Capítulo 8



Marshall parpadeó varias veces, se encontró con el techo color gris opaco, un gris que solo pertenecía a un sitio posible: la enfermería de Gold Pride.

Volvió a cerrar los ojos, dejó salir el aire, el alivio de estar en casa se extendió en una suave ola que relajó todos sus músculos, excepto, aquellos de su pierna izquierda. Entonces recordó la noche y por poco rechinó los dientes ante las imágenes que despertaron en su mente, el arpón y los disparos no provocaron la punzada de desesperación, fue la imagen de la tigresa enfrentándose al cazador armado, la punta de esa pistola amenazándole.

Su corazón bombeó duro, Marshall se había paralizado al ver eso, pero luego, cuando el cazador le apuntó a él deseó que tomara su vida en lugar de la de Ava.

Movimiento alrededor, abrió parcialmente los ojos, Trent se sentó en un taburete metálico, vestía el uniforme azul oscuro de dos piezas, su cuerpo un poco encorvado hacia adelante, el cabello castaño revuelto, su atención en la pantalla del anotador digital en sus manos. El león tragó saliva, el jaguar se incorporó de inmediato, girando hacia él.

-Cada día eres más feo -Marshall murmuró.

Trent frunció el ceño, acomodó el puente de sus lentes de marco fino, apretó los labios en una delgada línea tensa mientras se acercaba para revisarlo.

-Salvé tu maldita pierna anoche -gruñó-. León ingrato.

Aunque se veía molesto, Marshall ya había aprendido sus mañas, Trent Rivers era un poco distante, algo sarcástico, pero dedicado enteramente a ayudar cuando lo necesitaban. Sus ojos brillaban cuando hacía un buen trabajo, su vena orgullosa saltaba a la vista. Así que para evitar agrandar el ego del cirujano, la mayoría de sus pacientes optaban por picarlo.

Era una forma de hacerle saber que no era invencible.

Sin embargo, Marshall sabía mejor que nadie que el cirujano ya tenía una forma de mantener sus pies en la tierra. Sus ojos se oscurecían cuando recordaba al joven miembro de la coalición al que no pudo salvar hace dos años atrás.

-¿Los demás están bien? -Le preguntó, desvió la mirada hacia el reloj digital incrustado arriba de la puerta, marcaba las siete y diez-. ¿Los tigres están bien?

¿A quién quería engañar? Su león estaba desesperado por saber sobre Ava.

-Seh, no hay heridos graves. -Trent puso dos dedos frente a él-. Síguelos.

Marshall lo hizo, de izquierda a derecha, de arriba a abajo.

-Mueve la cabeza, lento.

Tenía una ligera tensión en el cuello. Nada alarmante.

-Tus dedos.

Uno a uno, los levantó.

-Los de tus pies.

Los movió.

-¿Sientes algún dolor?

-Solo la pierna.

Al intentar moverla, solo pudo levantar hasta la rodilla hasta que el dolor se volvió un latigazo perpetuo.

-Quieto -ordenó el jaguar-. He unido tus músculos internos, necesitan permanecer en reposo hasta que tu cuerpo termine de sanar por su cuenta.

-¿Estaré en esta cama hasta que suceda? -Marshall gruñó ante la idea-. Moriré de aburrimiento antes.

Trent sacudió la cabeza mientras lo veía sentarse en la camilla.

-Supongo que no puedo retenerte.

-No, soy el lugarteniente.

Trent chasqueó la lengua.

-Y yo soy el cirujano, y quiero dormir tranquilo durante un par de horas, pero no puedo contigo dando saltos por ahí como un conejo rengo.

-Sobrevivirás -masculló.

Despacio y con cuidado, Marshall giró y se sentó en el borde de la camilla. Impotente, Trent le acercó la ropa que Dimael había dejado en un extremo de la enfermería cuando entró a verlo después de la cirugía. Tardó más de quince minutos en vestirse con una camisa de algodón gris, una sudadera beige, pantalones deportivos negros y zapatillas de montaña.

