Capítulo 9
Los vellos de su nunca se erizaron.
Pero Ava supo de antemano que iba a ir tras ella, había pretendido ignorarlo desde que cruzó el umbral de la entrada al salón comedor. Tan fuerte y ágil a pesar de tener una pierna parcialmente fuera de funcionamiento, poco tiempo lúcido y había dominado la falta de equilibrio y la mecánica de la muleta sin esfuerzo. Verlo moverse de esa forma entre las mesas, gruñendo cuando Alexander intentaba ayudarlo, mostraba ese lado tenaz, la gran capacidad de adaptarse.
Sus sentidos no pudieron pasar por alto la presencia del león, tanto como él no pudo dejar de controlar sus movimientos. Ni siquiera al conversar con Kenny pudo olvidarse del hombre que mantenía su atención en ella de forma sutil.
Ahora, mientras caminaba por el pasillo rumbo a su habitación, Ava escuchaba el golpe de la muleta en el suelo, ahogado por la punta de plástico con forma de disco para mejorar el apoyo, acompañado por el firme paso del hombre. Ella debía ignorarlo, su tigresa quería darse vuelta para enfrentarlo, la sensación de sentirse perseguida por otro depredador era como la punta de un alfiler arrastrándose por su piel.
Marshall tenía cosas que hacer en el mismo sitio, pensó, no estaba de ninguna forma siguiendo sus pasos...
La teoría se hizo pedazos cuando el ritmo aumentó, la gran figura masculina le sobrepasó y giró para enfrentarse a ella.
-¿Qué? -Inquirió, echándole una mirada desdeñosa cuando no se movió-. Sal de mi camino Marshall.
Ava quiso rodearlo por el lado izquierdo, pero cuando pasó por su lado Marshall colocó la punta de la muleta en la unión de la pared con el suelo. Sintiendo su ira acumularse lentamente cuando le cortó el paso, Ava giró la mirada hacia él, con la lentitud de un depredador consciente de estar acorralado pero con la fuerza para demoler a golpes las barreras.
-Tú... -Gruñó-. Realmente quieres morir.
Marshall sostuvo su mirada, el color de sus ojos, una tenue mezcla de tonalidades doradas y verdes que sostenían su atención en un puño apretado.
Entonces respiró, su cuerpo se endureció. Marshall giró, enderezando su postura solo para apoyar todo el peso en su pierna sana. Ava tuvo que retroceder para reclamar algo de espacio, pero ese espacio fue consumido cuando el hombre colocó una mano a un costado de su cabeza y se inclinó. Su mirada todavía sobre ella, quemando.
-¿Qué rayos te sucede? -Ava demandó.
Pero su voz no tuvo su fuerza habitual.
-Tienes el olor de Kenny -habló, su tono profundo, un ligero borde agresivo.
Ava se percató de la sudadera que Kenny le había prestado hace un par de semanas, el por qué de que todavía no la hubiera devuelto todavía no podía explicarlo, pero durante todo ese tiempo ella la había lavado una y otra vez para eliminar la esencia del león. Le desagradaba la idea de llevar su olor de una forma que aun no comprendía.
Pero ahora agradecía que no se hubiera desvanecido.
-¿Y qué? -Le preguntó, levantando la barbilla-. ¿Qué si lo hago?
Marshall emitió un gruñido ronco que vibró a través de su piel, y le hizo contener el aliento en su garganta, hasta que su propia tigresa le empujó para responder a la amenaza.
Las chispas se encendieron.
-No tienes derechos sobre mí -replicó, entendiendo la raíz de su repentino enojo. Sin embargo, ignorar la forma en que apretó la mandíbula, cubierta por una fina capa de vello más oscuro que el color castaño claro de su melena, fue imposible cuando dijo-. No hay nada entre nosotros.
Frente a la aplastante presión de su mirada, Ava gruñó, desafiante, tratando de contener los dolorosos y acelerados latidos de su corazón, que bombeaban adrenalina por su torrente.
-Tus palabras dicen una cosa... -habló, suavizando su voz, una sedosa provocación consciente-. Y tu cuerpo dice otra diferente.
Chasqueando la punta de su lengua contra el paladar, sus colmillos y garras presionando por salir, Ava se cruzó de brazos.
-Estoy perdiendo la paciencia -advirtió.
-Yo también -replicó él-. Me siento miserable.
-Tú eres miserable -siseó.
