Capítulo 10

En una cabaña protegida en el vértice entre tres territorios, Aria permaneció unos segundos observando el recuadro con el mensaje de conexión finalizada en la esquina inferior izquierda, su mente repasando la información que Ava Storm le había enviado. Cerró el recuadro, pero mantuvo pasando las imágenes de forma automática, los rostros humanos ocupaban la pantalla cinco segundos a la vez, las expresiones de pánico, miedo y desesperación de unos, desprecio, asco y desdén por parte de otros. Cada uno obligado a mirar hacia la cámara, en la mayoría de imágenes se podía ver las fuertes manos que sostenían sus rostros para que no se movieran.

Aria quería traspasar la pantalla para alcanzarlos, la necesidad violenta rugió en su sangre, luego la tristeza que pudo percibir en Ava enfrió sus emociones. En el pasado, Aria se habría hundido en la culpa y el enojo, dos emociones que usó para levantarse en sus momentos más difíciles, pero que se volvieron cada vez más y más grandes, más y más asfixiantes, tomando todo de ella, hasta que ya no encontraba la fuerza suficiente para sonreír...

Un gruñido desde la cocina de la cabaña evitó que descendiera más en ese camino oscuro, el vínculo en su mente envió un pulso caliente que se expandió por su columna y se convirtió en suaves olas que aliviaron el peso de la amargura. Recordó los años que trabajó como agente de campo en la AAC, se había exiliado por voluntad del clan Ice Daggers para refugiarse en un lugar remoto de Rusia creyendo que al estar aislada lograría superar y cerrar las heridas de su pasado. Sin embargo, estuvo equivocada, no soportó estar sin hacer nada, sus instintos se volvieron cada vez más fuertes, la necesidad fue un puñal astillado en su corazón. Se dio cuenta en ese entonces, que ella ya no podía volver a tener una vida como solitaria.

Las emociones y los recuerdos de sus lazos vinculares con los miembros de su Clan permanecieron a pesar de que los había cortado.

Así fue como decidió trabajar para la asociación anti-cazadores. Tres largos años... Aria todavía podía sentir el terror, el olor a sangre de sus víctimas cuando liberó los instintos depredadores para eliminar hasta el último criminal de su lista...

-Regresa -fue el pedido ronco de su compañero, su voz fluyendo en su mente como seda líquida.

Sean la envolvió con los brazos, inclinado sobre el respaldo del sillón gris claro de la sala, apoyó su mejilla en su sien derecha. Confortada por el afecto salvaje del puma que sostenía su alma y corazón, Aria inclinó la cabeza hacia atrás, Sean no desperdició la invitación, nunca lo hacía, marcó su cuello de esa forma lenta y suave y húmeda, que a ella le hacía desconectarse brevemente de todo.

-Harlan ya se durmió -informó, su voz lenta, profunda, acariciando cada parte de ella-. ¿Me dirás lo que sucede?

Sabiendo que nada escapaba a la filosa concentración de este puma alfa, Aria se inclinó un poco hacia su derecha, girando, levantó la mirada hacia él. Fue recibida por esos ojos del marrón más oscuro con suaves pinceladas cobrizas rodeando las pupilas negras. Solo ella podía ver la belleza de sus ojos, para el resto del mundo Sean tenía el color del carbón.

Si hubiera sabido que tendría este nivel de conexión, de intimidad, habría deshecho el bloqueo sobre el vínculo con el que lo mantuvo alejado mientras hizo trabajo de campo. El afecto de Sean, una fuerza primaria que se estrechaba a su alrededor sin dejar ni una sola brecha libre, habría aliviado la carga en sus peores momentos de frustración.

-Cazadores -respondió, dejando de lado los pensamientos sobre lo que hubiera pasado si ella hubiera actuado diferente. Necesitó estar sola y luchar contra el lado más cruel y despiadado del corazón humano para saber de qué estaba hecha, cuál era la razón de su existencia-. Esta vez fue una cacería en masa.

