Capítulo 18
Marshall contuvo su necesidad de sostener a Ava en un abrazo sin fin, quería borrar la sombra de dolor en sus ojos, llevarse sus sufrimiento lejos de ella. Pero sabía que presionarla nunca conducía a un buen punto, sin embargo, tampoco funcionaba dejarla por su cuenta.
Ya no podía dejarla sola.
-Prepárate -le dijo en un susurro áspero, luego pasó junto a ella y se cubrió en el siguiente pino.
No le agradaba admitirlo, pero era cierto lo que ella decía, se estaba volviendo lento, débil. No estaba en condiciones de correr, pelear podía ser una opción pero por un breve lapso de tiempo. Según Tanya, los bloqueos en sus arterias comprometían la circulación sanguínea en un treinta por ciento, lo cual significaba que su corazón funcionaba fatigado.
Una descarga eléctrica más severa podría dañarlo de forma irreversible.
No obstante, para él, era inconcebible que Ava resultase herida en esto. Si algo sucedía con los dispositivos, quien recibiría la descarga no sería ella, estaba seguro con cada fibra de su cuerpo que tomaría cualquier riesgo por Ava, incluso sabiendo que tras hacerlo ella le odiará más.
Marshall no iba a negar sus instintos.
Con eso en mente, tomó una larga respiración y recogió una roca plana del suelo, la tigresa se deslizó del otro lado, una figura de agilidad y belleza peligrosa moviéndose al margen de su rango de visión. Encontró su mirada y ella movió la cabeza, el brillo asesino formó un pulso en sus ojos, un escalofrío se desprendió en el cuerpo de Marshall.
Marshall arrojó la roca a la derecha, agudizando la mirada encontró el dispositivo elevándose para efectuar el tiro. Corrió hacia adelante, y sin preocuparse por no haber calentado alcanzó el punto máximo de velocidad en un segundo, aún con todo eso su arranque fue lento, su respiración áspera, sus pulmones dolieron, pero cuando estaba a pocos metros de la cabaña, y el dispositivo giraba para apuntarle, Ava apareció por la izquierda y frenó de golpe por detrás del aparato de color negro brillante.
En el momento en que el proyectil fue lanzado, ella dobló el cañón y desvió su trayectoria, segundos después el impacto sordo se escuchó a lo lejos.
Ella lo había salvado... En teoría.
-Escuché otro disparo desde allá -señaló, un leve jadeo de cansancio antes de que su voz regresara a la calma-. No es el único dispositivo -agregó, mientras destruía el que tenía en sus manos señaló la parte izquierda de la cabaña, luego recogió unos fragmentos rotos, algo que parecía una lente entre sus dedos.
-¿Una cámara?
-Sí. Es más sofisticado de lo que parece, puede que esto sirva como un lector inteligente con identificación de rostros.
-Para no lastimar a su hijo cuando venga de visita -Marshall concluyó.
-Exacto.
Tomando más aire para estabilizar su respiración, Marshall se acomodó su melena al pasar sus dedos sobre su cabeza y llevarlos hacia atrás.
-Me pregunto cuántos de los nuestros han muerto para que Hyram consiga esta cosa.
Desde su posición agachada, Ava lo miró, una ferocidad abrasiva en sus ojos, pero sin el eco de dolor. El león dentro de Marshall empujó hacia ella.
-No te distraigas -le advirtió, y luego enderezó su figura, en un giro suave fue hacia la puerta de la cabaña.
La abrió de una patada, el hecho de que estuviera cerrada con llave no sirvió de nada contra la fuerza de una tigresa. El polvo se levantó a su paso junto a una brecha grande de luz que se extendió hasta la pared del fondo.
-Prepárate.
Marshall no había contemplado la posibilidad de ver algo macabro dentro de la cabaña, grave error. De haberlo hecho, se habría armado de algún ejercicio de fuerza mental para sobrellevarlo. Sin embargo, su estómago se rebeló en su contra cuando entró detrás de Ava y vio las tres cabezas apostadas contra la pared izquierda sobre marcos de madera triangulares.
