Capítulo 16


La tarde cayó y junto a ella el atardecer. Marshall se ocupó de ayudar a Patrick con el informe del anexo de la familia Dawn a la coalición, previamente y después de haberle avisado a Ava, le dio un reporte a su alfa de lo que había logrado con el encuentro con el lugarteniente leopardo. Patrick acordó que los próximos pasos debían ser coordinados entre él, Ava y Marshall, debido a que involucraba directamente al clan vecino y él debía hacer lo posible por sostener los acuerdos entre la coalición y el clan Fire Hearts.

Luego de terminar con una parte del anexo, Marshall recibió un mensaje de Patrick. Tuvo la intención de escribirle a Ava también, pero se contuvo al saber que Patrick le habría enviado la misma información. Así fue que, tras apagar su computadora, abandonó su habitación sintiendo un nudo tenso en el interior. Un león rasgando por dentro.

En cuestión de minutos atravesó la casa Matriz y subió a la segunda planta. Golpeó antes de entrar a la oficina del alfa, y cuando este le hizo una señal de silencio, Marshall cerró despacio la puerta. La razón de eso, estaba en la pequeña niña que dormía en los brazos de Patrick, era su hija menor, Naiara.

Vestida con una chaqueta de algodón azul oscuro, una calza negra y botines rojos, Naiara emitió una pesada exhalación en su sueño. Su padre acomodó los rizos marrones detrás de su oreja para despejar el rostro de la pequeña.

Haciéndole un gesto con la cabeza, Patrick se levantó desde su silla en el escritorio y cargó el cuerpo de la niña con un afectuoso cuidado y fue hacia el balcón secundario detrás de la oficina. Ese balcón era compartido tanto por la oficina como por la habitación de Patrick y la enfermería.

Sin tiempo que perder, Marshall fue hacia el escritorio de vidrio y madera y activó el panel táctil integrado para establecer un enlace con su anotador digital. Para cuando Patrick regresó él ya estaba almacenando las imágenes en una nube de datos compartida.

-¿Ella está bien? -Le preguntó a Patrick.

Era raro verla dormida antes de la cena.

-Sí, llegó un poco cansada de su primera excursión.

Marshall no pudo contener una sonrisa de orgullo, Naiara era su cachorra favorita porque solía tener mucha prisa por crecer y devoraba una etapa tras otra en su entrenamiento, eso era un susurro anticipado sobre la clase de mujer en que se convertiría al crecer.

Una de la que cualquier hombre se sentiría orgulloso.

Pero Marshall la quería como si llevara su misma sangre, por su energía y vitalidad la niña le agradó desde que la conoció cuando tenía seis años. Hasta ese entonces, Marshall no tenía ningún cachorro cercano con el que relacionarse, ni siquiera en su familia adoptiva.

Ahora, dos años y medio después, sentía como si Naiara fuera tan parte de él como de Patrick.

La razón de eso..., sin embargo..., llenaba su corazón de una amarga tristeza. Su hermana tenía la misma energía que Naiara..., una luz brillante que lo atraía para protegerla..., pero no pudo.

Marshall no pudo evitar que esa luz fuera apagada para siempre.

-Pronto se acostumbrará -aseguró, su corazón tuvo un ligero temblor doloroso entre un latido y otro-. ¿Cómo está Ian?

El hijo mayor de Patrick había recibido un golpe inesperado el año anterior, producto de eso su personalidad fue tomando un giro tras otro. Debía ser duro para un adolescente saber que nunca podría emparejarse, haber perdido a su compañera tras haberla reconocido era un dolor inimaginable.

Su león mostró los dientes. Un gruñido agresivo recordándole al culpable. Nolan había jodido a la coalición de muchas maneras, pero Ian, de todos ellos, se llevó la peor parte.

-Un poco solitario, pero ya es habitual. Está madurando.

