●Discusión ●
Las manos del rubio presionaban con fuerza el teléfono en sus manos, escuchaba como marcaba una y otra vez antes de mandarlo al buzón de voz. Ya debería ser la quinta vez que llama a su chico, pero este no le había contestado en todo el día y eso comenzaba a preocuparlo.
El sol recién empezaba a descender para dejar paso a una calurosa noche, donde la luna iluminaría gran parte de la ciudad. Siendo un día de semana, el señor Ball no llegaría a su casa hasta pasada la media noche, por lo tanto no habría inconveniente con que fuera a la casa del castaño. Buscó algo con que calzarse y, luego de avisar a su madre que iría a visitar a Connor, salió de su casa lo más rápido posible.
Al final de la calle, se podía apreciar de mejor manera el atardecer, como los naranjas se mezclaban con el cielo azul y algunas estrellas aparecían sobre el cielo. Algunos niños aún jugaban fuera de sus casas y le pareció un tanto tierno al recordarse a él mismo correteando en esas calles con los chicos.
Cuando llego a la puerta de los Ball, lo primero que percibió fue el gratificante olor a flores de la entrada, las bellas rosas aún seguían decorando la puerta de esta familia. Tocó la puerta y espero a que abrieran, para su suerte fue la señora de la casa quien lo recibió.
—¡James! ¿No es un poco tarde? Da igual, ¿vienes a ver a mi bebé? —El rubio asintió y le sonrió de forma amistosa, la mujer llevaba sus cabellos recogidos y por la harina en su rostro se arriesgaría a decir que estaba cocinando. —Está en su cuarto, pasa. —Y al entrar a la casa, el aroma cambió al instante. Paso de uno floral y dulce, a algo más sabroso y fuerte.
—¿Qué esta cocinando Kelly? —Se atrevió a preguntarle mientras subía los primeros escalones hacia el piso de arriba donde se encontraban las habitaciones.
—Fideos caseros, puedes quedarte a cenar si quieres. —Acepto con una risita y subió el resto de la escalera a saltos, ya arriba buscó el cuarto del castaño antes de entrar sin golpear.
Connor estaba acostado en su cama, con su celular en la mano. Al joven le extraño que si tenía tan cerca el aparato tecnológico no le haya contestado. El menor se volteó a mirarlo y al verlo, se quedo en su lugar con la misma expresión.
Connor estaba enojado.
Lo supo apenas vio la fuerza con la que apretaba su mandíbula y como sus ojos estaban unos tonos más oscuros, sus cejas estaban fruncidas y no le había mirado por más de dos segundos. Esa era la forma de actuar de su novio cuando se enojaba, era como un niño pequeño cuando le quitan su juguete favorito.
—Bebé, ¿qué sucede?— Se sentó a su lado, viendo como el menor le daba la espalda sin contestarle o mirarle siquiera. —¿Por qué estas enojado?—. Intento tocarlo, pero se apartó al instante mientras lo miraba rebosante de furia, su mirada ardía frente a él y no entendía el por qué.
—Ya deja de hacerte el que no entiendes—. Las palabras dichas por el castaño fueron aún más duras que todas las actitudes cortantes que había tenido. —¿Te atreves a preguntar? ¿Luego de haberme ignorado como a un mosquito ayer?
Entonces lo entendió todo, Connor se había enfadado porque ayer el rubio tuvo que mantener distancia entre ambos debido a la presencia del padre del menor. Y se sintió aliviado de que el enfado del castaño no hubiera sido por algo peor.
—Cariño tu padre estaba aquí, él quería que mantuviéramos distancia, me lo dijo cuando fui por unas cervezas—. En cuanto esas palabras salieron de los labios del rubio, el menor aflojó su postura y cambio sus ojos a unos llorosos.
—¿Te dijo eso?
James no quería lastimarlo, pero mucho menos mentirle y prefería cualquier cosa antes de verlo llorar. Connor era su niño, no quería que nadie lo lastimara y haría lo que fuera necesario para que él fuera feliz.
