Capítulo 29



Tras haberse asegurado de que todas las fichas de salud de los nuevos miembros estuvieran completas, Gala activó el programa automático de subida de datos y dejó el delgado anotador digital sobre una de las repisas en la enfermería.

La tranquilidad del ambiente le daba paz la mayoría del tiempo, sin embargo, ahora tanta quietud y silencio hacía que sus pensamientos crecieran como enormes sombras dentro de su mente.

Trent, Chía y Hollie no se encontraban ahí, debían estar cenando con el resto de sus compañeros en el salón comedor. Así como debía estar Gala también. Pero el hambre no le llegaría pronto, sentía el estómago apretado, su corazón agitado.

El silencio de la enfermería no era bueno para ella, la parte violenta de ella, esa parte que negó durante toda su vida, se estiró a medida que el desgarrador llanto de Ava se filtraba en su mente. Sin querer le había hecho recordar su propia pérdida, en el momento en que vio a la tigresa rendida en el suelo sintió un profundo escalofrío.

Era como verse a sí misma doce años atrás.

Gala sacudió los recuerdos de su cabeza, tratando de volver en sí, de encontrarse en un presente que era diferente a lo que habría esperado su versión diez años más joven. No había podido controlar aquellos amargos recuerdos en ese momento, pero ahora estaba en su sitio seguro y era ella la que debía dominarlos.

-Shila se fue -se dijo, tomó una gran bocanada de aire-. Se fue.

Repitiéndose que su gemela estaba muerta y ya no podía hacerle daño a nadie más, Gala salió de la enfermería. Quiso buscar a Ava pero se cerró casi de inmediato a la idea, por más que quisiera establecer una conexión de confianza con ella, no podía empujarla.

En el camino de regreso ella había querido decir cada una de esas palabras, aunque Ava no pudiera entenderla.

Desde que Patrick le dijo que era emocionalmente inestable, Gala había mantenido un ojo sobre Ava. Sus inexplicables arrebatos de violencia instintiva seguían confundiendolos, por el momento la tigresa los enfocaba en el exterior, descargando energías en patrullajes o golpeando lejos de cualquier miembro de la coalición.

Aún no había lastimado a nadie.

Sin embargo, Patrick seguía preocupado, el vínculo de sangre que lo unía a la tigresa era por demás caótico, sus emociones eran aplastadas por ella antes de siquiera poder expresarlas. Aquello era instintivo, algo que venía desde la inconsciencia y ambos se preguntaban por qué era así, y por qué empeoró luego de la muerte de Nolan.

Gala frunció el ceño, se detuvo para recomponer su fachada al pie de las escaleras. Tenía fe en que Ava era capaz de manejar sus emociones, si podía sentir ira y tristeza, también podía sentir amor y alegría, también tenía un corazón después de todo.

«Pero tiene tantas cicatrices»

Las comisuras de sus labios se curvaron hacia abajo, la repentina preocupación por uno de los suyos la golpeó con sutileza, y eso no pasó desapercibido por el hombre que se había vuelto parte de ella. La salvaje y juguetona energía de su león corrió a través de su cuerpo y el vínculo en su mente comenzó a dar breves pulsos, como quien golpea educadamente una puerta.

Ella sonrió, se preguntó cuál era la razón de semejante acto civilizado, cuando algunas veces Alexander simplemente se abalanzaba sobre el vínculo con una hambrienta necesidad que le resultaba difícil de tomar.

-Ven, Sialuk.

Su voz templada se sintió como seda en su mente, sólo él podía hacer que su antiguo nombre de clan se convirtiera en algo íntimo y seductor. Le hizo saber que debía buscarlo, y precisamente no en la cocina.

Así que usó los sentidos de su osa polar y lo encontró más allá de la zona segura donde los cachorros podían hacer ejercicio al aire libre, Alexander se había quedado quieto mucho más adentro del bosque, la distancia era suficiente como para que cualquiera que estuviera en la zona de juegos no pudiera escucharlo.

-Aquí estás.

Sentado sobre la densa capa de agujas de pino, su espalda apoyada contra el tronco de un árbol alto pero delgado, Gala se encontró con un profundo gruñido que erizó los vellos en su nunca, arrojando una sensación de expectación nerviosa en su sangre.

Luego de encender una pequeña luz portátil que arrojó un brillo tenue y cálido, Alexander giró y subió hacia ella. Sus ojos azules la miraban con un amor que competía con la ferocidad de su protección. Pero había un borde dorado alrededor, esos no estaban contentos.