Cuando Marshall levantó la mirada para encontrarse con los ojos verdes de Patrick, vio en ellos la sombra de preocupación. La maduración de Ian era diferente a la de cualquier otro joven adulto, ya que él era un alfa en potencia, lo cual complicaba su carácter en formación.

Un alfa que no se emparejaría jamás...

Marshall no sabía cómo ese hecho podría estar afectando al cachorro, por eso, antes de que Ian comenzara a mostrar signos de agresividad, le pidió al hermano de Ava, Byron, que lo vigilara de cerca.

-¿Cómo te fue con Finnick? -Patrick preguntó.

-Sin problemas -dijo, mientras Ava entraba a la oficina-. Los leopardos son colaborativos.

-Qué extraño -habló la mujer que caminaba hacia ellos-. Si mal no recuerdo, se mostraron agresivos hacia nosotros en cada una de las fronteras.

El león de Marshall reaccionó al poder puro e indomable que habitaba en ella, levantándose.

-Al principio -repuso, conteniendo la necesidad de buscar su mirada-. Las cosas han cambiado ahora.

De reojo, él la vio cruzar los brazos.

-¿Qué tienes? -Ava fue directo al punto de interés.

-Una cabaña al norte a nombre de Hyram Kingley. Pero se encuentra fuera de la jurisdicción de los leopardos.

Patrick desplazó las imágenes que Finnick le había enviado después del mediodía, uno de sus compañeros de Clan movilizó un dron de vigilancia luego de buscar la propiedad con ese dueño. Patrick las dejó a un costado del panel, en el otro lado activó un mapa tridimensional sobre el territorio Fire Heart.

-¿Estás seguro que estos son los límites? -Preguntó al ubicar el área donde se encontraba la cabaña.

Había una sección de tierra considerable en la parte más alejada del norte que no poseía la típica coloración verde brillante que la categorizaba como territorio tomado, sin embargo, tampoco estaba tintada en naranja claro, con ese color se designaban las tierras deshabitadas por cambiantes pero con residentes humanos. Más allá de las tierras, la coloración verde volvía a aparecer sobre el territorio de los lobos Silver Knifes.

-Sí. Aunque está dentro del territorio, esa parcela de tierras que ocupa menos de medio kilómetro cuadrado no figura como propiedad del clan, al igual que muchas otras.

Las tierras figuraban como ocupadas, pero la mayoría de sus dueños no habían hecho nada con ellas desde su compra. De las quince parcelas, solo siete tenían construcciones.

-¿Es legal que los clanes dividan su territorio y lo vendan a humanos? -Ava preguntó.

-Sí, es como otorgar un permiso de permanencia. Pero es poco frecuente hacer eso.

-¿Evan lo hizo? -Patrick preguntó.

Marshall sacudió la cabeza, y luego abrió un informe en el centro del panel.

-Fue el alfa anterior -respondió, luego maximizó una imagen especifica-. Richard Gardner -mencionó al hombre de la imagen, un sujeto de mediana edad, rubio de ojos verdes y rasgos duros-. Buscado en tres estados por los delitos de usurpación y abuso de poder. Antes de llegar al clan Fire Hearts había tomado otro clan de pumas por la fuerza y casi lo destruyó.

Ava gruñó por lo bajo, su rostro estaba tenso mientras leía los datos del archivo.

-Es solo un alfa leopardo común, ¿como pudo tomar un clan por la fuerza?

-Manipulación -Marshall repuso, un hormigueo en las yemas de sus dedos, detuvo el impulso que tenía por tocar, sentir-. Y también un poco de apoyo de un escuadrón de tigres y leones.

Un silencio profundo se esparció en la oficina con esa declaración. Ninguno de los dos necesitaba una explicación más detallada sobre eso, porque ahora comprendían la pieza faltante del comportamiento agresivo y cauteloso de los leopardos hacia la coalición.

-Gardner cometió un montón de crímenes contra los derechos universales -continuó-. Muchos cambiantes perecieron bajo su mandato.

