Capítulo 5



Marshall se quedó perplejo mirando cómo Ava y la otra joven desaparecían por una entrada lateral izquierda, ¿qué rayos había pasado? Fue un instante, pero sintió como si le robaran algo.

Disgustado y confundido, se miró las manos, e intentó procesar todo lo que ella le había dicho. Por más que tratara no le entendía, ¿qué estaba viendo Ava que él no podía ver? ¿Por qué de pronto había pasado de la antipatía a la acción? Esos cambios bruscos de temperamento solían ser influenciados por su irascibilidad creciente, pero..., en el momento en que la miró a los ojos, ella no tenía ira.

El ardor de sus ojos, fundido en el color ámbar, era diferente. Tanto como sus acciones, o el hecho de que se había acercado a uno de los miembros de la familia, ¿quién era exactamente? Se preguntó, debía haber estado escondida en alguna de las habitaciones, por la hinchazón de sus ojos, el enrojecimiento y el olor salino que desprendía, ella estuvo llorando.

Eso debió atraer a Ava, y algo debió despertar dentro de ella como para encender su determinación.

-Tal vez estoy malinterpretando las cosas -murmuró en voz baja, casi para sí mismo.

Era imposible que Ava, siendo una tigresa, no sintiera nada del dolor, la rabia y la impotencia de estas personas, quienes eran iguales a ella. Sin embargo, y aunque podía entender este resurgimiento de su espíritu protector, tomar las riendas así e irrumpir en la cadena de mando podía llevar un castigo severo.

«¿Debo reportar esto?» se preguntó «¿A dónde nos llevará?»

Un sabor amargo cubrió su lengua al no saber bien qué debía hacer, si de verdad existía un peligro grave allí afuera y él insistía en seguir las ordenes simples de Patrick, puede que todos corrieran riesgo, no solo los tigres. Perder a Gala o Ava sería un enorme golpe para la coalición, no solo porque una era la enfermera principal del equipo médico, sino que, también era una osa polar alfa, un poder desconocido, mucho más grande que el de Patrick, su fuerza por sí sola valía más que cien hombres.

Gala era una gran ventaja en caso de enfrentarse en una guerra con otros cambiantes, o humanos.

Y Ava..., ella tenía un talento natural para guiar a los demás en medio del caos, una habilidad que superaba a la de Marshall. Tenía razón sobre eso del cerebro estratégico, Ava sabía qué hacer en los momentos de crisis, mientras que él durante la mayoría del tiempo se esforzaba en evitar esas crisis.

Y ahora, no sabía bien si debía enfocarse en eso.

Pero, si Ava estaba equivocada y solo encendían las alarmas en los corazones magullados de los tigres, eso podría complicar más las cosas, volverlos desconfiados, ¿por qué un extraño llegaría a darles órdenes así nada más, difundiendo el pánico? Podrían interpretar eso como un intento de manipularlos.

-No sé qué hacer.

La saliva comenzó a acumularse en su boca, su estómago se apretó, la brillante y viciosa idea nubló su mente y de pronto solo pudo pensar en eso. Bajó a la primera planta, las voces de Ava y la matriarca se oían tenues desde el área opuesta a la sala, pero su cuerpo solo podía moverse en una dirección: la cocina.

La comida siempre lo había sacado de estos momentos tensos donde no saber qué hacer frente a una crisis lo conducía a un estado ansioso, fue una forma efectiva de lidiar con el problema, y ahora eso era todo lo que necesitaba. Porque, no importaba el cargo que tenía en Gold Pride, Marshall sabía que no podía liderar, cuando aparecía un poder y una fuerza más grande, solo podía retroceder para evitar el choque.

Se detuvo en el umbral de la entrada a la cocina, ¿eso había hecho recién? ¿Ceder de forma instintiva ante Ava? ¿Era ella más fuerte que él? Marshall estaba seguro en una cosa, Ava podía concentrarse mucho mejor que él.

¿Qué importaba si tomaba las riendas? Él solo debía cumplir ordenes, de la forma que sea, tenía que llevar a la familia Dawn al territorio de la coalición.

-Debe haber algo aquí... -Murmuró, buscando en las alacenas superiores.

-Marshall, ¿qué haces?

Esa voz..., esa irritante voz...

Él continuó con su tarea, y sonrió al encontrar un paquete de galletas de vainilla, ahora debía buscar algo con que rellenarlas.

-Marshall...

