Equivocado.

Kuroko estaba muy dopado por la masculina escencia del Alfa en celo que se cernía sobre el como un manto pesado y brumoso, como para entender su posición.

Pero la verdad es que no lo odiaba del todo.

Aomine había parado de producir sonidos coherentes hacía unos cinco minutos ya y se limitaba a gruñir y jadear. Su piel se había puesto muy caliente, resbaladiza y rojiza en las zonas más suaves de tocar. Estaba sudando e irradiaba un calor desesperante pero aún así el Omega no se quejaba de la cercanía.

Había una parte en Kuroko. Pequeñísima, por cierto, muy dentro de su subconsciente que seguía detestando crudamente al alfa por su comportamiento desagradable y que quería alejarse veinte metros de el. Mas por orgullo que por otra cosa.
Pero había otra parte inquieta dentro de el, aquella con la que mantenía una tensa relación, ese instinto inquieto en su vientre, su Omega, su lobo, que no parecía tener contento con nada, esa parte que ahora estaba muy complacida con que el Alfa lo acunara con tanto cuidado. Lo anhelaba.

Y por último había una tercera parte, no tan serena como las otras dos, que comenzaba a quebrarse en un absoluto pánico. ¿Por qué? Bueno, él es un Omega con los síntomas iniciales del celo, no mas graves que un ligero mareo y dolor abdominal, que estaba en manos de un Alfa ya muy adentrado en un celo provocado por los nervios. Kuroko no tenía una fijación especial con su virginidad, no le interesaba y pensándolo muy fríamente tampoco le traumatizaba demasiado la cercana posibilidad de gastar un celo con el extraño Alfa o bueno, no lo haría si no sintiera ese extraño tirón de aceptación en su vientre.

Y era eso lo que lo estaba metiendo en un saco oscuro. Su jodido Omega estaba muy cómodo con el Alfa quien parecía muy cómodo con el también. Si llegaban a consumar sus celos, podrían anudar y dios sabe que eso no está en los planes de ninguno de los dos. No podían quedarse enlazados de esa manera tan irresponsable e inconsciente.

Jodida mierda.

—Aomine...—jadeó sintiéndose tembloroso. El moreno lo miró atento, con los ojos en un destello dorado y azul.—Tengo calor.

El Alfa se lo pensó por un momento y su consciencia simplista y práctica de Alfa en celo resolvió que la opción más viable era quitarle la ropa al Omega. Así que sin mucho entusiasmo le arrancó la camisa. Y luego, porque es tonto y solo por eso, comenzó a abanicar con su mano al Omega quien lo miraba incrédulo, indeciso en si creer que el Alfa era tierno o estúpido, o simplemente ambos.
Miró con lástima su prenda desgarrada a un lado.

—La has roto.—jadeó

No tenía la intención de sonar tan entristecido pero la verdad es que le gustaba esa camisa. Su tono de voz afectó al Alfa quien entró en movimiento al instante.

—¿Que es lo que quieres?.

'¿Que necesitas?'

Pensándolo bien, Kuroko sabía de aquella insana necesidad de los Alfas de proveer. Estando en celo, todos los Alfas sucumbían a sus mas primarios instintos, algunos se volvían putos cerdos y otros (como Aomine) se volvían cachorros necesitados de dar, proveer lo que sea que su Omega les pida. De pronto se preguntó si no sufria de personalidad múltiple o algo, porque ahora era todo suavidad.

Pensó con cuidado que es lo que le iba a pedir. Aun se sentía mareado pero estaba más claro en su pensar. El Alfa se encajó en su cuello, así en la forma nupcial en que lo sostenía lo estaba envolviendo en su aroma cada vez mas profundo.
Olía tan bien, tan fuerte y seguro, la boca se le hacía agua de pronto. Respiró hondo y se arrepintió al instante porque su respiración tartamudeo un poco.

—Necesito aire, Alfa, n-no puedo respirar...

Fue efectivo al instante. El Alfa lo posó delicadamente en la mesa improvisada con tablillas y sábanas del almacén de invernalia donde Kagami y Danáe los habían encerrado. Había muchas provisiones tanto alimentarias como de ropa de invierno y eso.
Aomine miró curioso como Kuroko respiraba suavemente y se masageaba las sienes.

—¿Bien?

—Sí, gracias.

