Capítulo 35



Cuando salió de la lavandería Ava apenas podía respirar, tenía una presión dolorosa que aplastaba su pecho y algo retumbaba en sus oídos, tal vez era su corazón, no estaba segura de nada. Mientras daba un paso tras otro, haciendo un esfuerzo descomunal para aparentar estar bien en un intento por no llamar la atención de sus compañeros de coalición, Ava no paró de repetirse que esto estaba mal.

La reacción que tuvo por el olor de la sangre ya era demasiado perturbadora, principalmente porque creyó que tenía sus instintos y su violencia bajo control. Ella no reaccionó así la noche en que fueron a rescatar a los tigres, tampoco lo hizo en los interrogatorios de los cazadores.

Esto solo significaba que su mente había dado un salto brusco hacia el deterioro, su humanidad podría verse alterada en cualquier momento, el resultado de eso sería peligroso para todo aquel que estuviera cerca. Porque si algo se le había marcado a fuego durante sus años en el recinto, fueron las palabras del investigador en jefe:

-Una vez que pierdas la capacidad de pensar racionalmente, comenzarás a matar de forma indiscriminada, acabarás con todo lo que se mueva.

Ava tenía débiles imágenes de los experimentos que habían hecho con ella, el paso del tiempo los había desgastado. A veces volvían en forma de pesadillas, sin embargo, esas palabras estaban tan nítidas en su memoria como si se las hubieran susurrado ayer.

El pánico se apoderó de ella, las náuseas amenazaron con hacerla doblarse en dos. Algo tiró de ella con un conocimiento instintivo que le susurró que debía ir al vínculo, pero se negó rotundamente a eso, chirriando los dientes al apretarlo con fuerza cuando el miedo se abrió paso dentro de ella, irrumpiendo como una ráfaga de viento en una casilla indefensa.

«Marshall» ella pensó, su voz mental se escuchaba demasiado lejana «¿puede sentir esto?»

¿Podía saber lo vulnerable que era, podía darse cuenta de la inestabilidad que trepaba por su cuerpo?

La bilis subió por su garganta, Ava se arqueó para retenerla. El regusto amargo permaneció en su boca cuando sintió a alguien demasiado cerca.

-¿Ava? -Oyó su nombre sofocado por detrás, parecía como si estuviera adentro de un barril-. Oh por Dios...

Una mano fuerte la tomó por el brazo, sus hombros fueron rodeados y pronto ella se apoyó contra un cuerpo sólido que la guió por los pasillos. Sí, pensó mientras veía las plantas del jardín interior borrosas, el vínculo había acelerado el deterioro. Este ataque de pánico podía ser un síntoma.

Una prueba de que su vínculo con Marshall no debía existir.

-Tranquila, ya casi llegamos.

Ava fue empujada al interior de una de las salas de reunión. Su visión borrosa se tiñó de rojo, y una silueta se puso frente a ella. Sintió un par de manos grandes sostener su rostro.

-Ava, respira conmigo, hazlo, vamos. Respira.

Ava trató de acompasar su respiración con ese sonido, su audición fue lo primero que recuperó.

-Eso es -identificó la voz como la de Joey-. Respira.

Segundos después la forma del rostro del león cobró sentido para ella. Sin miedo, ni juicio en sus ojos marrones, Joey la sostenía con firmeza. Ava tenía un nudo en la garganta, su lengua pesada, su sangre demasiado espesa. Joey la rodeó en un abrazo protector. La tigresa de Ava quiso escapar, pero no tenía fuerzas para moverse, sólo quería llorar.

-Dejalo ir si lo necesitas -Joey murmuró, era una pared de calor que la mantenía segura.

Aunque Ava seguía presa del miedo, lloró un poco. Avergonzada y vulnerable por mostrarse así, pero agradecida que de todos los miembros de la coalición fuera Joey quien vio su derrumbe.

Minutos después quedaron en silencio, las lágrimas en el rostro de Ava se habían secado y casi había entrado en una especie de trance al escuchar los latidos del corazón de Joey.

-Gracias -dijo, con la voz arenosa.

-Huh, ni lo menciones. ¿Quieres hablar?

-¿Me dejarías ir si no lo hago?

Joey chasqueó su lengua.

-Perdoname, pero no puedo. He dejado pasar muchas cosas, Ava, pero esto..., no puedo hacerlo. Así que vamos a hablar.

El león se separó y luego de tomarla por los hombros le dio suaves empujones para que caminara hacia una de las sillas negras que rodeaban la larga mesa de vidrio. Ava se sentó, se sentía débil, sedienta y tan ansiosa... Pero esa ansiedad no era suya.

