sirena, tontito.
A lo que Lincoln ladeó la cabeza con una ceja enarcada.
–¿"Magia de sirena"?
–Si –asintió Charlie–, eso es lo que soy en realidad.
Y ante la atónita mirada de su novio, se apoyó en el borde de la tina, tomó impulso y saltó fuera del agua, dejando expuesta una larga y reluciente cola de pez que tenía en lugar de piernas.
–¡A la v... Bestia! –soltó Lincoln, que no dejaba de mirarla con la boca abierta de par en par–. Eres una sirena.
–Eso dije –rió Charlie, sentándose en el borde de la tina–. ¿Sorprendido?
Tanto que el peliblanco asintió, sin dudar más de su palabra.
–Escucha –prosiguió la sirenita que se puso seria–, no tengo permitido estar aquí por mucho tiempo, así que iré al grano: Quiero que te vengas a vivir conmigo en mi palacio de coral.
–... ¡¿Qué cosa?! –inquirió Lincoln al oír eso.
–A eso vine –reiteró Charlie–. A invitarte a que te unas a mi reino submarino, para que vivas conmigo como mi pareja abajo del agua.
–¡¿QUÉ COSA?!
–¡Lincoln, baja la voz! –le reclamó, mandándolo a silenciar–. No querrás que nos descubran aquí, estando tú todo mojado y desnudo, ¿cierto?
–No, claro que no... –respondió. A todo esto, si esa en verdad era su cola, ¿significaba que Charlie estaba desnuda de la cintura para abajo?–. Pero...
–Mira, yo en serio intenté iniciar una nueva vida aquí en la superficie y vivir en armonía con ustedes los terrestres –se explicó la sirenita–. Esperaba que los rumores que se decían de ustedes fueran falsos, y hasta intenté comprobarlo cuando acepté salir con Rusty; pero vaya que me equivoqué. Que tipo tan desagradable, él y todos los demás fuchi-humanos que infestan la superficie son todos iguales, sin espinas, arponeros, contaminan nuestras aguas y... ¡Puaj!, comen pescado. ¡Guácala! Básicamente no tienen sentimientos, y si que apestan a... Pues a humanidad... Bueno, no todos. Tú eres diferente a los otros, Linky, eres lo único bueno que encontré aquí arriba, y por eso me enamoré de ti, aunque sigas siendo un asqueroso fuchi-humano y apestando como tal.
–... Eh... Gracias... Supongo.
–Pero eso no importa –persistió Charlie, la sirena–. Tu peste se puede quitar con un buen baño de agua salada, y tampoco importa que seas un fuchi-humano y yo una hermosa sirena, lo nuestro puede funcionar... Que digo, ¡va a funcionar! Estaremos juntos para siempre, pero sólo si aceptas venir conmigo ahora.
–Eh... Charlie... –habló el chico, ciertamente indeciso. Por un lado quería estar con su novia a toda costa. Por otro aquello que le proponía implicaba más de un contratiempo–. Lo que dijiste es muy bonito y... Si, estoy feliz de que hayas venido a verme... Pero... No sé... ¿Dejar todo atrás para irme a vivir contigo bajo el agua?... Te quiero, si... ¿Pero que hay de mis amigos, y mi familia, y la vida que tengo aquí?
Ante su indecisión, la sirenita negra sopló en la caracola de su colgante y esta volvió a resplandecer cual moneda de oro. El baño enteró se iluminó todo de un verde marino brillante, la atmósfera se sintió húmeda y en esta se percibió un gusto a agua salada, y en los alrededores se escuchó empezaba a tocar una alegre música tropical.
–Lincoln, no te ofendas –insistió Charlie–, pero todo en este mundo en el que vives está muy mal. La vida bajo el mar es mucho mejor que el mundo de aquí arriba...
Moviendo su cola al compás de la música que iba en ascenso, la niña sirena se puso a cantar:
–¿Tú crees que en otros lagos las algas más verdes son?
Y quieres quedarte aquí arriba.
¡Que gran equivocación!
Te juro, mi propio mundo, no tiene comparación.
¿Qué puede haber aquí afuera,
que cause tanta emoción?
Bajo del mar...
Bajo del mar...
Vivirás contento, siendo sireno, ¡serás feliz...!
Aquí todos trabajan sin parar,
y bajo el sol para variar.
Mientras tú y yo, juntos, gozaremos bajo del mar...
