Capítulo 40


Marshall siguió el olor de Ava por el bosque envuelto en el abrigo de la noche hasta que comenzó a hacerse más tenue y débil, hasta verse rodeado en un complejo tejido de olores, sonidos y formas. Cuando apareció en la reunión general se encontró con un gran número de personas, y con la sorpresa de que los miembros de la familia Dawn habían asistido.

Se encontraban juntos en un grupo y en su centro estaba Nora, pero se los veía animados y curiosos. Ninguno de ellos sabía que había dado un enorme paso esta noche.

Se preguntó cuál sería la opinión de Ava sobre esto. Reanudó su tarea de buscarla, descubrió a Rebel y Birdie en un extremo alejado, hablando animadamente con Alexander. Sintió una sensación de alivio y culpa, un sabor amargo en la lengua.

-No puede ser -Chelsea apareció por detrás y lo rodeó, le echó una mirada de pies a cabeza como si estuviera evaluando un cuadro-. Quien diría que Marshall Lawrence podía mantener su melena bien peinada.

Gruñendo bajo, Marshall le mostró un colmillo.

-¿Dónde está mamá?

-Dando un amigable paseo con cierta tigresa.

Alarmado, Marshall abrió los ojos.

-¿Maeve está con Ava?

Apoyando su peso sobre un pie, haciendo prominente la curva de su cadera, la suave tela de su vestido floreado fluyendo grácil hasta rozar sus rodillas, Chelsea se cruzó de brazos.

-Uh, adivinaste chico grande, mereces un premio.

-Chelsea... -le amenazó.

Lo que la hizo reír, sus ojos brillaban.

-Oh, relájate. Tu gatita es fuerte, me agrada -la sonrisa de Chelsea disminuyó-. Aunque, si te soy sincera... -Una breve pausa, la mujer torció sus labios en una mueca llena de preocupación-. Me asusta lo que siento en ella. -Se inclinó hacia él y susurró-. Un poder oscuro y violento que no me deja ver su aura.

Los pelos de Marshall se le pusieron de punta, pero se las arregló para contener a su león.

-No empieces con eso.

Chelsea rodó los ojos, y pisó fuerte con un pie.

-No me creas si no quieres, pero lo que digo es cierto. No me da mala espina, es la mujer que elegiste y respeto eso, pero pienso que antes de compartir su energía contigo, debe deshacerse del peso que carga sobre sus hombros.

A este punto, Chelsea lo miraba con tanta seriedad que le obligó a escucharla. En el fondo agradeció que moderase su tono de voz para que fuera difícil reconocer las palabras para cualquiera que estuviera a más de un metro, y ellos se mantenían alejados de la multitud. Lo último que quería era esparcir rumores sobre Ava.

-La palabra nos libera -le recordó con cierto aire de sabiduría-. Tienes que acompañarla, cuando la veo a los ojos veo a una mujer que piensa que está a punto de caer al vacío y está aterrorizada por eso.

Chelsea puso las manos sobre las caderas y luego sacudió la cabeza un par de veces, lo animó dándole una sonrisa suave y una palmadita en el hombro antes de darse la vuelta e irse hacia donde estaban sus hermanas. Sus últimas palabras quedaron divagando en su mente, pero no podía discernir el significado, sí, Ava no lo había reclamado en público o de forma privada, pero él no sentía ninguna duda en ella.

¿O tal vez las estaba escondiendo?

Negó internamente, tenía demasiado en la cabeza, el día resultó ser más agitado de lo normal. Marshall debería arreglar las cosas con Rebel, pero en su lugar se quedó vigilando el claro, apreciando el buen trabajo que habían hecho sus compañeros mientras él estaba hundido en un pozo. La culpa lo agarró y de pronto se sintió diminuto, ¿qué clase de hombre era que dejaba de lado sus obligaciones?

Una llamarada de emoción surgió en el vínculo, y se sintió como un mordisco de advertencia para él. El león interior sacudió la melena, el pelaje crispandose.