-Dejame adivinar -Joey habló, colocándose en frente de ella con los codos sobre sus rodillas cubiertas por vaqueros-. Tuviste otra reacción.

El hombre era una de las pocas personas que tenía conocimiento de esas reacciones. La última que tuvo fue hace ocho meses, Ava le había dicho después de eso que había logrado tenerlo bajo control.

Hasta ahora.

-Uno de los miembros de las patrullas estaba herido -tragó, se llevó un puño al pecho apretado con dolor-. Eran rasguños débiles, pequeñísimas gotas de sangre. No debería haber pasado.

Joey levantó la cabeza, en sus ojos marrones había preocupación, dolor en su voz cuando le preguntó:

-¿Qué hiciste antes? -Con el dedo índice se dio un golpecito en la cabeza.

-Nada, dejé de pensar. Patrick me ordenó descansar.

En todo momento Ava mantenía su mente ocupada, hacía informes mentales sobre su trabajo, trazaba las rutas de escape o los límites del territorio, memorizaba procedimientos de captura o cacerías. Su mente nunca estaba desocupada, de esa manera las aguas violentas en su mente no tenían oportunidad de moverse, de crecer, de hundirla.

-Bajé la guardia -admitió.

Y parte de eso se debía a la creciente cercanía con Marshall.

Joey cerró los ojos un par de segundos.

-Y te vinculaste, ¿por eso entraste en pánico?

Ava sacudió la cabeza.

-No sé -emitió un suspiro tembloroso-. No estoy segura. -Tomando aire, se limpió el rostro-. No debí aceptar la orden de Patrick, no debí ir a desayunar con Marshall, debí mantenerme ocupada con...

-Ava -Joey gruñó.

-¿Qué? -Ella exclamó frustrada y levantó la mirada hacia él.

-Deja de querer controlarlo todo, no puedes.

Algo de irritación se levantó dentro de ella como una ola.

-Tengo que hacerlo -repuso-. Es la única manera.

Joey puso una mano en su rodilla, sus labios estaban apretados en una línea delgada y la tristeza que inundaba sus ojos la golpeó con fuerza.

-Si sigues así, te quebrarás por la presión. -Joey sacudió la cabeza, tenía el ceño fruncido, las oscuras pestañas arrojaron sombras sobre sus ojos-. Yo no sé lo que tienes en tu cabeza, tampoco sé lo que te hicieron, pero si no lo compartes perderás.

La honestidad de Joey fue como un balde de agua helada para sus sentidos.

-Pero Marshall...

-Ustedes dos iban a terminar juntos de una forma u otra. -Joey compuso una pequeña sonrisa orgullosa-. Y no me equivoqué. Tienes que empezar a tomar la otra opción -su voz se oscureció-. No te matará apoyarte en los demás de vez en cuando. Y ahora que tienes a Marshall contigo eso será mucho más simple.

-Prefiero la primera opción.

Se sentía cómoda con su mente llena de tareas y pensamientos prácticos, un sitio donde todo estaba en orden.

-Pero es una opción que te genera presión y estrés. -Joey llevó su cuerpo hacia atrás, Ava notó el holgado suéter de lana color beige con franjas marrones en el pecho-. El estrés nos vuelve violentos, y si dices que hay algo violento en ti acumular estrés empeorará tu situación.

Incapaz de argumentar algo en contra de eso, Ava suspiró.

-Tienes razón.

Joey sonrió con alivio.

-Ahora, vas a aceptar la ayuda que te ofrecemos, vas a dejar que Marshall sea tu apoyo y les demostrarás a los hijos de puta que experimentaron contigo que no serás una máquina de matar.

La tigresa de Ava se rebeló contra esa orden, acostumbrada a ir siempre por su cuenta, a no depender de nadie más que de sí misma y sus hermanos, la idea de mostrarse vulnerable iba en contra de la imagen que el animal tenía de sí mismo.

Sin embargo, el lado humano de ella se enfrentó con el destello agresivo en los ojos de Joey, y supo que el hombre comprensivo y callado, aquel que no se metía en asuntos ajenos, no estaba presente el día de hoy.

Joey alargó un brazo para acariciar la mejilla de Ava, y ese acto se sintió increíblemente tierno. Le recordó a Nolan.

-Cuando sientas que el miedo te cierra las opciones, usanos. Para eso nos tienes a nosotros.

Ava cerró los ojos, dejó salir las últimas lágrimas y después cuando los abrió luego de un largo silencio se sintió más fuerte, más segura de sí.

La mirada de Joey volvió a ser amable cuando lo buscó.

