●Mudanza●

Sentía su cuerpo arder del calor, apenas había puesto un pie en la casa y la sofocante temperatura hacía que los labios se le secaran. Los grados veraniegos más los que provocaban el horno encendido, no lo ayudaban para nada a superar el caluroso día de verano.

Pasó su mano libre por sus mechones dorados, tratando de sacar las diminutas gotas de sudor que caían por su frente. Sus ojos buscaban con desesperación el control del aire acondicionado entre tantas cajas, las letras impresas en estas le recordaban el gran problema que cargaba. Claramente no se refería al dueño de todas esas remeras y objetos escolares, sino al padre de este que estuvo a punto de estrangularlo cuando vio salir a su preciado hijo con todas sus cosas de la casa.

No iba a mentir, sintió mucho miedo cuando Simon salió detrás de su amado casi gritándole en donde tenía pensado pasar el resto del verano. Esas palabras quedaron atoradas en la garganta del mayor cuando vio al rubio en la entrada, con el auto de su madre listo para cargar todas las pertenencias del chico e irse de ahí antes de que su suegro lo asesinara.

Cuando Connor lo llamó, casi rogándole mudarse con él por lo que quedaba del verano, sufrió un leve susto creyendo que era una broma. Sin embargo, no escuchó ningún tono bromista en su voz y tuvo que bajar las escaleras de su casa corriendo para explicarle a su madre la situación. Su madre conocía al padre de Connor, y tenía cierto rencor por él que nadie sabía el por que, así que no dudo ni un segundo en entregarle las llaves para que vaya a sacar a su novio de esa cárcel que llamaban hogar.

Aún no había pasado ni un día desde que Connor se mudó con ellos, por lo que sus cosas seguían en la sala de la casa, esparcidas en cajas enumeradas.

-¡Ya llegué Barbie! -Levantó la voz para que lo escucharan, estén donde estén, ya sea la cocina o su habitación. Había bajado los grados del aire acondicionado y el ambiente comenzaba a enfriarse un poco, no entendía como su madre y su hermana podían soportar tanto calor. Sabía que Ball estaba acostumbrado al calor, cuando era niño su padre lo llevaba a él y a su hermano a un campamento donde no había ni siquiera ventiladores.

-¿Barbie? ¿Quién es Barbie? -Intentó no reírse al ver a su querido novio saliendo de la cocina mientras secaba sus manos con una servilleta, usaba un delantal rosa, estaba seguro que Sophie se lo había regalado a su mamá hace ya unos años -¿Acaso me engañas con una tal Barbie y te equivocaste de casa?

Rió dejando las compras sobre el sillón, sin mediar si algún alimento se caía de estas, tomó al chico de su cintura y dejó un beso en su mandíbula. Su plan era sólo saludarlo, pero Connor cambio sus ideas cuando colocó una de sus manos en su rostro uniendo sus labios. Pareciera que el alma le había vuelto al cuerpo, como si algo que le faltaba volvió a su lugar, así se sentía cada vez que besaba al castaño.

Tenía sus manos en su cintura, acariciando de manera inocente sobre su remera sin ninguna intensión de más. Se encontraba a si mismo embelesado en los labios ajenos, sintiendo el sabor dulce del chocolate mezclarse en su paladar. Era seguro que el menor estaría preparando algún postre con chocolate, por eso la razón de que su boca fuera tan adictiva para James en ese momento.

O sólo era el efecto que Connor tenía en él, causaba una explosión de sentimientos en la mente abrumada del rubio. Si James muriera en ese instante, podríamos decir que murió envenenado con el veneno más dulce del mundo. Los labios de su amado. Tal vez se dejó llevar demasiado, o las manos del castaño tirando de sus mechones no ayudaron, cuando su mano bajó al trasero del menor en el momento que su madre entraba a la sala.

-Esta bien que demuestren su amor, pero no quiero nada de sexo en mi sala, guardense sus mimos para cuando estén en tu habitación James -La voz cariñosa, y a la vez graciosa, de Cristine los hizo separarse rápidamente. El rubio miró a su novio, quien estaba tan rojo que podría confundirlo con un tomate y tenía sus labios hinchados por lo antes sucedido. -Ahora vayan a ordenar esas cajas, yo seguiré con la torta Connor.

Como si hubiera sido una orden, ambos chicos tomaron una caja cada uno y subieron las escaleras sin protestar. Cristine rió entre dientes mientras se adentraba en la cocina, su sonrisa desapareció cuando recordó la razón por la que quería a los chicos lejos de allí. El padre de James no había dejado de llamar todo el día, tratando de comunicarse con sus hijos, ya que el juez que habían visitado esta semana le había otorgado las visitas.

Y aún no sabía como decirle a su hijo mayor que tenía la oportunidad de conocer al hombre que lo abandono siendo tan sólo un niño. Se recostó en la mesada, pensando en lo fácil que fue hablar este tema con su hija, mientras marcaba el número de la persona que algún día amó.

Pero se perdió en la foto ya antigua del pequeño James jugando con sus bloques, ese niño que crio sin ayuda se convirtió en un adolescente el cual podía tomar sus decisiones. No lo pensó dos veces antes de colgar el teléfono, no obligaría a su hijo a hacer algo que no quisiera.

Absortos de la situación, en la habitación junto a la del mayor los chicos acomodaban las prendas del recién llegado en los cajones vacíos del mueble. Las dos cajas que habían seleccionado al azar tenían sólo ropa, nada que Connor tuviera que preparar​ en el escritorio. El rubio estaba doblando unas remeras cuando su novio lo empujó, haciendo que se sentara en el borde de la cama, y se sentó sobre su regazo.