-Toma, usa esto. -Trent le dio una muleta-. Estás en tareas ligeras a partir de ahora, bajo ninguna razón debes poner peso en tu pierna izquierda. -El jaguar lo miró a través de sus ojos ambarinos, la mirada fue severa-. No puedes transformarte en setenta y dos horas, ¿entendido?

Marshall asintió con la cabeza, luego se colocó la muleta junto a su costado izquierdo.

-Gala te hará revisiones diarias.

-Bien. -Se detuvo después del primer paso inestable-. ¿Mi corazón?

Un ligero temblor en su voz. Trent ignoró eso.

-Es un milagro que continúe latiendo después de ser bombardeado con electricidad. Pero sigue igual que antes.

Sus arterias bloqueándose peligrosamente.

-Bien.

-El plan sigue en pie Marshall -Trent elevó la voz-. Ya sabes lo que tienes que hacer para seguir viviendo.

El león se detuvo en la puerta, manteniendo su equilibrio en la pierna sana.

-Sí.

Marshall podía sentir esa mirada severa hurgando en su espalda, a diferencia de Gala y Tanya, Trent no insistía mucho en lo que debía hacer para salir de su delicado estado de salud, él tenía la política de dejar la recuperación en manos de sus pacientes, y Marshall apreciaba eso.

Sinceramente, a él no le importaba mucho continuar, ya no encontraba un motivo sólido que le hiciera aferrarse a la vida, solo se sentía bien cuando comía lo que le gustaba pero ahora le estaban quitando eso, incluso sabiendo que lo estaba matando, Marshall no podía no sentirse desesperado.

Marshall salió al pasillo, las luces internas estaban encendidas, el brillo tenue, cálido, el paisaje más allá de los ventanales comenzaba a cubrirse de tonos fríos y sombras.

Suspirando por lo bajo al saber que había perdido un día completo, Marshall practicó un poco con la muleta, desde la puerta al ventanal y de regreso, una y otra vez, hasta que entendió la mecánica y pudo encontrar un ritmo adecuado. Entonces, se cruzó con el primer obstáculo del día: escaleras.

-¿Cómo demonios voy a bajar? -Farfulló.

-Huh, no lo sé, ¿improvisando?

Inclinándose ligeramente hacia adelante, vio a Alexander.

-O tal vez yo puedo cargarte -dijo, sonriendo le guiñó un ojo.

Mostrando los colmillos, Marshall usó el borde de las escaleras como apoyo y comenzó a bajar a esfuerzo de saltos, un escalón a la vez, mientras equilibraba la muleta con la otra mano. No volvería a subir en varios días.

-Esto no se ve todos los días -comentó el cocinero, un brillo divertido en sus ojos azules.

Gotas de sudor bajaban por su sien cuando llegó al suelo.

-Me alegra verte bien -agregó, ya sin el tono burlón. Alexander perdió la sonrisa y sus ojos se oscurecieron-. Lo digo en serio.

Los recuerdos del enfrentamiento con los cazadores terminaban cuando la electricidad lo hizo colapsar, el resto de lo que sucedió estaba fuera de su alcance.

-¿Gala está bien? -Preguntó, reconociendo esa expresión de culpa en su rostro.

Alexander era fácil de leer. Aunque podía adivinar la clase de pensamientos que podrían estar atormentando la mente del cocinero, Marshall no tenía forma de darle apoyo.

Un compañero que luchaba contra el instinto protector era algo difícil de contener.

-Sí -respondió, su tono ligeramente profundo-. Unas cuantas balas paralizantes no pueden contra ella.

Alexander volvió a sonreír y palmeó su hombro izquierdo. Estaría bien, pensó, es imposible proteger a un compañero contra todo, eso es lo primero que un cambiante debe aceptar cuando se vincula a otro.

-Dime, ¿de qué me perdí?

Poniendo las manos en la cintura de sus vaqueros oscuros, su delgada y fina camisa de mezclilla celeste tan desarreglada como su melena rubia, Alexander torció los labios en una mueca, sus ojos se estrecharon por un breve momento que le dijo a Marshall que estaba a punto de arrastrarlo a algo aburrido.

