Aléjate.

–¿Qué?.

Aomine sintió un boquete en el estomago cuando el peso de las palabras de Kuroko lo atropellaron.
Intentó alcanzarlo pero el Omega ya se había encogido entre las mantas, como un animalillo asustado en medio de matorrales.
Sus enormes ojos abiertos, incrédulos, gritando 'lo sabías'. Gritaban traicion. Estaba temblando violentamente y tenía el rostro ceniciento, se veía herido.

Su Alfa le ordenaba que fuera a su lado y lo sujetara contra su pecho, que lo calmara y que le diera cualquier estupidez que pidiera. Lo haría. Si solo lo dejase tomarlo en sus brazos.

–N-no dijiste nada.

De pronto decidió negarlo todo con la esperanza que eso lo tranquilizara. Nunca fue muy brillante.

–¿Pero que dices? No soy tu Alfa–sonaba firme pero fue evidente hasta  para el mismo que su voz tembló al final de la oración.

Al parecer para el Omega y el resto de la galaxia también lo fue.

–Puedo ver en tu cara que mientes.

Y no lo decía en vano, de verdad podía ver con claridad todos los pensamientos del Alfa pasar por su cara. Si no estuviera tan conmocionado hubiese hecho un comentario soez pero el frío se intensificó tanto que sus dientes comenzaron a castañear, aun y con eso se negó a verlo.

–Está bien, esta bien–alzó las manos en señal de paz–Mira, no era un buen momento para discutirlo, inclusive ahora no es un buen momento para hacerlo. Tu estás muy sensible y yo muy cansado. Podemos discutirlo cuando estemos mejor.

–Lo sabías–acusó tembloroso.

Aomine hizo una mueca agria y reprimió un gruñido.

–Por supuesto que lo sabía. Tal vez tu celo no dejó que te dieras cuenta de algo tan obvio.–contestó molesto de pronto. Si el se enojaba, el podía hacerlo tambien. Además que el Omega estaba siendo muy injusto con el.

–¿Tan obvio? ¿Me estás jodiendo?–masculló entre dientes–¿Y cuándo pensabas decirme? ¿Cuándo tuvieras tus putos dientes clavados en mi cuello? Algo así como: 'Oh, te marqué. Por cierto somos compañeros destinados' ¿Ese era el plan?

Kuroko temblaba ahora de la ira, estaba irradiando furiosas feromonas que hacían a su aroma volverse picante. Ponían en frenesí al Alfa.

–No, no era ese. El plan era pedir perdón, cortejarte y luego ver como fluía todo pero creo que tendré que saltarme todo hasta la parte donde te lo digo ¿bien?¿eso quieres?¿así como así? Pues vale, soy tu Alfa y tu eres mi Omega, quieras o no, somos compañeros. Lo supe desde que mi celo empezó y te cuidé por eso, porque me importas aun si te comportas como un maldito engreído, caprichoso y altanero mocoso. Y ya que estamos discutiendo puntos claves de nuestra relación, voy a dejar esto bien claro desde este momento: por más que quieras, que lo intentes, no te vas a ir de mi, te quedarás a ni lado aun si tengo que amarrarte. Eres mío . De la misma manera que soy tuyo. Nos pertenecemos.

Kuroko se quedó mudo ante el intenso-y lleno de gruñidos-discurso del Alfa.

–Pues no lo quiero. Nada de esto.

–¿Perdón?

Incluso Kuroko se sintió estúpido cuando lo dijo. Si esa no era una señal, dios, no sabía que era. Pero aún si había sonado caprichoso, no iba a desistir.

–No te quiero. No te acepto, Alfa.

Aomine suspiró tan fuerte que de seguro se hizo daño. Masageo sus sienes, luego su entrecejo y al final suspiró otra vez.
Había resignación en sus facciones.

–Eso dolió, Omega.

Kuroko apretó los dientes para que un "perdón" no saliera apresurado de sus labios. Ladeó la cabeza y contuvo las inminentes ganas de llorar que lo azotaron.

–Bueno, sé que sí. Pero no te quiero, es la verdad. –susurró tozudo.

