Capítulo 12


Marshall sintió la ira burbujeando bajo la piel de Ava, el depredador en sus ojos, para cualquiera que observara desde afuera, ajeno a lo que había sucedido hace menos de cuarenta y ocho horas, la escena le parecería cruel, Ava resultaría una criatura sádica por la completa falta de expresión en su rostro mientras daba los golpes.

Pero Marshall sabía que ella estaba ardiendo de rabia, su poder oscuro, violento, íntimamente salvaje, rompía como olas furiosas.

Pero de la garganta del hombre humano no salió grito, ni súplica o miedo, solo pequeños gruñidos apretados entre los dientes. Él sentía dolor, pero lo contenía con una fuerza casi viciosa. Le habría dado un poco de crédito al bastardo si solo fuera un intruso o un traidor, pero este hombre había despertado los instintos que Marshall prefería mantener dormidos.

El león arañaba las paredes internas de su cuerpo, su sangre caliente y espesa. Golpes de necesidad y furia se arremolinaban dentro de él, mezclándose con el cálido, brumoso y salado olor de la sangre humana. La violencia y Marshall no estaban bien alineadas en el mejor de los caso, pero aquí, había una diferencia circunstancial.

Ava.

Porque la necesidad de hundir sus garras dentro de la carne del cazador, tan profundo como para tocar los huesos, no se debía a que el humano había llenado su cuerpo con balas paralizantes. No, la razón de su brote vengativo era la amenaza que le hizo a ella, le había apuntado su arma a la cabeza, sus ojos habían ardido con la necesidad de tomar su vida.

El león de Marshall empujaba, el pelaje asomando bajo la piel humana. Marshall hizo todo para frenar los impulsos que enrojecían su visión, pero la violencia rugía en su interior, demasiado salvaje como para obedecer sus principios y razones. Aunque quería desgarrar la garganta del asesino, estaban aquí para obtener información y controlar a la tigresa por si de pronto se hundía en la visceralidad de sus instintos.

-Dame tu nombre -exigió con un nuevo golpe.

Pequeñas gotas de sudor se desprendían de su piel, el recorrido era breve hasta humedecer los mechones sueltos de cabello.

El humano estaba empapado, su remera desgarrada con cortes irregulares, su rostro hinchado por los golpes de puño. Marshall no había esperado un control tan refinado sobre su propia fuerza, la mujer letal se había concentrado en crear heridas que iban un poco más allá de lo superficial, sin un verdadero riesgo vital, pero lo suficiente como para que sintiera su sangre abandonando su cuerpo.

El dolor, la desesperación y el cansancio debían significar algo para torcer la voluntad del asesino. Pero, tal y como ella lo anticipó, no iba a cooperar en nada.

-Son como ostras de mar -recordó que ella le dijo, una tarde como tantas otras, tan lejana que el recuerdo parecía provenir de otra vida-. Demasiado duros como para llamarse humanos. -Ella había estado rompiendo nueces para Alexander ese día, porque le había pedido al cocinero que preparara budín de vainilla y nuez, el favorito de Byron. Marshall se ofreció para ayudarle, y entonces ella le comentó sobre su trabajo, la clase de monstruos y bestias con los que peleaba-. Algunos creen que hacen lo correcto, otros, simplemente se niegan a admitir sus crímenes.

Sus ojos iban perdiendo el brillo a medida que hablaba, y entonces, él comprendió que Ava no era una simple oficinista, ella trabajaba duro para borrar a los cazadores activos, tantos como le fuera posible.

Ahora, la mujer que debatía entre cerrarle las puertas de su corazón o invitarlo a entrar solo para matarlo, deslizó el dorso de su mano derecha para remover el sudor de su frente.

-El tiempo que esto siga, depende de ti.

Ojos de ámbar pálido brillaron frente al hombre. Solo provocaron una corta y calmada risa, el sonido roto.

-Estoy preparado para enfrentar la muerte -dijo, su voz pausada, con grietas y bordes irregulares por el dolor-. Voy a morir, de una forma u otra.

Con el felino merodeando en sus ojos, Ava probó un método distinto.