El vínculo, esa línea brillante que se encendía en su mente cuando cerraba los ojos, los delgados hilos dorados y azules entremezclándose unos con otros, vibró con la fuerza protectora de Sean. Su felino recibió esa fuerza, haciéndola parte de ella.

-¿Alguno de nuestros aliados está en riesgo? -Preguntó, su voz volviéndose grave.

Subiendo su mano para acariciar las delgadas fibras negras de su cabello, Aria lo tranquilizó. Desde que regresó de su exilio, el puma había desarrollado su instinto protector a un nuevo nivel, ignorando los principios básicos con los que se había creado su clan, liderando a sus leales pumas a un camino donde ya no les importaba el tipo de animal en que se convertían los demás, todos pertenecían a la misma raza, negar la ayuda a otro era como negarse a sí mismos.

Y Aria lo amaba por eso, su enorme corazón, su enorme voluntad para mantener a todos a salvo.

-No, la coalición está bien. -Sonrió. Desde que había ayudado a los felinos de Gold Pride a recuperar sus tierras, Aria había entablado relaciones con la mayoría de ellos. Incluso ahora tendrían conexiones vinculares a través de Dimael, uno de sus leopardos de las nieves que solicitó quedarse en la coalición junto a su compañera-. Sin embargo, esto les afecta de manera indirecta. Los cazadores tomaron como objetivo a una familia de tigres cuyas tierras son cercanas al territorio de la coalición.

El felino de Aria mostró los dientes, su pelaje deslizándose bajo su piel. Siete desaparecidos, la pareja vincular de la matriarca de la familia fue asesinada. Los recuerdos sangrientos gritaron, los cuerpos sin vida de sus seguidores alineados en la tierra...

Sean besó su frente, luego se incorporó, rodeó el sillón y se sentó junto a ella. Un brazo pasó sobre sus hombros, Aria se acurrucó en su calor.

-¿Mcgraw intervino?

-Sí, pero se arriesgaron demasiado.

Si estuviera en su lugar, Aria habría enviado a todos los refuerzos disponibles junto a los emisarios. No debía subestimar a los cazadores, siempre había que ir en alerta máxima si ellos estaban involucrados.

-Aunque lograron rescatar al resto de la familia, Patrick pudo perder a varios de los miembros que mantienen a su coalición unida.

El anotador digital sostenido por un tridente en la pequeña mesa central, envió un alerta de sonido. Sean se anticipó, llevando su cuerpo hacia adelante abrió el archivo que Ava envió, era el reporte de la captura.

-¿Ella es la mujer a la que supervisas? -Él preguntó mientras leía, su concentración una hoja afilada sobre la pantalla.

-Sí, ella es...

-Realmente fuerte -continuó Sean.

Sonriendo por su perspicacia, Aria extendió su mano sobre la espalda musculosa cubierta por una camiseta de algodón blanca del puma, su fuerza se tensó bajó su toque.

-Yo iba a decir que es inteligente.

Había algo en la tigresa de Gold Pride que mantenía a su leopardo de las nieves en alerta, más allá de su firme naturaleza dominante, sus sentidos se agitaban cada vez que mantenía una conversación con ella, como si le estuvieran advirtiendo que Ava es más peligrosa de lo que parecía.

-Enfrentarse a un pequeño grupo de cazadores sabiendo que había uno mayor rodeando al objetivo no me parece algo muy inteligente, suena más a una apuesta.

Con un dedo, Aria trazó la línea de su columna, haciendo a Sean arquearse involuntariamente, sus pensamientos desvaneciéndose. El puma gruñó una advertencia, fingiendo que no había contenido el aliento con eso.

-Tienes razón -respondió-. Hizo una apuesta peligrosa, pero confió en sus compañeros de coalición y salió victoriosa. Hay que admitir que Gold Pride tiene un rápido sistema de respuesta.

Sean le echó una mirada furtiva sobre el hombro, sus ojos estrechándose, el dorado animal apenas visible bajo las pestañas oscuras.

-Uh, ¿ya estás analizando una alianza? -Sean volteó para continuar leyendo el informe.