Millares y millares de burbujas emergieron de la tina e inundaron todo el baño, nublando por completo la vista de Lincoln. Sólo hasta que se dispersaron pudo darse cuenta que ya no se hallaba en el baño de su casa, aunque si conservaba la toalla envuelta a su cintura. En vez de eso, se iba deslizando por una rampa de piedra lisa, mientras se hundía más y más en el fondo del océano; hasta llegar a un arrecife de coral, en el corazón de un bosque de algas marinas, en el que se vio rodeado por mantarrayas, langostas, estrellas de mar, cangrejos, caracoles, pulpos, berberechos, anguilas y montones de peces coloridos que cantaban y nadaban danzando al ritmo de la música del trópico.
–Los peces son muy felices
–canturreó Charlie, que enseguida llegó nadando desde lo alto, a coro con las simpáticas criaturas marinas–,
aquí tienen libertad.
Los peces allá están tristes,
sus casas son de cristal.
Curioso, Lincoln miró a un esturión que se acercó nadando dentro de una burbuja.
–La vida de estos peces
–siguió cantando Charlie–,
muy larga no suele ser.
Si al dueño le apetece...
La niña sirena reventó la burbuja y el esturión se desplomó de panza sobre una superficie redonda de coral cubierta de algas, emulando así ser un pez recién servido en un plato.
–A mi me van a comer
–canturreó el esturión con voz lastimera.
–Bajo del mar...
–siguió Charlie con su canción, en tanto unos caballitos de mar rodeaban a Lincoln haciéndole cosquillas–.
Bajo del mar...
Nadie los fríe, ni los cocina, en la sartén...
En esas haló de las muñecas al peliblanco invitándolo a danzar con ella bajo el agua.
–Si conmigo quieres estar,
bajo el mar te quedarás.
Y sin problemas, entre burbujas, tú vivirás...
Bajo del mar, convergió una gran fiesta, bajo del mar, en honor a Lincoln, a quien cada vez le resultaba menos extraño que pudiese estar respirando debajo del agua, y en cambió se emocionaba más con la idea de irse a vivir con su novia, bajo del mar. Las truchas volteaban, los peces cantaban, las sardinas lo invitaban a bailar. Las almejas claqueaban como castañuelas y unas babosas muy jocosas danzaban en pareja, bajo del mar. El caracol hacía de saxofonista y las burbujas llenaban la pista para que se uniera a su fiesta, bajo del mar.
¡KAPOOW!
En ese momento, la puerta del baño fue derribada con una embestida de Lynn Jr. que entró a la carrera con una mano apretada contra el vientre y la otra en la retaguardia.
–¡Lo siento, apestoso! –se excusó la castaña–. ¡Pero es una emergencia! ¡La parte sorpresa del burrito de desayuno sorpresa de papá ya quiere salir!
Pero justo cuando estaba por bajarse los shorts y sentarse en el váter, se dio cuenta que su hermano no le había reclamado por entrar de improviso mientras se bañaba. Ni siquiera lo vio asomar su cabeza fuera de la tina.
–¿Apestoso?
Guiada por un mal presentimiento, Lynn se aguantó otro poco y fue a asomarse a la bañera, sólo para cerciorarse que todo estuviese bien.
–¡OH, CIELOS! –gritó.
Fue increíble la rapidez con la que se le pasó la urgencia de usar el baño, apenas halló a su hermano inconsciente bajo el agua. De su boca brotaban unas pocas burbujas, pero lo más desconcertante era que sonreía como idiota.
Lo que fuere, sin perder tiempo Lynn se zambulló en la tina, sacó a Lincoln, lo acostó en el piso y se puso a zarandearlo y abofetearlo tanto como hiciese falta.
–¡Vamos, apestoso, despierta!
–¿Qué pasa?... –exigió saber Lori, quien junto a Lola y Lucy se asomó a la puerta del baño, ya que estás tres esperaban en la fila atrás de Lynn. Pero al encontrarla luchando por hacer reaccionar a su hermano, que yacía inconsciente, desnudo y mojado, ella y las otras dos medio comprendieron lo que pasaba y se pusieron a gritar por ayuda–. ¡AY, POR DIOS, LINCOLN!
–¡MAMÁ! ¡PAPÁ! ¡CHICAS!... –chilló Lola–. ¡ALGUIEN, AYUDA, POR FAVOR!
–¡Exclamación!... ¿Suicidio? –masculló Lucy, no menos espantada que las otras.
En breve, el resto de los Loud irrumpieron en el baño acudiendo a sus gritos de auxilio.
–¡Despierta ya, apestoso! –suplicó Lynn, que dejó de zarandear a Lincoln, se le monto encima y empezó a comprimirle el pecho con ambas manos–. ¡Arriba!
Pero este se mantenía inerte, los ojos en blanco y la boca torcida en una atontada sonrisa de oreja a oreja.
Continuará...
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