-La vida es buena ¿no?

Fue Byron el que se le acercó y le extendió un recipiente que desprendía un olor tan fuerte que el felino arrugó la nariz.

-Sí -dijo, aceptando el recipiente.

El hermano de Ava se paró a su lado. En la mañana le había pedido que visitara el local que Nolan había comprado para que lo transformara en un bar. Durante el recorrido lo había notado extraño, casi evasivo, pero ahora era el mismo hombre de siempre.

Tranquilo y amable. Un hombre en el que se podía confiar.

-He estado pensando las palabras que decir -habló, ocultando las manos en los bolsillos de sus pantalones cargo negros-. Sigo sin poder creerlo.

Marshall lo miró de reojo, los oscuros ojos de Byron permanecían atentos a la ruidosa reunión, la gente hablando, riendo, compartiendo comida e historias, algunos niños corriendo en el centro.

-¿Qué cosa? -Preguntó.

Llenó una cuchara con arroz, atún, algunas hierbas extrañas y maíz. No era aficionado al pescado, pero su dieta lo exigía mucho.

-Que mi hermana se haya vinculado.

El león amasó con las garras, inquieto.

-¿Conmigo?

No se había detenido a pensar en la forma en que el resto de la familia Storm lo veía luego de la muerte de Nolan, pero sinceramente, a Marshall poco le importó y no le costaba admitirlo, la única opinión que le importaba era la de Ava.

-No es eso, eres un buen hombre. Es solo que temía que Ava pudiera cerrarse tanto que se volviera inalcanzable. -Byron suspiró pesadamente-. Pero ahora que veo que es real, me siento aliviado de que ella tenga a alguien en quien apoyarse.

Marshall percibió un dejo de tristeza en sus palabras, y notó que Byron estaba mirando a su pareja Talinda, con ojos brillantes y agradecidos.

-Es un milagro que hayamos conservado la capacidad de amar a otros después de... -Se detuvo, negó con la cabeza-. Después de lo que hemos vivido.

De inmediato supo que Byron casi había dicho algo que no le era permitido. Sabía por parte de Patrick que los hermanos Storm habían experimentado cosas duras, pero ni él sabía qué clase de cosas o qué hicieron antes de llegar a Gold Pride.

-¿Puedo preguntarte sobre eso?

Byron lo miró y Marshall volteó hacia él, un reconocimiento implícito en sus ojos oscuros.

-No. Ella tiene que decírtelo por voluntad propia.

Marshall asintió.

-Entiendo.

Byron sonrió gentil.

-Tenemos que planear una cena familiar.

Al tigre le gustaban mucho las reuniones sociales.

-Sí, quizá deberíamos hacerlo después de la inauguración.

-Suena bien. -Flexionando sus hombros cubiertos por el algodón de su camiseta beige, Byron caminó unos pasos antes de mirar a Marshall por encima del hombro y decir-. Bienvenido a la familia.

El tigre le guiñó un ojo, después lo perdió en la multitud.

Marshall se quedó pensando en las piezas que iba obteniendo de la mujer que abrigaba su corazón, parecía que de pronto cada miembro en Gold Pride quería darle un consejo. Le molestaba, pero fue amable con Dimael, Tanya, Kenny, Milo, incluso Bonnie se le acercó para hacerle compañía.

Todos estaban contentos por el nuevo vínculo que hacía más fuerte la red de lazos de la coalición.

El único que esperaba, pero que se mantuvo distante fue Alexander. El cocinero se quedó con sus hermanas del otro lado del claro, mirándolo de vez en cuando para cerciorarse de que estuviera comiendo.

«El león más metiche de Gold Pride no quiere dar su consejo, el cielo puede partirse en dos»

Marshall esbozó media sonrisa, y reconfortado por el calor y el buen ambiente de la reunión, se sentó sobre la raíz de un árbol y comió, esperando que apareciera Ava.

◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈

Atrás quedaron el sonido de la música y las charlas de sus compañeros de coalición, los gritos y risas infantiles y los eventuales gruñidos de aquellos que ya estaban perdiendo la primera mano de poker.

Ava acompañó a Eve en un paseo que simulaba ser tranquilo por fuera pero ella sabía que era una mentira, al menos de su parte. Tenía cada músculo de su cuerpo en tensión, preparado para el ataque, y la leona junto a ella hizo un laborioso trabajo ignorando eso, hasta que ya no pudo más.

Un chasquido la sobresaltó.

-No actúes como si fuera a pelear contigo.

Eve se detuvo junto al tocón de un árbol y allí se sentó, los débiles rayos de luz artificial provenientes del claro apenas alcanzaban a iluminar una pequeña parte de su rostro, por lo que sólo se podían ver algunos contornos.

Y sus ojos dorados imbuidos de fluorescencia para poder ver en la oscuridad. Ava sentía electricidad en la piel, sus vellos erizados, su tigresa sacudiendo la cola con impaciencia. El animal quería enfrentar la amenaza que veía en Eve, y Ava hacía cuanto podía para detenerla.

Si le hacía daño a la familia de Marshall jamás se lo perdonaría.

«Respira, no hay nada malo, ningún peligro. No es real»

-Él solía hablar mucho sobre una tigresa que trabajaba limpiando las calles y pueblos de cazadores -el tono de Eve era nostálgico y sereno-. Una mujer a la que se le notaba que admiraba mucho, a veces cuando visitaba al enclave le proponía que la próxima vez trajera a esa mujer que le fascinaba tanto.

-¿Qué pasó? -Ava preguntó, intrigada por saber qué cosas había dicho sobre ella.

Algo raspó la vieja corteza que todavía se aferraba al tocón.

-Sus visitas se hicieron menos frecuentes, y Marshall se enfocó en hablar sobre la coalición.

«Porque la mujer que admiraba comenzó a intentar asesinarlo» pensó con amargura.

-No sabía que Marshall venía de un enclave -dijo, midiendo sus palabras para camuflar la mentira.

-A él no le gusta hablar sobre sí mismo, en cambio, es muy bueno escuchando.

Ava sonrió, una tenue ráfaga de calor recorrió su cuerpo.

-Sí, lo es. También le gusta resolver problemas de forma pacífica.

Una risa baja, la tensa brecha entre ambas se fue desvaneciendo.

-Tiene un corazón amable.

La sonrisa de Eve se apagó lentamente.

-Quiero saber más sobre él -dijo Ava, permitiendo que su curiosidad saliera a jugar. Se sentó en el suelo a menos de un metro de la leona-. ¿Podrías decirme?

La fluorescencia de sus ojos se detuvo cuando Eve clavó su mirada sobre Ava.

-Um..., depende de qué es lo que quieras saber.

-¿Cómo lo conociste?

Eve volvió a raspar la corteza con sus garras, y luego golpeó metódicamente con una de sus puntas, una y otra vez, mientras decidía su respuesta.

-En un paseo matutino -dijo en voz baja-. Mientras subía por las montañas bajas que están al oeste del pueblo, escuché un chillido y algo corriendo a lo lejos. Seguí el sonido por varios metros hasta que lo encontré, un cachorro de león comiéndose un conejo. Estaba sucio, herido y con la piel pegada a los huesos.

Ava fue atravesada por un escalofrío al imaginarse el mal estado de Marshall, ¿por cuánto tiempo había vagado solo después de perder a Dee?

-Regresé a casa corriendo y busqué toda la carne que teníamos, al volver al bosque le rogué a Dios que no se fuera. -Eve tomó aire, Ava podía oler sus lágrimas, sentir la desesperación que ella habría tenido en el cuerpo-. Estaba ahí, sobre los restos del conejo, gruñía y bufaba para alejarme -sonrió levemente-. Dejé trozos de carne en el camino de vuelta. Marshall tardó una semana en acercarse a la casa, otras tres en entrar, dos meses en llegar a un peso saludable y transformarse. Nunca supimos qué le pasó o dónde estaba su familia. Y tampoco quiso hablar sobre ello.

