●Recuerdos●
La mañana comenzaba asomarse dentro del hogar de los McVey. Los rayos de sol se filtraban entre las finas cortinas y alumbraban todo aquello que lograban alcanzar. Sólo una parte de los durmientes dueños se vió afectada por el brilloso amanecer.
James escuchó perfectamente las pisadas bajar por la escalera y perderse en el piso de abajo. Supo que se trataba de su madre porque Sophie jamás se despertaba tan temprano y el peso sobre él le recordaba la presencia dormida de su novio.
Se levantó despacio, tratando que el castaño no notara sus movimientos para salir de la cama. Se vistió con las primeras prendas que encontró y salió de la habitación rumbo a dónde su madre estuviera. En cuánto despertó y oyó las pisadas comprendió que ese era el momento indicado para iniciar la conversación que tanto buscó.
No quería hostigar a su pobre madre ya desde la mañana con preguntas incómodas, pero él necesitaba saber la verdad. No podía tener ninguna postura respecto a John si las dudas seguían rondando a su alrededor como si de mosquitos se trataran.
Al bajar oyó la televisión de la sala encendida y dirigió sus pasos hacia allí. La adulta se encontraba de espaldas a la entrada, con la mirada fija en la televisión y un pote de palomitas en su regazo. James sonrió y se acercó despacio hasta sentarse a su lado, recibió una sonrisa de saludo junto a un suave "Buenos días".
Estando sentado junto a ella fue que pudo notar la tranquilidad que rondaba por su hogar a esas horas. No había música retumbando por las paredes, ni Sophie andaba haciendo sus tonterías por ahí. Era un inmenso silencio cortado por el casi inexistente sonido de la película que se transmitía. Aún cuando no quería interrumpir aquella paz, se obligó a dar el gran paso.
—Mamá —Ella giró el rostro de inmediato sin dejar de comer palomitas. —Cuando John se fué, ¿él verdaderamente no nos dejó nada?
Notó el momento exacto en que el ambiente se volvía tenso y duro. El pote en manos de su madre pasó a estar en la mesa ratonera y el sonido de la película se redujo hasta llegar a cero. Todos aquellos detalles sumados a la incómoda postura de la mujer le dieron indicios de que tal vez no había sido la forma correcta de comenzar la conversación.
—James, tú sabes que tu padre nos dejó un par de dólares antes de irse.
Suspiró y tiró su cabeza para atrás tratando de hallar las palabras correctas para decir lo que tanto le costaba expresar.
—Ya lo sé, yo sólo... —soltó otro largo suspiro al mezclarse con su propia lengua. —No es eso a lo que me refería.
Ella frunció el ceño mirándolo de manera confusa, pero por el pequeño brillo de sus ojos James supo que ya sabía por cuál lado iba yendo la charla. Su madre giro su cuerpo para quedar frente a él en el gran sillón.
—¿Y a qué te refieres? Dimelo, cariño —Su voz había usado el mismo tono dulce de siempre, pero había una pizca de dureza que antes nunca había oído.
El rubio se rascó la nuca esperando que alguna idea cruzará su hueca cabeza. No lograba encontrar la manera para hablar de un tema tan delicado para su familia, no quería ofender a su madre ni mucho menos acusarla.
Sin embargo, lo único que relucía en sus pensamientos es que su viejo amigo Scott habría sabido cómo arreglarlo.
—Siempre pensé que él nos odiaba —Decidió que ser sincero era la única forma de llegar algún lado y no quedarse perdido entre los almohadones de ese sillón. —Nos había dejado, te dejó cuando más lo necesitabas y se llevó todo con él. Cuando se fué, nos condenó. Nos condenó a una vida de trabajo duro para poder tener un simple plato de comida. Te condenó a ti, a mí y a Sophie.
Corrió la vista de sus manos a los cristalinos ojos de su madre que jamás había apartado la mirada de él. Sus grandes iris trataban de apoyarlo a seguir, aún cuando sabía que no le gustaría nada el final de esa conversación.