Abrió el refrigerador, sonrió aún más al ver el frasco con crema de chocolate.

-Esto servirá.

-¡Detente!

Alexander se movió tan rápido que en un parpadeo lo tuvo cerrando la puerta del refrigerador con una mano, y con la otra apretando su muñeca con fuerza, pero Marshall no pretendía soltar el frasco, así que le mostró los colmillos.

-Suéltame -ordenó.

-Estás tomando comida sin permiso -repuso Alex con gravedad-. No pienso tolerar este comportamiento en una casa que no es nuestra -su tono fue disminuyendo más y más, haciendo que cada palabra fuera una dura amenaza-. Devuelve eso, ahora.

-Cállate.

Alexander apretó su agarre, y pronto Marshall pasó de sentir una ligera molestia, a un dolor importante. Puede que Alexander fuera más delgado, pero su fuerza siempre estuvo en esa irritante determinación a hacer lo correcto, Marshall podía entender que lo hacía porque se preocupaba, pero era realmente un dolor de cabeza, "no comas eso, no comas esto, deberías controlar ese comportamiento" ¿por qué demonios tenía que meterse?

-Suéltame -Marshall gruñó.

-Hazlo tú -dijo Alex, apuntando al frasco-. Evitaré que caiga al piso y lo pondré donde estaba.

Marshall dio un gruñido grave y agarró con fuerza la mandíbula de Alex.

-No se preocupen -habló una voz más suave y dócil. De reojo vio a una joven-. Tenemos..., tenemos reservas suficientes, incluso creo que podemos llevarlas para abastecer las suyas. Deja que coma lo que quiera.

Esos ojos azules, dejaron de acusar ferozmente a Marshall y buscaron a la dueña de esa voz.

-No puedo -le respondió a la mujer, luego volvió a centrarse en Marshall-. Compórtate de forma civilizada frente a la chica, es tarea del lugarteniente mantener la paz de sus compañeros.

-Bastardo hijo de...

Marshall soltó el frasco, Alexander lo agarró en el aire y de inmediato lo guardó en el refrigerador.

-Pido disculpas por esto -agregó, con ese tono de voz suave y cálido que encandilaba a cualquiera-. El apetito de los leones es algo duro, sobre todo con los problemáticos. Al menos... -Dudó un segundo-. ¿Puedo usar esta cocina para preparar algo más saludable?

De reojo, Marshall vio a la chica, por su tamaño, parecía estar acercándose a la adultez, pequeña, delgada, de ojos almendrados color café y cabello negro, tenía la boca un poco entre abierta mientras miraba a Alexander. En comparación con el cocinero ella probablemente debía pensar que Marshall era una criatura salvaje.

-Sí, claro. Yo..., debo..., tengo que irme.

Y entonces, la joven desapareció hacia la sala.

-Eres un imbécil -farfulló Marshall entre dientes.

La única respuesta que obtuvo de Alexander, fue un suspiro largo mientras llenaba una pequeña olla de cocción rápida con agua. Se oía decepcionado.

-Siéntate -ordenó, encendiendo una hornilla-. No tendría que hacer esto si supieras controlarte. Han pasado solo cinco horas desde la cena.

-Tengo un metabolismo rápido.

-Escusas -gruñó Alexander.

Él estaba realmente molesto, y Marshall no era tan insensible como para ignorar eso. De pronto, un enorme peso cayó sobre sus hombros al mismo tiempo en que él se dejaba caer en la silla de madera. Durante un largo tiempo solo escuchó los sonidos de Alexander al cortar verduras y echarlas al agua hirviendo, después, el olor distintivo de las verduras hervidas comenzó a salir.

-Dime, ¿qué está pasando ahora? -Inquirió Alex, un poco más calmado. Marshall sabía que al haberse ofrecido a prepararle comida no solo lo hacía para evitar que tomara comida ricas en grasas, sino también, para tranquilizarse a sí mismo-. Recurres a esto cuando crees estar al borde de una crisis.

Marshall apretó un puño encima de la mesa, no le gustaba la forma en que Alexander lo describía, lo hacía sentir enfermo.

-No es nada -argumentó-. Al menos, nada grave desde mi punto de vista.

-No cuesta mucho ser un poco más detallado.

Marshall gruñó bajo.

-Ava cree que los cazadores siguen ahí afuera. Tomó las riendas.

-Uh, eso es algo normal en ella, ¿no lo crees?