-¿Dónde está ahora? -Ava preguntó, su voz salió profunda y áspera, una promesa de violencia primordial.

Alguien ajeno a la coalición, habría dado un paso al costado tras reconocer el peligro, pero Marshall estaba cómodo con eso, mientras más cerca, mejor.

Pero tuvo que acercarse mucho más de lo que ella permitiría si estuvieran solos para poder girar las imágenes, su calor y poder femenino tocaron a Marshall con suaves dedos invisibles.

-Muerto, Evan lo mató en un duelo por el puesto. Así es como se convirtió en el alfa del clan.

La situación podía leerse de dos formas: o los leopardos estaban desesperados por un líder que acabara con Gardner, pidiéndole a un desconocido que se ocupara de resolver el asunto a cambio del clan, o Evan se había mostrado más competente que Gardner para dirigir, ganándose la lealtad de forma honesta.

Marshall creía en la segunda opción.

-¿Ha recuperado los terrenos que Gardner vendió? -Patrick se inclinó sobre el escritorio, sus manos apoyándose en el borde, los largos mechones castaños de su melena cayeron hacia adelante.

-Todavía no, pero tiene eso en su agenda.

-Huh..., si Gardner era un tirano... -Ava razonó-. ¿Es posible que supiera que Kingley estaba en el negocio de la caza? ¿Tenía datos sobre él?

Marshall negó.

-No tenemos forma de saberlo. Gardner no registraba sus movimientos, no tenía conexión con la ACC, no almacenaba datos personales ni financieros. Vendió la propiedad hace cinco años, será difícil encontrar algo después de tanto tiempo.

Ava se mordió el labio inferior, un gesto minúsculo que Marshall capturó con sutileza.

-Entonces, la información disponible será la que recopilemos al investigar la cabaña.

-Correcto. -Patrick miró a Marshall-. ¿Cuál es el acuerdo?

Porque estaba seguro de que los leopardos no cooperarían si no obtuvieran beneficios con eso.

-Al principio solo estaban dispuestos a compartir las imágenes del dron, pero se encontraron con un problema. -Marshall regresó a las imágenes de la cabaña-. Parece que hay un dispositivo que interfiere con la cámara y distorsiona la imagen cuando el dron baja a menos de cincuenta metros. Por eso no hay mucho acercamiento, mucho menos un rodeo a nivel del suelo.

-Una medida de seguridad -Ava razonó luego de una pausa breve-. Incluso puede que haya todo un sistema que proteja la casa.

-Pienso lo mismo -Patrick terminó-. Entonces, ¿concedieron el permiso para investigar?

-Sí. Los leopardos no están familiarizados ni con el territorio ni con el posible sistema de seguridad de la casa, prefieren que nosotros hagamos un reconocimiento a cambio de compartir la información.

-Quieren que limpiemos la zona por ellos -Ava interpretó-. Evan no expondrá a los suyos al peligro de las trampas, pero sí a nosotros. Conveniente.

Marshall chasqueó la lengua contra el paladar.

-No veo un verdadero riesgo, tenemos la experiencia de nuestro lado. -Esta vez, volteó hacia ella, pero Ava se mantuvo firme.

-Suena como un trato justo -Patrick concluyó-. Tendremos lo que necesitamos sin complicaciones. Prepárense para viajar al norte mañana.

Frente a eso, la tigresa gruñó.

-¿Realmente es necesario que Marshall esté dentro de esto? -Cuestionó-. Puedo hacer el trabajo sola.

-No voy a enviarte al territorio de los leopardos por tu cuenta -Patrick contestó, su voz grave puso en evidencia su preocupación sobre la seguridad de Ava.

-En ese caso, puede acompañarme Kenny o Dylan.

Patrick negó.

-Los leopardos están familiarizados con Marshall, si aparecen miembros del clan durante la investigación será mejor que vean a alguien de confianza en lugar de un par de desconocidos.

Humedeciendo sus labios, sus manos apretadas en puños, Ava buscó algún argumento en contra pero al final retrocedió.