—Yo no lo odiaba, es mi padre después de todo, pero si tenía un gran resentimiento. Cuando era niño sólo sentía un gran pensar en el pecho, pero hace unos años noté que era realmente —Suspiró ya por tercera vez en lo que iba de la mañana, pareciera que era su modo de calmarse. —Jamás se me cruzo por la cabeza que algún día aparecería, no después de que decir su nombre en las calles se volvió un pecado. Los vecinos, nuestros amigos, incluso nosotros mismos lo censuramos todo lo que pudimos. ¿Por qué lo hicimos?
La mujer frente a él lo vió sorprendida y separó sus labios con la intensión de decir algo, cualquier cosa. Sin embargo, ningún sonido salió de ellos y, antes de que pudiera pensarlo mejor, James tomó la palabra.
—Todo este tiempo pensé que él nos odiaba —volvió a repetir esta vez más alto. —Pero no es así. Él es un buen hombre, me acepta como soy, cuida de Sophie y de mi, se preocupa y trata de estar lo más presente posible. Así que lo voy a preguntar una sola vez y espero que seas sincera conmigo mamá, ¿John no dejó absolutamente nada cuando se fué?
James esperaba muchas reacciones de parte de su progenitora. Gritos, llanto y hasta golpes, pero no sé le había ocurrido que ella se levantaría y lo dejaría solo en aquél oscuro cuarto. La escucho subir las escaleras y luego de tiempo volver a bajarlas, cuando se sentó junto a él notó las cientas de cartas que cargaba.
—Cuando John se fué, yo...yo estaba destrozada —Por primera vez desde que había desatado el caos escuchó la voz quebradiza de su madre, se oía rota y culpable. —No entendía que había hecho mal, cuál era la razón por la que él se había ido así como así. Sin decir adiós, sin avisar. Él sólo se fue, James. Se fue y me dejó con dos niños a los cuáles debería criar sola.
—Mamá.
—Déjame terminar —Lo interrumpió para seguir ella el hilo del relato. —Estaba deprimida y muy dolida, así que cuando unos días después me llegó una carta de él diciendo que alguien le había abierto los ojos y le había demostrado que él jamás sería un buen padre, yo... yo simplemente la boté —Las delicadas manos pasaron el montón de cartas que mantenía entre sus dedos a su regazo. James alcanzó a leer su nombre en ellas. —Él siguió mandando cartas, pero esta vez también a ustedes, y varias veces mandaba dinero o regalos. Supongo que el remordimiento me comió viva, porque cada vez que un obsequio o monto de billetes llegaba a casa yo lo mandaba de vuelta.
Sintió una leve punzada en el pecho al oírla, una pequeña dolencia en su pecho que gritaba a los cuatro vientos la traición cercana que acababa de descubrir. Comenzó a revolver las miles cartas descubriendo que efectivamente las fechas de las mismas remontaban a el año que los dejó.
—No me enorgullezco de mis actos, hijo mío, pero tú debes comprenderme —Sintió el contacto delicado sobre su mano y se resistió ante la necesidad de apartarla. —Estaba muy herida y para cuando me di cuenta de mi error, ya era demasiado tarde. Perdóname cariño, nunca fue mi intención que terminaras viviendo con ese resentimiento en ti.
No pudo decir nada, la garganta se le había secado tanto que hasta tragar le parecía un gran esfuerzo. Alejó la mano de su madre y tomó la caja repleta de cartas para irse. Si ella lo llamó o intento detenerlo, jamás lo supo porque el mundo parecía ir en cámara lenta junto a sus pasos.
En cuanto estuvo afuera aumento la caminata hacia donde sus recuerdos lo llevaran.
[...]
Jamie:
Lamento tanto haberme ido de esta manera mi niño. Lamento tanto haberte dejado a ti y a tu pequeña hermana.
Todavía no puedes comprenderlo, pero es lo mejor para ambos. No soy el padre que ustedes merecen, no soy el esposo que tu madre merece. No soy un hombre destinado a tener una gran familia, no está en mi sangre.
De todas formas, espero que no me odies.
Te ama, papá.
[...]
Jamie:
Es el primer cumpleaños que no pasaré a tu lado, le pediré a las estrellas para que alguien te haga waffles en la mañana y los lleve a tu habitación como yo solía hacer. Todos mis deseos son para ti y la pequeña Sophie.