-Entonces no querrás que tus familiares se enteren cuando y donde morirás, ¿cierto? Tu esposa, tus hijos, tus nietos, tus padres... -Una pausa, Ava presionó una garra sobre el corte irregular en el lado izquierdo del pecho del hombre-. A los humanos les gusta enterrar a sus muertos, cuando no pueden hacerlo lloran, sufren y se retuercen, les carcome la mente saber que no tienen acceso a los cuerpos de sus fallecidos.

Ava no estaba hablando de lo que sentiría la familia de este hombre -si la tuviera-, si su destino sería bajo tierra en algún punto aleatorio del territorio Gold Pride. Ella hablaba por el sufrimiento de los tigres que perdieron a tantos por su culpa.

-Eso no me afecta -respondió, total y absoluta carencia de emoción-. Ellos saben perfectamente lo que me pasará si un día no regreso a casa.

-Vaya forma egoísta de justificarte -Marshall gruñó.

El dolor de esa familia sería tan grande como el dolor de los tigres, ¿cómo era capaz de no sentir nada en absoluto? Si Marshall dejaba de enviar mensajes tres veces por semana, tanto su madre Maeve como sus inquietas e irritantes primas comenzarían a cazarlo solo para volver a recordarle que jamás debía desaparecer.

¿Cómo podía este hombre pensar que el sufrimiento de sus familiares no merecía significado?

-No necesito hacerlo -una declaración fría-. Sé lo que hice y lo que soy, no encontrarán nada más que eso.

Con una brusca inspiración, Ava cerró la distancia y tomó el rostro del cazador apretando su mandíbula golpeada.

-¿Por qué?

La demanda no salió con una voz frágil, quebradiza y dolorosa, como aquella vez que lo enfrentó con puños y maldiciones, la primera desde que Nolan fue tomado como prisionero por el clan Night Shadows. El tigre había tomado la vida de uno de los suyos, y ellos exigieron la suya a cambio.

Vida por vida, sangre por sangre.

En ese momento, y todavía ahora, él no tenía una respuesta.

Pero la pregunta de Ava no cargaba dolor, sino una furiosa necesidad de saber.

-Yo me hice la misma pregunta hace un largo tiempo -respondió el cazador, su risa fue más extensa esta vez, golpeando la ira de Ava.

Ella se alejó con un siseo, y miró a Marshall, el fuego de sus ojos quemaba bajo las capas tormentosas de su temperamento. «Mátalo» fue una orden silenciosa, las garras de Marshall dejaron de hundirse en los hombros del cazador y solo una de ellas se deslizó para descansar sobre el cuello, ahí, en el delicado punto donde se escuchaba su pulso.

-A ustedes les gusta creer que son las víctimas -el cazador lo detuvo-. Les encanta mirar el pasado y repetir como idiotas, lamentándose sobre sus desgracias.

-¿De qué demonios estás hablando? -Ava frunció el ceño.

Otra risa breve, áspera. Pero el humano se concentró en Ava, en alimentar su ira.

-Tú trabajas para ellos ¿verdad? Eres una sirviente de la ACC.

Ava gruñó, el sonido animal se extendió por la cabaña. El hombre tragó saliva ante eso, un diminuto instante de debilidad, al siguiente había regresado su fuerza.

-¿Alguna vez te has preguntado por qué nadie habla sobre los humanos asesinados por cambiantes? Oh, olvidaba que a ustedes les gusta llamarlos incidentes aislados.

El ámbar salvaje se oscureció bajo sus pestañas, Ava guardó silencio, lo que duró tres latidos de corazón.

-Nuestras organizaciones son transparentes -afirmó.

-Nada nunca fue transparente.

-Pero nosotros no matamos humanos, a diferencia de ti, ¿cuántos cambiantes has asesinado?

Un turbio silencio y luego:

-No recuerdo, pero no importa. -La tigresa apretó los dientes al no obtener información útil-. Irónicamente tú planeas matarme ahora mismo, tu amigo aquí detrás quiere rebanarme el cuello. -Marshall pinchó la piel, pero el humano ni se inmutó-. Solo se contradicen a sí mismos. Mentirosos y mezquinos, está en su naturaleza, su lado humano.