Usando dos paños, Alexander tomó la olla por las asas, le puso la tapa encima, y luego vertió toda el agua caliente en el fregadero, después volcó las papas cortadas en pequeños cuadrados en un bowl de metal.

-Ella es hábil para leer situaciones de todo tipo -continuó, cortando hojas de lechuga sobre una tabla de madera pequeña-. Creo que por eso Patrick la eligió a ella por encima de los demás, podría haber enviado a cualquier león que sumara una fuerza extra. Pero, Patrick quiso a alguien que vea todo el panorama.

«Huelo mejor el peligro que tú»

¿Por qué estoy dudando de ella? Se preguntó, con la amargura hundiendo su pecho, ¿por qué no puedo moverme así? ¿Por qué me rehuso a ver lo que para ella parece obvio? Con esas dudas tensando su cuerpo, Marshall nota lo diferentes que son el uno del otro, ¿en qué momento pensé que seríamos una pareja ideal?

En el momento en que descubrió la traición de Nolan, el puente que construyó para llegar a ella fue destruyéndose poco a poco. Ahora parecía que solo quedaba los últimos hilos que se resistían frente al quiebre.

-Debería confiar más en ella.

-Pues no suena como si lo hicieras.

-Si ella se equivoca, solo creará discordancia. Irrumpir en la cadena de mando puede desestabilizar las cosas.

-¿Te refieres a haber pasado por encima de ti o haberse inmiscuido en las decisiones de la familia Dawn?

Marshall tardó unos segundos en encontrar la respuesta.

-Ambas.

Alexander sacó un plato de la alacena superior, segundos después lo puso delante de Marshall. Aquello que el cocinero pensó que podría silenciar su hambre, era una ensalada de papas, zanahorias, lechuga y pollo triturado.

Proteína y fibra, tal y como se lo habían recetado desde el último paro.

-Deja la fuente -dijo, al ver que Alex la iba a guardar en el refrigerador.

No rechazaría algo de comer, aunque esto no pudiera saciarlo en absoluto.

-Los tigres están regresando -informó Gala en el umbral de la entrada-. ¿Qué huele tan bien? -Preguntó, luego se acercó a la mesa.

Por instinto, Marshall alejó la fuente cuando Gala quiso probar un poco. Alexander conectó su puño izquierdo en un golpe que lo movió por completo.

-¿Qué demonios?

-Me sorprende que no te des cuenta -Gala murmuró, cruzándose de brazos.

Otra mujer, otra enfermera, se habría lanzado a revisarlo.

En el fondo, Marshall sabía que se lo merecía.

-Si mi mujer quiere comida -habló Alex, con una voz tan dura que ya no parecía él mismo-. Le daré comida.

Y con eso, el león rubio rodeó la mesa hacia Gala, con un brazo rodeó la cintura de la mujer y con el otro le sostuvo la fuente con la ensalada para que ella comiera. Por su expresión, Gala se veía satisfecha, por la actitud protectora, por el cuidado y por el gesto dominante en la forma como Alexander la sostenía.

«Malditas conductas del acoplamiento»

Pero, las cosas estarían bien si solo quedaba en una simple demostración de poder, porque si Gala usaba la fuerza polar...

-Todos estarán aquí en una hora y media -dijo Ava al entrar, luego le dio una mirada de desprecio a Marshall-. ¿Este es un buen momento para llenarte el estómago? -Preguntó mordaz, luego deslizó su figura, acercándose suavemente, segundos después su plato ya no estaba.

Y los restos de su ensalada estaban en el bote de basura.

-Actúa como un maldito lugarteniente, no como un muerto de hambre.

-Dios..., Ava... -Alex balbuceó-. Ni yo podría ser tan duro.

Ava apenas miró a Alexander.

-Estamos en alerta desde ahora. Gala, puede que necesitemos a tu polar.

-De acuerdo.

La enfermera salió del cómodo capullo protector en los brazos de su compañero, y le dio la fuente a Marshall.

-¿Qué haces? -Ava inquirió, su tono de voz resonaba con molestia.

-El lugarteniente necesita reunir fuerzas -Gala respondió, su voz firme y práctica-. Somos una unidad, ¿acaso lo olvidas?

Los ojos de Ava ardieron con rabia cuando lo miró.

-Somos portadores de la imagen de Gold Pride -le dijo con severidad-. No lo arruines.

«¿Yo? ¿Arruinarlo?»