Te ama, papá.
[...]
Jamie:
Hola hijo, espero que tu año haya sido un buen año después de todo.
Me gustaría que respondieras a mis cartas, con lo que sea. Sé que aún te cuesta escribir pero puedes pedirle ayuda a tu madre, sé que ella no se negará.
No quiero hacer esto tan largo, recuerdo que aún tenías un poco de complicaciones con la lectura.
Te ama, papá
[...]
Jamie:
Feliz navidad cariño, espero que puedas desearle lo mismo a tu hermanita de mi parte.
Traté de enviarte mis obsequios a través de tu madre pero ella los envío de vuelta, creo que podrías hablarlo con ella para que los acepte ya que tampoco contesta mis llamadas.
Eso no importa, son temas tontos de adultos que a ti no deberían afectarte.
Feliz año nuevo por adelantado.
Te ama, papá.
[...]
Jamie:
¡Es tu fiesta de 10 años! Bueno, espero que tu madre haya podido realizar la fiesta. Entiendo porque no acepta mi dinero, sé que ella debe odiarme por todo lo que le he hecho. Sólo me gustaría saber si aún me quieres, créeme que lo último que quiero es que tú o Sophie me odien.
De todas formas, feliz cumpleaños Jamie.
Te ama, papá.
[...]
Jamie:
Todavía no respondes a mis cartas, pero me conformo con saber que ya puedes leerlas por ti mismo. Hoy es el cumpleaños de la pequeña Sophie, dile que su padre le desea el mejor de los cumpleaños para la princesa más bella.
Te ama, papá.
[...]
Jamie:
¿Lees mis cartas? Me gustaría saber si lo haces.
Te ama, papá.
[...]
Jamie:
¿Sigues molesto conmigo? Podemos arreglar para vernos y conversar, sé que podemos llegar a algún punto.
Te ama, papá.
[...]
James:
Comprendo las razón por la que nunca has contestado a mis cartas, te entiendo por completo.
Sé que fui un imbécil y los perdí a todos desde el momento en que dejé nuestra casa. Supongo que fui tan tonto como para pensar que podía remediar mi ausencia con dinero, juguetes y cartas.
No importa hijo, no estoy molesto con ninguno de ustedes y menos contigo.
Sigue siendo como eres Jamie y estoy seguros que algún día serás un gran hombre.
Te ama y te amará siempre, tu padre.
[...]
Su padre había enviado una carta al mes por años, había esperado una respuesta por años y jamás la obtuvo. La última de ellas tenía fecha del mes de agosto del año pasado, hace ya casi un año que se rindió con las cartas pero decidió volver a la ciudad.
No quería llorar, estaba cansado de sentirse de aquella manera, pero la presión en el pecho no aminoraba y sentía que en cualquier momento su corazón explotaría. Las lágrimas ya resbalan sobre sus mejillas para cuando sintió un apretón en su hombro, limpió con rapidez su rostro y observó a quién lo llamaba.
—¿James? ¡Que agradable verte! —Ella le sonrió pero la bella sonrisa se convirtió pronto en una mueca llena de preocupación. —¿Qué sucedió? ¿Connor está bien? ¿Y tu madre?
La rubia no espero a ser invitada y se sentó frente a él, dejando caer sus manos sobre las miles de cartas sueltas sobre la mesa de la cafetería. Bajó su mirada un segundo a ellas pero volvió a subirla en busca de alguna respuesta de su parte. McVey pasó las yemas de sus dedos por debajo de sus ojos quitando el agua salada de allí, no podría hablar con ella si lucía como un desastre.
—Ellos están bien, sólo... —Empujó el montón de hojas hacia la chica dándole el permiso de mirarlas. —Hablé con mi madre sobre mi padre y ella terminó entregándome todas estas cartas.
Kirstie tomó una de las que ya estaban abiertas y comenzó a leerla, sus ojos se movían con rapidez sobre las palabras buscando lo que la llevaría a entender la situación. James la vió leer varias de las cartas durante varios minutos, en medio del silencio llamó al mesero para pedir un café para su acompañante.