-¡Cállate! -Ava gruñó, luego se abalanzó contra él para golpearlo en la cara-. ¡Habla de una puta vez! ¡¿Es que no tienes nada ahí adentro?! -Un golpe al centro de su pecho, su grito un estallido de quiebre-. ¡¿Haber asesinado a tantos cambiantes no significa nada?! ¡Basura! ¡Cobarde!

El hombre escupió sangre a un costado.

-Grita, gruñe, insulta todo lo que quieras. Mátame -escupió-. Pero no obtendrás nada de mi.

La paciencia había abandonado a una tigresa con demasiado dolor en los ojos, Marshall deseaba contenerla en sus brazos, proteger su pequeña figura con dientes y garras en el calor de su cuerpo. Pero ella no le había dado ese tipo de permiso, le arrancó de cuajo cualquier oportunidad de tocarla hace mucho tiempo.

El dolor de eso seguía quemando, pero ahora estaba debajo de la necesidad de matar al causante de su angustia.

-No creo que hayas sido malo hasta el hueso durante toda tu vida -Marshall habló, intentando comprobar si había un fragmento de honestidad en el cazador-. Siempre hay una razón detrás de nuestras acciones.

-Tú pareces ser más racional -una respiración pesada-. Menos salvaje.

Marshall quería decir que era tan cambiante como la mujer de mirada asesina.

-Pero -un temblor en su voz-. Ya he decidido.

Y entonces el cazador se encerró otra vez en la coraza y mirando fijamente a Ava inclinó su cabeza hacia atrás, mostrando por completo la piel ensangrentada de su cuello. La idea de matar a este hombre, a pesar de sus crímenes, del horrible negocio en el que estaba involucrado, sería algo que revolvería su consciencia por el resto de su vida. Pero de la misma forma que no se arrepentía de haber exhibido la traición de Nolan, él no se arrepentiría de eliminar a un cazador del mundo.

Solo tuvo que mirar a la tigresa. Una sola vez, el ámbar oscuro y ardiente, la rabia asesina moviéndose alrededor. Marshall no permitiría que fuera ella la que tomara una vida, sería él quien cargaría con ese peso.

La garra se hundió segundos después. El hombre estuvo muerto al siguiente minuto, la sangre empapando el resto de su ropa, cayendo hasta formar un pequeño charco en el suelo.

-¿Era necesario? -Marshall dudó, su débil corazón temblaba en su pecho.

Ava apretó la mandíbula en una última mirada al cazador, luego lo enfrentó, su fortaleza seguía en pie, ardiente y brillante y poderosa.

-Este hombre mató a muchos de los nuestros, jamás olvides eso.

Con la esperanza de que las almas de aquellos cambiantes que el humano había cazado pudieran descansar en paz, Marshall siguió a Ava afuera. Los rayos del tibio sol de mediodía apenas llegaba al suelo a través de las enmarañadas ramas de los grandes árboles caducifolios que rodeaban la cabaña.

Atraídos por el olor de la sangre, Phil y Tony, en su forma humana y vestidos, se acercaron desde puntos opuestos.

-¿Cómo les fue? -Preguntó Phil, del tamaño de Marshall, piel marrón dorada, melena castaña y ojos oscuros, el león tenía la audición más aguda de lo normal, lo que lo convertía en un excelente rastreador de sonidos, podía vigilar mejor a distancia.

Ava le hizo un gesto seco a Marshall, y se alejó hacia el arroyo.

-Sin avances -informó con un suspiro, inclinando su cuerpo para apoyar mejor el peso sobre la pierna sana-. Acabo de ejecutarlo.

Tony se detuvo a unos pasos, su mirada verde clara fue a parar a la cabaña mientras estiraba su melena negra con una mano.

-Micah, Nico y Joanne están interrogando al resto -dijo, con una voz que arrastraba un gruñido contenido-. Espero que obtengan mejores resultados.

La frustración de ambos leones era tan oscura y profunda como la suya.

Ningún cambiante era ajeno al conocimiento de la existencia de los cazadores, los mercados rojo y negro y los laboratorios clandestinos, las fuerzas enemigas para la raza cambiante. Pero la seguridad que ofrecía la coalición -y cualquier tipo de organización cambiante-, generalmente tendía a llevarse esa sensación de peligro, como consecuencia, los miembros olvidaban que los humanos eran mucho más peligrosos que la amenaza de los demás clanes.