Apoyando la muleta contra la pared, Marshall terminó de acorralarla, y comenzó a inclinarse sobre ella. Su calor atravesando su ropa, una camiseta de algodón gris y sin mangas, la sudadera beige se la había atado a la cintura de sus vaqueros oscuros.
Ava respiró, su olor cubriendo el aire alrededor, enredándose.
-No siento nada por ti -afirmó, con una seguridad implacable.
Que solo era una coraza.
-¿No? -Marshall dudó, luego de una tortuosa pausa en la que fue víctima de esa mirada intensa que recorrió cada parte de su rostro, arrojó su pregunta-. ¿Cómo explicas entonces, los latidos apresurados de tu corazón?
-Adrenalina -refutó con indiferencia.
Pero su agitación empezaba a ser evidente.
-¿Y ese cambio en tu respiración?
Marshall arrastró las palabras a través de un suave ronroneo que solo ella pudo sentir.
-El cuerpo necesita una mayor cantidad de oxígeno para una pelea. Empezaré a golpear si no te quitas de encima.
Marshall extendió los dedos de ambas manos sobre la superficie de la pared, Ava trató de mantener su mirada en algún punto fijo, pero sus ojos salvajes no eran una opción, o sus labios delgados, o su melena irregular, o las venas de sus brazos descubiertos que saltaban a la vista...
-¿Qué me dices del calor que se extiende por tu cuerpo, desde abajo hacia arriba?
Ava bajó la mirada, furiosa consigo misma por no tener el control sobre sus reacciones, su mirada se detuvo en el dije de metal atado a un hilo negro rodeando el cuello de Marshall, que se balanceaba con suavidad, la cabeza de león, el sencillo emblema de Gold Pride.
-¿Qué es lo que quieres? -Exigió, tomando aire.
Cambiando su apoyo, Marshall sacó la garra del índice y con ella levantó la barbilla de Ava, obligándola a mirarlo. La dolorosa punzada sobre su piel quedó en el olvido, la oscura sombra de sus ojos amenazó con devorarla. Marshall no estaba jugando esta vez, no se trataba de una persecución inocente, en este momento la tensión de su cuerpo, la rigidez de su mandíbula apretada, mostraban los signos de un hombre al borde de perder los estribos.
-Coherencia, Ava. -Palabras apretadas entre dientes-. Ya no puedo más, o me quieres o me odias, no hay un punto intermedio.
Ava rió por lo bajo, la ironía deslizándose en su sonrisa, este león se creía demasiado.
-No pienso repetirlo -respondió, bajando los brazos-. Sé en qué punto estoy, eres tan importante para mí como una piedra en el zapato.
Incapaz de seguir sosteniendo este encuentro y contener el instinto violento que comenzó a punzar en su cuerpo, Ava empujó la muleta al suelo mientras se abría paso para alejarse.
-¿Entonces por qué lavaste esa sudadera? -Insistió-. Huelo el exceso de jabón, pero su esencia sigue ahí.
-No te importa -respondió, su mirada al frente, su corazón temblando.
«No te importa» se repitió una y otra vez, como una nota mental que debía tallar en su cerebro hasta que se convirtiera en una ley indiscutible. Sintiendo su corazón martillar con fuerza en su caja torácica, Ava giró en un recodo y se detuvo, apoyó la espalda contra la pared del solitario pasillo y comenzó con las largas y pausadas respiraciones para controlar sus desbordantes emociones. Era la única forma que conocía para aplacar los crudos instintos que se despertaban alrededor de Marshall, ella no podía ceder a la tentación de derramar su sangre en un sitio como este.
La Casa Matriz era su hogar, el hogar de sus compañeros, teñirlo con el oscuro color rojo de ese líquido sería una ofensa contra todo lo bueno que había obtenido aquí. Tal vez por eso, pensó, su atención enfocada con precisión en la forma en que el aire entraba y salía de sus pulmones, ella se contuvo cada vez que intentó cobrar su venganza.
Sí, debía ser eso. El poderoso respeto que tenía por todo lo que Patrick había construido para que sus protegidos pudieran llevar una vida normal, decente.
Profanar eso sería como arrancar a su hermano de la tumba. Un crujido de dientes, un latido doloroso acompañó al ardor en sus ojos ante esa lacerante imagen mental «perdóname, hermano» gimió internamente su dolor, como si él pudiera escucharla.
