Acuérdate.

Aomine llegó a las 8 en punto a la Zona Omega.

No había esperado a las diez que era la hora en la que el personal ya se había retirado y por consecuente solo tendría que lidear con Kagami. Pero no. No soportó y llegó a la entrada con el portero a las ocho en punto.

–Buenas...–saludó neutral.

El hombre, un beta, lo miró ceñudo. Sus labios se fruncieron y aun y con eso se permitió la fanfarronería de hablarle despectivamente.

–Buenas noches, Alfa–escupió agrio.

Aomine elevó una de sus cejas en claro desentendimiento de la situación, ¿por qué le hablaba así? Aparte de que no debería ni siquiera atreverse, no debería parecer tan rencoroso cuando Aomine no recordaba haberle hecho nada malo.
Pero, porque siempre hay un puto pero, él era un Alfa y a menos de que fueras cierto Omega azulino de hermosos ojitos gruñones, no podías atreverte a hablarle así. Seguía tenía sus mañas.
Fue sútil el cambio pero efectivo. Su postura se enderezó, se hizo mas alto, imponente, su expresión que pasó de ser inofensiva y monótona, se endureció y mostró arrogancia. Suena como un gran proceso pero la verdad es que todo, el aura que despedía, de superioridad era tan natural que era injusto porque el Beta se hizo pequeñito en su lugar.

–Beta, ve por el prefecto de esta Zona, ahora.

La orden cayó en el pobre hombre quien asintió nervioso y corrió a buscar a Kagami para que ese Alfa carnívoro no lo matase.

Ahora que estaba solo pudo entregarse al nerviosismo y el anhelo que lo consumía. Había marcado al teléfono de Kuroko tres veces y solo le había contestado una, que fue en la mañana. Supuso, o se esforzó en creer, que estaba ocupado con eso de que era su primer día ahí como estudiante así que se consoló con eso.

Pensó en su mañana la cual fue ciertamente gratificante. Siempre era bonito escucharlo hablar. No estaba seguro de si el Omega recordaba las conversaciones a medias que tuvieron durante su celo, le habló de su madre, su vida, su tristeza y el a cambio bien pudo haberle dicho todo, como en un confesionario porque para ese entonces ya sabía que él era su pareja.

Kagami lo vió y se permitió esbozar la mas condescendiente sonrisa del mundo jamás. Ver a Aomine ansioso por algo era de lo más divertido y gratificante. Además, para él como prefecto de la Zona Omega, los detalles importaba y por eso se dió cuenta de que el Alfa moreno se había esmerado en su aspecto e higiene.

–Woah, ¿te cansaste de roer los marcos de las puertas?. No es muy tu estilo la ansiedad.–saludó sardónico

–Callate, quiero verlo–dijo sin preámbulos. Con una mirada poco amistosa.

Kagami miró su reloj y negó suavemente.

–Son las ocho, debe estarse bañando ahora. No puedo dejarte pasar, ya sabes, tu aroma pone incómodos a lo Omegas, fue un problema explicar en administración el porque carajos Kuroko estaba envuelo en tu olor, que por cierto debo hablar contigo y con él al respecto.–explicó ameno.

El Alfa moreno se movió inquieto, su piel picaba de pronto y la ansiedad se le asentó grave en su vientre tenso. No quería hacer ninguna especie de pataleta pero de verdad quería ver a Kuroko.

–Necesito verlo y él, aunque sea un puto terco, lo necesita también. Si no puedo subir, dile que baje.–pidió en una casi súplica que Kagami captó de inmediato.–Es mi Omega ¿si? Es mi jodido Omega, me pertenece.

El Alfa rojizo se vió de pronto incómodo, tanto que se sonrojó un poco. No estaba preparado para eso. Si Kagami fuese 100% honesto, el creía que solo estaba encaprichado.
No que era su Omega o algo de tanta magnitud.

–Te lo digo como sugerencia solamente pero ya sabes sobre el protocolo de cortejo, debes meter una solicitud. Siendo quien eres no debería haber problema, te darían pase libre a verlo siempre que quieras y les darían un cuarto especial para es...

Y aunque las intenciones de Kagami fuesen buenas y hasta inocentes, no. Solo no.

–Acaba de llegar y aún no hemos hablado de nada, no se que clase de cortejo quiera. Ni se que quiere, para emoezar. Solo quiero esperar a que deje de verme como a un idiota y después podré pensar en hacerlo oficial por parte de la jodida institución–explica con grandes gestos de frustración porque es difícil admitir que él no tiene elección al respecto, toda la tiene su Omega.

En eso, una Omega mayor alta, bonita y con cierto deje arrogante sale de el edificio con fieros taconazos.