-Exijo un reporte de lo que has hecho.

Ava le dio la espalda.

-Ahora, ¿O prefieres que haga uno para Patrick?

Ava hizo sonar los dientes.

-Nora entendió la situación, dio una orden a todos los que están patrullando afuera, regresarán pronto. -Se detuvo, luego le echó una mirada desdeñosa por encima del hombro-. ¿Estás satisfecho ahora?

-¿Dónde está Dima? -Gala preguntó.

-Se quedó en el lado derecho de la casa, tiene una rotación cada quince minutos.

-¿De cuanto es su radio?

-No tiene, le dije que se mantuviera lo más cerca posible de la casa.

-Deberíamos llamarlo -intervino Alex-. Si es cierto que quedan cazadores afuera, él podría convertirse en un objetivo.

-Lo necesitamos en la vigilancia -respondió Ava, su voz tensa-. Entrará en caso de encontrar algo.

-Confiaremos en la habilidad de Dima para moverse entre las sombras -terminó Marshall, el desprecio de Ava todavía calaba hasta los huesos.

Suspirando, se puso de pie. Tanta tensión comenzaba a ser agobiante.

-Tú y yo -dijo, acercándose a Ava-. Debemos compartir la misma información. Dinos, ¿qué es lo anormal aquí?

Girando para no darle la espalda, la tigresa se cruzó de brazos.

-Ellos no apuntan a las manadas, familias, clanes o cualquier asociación grande, buscan a los solitarios. Que hayan atacado una vez ya es raro, pero siete veces seguidas en tan poco tiempo es inusual.

-¿Por qué vuelven? -Preguntó Alexander.

-No lo sé. Exceso de codicia, o están buscando algo.

Ruidos se escucharon desde la sala, una voz brusca y masculina embebida por un ferviente enojo. Frente a eso..., Ava suspiró.

-Prepárate -dijo, moviéndose hacia la puerta-. Necesitaremos tus habilidades de oratoria.

Marshall cerró los puños.

-Ni siquiera sé lo que debo decir -protestó.

-Ah..., sí..., bueno, yo les diré la verdad, tú les dirás lo que podemos hacer por ellos a partir de ahora.

Apenas habían trece personas agrupándose en la sala mayor, algunos más jóvenes que otros, todos adultos y con severas expresiones en sus rostros. Tres ocupaban el sillón más grande, otros dos estaban en los apoya brazos, cuatro se encontraban cerca del ventanal y dos compartían uno de los sillones individuales. Al momento en que entraron en la habitación, la conversación tensa entre Nora y uno de ellos se detuvo.

-¿Puedes explicarnos qué está pasando, Nora?

Aunque el tono de voz sonaba duro, Marshall pudo notar un dejo de tristeza en aquellas palabras, y por ese ligero temblor, había incluso algo de incertidumbre. Las cosas se veían peor de lo que aparentaba desde el principio, las piezas encajaron tan fácil...

Eran una familia con demasiados jóvenes y pocos adultos para defenderlos, atacarlos para secuestrar a sus miembros, uno a uno, sonaba como una movida fácil para los cazadores.

Ahora entendía...

Como el instinto de caza de un león.

Fuera codicia, o algo más, los humanos encontraban diversión en someter a los débiles, tal vez por eso, porque los creían presas fáciles, volvían por ellos una y otra vez.

Después de todo, era extraño encontrar cambiantes que no sepan pelear o usar armas.

-Ellos son miembros de la coalición Gold Pride -respondió Nora desde su lugar en el otro sillón individual, su voz tranquila, su mirada distante, colocando sus manos en el apoya brazos, inclinó su cuerpo hacia adelante-. El grupo de cambiantes que domina sobre Willow County.

El hombre levantó la mirada. Era de la misma estatura que Alexander, pero más robusto y de piel algo oscura, como el bronce gastado. Tenía barba alrededor de la boca y en la mandíbula, del mismo color que su cabello, negro brillante.

Por el silencio de los demás, él parecía tener más autoridad, o tal vez, mayor respeto.

Marshall recordó que, además de la matriarca, las líneas de jerarquía se dividía entre los seis representantes de los núcleos familiares.

Este hombre debía ser uno de ellos.

-¿Nos estamos vendiendo?

-Gold Pride no compra nuevos miembros -repuso Ava.