–¿Quién dijo que debes quererme? No nos conocemos más de lo que un celo nos pudo dar, no te pedía que me quisieras, te pedí una oportunidad.

–No lo hiciste.

–Estaba inscrito en mi discurso y pensé que se entendía. ¿Entiendes que por mas que quiera alejarme siempre voy a estar detrás de ti? Y aunque ten por seguro que te esperaré, a los lobos nos gusta cazar.–sonaba tan tranquilo que parecía, en cierto punto, arrogante.

–Me trataste como mierda.

–Te pedí perdón.

Como si las cosas se arreglaran así de fácil.

–¿Y por qué lo hiciste?¿Solo porque soy tu Omega? De seguro has tratado igual o peor a muchas Omegas antes que yo.–escupió amargo. Aomine sonrió lastimosamente.–Vaya Alfa petulante que cree que por haber encontrado a su Omega se siente redimido.

–En realidad sí. Precisamente porque te encontré es que puedo decir que he cambiado. La diferencia de mi persona antes de ti y lo que soy ahora eres tu. –sonaba sospechosamente sincero.

–Explicate–mascullo exasperado por su puta cara de ángel. Esa que ni su madre creería.

–Ahora tengo a un Omega que me importa, aunque no quiera, y la verdad no sé que voy a hacer para no enloquecer en el momento en que nos separemos hoy. Porque me importas es que entiendo a los demás, me siento horrible por como trate a otros Omegas, eran los Omegas de alguien más y de solo pensar que alguien te trate como yo lo hice con ellos. Contigo...Me enferma. No solo porque eres mío, si no porque no te lo mereces.

Ahora sí quedó mudo totalmente, era increíble la capacidad discursiva del Alfa, pareciera que lo estuvo practicando mentalmente todo este tiempo, muy probable en realidad.

–N-nadie lo merece.–tembló.

–Oh no, claro que hay gente que lo merece, Omega. Yo soy una.

Y no, Kuroko no creía que el fuera una. Se esforzaba por no decirle que no era una mala persona, que de hecho, era una de las mejores personas que había conocido en mucho tiempo pero se mordío la lengua y esperó a que su cuerpo se calmara. Quería confiar en él y decidió que sí, él lo merecía.

–Está bien, lo mereces. Te la daré.

–¿Qué cosa?

–Una oportunidad.





Aomine volvió a revisar enteramente a Kuroko con la mirada como por décima vez. Acariciando los chupetones que eran visibles y las huellas amoratadas de sus manos en su piel blanquecina.
Este era la despedida, no definitiva, pero ambos habían acordado arreglar sus asuntos y después acordar como iban a sobrellevar aquello de 'compañeros' puesto que era evidente que Aomine tenía asuntos inconclusos y Kuroko debía asistir a sus clases de las cuales no sabía nada.

Era de noche ahora, la noche del domingo por lo que debería prepararse para mañana. Volver a la realidad sin el otro.

–Me llamarás si te sientes mal, si algo va mal, si alguien se atreve a hacerte algo. Me lo dirás ¿verdad?.

Aomine era el más ansioso, no estaba seguro de como dejar ir de sus brazos a su Omega, el cual había aceptado darle una oportunidad. Estaba nervioso, nunca había tenido un Omega y no sabía si lo estaba haciendo mal. Era mortificante pero a su vez era sumamente agradable.

–Lo haré si es grave, puedo arreglarmelas solo.–acordó con suavidad. Iba a ceder pero no tanto.

–Yo sé que si, pero aún así ¿me lo contarás? Solo quiero saber de ti.–insisitió mientras calentaba sus manitos entre las suyas por inercia.

–¿Por qué no solo vienes a verme y ya está?

Kuroko se sonrojó por el evidente tono ansioso de su voz pero no permitió que su rostro hiciera mueca alguna. Dios, esto era difícil.

–No puedo entrar a la Zona Omega así como así, tengo que pedirle permiso a Bakagami y el muy maldito va a buscar mil y una excusa para no dejarme. Y tu no te vas a acercar a mi Zona.–explicó circunspecto. Dijo lo último con bastante más seriedad de la necesaria. Vio que el Omega iba a protestar–No vamos a discutir el millón de razones por las que ir a mi Zona es contraproducente.