«Es la casa de un maldito cazador, ¿qué se puede esperar?»
Pero él se negaba a aceptarlo. Era demasiado perturbador como para sostenerlo en su mente sin hacer una mueca.
-Son de animales salvajes ¿cierto? -Preguntó, su voz espesa, su corazón un temblor apretado.
Ava rodeó la mesa cuadrada de madera oscura con cuatro sillas ubicada en la parte izquierda, y se acercó a esa pared. Usó sus dedos para medir las cabezas, dos de ellas eran de leopardo, ubicadas a ambos lados de una de jaguar.
-Son cambiantes -una línea plana de voz.
No sonaba sorprendida en absoluto. Lo que decía sobre su insensibilización frente a esta clase de situaciones.
Marshall, por otro lado... Era una carne más débil, se sostuvo a sí mismo y desvió la mirada, completamente horrorizado por las cabezas en la pared. Aún si fueran de animales salvajes, seguía siendo algo grotesco y ruin.
«Este es un nuevo nivel de crueldad» pensó mientras retrocedía.
-Estás pálido -Ava mencionó, su voz cavando a través de las náuseas-. Deberías quedarte vigilando afuera.
Pero el león volvió a empujar hacia ella, carecer de razonamiento tenía sus beneficios, el lado humano de Marshall podría aprender algo de eso... «Pero no en esta vida»
-Estoy bien -le aseguró. Ava alzó una ceja, no estaba convencida-. Te dije que me quedaría contigo.
«De todas las formas posibles»
Ella suspiró, caminando hacia él con esa gracia mortal que debilitaba sus piernas al verla.
-No serás de ayuda si te desmayas.
«Dios, ten piedad»
-No lo haré. -Tragó saliva, una larga inspiración y enderezó su postura-. Oficialmente estamos invadiendo propiedad privada, ¿qué buscamos?
Ava echó un vistazo a los alrededores antes de responder:
-Notas, nombres, números, anotaciones, contactos. Escritos o en algún medio digital. Haremos una inspección completa.
-Revisaré los cajones de la sala.
-Buscaré compartimientos ocultos en el piso.
Se separaron, pero no estuvieron alejados del todo. La cabaña no era muy grande y todo el espacio estaba compartido, cada habitación se ubicaba en un cuadrante del lugar, el comedor y la cocina estaban en la zona izquierda mientras que la sala y el baño estaban del otro lado.
Marshall tuvo que volver a tomar fuerzas de alguna parte para no arrojar el chocolate que había comido sobre la alfombra, no volvería a dormir adecuadamente si terminaba manchando la piel de leopardo que adornaba la sala. Rogaba internamente que fuera sintética.
«Concéntrate. Concéntrate»
Caminó hacia el mueble en la pared derecha, allí había un mueble que iba del piso al techo y tenía un espacio en la parte media donde reposaba una pantalla de televisión. Revisó cada uno de los libros en la parte superior e inferior pero ninguno tenía nada oculto, lo único extraño para él era que sus temas abarcaban diferentes estudios sobre cambiantes.
Uno en particular le llamó la atención.
«Instintos dormidos: teorías y hallazgos»
Estuvo a punto de leer más hasta que Ava lo llamó desde el otro lado.
-Encontré el acceso a la planta superior.
Ella tiró de una cadena en el techo y bajó las escaleras, ambos subieron a lo que a primera vista era la habitación de Hyram. Una corriente fría se disparó en su interior, un estremecimiento helado que lo paralizó apenas alcanzó subió su cabeza a través de la entrada.
-Dios santo -balbuceó.
Frente a una pequeña chimenea había una piel de oso polar, nívea y pura como si hubiese sido recién sacada del cuerpo. Marshall comenzó a sudar, su corazón latía rápido. Sentía el cuerpo demasiado liviano, las náuseas se agolpaban en su garganta.
