●Llamada●
La música se oía leve por las paredes de la casa, era una vieja canción latina. Seguramente su madre había puesto ese canal latinoamérica de nuevo, ella adoraba aquellas melodías (aunque no entendía la letra).
El pegajoso ritmo se filtró hasta la habitación del rubio, quien intentaba inútilmente hablar por teléfono sin ser interrumpido.
—¿Estas seguro que él no te dijo nada cuando me fui? —La voz de Connor se escuchaba como un leve susurro que luchaba por llamar su atención, podía ser su novio pero jamás le diría lo desvalorizado que lo había hecho sentir su padre. Tenía un orgullo que mantener de pié, o lo poco que quedaba de el luego de todos los intentos (erroneos) por conseguir la aprobación del señor Ball.
Se tiro sobre su cama con el teléfono en su oído, tratando de prestarle más atención al chico que le hablaba. Estando la música tan alta, se despistaba rápido o se perdía en la conversación más veces de la que cualquier persona soportaría.
—Seguro bebé, nada malo sucedió —Se esforzó al máximo en que su voz no flaqueara, no mentía si decía que lloró en cuanto el padre de su novio se retiró. Lo había hecho sentir de la peor manera, podría haberlo pateado o escupirle la cara; pero decirle que él no valía la pena, que no era lo suficiente bueno para su chico, lo había destrozado— Tu padre debe estar muy molesto por lo que vio.
Un silencio se oyó en la otra línea, sabía que Connor odiaba hablar de su padre. Se cerraba mucho y no solía hablar mas que para contradecir o aceptar cosas. Amaba a su padre, sin embargo James sabía que aún seguía incomodándole mencionar a su padre en sus charlas, así sean telefónicas.
—Ya pasaron dos días y todavía no me deja salir de casa —Había pasado poco tiempo desde la última vez que se vieron, pero ellos los sintieron como una eternidad. Para él habían sido las peores 48 horas de su vida, podría estar exagerando pero, vamos, es James McVey— Creo que va a dejarme aquí encerrado el resto del verano.
—Sigo sin saber cómo es que llego en aquel momento al bar —planteó el rubio, se había hecho esa pregunta y torturado a su pobre cerebro para exigirse una respuesta. Y aún que odiaba a Simon, agradecía que haya aparecido porque no sabía que tan lejos llegarían las cosas antes de que alguien los descubriera.
Sabía que él no se podría apartar de Connor, no cuando el castaño estaba con los labios de un profundo color rojo e hinchados.
—Eso iba a decirte cuando fuimos al baño, mi padre concurre a ese bar casi todos los días libres que tiene —Odiaba las casualidades, las odiaba tanto como al estúpido de Simon por interponerse siempre en su relación con su hijo. James pensó que las cosas no podrían salirle peor, conseguía un trabajo para tratar de avanzar un poco hacia el padre de su novio, pero lo único que consiguió fue una fuerte patada en su orgullo— ¿James, estas escuchando?
Sacudió su cabeza y se concentró en la melodiosa voz del menor— Perdona bebé, pero ¿qué me dijiste? —Un suspiro pesado se escuchó a través de la línea, el rubio pensó que el menor se había molestado pero teniendo en cuenta las cientas de veces que James se distraía cuando hablaban por teléfono, ya debería estar acostumbrado.
—Te pregunté si estás en tu habitación —Se quedó callado, porque no sabía a que punto quería llegar Connor y no entendía su pregunta— Cariño, ¿estás en tú habitación? —Y aunque estaba perdido pudo escuchar muy claro a dos personas hablando del otro lado.
—¿Dónde estás Connor? —Se paró de la cama, conocía a su novio como la palma de su mano y sabía que debía estar metiéndose en un grave problema. Sólo oía la respiración de Connor y algunos pasos, rezaba porque nada malo le estuviera pasando.
—Responde, ¿estás en tú habitación?
Se detuvo un segundo, pensando en todos los lugares en donde podría estar el castaño —Sí, estoy aquí —Paso su mano derecha por su rostro, una oleada de preocupación estaba invadiendo su cuerpo— ¿Dónde estás?
—Quedate ahí —Y la llamada se colgó.
Si antes estaba preocupado, ahora estaba desesperado. Confiaba en Connor, él podía defenderse sólo, pero era su bebé y si algo le sucedía iba a querer matarse a si mismo por no haberlo protegido bien.
Se sentó en la cama, sosteniendo con su mano derecha el teléfono, y trato de relajarse. Connor le había dicho que se quedara en la habitación y eso es lo que haría.