Y Gala sabía porqué.

-No voy a dejar que te saltes una comida -le recordó y con un movimiento de cabeza le ordenó que se sentara.

Ella lo hizo, porque no podía negarle nada cuando la miraba así, en su condición Alexander no podía ceder terreno. Era un hombre de instintos, rayando en lo salvaje debido a su período fértil activo. Sus hormonas corrían libres y salvajes en su sistema, y ni siquiera Gala con sus conocimientos médicos podía hacer algo para remediarlo.

Él luchaba día a día contra una necesidad que no podía ser saciada hasta después de concebir. Sin embargo, Gala todavía no entraba en fertilidad, todavía no estaba segura de ser capaz de tener una responsabilidad tan grande en sus manos.

-¿Sabes algo sobre Micah?

-No, pero creo que Patrick resolvió el problema. Acaba de movilizar a un grupo de veinte, armados. Harán el trabajo de recuperación. Supongo que el infeliz que lo tiene retenido pidió algo que Patrick podía dar.

Gala frunció el ceño.

-¿Algo como qué?

-No sé, no es mucho lo que pude oír, solo algo del equipo de investigación y un asunto de intereses compartidos. -Alex se encogió de hombros-. Como sea, Ava y Marshall podrán resolverlo, ese tipo que capturaron..., Callahan, aseguró que no ha sufrido ningún daño.

Gala se permitió dejar libre el aliento que estaba conteniendo desde que recordó al malhumorado león que faltaba en la coalición.

A Micah le gustaba decir que no era indispensable para el funcionamiento de Gold Pride, a pesar de que ostentaba el mando completo sobre las brigadas fronterizas y tenía a medio centenar a cargo.

Pero aunque habían pasado dos años desde que Patrick lo trajo a la coalición, apenas unos meses después de que terminaron de instalarse en el nuevo territorio, Micah ya estaba dentro de la estructura de Gold Pride.

Nadie era capaz de ignorar su ausencia, a pesar de su mal genio y tendencia solitaria.

-Eso espero.

Gala apenas podía contener su enojo cuando sus felinos se lastimaban a sí mismos por accidente, pero que fuesen heridos por otras personas, por enemigos, cambiaba las cosas, provocaba que sus instintos más profundos salieran a la luz y eso no era algo necesariamente bueno. Bastaba con recordar la furia que la invadió cuando participó en el rescate de la familia Dawn, la emoción había barrido casi todo autocontrol dentro de ella, amenazando con hundirla.

Ahora mismo, la parte agresiva de su naturaleza arañaba los bordes de su mente. Pero antes de que la violenta oscuridad dentro de ella se expandiera, Alexander la besó a través del vínculo y luego hizo lo mismo en su frente.

Eso la tranquilizó.

Tras acurrucarse a su lado, lo observó mientras sacaba de su mochila azul un contenedor cilíndrico de alimentos, su piel de un tono dorado pálido estaba más expuesta que lo normal, pues sólo tenía una camiseta de tirantes color gris y vaqueros gastados, la exhibición de piel era adrede para provocarla.

Y vaya que funcionaba...

Al destapar el contenedor un delicioso olor salado le hizo agua la boca. Solo entonces se dio cuenta que Alex deshizo el nudo de su estómago.

-Me están gustando tus nuevas ideas.

Complacido, Alexander besó su cabello. Tomó una cuchara de metal. Solo ella había probado la nueva receta que había creado hace unos días, era una hogaza de pan grande, hueca por dentro, el interior estaba lleno de salsa de queso crema, cebollas, zanahorias ralladas y orégano. El cocinero seguía sin estar satisfecho del todo con su creación, pero a ella le encantaba su nuevo platillo.

-Abre -demandó con voz ronca.

Y ella permitió que la alimentara, que los sabores se derramaran en su paladar y aliviaran un poco la pesada carga que arrastraba del día.

-Bien -murmuró luego de que casi hubiera terminado toda la salsa-. ¿Qué te preocupa?

Este hombre podía leerla tan bien... Nunca daría por sentado ninguno de sus cuidados, de sus gestos. Él había estado junto a ella en la montaña, como un apoyo por si necesitaba su energía, su fuerza. Pero no le pidió una explicación de lo que había pasado, lo que sucedió era un asunto de Ava y su familia.

-No es preocupación.

Gala se ganó un gruñido, Alex tiró uno de sus rizos solo para molestarla.