-¿Mejor?

-Sí.

-Bien, deberías darte un baño para relajarte y quitarte mi olor. -Joey hizo una mueca-. No quiero a cierto león gruñendo sobre mí.

Ava rió por lo bajo y se sintió más liviana de lo que alguna vez había estado.

Poniéndose de pie le agradeció una vez más a su amigo y fue hacia la puerta.

-Ava.

Ella le dio una mirada por encima del hombro, Joey se paró, erguido en toda su altura Ava se percató de la fuerza que se mantenía oculta debajo de la ropa holgada que le gustaba usar siempre.

-Prométeme que vas a considerar lo que te dije.

Ella estrechó su mirada.

-Joey...

-Hazlo, no me quedaré tranquilo hasta oírlo.

Ava apretó los labios, pero después cedió:

-Lo prometo.

-Gracias al cielo -exclamó-. Luego me cuentas cómo es, tengo que ir a recoger a Elijah. Pam se lo ha llevado temprano -gruñó bajo-. Ese pequeño diablillo tiene a las leonas comiendo de su mano.

Luego de salir de la sala de reuniones y separarse, Ava rechazó la sugerencia de Joey de acompañarla un poco más. Todavía sentía miedo de sí misma y de lo que podía hacer si no ocupaba su mente con algo. Fue así como buscó a dos de las leonas que integraban el grupo comando de las cazadoras. Encontró a Gloria y su compañera Marianne en la biblioteca.

La pareja se sorprendió al instante, apenas olfatearon su presencia, soltaron los libros y corrieron para abrazarla. Ava se permitió sonreír, reír, a pesar de que estas emociones que abrigaban su cuerpo se sentían demasiado extrañas, porque rara vez las sentía.

Se dio cuenta entonces que estaba acostumbrada al miedo, la ira, la culpa y el control. Se había alimentado de esas emociones durante tanto tiempo que ahora que sentía algo diferente eso le asustaba.

-¡Yo sabía que iba a suceder, lo sabía! -Marianne chilló de emoción.

La leona morena tenía sus oscuros y grandes ojos humedecios, su risa fue colorida y cálida cuando Gloria la reprendió con un ligero golpe con los dedos juntos en la parte posterior de su cabeza.

-No grites, y tú -miró a Ava, sus pequeños ojos grises brillaron con curiosidad-. Cuéntanos, ¿cómo fue, en donde fue, qué hizo él?

Ava siseó una advertencia.

-De ninguna manera -dijo Ava, y las mujeres se encogieron como dos cachorros tristes-. Las vine a ver para ajustar las rondas de las cazadoras.

Marianne hizo un pequeño mohín con su boca.

-¿Ni siquiera un poquito?

-No. Ustedes no me dijeron como fue.

Gloria abrió los ojos, recogió algunos mechones de su largo cabello lacio oscuro y los dejó detrás de su oreja.

-¿Te gustaría saber?

Ava arrugó la nariz sintiendo un escalofrío.

-Por supuesto que no, es demasiado íntimo. -Demasiado privado como para compartirlo así nada más.

Ambas mujeres se echaron a reír. Ava sonrió, su tigresa encontraba divertido esto, pero seguía pendiente del lazo brillante, la energía que estaba dentro de ella envolvía su corazón de forma protectora y cálida, el vínculo al que no se atrevía a acercarse.

-Tenemos cosas que hacer -Ava mencionó, pasó entre las dos mujeres y echó un vistazo a los alrededores, la biblioteca se encontraba más vacía de lo normal-. ¿Dónde está el resto?

-Verónica y Adela están con un grupo de novatos -Gloria respondió siguiéndole el paso-. Dijeron que se pondrían al corriente después.

-Francine debe estar terminando su desayuno -agregó Marianne-. No debe tardar en llegar.

-En ese caso -dijo Ava, ocupando una de las mesas vacías-. Creo que podemos adelantarnos un poco. Primero quiero saber como van los entrenamiento de los nuevos miembros del grupo.

Ava pasó el resto de la mañana resolviendo los asuntos de las cazadoras, y aunque eso le ofreció una buena distracción que le permitió utilizar sus habilidades estratégicas para trazar nuevas formas de defensa en caso de invasión, en el fondo de su mente ese murmullo oscuro no se detenía.

◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈

Ava no vio a Marshall sino hasta después del almuerzo, se había duchado y cambiado de ropa. Cubierto sólo por una camiseta de algodón negra, vaqueros y zapatillas deportivas, el león cruzó la sala común de la Casa Matriz para alcanzarla en el centro.