Habían pasado unos cinco minutos cuando algo golpeó su ventana, se volteó exaltado por el ruido. Se sorprendió y corrió a abrirla en cuanto vio al castaño sentado en el marco de esta.
—¡Maldita sea Connor! ¡Casi me matas del susto! —No tuvo tiempo de seguir gritando maldiciones al aire cuando el castaño lo besó, mas bien fue un choque de labios que lo hizo callarse.
James sintió sus brazos rodearlo y apretarlo con fuerza formando un abrazo, no dudo un segundo en devolverle el gesto. Había extrañado los dulces abrazos de su novio y lo pequeño que se sentía en sus brazos.
Y no supo en que momento, Connor lo obligó a sentarse en el borde de la cama, acomodándose él sobre sus piernas —Te extrañé tanto amor, no vuelvas a desaparecer así.
Connor sonreía, sus ojos tenían ese peculiar brillo suyo que lo volvía loco. Sentía las manos del castaño enredándose en su cabello, tirando de los mechones más cortos. Dejó un beso en su nariz, justo al lado de su piercing.
—¿Crees que sería capaz de dejarte sólo tanto tiempo? No quiero que me roben a mi bebé —Acarició su mejilla, su piel era cómo la de un infante, tan suave y delicada. Connor parecía estar hecho de porcelana.
Él sonrió y James se sentía desfallecer.
—Te amo James —Le hubiera encantado contestarle, pero sus suaves labios le impedían hablar. Sólo eran labios, los dulces labios de Connor mezclándose con los suyos.
De alguna manera, sus manos terminaron en la cintura del menor. Lo acercó más a él, rozando su lengua por él labio inferior del castaño pidiéndole permiso. Connor posó una de sus manos en él cuello de él, tratando de hacer él beso aún más intenso y permitiéndole el paso, logrando una batalla entre sus lenguas.
Sus remeras comenzaron a estorbar y el rubio se deshizo de ambas, sin bajar al pequeño de su novio de sus piernas. Sentía las manos del menor en su pecho, acariciándolo de manera lenta y tortuosa; las manos de Connor eran su máximo delito. Y sus labios eran su máximo pecado.
Comenzó a descender sus besos hasta el cuello del castaño, quien soltaba pequeños suspiros que lo invitaban a seguir con su labor. Sus labios succionaban la piel ajena, dejando marcas rojas o, en algunos casos, moradas. Iba a dar una mordida cuando sintió una mano empujándolo, quedó recostado en la cama mientras el castaño se sentaba sobre sus caderas.
Connor se agachó hasta que sus rostros estaban lo suficiente cerca para poder besarse, pero su teléfono sonó.
—Ignóralo, es mi madre —Asintió, algo torpe, y se levantó sólo un poco para unir sus labios con el menor. Connor tomó sus manos y las guió a su trasero, donde las dejó antes de descender sus labios por su pecho.
Se sentía en el paraíso, la boca de Connor en sus tetillas y su trasero sobre su ya creciente...
—¡Maldita sea! Voy a contestar —Sin siquiera mirar quien era él que llamaba, contestó el teléfono con la voz más ronca de lo normal— ¿Señora Ball? Connor está bien, no le pasó —Y se calló en el momento que su pantalón fue sacado, trago secó mientras cerraba los ojos.
—¿Puedes decirme por qué mi hijo está contigo?
Estaban en graves problemas, no sólo porque había sido Simon quien estaba del otro lado de la línea, sino también por el gemido que se escapó de los labios del rubio. Connor se detuvo en cuanto notó lo tenso que se había puesto, se recostó a su lado y acarició su brazo.
—¿Quién es? —susurró el castaño.
Pero lo único que escuchaba, era la respiración pesada del hombre en el teléfono. Había cometido su peor error, se había sumergido tanto en Connor que ya no podía escapar de todas las aguas malas que los alcanzaban. Y se sentía ahogado por el padre de Connor, el padre de su novio.
—Estoy en la puerta de tu casa y si no sale en diez minutos, subiré por él —Le contestó con una suave afirmación, casi imperceptible para sus mismo oídos— No sé cuantas veces te lo he dicho McVey, pero mantente lejos de mi hijo —Podía imaginarse al señor Ball apretando los dientes— No mereces su amor.
Las lágrimas caían, una tras otra sobre sus mejillas, empapando su rostro. Primero escuchó el pitido que le informó que la comunicación acabó y luego la preocupada voz de Connor metiéndose en sus sentidos por completo.
—Amor, ¿que sucedió?
Y lloró aún más.
•••
Hi, cómo están? Yo bien ahr.
Sólo quiero decir que me cago de risa con sus comentarios 💞 kisses
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