Lo que le ocurrió a la familia Dawn debía servir como un golpe de realidad para no bajar la guardia y proteger lo que amaban con mayor ímpetu.

-Yo también -Marshall agregó, cerrando un puño, pegajoso por la sangre.

En el fondo, Marshall creía que habían llegado a un callejón sin salida. El final del camino. Pero un vistazo breve a la figura femenina arrodillada junto al arroyo fue suficiente para saber que ella no se rendiría con esto.

Si Ava no lo hacía, entonces él tampoco.

-Tony, ve por un equipo de limpieza -ordenó-. Phil, prepara a un par de miembros para un entierro, sacaremos el cuerpo cuando el alfa de su orden.

Los hombres aceptaron las ordenes con un corto movimiento de cabeza y se fueron juntos. El león de Marshall estaba inquieto por el fuerte olor de la sangre, su alma de depredador quería volver para inspeccionar la muerte, pero la consciencia animal cambió de idea y comenzó a empujar hacia el arroyo, donde ella estaba lavando la sangre de sus manos.

La naturaleza a su alrededor todavía estaba quieta -con excepción de la corriente de agua-, a pesar de los indicios de temperaturas más cálidas, la vida entumecida bajo la cubierta invernal. El sol se escondió detrás de una nube esponjosa cuando él llegó a la orilla, las sombras proyectadas por los grandes árboles, el murmullo del arroyo, el distante canto de un ave estacionaria, todo eso fue eclipsado por la energía salvaje, una tormenta contenida, escondida en un cuerpo pequeño.

Ava lavaba sus manos con movimientos metódicos, su mirada vagando entre las olas, la sangre diluida en el agua fue arrastrada por la corriente. Marshall se detuvo, varios pasos más allá, sumergió sus manos y un escalofrío azotó su espina ante la frialdad del agua.

Un momento demasiado largo, cuando ya no había sangre que limpiar, Ava respiró profundo.

-No alcanza matar a uno cuando hay tantos allá afuera haciendo daño a nuestra gente.

Palabras tranquilas, amargura en el sonido, su frustración a un empujón de hacerla gruñir.

Marshall moría por abrazarla, por arrullarla, por decirle que era la mujer más valiente y fuerte que había conocido, moría por sentir su toque, su mirada, su voz cálida... Pequeñas cosas que ella le ofreció una vez, y que ahora, las había perdido.

-Voy a llegar a ellos, cueste lo que cueste.

-No sabemos si siguen con vida.

Marshall se ganó una mirada de muerte, su león interior mostró los colmillos.

-No basta con proteger a los sobrevivientes -respondió, furia hecha mujer-. Ellos necesitan saber qué pasó con ellos, solo entonces podrán empezar de nuevo, cerrar la herida.

Un dolor frágil asomó en esas últimas palabras. La propia herida de Ava, todavía no cerraba, y no sabía si alguna vez lo haría, ella jamás encontraría las respuestas que necesitaba, ni ella ni el resto de sus hermanos sabrían qué fue de los últimos momentos de Nolan, por qué se convirtió en un traidor, cómo pudo mostrarse compasivo, protector y amable con los miembros de la coalición después de haber asesinado a una joven osa polar.

Nadie sabría el verdadero motivo del tigre para haber hecho todo eso.

Frente al débil eco de angustia de Ava, Marshall sintió un puñado de culpa, la sensación arrastrándose lentamente. La rechazó instintivamente, no había arrepentimiento, si Marshall no lo hubiera descubierto, en este mismo momento no quedaría nada de Gold Pride.

Él había construido esta coalición lado a lado con su alfa, haría lo que fuera para sostenerla.

-Hablaré con Finnick -dijo, mencionando al lugarteniente del clan de leopardos Fire Hearts con el que mantenía contacto-. Llegamos al punto en que ellos vendrán a ayudarnos si extendemos el llamado.

Los delgados lazos entre Gold Pride y Fire Hearts se debían solo al voto de confianza concedido por una mujer que era un poder filoso y mortal, la hermana del alfa leopardo había ayudado a la coalición durante un momento crítico, debido a eso, los leopardos habían empezado a cuestionar qué tan dignos de confianza eran los leones como para que ella hiciera eso.