—Si, me dijo que no quería verme cariñoso contigo—. Y fue cuestión de segundos para que el castaño se tirara en los brazos del mayor lagrimeando. Los brazos fornidos del rubio lo apretaban tratando de pasarle protección a aquel chico que lloraba en su pecho—. No bebé no llores, por favor, no llores.
—¿Por qué es así? ¿Por qué no entiende que yo te amo?— Y las palabras salían como susurros de los labios del menor, mezclándose con sus lágrimas. James acariciaba su espalda con una mano mientras se mecía un poco, odiaba que su niño llorara, le destrozaba el corazón verlo tan frágil.
—Bebé, ya calmate, por favor— Los ojos azules de Ball lo observaron unos segundos, estaban rojos e hinchados por el llanto. Lo acurrucó más contra su cuerpo, tratando de pasarle todo su amor para devolverle la alegría al menor. —Nada nos separará, es una promesa.
Se sintió estúpido por prometerle tantas cosas, hacerlo querer volar tan alto cuando ambos tenían sus alas encadenadas. No podía conseguir una liberación rápida, la manera rápida era su separación y no lo haría.
—No sé que haría sin ti, eres mi Luna James, mi lindo Sol, eres mi todo— Sabía que era cierto, que ninguno de los dos sabría que hacer sin el otro, se le hacía difícil pensar en una vida sin él.
Unió sus labios, sorprendiendo al menor quien no tardo en corresponderle. Era un beso lento, sin apuros ni preocupaciones, eran sólo ellos dos. James no dejaba de acariciar la mano del menor, tratando de tranquilizarlo.
—Connor, eres mi primer amor y te amaré siempre, sin importar lo que pase, te seguiré amando— El chico se encontraba sentado sobre sus piernas, mirándolo con sus grandes ojos celestes llenos de esperanza. —Uno nunca olvida al primer amor.
Connor iba a mencionar algo, pero la puerta abriéndose de golpe fue una gran sorpresa. Más aún cuando el señor Ball hizo aparición en la habitación, con su esposa detrás de él. Por la mirada de la mujer, ambos jóvenes supieron que algo iba mal.
—Creo que ya debes irte —moduló Simon, tal vez fue la manera amenazadora en la que lo miraba que lo hizo separar de su novio. El rubio acarició la mano del menor unos segundos, lo miraba a los ojos, tratando de trasmitirle todo ese amor que no le podía demostrar en ese momento— Ahora.
—Adiós Conn— Dejó un delicado beso en la frente del castaño, un gesto que haría enfadar a el señor Ball, pero no le importaba en lo absoluto. —Adiós señora y señor Ball— Pasó entre ambos adultos, pero el hombre lo siguió hasta que llegara a la puerta de su casa.
La luna ya había salido, alumbrando todo el vecindario. Los niños ya no jugaban en las veredas, ni las personas conversaban en los palieres, sólo estaba él. Él y Simon.
—Adiós McVey— Tomó ese poco valor para formular aquella pregunta, que tanto le rondaba por su mente, a aquel hombre frente a él.
—¿Por qué no acepta que Connor es gay?
Sólo se oían los pájaros silbar y algunos motores perderse en la inmensa oscuridad, pero nada salía de los labios del adulto. El mayor lo observaba algo perplejo, sus labios estaban fruncidos y James no entendía a que se debía su reacción. Mas el fuego en los ojos del adulto le hicieron darse cuenta que había cometido un grave error.
—Amo a mi hijo como es, incluyendo su sexualidad. No me importa si le gustan las chicas o los chicos, sólo que con quien salga sea merecedor de él— Entró a su casa, pero no cerró la puerta. —Lastimosamente, tú no eres esa persona.
El dolor en el pecho del rubio lo estaba ahogando, podía soportar todo por Connor. Sin embargo, que el padre de su novio le diga que no lo merece, eso sí lo lastimaba. Le causaba ese dolor que no se cura con medicamentos ni tratamientos, ese que sólo se va con el tiempo.
Porque el amor duele tanto.
•••
Tres capítulos en un sólo día, me lucí ahr que tengo escritos como 10 caps hace una banda 😹
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