Capítulo 21



Ava sentía su inestabilidad mordiendo los bordes internos de su mente cuando abandonó la sala de reuniones, Marshall iba detrás de ella, no intentó aproximarse, tampoco tocarla, pero sentía su mirada clavándose en su espalda.

Cuando tomaron caminos distintos, ella quedó con un hormigueo en su vientre y la feroz necesidad de golpearlo. Agradecía vivir en zonas separadas, no sabía si podía verlo con mayor frecuencia y controlar estas reacciones al mismo tiempo.

Antes, cuando eran amigos cercanos, las reacciones no importaban. Pero ahora.., era un asunto diferente. Traicionaban todo lo que Ava creía. Y no era bueno dejarlas fluir.

Sin embargo, mientras avanzaba por el pasillo de las salas de reunión y usos múltiples, recordó la suave forma en que sostuvo su rostro, sus ojos brillantes y duros, su propia necesidad de contacto queriendo estrellarse contra ella. Tenía un gruñido construyéndose en su pecho.

Un momento de vulnerabilidad, y le había permitido saltarse las barreras.

Pero ella las volvió a levantar, más altas, más fuertes, usando las olas de violencia en su interior que reaccionaban tan rápidamente hacia ese hombre como lo hacía este sentimiento al que no quería dar nombre, no todavía, porque si lo hacía le estaba permitiendo existir, florecer.

Y no lo sentía correcto para la memoria de su hermano, los recuerdos que pesaban en su corazón. Eso fue suficiente para enfriarla, su pecho dolía, los ojos le picaban, tan pronto como alcanzó la sala de comunicaciones, se metió adentro sin importarle que alguien pudiera verla en ese estado. Solo quería alejarse de Marshall.

Porque era peligroso para ella, para lo que había construido, para lo que quería hacer.

-¿Estás bien? -fue la simple pregunta de Joey, dicha como un suave murmullo despreocupado.

El alto y fuerte león de melena castaña oscura miraba a Ava con desconcierto desde su silla giratoria negra. Vestido con un extraño chaleco beige con cuatro bolsillos grandes en la parte delantera, parecía uno de esos chalecos que alguna vez usó un pescador viejo, llevaba una camiseta blanca debajo, pantalones cargo desteñidos y botas, pese a su apariencia desaliñada Joey tenía una mirada de cachorro sorprendido.

La reacción tal vez se debía porque ella había forjado un comportamiento concentrado y recto, un arrebato apresurado de emoción como este se salía de la norma en lo que a ella se refería.

Pero Joey no diría nada, era el hombre más decente y contenido en toda la coalición, un ejemplo de buena conducta que más de una leona quiso corromper..., en el buen sentido de la palabra.

-Sí, sí, estoy..., bien -le aseguró con una media sonrisa, aunque salió temblorosa en sus labios.

El aleteo inesperado de su corazón decía lo contrario. Y cualquier cambiante lo notaría.

Joey dio un giro completo en su silla y se detuvo frente a ella, levantando una de sus cejas oscuras, el marrón de sus ojos era expresivo, oscuro casi como los granos de café debido a la poca luz natural, y buscaba que ella le diera una respuesta a la pregunta que ya sabía y no había necesidad de pronunciar.

-Están bajo control -ella contestó-. Tengo todo bajo control.

Una sutil mentira.

Ava se sentó en la silla contigua, tres de los cuatro paneles de comunicaciones estaban apagados, el de Joey mostraba un archivo de lectura, probablemente uno de sus libros digitales de estudio. Él estaba casi finalizando un curso intensivo de programación a distancia, Patrick había descubierto muy pronto que tenía una inteligencia afilada con la tecnología y por eso lo puso al mando del equipo de comunicaciones.

Aunque, dicho equipo solo lo incluía a él y un par de leonas. Joey aceptó el puesto sin quejas, después de todo era un león bastante solitario, no se sentía bien patrullando el territorio con los demás.

-¿Encontraste algo? -Ava le preguntó.