Tomando otra larga respiración, Ava limpió su rostro y continuó su camino. Necesitaba hundirse en la valiosa distracción de su trabajo, no había otra forma mejor de ocupar su mente en algo que no fuera su creciente necesidad de violencia o los recuerdos de Nolan.
Su habitación era una de las pequeñas y sencillas, sin cocina, ni sala. Acogedora, con una cama grande junto a la pared derecha a la entrada, un par de mesas de noche blancas con pequeñas lámparas encima, el suelo estaba cubierto por una alfombra gris. A la izquierda estaba la puerta negra del baño, y junto a esta se encontraba el escritorio de madera oscura con una silla gris, un anotador digital grande reposaba apagado en un tridente.
Sintiéndose más segura ahora que estaba en el sitio más íntimo y resguardado, Ava permitió fluir el gruñido agresivo que había contenido desde que el león decidió acorralarla. La oleada de calor golpeó tan duro su cuerpo como la imagen de él, fuerza masculina, poder y agresión, pero sin llegar a ser una amenaza real.
Solo ella quería verlo como una amenaza.
Sabía, desde la parte más remota e inalcanzable de su consciencia, que Marshall nunca se pondría en su contra. Si ella estuviera equivocada, el león habría respondido a sus ataques asesinos con golpes defensivos. Pero Marshall nunca había movido un músculo, solo se había quedado quieto, esperando, haciéndole saber que en todo momento él podía descubrir su presencia, pero no oponerse a sus intentos de acabar con su vida.
Dejó salir el aire, sus instintos alterados, sus sentidos irritados. Ava sacudió la cabeza y caminó hacia el escritorio, encendió el anotador digital y se sentó en la silla. Un zumbido le indicó sobre la actividad del aparato, segundos después el contorno se iluminó y la pantalla dejó de ser transparente para mostrar las carpetas y aplicaciones sobre una fotografía que Nolan había tomado de la laguna del territorio.
El dolor volvió a aparecer en su pecho, la angustia se hizo un nudo.
Intentando despejar las emociones, Ava se conectó a la página principal de la AAC. Ingresó a su perfil minutos después de leer la sección de informes. Nada por fuera de lo habitual, reportes de cacerías, recuperación de víctimas, vivas o muertas, avances de las investigaciones sobre las redes de tráfico de cambiantes. La cacería era como una plaga que parecía no tener control ni fin, y los miembros de la AAC luchaban con frágiles armas y una voluntad de acero contra el gigante que los superaba en astucia, adaptación y números.
Pero era una lucha honesta, una lucha por la libertad de su raza.
Tras algunos minutos repasando algunos informes que capturaron su atención, Ava abrió su perfil y fue directo a la carpeta de datos con las imágenes que había tomado en la tarde a todos los cazadores capturados. Las mismas las había enviado a todos los miembros del cuerpo de seguridad independiente, aquel que había mencionado en la reunión con la familia Dawn.
Tenía la esperanza de que alguno de los cambiantes solitarios que integraban la fuerza de seguridad anexada a Gold Pride que protegía el pueblo y sus alrededores, pudiera reconocer alguno de esos rostros.
Por el momento, Ava debía cargar las imágenes en la base de datos de la asociación y en la nube compartida con sus compañeros de investigación.
Cuando las primeras diez imágenes fueron cargadas, Ava recibió un alerta de vídeo llamada entrante. No tuvo que leer la identificación para saber de quien se trataba, solo podía ser la única persona del equipo que revisaba los archivos nuevos apenas se subían a la nube de datos.
-Buenas noches Ava -ella saludó.
Su voz firme impregnada de una fuerza glacial, le causaba escalofríos cuando la escuchaba por primera vez, después de acostumbrarse, la sensación se reducía a una ligera punzada, el reconocimiento inconsciente de su poder.
Ava esperó hasta que otras diez imágenes fueron cargadas.
-Buenas noches, Aria -respondió, minimizando la imagen a una ventana pequeña que acomodó en la esquina superior derecha de la pantalla. Su atención estaba en anotar los datos de la captura, sabía que Aria había hecho lo mismo, la aguda concentración de la mujer estaría en la información-. ¿Cómo estás? ¿Cómo está Harlan? -Le preguntó, mencionando a su cachorro.