Aria había puesto el primer peldaño, dependía de leopardos y leones construir el puente. Hasta ahora, estaban casi a la mitad.

-No ocultes nada -una demanda pura con bordes de agresión-. Lo que sea que encuentres debes compartirlo conmigo.

«Como no compartí lo de Nolan» pensó, un puñal de angustia en su corazón débil.

-Este es mí trabajo, y no he terminado todavía.

Marshall asintió, su león queriendo estar al frente, salir para deslizar su pelaje contra Ava, reclamar con su olor a esta valiente, fuerte y temperamental mujer con un corazón de acero.

Pero no podía, le recordó a su felino, quien le gruñó y luego se recostó en su mente.

Cuando Ava le dijo que esperaría al equipo de limpieza y se quedaría para informar a Patrick, Marshall regresó al vehículo, presionando un botón en el panel digital ubicado entre el volante y la guantera, activó el modo de comunicaciones y esperó a que el enlace con la red estuviera disponible.

La conectividad en áreas remotas era un asunto complicado, pero gracias a sus negociaciones con el clan de lobos Moon Fighters, Marshall había logrado conseguirle un trato accesible a Patrick por unas diminutas pero funcionales antenas extensoras de red.

Había cerca de cincuenta de ellas escondidas a lo largo y ancho de todo el territorio, y cada una hacía conexiones con las demás en una red cuyo inicio estaba en la antena mayor sobre la Casa Matriz.

Ahora, se podía hacer una llamada con cobertura decente desde varios puntos del territorio.

Marshall solo debía esperar que el leopardo estuviera en casa.

De inmediato, la pantalla de su teléfono celular se encendió con el mensaje automático después de haberse conectado también a la red.

"Pareja 1, desplazándose. 8,5 KM al noreste de la Casa Matriz"

Marshall desechó el mensaje, no había necesidad de repetir que las patrullas encargadas de la vigilancia pasiva alrededor de las cabañas que eran alquiladas por parejas humanas debían mantener al resto informado sobre sus movimientos. No es que un humano pudiera rondar libremente y acercarse a esta ubicación particular, pero no estaba de más ser cuidadosos.

Ellos no entenderían...

Nadie que no fuera cambiante lo entendería.

Marshall se encontró con la mitad de un gruñido construyéndose en su pecho cuando Finnick aceptó la llamada.

-Hola, Lawrence.

-Hola, Cardiff.

Ava se mantuvo en su línea de visión, la pequeña tigresa se había sentado sobre una piedra grande. Cada uno de sus sentidos estaba orientado hacia ella. Buscándola, necesitándola, tan desesperadamente que era un dolor sordo en el cuerpo.

-¿Ya has almorzado?

-Todavía no, ¿qué, piensas invitarme? No sé si te lo he dicho, pero tengo a mi chica, lamento romper tu corazón.

El gruñido fue liberado por completo. Finnick Cardiff, era joven, inteligente y molesto. Pero también era un hombre honesto y abierto a aprender, ambos estaban encontrando su camino como lugartenientes y estaban decididos a conducir a sus alfas a una alianza definitiva.

Ambos coincidían en que prescindir de la ayuda de un aliado podía resultar en la destrucción en un momento crítico.

Los leopardos tenían sus propios problemas de confianza con los leones, pero decidieron que no era justo condenar a todos. Finnick fue el primero en extender esa conclusión luego de la primera conversación con Marshall.

-Lo siento, los gatos escuálidos no son mi tipo. Prefiero una clase de felino más resistente.

Una con suaves curvas peligrosas, boca exuberante, cabello ondulado de color jengibre y el fuego más ardiente en sus ojos ambarinos.

-Pero sí, yo invito. Hay una cosa que quiero hablar contigo.

Este asunto podía trascender más allá de la coalición, si había amenaza de cazadores en territorio Gold Pride, era muy probable que esa amenaza pudiera extenderse al territorio Fire Heart.

Y si el lugarteniente de los leopardos era tan depredador como Marshall, entonces, no rechazaría una cacería.

Su león gruñó a través de su orgullo herido.


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