Pero un par de ojos ambarinos lo encontraron titubeando al pie de las escaleras. Con una expresión frustrada pero una mirada serena, Ava volvió a él. Pensó que pondría sus manos en su rostro, pero la tigresa solo se detuvo frente a él.
-Ya no está -le dijo, esas palabras salieron bruscas pero luego ella respiró también y se aclaró la garganta, lo siguiente fue más suave-. Ya no están aquí, ya no sufren más.
Marshall volvió al blanco pelaje espeso tirado en el suelo y se sintió como si lo golpearan en el pecho. ¿Cómo no podía sentirse afectado por esto? Cuando tenía tantas personas importantes que podrían terminar así, como una alfombra decorativa o un trofeo de pared.
La idea del pelaje de Gala exhibido de esa manera...
-Mírame -Ava le ordenó con fuerza, y luego de un tenue jadeo puso una mano en la mejilla izquierda de Marshall-. Ya no sienten nada, ¿lo entiendes?
Asintiendo mientras respiraba entre temblores, su toque alimentaba el fuego hambriento en su interior, Marshall susurró:
-Pero Gala...
-Ella está bien, está a salvo. Todos están a salvo. -Un ligero gruñido-. Necesito que te enfoques en lo que debemos hacer, ¿entiendes?
Marshall encontró su mirada, se preguntó cuánto tiempo le costó para volverse tan fuerte, si al ver a estos cambiantes mutilados de esa forma ella se sentía igual que él, cómo podía mantener la compostura.
Aunque por fuera podía estar temblando, la rabia era un pulso rojo vibrante en su interior, quería volver para acabar a Hyram otra vez pero de una forma más lenta, tan cruel como lo que le hizo a ese polar...
-Vigila afuera, yo voy a revisar la habitación.
-Ava...
-Hazlo.
Ava sostuvo su rostro un momento más, su toque firme, caliente como el beso del sol en verano. Habiendo ganado un precioso recuerdo de ella, Marshall aceptó que no era apto para estar aquí, no era tan fuerte como Ava, podía reconocerlo. Así que, cuando ella bajó el brazo alejando la mano -su corazón ambicioso quería regresarla a su lugar-, él dejó salir el aire que había sostenido y terminó de asentarse en su propio cuerpo.
Detrás de la entrada había una ventana grande que iba del piso al techo y daba acceso al balcón trasero. Afuera había un olor que lo hizo entrar en alerta, dudó al reconocer su procedencia, pues una esencia tan fuerte no podría elevarse tan alto... Sin embargo, la brisa tibia era lo suficiente para trasladarlo lejos, ¿sería uno de los leopardos? La esencia era fuerte, picante y casi agria, un humano no podría...
Echó una mirada hacia atrás, Ava revisaba debajo de la cama. Sea cual sea el dueño de esa esencia, era Marshall quien debía resolverlo, para eso había venido, para protegerla.
Cerrando los puños con la imagen mental de ella acariciando su mejilla para tranquilizarlo, Marshall tomó todo el aire que pudo y comenzó a desentrelazar los olores del ambiente para apartarlos de esa esencia, pero comenzó a debilitarse. Eso podía significar dos cosas: o la brisa había cambiado o el individuo tomó un camino diferente.
Caminó hacia el extremo del balcón y con cuidado saltó, no fue un aterrizaje perfecto, pero estuvo de pie y con su dignidad intacta. Volvió a tomar aire, recogió el olor con más facilidad esta vez, ya que la dirección del viento estaba a favor y el olor venía desde el frente. Un felino que estuviera merodeando daría un rodeo, su olor llegaría en una curva ligera y no tan espesa, sin embargo, este olor era como una flecha directa que avanzaba con firmeza.
Solo quedó una opción posible.
Fue así que, Marshall se deslizó contra la pared lateral de la casa y la usó como apoyo para ocultar su figura, lentamente fue avanzando hacia el frente mientras el olor aumentaba más y más, allí, entre los árboles, un joven.