–Está bien. Entonces no vamos a vernos hasta...

–Los fines de semana. Vendré a verte.

–Bien.–su rostro se mantuvo estoico. Solo hasta que Aomine se acercó a darle un beso tibio en la mejilla, después se decidió en deslizarse hasta su cuello y respirar hondo. Kuroko aprovechó también para robar algo de su aroma.

–No quiero irme. Quiero quedarme o llevarte pero ninguna de las dos es una opción.–suspiró contra su piel de manera inútil porque de verdad, ninguna era opción.–¿Puedo marcarte?.

Kuroko se tensó enteramente y sus manos se aplastaron contra el pecho abrigado del Alfa en un intento tembloroso de alejarlo. Su aroma cambió, se agrió por el susto inmediato que se le instaló en el cuerpo. Quizo huir.

–No.

–Oh no, Omega. Ven aquí–susurró consternado mientras recogía a Kuroko con mas facilidad de la que le hubiese gustado admitir al Omega.

–N-no quiero que me marques. –jadeó asustado. Era un "no todavía"

–No me refería a eso–dijo con suavidad, el Omega se relajó entero y lo miró buscando sinceridad en su rostro–Hablaba de marcarte con mi aroma solamente ¿Puedo?

Él asintió y no se movió durante todo el proceso. Aomine se acurrucó en su cuello y expulsó todas las feromonas que pudo, su aroma a leña y menta silvestre se pegó a la piel del Omega con cada roce hasta que se entremezcló con el de él.
Confortado por el calor del Alfa y su aroma envolviendolo con gentileza, el Omega se sintió de pronto tan adormilado que casi podía dejarse ir en su brazos enteramente y lo hizo, el Alfa no se quejó, se limitó a levantarlo del suelo y dejar que sus piernas se enlazaran en su cintura.

–¿Alfa?

–¿Si?

–Quiero marcarte yo también.–susurró sin vergüenza, envalentonado por su aroma, ebrio de él.

El Alfa sonrió con tristeza y dejó un beso en su sien mientras lo mecía con suavidad. Rezando porque se durmiera y no discutiera mas.

–Te llevaré a tu habitación.

–Me escuchaste bien, quiero marcarte.

Estaba balbuceando contra su cuello y era un muy buen distractor a su noble misión

–No puedes marcarme con tu aroma, Omega. Los Alfas de mi Zona te olerían y no quiero que nadie lo haga. Además hay algunos más osados que podrían buscarte y hacerte daño. No les dejaré esa vía libre.–explicó lentamente para que la conciencia embotellada de Kuroko procesara todo.

El Omega asintió. Mas dormido que despierto.

–Pero quiero marcarte.

Esa era la oración final pero salió de su boca en forma de sílabas flojas que se resbalaban graciosas, de sus labios. Aomine se rió un poco y comenzó a caminar fuera del almacen de invernalia.

–Siempre puedes morderme–bromeó ya casi al aire puesto que el Omega estaba mas del otro lado que de este. Aseguró el agarre de su Omega y cerró la puerta.

A mitad de camino hacia el corredor sintió unos pequeños dientes clavandose con fuerza en el lado derecho de la base de su cuello. Detuvo la marcha por completo y jadeó, aunque quizá fue mas un gruñido que un jadeo.
El dolor era latente y dulce, casi estimulante, ardía levemente por lo que era obvio que había roto la piel y era sorprendente porque el había visto los pequeños dientes de Kuroko y no había pensado en la posibilidad.

Después, aun mas sorprendente que la mordida, Kuroko lamió la zona herida con casi flojera, hasta que estuvo limpia, dejó un beso en la pequeña marca y se durmió con los labios pegados en ella.

Así como así.

Aomine estaba petrificado, no sabía que demonios acababa de pasar, bueno si sabía, no era estúpido pero aun así su mente no procesaba lo sucedido.
Decidió enfriar la cabeza, las dos,  llevar a su Omega a su habitación, dejarle algo con su aroma e irse de ahí antes de hacer otra cosa que posiblemente termine con su Omega enfadado.

Que dios lo ayude

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