«Dejó todo atrás» Ava pensó «Todo, excepto a su hermana»

-Yo tenía muchos problemas en ese entonces -Eve continuó-. Había pasado poco tiempo luego de dar a luz a Birdie, Rebel tenía dos..., un par de años antes perdimos a nuestro hijo mayor... -Un suspiro agitado y doloroso-. Me sentía desconectada de la vida hasta que encontré a Marshall, él me devolvió la capacidad de amar a mis hijas, de sobrellevar el duelo ayudando a otros, de querer vivir...

-Marshall le tiene un gran aprecio -dijo Ava, con un nudo apretando su garganta por la emoción de la historia, el significado que tenía Marshall para tantas personas-. Él me dijo que...

-No quiero saberlo -replicó de manera brusca-. Si te ha dicho algo sobre su pasado, guardalo como un secreto que te ha confiado solo a ti.

En su mente, la tigresa se sentó.

-No busco interponerme en su vida -aclaró, borrando todo rastro de emoción de su voz, hasta dejar el tono suave-. Soy un alfa, el código no me permite intervenir en un reclamo, y si no tuviera esta naturaleza tampoco lo haría, Marshall valora mucho su espacio.

Ava sintió el pelaje de su animal aplacarse. Ella ladeó la cabeza y miró a Eve con el ceño fruncido.

-¿Qué es lo que quiere entonces?

-Asegurarme de que mi hijo reciba lo mismo que da, un vínculo se trata de igualdad, equilibrio y confianza. Si buscas hacerlo feliz no te contengas, muéstrate tal cual eres.

Ava jugó con sus dedos, insegura y nerviosa, lo que Eve le pedía era un verdadero salto de fe pero ella no sabía si había algo que pudiera salvar su caída.

-Quiero proteger a Marshall -dijo en voz baja.

-¿De qué?

-De mí misma -admitió-. Alguien jugó con mis emociones, las cortó, hizo remedos, las volvió a unir y reconectar, de tal forma que a veces no puedo identificar algunas cosas -se detuvo para echarle una breve mirada a Eve, con las mejillas acaloradas ante lo que estaba haciendo, mostrarse vulnerable frente a una extraña. No, pensó, no se trataba de una extraña, esta mujer le salvó la vida a Marshall-. A veces solo deseo matar.

¿Por qué estaba le estaba confesando eso? La tigresa comenzó a dar vueltas, a gruñir en su interior y tirar de las riendas, le estaba dando motivos a Eve para alejar a Marshall de ella ¿sería eso suficiente?

Inclinándose hacia adelante Eve descansó los brazos al dejarlos sobre sus piernas, el brillo de sus ojos, dorado fluorescente, parecía dos llamas ardiendo peligrosamente cerca de ella. El poder de un alfa en ellos, pero su voz continuó siendo tranquila, casi como un consuelo cuando dijo:

-El pasado no te define, tus acciones te definen, lo que hagas ahora te define ¿tienes miedo? -Un chasquido de dientes-. Todo el mundo tiene miedo, pocos se atreven a convivir con él, a enfrentarlo. ¿De qué eres capaz por mí hijo? ¿Te cruzarías en el camino de una bala por él?

-Sí -dijo, sin dudar un solo segundo.

Porque Marshall hizo lo mismo por ella la noche que enfrentaron a los cazadores y a Hyram. El león recibió las balas por ella.

Eve se enderezó, entre cerrando la mirada sobre Ava, ella sintió un escalofrío de poder corriendo por su columna.

-Aprende a aceptar lo que la vida te ofrece, sea bueno o malo, sigues aquí por alguna razón ¿no es así? -Ava asintió y entonces Eve se puso de pie-. Me agrada hablar contigo. Vamos, seguro tu gente debe preguntarse donde estás.