-De hecho, llegas en el momento adecuado. -Poniendo una de sus manos en su hombro de nuevo, Alex lo empujó un poco mientras lo giraba en la dirección que quería, el salón comedor-. Patrick y los demás deben estar ahí, no hay que perdernos la charla.

Apretando los labios, Marshall dijo:

-Me reportaré enfermo.

-Esa opción no existe para un lugarteniente. -Alexander le hizo pasar un brazo alrededor de sus hombros-. Vamos, te llevaré.

Gruñendo peligrosamente cerca de morder, Marshall se alejó.

-Puedo hacerlo solo -protestó, conteniendo su irritación-. No estoy lisiado.

-Por un pelo -Farfulló Alex por lo bajo, pero insistió en quedarse cerca de él mientras caminaban hacia el salón comedor.

El cocinero le abrió las puertas, fue golpeado por la mirada filosa de una mujer mortal, en su cuerpo urgió la necesidad de llenarse con el femenino olor, sin embargo, había tantos olores distintos, tan mezclados, que resultaba difícil no distraerse.

Marshall trató de no centrarse en Ava, quien permanecía en el extremo opuesto a las puertas, sentada en una de las mesas redondas. La tigresa balanceba sus piernas mientras escuchaba atentamente el comentario de uno de sus lideres de escuadrón, quien estaba demasiado cerca de ella, hablando casi encima de su oído.

Un puño se cerró por dentro, apretando dolorosamente su pecho.

-Creo que casi todos están aquí -Alexander le empujó-. Vamos.

Pero el cocinero no se quedó mucho tiempo, cuando encontró a Gala, fluyó hacia ella como la suave corriente de un arroyo.

Marshall se acomodó en una silla y bufó.

De reojo, vio que Tanya se acercaba desde un extremo. Marshall le sonrió para intentar borrar esa expresión preocupada.

-Toma -dijo la doctora, quien llevaba la fuerte esencia del alfa sobre su piel-. Supongo que tienes el estómago vacío.

Marshall aceptó el tazón blanco, agradecido, sabiendo que era un pretexto para comenzar a evaluar su estado por su cuenta. Tanya tenía el rostro tenso, sombras oscuras bajo sus ojos verdes. Era una mujer humana como cualquier otra, más alta que Ava, pero apenas le llegaba a los hombros de Patrick y Marshall. De cuerpo compacto y cabello oscuro, ondulado y suave, su carácter era muy diferente del jaguar que era su hermano.

Porque mientras Trent era bastante gruñón y serio, Tanya abrazaba una alegría contagiosa. Ahora, sin embargo, esa alegría natural se hallaba ensombrecida por la preocupación que era como una enredadera envolviendo su cuerpo, con espinas que lo pinchaban sutilmente cada vez que se encontraban.

-Estoy bien, si es eso lo que te altera.

Marshall hizo una breve mueca cuando vio el contenido del tazón, yogur natural, cereales, avena y percibía un olor dulce, frutillas. Él prefería una taza de café con crema y pastelillos.

-No puedes culparme -Tanya se cruzó de brazos, un pequeño rubor trepó por su rostro de piel apenas dorada-. Hemos tenido una noche bastante intensa.

Marshall quiso golpearse. Tanya tenía más derecho a preocuparse que cualquier otro miembro de la coalición, estaba unida a Patrick mediante un vínculo, el dolor y desesperación del Alfa eran el dolor y desesperación de ella.

-Lo siento -Marshall apretó la rodilla de Tanya-. Disculpame, todavía estoy un poco aturdido.

-Descuida, estoy mejor ahora que todos están en casa.

Y con eso, Tanya dirigió su mirada al grupo de treinta tigres que esperaban junto a la barra de la ventana de la cocina. Era inusual recibir un número tan grande de miembros de golpe, por lo general, las charlas de orientación las daban Tanya y Gala cuando Patrick aprobaba las solicitudes de unión de cambiantes solitarios.

