El diablo en la gran ciudad II (Final)
Los hermanos Becky y Ricky se abrazaron asustados. Recién cayendo en cuenta que, aunque sin querer, por su culpa estaba a punto de desatarse el apocalipsis.
–¡Mi hora ha llegado! –rugió el diablo Lincoln, con su poder maligno al máximo. Sus ojos se encendieron, su traje se prendió en llamas y su piel se tornó enteramente roja. En sus garras, la plumilla se desintegró en un estallido de chispas anaranjadas. La más grande tocó la punta astillada de su diente, que al cabo se alargó tomando forma de un gran colmillo liso y afilado con una sola punta–. ¡Ahora inician dos millones de años de oscuridad!
A sus alrededores, los diablos oriundos de Royal Woods rieron gozosos celebrando la victoria de su amo.
Aprovechando que aun contaban con los instrumentos que les habían quitado a los integrantes de SMOOCH, las versiones demoniacas de la banda de Luna pasaron a tocar una tonada más frenética.
Al son de la misma, el diablo Lincoln se agigantó hasta tomar una de sus formas más aterradoras que se hubiese visto. Una tan intimidante, que no tenía nada que envidiarle al diablo de Tim Curry en la película Leyenda, e igual de imponente para que a la gente en el estadio se les encogiera el corazón ante su sola presencia.
–¡COMPLETO AL FIN!
–rugió cantando, con un vozarrón que retumbó en los cielos.
–¡Ohhh... Nooo...!
–corearon Ricky, Becky, y todo el aterrado publico.
–¡SU SUERTE ACABÓ!
¡TODO SE JODIÓ!
¡YA ESTOY AQUÍ Y ME LA CHUPAN A MÍ!
¡EL MUNDO ARDERÁ!
¡Y SE QUEMARÁN!
¡ME DIERON LA PLUMA!
¡Y MORIRÁN!
–¡Hey...!
–en esto, Ronnie Anne, Bobby y sus primos irrumpieron en el escenario, luciendo vestimentas rockeras y armados con sus propios instrumentos y algunos que hallaron en bodega tras bambalinas–.
¡Hey...!
¡Hey... Chinga tu madre...!
Rugiendo y exhalando chorros de azufre por los ollares de la nariz, el gigantesco diablo de pelo blanco bajó la mirada y clavó su vista en la niña hispana.
Haciendo a un lado su pánico escénico, ésta recogió la guitarra de Ricky y se la regresó, para luego agarrarlo del brazo y guiarlo al centro del escenario.
–¡Te retamos a un duelo de rock...!
–canturreó al desafiar al diablo cara a cara–.
Déjanos patear tu trasero...
–¡NO!
–rugió el diablo Lincoln, colmando al mundo con patadas al suelo–.
¡NO!
¡NOOO...!
¡EL CODIGO DEMONIACO...!
¡ME PROHIBE RECHAZARLO...!
¡¿QUÉ HAY QUE PERDER?!
¡EXPLIQUENME!
–Si pierdes...
–canturreó Ronnie Anne–.
Tú tendrás que regresar al infierno...
–Y tendrás que pagar nuestro arriendo
–sugirió cantando el abuelo Hector, quien asomó de entre el publico.
–¡¿QUÉ HAY PARA MÍ?
–exigió saber el diablo Lincoln.
Ronnie Anne se rascó la barbilla y lo pensó. Entonces señaló al segundo más pequeño de sus primos.
–Podrás llevarte a Carl
–canturreó en respuesta.
–¡¿Qué?! –saltó el chiquillo de cejas pobladas.
–Créeme, Carl, no hay otra manera.
–¡¿De qué demonios hablas?!
Más que dispuesta a correr el riesgo, su prima se dirigió una vez más al inmenso diablo de pelo blanco.
–¡Tu perrita será!
–¡BIEN!
–accedió con un tremebundo rugido–.
¡QUE COMIENCE EL DUELO!
¡MUA JA JA JA JA JA JA...!