Ava mantenía su mirada fija en el largo escritorio en forma de semi círculo, donde descansaban todos los paneles, detrás estaban las complejas piezas de tecnología dentro de delgadas cajas negras que los hacían funcionar, debajo habían piezas corredizas en las que guardaban anotadores digitales integrados y pequeños parlantes, también servía como apoyo para libretas y otras cosas similares. El ambiente se sentía solitario..., pero así le gustaba a Joey. Este extraño león.

El que ahora mismo la miraba con curiosidad.

-No ha pasado ni una hora desde que me encargaste la tarea. -Joey levantó la tapa de la computadora portátil que estaba más allá de su panel-. Y no es nada sencillo lo que me pides.

Con una lenta respiración, Ava se tranquilizó en el interior, aunque su piel seguía sensible en las zonas donde Marshall la tocó, y eso no debía suceder. No podía permitirlo. Ahogando las sensaciones en la profundidad de su temperamento, Ava giró para poder ver a Joey. Atractivo como cualquier león, pero demasiado serio a veces. Se veía muy joven, muy inocente.

Inspiraba tanta tranquilidad... Le era muy útil encontrarlo cuando se sentía inestable, porque él casi nunca preguntaba, como si entendiera que ella solo buscaba alejarse de lo que le preocupaba. Entonces Joey le hacía un informe de las redes con esa voz suave y encantadora, y le daba una mirada perezosa, ella caía bajo su efecto luego de un par de minutos.

Era un estanque de paz.

Joey tenía miradas misteriosas, como la que usaba ahora con ella.

-Créeme eres capaz de eso y mucho más -le recordó.

Joey sonrió abiertamente, algunas patas de gallo se formaron en los bordes de sus ojos.

-Necesito un poco más de tiempo con el cifrado, Ava, te lo dije cuando me diste la orden.

Ava llevó sus hombros hacia adelante.

-Estoy corriendo contra el tiempo.

-Lo sé. Pero no es bueno que te hundas en el trabajo, te vuelves irritable. -Joey deslizó su mano debajo del escritorio y sacó un par de galletas de avena y miel-. Come algo, te has saltado el almuerzo.

Ava recibió la galleta por cortesía, y porque como cualquier león, Joey se sentía bien cuando ayudaba a una hembra. Parte de sus instintos naturales, ser un buen proveedor era una meta fija.

«Marshall también sonreía así» recordó, las tardes de verano en donde le llevó porciones de pasteles y dulces.

Con el recuerdo agridulce picando en su interior, Ava mordió la galleta metódicamente y se quedó un rato más para hacerle compañía. Joey no gustaba de ella en absoluto, de hecho, él solo concentraba su atención en su cachorro de dos años, Elijah. Era un padre soltero de veinticinco años dedicado por entero a la crianza del pequeño leopardo.

Pero, Ava pensaba que estaba solo y aislado, le parecía triste.

Ambos se parecían en cierta forma, habiendo perdido piezas de sus vidas que jamás volverían, Ava no sabía quién fue la mujer que dio a luz al pequeño Elijah, pero Joey siempre la recordaba con una sonrisa que brillaba en sus ojos. Era una lástima que Ava recordara a Nolan con un puñal de amarga tristeza y dolor.

Aún cuando iba más profundo en sus recuerdos, a los breves y escasos momentos en los que podían ser una familia, su corazón dolía con cada fragmento. Como si todo estuviera oscureciendose poco a poco.

-Casi lo olvido -Joey murmuró por lo bajo, estaba concentrado en la pantalla de la computadora, sus dedos moviéndose con agilidad en el teclado digital de su anotador integrado-. Alice estuvo buscándote, no sé para qué y no parecía una urgencia, pero creo que te necesitaba. Deberías verla.

Ava asintió girando hacia él, Joey no mostró un interés genuino en buscar su mirada, pero su preocupación estaba ahí, porque podía saber sobre los ánimos de las demás personas, él realmente veía dentro de ellos, y por eso lo apreciaba.

Como un discreto y buen amigo, una persona de fiar.

-¿Estás tratando de echarme de tus dominios? -Ella entendió tarde sus intenciones.