-Nueve en punto -le dijo a Marshall sin mirarlo-. Harás lo que yo diga.

-De acuerdo.

-¿Me necesitan para algo más? -Ella preguntó.

-No, puedes irte.

Ella ya estaba en la puerta cuando el alfa terminó de hablar. Era evidente que quería permanecer lo más lejos posible de Marshall. Eso dolía, como pequeños clavos apretando su corazón. Pero se había acostumbrado al dolor, al rechazo. Luego de que la tigresa abandonara la oficina, Marshall se enfocó en el león frente a él.

-¿Era verdad eso de la confianza o solo es otra forma de empujarme hacia ella? -Cuestionó.

Los felinos de Gold Pride eran menos que sutiles cuando veían a una pareja potencial.

-¿Alguna vez te he mentido?

Marshall alzó una ceja.

Con los labios apretados en una línea delgada y el ceño fruncido, Patrick suspiró.

-Bien, lo admito. Tal vez estoy ayudándote un poco con ella.

-¿En serio? -repuso Marshall con un borde irónico-. Ava quiere verme muerto.

Corrección, Ava quería matarlo.

-Oh vamos, no me digas que le tienes miedo.

Marshall gruñó su respuesta.

-Solo está quitando su frustración contigo, no va a matarte.

-Lo dudo -él resopló-. Ella ha estado decidida a acabar conmigo en los últimos doce meses.

-Y sin embargo sigues con vida.

«Buen punto»

-Ella me odia.

-Solo por fuera... -Patrick hizo un encogimiento cuando Marshall estrechó la mirada sobre él.

-De todos modos... -Marshall exhaló, resignado-. Siempre estaré atado a la muerte de su hermano, no hay forma de recuperarla después de eso.

Con una mirada más comprensiva, Patrick respondió:

-Yo no veía una forma de escapar de la muerte, mira donde estoy ahora.

Vivo, fuerte, sano. Vinculado y casado con una mujer humana.

-No es lo mismo -Marshall gruñó-. No intentes consolarme.

-No me atrevería -Patrick rió por lo bajo-. Buenas cosas llegan a los que perseveran.

Y antes de que pudiera maldecir, ambos recibieron un mensaje. El mismo que se enviaba automáticamente a todos los miembros de la coalición: la cena está a punto de empezar.

«Si vuelvo a tener fideos integrales para cenar, voy a estrangular a Alexander»

Después de haber sufrido internamente al no poder consentir su antojo de algo frito como cena, Marshall terminó somnoliento y agotado y se dirigió a su habitación. Ya en la privacidad del lugar seguro, abrió un poco el ventanal y la cortina, no había encendido las luces así que la oscuridad era una sola, absoluta y se sintió mejor.

Cubierto, resguardado.

Se desvistió, y quedó solo con un viejo pantalón de chandal fino, descalzo, para poder sentir el suelo bajo sus pies. Tras hacer unos ejercicios de estiramiento, se recostó en el sillón que había quedado de frente al ventanal corredizo desde que Patrick lo había cambiado de lugar. Inclinó un poco el respaldo hacia atrás y allí permaneció con los ojos cerrados, los sentidos entrando en reposo.

Hasta que escuchó un sonido a lo lejos. Tan refinado y sutil, y sin embargo, él lo había notado. Sabiendo la clase de tormenta que pronto lo golpearía en el corazón, Marshall espero. Era el único en toda la coalición que había logrado identificar los pasos casi en perfecto silencio de una tigresa en cacería. Pero, tal vez, solo se había concentrado en aprender tanto de ella como fuera posible.

Aunque era inesperado que se decidiera a actuar de nuevo tan pronto, habitualmente, ella se perdía de vista durante días, evadiéndolo en una lenta agonía que lo empujaba hacia la desesperación. Ahora, sin embargo, que ella estuviera nuevamente acercándose a él para intentar matarlo, habiéndolo visto en menos de media hora, era un giro brusco a lo que estaba acostumbrado.