-De acuerdo, sólo un poco. -Gala se deslizó un poco más arriba para apoyar la cabeza sobre su hombro, el calor de su piel era tan agradable-. Marshall y Ava..., creo que por fin están yendo en la misma dirección.

Alexander la atrajo hacia sí.

-No me sorprende, los leones somos persistentes cuando queremos algo.

-No me digas.

Alexander rió y su osa polar se sentó en su mente para escuchar ese hermoso sonido.

-No sé si Ava pueda permitirse abrirse a ese nivel -Ava recordó sobre la preocupación de Patrick cuando hablaron en privado sobre ella meses atrás, su temor cuando le contó cómo había golpeado el tronco de un árbol, con una furia violenta pocas veces vista. El alfa había imaginado toda esa furia sin control impactando contra algún inocente-. Pero hoy vi un verdadero cambio en ella.

No sabía lo que haría a partir de ahora, pero esperaba que sus palabras tuvieran algún tipo de efecto. Su temperamento seguía siendo peligroso, pero Ava podía controlarlo, lo había hecho bien hasta que Nolan se fue.

-Ambos pueden potenciarse para bien -terminó.

-Tienes razón, solo hay que darles tiempo. En tanto sigan con la búsqueda de los desaparecidos, permanecerán juntos.

Gala se enderezó, volteó hacia él y acarició sus labios con los suyos. Alexander los abrió y de un momento a otro, lo que empezó como una caricia breve terminó en un largo, profundo y áspero beso, el contacto envío una oleada de calor por todo su cuerpo y ella pudo ver su luz desplazándose sobre esa parte oscura de su ser, esa parte de la que ella renegaba pero que él amaba por igual.

Porque a este punto, no había duda alguna de que este hombre, que era suyo de todas las formas posibles, la amaba.

-Ahora -Gala tomó aire luego de separarse y encontrar su propia voz a través de las embriagadoras sensaciones, y se derritió al ver esa sonrisa, esos ojos nublados por un placer pleno-. Has estado inestable todo el día.

Alexander trazó el contorno de sus labios con el pulgar, el resto de sus dedos tomaban posesión de un lado de su cuello, con la otra mano empuñaba los rizos castaños.

-Nora -respondió tiempo después, luego de tomar todo el contacto, el soporte que necesitaba de ella-. Sigo creyendo que está ocultando algo.

No le dio tiempo para armar palabra alguna, su león hambriento dejó de ser civilizado y se abalanzó sobre ella con la fuerza del depredador que era. Y aunque había abierto un nuevo dilema en ella, Gala lo recibió, tal vez ella también necesitaba abstraerse, alejarse de todo dentro de los brazos de su compañero.

◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈ ◈

Marshall sentía como si su estómago fuerza a doblarse por el hambre, al no encontrar a Patrick en su oficina, lo buscó en la enfermería y luego en su habitación, pero no había rastros del alfa así que regresó a la primera planta y cruzó la sala común hacia el salón comedor.

Múltiples murmullos y voces se escuchaban desde el interior, lo que le dijo que el salón estaba lleno. No estaba de humor para codearse con sus compañeros de coalición. De hecho, la única presencia que necesitaba era la de una tigresa que decidió sepultar su antigua identidad junto a los restos de su hermano perdido.

El león chasqueó los dientes, queriendo ir hacia ella de inmediato.

Pero antes de que pudiera rendirse a la necesidad tenía cosas que resolver. Como la situación de Micah.

Entre abriendo las puertas hasta dejar una leve rendija, Marshall encontró a Patrick en el fondo del salón, él y toda su familia cenaban en una de las mesas. Patrick sostenía a Naiara en su regazo, a su izquierda estaba Ian mientras que a su derecha estaba Tanya.

Una contradicción se generó en su interior, por un lado se preguntó por qué el alfa se permitía sonreír con naturalidad teniendo cautivo a uno de sus protegidos, por otro el razonamiento más lógico que encontraba era que Patrick haya encontrado una solución.

Marshall pensó que cenar con toda la coalición era una estrategia para calmar las aguas, los demás se veían tranquilos y comunicativos, por lo que era probable que la noticia de la captura de Micah no se hubiera dispersado. Ocultar información era una movida arriesgada, Marshall lo sabía por experiencia propia, sin embargo contaba con una ventaja en lo que se refería al león blanco; Micah tenía una naturaleza solitaria, podía estar días sin aparecer por la Casa Matriz, podía delegar tareas en las brigadas con tal de estar un tiempo a solas.