Siempre había excepciones a las reglas, razón fundamental para aprender a amar la vida en la coalición.

-¿Todos están aquí? -Preguntó.

Encontró a Gala y Alexander en la esquina opuesta en donde estaba Ava, el cocinero estaba de pie, la enfermera apoyaba cómodamente su espalda contra el pecho de él. Gabrielle, líder de las matriarcas, estaba un par de mesas más lejos de Ava, conversando con Chiara. Micah, el tercer león más fuerte de la coalición y líder de las brigadas de protección fronterizas, estaba a la derecha de Tanya, manteniendo la distancia.

Todos ellos, junto con Marshall, integraban el brazo administrativo de Gold Pride, eran la razón para que todo estuviera funcionando en armonía.

«Pero siguen faltando tres» pensó amargamente al notar de pronto ese vacío, uno de ellos no regresaría jamás, los otros dos habían decidido quitarse las responsabilidades. Solo Ava seguía firme, la única que quedaba de los hermanos Storm en el puesto.

Y ella seguía ahí, inconsciente del efecto que solo su presencia causaba en él, indiferente al ardor en su pecho, la aplastante presión que aumentaba su frustración mientras la veía sonreír, reír por lo bajo, escuchar atentamente lo que Kenny le hablaba.

Tragando un gruñido, Marshall llevó un poco de yogur a su boca, pero le supo algo insípido. Al momento en que componía una mueca al hallar un borde ácido, las puertas del salón comedor volvieron a abrirse y el silencio avanzó al ritmo de los pasos del Alfa, segundos después de su entrada las conversaciones se reanudaron, sin embargo, los miembros de la familia Dawn seguían en un tenso silencio. Sus niños contenidos en los brazos y manos de sus padres.

-Marshall, ¿estás bien?

Llenando su boca de yogur una vez más, Marshall miró a los ojos verdes de Patrick y asintió, no admitiría que estaba cansándose de responder la misma pregunta. Por supuesto, el león alfa de Gold Pride no tomaría ese gesto como una respuesta definitiva.

-Hablaremos después -aseguró, componiendo una sonrisa débil para él, su mirada aliviada pasó de su lugarteniente a la mujer con quien compartía su mente y corazón.

El alfa sonrió más abierto para ella y pasando un brazo por detrás de su espalda baja la arrastró con él, ambos caminaron al centro del salón.

-Disculpen el retraso -habló, su voz cordial adueñándose de todo-. Haremos esto lo más breve posible para que puedan ir a sus lugares de descanso.

Algunos tigres murmuraron.

-Mi nombre es Patrick Mcgraw -continuó, su mirada atendiendo a cada uno de ellos-. Soy el alfa de esta coalición. Las demás personas que están aquí forman parte del brazo administrativo y coordinador. -Silencio, Patrick acarició con suavidad el hombro de Tanya-. Ya conocieron a algunos de ellos, pero volveré a presentarlos adecuadamente.

Patrick volteó a verlo y continuó:

-Marshall Lawrence, lugarteniente.

Marshall saludó con la mano a los tigres.

-Ava Storm, líder de las cazadoras, el que está junto a ella es Kenny Morrison, uno de los lideres de escuadrón de patrullaje.

Ambos saludaron a la par. El puño se apretó más y más, tanto como los dedos de Marshall alrededor de la pequeña cuchara de metal.

-Alexander Thurman -Patrick apuntó al otro lado del salón-. Jefe de cocina, su compañera, Gala Duvall es la jefa de enfermeras.

Si el orgullo de Alexander pudiera brillar cada vez que sale a la superficie cuando mencionan que Gala es su compañera, el león podría convertirse en un farol.

-Él es Micah Aberdeen -Patrick apuntó al alto, fuerte e intimidante león de brazos cruzados-. Líder de las brigadas de protección fronterizas.

Micah solo hizo un corto ademán, el hombre no era bueno relacionándose con desconocidos, con nadie en realidad.