El león de Marshall quería saltar a la acción de inmediato, fuera un humano o un cambiante, no importaba cuando representaba un peligro potencial para Ava. Marshall lo detuvo, rechinó los dientes y el felino chasqueó los suyos. Esto se trataba de analizar, pensar con cuidado. El joven todavía no sabía de ellos, no sabía nada.
Al menos eso creía él.
Pronto vería el estado de la puerta y entonces acabaría el factor sorpresa. «Lo detendremos cuando entre» Si no lleva armas encima entonces no tendría oportunidad contra un cambiante del tamaño de Marshall. Apenas asomando un poco para tener noción de sus rasgos, Marshall esperó.
El joven podría estar entre los veinte años de edad, llevaba una sudadera gris, la capucha ocultando la mayor parte de su cabello negro, pantalones térmicos oscuros y zapatillas de montaña, además de una mochila mediana. Tenía audífonos grandes en sus orejas, e iba caminando simulando un ritmo con las manos hasta que vio al frente.
Entró en alerta, sus movimientos cambiaron, se volvieron más lentos. Marshall quería volver para avisar a Ava, no es como si ella estuviera realmente en peligro, ella era el peligro, ya podía ver su reacción cuando el chico la pusiera en alerta. Ava no sería tan gentil como él.
Volver estaba fuera de consideración.
Se apegó al plan inicial y esperó. El joven se acercó a la puerta pero se quedó quieto en el umbral, Marshall necesitaba que entre, si avanzaba así el chico podía verlo de reojo y probablemente echaría a correr, tal vez, si era del tipo valiente lo enfrentaría. No, tenía que ser suicida si elegía ese camino, ningún humano racional lo haría.
Entró, Marshall se escabuyó bajo la ventana, esperó un par de segundos más para asegurarse de que no hubiera venido con alguien más y entonces se movió, saltó.
Un golpe sordo y el joven cayó al suelo, Marshall sostuvo la parte trasera de su cuello, le juntó las muñecas dejándolas por encima de su cabeza y apretadas en una mano.
Ava ya estaba bajando las escaleras cuando el joven se resistió bajo su agarre.
-¿Quién demonios son y qué hacen aquí? -Exclamó, no había miedo en su voz, sólo rabia finamente contenida.
-¿Eres el hijo de Hyram Kingley? -Ava preguntó.
-No me han contestado.
En ocasiones, los humanos podían gruñir.
-Te lo preguntaré una vez más -dijo Ava, sacó el arma que guardaba en la espalda baja y le apuntó-. ¿Eres el hijo de Hyram Kingley?
El joven capturó la mirada de Marshall, no parecía intimidado, tampoco tenía muchas ganas de colaborar después de esta presentación.
Marshall rodó los ojos, luego lo soltó.
-¿Qué haces? -Ava espetó.
Él se acercó a la tigresa colocó sus dedos rodeando el cañón de la pistola y la llevó hacia abajo, despacio, lento, para no provocar ese lado violento en ella.
-Vamos a hablar como personas civilizadas -le recordó. Puede que ella sea una experta en la captura e investigación de cazadores, pero no se le daba bien los interrogatorios-. ¿Brian Kingley? -preguntó al darse vuelta, el joven ya se había puesto de pie, retrocediendo hacia la salida.
Sí, sus ojos eran idénticos a los de Hyram.
-Marshall Lawrence -continuó-. Ava Storm -un ligero movimiento de cabeza hacia ella-. Somos de la coalición Gold Pride, estamos investigando a tu padre por cacería y tráfico de cambiantes.
Brian clavó su mirada sobre Marshall, mientras él trataba de descifrarlo, ¿sería un cómplice o alguien ajeno a los negocios sucios de su padre? Ava no tendría piedad si este chico estaba involucrado.
-Si dices eso, ¿significa que lo han atrapado?
Había genuina preocupación en su voz, pero eso no revelaba mucho.
-Sí. Lo siento, niño, ya está muerto.
-Ava -Marshall siseó.