Su ausencia solo repercutiría en unos pocos miembros de su ya estrecho círculo íntimo.

Marshall cerró las puertas confiando en que su alfa y amigo estaba haciendo lo que creía correcto. Dando un giro se fue hacia el otro lado de la sala y se internó en los pasillos de habitaciones. No tardó mucho en darse cuenta que no todos estaban en la cena, el alto y atlético leopardo de las nieves que llevaba una sencilla camiseta negra con vaqueros desteñidos, frenó en seco al verlo acercarse en el segundo pasillo.

-Órdenes de Alex -le dijo, y empujó hacia él un contenedor de alimentos.

Expandiendo su olfato, Marshall detectó el olor de atún, pan, huevos y algo más fresco y un poco dulce.

-Gracias, Dima.

-Tengo que hablar contigo.

El rostro de Dimael estaba tenso, el gris de sus ojos guardaba una seriedad inquietante.

-¿Es urgente?

Dimael confirmó al sacudir su cabeza. Se dirigieron a su habitación, una vez adentro Marshall dijo:

-Dime.

-Patrick desplegó un equipo de búsqueda para traer a Micah.

Marshall dejó el contenedor sobre la cama y se sentó en el borde.

-¿Será un enfrentamiento?

Dimael negó, con la suave luz su corto cabello tenía destellos dorados.

-Si bien fueron armados, fue por precaución. Le dijeron que la recuperación no sería violenta.

-¿Entonces quien sea que lo retiene lo entregará por propia voluntad?

Ni el hombre ni el león iban a creerse ese cuento.

-Algo así... -Dimael olfateó, sus ojos abriéndose con el conocimiento que no quiso compartir-. El jefe de ese hombre con el que Patrick habló en la tarde, dijo que la coalición entró en su territorio de caza al intervenir en el asunto de la familia Dawn.

Un peligroso gruñido escapó de Marshall, sus manos se cerraron en puños.

-¿Él es el instigador? ¿Él atrajo a los cazadores hacia los tigres?

La mirada de Dimael era serena, pero sin respuestas.

-Deberíamos darle caza también.

-Creo que hay algo más grande detrás.

Marshall volteó hacia él.

-¿A qué te refieres?

-Patrick se reunirá contigo, Ava, el instigador y un par de personas más.

-¿Con qué fin accedería?

Un lento parpadeo por parte de Dimael y luego:

-Al parecer el instigador no era el único que estaba detrás de la familia Dawn, alguien más los tenía como su objetivo. -Dimael se rindió ante un bostezo y estiró sus brazos hacia arriba. Tras desperezarse, continuó-. Solo es una suposición, tenlo presente en el momento de la reunión.

Marshall asintió.

-¿Es todo?

-Sip, te dejaré libre para que puedas fantasear con una tigresa.

Ante la afilada sonrisa felina de Dimael, Marshall le mostró los dientes.

-Sigue presionando, gatito, y te juro que voy a encerrarte en la sala de comunicaciones con el sistema de calefacción al máximo.

Frente a la amenaza, y a la seriedad pura en el rostro de Marshall, el leopardo de las nieves palideció, luego entrecerró su mirada sobre él.

-No te atreverías.

Marshall hizo un encogimiento.

-Pruébame.

Dimael quiso abrir la boca pero todo lo que salió de ella fue una tosca despedida de buenas noches antes de salir de su habitación. Solo entonces se permitió que la sonrisa tirase de sus labios. Viendo el la hora en el reloj apostado sobre la mesa de noche junto a la cama, Marshall pensó que era demasiado temprano como para dormir, demasiado tarde como para unirse a la cena en el salón comedor.

Sonrió.

Buscó una mochila guardada debajo de la cama, en su interior puso el contenedor de alimentos y desde un alijo oculto debajo de las maderas del piso abrió una nevera portátil, sacó una botella de agua, luego revisó las cajas que usaba para guardar sus provisiones. Pronto tendría que abastecerse otra vez, pensó, pero por ahora estaba cubierto para los próximos tres días si lograba contener su ansiedad.

Luego de la revisión de seguridad, regresó las maderas a su lugar, apagó las luces y deslizó el ventanal corredizo para salir al manto oscuro de la noche.