-Le di la sugerencia a Liam el mes pasado -dijo, y adoptó su postura para apoyar la cabeza contra el hombro de él. Su necesidad de tocarlo ya era parte vital para ella-. Me encantaría hacer de enlace, los leones tienen un negocio de turismo en el que rentan cabañas para parejas.

Un largo ronroneo.

-Ya tienes mi atención. -Un beso suave en el vínculo-. Ahora, ¿qué es lo que te preocupa? -Insistió.

Humedeciendo sus labios, Aria le comentó sobre aquello que le mantenía inquieta desde que comenzó a supervisar el equipo de investigación de la tigresa.

-Ava..., es inestable -comentó-. Sus instintos son más fuertes que los míos, pero ella no es alfa.

Era un dilema que permanecía en un rincón de su mente, sepultado a veces por la cantidad de cosas de las que debía ocuparse a diario, pero revivía cuando tenía a Ava Storm del otro lado de la pantalla, y entonces sus alarmas se encendían.

-¿Crees que ella sea una nueva denominación? -Sean sugirió-. ¿Cómo Aiden? -Mencionó, el hombre era uno de los pocos cambiantes ambiguos conocidos, su doble naturaleza dominante y sumisa lo hacía incapaz de ubicarlo en un único sitio dentro de la jerarquía del clan.

-Puede que sí, no estoy segura. Su control es frágil y eso me preocupa.

Sin embargo, no debería. Ava Storm no era parte de su clan, pero le fue imposible. Había una peligrosa acumulación de emociones agresivas en ella, si se le añadía que tuviera instintos tan fuertes, un lado animal tan intenso, la combinación era explosiva, Aria lo sabía bien.

-Si lo pones así, ella es parecida a ti.

Su pecho se apretó, la poderosa energía de Sean aliviando su corazón inquieto.

-Pero yo domino mi instinto asesino. -Lo había usado para matar a aquellos que amenazaron a los suyos, para torturar a los criminales-. Lo que siento en Ava..., creo que sobrepasa mis habilidades.

Una bestia incontrolable de esa magnitud sería un riesgo gigantesco.

-¿Alguien más poderoso que tú? -Sean chasqueó la lengua, llevó su cuerpo hacia atrás, volviendo a estrecharla contra su cuerpo, a besar su cabello negro-. No lo veo posible. Descuida, Ava solo debe ser muy dominante.

Aria apoyó la cabeza sobre los latidos del puma.

-¿Y si no es así?

Ella sabía que habían cambiantes cuyas naturalezas e instintos eran tan fuertes que sofocaban su humanidad, y se convertían en asesinos despiadados, sin razonamiento en sus mentes. El salvajismo más violento. Aria nunca estuvo cerca de ese límite, porque se apoyó en Liam, en sus compañeros de clan, y ahora, en su compañero. Gracias a ellos, siempre mantenía sus instintos bajo control.

¿Qué tipo de vínculos tenía Ava? ¿Cuan fuertes eran los lazos con su coalición? ¿Podía apoyar su humanidad en los hombros de otra persona?

-Ella estará bien -Sean aseguró, con una certeza irrefutable-. Si puso en riesgo su vida por desconocidos solo porque era lo correcto, tiene la fortaleza necesaria para mantenerse en pie. -El vínculo vibró, desprendiendo un torrente de amor-. Además, tú no la dejarás caminar en la oscuridad.

Abrigada por el afecto interminable de un puma alfa, Aria se deshizo momentáneamente de la preocupación alrededor de Ava Storm, confiando en su palabra. Sea lo que sea ella, Aria siempre estaría vigilando.

-Sí, tenemos trabajo que hacer.

El puma de Sean arañó la superficie, buscándola.

-Evita ponerte en riesgo.

Fue una orden desde el corazón del alfa, Aria no protestó, le dejó acariciarla. No quería preocuparlo, había demasiadas tensiones sobre sus hombros. Ambos sentían la atmósfera de inestabilidad creciendo cada vez más, desde que la enfermedad de los lobos comenzó a ser un tema de debate a nivel mundial, la inestabilidad se estaba acelerando.