Una sonrisa apenas distinguible debido al tamaño del recuadro apareció en el rostro de la mujer. Aria era la mentora del equipo, un miembro veterano en la asociación, con una década de experiencia, se había ganado su reputación durante su servicio de campo en Rusia, donde inició una brutal cacería atacando a una de las redes de tráfico de cambiantes más grande de la zona. Uno por uno, tomó las vidas de los cazadores y compradores involucrados, además de capturar a los distribuidores, transportistas y enganches para exprimir de ellos hasta la última gota de información.
En el proceso logró liberar a ciento noventa cambiantes de diferentes tipos y países, la cifra más alta de esa época, todo eso sin recibir un solo rasguño.
Era una enorme demostración no solo de su superioridad como mujer Alfa, sino de sus habilidades naturales. Aria estaba hecha para proteger, y había decidido proteger a todos los cambiantes que pudiera al aplicar para este trabajo peligroso.
Ahora, la honorable mujer leopardo de las nieves que estaba en tareas de escritorio y supervisión de equipos de investigación, respondió:
-Estamos bien, Harlan crece muy rápido -el cariño por su hijo fue evidente en su voz-. Está con su padre ahora.
Ava reconoció la profunda huella emocional, un afecto feroz en su voz al mencionar a su compañero. Ava solo conocía a Sean Wells por lo que había sobre él en las redes, un alfa puma dueño de uno de los clanes de pumas más grandes del área este del país, pero que además, era el cerebro tras la OASC, la organización de ayuda sanitaria destinada a unificar los esfuerzos para ganarle la batalla a la infección que continuaba amenazando las vidas de los lobos.
Semejante esfuerzo caritativo, se había ganado el interés y respeto de Ava casi de inmediato.
-No puedo quedarme sin hacer nada mientras veo a mis compañeros, que son parte de mi raza, enfermar y desaparecer a causa de esta terrible enfermedad -había dicho en una conferencia de prensa cuatro años atrás, cuando creó la organización, los brotes infecciosos ya eran de público conocimiento en algunas regiones de Europa, África y América del Sur-. Haremos todo lo posible para que el aullido de los cambiantes lobos no termine siendo un recuerdo.
En ese momento, Ava se había preguntado porqué un puma tenía tanta determinación en salvar a la competencia natural, pero luego descubrió que el clan que lideraba poseía una compleja red de vínculos de todo tipo con el clan de lobos Moon Fighters, había parejas mixtas, cachorros mestizos de por medio.
Y cuando había cachorros involucrados, protegerlos era indiscutible.
El hecho de proteger a un clan tan diferente solo hacía más complejo la tarea de entender la forma de pensar de aquel hombre.
-Me alegra saberlo -Ava respondió, su corazón abrigado por la necesidad de lograr un mundo más seguro para las siguientes generaciones-. Por aquí estamos bien.
Ambas mujeres compartieron una mirada, el azul cristalino de Aria apenas una mancha distante en la pantalla.
-Veo que estás subiendo muchos archivos -Aria mencionó-. ¿Hubo algún retraso en las cargas anteriores?
-No, todos son de la misma captura.
Aria permaneció en silencio, sus ojos abriéndose por la sorpresa inusual. Ava procedió a informarle sobre los eventos de la noche anterior mientras escribía el reporte de la captura de los cazadores, para cuando terminó la expresión de la otra mujer era serena, tranquila, pero se escuchaban leves gruñidos que no podía reprimir.
Esa parte de su naturaleza, que hablaba del animal salvaje en ella, del depredador mortal, conectó con la tigresa amante de la violencia dentro de Ava que se estiró en su mente.
-Las cacerías en masa son extremadamente inusuales -remarcó Aria, intentando rellenar los huecos.
-Lo sé, también me sorprendió. -Por eso había tomado decisiones a ciegas, sin saber si iba a salir vencedora-. Pero no es algo al azar como intentaron hacer parecer, querían llevarse a todos los tigres.
-¿Piensas que las primeras capturas solo eran una disuasión?
Ava confirmó con un gesto.
-Algo estúpido en realidad, a partir de la segunda captura cualquiera de los nuestros habría percibido que se trataba de un objetivo mayor, la familia completa.
El gruñido de Aria fue más fuerte, erizando el pelaje de Ava que se deslizaba debajo de la piel.
-Lo bueno es que evitaron la cacería y sacaron de circulación a una veintena y media de cazadores.
Ava confirmó, menos entusiasta, algo en su interior le decía que la batalla no estaba del todo ganada. Y Aria supo leerla.