-Sí -respondió sin una pizca de alteración-. El olor que hay en ti hace que mi león se agite.

Ava frunció el ceño, partió la galleta en pedazos.

-¿Creíste que nadie se daría cuenta? -Joey compuso media sonrisa-. No es una marca sensorial, pero es fuerte. -El león sacudió su cabeza-. Marshall no es para nada sutil.

Ava gruñó por lo bajo.

-Tuve que trabajar con él en la mañana.

-No me debes ninguna explicación -le recordó-. Pero tengo un león muy curioso, y ahora quiere saber por qué tienes el olor en tu piel de la persona que supuestamente ibas a matar.

Con un ceño tan fruncido que dolía, Ava sacó las garras, tamborileó las puntas sobre la suave superficie de madera marrón claro del escritorio, sabiendo que a Joey le molestaba eso, temía que fuera a rayarlo. Él cuidaba del orden y la limpieza de esta sala con mucho esmero, no temía en reprender con dureza a cualquiera que dejara la primera mancha.

Bastaron algunos segundos para que desviara la mirada de la pantalla y la dirigiera hacia sus garras. Sus nervios fueron puestos a prueba. «Predecible» Ava pensó, pero también sabía que no podía hacer que se retracte, porque Joey era honesto en cada una de sus palabras.

Así que luego de fastidiarlo un poco, Ava se levantó de la silla, y alborotó su melena castaña, ganándose un ronroneo grave y ronco que aparentaba ser un gruñido, pero no la engañaba.

-Dile a tu león, que no se meta en asuntos ajenos.

Joey hizo un chasquido con la lengua.

-Estamos hablando de una criatura irracional, ¿lo sabes?

Ava volvió a revolver su melena, hasta que Joey giró su cuerpo para enfrentarla. Con una risa que quería escapar de él y los ojos iluminados, la observó.

-Un día tendrás que aceptarlo.

-¿Qué?

Un brillo de ojos dorados.

-Ustedes dos terminarán juntos -Joey se encogió de hombros.

Frunciendo el ceño, Ava siseó.

-Muerde tu lengua, gato. No quiero ni pensar en eso.

Sonriente, Joey dio un giro completo, como si fuera un niño.

-Pero yo lo sé -replicó, su voz como un canto ligero-. Y no puedes sacarlo de mi cabeza.

Rodando los ojos, retrocedió para darle una mirada severa.

-Dime porqué decidí ser tu amiga.

-Porque no hablaré de ti con ninguna otra persona -respondió, una mirada solemne y una mano extendida en su corazón-. Soy una tumba y lo sabes.

Suspirando porque no había otra forma de hacerle creer en sus palabras, Ava se despidió no sin antes repetirle que debía llamarla en cuanto encontrara algún dato útil en los aparatos de Hyram.

-Lo haré -había respondido él, rodando los ojos-. Ya, vete, ve.

Tras dejar a Joey trabajando, Ava cruzó el jardín interior, no se detuvo a comprobar el estado de los brotes de las nuevas plantas que algunas matriarcas sembraron. Había una urgencia corriendo en su sangre, ella apenas podía hilar un pensamiento tras otro, lo único que quería era borrar la presencia de Marshall sobre ella.

Iba tan distraída por el pasillo de las habitaciones que cuando se le abalanzaron encima casi dio un grito, el susto fue momentáneo, solo cuestión de segundos, pues sabía que la única persona a la que le permitiría hacer eso era Alice, el resto sabía por experiencia dolorosa que Ava no jugaba con su espacio personal.

La tigresa de Ava daba pequeños saltos en su mente, contenta de tener cerca a su hermana. Por su parte Alice se ocupó de ser el peso que debía cargar solo porque sí, porque la extrañaba.

Ava la había llevado en su espalda infinidad de veces en el pasado.

-Grr... -Alice dejó salir una vibración desde la parte más profunda de su garganta, luego deslizó su mejilla por la cabeza de Ava en un gesto felino de propiedad-. Apestas al chico pasteles -comentó con alegría-. Y no es una capa delgada, es como... -Tomó un largo respiro sobre su cuello-. Una enorme señal de ¡yo estuve aquí! -Terminó con una voz grave.