-Gabrielle Parker, líder de matriarcas.

Gabrielle saludó sonriente, pero solo unas cuantas mujeres la saludaron de vuelta.

-Y ella -continuó, estrechando a Tanya más cerca-. Es Tanya Mcgraw, jefa del equipo médico de la coalición.

Un silencio surgió incómodo, hasta que la matriarca de la familia de tigres decidió hablar en nombre ellos.

-Es un gusto conocerlos -dijo, tratando de armar una sonrisa convincente. Pero nadie podía no notar su frágil estado, tan evidente como el esfuerzo en no exteriorizar su dolor o el temblor que permanecía en su voz-. Estamos agradecidos por su hospitalidad.

-Gold Pride ayudará a quien lo necesite -Tanya habló, su voz cálida y amable, un brillo de felicidad en sus ojos cuando el león junto a ella retomó sus caricias-. Aquí estarán seguros.

-¿Ya podemos irnos? -Consultó un hombre que estaba en la última línea del grupo.

-Quiero explicarles un poco sobre lo que pueden hacer ahora que vivirán aquí -Patrick respondió-. Las tareas están divididas en facciones, las cazadoras lideradas por Ava se encargan de la defensa ante una posible invasión, suponiendo, claro, que las brigadas sean derrotadas.

-Algo imposible -masculló Micah, su tono brusco, rayando en el gruñido-. Las brigadas defienden las fronteras y se aseguran de mantener los intrusos y ojos curiosos afuera, jamás hemos fallado.

-Las matriarcas -Gabrielle siguió-. Protegemos la Casa Matriz y a todo aquel que esté en su interior, somos la última línea de defensa. También cuidamos de los cachorros en la guardería.

-El área de enfermería -continuó Gala-. Junto al área de cocina, son facciones apartadas de la defensa y protección, pero trabajan en conjunto para asegurar que todos los miembros de la coalición se encuentren en óptimas condiciones de salud.

Marshall no pudo evitar sentirse apuntado por las palabras, aunque las dijo con ese característico pragmatismo y solidez que la convertía en una profesional idónea para controlar situaciones de crisis, sonaron diferentes, como si le estuviera repitiendo que lo estaban vigilando a él.

Marshall quiso gruñir. Gala, Alex y Tanya estaban encima de él como un trío de moscas, cuidando su salud cuando él nunca lo pidió, y era molesto.

-Todas las facciones tienen el mismo rango y no hay miembros por encima o debajo del resto -Tanya agregó-. Con excepción del alfa y el lugarteniente.

-¿Qué intención tiene todo esto? -Preguntó otro de los tigres, al que identificó como Charlie.

-Conocer como funcionan las cosas aquí.

-Supongo que querrás que formemos parte de alguna de esas facciones, ¿cierto?

-Sí -Patrick admitió-. Pero la decisión es por voluntad propia, las facciones están siembre abiertas a nuevos integrantes y ustedes necesitarán algo en que ocuparse si no tienen trabajos o responsabilidades en Willow County.

-Es pronto para empujarlos a decidir -Nora intervino.

La matriarca de la familia enfrentó con la mirada al león alfa.

-No estoy haciendo eso. Esta charla solo es una iniciación de rutina para todos los miembros que se unen a la coalición. Su única función es asegurarles que serán bienvenidos a donde sea que vayan, en cualquier parte del territorio y en todas las tareas.

Marshall emitió media sonrisa, viendo como su amigo marcaba su liderazgo de manera sutil, pero efectiva, era una de las razones por las que era fácil de seguir hasta el mismísimo infierno. Patrick no pedía mucho cuando le abría los brazos a los nuevos miembros y siempre se aseguraba de que se integraran a la coalición de la mejor manera posible.

-Es pronto para decidir, lo sé -continuó-. Pueden tomar el tiempo que sea necesario, primero deben instalarse y adaptarse. Sabemos por lo que han pasado, comida, cama y protección no les faltará mientras vivan en mi territorio.