La tierra se estremeció con mayor braveza y el suelo se abrió a ambos costados del escenario, con que dos parlantes tan altos como rascacielos emergieron de los abismos llameantes del infierno.
–¡SOY EL DIABLO, AMO EL METAL!
–canturreó Lincoln, al tiempo que una gigantesca guitarra eléctrica con una pata de cabra disecada adornando la punta del brazo se materializaba en sus inmensas garras–.
¡ÉSTE SOLO ES DELICIOSO!
Tras una magistral demostración de su destreza con el instrumento, con garras, lengua y dientes, la guitarra misma se prendió en llamas y se transformó en un pedestal con micrófono.
–¡SOY EL DIABLO, TODO LO PUEDO HACER...!
–canturreó, moviendo la pelvis y exhalando más bocanadas de fuego y azufre por la nariz–.
¡TODO LO QUE TENGO LES MOSTRARÉ!
¡UN DUELO DE ROCK NUNCA JÁMAS YO PERDERÉ!
Con una de sus gigantescas garras, señaló al amedrentado primo de Ronnie Anne, en lo que Clyde le mostraba un juego de lencería a su medida y un tubo de gel lubricante.
–¡AL INFIERNO A CARL ME LO LLEVARÉ!
¡LO BAÑARÉ CON MI PROPIO GEL!
¡LO HARÉ GRITAR MUY BIEN, PARA SU PRIMERA VEZ...!
–¡NOOO...!
–lo interrumpió Ronnie Anne.
Enseguida se dirigió a Ricky, zarandeándolo de los hombros y mirándolo directo a los ojos.
–¡Vamos, Ricky!
–Pero...
–¡Demuéstrale!
–No hay manera de ganar
–replicó cantando, de lo más asustado–,
fue una genialidad...
–¡Escúchame!
–Fue demasiado porque él no es un mortal...
–¡Demonios, Ricky! –bramó Carl.
Quien también se le aproximó y le rogó cantando:
–¡Me hará su esclavo sexual!
¡En mayonesa me ahogará!
¡A menos que hagas un mega super Jam!
–Ricky...
–canturreó una afligida Becky–.
Viviste mucho, si...
–Por poco y se la chupo a Mick...
–confesó cantando su mellizo.
Él, Ronnie Anne, Bobby y los primos Casagrande levantaron la mirada para encarar al imponente diablo de blancos cabellos, coreando en tono desafiante.
–Es tiempo de vencer a éste cabrón...
–Vamos, Ricky, es tiempo de vencerlo...
–canturreó Ronnie Anne, en tanto Bobby procedía a tocar la guitarra acústica, Carlota la pandereta, CJ la armónica, Carl chocaba unos platillos y Carlitos hacía sonar su sonaja.
–Así es, chicos, es tiempo de vencerlo...
–le siguió Ricky, que también empezó a tocar la Telecaster, lo mejor que pudo.
–Prendan las luces, el show va a comenzar...
–Lo haremos suplicarnos piedad...
–Es tiempo de vencer al muy cabrón
–corearon todos al unisono.
–Si no lo hacemos él me va a violar...
–añadió cantando Carl.
–¡Vamos, chicos, es tiempo de vencerlo!
–siguió cantando Ronnie Anne.
–¡Ya es hora, vamos a derrotarlo!
–aulló Ricky.
–¡Hey, anticristo!
¡Hey, Belcebú!
¡Ya te tenemos!
¡Perderás tú!
¡Y la cabeza te explotará!
¡Lo haremos por la humanidad!
¡Ese tridente vas a perder!
¡Eres el diablo, somos los "C"!
–¡Somos los "C, somos los "C"...!
–cantaron a coro Ronnie Anne, Bobby y sus primos, mientras Ricky le daba con furia a la guitarra hasta que le sangraron los dedos y más allá de eso–.
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C, somos los "C"...!
¡Somos los "C"..."!