-¿Tienes alguna inquietud sobre esto? -Fue su pregunta acertada.
-El motivo.
-Dinero.
-No..., quiero decir..., se llevaron a siete tigres y regresaron por más, sabiendo que ya tenían cubiertos sus gastos con las recompensas. Volvieron, arriesgándose a quedar expuestos. Y al final escogieron tomarlos a todos, lo que me lleva a pensar que fueron dominados por la codicia o en la familia había uno o más individuos con características especiales que aumentasen las ganancias de forma considerable.
También existía la posibilidad de que estuviesen buscando individuos para fines específicos, como la procreación selectiva o las peleas clandestinas.
-¿Sabes si alguno fue reconocido en la zona?.
Ava sacudió la cabeza.
-He puesto al cuerpo de seguridad al tanto de la situación, se pondrán a investigar en la mañana.
-¿Hay posibilidades de que sean habitantes de Willow County o Oak Hills?
-No estoy segura de eso.
Mordiéndose el labio, Ava confesó el mayor error que podría hacer un miembro de la asociación.
-Le prometí a la matriarca de la familia que recuperaría a sus desaparecidos.
Con un bufido, Aria se cubrió los ojos con una mano. Ava se sintió diminuta, una profunda necesidad de complacerla de cualquier forma posible nació desde sus entrañas, la respuesta lógica podía girar alrededor de la naturaleza de Alfa en ella, la parte irracional, simplemente reconocía el poder abrumador corriendo libremente. Sus instintos violentos no eran nada frente a eso.
-Bien -masculló, minutos después de haber reflexionado en silencio-. Sé que no habrías hecho eso sin tener certeza de que hay una forma de encontrarlos o algo que indique la existencia de una red de tráfico cercana. Pero, Ava -dijo ella, su nombre pronunciado con una suavidad y calidez casi maternal que exigía su atención. Ava dejó de mover sus dedos por el teclado inalámbrico y miró a Aria-. Tienes que ser consciente de que no estamos en condiciones de cumplir promesas de ese nivel, puede que esos tigres estén muertos o hayan sido trasladados a cualquier parte del país o del mundo.
-Lo sé -dijo, un nudo de ira en su voz-. Pero quiero hacer lo posible por traerle paz a esa familia.
Habiendo visto el temor, la desesperación y la desolada necesidad de protección en cada uno de sus miembros, Ava no dejaría las cosas así. Sentía que era su deber intentarlo.
-En ese caso -dijo la mujer, su voz cavando a través del tumulto de emociones agridulces que giraban en la mente y el corazón de Ava-. Podemos hacer algo al destruir la red de tráfico, si existiera.
-De acuerdo.
-Por el momento -continuó-. Si sigues teniendo contacto con esa familia, puedes darle apoyo para que sigan adelante.
A través de la pantalla, Ava sintió la aguda impotencia de aquella mujer tan fuerte, supo de inmediato que había recordado a los que no pudo salvar mientras hacía trabajo de campo. «La impotencia es nuestro alimento, la decepción, el miedo, los errores, los defectos, debes usarlos para impulsarte hacia adelante» esas palabras se las había dicho cuando Ava había logrado dar con la ubicación de un cazador cuyos objetivos eran niños pequeños, sin embargo, encontró la información demasiado tarde pues el cazador ya había sido advertido, cuando los agentes de campo llegaron a la ubicación, solo encontraron un cadáver colgando de una soga atada a la rama más fuerte de un árbol en el patio trasero.
Ava había sentido tanta rabia, tanta decepción..., si hubiera sido un poco más rápida, podrían haberlo capturado vivo, entonces Aria lo habría hecho cantar como un canario para saber cuantos niños atrapó y qué hicieron con ellos. Pero había perdido esa batalla.
-Lo haré -aseguró, con una determinación feroz.
Podía aprender de sus errores.
-Perfecto. -Una sonrisa sutil-. Llámame si me necesitas, y envía saludos para Patrick, Tanya, Marshall, Alex y los demás.
Ava confirmó con un gesto antes de terminar la llamada, una sonrisa nerviosa todavía permanecía en su rostro segundos después. Había logrado sacar al león de su mente por un breve tiempo, y ahora, como un ladrón nocturno, se escabullía en su mente para hacer su corazón temblar.
«O me quieres o me odias. No hay punto intermedio»
Su exigencia, su voz, le acompañaron hasta que fue vencida por el sueño.
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