Las defensas de estos tigres caerían pronto, Marshall pensó, Patrick las haría pedazos con su bondad innata.

De forma inesperada, una mano se levantó, desde el centro del grupo avanzó una mujer, cabello rubio ceniza, largo hasta los hombros, de estatura baja y cuerpo compacto.

-Yo soy doctora aún en ejercicio -habló con voz agrietada-. Pero puedo ser de ayuda para el equipo médico.

Separándose de Patrick, Tanya se acercó a la mujer y tomó sus manos.

-Gracias -dijo, alegre y gentil-. Estaremos encantados de recibirte, ¿verdad Gala?

La enfermera sonrió y levantó el pulgar hacia arriba.

-Yo sé un poco de cocina -mencionó uno de los tigres adultos, capturó de inmediato la atención del cocinero.

-Ya estás adentro -Alexander sonrió-. Siempre hay espacio para más manos en mi cocina.

-Yo podría unirme a la guardería -sugirió una mujer-. Sería más fácil para nuestros niños si tienen un familiar cerca.

-Tenía la misma idea en mente -comentó Gabrielle, su voz llena de entusiasmo-. Nos llevaremos muy bien.

Y así, de los dieciocho adultos, nueve terminaron por unirse a alguna de las facciones. Para terminar, Patrick informó sobre la extensión del territorio y el negocio de eco turismo que aportaba la mitad del sustento económico de la coalición, lo que implicaba, que una vez al mes habría presencia de humanos en determinados sectores del territorio.

-¿No crees que es un riesgo? -Nora preguntó luego de que Patrick terminara de explicar.

-Sí, más de uno piensa lo mismo. Pero tengo la tendencia de confiar en que no todos los seres humanos son malos por naturaleza. -Tras esa declaración, buscó la sonrisa de Tanya y se refugió en ella por unos segundos-. Mi doctora es humana y ella ha salvado a la coalición en más de una ocasión. El eco turismo está orientado a parejas humanas o cambiantes, pero antes de aceptar las solicitudes de estadía en el territorio, mi equipo de investigaciones se asegura de obtener toda la información de cada cliente y en base a eso yo tomo la decisión.

-Si lo que les preocupa son los cazadores -Ava intervino, sembrando tensión a su paso con la última palabra-. No hay forma de escabullirse en nuestro territorio sin que los detecten los sensores, las brigadas o los escuadrones.

-Eso lo entendemos -dijo Nora-. Pero ¿es lo mismo en Willow County?

-Hasta ahora, no hemos tenido casos de cazadores capturando cambiantes a plena luz del día y en el pueblo -Ava aseguró-. Todos los accesos y salidas tienen puntos de control, y los cambiantes solitarios que viven tanto en Willow County como a las afueras del pueblo, trabajan para nosotros como un equipo de seguridad extra que controla, vigila y alerta sobre cualquier actividad inusual o ilegal.

Ese era el cerebro estratégico de Ava Storm en pleno funcionamiento, el león de Marshall se estiró en su mente, el pelaje onduló hacia la superficie, empujando hacia ella. No existía otra mujer que causara en él esa misma admiración y atracción, no había forma en que Marshall la ignorara.

Ava era una mujer que podía sembrar el caos violento, pero también podía adueñarse del espacio en un santiamén.

-Gold Pride es seguro -terminó, la confianza de los tigres casi estaba en sus manos.

Cuando Patrick dio por terminada la reunión, los tigres y los demás abandonaron el salón. Marshall se apresuró a terminar su yogur, y a riesgo de ganarse una reprimenda, dejó el tazón en la mesa y fue tras Ava.

Mantuvo una distancia prudente hasta que ella giró hacia uno de los pasillos que conducía a una de las alas de habitaciones. Confiando en que ya no había nadie alrededor, se impulsó más rápido con la muleta. Al acercarse capturó un olor diferente.

Masculino, terrenal, profundo. El olor de otro león. Marshall se dio cuenta de que Ava estaba usando la sudadera de Kenny.

Su mente se astilló con el fiero rugido del león.

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