Para llegar a la habitación de Ava era necesario dar un rodeo completo y pasar por la zona segura para los cachorros. La caminata le sirvió para mentalizarse, controlar sus expectativas, pensar en lo que haría si se ganaba otro rechazo. En un momento mientras cruzaba el claro de la zona segura, sintió una combinación de olores dulces y salados junto a un par de esencias familiares, giró la vista, a lo lejos en lo profundo del espeso bosque había una tenue luz amarillenta.

Lo dejó pasar, era un asunto privado.

Media hora después, estaba de pie frente al ventanal de Ava Storm. Tal y como lo imaginó, ella estaba sentada frente al escritorio, sus ojos sobre la pantalla del anotador digital de gran tamaño apostado sobre un tridente. Trabajará hasta el agotamiento, pensó, su león gruñó.

Decidido a llevarse la tensión de su cuerpo que podía palpar, Marshall sacó una garra y con la punta dio suaves golpecitos contra el cristal. Ava volteó segundos después, sus labios entre abiertos, sus pupilas dilatadas, la luz bañando su cuerpo, su cabello, el resplandor hizo que las hebras se vieran más suaves, más brillantes.

Ese tono naranja que a él le gustaba tanto...

-Está abierto -ella dijo, y de inmediato regresó a su tarea.

Sorprendido por la inesperada invitación Marshall deslizó el ventanal, había anticipado un poco de reticencia, alguna objeción tal vez, pero no iba a retroceder.

Los colores claros abundaban en la habitación, rosado pálido en las paredes, sábanas y edredones blancos en la cama. Ella solía redecorar seguido su espacio.

Marshall dejó la mochila apoyada contra la cama, quedando detrás de ella. De pronto tanto su boca como sus labios se secaron. Ava solo tenía una vieja camiseta blanca de tirantes, unos cortos pantaloncillos de dormir. Sus hombros, sus brazos, sus piernas y por sobre todo, su cuello, estaba expuesto. Esa suave piel, bañada por la cálida luz, hacía que un hormigueo se instalara en las yemas de los dedos.

Por un breve segundo encontró su mirada en el reflejo de su rostro en la pantalla del anotador digital, Ava tenía sombras bajo sus ojos, una expresión pesarosa en su mirada. Él recordó todo lo que había pasado este día, lo que la había empujado a pasar.

«Pero ella lo enfrentó» No huyó.

-Deberías descansar.

-Todavía es temprano -palabras planas-. Tengo que ponerme al día con los avances que han hecho en el portal -dijo, refiriéndose a la red de información compartida de la asociación anti cazadores-. También quiero ver a Nora.

Tantas cosas, Marshall pensó, pero sus párpados se movían con lentitud. El león dio vueltas en su mente, sus insistentes gruñidos rebotaban en sus oídos. Cerniéndose a la necesidad de cuidarla, Marshall se acercó, apoyando las manos sobre el respaldo de la silla se inclinó hacia adelante y esperó. No hubo rechazo. Hubo una sonrisa felina en su interior. Y cuando bajó hacia el cuello de Ava bebió de esa reacción que había deseado volver a ver desde hace casi un año.

Ahí estaba, ese cambió en su respiración, el movimiento casi involuntario de sus hombros hacia atrás, abriéndose para él y la lucha en sus ojos cuando cruzaron sus miradas, entre huir o quedarse. «Quédate, por favor quédate» Marshall dejó salir su aliento para provocarle un escalofrío, el león quería morderla, marcarla, y el hombre hacía todo lo posible por no ceder el control.

-Tienes que descansar.

Se atrevió a ir más allá, a posar sus labios en un lento y suave beso sobre su piel. Su pulso se disparó como el aleteo del corazón de Ava. Ella se estiró hacia él, como si lo buscara...

-Estoy ocupada -protestó, pero su voz salió sin fuerzas, en medio de un jadeo.

-Quieres estar ocupada -le corrigió, subiendo de la tentadora curva de su cuello para deslizar la mejilla sobre su cabello y luego, al sentir que ella se relajaba, atrapó entre sus dientes el borde de su oreja ejerciendo una leve presión.

El rostro de Ava se tensó, sus manos se crisparon sobre los apoya brazos de la silla y sus rodillas se juntaron con fuerza. Satisfecho por la reacción que dejaba en evidencia que ella todavía sentía esa atracción por él, Marshall ronroneó.

-Ya..., suficiente -la ronca protesta lo endureció.