Brian trastabilló hacia atrás, encontró soporte en la pared. Sus delgados labios temblaron mientras miraba hacia un costado.
-Supongo... -habló, luego dejó salir un suspiro-. Esto iba a pasar tarde o temprano.
Apretando el arma en su mano, Ava hizo la pregunta determinante:
-¿Sabías lo que hacía?
Brian reunió el valor y la miró a los ojos.
-Desde los dieciséis, intenté persuadirlo para abandonar eso antes de que fuera demasiado lejos. Nunca me escuchó.
-De rodillas -Ava ordenó, a grandes pasos llegó hasta él y le puso la pistola en la cabeza-. Manos arriba, ahora.
-¿Qué está pasando? -Brian cuestionó-. ¿Qué van a hacer?
Ava sacó unas esposas de metal del bolsillo interno de su chaqueta.
-¿Habías planeado esto? -Marshall inquirió.
-Sí. Era una posibilidad y ahora lo confirmo. -Ella maniobró para ponerle las esposas-. En nombre de la coalición Gold Pride y la asociación anti-cazadores, Brian Kingley, quedas capturado en posición de cómplice por cacería y tráfico de cambiantes.
-¿Qué? -Titubeó el joven-. ¡No! ¡Yo no he hecho nada! -Consternado, sus ojos girses abiertos y humedecidos, Brian buscó a Marshall-. ¡Soy inocente!
-Saberlo te hace cómplice -razonó él-. Quieras o no, por el hecho de ser consciente de las acciones de tu padre; acciones que han costado la vida de muchos inocentes, eres cómplice. No te recomiendo resistirte.
Brian bajó la cabeza, su respiración se fue acelerando por la desesperación y ahora, el miedo que desprendía era real y potente.
-¿Qué van a hacer conmigo? ¿Van a matarme?
-Es lo que sugiero -Ava soltó, tranquila y resuelta, una vez que lo tuvo atado y doblegado, guardó su arma-. Pero vales más vivo que muerto.
Dicho eso ella volteó hacia Marshall.
-Dijiste que ibas a intervenir. Hazlo hablar.
El pánico fue una llama fría en los ojos del chico, por la forma en que Ava lo dijo, podría estar imaginando lo peor. ¿Qué tan consciente era Brian sobre lo que le sucedía a los que se metían en esa clase de negocios? Se preguntó, pero había algo más en su mente ¿qué otra cosa más no le había dicho Ava?
Aunque él debería haberlo predicho, o al menos avanzar dentro de las posibilidades, pero, se encontró con que su razonamiento lógico no funcionaba muy bien alrededor de ella.
Y por más gruñidos que despertara ese pensamiento, debían admitirlo, Ava era una distracción.
-¿Qué harás tú? -Preguntó, luego cuando ella pasó por su lado, susurró-. ¿Qué es lo que planeas?
Podría jurar que sintió ese escalofrío que la sacudió. Pero ella no volteó a verlo, largas ondas de jengibre ocultaron parcialmente su rostro.
-Revisaré lo que encontré arriba.
Él no quedó satisfecho con la respuesta, tenía dudas que arañaban su consciencia, ¿Ava tomaría represalias contra Brian? ¿O lo tomaría como prisionero? ¿A dónde llevaba esta investigación?
Gruñó, irritado.
-De pie -le dijo a Brian, lo sostuvo por los hombros para ayudarlo a pararse-. Lo siento por esto, ella es un poco brusca.
-Ustedes dos... Huelen tan igual -murmuró-. Dime, ¿qué harán conmigo? ¿Por qué están aquí?
Brian levantó la cabeza y cruzó la mirada con la de Marshall, en esa profunda resignación que pudo ver en él, sabía que esperaba una respuesta, honestidad.
-El último negocio de tu padre, ¿sabes algo sobre eso?
Brian palideció, pero luego de humedecer sus labios y tragar el nudo que volvió su garganta espesa, el joven cuya vida pendía de un delgado hilo asintió secamente.
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