Aria sabía que esta paz no sería algo permanente.

• • •

Las garras de Marshall presionaron contra su piel mientras veía las curvas de la mujer en movimiento, su león empujaba, gruñendo y quejándose, insistiendo para continuar la persecución. Un animal ajeno a toda lógica y razonamiento, no entendía que las cosas eran distintas, Ava Storm no era una leona que buscaría barrer el piso con su cara para comprobar cuan fuerte y resistente era su pretendiente, ella era una tigresa que literalmente quería barrer el piso con su cara solo para hacerlo sufrir.

O al menos, ella pensaba de esa forma.

Su obstinación le hizo apretar los puños. Pero pronto su pierna sana comenzó a debilitarse por el peso, y tuvo que atender su frágil equilibrio. Agachándose, su pierna herida levantada, Marshall tomó la muleta que ella había tirado y se incorporó. Cuando levantó la mirada ella ya se había ido del pasillo.

Su femenina esencia seguía en el aire, acariciando su olfato, endureciendo su cuerpo, llenándole de frustración y deseo. Entre la razonable idea de rendirse y la apasionada voluntad de tomar el pequeño descubrimiento como una señal, Marshall no sabía cuál opción escoger.

Giró, sabiendo que él tenía razón. Su sentido del olfato no fallaba, fue fácil distinguir cada uno de los productos de limpieza que ella usó en esa sudadera, más sencillo todavía tomar el rastro de olor de Kenny. Las mujeres cambiantes podían tener fama de impredecibles, pero seguían lógicas similares, llevar el olor de un hombre significaba protección pero también posesión y eso, para ellas, era algo muy delicado.

Ava no sería la excepción, ella podía no querer ningún olor sobre ella... O podía estar esperando tener alguno en un futuro no muy distante, fuera consciente o no, esa sería la razón por la que creyó que debería lavar esa sudadera en particular, pero sofocando la marca sensorial en el proceso.

Si su teoría es cierta o no..., por el momento no hay manera de averiguarlo.

La única opción que le queda es retirarse. Algo con lo que su león no está de acuerdo. «Debemos atender estas heridas primero» se recordó, comenzó a caminar con la muleta un paso a la vez. Una idea más accesible pasó por su mente, una que involucraba aplastar el cráneo del maldito cazador que lo dejó parcialmente incapacitado. Mientras avanzaba por el pasillo, Marshall dejó su imaginación fluir viéndose a sí mismo repartiendo su justicia divina contra el desgraciado.

Cuando regresó a la sala común de la casa, la encontró vacía, las luces ya encendidas, la oscuridad era una cubierta negra más allá de las puertas, del otro lado las suaves luces brillaban iluminando el pequeño jardín privado. En el centro de la sala, sobre la mesa de madera, había una jarra llena de agua y un vaso de vidrio. Sonriendo por dentro, Marshall supo que alguien habría anticipado que tendría sed, así que se tomó unos minutos para beber un par de vasos y luego continuó por otro pasillo. Su habitación se encontraba en el lado opuesto de la Casa Matriz, casi al final de la sección de habitaciones derecha, el sector estaba ocupado por los hombres de la coalición, pero estaba comenzando a vaciarse debido a que algunos miembros finalizaron sus cabañas en diferentes puntos del territorio, o escogieron vivir en el pueblo.

El espacio libre no tardará en ocuparse.

Jadeando, Marshall llegó hasta su habitación, se detuvo, apoyándose contra la puerta después de cerrarla. Le faltaba el aire, y su corazón dolía un poco. El sitio no era tan grande como para que un cambiante león de su tamaño pudiera moverse en todas sus formas, pero poseía un par de ventanales corredizos y libre acceso al bosque detrás de la Casa Matriz, la zona de juegos estaba a unos cientos de metros hacia el centro y él podía vigilar desde aquí durante sus turnos cuando los cachorros salían al aire libre.