Aún así, Kuroko sabía que no duraría lejos de el. No tardó menos del minuto en comprobarlo cuando Aomine se acercó a olisquiarle el cuello con precaución. Como pidiendo permiso. Miró su rostro viril, con guirlas de sudor en el, concentrado en obtener mas de su aroma meloso. Adorable.

Sintió pena por el cuando se dió cuenta de cuanto le estaba costando quedarse lejos de él. Dejó que le olsiqueara las claviculas.

—Hueles delicioso, Omega.

Kuroko notó el sonrojo instalándose permanentemente en su rostro y parte de su pecho. Aomine se recargó con ligereza en su hombro y permitió a sus agarrotadas articulaciones relajarse, había estado en cuclillas sosteniendo al Omega fuerte y seguro, inmóvil, apenas prestandole atención a su celo. Ahora este le estaba pasando factura. Kuroko le masageó con cuidado los hombros.

—¿Te duele?.

—Un poco—sonaba rasposo.

Era evidente que le dolía cada músculo de su cuerpo y que no lo iba a admitir.
Sintió algo parecido a pena por él y se rió cuando el Alfa se derritió bajo sus dedos.

—Se ve doloroso—susurró. Le limpió el sudor con su propia camisa desgarrada y notó a Aomine acurrucarse bajo su mano.

—No tanto. Soportable.

Kuroko se rió un poco por su obstinación. Se permitió consolar al Alfa que lo había insultado y sacudido como a un pelele hacia menos de unas horas con autosuficiencia. Pero era fácil pensar en este Aomine como otra persona completamente distinta, no como el idiota que había sido hace rato.

—¿Podemos hablar de esto?—pidió sintiéndose estúpido.

Aomine bufó dolorido algo que parecía quererse parecer a una risa sofocada. Se alejó de el, lo suficiente como para verle la cara.

—Tú dirás.

Ah, ahí estaba el otro Aomine que de verdad se estaba esforzando para hablar con claridad.

—No sé que sentir con respecto a esto.

—Oye, sé lo que dije hace rato pero no eran mas que palabras. No te voy a tocar si no quieres aun si hueles tan tentador. Sé controlarme, gracias.

Sonaba muy convincente pero Kuroko se esforzó por creer otra cosa. No quería dejarse engañar.

—No te creo. Hace rato no mostrabas tanto autocontrol.

Aomine asintió humilde. Hizo una mueca de dolor.

—Hmm, no lo hagas. Yo no lo haría. Pero no te tocare si no quieres.—reafirmó. Kuroko se mordió los labios, esperando su respuesta—Es por eso que hay otras opciones.

—No las hay. Estamos en celo.

Aomine levantó el rostro como un resorte. Kuroko casi se queda boquiabierto cuando se percató de que el Alfa no se había dado cuenta y ahora que lo miraba con tanta atención se sentía expuesto.

—En celo...

—No hay otro remedio y no le veo el gran problema a decir verdad solo no podemos...tu sabes.

Aomine estaba teniendo problemas para entender a que se referían sus ademanes. Además, estaba comenzando a perder la lucidez por momentos, su mirada se desenfocaba y su respiración se estaba haciendo cada vez mas errática.

—¿El qué? ¡Dilo por amor a dios, Omega!

—¡Anudar! ¡No podemos anudar!.

—Por supuesto que no, lo que dije antes era porque te las arreglaste para sacarme de mis cabales. No te voy a marcar. ¿Qué clase de alfa crees que soy?.

—Uno muy estúpido.

—No a ese nivel. Tengo principios.

—¡Me querías convertir en tu perra personal!

—Tu te lo buscaste.

—No quería ni cruzarme contigo. No era mi jodida intención.

—Ajá y mira en que situación estamos.

—Eres detestable y tu hermano también. Maldito Alfa fornicador.

—No sé que es eso pero, ¿Podemos tener esta discusión cuando no estemos en celo? Estas agitándote, comienzas a lubricar y puedo olerte, Omega.

Kuroko se calló subitamente. El Alfa tenía razón, estaba empezando a lubricar.

—Y-yo no...

Aomine negó suavemente.

—Ven, voy a lamerte. Por la salud mental de ambos, déjame limpiarte.

Kuroko enrojeció violentamente.

—Ya estoy l-limpio, no es necesario.

No era excusa válida. Sabía que Aomine lo iba a hacer para calmarlos a ambos, para satisfacer esa hambrienta necesidad creciente de contacto. Y lo quería tanto...

—Omega—advirtió.

—Alfa—suplicó nervioso. Rogando porque Aomine desistiera.

