18

Ada no pudo evitar sentir que la naturaleza había comenzado a conspirar en su contra. Su corazón palpitaba con violencia, al mismo tiempo que un escarabajo intransigente marchaba en dirección a ella.

Su aliento se precipitó contra el suelo, su discreción le ayudó a pasar desapercibida. Una mano se fijó frente a sus labios y, al cabo de unos segundos, un grupo de jóvenes corrió delante de ella. Una figura colosal los persiguió a continuación y se abalanzó contra una muchacha que iba rezagada.

Aquella persona vestía una capa envolviendo su cuerpo y una capucha alrededor de su rostro. Gruesos guantes ocultaban sus manos, en las cuales sostenía un hacha de leñador.

Un tajo despiadado se abrió en la espalda de la mujer que, sin poder defenderse, cayó frente al implacable golpe del encapuchado. Oyó un llanto desesperanzador y, poseída por el terror, Ada cerró los ojos antes de que un último hachazo se precipitara sobre el cuello de la víctima.

—¡Wa-Walter!

Un grito gutural emergió desde la oscuridad. Ada abrió sus ojos y se negó a observar el cuerpo de aquella mujer. Su acosador había desaparecido. Jules soltó su boca y, temeroso, procuró ponerse de pie para vigilar que fuera seguro salir.

—Se ha ido—aseguró.

Ada se puso de pie y sacudió su ropa sin perder de vista los numerosos insectos del suelo.

—¿Quién es? ¡¿Qué le pasa?! ¿Por qué nos hace esto? —inquirió la muchacha.

—No lo sé—le respondió Jules—. Estamos cerca de la salida, tenemos que irnos de aquí.

Ada lo detuvo con un tirón en su ropa. Estaba preocupada, Alessa y Jacob habían desaparecido.

—Jules... ¿Crees que ellos estén bien? —preguntó, con la esperanza de que su respuesta fuera positiva.

Y, aunque estaba preparada para enfrentar la realidad, sus palabras fueron contrarias a lo que ella esperaba.

—Jacob conoce el bosque, no te preocupes por él, y Alessa sabe cuidarse sola.

—No sé qué tan bien puedan protegerse de un loco con un hacha—le respondió—. Esa mujer... ¿Lo llamó Walter?

Jules la miró de reojo.

—Ven, eso lo hablaremos después.

Ada se adentró en la profundidad del bosque junto a él. Los gritos desesperanzados que resonaban a la distancia eran un indicio de que el asesino se hallaba lejos. Recordó el rezo extraño que había escuchado antes de aquella carnicería, quizá, aquellas palabras fueran las del asesino. Aun así, no debía permitirse saciar sus dudas, pues cualquier sonido podría atraer a su acechador.

Él se detuvo en seco y, tan pronto como pudo vislumbrar una sombra entre los árboles, tomó a su acompañante del brazo y la sumergió en las tinieblas de la profunda arboleda.

Jules aguantó la respiración mientras se asomaba con lentos pasos, no obstante, tan pronto como dio la primera zancada, una sombra colosal se proyectó frente a él. Ada se percató de aquella presencia inusual y, tan pronto como volteó en dirección a esta persona, un empujón la hizo tropezar en sentido al sendero.

Una persona alta y encapuchada yacía de pie frente a Jules, con sus manos en alto y su hacha lista para cercenar el cuerpo de su próxima víctima. No obstante, un ágil reflejo lo salvó de una muerte rápida. El filo de aquella arma impactó contra el tronco de un gran árbol, lo cual le permitió al superviviente una vía de escape.

Ambos se sumergieron más en la arboleda, sin saber hacia dónde iban. Ada miró atrás, pero a sus espaldas no vio más que oscuridad. Su corazón latía con fuerza, pero no sentía cansancio, sino una necesidad imperiosa por ir incluso más rápido. Se detuvieron en cuanto llegaron a un camino empedrado y tomaron un arbusto voluminoso como refugio mientras pensaban en un nuevo plan de escape. Jules supuso que, dadas las características del sendero, debían estar cerca de la entrada.

—Casi pude ver su rostro—aseguró—, pero no era Walter, lo juro.

—Eso no importa ya—se quejó Ada—, luego me puedes dar todas las explicaciones que quieras. ¿Qué hacemos? ¿A dónde vamos?

—Si seguimos juntos, él nos atrapará a los dos—le respondió—. Ada, él... Nosotros lo conocemos, creo que sé quién es.

Ella detuvo sus pensamientos ante aquellas palabras, no solo porque debería tomar un camino que no conocía, sino por el hecho de que, por alguna razón, Jules parecía perturbado por la identidad de aquel hombre.

—Ada... ¿Jacob actuó raro en los últimos tiempos? ¿Dijo algo extraño? ¿Te intentó hacer daño?

—¿Por qué lo preguntas?

Jules guardó silencio, consciente de que lo que había visto era cierto, pero incrédulo al mismo tiempo.

—Porque el hombre que nos atacó era pelirrojo.


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