–¡USTEDES APESTAN! –interrumpió el diablo Lincoln con un bramido–. ¡VAMOS, CARL, TÚ VIENES CONMIGO!
Una de sus garras colosales desprendió un candente relámpago anaranjado que, Ipso facto, lanzó a Becky.
–¡PRUEBA MI RAYO, PERRA!
–¡NOOO...!
Inmediatamente, Ricky saltó delante de su melliza escudándose con la guitarra. Lo que provocó que el relámpago rebotara contra sus metálicas cuerdas e impactara contra la punta del gran colmillo del diablo gigante, partiéndosela de un sólo disparo.
–¡OH, NO! ¡MI MALDITO DIENTE! ¡OH NO...!
Veloz como el rayo, Ricky saltó y cazó la astilla de diente al vuelo. La sostuvo en alto y, recordando lo que le contó Ziggy en la tienda de música, recitó el conjuro con el que derrotaría a la maligna entidad de una vez por todas.
–¡Al infierno vas a volver, hasta que estés completo otra vez!
–¡NOOO...!
Conforme buena parte de su poder maligno se drenaba y regresaba al pedazo partido de su colmillo, el cual volvió a tomar forma de plumilla de guitarra con cara demoniaca, el imponente diablo se encogió hasta regresar a su forma conocida de un niño pecoso de blancos cabellos, con el mismo diente astillado de siempre.
–¡Traigan la plumilla! –ordenó Clyde.
Obedientes a su mandato, las diablillas gemelas, la bebé diabla y la musculosa demonio de tres ojos desplegaron sus alas, se elevaron en el aire y se lanzaron en picada sobre Ricky.
Antes que lo alcanzaran, el susodicho arrojó la plumilla hacia la multitud, por lo que las diablas desviaron su trayectoria.
Sin embargo, ninguna de las cuatro tuvo chance de atraparla en el aire, ni tampoco modo de encontrarla entre tanta gente aglomerada.
De pronto, la marca de un pentagrama encerrada en un circulo se dibujó con fuego bajo el diablo Lincoln y el suelo empezó a desmoronarse a sus pies.
–¡PUDRETE, RICKY! –rugió enfurecido mientras él ,Clyde y sus demonios eran arrastrados de vuelta a los abismos infernales en un remolino de fuego–. ¡Y PUDRETE TÚ, RONNIE ANNE SANTIAGO...! ¡ME VENGARÉ, FAMILIA CASAGRANDE...!
Una vez los demonios desaparecieron, el altar de piedra y los parlantes gigantes volvieron a hundirse en el suelo y sus grietas a cerrarse. El cielo se despejó, las llamas que bloqueaban las salidas se extinguieron y el aire dejó de apestar a azufre. Hasta el desastre que se levantó volvió a ordenarse por si solo, como si no hubiese sucedido nada.
Sólo quedó la parca Lucy quien, sin mas, cerró la biblia negra y se retiró del escenario.
–Eso estuvo cerca –dijo Pucker Openheimer, quien suspiró aliviado y recogió la pandereta. Así mismo, sus compañeros recuperaron sus instrumentos y ocuparon sus lugares en el escenario–. Continuemos con el concierto, líder.
Desesperado, Ricky saltó de la tarima y corrió a buscar la plumilla bajo las filas de asientos. Cosa que fue imposible entre tantos pares de pies que le estorbaban.
–¡La plumilla! –gritó–. ¡Quién sea que la tenga, devuélvamela!
–Te estamos esperando –volvió a llamarlo Pucker.
–Pero ya no puedo tocar –replicó el chico–. No sin la plumilla del diablo.
–Si, si puedes –lo animó Becky, quien lo tomó del brazo y lo guió de vuelta al escenario–. Que tuvieras una plumilla satánica no te hizo un buen guitarrista.
–¿Entonces?
–Es simple, por fin te aplicaste, trabajaste duro y practicaste.
–Oye, creo que si practiqué mucho –reconoció el otro mellizo.