Quizás ella quería tomarlo por sorpresa. El único error en todo esto, era que Marshall ya no podía ser atrapado con la guardia baja, fue gracias a Ava que pudo perfeccionar sus sentidos a tal punto de que el movimiento más leve podía activarlos si quería.

Así que él esperó, relajado, aparentando ser un león dócil cuando ella se deslizó por el espacio abierto del ventanal. Un olor fresco y terrenal le dijo que ella había camuflado su olor, pero todavía podía discernir la nítida esencia que se escondía por el baño. Un aroma suave, caliente con un matiz un poco ácido.

Abrió los ojos de golpe cuando lo tomó por el cuello y su reacción lo llevó a levantar la mano en un milisegundo para sujetarle la muñeca, la sensación de su piel caliente le arrancó un gruñido pero ocultó la satisfacción por ello. Relajó su postura un segundo después, y se enfocó en esa mirada ardiente y dolorosa y llena de un poder primario que podía ponerlo de rodillas.

-Hazlo -dijo, desafiándola a dar el último paso.

Las garras de Ava salieron, una de ellas tocó su carótida, otra pinchó cerca de su yugular. La respiración de Ava era agitada, pesada, muy diferente de otras ocasiones en donde apenas se podía escuchar el aire entrar y salir. La implacable y concentrada cazadora que intentó asesinarlo veintitrés veces, no se encontraba en su mejor forma esta noche.

-¿No estás cansada? -Susurró bajo, porque apenas tenía espacio para mover su garganta, la presión de esa mano femenina apretaba pero no al punto de generar asfixia.

-¿De qué? -Soltó ella, en el mismo tono.

Y se inclinó hacia él poniendo una rodilla en el borde del sillón junto a su muslo izquierdo.

Marshall no recordaba la última vez que estuvieron tan cerca. Pero lo apreciaba, lo deseaba con ardiente necesidad.

-Mostrándote tan fuerte frente a los demás. -Marshall tragó duro-, cuando guardas tanto dolor en tu interior.

Tres punzadas agudas en el cuello le hicieron apretar los dientes, pero Ava deslizó su rodilla más adentro.

-Tú eres el causante de ese dolor.

Sabiendo que su vida pendía de un hilo delgado unido a esas garras afiladas, Marshall deslizó una mano sobre la curva de la cadera de Ava, provocó un gruñido, pero no un rechazo completo. Presionó más, acercándola.

-Esto termina hoy -ella amenazó, y colocó la otra rodilla del otro lado.

No estaba exactamente posada en su regazo, pero pronto se cansaría.

-¿Por qué?

Ava dudó su respuesta unos segundos.

-Por más que lo intente, no puedo seguir este camino, tengo que eliminarte. Solo así podré quitarme esta carga de encima.

Esa carga podía ser su venganza... O el dolor por su hermano muerto...

Tal vez Patrick tenía razón y Ava camuflaba sus sentimientos con el pretexto de vengar a Nolan. Por el momento no tenía forma de averiguarlo a menos que Ava le dijera la verdad, pero parecía que ni ella tenía conocimiento sobre sus propias acciones, estaba tan decidida a matarlo, a odiarlo, que podría haber olvidado las razones, podría haber olvidado que un día besó sus labios bajo la sombra de roble.

Sucedió hace dos años, pero se sentían como dos décadas.

-¿Matarme traerá a Nolan de vuelta?

Ella le mostró los dientes, una furia llameante en sus ojos.

-Él no va a volver, lo sabes. Deja ya este juego. Por el bien de todos, no puedes matarme.

Ava apretó su garganta con más fuerza esta vez, y el aire dejó de entrar, una corriente fría recorrió su espalda mientras una ráfaga caliente inundó su rostro, los músculos se sintieron tensos, la presión agobiante y el hormigueo frenético fueron desesperantes. Sabiendo que esto era el fin, que ella cumpliría su amenaza después de un año, Marshall no intentó alejarla, no intentó detenerla.