-¡Hey! ¿Qué sucede bebé? -Se sorprendió de la actitud del menor, quien no dejaba de acariciar su mano. Por un minuto pensó que algo malo había pasado, por la mirada decaída que le mandaba y los ojos casi llorosos que brillaban por la luz solar. -Cariño, dime que está pasando.

Notó lo indeciso que estaba Ball, como su boca se abría y cerraba demasiadas veces. Sus manos temblaban, al igual que sus labios, de los cuales no había salido ninguna palabra. No sabía que era lo que pasaba hasta que Connor soltó la peor frase del día.

-Tu padre llamó. -De momento, su primera reacción fue apretar con fuerza la cintura del menor sin intención de dañarlo. El pánico había ascendido a su cerebro, apoderándose de su cuerpo, haciéndolo marear. Çon todos los problemas que tuvo con el chico frente a él había olvidado por completo el hecho de que su progenitor estaba en la ciudad y quería conocerlo. -Tu mamá estaba en el baño y el teléfono sonaba, contesté pensando que sería mi padre pero resulto...

-Ya, no es tu culpa -Fueron las únicas sílabas que el rubio pronunció en medio de su ensimismamiento, sus ojos perlados miraban el suelo como si ahí estuviera las respuestas a todas sus preguntas. Lucía más pálido de lo común, con sus labios entre abiertos intentando regular su respiración. -Aún no sé si quiero conocerlo, ¿debería​? Tengo miedo que venga a mi vida sólo para juzgarla.

A Connor le tomó cinco minutos comprender el panorama; como James y su padre no volvieron a verse desde que el rubio era un niño, su padre no sabía que su hijo mayor se inclinaba más por lo chicos que por las chicas. Cristine juraba que, hasta el día que él llamó, no había cruzado palabras con el señor McVey.

—Creo que deberías darle una oportunidad, si te sientes preparado para enfrentarlo. —El castaño envolvió los hombros del mayor con sus manos, tratando de aflojar su tensa postura. James hizo una mueca mientras realizaba círculos imaginarios con sus dedos en la cintura del chico sobre él, su peso parecía casi inexistente debido a que ya se había acostumbrado a esta posición.

-Si resulta ser un idiota, tendremos un problema más junto a la larga lista de inconvenientes en donde tu padre... -Y el nuevo inquilino no lo dejó terminar de hablar, sino que plantó sus labios sobre los ajenos intentando sellarlos. Lo logró, porque James se dejó llevar por los labios de su novio, perdiéndose en su boca y su dulzura. Cuando se separaron, Connor tomó su rostro con ambas manos obligándolo a mirarlo directo a los ojos. A esos ojos que eran tan azules y profundos como el mar, tan celestes e infinitos como el cielo. Eran toda una maravilla, una obra de arte digna de estar en un museo.

-Sólo por hoy, quiero pedirte que te olvides de todo -La voz del castaño sonaba como un susurro, se oía como un secreto que debían guardar para la eternidad -Olvida a tu padre, al mío, tu familia y la mía -Se sentía perdido en la inmensidad de las palabras del emisor, tan sumergido en sus pensamientos que temía ahogarse sin que nadie lo note. -Concéntrate en el presente, en nosotros, tu y yo. Escucha mis latidos y trata de no pensar en nada más, piensa en que ambos estamos vivos y gracias al Universo nuestras vidas se cruzaron.

Connor apego el oído de James a su pecho, del lado izquierdo para ser más claros, lo primero que el rubio percibió fueron unos constantes golpes dentro del tórax. Eran los latidos del corazón  de su amado, que palpitaba de manera eficaz y sin ninguna anomalía que interrumpa su ciclo.

—¿Lo escuchas?

—Puedo oírlo —mencionó, sin dejar de prestar atención a los suaves golpes naturales. Cerró sus ojos y se olvidó de todo, se concentró únicamente en el latido del corazón de su amigo; para cuando quiso darse cuenta sus palpitaciones se habían coordinado con las ajenas.

James sintió como la cabeza de Connor se apoyaba en la suya, sin ejercer peso, y sus labios dejaban un casto beso en su cien. Tan delicado que lograba hacerlo sentir que estaba volando, levitando en medio de su habitación siendo guiado por él.

—A veces hay que olvidarse de las cosas que nos hacen mal y darle más importancia a las que nos hacen bien, las que nos mantienen vivos —El susurro llegó a sus oídos como una melodiosa balada y le fue inevitable no asentir embelesado, estaba ahogado en el amor y la tranquilidad del momento. —Si un día sientes que todo te abruma, recuerda mis latidos y has que los tuyos coordinen con ellos. Busca tu ancla amor, porque tu siempre serás la mía y si tu no te encuentras bien, ambos caeremos.

No se resistió más y abrió sus ojos con lentitud, levantando su cabeza y mirándolo fijo antes de unir sus labios en un delicado beso. No había otra intención que no sea transmitir su amor, sus labios se movían sobre los del otro haciéndolo ver las estrellas detrás de sus párpado; porque para James, besar a Connor era como tocar el cielo y el mar al mismo tiempo.

Aún con el chico sobre sus piernas, se recostó en la cama y los rotó hasta que el menor quedara recostado a su lado. De esa manera, podía verlo a la cara y ver la razón por la cuál había enfrentado tantos males. Y estando ahí, frente a Connor que no dejaba de sonreírle, podía entender que todas las heridas que recibiera valdrían la pena.

—Eres mi ancla bebé —Acarició con su pulgar la mejilla rosada del menor, que se sentía rebosante de cariño ante tal tacto. —Mi brújula, mi barco y hasta el mismísimo mar en que me voy a hundir.

Y tenía razón, a veces hay que ver las cosas buenas por la que luchamos para poder seguir adelante sin miedo. 

•••

Puede ser que este finde publique dos capítulos de rude, depende de si quieren o no 💜


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