Aplacando la necesidad de reprender a su hermana, porque sabía que en lugar de asustarla sólo le haría reír, Ava chasqueó los dientes.

-Tuve que trabajar con él, eso es todo.

Alice suspiró, su decepción era falsa, por supuesto.

-Joey dijo que estuviste buscándome -dijo, le urgía cambiar de tema.

-Oh, sí, quería avisarte. -Alice plantó un ruidoso beso en su mejilla, solo porque sí-. Cena familiar esta noche, tú, yo, Byron, Talinda, los gemelos, Erya y el pequeño Romeo.

Un quejido salió por la boca de Ava. Y Alice mordisqueó la parte superior de su oreja.

-No tienes escusas, debes ir. Byron vendrá por ti si no lo haces.

Y estaría más enojado que la última vez, Ava recordó, ya había cancelado la cena familiar cuatro veces seguidas. Su hermano tenía un límite de tolerancia bien definido, un par de ausencias más y Byron no la dejaría en paz.

-De acuerdo, iré. Bajate, ya no eres una niña, pesas mucho más que antes.

Sin alterarse por el comentario, Alice se envolvió a su alrededor como si en vez de una tigresa, fuera una serpiente.

-Pero si tú eres tan fuerte... -Se quejó.

-Abajo -Ava se enderezó, Alice desenroscó sus piernas y apoyó los pies con cuidado en el piso.

Ella se acomodó el cuello de su chaqueta negra.

-Ocho en punto -remarcó-. No faltes, última advertencia.

Y luego de dejarle otro beso en la mejilla, Alice se fue por el camino opuesto. Ava quedó con el rastro de olor salado que pudo capturar cuando su hermana pasó por su lado, Alice había llorado.

Pero ella ya había desaparecido, el pasillo estaba vacío. Sacudiendo la cabeza, Ava pensó que lo mejor era darle un poco de lo que quería: tiempo en familia. Luego podría preguntarle.

Con eso en mente, entró a su habitación, se dio una ducha con agua caliente para deshacerse del olor y después de cambiarse de ropa, se fijó en el reloj sobre el escritorio. Faltaban cuatro horas para la cena.

Suspirando, se dejó caer sobre la cama. Quería llamar a Joey para preguntarle sobre los avances pero el león terminaría por gruñirle y cortar la llamada, era su no muy agradable estilo de decir: estoy trabajando, no me molesten.

Ava no tenía mucho para hacer, sus turnos de patrulla habían sido cambiados por Patrick para que ella no estuviera preocupada por otras responsabilidades. Ese detalle tenía un problema importante, la dejaba con tiempo libre, y Ava con tiempo libre no era una persona muy agradable. Podría ponerse irritable si se encontraba sola con sus pensamientos, podía deshacerse en lágrimas si recordaba a su hermano o romper un par de cosas si Marshall se le aparecía en su mente.

Con una sonrisa ladina de ojos dorados o un toque suave en su barbilla...

El agua no logró borrar la sensación de esos dedos fuertes y ásperos, para su desgracia, todo se mantenía vívido. Ava gruñó.

-No tienes poder sobre mí -exclamó, su mirada en el techo blanco.

De pronto, un sonido de estática envió su furia a un segundo plano, alguien quería comunicarse con ella por el radio transmisor. Aliviada por la distracción, Ava alargó el brazo para alcanzar el aparato sobre la mesita de noche.

-Aquí Ava.

-Gracias al cielo, he tratado de comunicarme con Micah y Marshall desde hace diez minutos.

Reconoció esa voz masculina como uno de los miembros de las patrullas fronterizas.

-No deben estar muy lejos ¿qué sucede?

-Tengo un problema con cuatro leonas cruzando el territorio por el camino principal.

-Debes interceptarlas y preguntar sus nombres.