Palabras imbuidas con un ligero borde áspero y defensivo. Un escalofrío subió por la espalda de Marshall, tanto poder y control..., en un cuerpo tan pequeño...

-¿Qué estamos haciendo aquí? -Preguntó otra mujer.

Ella estaba con el grupo de la ventana, alta y firme, largo cabello rubio, la luz del fuego en la chimenea hizo que su piel adoptara un color más rosáceo al girar, sus ojos azules tenían un brillo acuoso.

-He de explicarles la situación con todos los detalles -Ava habló-. Somos miembros de alto rango en la coalición Gold Pride, mi nombre es Ava Storm, comando un equipo de tácticas estratégicas y manejo de crisis. Este hombre de aquí -hizo un movimiento de cabeza-. Es Marshall Lawrence, lugarteniente, junto a él está la jefa de enfermería, Gala Duvall, y el sujeto de allá es el jefe de cocina, Alexander Thurman.

Un silencio pesado cayó en la habitación, por la confusión en sus rostros, tal vez estarían pensando que los cuatro eran un grupo bastante extraño.

-Arriba están dos miembros del equipo médico, nuestro cirujano Trent Rivers y la enfermera novata Chiara Reznor.

-Disculpa -intervino otra mujer desde el sillón grande-. Creí haber visto a alguien más afuera, ¿también es uno de ustedes?

-Sí -respondió Marshall, cuando se enfocó en la pequeña mujer de grandes curvas, cabello lacio castaño recogido por detrás y ojos oscuros, ella se aferró a la mano del hombre que tenía en su hombro, él estaba en el apoya brazos-. Dimael Wolstenheim, él hace la vigilancia.

-Le sugerí a su matriarca que los reagrupara aquí por motivos de seguridad -Ava continuó.

-¿Eh? ¿Seguridad? -Inquirió otro hombre desde la ventana-. Los que trajeron a los heridos dijeron que ya habían ahuyentado a esos desgraciados.

-Los cazadores han encontrado formas de usar la oscuridad a su favor -Ava respondió, cuando se dirigió a él, este retrocedió un pequeño paso-. Si aún tienen deseos de cazar, y encuentran patrullas rondando, no dudarán en capturarlos. Lo mejor es mantenerse juntos.

-¿Y eso quien lo decidió? -Cuestionó con dureza el hombre junto a Nora-. ¿A qué han venido?

-Les guste o no -intervino Marshall-. Gold Pride y su familia tienen una alianza vincular.

-Nuestro objetivo principal -continuó Gala con firmeza-. Era ayudar a los heridos, y establecer una conexión para tramitar el anexo.

Todas las miradas, repentinamente cayeron sobre ellos, y después sobre Nora.

¿Ellos no sabían?

-Nora... Tú...

-Aaron había hablado con Patrick Mcgraw antes de que Jamie desapareciera, la policía cambiante no podía ayudarnos a encontrarlos y ellos seguían llevándose a los nuestros. -Nora tomó aire, sus labios temblaron, al bajar un poco la cabeza largos mechones de cabello rubio oscuro caían a los costados de su rostro, opacando un poco el color de sus ojos-. Llegó a la conclusión de que, si no podía protegerlos, debía llevarlos a un sitio donde pudieran estar seguros. Estoy terminando su misión.

-¿Y crees que nos recibirán con los brazos abiertos después de lo que Max hizo?

Un sollozo frágil provino desde el sillón grande, y otra mujer se escondió en el pecho de un hombre delgado junto a ella. Ellos debían ser los padres de Max Page.

-Cuida tu boca Charlie -dijo el hombre con un borde agresivo y a la vez tembloroso-. Estás hablando de nuestro hijo, no un criminal, ¡él también murió!

-Las acciones de su hijo contra la coalición -agregó Ava, sembrando tensión a su paso-. Pudieron haber sido menos severas si no hubiera atacado con un arma blanca a uno de los nuestros, quien no logró sobrevivir a las heridas.

-Ava... -Marshall siseó.

-Deja de atormentarnos con lo que pudiera haber pasado -sollozó la mujer-. Él solo era un niño...

La mente de Marshall iba de uno a otro, con tantas opiniones dispares, sería casi imposible acordar algo que dejara a todos conformes. Había demasiadas asperezas, demasiado nerviosismo y enojo.

-No podemos enmendar ni revertir las acciones pasadas -dijo Marshall, tratando de aliviar esta pesada situación-. Pero ya no hay deuda ni delito. Gold Pride no abandona a los que piden ayuda.