Había otra razón por la que prefería tener ventanales, una vía de escape y espacio disponible, le daba cierta seguridad. Fue por eso que, antes de descansar definitivamente, deslizó uno de los ventanales, la temperatura del ambiente cambió cuando el calor escapó para mezclarse con la brisa fría del exterior.

El frío no importaba, Marshall solo debía tener la certeza de que siempre tendría una vía libre. Solo eso.

Alejándose del ventanal, se sentó en el borde de la cama individual, dejó la muleta en el suelo cubierto por una delgada alfombra de piel sintética color blanco. Se quitó las zapatillas apretando los dientes por los latigazos de dolor que sintió al tratar de llegar a sus pies, tras haberlo hecho extendió las plantas de los pies y los dedos, permitiendo que la textura de la alfombra se llevara un poco de la tensión, al mismo tiempo, cerró los ojos y comenzó con los ejercicios de flexión.

Primero, los hombros, lentos movimientos circulares, después, el cuello girando suavemente como las agujas de un reloj. Ava no tardó en ocupar el espacio en blanco, sus hermosos y feroces ojos ambarinos, la delicada línea de su mandíbula, ese cabello largo, sutilmente ondulado, del color del jengibre, hubo un momento en que pudo sentir su presencia intentando alcanzarlo, pero al abrir los ojos, su corazón bombeando con fuerza, solo se encontró con su reflejo en el ventanal y la quieta oscuridad de la noche.

Sabiendo que ella no vendría a él a menos que quisiera volver a intentar acabar con su vida, Marshall terminó los ejercicios, segundos después llamaron a su puerta.

-Adelante -dijo, porque sus agudos sentidos no fallaban al detectar la distintiva marca de poder que rodeaba al alfa, podía atravesar las paredes.

Con su metro ochenta y dos de músculo sólido, una camiseta negra, pantalones de cargo marrón claro y botas del mismo color, Patrick Mcgraw era todo lo que un cambiante león aspiraba a ser, grande, fuerte, imponente. Sin embargo, la mayoría del tiempo era una bestia dócil.

La mayoría de la gente piensa que un león es todo gruñidos y pavoneo, largas y agresivas batallas por el poder, pero la realidad es diferente.

-Espero que te encuentres mejor -Patrick entró, en sus manos cargaba un contenedor de alimentos gris. El cocinero de la coalición no dejaba a nadie sin alimentar-. La cena estuvo un poco vacía esta noche, así que Alexander ha enviado las raciones a los que no estuvieron.

Marshall quiso preguntar si Ava había ido a compartir la cena con los demás, pero se detuvo a último segundo. El hecho de que la tigresa se saltara algunas comidas ya había sido aceptado por la mayoría, incluido Alex.

-Gracias -dijo, arrastrándose para llegar al centro de la cama, Marshall gruñó cuando sintió el tirón de los músculos en su pierna-. Esto es molesto.

Patrick lo observó, su concentración en algo que Marshall no podía ver ni sentir, pero lo estaba sanando por dentro.

-Déjame hacerlo por mi cuenta -replicó, abriendo el contenedor, los olores se elevaron.

Su comida especial de la noche: caldo de avena y verduras, un trozo de pan, un vaso de agua con tapa y una manzana.

Marshall agradecería una hamburguesa de vez en cuando, o una porción de pizza.

-No puedes obligarme a no cuidar de los míos -Patrick respondió.

El león de Marshall se recostó, reconociendo que ya no era el más fuerte aquí a pesar de estar en un entorno intrínsecamente suyo. Saber cuando ceder terreno ante el alfa es un requisito básico de supervivencia.

-Tienes que recuperarte pronto -agregó, yendo hacia uno de los sillones individuales rojos en la pared frontal a la cama, allí dejó caer su enorme figura-. Puede que tengamos un poco de agitación.

Ojos dorados llenos de poder, brillo contrastó con el saludable marrón dorado de su piel. Marshall no olvidaría nunca que este hombre hace dos años, puso la coalición en sus manos cuando creyó estar a punto de morir debido a las lesiones físicas de su vínculo roto. Recordar eso lo ponía inquieto.