Una ruidosa alarma se encendió dentro de ella al preguntarse si él se había dado cuenta de la reacción y el ataque de pánico que tuvo horas antes. Se sacudió la idea de encima, si Marshall hubiera sabido, habría irrumpido en la sala de reunión, ahora más que nunca podía encontrarla en cualquier sitio.

No es como si ella quisiera huir..., aunque sus instintos aprobasen esa idea como la más adecuada.

Una sensación burbujeante se entre mezcló con las nuevas alarmas que chirriaron en ella cuando Marshall tiró de ella contra su cuerpo, el sólido calor masculino era diferente al de Joey. No podía evitar compararlo, no podía evitar pensar que Marshall se sentía mucho mejor.

La parte de ella que se había erizado a la espera de una pelea se aplacó cuando Marshall frotó un lado de la cabeza de Ava con su mandíbula, la marca de su olor nada sutil fue acompañada por un ronroneo vibrante.

-Se nota que eres un gato -Ava murmuró, y el sonido de sus palabras quedó amortiguado entre sus cuerpos.

-Tú también lo eres -Marshall fingió un gruñido, quiso volver a atrapar su oreja pero ella fue más rápida y lo esquivó, los dientes del hombre terminaron rozando su cuello.

-Pero yo nunca ronroneo -ella protestó.

Había algo puro y brillante en los ojos de Marshall cuando él la miró, algo que ella ya había visto antes, algo que en el pasado despertaba todos sus sentidos dormidos.

-Te apuesto a que lo harás en algún momento.

Sintiéndose extrañamente liviana a pesar de que los pensamientos sobre el estado de su cordura e instintos mal conectados presionaban detrás de las sensaciones que Marshall estaba avivando en ella, Ava se puso de puntillas y alcanzó a mordisquear la firme línea de su mandíbula. Sería mejor si no tuviese barba, pensó, pero la idea de un Marshall lampiño hizo que su tigresa azotara la cola.

Su barba era suave, tan cuidada como su melena.

Y él sabía, por supuesto, que a ella le gustaba.

Con el pleno conocimiento de que estaban expuestos al ojo público, Marshall reclamó su boca en un beso hambriento que le robó el aire y la capacidad de pensar en otra cosa que no fuera él. Su tigresa se quedó quieta, no sabía que clase de juego era este, no sabía lo que iba a hacer con este león.

Quería marcarlo, morderlo, pero también... Matarlo.

Eso le hizo volver en sí y empujarlo con suavidad.

-¿No podías esperar a estar en otro lugar?

Sus compañeros iban y venían de un sitio a otro de la Casa Matriz, pero aunque echaban un breve vistazo curioso, los ignoraban. Al igual que los tres leones que estaban limpiando los ventanales -como parte de las tareas de mantenimiento que les asignaron esta semana-, fingieron como si no estuvieran presentes.

Las demostraciones de afecto eran frecuentes, pero nadie se detenía más de un par de segundos para ver, porque se consideraba algo íntimo de cada pareja.

Aún así era imposible que a Ava no se le erizara el vello de la piel, su nuca picaba, parecía que estuviera siendo el foco de atención de la coalición entera.

Marshall, por otro lado..., la mirada que tenía en el rostro era muy felina, muy satisfecha.

-¿Te avergüenza que te vean conmigo? -Preguntó, levantando una ceja.

Las garras le pinchaban los dedos.

-No.

Marshall era un hombre grande, fuerte y sensible, no le costaba admitirlo. Lo que realmente le costaba admitir, además de sus problemas mentales, eran las contradicciones que ella misma había creado.

Había dicho que lo odiaba, que quería verlo muerto en un pozo. Y ahora estaba en sus brazos, con la respiración agitada, el cuerpo caliente y su masculino sabor en su boca.

-Hueles... -Ava murmuró-. Algo salado y picante y... -Sus puños se cerraron sobre su pecho-. ¿Has estado comiendo frituras?

Todo rastro de pavoneo se esfumó. Sus hermosos ojos verde azulados se tornaron serios.

-No.

Ava levantó una mano para hundirla en su espesa melena castaña.

-No me mientas.

Marshall sostuvo su mirada, para asombro de Ava, permaneció inescrutable.

-Ven conmigo, es hora de la reunión.

Desde el vínculo al que no quería ir todavía, Ava sintió una terrible ansiedad que agitó las oscuras aguas de violencia. Marshall se separó de ella y aunque la guió con un suave empujón hacia las escaleras de caracol, Ava tuvo la repentina sensación de su ausencia punzando su pecho.

-La enfermería sigue ocupada -mencionó-. Así que será en la oficina de Patrick.