Eve le extendió una mano y Ava aceptó la ayuda para ponerse de pie, dejó que la leona marcara el camino de regreso. Sus emociones revoloteaban en su interior, orgullo, miedo, confusión y por sobre todo, alegría. Tan grande y brillante como el lazo en su mente al que todavía no podía acercarse, una alegría diferente que llenaba su cuerpo y lo abrigaba, la alegría de pertenecer.

-¿Puedo preguntar una última cosa?

A medida que avanzaban hacia el sitio de la reunión, las luces arrancaban destellos rojizos sobre el cabello marrón de Eve.

-Hazlo.

-¿Marshall mencionó alguna vez su apellido?

Eve frenó en seco, Ava lo hizo pocos pasos después.

-¿Por qué quieres saberlo? De nada sirve hurgar en el pasado.

Ava hizo un encogimiento, intentando resultar lo más inocente que pudo.

-Solo tengo curiosidad.

La madre de Marshall sostuvo su mirada con firmeza, pero Ava no sentiría los efectos de su naturaleza, ella no tenía las respuestas físicas del dominio, no sudaba, no se ponía nerviosa o se le aceleraba el corazón. Solía fingir un poco las respuestas para Patrick o cuando estaba frente a cambiantes que usaban la jerarquía como su brujula.

Pero con Eve, no había necesidad de fingir.

-Briggs -dijo al fin-. Lo escribió en un trozo de papel que después arrojó a la basura.

Eve continuó su camino, sin embargo, cuando pasó junto a Ava no se reservó su amenaza.

-Ten cuidado con lo que harás con esa información.

La vio esquivar personas con la mortífera gracia del depredador bajo su piel. Era más de lo que Ava podía entender, diferente a un alfa como lo era Aria, era la única referencia que tenía de un alfa mujer.

Dejando de lado a la madre de Marshall, Ava tomó aire y se hizo a la tarea de buscarlo. Lo encontró, allí, en el otro lado del claro, sentado sobre la gruesa raíz de un árbol y con la hija de Patrick sobre su regazo.

Su corazón dio un vuelco de emoción al ver como le sonreía a Naiara.

«Supongo que le recuerda a Dee» pensó, caminó hacia él, ignorando todo el bullicio y los llamados de sus compañeros de coalición. Su pulso aumentó cuando encontró su mirada, la sangre fluyó caliente en su cuerpo.

Se había arreglado la melena, usaba una remera verde musgo con jeans azul oscuro y sus botas viejas, el dije que identificaba su lugar en la coalición brillaba en su pecho. La silueta de la cabeza de león hecha en metal le pertenecía al lugarteniente.

Una feroz oleada de orgullo le invadió hasta el alma, y sus neuronas fueron devastadas cuando le ofreció una sonrisa diferente, más íntima y secreta, una que sabía que no le daba a nadie. Solo a ella.

-Ven, siéntate. Naiara me está contando algo muy interesante sobre un volcán -le guiñó un ojo.

Con la piel caliente y sus labios tirantes por una sonrisa, Ava se sentó a su lado.

-¿Alguna vez has visto un volcán de refresco Ava? -la niña preguntó, sus ojos verdes grandes y llenos de asombro.

-No nunca -respondió-. ¿Cómo es?

-Es como una montaña de juguete, tiene una abertura arriba donde le echas pastillas de menta y luego ¡boom! Explota con espuma y refresco hasta el techo.

-Ohhh es increíble.

-Suena como algo muy pegajoso -dijo Marshall, pasando un brazo alrededor de los hombros de Ava la acercó hacia él.

Ava descansó su mejilla sobre el pecho de Marshall, haciendo oídos sordos a los comentarios y bromas de los demás, incluso a la emocionante historia del proyecto de ciencias de Naiara.

«Darle lo mismo que él me da a mí» puso eso en su gran lista de metas por cumplir.

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