-Lo hice, se presentaron como la madre, hermanas y una vieja amiga de Marshall. Por eso estoy intentando comunicarme con él o al menos encontrarlo, pero no atiende su teléfono ¿puedes avisarle?

Ava cerró los ojos con fuerza, lo último que necesita es volver a estar cerca de esa bola de pelo y grasa. Su tigresa le gruñe.

-Le avisaré a Patrick, él también debe saber que tenemos visitas.

-Entendido, gracias Ava.

-Buen trabajo.

El león cerró la comunicación y ella permaneció tendida en la cama unos segundos más, armandose de valor y también preguntándose qué hacía la familia de Marshall en el territorio.

-No es algo que deba importarnos -se dijo, y luego saltó de la cama.

Salió de la habitación y a grandes zancadas cruzó el pasillo, Patrick iba saliendo del salón comedor cuando Ava llegó a la sala.

-Te estaba buscando -le dijo al león.

Intrigado, Patrick se detuvo.

-Tenemos una situación con cuatro huéspedes.

Patrick levantó una ceja.

-Dicen ser familiares de Marshall.

-Oh... -Patrick no se veía tan sorprendido-. No pensé que vinieran tan pronto.

-¿Qué está pasando?

-Tanya accedió anoche a una carpeta con el historial médico de Marshall, dijo que había una ligera posibilidad de activar una alarma digital unida al enlace de seguridad.

-¿Eso no es robo de información?

-No, ella contactó al médico que estuvo a cargo de su crecimiento desde los trece años.

-Ya veo..., entonces ¿por qué estás nervioso?

Patrick se le quedó mirando por un largo momento.

-¿Hablas en serio? Hay una madre leona en camino, tal vez imaginando que algo le ha ocurrido a su hijo, y esa es una situación bastante compleja. -Patrick hizo una pausa para pasar una mano por su melena castaña clara, casi rubia-. Luego está el problema de Marshall.

-Dejame adivinar -Ava suspiró-. Él no sabe que accedieron a ese historial.

Patrick asintió, se veía como un niño a punto de obtener un regaño.

-Hay graves problemas de comunicación en Gold Pride -Gruñó ella.

-Después hablamos de eso. Ahora ¿puedes buscar a Marshall?

Ava apretó un puño, gruñó por lo bajo.

-Busca a otro felino.

-No hay, todos están en sus labores -Patrick sonrió, y justo esa sonrisa era la que le anticipó su victoria, porque el gran león se tomó el atrevimiento de tomarla por los hombros y girarla hacia la entrada del otro pasillo de habitaciones-. Ve, él debe estar en su cuarto.

-Patrick... -Ava siseó.

-Es una orden de tu alfa -la empujó.

Ava contó hasta diez para evitar que sus garras cortaran la vieja camiseta verde de Patrick, sabiendo que volvería a empujarla si seguía dudando, Ava dio un paso tras otro y otro y otro, sintiendo la necesidad de correr en sentido opuesto. Se internó en el pasillo secundario, encontró a varios leones que iban y venían de una habitación a otra y la saludaron al pasar, siguieron su camino con ojos curiosos.

Cuando Ava llegó a la puerta de Marshall, sentía un hormigueo en la piel, no sabía por qué de pronto tenía esta tensión, esta agitación, su tigresa estaba agazapada y nerviosa en su interior. Apretando los labios en una delgada línea, se repitió internamente que esto sólo era una orden que debía cumplir, nada más que eso. Respirando profundo para controlar cada parte de su cuerpo, Ava levantó un puño y golpeó. Segundos pasaron y no se escuchaba nada del otro lado.

Él no está aquí, pensó aliviada porque al final no tendría que verlo, hasta que la puerta se abrió y ella se encontró de frente con un pecho desnudo, escurriendo gotas de agua. Ava levantó la mirada, y quería gritar. Marshall tenía una toalla rodeando la parte trasera de su cuello y cayendo hacia adelante, otra alrededor de su cintura, su barba y melena húmedas por el reciente baño, sus ojos dorados.

-Dios bendito -masculló.

-Lo mismo digo.

Y el condenado león jaló a Ava hacia el interior.

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