-¿Él también estará?

«¿Ya habrá hablado con Ember?»

Marshall asintió mirándola de reojo.

-Él y unos cuantos más.

En la planta superior se encontraron en el pasillo con la madre de Marshall y sus hermanas. La primera en voltear fue la pequeña rubia de ojos azules, Ava no recordaba si se trataba de Birdie o Rebel. La leona pasó entre las otras dos mujeres y alcanzó a Marshall a mitad de camino hacia la oficina de Patrick.

Marshall abrió los brazos para su hermana, la intimidad del momento hizo que Ava se sintiera incómoda.

-¿Nos dirás lo que está pasando? -La leona susurró.

-Después -Marshall prometió.

Su mirada viajó hasta encontrar los duros ojos marrones de Eve.

-Después -ella acordó y luego caminó hasta la puerta de la oficina para golpear tres veces.

Ava reparó en la otra joven, era menos expresiva que la leona rubia, más centrada. Pero tenía el mismo aire preocupado, la misma incertidumbre en los ojos oscuros.

-Adelante -se escuchó la orden lejana.

Y Eve abrió la puerta para entrar primero.

«Podría haber dejado que sus hijos lo hicieran» algo dentro de ella le dijo que eso era imposible, pero no estaba segura que era la acción más vulnerable para un león en un sitio lleno de desconocidos, si darles la espalda o ir por detrás en un grupo.

Por la tensión que mostró Eve, Ava supuso que ella siempre iría al frente para acabar con cualquier amenaza antes de que esta tuviera la oportunidad de dañar a los suyos.

Era un reflejo de lo que había visto en Marshall la noche en que enfrentaron a los cazadores. Tanto coraje y valor...

-Birdie, no me voy a ir -mencionó Marshall, alborotando el cabello rubio de su hermana-. Sueltame.

-No.

-Hazlo.

-Que no -chilló.

Ava iba por detrás de ellos, desde la izquierda Rebel gruñó más fuerte.

-Birdie, comportate -Rebel siseó.

Birdie giró la cabeza y le dio una mirada ceñuda a su hermana.

-¿Puedes dejar de darme órdenes? No eres un alfa.

-¡Niñas!

El gruñido de Eve las hizo saltar a las dos. Birdie dejó a Marshall, sus hombros se encorvaron hacia adelante mientras regresaba al lado de su madre. La reacción de Rebel fue más moderada.

Ava cerró la puerta. Tanya y Marshall estaban apoyados en el borde del escritorio y frente a las dos sillas, Gala estaba medio sentada en la punta del escritorio mientras que Trent estas cerca de los ventanales, apoyado contra un librero.

El cirujano jugaba con un bolígrafo, deslizandolo entre sus dedos con movimientos veloces.

-Ya estamos todos aquí -Marshall habló, luego le echó una mirada por encima del hombro a Ava-. Vamos a hablar.

Mientras Ava se acercaba a él, su vínculo inusual chirrió con una descarga de ansiedad que se sintió como un monstruo con dientes y garras, una bestia nueva y vieja que no era suya.

Era de Marshall.

-Seré breve -Tanya tomó la palabra-. Les agradezco por estar aquí, y me disculpo por disparar sus alarmas al abrir sus archivos sin permiso. -La doctora inclinó la cabeza hacia Eve en un gesto de respeto.

La expresión de Eve se suavizó, algo parecido a la compasión permaneció titilando en sus ojos.

-Acepto tus disculpas.

Tanya relajó los hombros con alivio. Pero su tono siguió siendo serio cuando continuó:

-En cuanto al motivo de la reunión... -Una breve pausa, los ojos verdes de Tanya se clavaron en Marshall. Junto a ella, Patrick se tensó-. Gala mencionó que tus análisis llegaron. -La mujer humana enmudeció unos segundos, con un temblor agitando sus labios dijo-. Los resultados no son muy alentadores.

Esa ansiedad mordió por dentro con fuerza. Ava jadeó, y tomó a Marshall de la mano.

«Cuando sientas que el miedo te cierra las opciones, usanos» aferrándose a las palabras de su amigo, Ava respiró a través del intenso miedo ajeno, el miedo que Marshall no expresaba, pero sí sentía, apretó el agarre y dispuesta a ayudar al hombre que no se daba por vencido con ella a pesar de todos los problemas que traía consigo, Ava habló por todos:

-¿De qué se trata? Estoy segura de que encontraremos una solución.

Por primera vez desde que perdió a Nolan, Ava estaba sugiriendo públicamente que Marshall viviera.

No había vuelta atrás después de esto.

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