Aunque Tanya, su actual pareja vincular, había encontrado una forma de extender su vida, Patrick no estaba fuera de peligro.

-¿Qué piensas de esa familia? -Le preguntó, calmando a su león, su alfa, el hombre que había confiado en él para crear Gold Pride, estaba decidido a aferrarse a la vida.

-Tengo la ligera sensación de que les hicieron lo mismo que a nosotros.

Marshall gruñó mientras Patrick pasaba una mano por su melena, las largas y onduladas fibras eran de color castaño muy claro, casi rubio.

Su memoria se llenó de aquellas amargas y duras emociones cuando estuvieron a punto de perderlo todo, la forma en que fueron manipulados por desconocidos era difícil de olvidar. Peor aún, el sujeto que facilitó todo -desde incriminar a Patrick en un asesinato para quitarlo del juego y preparar el territorio de manera legal para una subasta, hasta robar los ahorros de toda la coalición cuando supo que fue descubierto-, Nolan Storm, seguía siendo una traición dolorosa.

-¿Piensas que alguien por fuera los vendió a los cazadores?

Una repentina sensación de culpa subió por su pecho cuando, la primer opción que ocupó su mente al preguntar eso fue un ser humano, Tanya era un fiel ejemplo del espíritu generoso y obstinado dentro del corazón humano. Sin embargo, la maldad del resto era demasiado grande.

Humanos y cambiantes eran capaces de todo, pero no sentía cómodo con la idea de que un cambiante haya entregado a la familia Dawn como un objetivo para los cazadores.

¿Cómo podría dormir tranquilo por las noches?

-Es lo que Ava sospecha -Patrick respondió, con solo escuchar su nombre Marshall se tensó-. Es posible que requiera tu ayuda.

Untó un pedazo de pan en el caldo.

-¿Pedir ayuda? -Dudó, un borde irónico, casi nervioso, mientras comía-. ¿A mí? ¿Estamos hablando de Ava?

La mujer que lo quería muerto.

La mujer que no era capaz de matarlo.

La mujer que hacía arder su corazón.

-Puede que no se vea a simple vista -dijo Patrick, llevando su cuerpo hacia atrás para descansar la espalda contra el respaldo del sillón, sus brazos cruzados al pecho-. Pero hay un ligero cambio en ella, está más... Concentrada. Quiero que siga así, necesita un objetivo, una misión y esto es exactamente eso.

-¿Averiguar por qué los cazadores decidieron cazarlos? Es evidente que hay un motivo económico.

-Pero la cacería en masa es extremadamente inusual y lo sabes -Patrick remarcó.

-Sí.

Marshall terminó el caldo, tratando de hacer las conexiones.

-Si la teoría de que fueron entregados es cierta, y si el que lo hizo quería sus tierras, será realmente difícil que tenga alguna clase de vínculo con los cazadores.

Los cambiantes que solicitaban tierras que fueron habitadas por grupos disueltos eran investigados de forma exhaustiva antes de la entrega, si había cacería de por medio, la exigencia aumentaba el triple. Por lo tanto, si alguien está detrás de las tierras y es lo suficientemente inteligente, intentará borrar las conexiones.

Un movimiento lo tuvo regresando su atención al tranquilo pero letal hombre frente a él, un hombre con el brillo del asesino en su interior.

-También sabes -Patrick habló, su tono agravado por un gruñido apenas contenido-. Que tarde o temprano, siempre cometen un error.

Estaba recordando a Nolan.

Marshall asintió con un gesto.

-Investigar a fondo sobre este asunto será tan importante como la alianza con los leopardos.

Un leve escozor en su pierna, de pronto ya no sentía sus músculos tan rígidos, Marshall supo que Patrick estaba empujando su energía al límite para forzar la curación.

-Vas a enfurecer a todo el equipo médico.

Un brillo divertido, una sonrisa ligera.

-Puedo con ellos.



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