Al final el que cedió fue él, le mostró la nuca donde estaba la huella de la mordedura que había hecho hace un rato. Aomine mordisqueó el pedazo de piel con suavidad y la ola de alivio fresco los inundó a ambos.
Kuroko no se movió cuando comenzó a lamerlo por toda la base de su cuello, tembló mucho pero logró no derretirse contra la boca cálida de Aomine. No fue un éxito total.

—¿Qué vamos a hacer?—preguntó Aomine después de un rato. Kuroko estaba semi dormido a ese punto.

—Mmm, Alfa.

Aomine sonrió. Vió al Omega dormitando y lo sujetó en sus brazos.

—¿Vas a dormir? Me quedan unas dos horas de cordura, ¿Vamos hacer esto? ¿Me dejarás tomarte?

Kuroko asintió, iba a dormirse pero abrió los ojos cuando notó al Alfa alejarse de el. Lo vió recoger y seleccionar unas cosas, sabanas y abrigos gruesos incluyendo su camisa que se había quitado al entrar al almacen y armar con ello una especie de cama. Aomine lo levantó de donde estaba y lo depositó con cuidado entre las sabanas y abrigos, usando su camisa como una almohada improvisada. Olía a él, a Alfa, se acurrucó sin tapujos contra la prenda.

—Es cálido—murmuró. Se sentía liviano y cómodo.

—¿Te gusta?.

Murmuró un 'sí' muy siseado. Estaba muy cansado de pronto, por lo que no protestó cuando el Alfa se acostó con él, tampoco lo hizo cuando lo arrastró hasta su pecho. Quizás su celo estaba comenzando a manifestarse, llevándose toda su energía o quizás solo era que estaba muy cómodo en aquél montón de telas con aroma a Aomine.

Era menta, con algo de leña.

Estaba jugando entre el limbo de un muy tentador sueño y la vigilia.
Iba a rendirse hasta que cayó en cuenta de algo que lo dejó tan sumamente sorprendido que tuvo que expresarlo.

Se incorporó súbitamente, sobresaltando al Alfa quien entró en estado alerta al instante.

—¿Qué está mal?¿Omega?

Kuroko lo miró sorprendido.

—Es un nido.

Aomine lo miró con obviedad. Miró a su alrededor, en medio del montón de sabanas y abrigos.

—Uh sí, es un nido.

—¿Por qué?—sonaba tan sinceramente confundido que contagió al Alfa.

—¿Cómo que por qué? Porque te estoy cuidando, estás en celo, un Omega en celo necesita un nido.—explicó con rudeza.

—B-Bueno sí, pero...Espera ¿dijiste 'cuidar'?

—Eso dije.

—¿Me estás cuidando?

—Sí.

Kuroko estaba tan lleno de incredulidad que de pronto lo atacaron unas enormes ganas de reír por todo lo alto. No lo soportó. Comenzó a reírse estruendosamente mientras regresaba a acurrucarse en el nido improvisado.

Por dios.

Un nido puede ser una cama o un montón de telas, cómodo e impregnado de aroma recofortante.
Un niño en edad debía tener su nido con el aroma de sus padres para tranquilizarlo, por ejemplo. Era una cuestión de seguridad y conexión familiar más que nada.
Los Omegas necesitaban un nido en sus celos, en embarazos y en lo general, en la vida de pareja. Siendo que son más emocionales, necesitan un lugar seguro donde están rodeados de un aroma que los tranquilice y reconforte.

Él nunca había tenido un nido.

Su madre nunca se preocupó en hacerle uno y nunca había tenido a un Alfa que lo cuidara en sus celos.
Y ahora estaba en el nido improvisado más ridiculamente cómodo del mundo.

—¿De que te ríes, Omega?

—De ti.

Aomine bufó. Ligeramente herido.

—No pude hacerte un nido mejor, hice lo que pude. Si estuv...—lo interrumpió

—Es perfecto.

El orgullo del Alfa se recompuso de inmediato.

—¿Si?¿Te gusta?

Kuroko asintió mientras se hundía entre las telas.

—Gracias.

—Todavía no me las des.

—Bueno, dame dos horas y luego veremos.

Ambos se rieron.

—Duerme, Omega.

Sonrió malicioso.

—Sí, Alfa.

Estuvieron en silencio mucho tiempo, tanto que Kuroko ya estaba mas dormido aue despierto para cuando Aomine habló.

—¿Omega?.

—¿Hhm?.

—Perdóname.

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