Marshall acarició la piel entre sus dientes con la punta de su lengua, y luego la soltó. Luego de apartarse empujó la silla con fuerza suficiente para hacerla girar y la detuvo de golpe una vez que estuvo frente a él. Esos ojos ambarinos destellaban con desafío, pero no había furia peligrosa ni ese amargo dolor. Al verla así, Marshall sintió como si hubiera dado un enorme salto.

-Traje comida.

De la mochila sacó el contenedor, lo abrió y le entregó uno de los sandwiches de atún, huevo, algo parecido al queso crema y tomates cortados. Ella dudó unos segundos, pero lo aceptó. El león pudo relajarse al ver que comía. Marshall se sentó en el borde de la cama.

-¿Tienes nueva información? -Ella preguntó.

Rubor en sus mejillas, su pelo ondulado caía hacia adelante en una cascada naranja.

Marshall hizo un resumen de lo que le había dicho Dimael.

-¿Qué piensas sobre esto?

Ella mordió el sandwich que ya llevaba a la mitad, una expresión pensativa. Marshall admiraba esa inteligencia, esa capacidad para leer a los cazadores mejor que cualquier otra persona que haya conocido.

-No son cazadores -respondió-. Un cazador jamás devolvería a su presa.

-¿Concuerdas en que puede ser obra del instigador?

Ella asintió.

-Pero no tiene sentido congregar a un montón de cazadores para capturar cambiantes y decir que no pretende hacerles daño.

Más allá de la cegadora necesidad de besar su boca, algo se encendió en su mente.

-¿Qué habría pasado si Nora no nos hubiera involucrado?

Ava abrió sus ojos, entendiendo su punto.

-¿El instigador planeaba traicionar a Hyram y al resto, o los usaría para llegar a algo más?

Ante la idea de utilizar cambiantes como si fueran monedas de cambio los perturbaba a ambos, un gruñido de puro enojo animal salió de la garganta de Ava.

-No estoy segura -dio el último mordisco, y luego-. Lo averiguaremos mañana. Pero tengo una cosa muy clara.

Marshall esperó, observando como se movían esos labios tentadores.

-Los tigres fueron manipulados.

-¿Qué tan segura?

-Noventa y nueve por ciento.

Marshall enarcó una ceja.

-Siempre hay que dejar espacio para una duda.

Él rió y ella estuvo atenta a su sonido, aunque quiso disimular. Marshall ya no podía, no cuando ella le había abierto una puerta. Quería irrumpir de golpe, temeroso de que pudiera cerrarse, pero entendía que Ava necesitaba volver a confiar en él.

Tomaría estos lentos avances y esperaría.

Sin embargo, ella puso un pie en el suelo, dispuesta a girar la silla. Marshall mandó al diablo la prudencia, cerró la distancia y se contuvo a último segundo.

-¿Qué más quieres?

Marshall gruñó, el primitivo sonido vibró a través de su pecho y ella se estremeció. Sin previo aviso, enganchó un brazo alrededor de su espalda media y otro por detrás de sus rodillas y la levantó. Con los ojos muy abiertos y un puño estampandose en su pecho, Ava intentó luchar, pero la repentina falta de equilibrio la llevó a rodear el cuello de Marshall con los brazos.

-¿Entiendes que no puedes moverme a tu antojo? -Gruñó-. No soy una muñeca.

Marshall se subió a la cama, apoyando la espalda contra la pared y el respaldo, Ava quedó sobre su regazo, no pretendía dejarla ir.

-Necesitas descansar -repitió.

Ella lo miró ceñuda.

-Te estás tomando demasiadas libertades.

Marshall deslizó las puntas de sus garras suavemente por la piel de su muslo. Ava tembló.

-De acuerdo, está bien -dijo entre dientes.

Terminó acurrucandose contra su cuerpo, codicioso, Marshall la cubrió con sus brazos.

-No quiero verlo -susurró después-. No esta noche.

Él leyó su miedo, sabía sobre sus pesadillas, se lo había contado durante una ronda de patrullaje que hicieron juntos en el tiempo donde se estaban conociendo, el recuerdo se sentía como si fuera de otra vida.

Pero ahora entendía que la ausencia de Nolan generó en ella un nuevo tipo de pesadilla, un nuevo tipo de miedo.

El león quería destrozarlo.

-Tranquila -murmuró, besando su cabello-. Estoy aquí, me quedaré toda la noche. Duerme.

Esperó una represalia, pero su tigresa estaba demasiado agotada como para siquiera gruñirle. Cayó rendida un minuto después.

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