Para cuándo el café llegó a su poder, la chica había terminado con la última carta y lo veía completamente sorprendida. James tomó un trago de su bebida y empujó la taza rebalsante de líquido hacia ella.
—¿Tu madre te ocultó todas estas cartas durante todo este tiempo? —Asintió dándole la razón y levantó una caja que se encontraba a su lado, en ella reposaban más sobres sin abrir. —Dios Santo, son demasiadas.
—Y nunca dijo nada —murmuró más para si mismo que para su acompañante, mas ella lo escuchó y estiró su mano para acariciar la suya tratando de brindarle apoyo. —¿Qué se supone que deba hacer?
—Seguir con tu vida. Es tu madre y no haría nada que te cause daño, ella tal vez sentía que era lo mejor para ustedes —susurró.
James no emitió respuesta, pero no apartó su mano de la entrelazada con la rubia. De alguna manera se sentía confortado por el suave tacto de sus yemas; era un tacto que pensaba ya haber olvidado, mas al instante que ella sostuvo su mano entendió que el gran aprecio que tuvo por Kirstie jamás se iría. Fue su mejor amiga más que su novia, y no cree que otra mujer pueda ocupar el lugar que le pertenece.
—Gracias Kirstie, eres una excelente amiga. —La leve sonrisa que le devolvió fue suficiente para atreverse a murmurar lo siguiente: —Te extrañé.
Supo que había sido demasiado pronto cuando el contacto entre ellos desapareció y los iris vecinos se cristalizaron por las retenidas lágrimas. Su instinto lo llevó a cruzar la mesa hasta llegar a su lado en cuanto vió las primeras gotas caer.
—Lo siento, no sé que hice mal pero lo siento —pasó sus largos brazos por los hombros de la chica, tratando de abrazarla, mas ella aceptó el gesto unos segundos antes de separarse. Tenía los ojos brillosos y una pequeña sonrisa resplandeciendo; James primero sintió el suave tacto en su mejilla y luego, una leve presión sobre sus labios que no fue más que un gasto beso.
En ningún momento cerró los ojos, y su sorpresa se notó en ellos. Las manos de Kirstie dejaron su rostro para sacudirlo un poco mientras una suave risa salía de sus labios.
—Lamento eso, no mal pienses mis intenciones por favor —suspiró y prosiguió. —Todos dicen que te dejé James, tu mismo me lo has dicho, pero no fue así. Tú me dejaste primero, desde el momento en que te enamoraste de Connor pasé a ser sólo una gran amiga. —Esta vez fue él quien tomó sus manos para detener el temblor. —No estoy enojada, tampoco lo estuve en su entonces, pero necesitaba despedirme de ti.
Asintió, y eso fue todo lo que pudo hacer, porque James podría parecer tener una gran madurez pero seguía teniendo tan sólo 17 años. Así que sólo se quedó ahí, con sus manos unidas a las de ella y mirando el vacío detrás.
—Entiendo que no fue adecuado, pero no es contra de ti o de tu relación con Connor. Los respeto mucho pero, bueno empiezo a pensar que no fue lo mejor que pude haber hecho. Perdóname, no...
James frenó la fila de palabras sin sentido que salía una detrás de otra de su amiga —Kirstie, detente. No estoy enojado, sólo... me tomaste por sorpresa.
La rubia lo observó por un largo tiempo que se volvió realmente incómodo para James, luego volvió a lucir aquella pequeña sonrisa antes de soltar sus manos para tomar las cartas.
—No existe ninguna oportunidad entre tu madre y tu padre James, pero entre ti y él todavía hay una gran posibilidad.
Las pequeñas cartas se esparcían por toda la mesa, algunas abiertas, otras cerradas. Sin embargo, todas ellas contenían palabras que siempre quiso escuchar.
—¿Cómo lo sabes? —indagó.
Kirstie dejó los papeles allí y se levantó pasando justo por delante de él, antes de irse le dedicó la que sería, tal vez, la última sonrisa.
—Ya te he dicho. Uno siempre vuelve a dónde fue feliz, y no necesariamente debe ser un lugar.
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