Moriría en sus manos, pero era mejor que morir por sus propios errores.

Sin embargo... Menos de medio minuto después, Ava liberó su cuello y deslizó esa mano mortal lentamente hasta que la palma quedó apoyada en el centro de su pecho y las puntas de sus dedos descansaron en la hendidura entre sus clavículas.

Jadeando por oxígeno, su mente confundida y atacada por las sensaciones, Marshall buscó su mirada, buscó respuestas, ¿había roto su armadura? Esta mujer que sostenía una mano sobre él ¿estaba reaccionando por fin? Se veía como un sueño, que Ava pudiera abrirse luego de tanto tiempo...

-¿Por qué? -Ella susurró, su voz frágil y delgada y triste-. ¿Por qué no puedo destruirte?

En el borde de su desesperación, una grieta apareció en forma de una lágrima solitaria. Marshall pudo haber guardado silencio, sería lo mejor, pero no encontraría otro momento para recordarle lo que hubo entre los dos, lo que pudo convertirse en lo mejor de su vida si no se hubiera alejado para protegerla de los oscuros secretos que estaba descubriendo mientras investigaba a Nolan.

-Porque me quieres -dijo él cuando ella ya no pudo sostenerse con las rodillas y terminó en su regazo-. Y un buen cambiante no destruye lo que quiere.

-Yo no te quiero -replicó con dureza, su voz se tornó áspera.

Colocando la mano libre en el otro lado de su cadera, Marshall gruñó bajo.

-Pruébalo. Mírame a los ojos, así de cerca, y dime que no sientes nada por mí.

Cuando Ava levantó esa atormentada mirada ambarina, Marshall deslizó las manos hasta su espalda baja y bebió el pequeño estremecimiento que arrancó de ella. No había duda alguna de que todavía quedaban brasas encendidas de la hermosa hoguera de su relación, pero estaban cubiertas por una densa capa de cenizas.

-Hay demasiadas cosas malas -ella dio una evasiva respuesta-. Demasiado dolor que no comprendes.

-Él era mi amigo, ¿crees que fue fácil elegir entre él y la coalición?

Mentiría si dijera que había pensado las cosas cuando descubrió quien era el verdadero asesino de Arwen Blake y la joven osa polar que era la compañera de Ian, Marshall había saltado hacia Gold Pride de inmediato, pero con un profundo dolor en su pecho no por exponer al que una vez fue un amigo de confianza, sino por la misma traición de la que Nolan fue capaz.

No había un día en que Marshall no se preguntara por qué lo hizo.

-Debiste haberme dicho -una emoción quebradiza que rompía dentro de ella, lo podía ver en sus ojos-. No debiste haberme dejado fuera cuando se trataba de mi hermano.

Cada palabra temblorosa se convirtió en una puntiaguda astilla que lo lastimó, pero Marshall debía enfrentar este dolor porque era el dolor de Ava.

-¿Y arriesgarme a que lo defendieras, a que lo ayudaras a huir?

-Yo no podría...

-Era tu hermano -interrumpió con una aspereza profunda-. Tu familia. Te conozco, Ava, no hay nada que no harías por tu familia.

«De igual forma, no hay nada que yo no haría por Gold Pride»

Sacudiendo ligeramente la cabeza, Ava se apartó.

-No puedo...

-No huyas -Marshall gruñó su desesperación, el león interior empujó hacia ella.

-Basta. No..., yo no... -Tembló al ponerse de pie-. Tengo trabajo que hacer.

Comprendiendo que esto era todo lo que ella podía soportar por el momento, Marshall se levantó del sillón y alcanzó a tomar su barbilla entre los dedos, subir su mirada, para ser recibido por el ardor salvaje de poder que siempre le había atraído.

-Nueve en punto -murmuró con voz ronca, anhelando poder tomar sus labios-. Estaré allí.

Fue una promesa.

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