-¡Nosotros no pedimos ayuda! -Exclamó Charlie.

-No -repuso Nora, su forma tranquila de hablar, era como un imán que atraía la atención de todos-. Yo lo hice. Este territorio ya no es seguro, son libres de escoger, empezar desde cero en Gold Pride o desintegrar la familia.

-Demonios... -Masculló otro hombre-. ¡Esto no es justo, no lo es! -Gruñó, agarrándose la cabeza-. ¡Maldita sea!

-Cálmate, Ryder -la mujer rubia lo abrazó.

De pronto, Marshall sintió un ligero codazo en su costado derecho, como un tenue empujón. Llevando su mano al cuello, intentó pensar en algo, sentía el estómago apretado, su garganta áspera.

«Lo que podemos hacer por ellos ¿huh?»

Suspiró.

No tenía forma de llegar a un acuerdo, no con tantas personas para leer, podía ver la furia en sus miradas, el dolor y la ferviente necesidad de tomar venganza. Dudaba si en ese estado tan volátil, podría ser escuchado.

-Debo admitir que nuestra situación es difícil -habló-. Ambas partes tenemos tensiones y no será sencillo entendernos al principio. La coalición tampoco es el sitio más seguro del mundo, incluso nosotros mantenemos los radares en alto debido a los ataques que hemos sufrido hace dos años. Pero -hizo una pausa para mirar a cada uno de los tigres-. Si puedo permitirme decir con confianza una cosa, eso sería que, sin importar lo que haya sucedido en el pasado cada uno de los miembros de la coalición estará dispuesto a protegerlos con su vida.

Silencio. No estuvo seguro de haberlos convencido.

-La base de la prosperidad de la coalición ha sido la cooperación y aceptación de sus miembros -continuó-. Sin importar los errores, cada integrante tiene derecho a una oportunidad.

Se dio cuenta al instante de la mentira inconsciente, que debió haber encendido la chispa vengativa de Ava, porque en el momento en que soltó esas palabras, ella se tensó.

Nolan no tuvo oportunidad, pero no había forma de que pudiera tener consideración a sus actos.

-¿Qué debemos dar a cambio? -Preguntó resignado uno de los hombres, el que estaba sentado en el apoya brazos del sillón individual cercano a la entrada de la cocina.

Tenía una mirada cansada, los párpados un poco caídos, el cabello revuelto en ondas cobrizas y la expresión de derrota en su rostro.

-Lealtad -Marshall respondió-. Nada más que eso.

Charlie chasqueó la lengua.

-Y obedecer a otro líder, Nora... ¿Estás de acuerdo en someterte de esa manera?

La matriarca tomó un poco de aire y luego se puso de pie, se acercó a la chimenea y lo dejó salir, casi sin ningún ruido.

-Nunca asumimos una verdadera jerarquía, yo no soy un Alfa. Si al someterme me aseguro de que no seguiré perdiendo a las personas que amo, estoy dispuesta a hacerlo.

Hubo un silencio prolongado, hasta que al final Charlie habló:

-Seguiré a Nora a donde vaya, pero no esperen que baje la cabeza frente a un león desconocido.

Él se enfrentó a Ava en un contacto visual agresivo.

-Nunca dijimos que exigiríamos su lealtad, eso se gana, y Patrick siempre termina ganando. Pero no están listos para comprender eso ahora.

-¿Cuando nos iremos? -Le preguntó la mujer rubia a Nora.

-En la mañana, lo más pronto posible.

-Entonces deberíamos recoger nuestras cosas.

Marshall capturó un movimiento en la entrada de la sala, Dimael había regresado y llamaba su atención con un gesto de mano.

-Disculpen -dijo, y luego rodeó los sillones para ir hacia él.

Dimael era el único leopardo de las nieves de la coalición, originalmente pertenecía al clan Ice Daggers, pero cuando acompañó a la ex Alfa, Aria Ashburn, a una visita a la coalición, pidió quedarse debido a que había encontrado a su compañera, se decía que era una de las tigresas pero todavía resguardaba su identidad.

El hecho de que luego de tres meses todavía permanecía en la coalición, podría significar que tenía una vaga esperanza de ser reconocido.

-¿Qué ocurre?

Los tormentosos ojos grises de Dimael ardieron junto a su profunda y áspera voz cuando dijo:

-Tenemos problemas, nos están rodeando.











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