–Tiene razón, muchacho –secundó Pucker–. La inspiración de Satán no está en ninguna plumilla, está dentro de nosotros. Él hace que no queramos trabajar, ejercitarnos, ni decir la verdad. Nos obliga a ir a fiestas y tener sexo salvaje toda la noche. Él es la voz en nuestras mentes que le dice "Púdrete" al prójimo odiado.
–Anda, Ricky –siguió animándolo Becky–. Lo harás bien. Puedes quedarte aquí llorando como un bebé, o puedes subir y mostrarles a todos lo que puedes hacer. Depende de ti.
Inspirado y con el animo renovado, su hermano asintió y la invitó a chocar puños en un gesto amistoso.
–Hermana, eres la mejor.
Claro que en cuanto subió otra vez al escenario... Su interpretación no sonó muy bien que digamos... Por no decir espantosa. Si acaso un poquito mejor a una sinfonía de gatos callejeros a medianoche, y ni que decir de su cantar tan desafinado.
–Patito, patito, color de café... Oh no, qué horror...
Y si, los del publico no tardaron en abuchearlo y abandonar sus asientos.
–¡Buuu...!
–¡Buuu...!
–¡Fuera! –gritó Carl.
–¡Sáquenlo! –gritó CJ.
–¡Apestas! –gritó Sid.
–¡Tu música es mala y debes sentirte mal! –lo abucheó Ronnie Anne.
–¡Eso me pasa por tener fe en ti! –soltó la señora Bucks, que fue de los últimos en salir.
El comentario menos mordaz fue el que le lanzó el señor Hector Casagrande.
–¡M'jo, la música no es lo tuyo!
–No sé en que estábamos pensando –dijo Pucker, que negó con la cabeza decepcionado–. Lo siento, chico, pero estás fuera de la banda.
Y se retiró también, seguido de sus compañeros.
Al final, después de la apertura y la inesperada salida a escena del diablo, el concierto terminó en un rotundo fracaso.
Ante filas de butacas vacías, Ricky se descolgó la guitarra y suspiró cabizbajo, en completa soledad.
O eso creyó. Pues cuando estaba por abandonar el escenario, escuchó que una voz conocida lo llamaba.
–No dejes de tocar.
Al volverse, vio a su melliza ocupando una de las butacas delanteras. Como siempre estaba ahí para brindarle más apoyo incondicional del que merecía.
–Lo estás haciendo muy bien, hermano –lo alentó, sonriendo con calidez–. Sigue practicando.
Así hizo Ricky. Por el momento su hermana era el unico publico que necesitaba. Por lo que se volvió a colgar la guitarra al pecho y procedió a repasar las escalas desde el principio.
Y aunque no lo logró al primer, segundo, tercer o cuarto intento... Cada vez que repitió, le salió mejor.
FIN
***
Con extremo cuidado, Haiku enganchó la plumilla a la guitarra con las siglas B.L.Z.B. Misma que volvió a guardar en su vitrina hecha de cristal blindado. Tras cerrarla con llave, se dirigió una vez más a los lectores.
–Existe algo llamado la brecha musical generacional y es un ciclo evolutivo infinito que ha existido desde el inicio de los tiempos. Quizá sus padres se hayan referido a la música que ustedes escuchan cómo escándalo, pero es porque ellos parecen olvidar que su música escandalizaba a vuestros abuelos, cuya música escandalizaba a vuestros bisabuelos... O al menos así solía ser antes, visto que ahora hay muchos padres que incluso escuchan la música de sus hijos para poder estar más cerca... O para sacar provecho de ellos... Así que si lo que realmente quieren es escandalizarlos, quizá podrían subir el volumen de sus estéreos y poner las sonatas más deslumbrantes del periodo Barroco. Entonces puede que ahí si digan: "Esa música es del diablo".
Tras apagar las luces y retirarse a la trastienda, los ojos grabados en la plumilla con cara de demonio desprendieron un fugaz destello anaranjado.
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