–Buenas noches, Miss Agatha–saludó Kagami quien recibió un cortés asentimiento. Miss Agatha lo miró pocos segundos puesto que sus ojos verdes se clavaron en Aomine, sugerente, provocativos, una sonrisita pícara en sus labios borgoña.

Cuando se fue, Kagami no se contuvo en guardarse una risotada.

–¿Te follaste a Miss Agatha?–preguntó entre risas. Aomine enrojeció un poco y apartó la mirada.

–No precisamente, fue solo un sesenta y nueve para pasar la materia.

Kagami se ahogó en risas aun más histéricas.

–Eres todo un caso–murmuró al final mientras secaba las lagrimasqde la risa. Suspiró profundamente–Uhhh, iré a ver si él quiere bajar.

Aomine no lo dijo pero se lo agradeció.


Kuroko había tenido un buen día a secas. Había conocido a sus compañeros quienes resultaron ser amables y apacibles con él. Sus maestros eran todos Omegas también tambien fueron amables con él, excepto la de inglés pero ella parecía ser áspera con todos. Nada extraordinario.
Nadie comentó nada sobre el hecho de que olía a Alfa, solo Tatsuya, el Omega de Kagami, resultó ser serio y amigable, con aroma a moras silvestres y una sonrisita adorable. Se llevaron bien.
Todo fue bien.

Sin embargo estaba agotado al final del día. El tener que subir, bajar escaleras, cambiar de salon y recorrer pasillos era cansado, saludar, aprender, ponerse al corriente lo era también. Así que fue el primero en salir volando hacia las regaderas y también fue el primero en terminar e irse a dormir.

O disponerse a ello.

Leiv acababa de entrar a la habitación y se estaba acostando cuando alguien tocó la puerta, con bufido se volvió a levantar para abrir la puerta; era Kagami.

–Buenas noches, chicos.–saludó desde el marco de la puerta.

–Buenas noches, Kagamín–respondió Leiv con una sonrisa y un acento evidentemente extranjero en el apodo. Kuroko solo levantó una mano a modo de saludo. Ni siquiera abrió los ojos.

–Kuroko, te busca tu mascota–bromeó áspero. El Omega abrió un ojo e hizo un gesto de desinterés.–Vamos, no quiero que me haga una pataleta.

–Tengo sueño, mucho sueño.

–No te quiero presionar, es tu decisión, pero por la salud mental de Ahomine...

Kuroko se lo pensó un instante y con un bufido de molestia se puso de pie. Kagami lo escoltó diligente hacia la entrada. Cuando estaban a punto de llegar, el Alfa estaba a punto de decir algo.

–Humm, ¿Kuroko? Tu cab...

–¡Omega!

No alcanzó a terminar puesto que apena Aomine vislumbró el cuerpo menudo de su compañero lo atenazó entre sus brazos en un agarre férreo y apretado. Kagami no dijo nada y prefirió quedarse en el humbral mientras el Alfa moreno alzaba el cuerpo de Kuroko quien por inercia le rodeó la cintura con sus piernas.

–Bájame, por favor.–pidió somnoliento pero la verdad es que su cabeza se recostó automáticamente en el hueco cálido de su hombro.

Aomine no le hizo caso, lo olisqueó y su lobo se contentó al oler que su compañero olía tranquilo y un poco a sueño.

–Oh dios, hueles delicioso–ronroneó satisfecho por tener a su Omega en sus brazos–Hmm, estabas dormido ¿verdad? Tienes un desastre en tu cabello.

Los ojos azules de Kuroko se clavaron en los suyos y el Alfa tuvo que partirse en dos para no besarlo porque sí, seguía siendo un límite infranqueable para ambos.

–Lo estaba, hasta que viniste a despertarme. No debiste venir...

Aomine dejó escapar un jadeo indignado.

–¿Pero qué dices?, aguanté como un campeón.

Kagami se permitió reír socarrón y dejar escapar un: "si, claro"

–Que no se haga costumbre. Ahora bájame, Aomine-kun.

–Daiki. Llámame Daiki–insistió.

–Aomine-kun.–replicó sin cambiar de expresión

–Daiki.

–Aomine-kun.

–DAIKI.–espetó.

–No grites, Aomine-kun.

–Aomine-kun.

–Eso solo funciona en las películas, idiota.–dijo exasperado. El Alfa lo dejó en el suelo pero no quitó el agarre de sus brazos.–Tengo sueño.

–Puedo verlo, ven, deja que te marque con mi aroma para que puedas dormir.

El Omega se negó.

–No soy un niño. Además, si me marcas por la mañana tendré un dolor de cabeza espantoso.

–¿En serio?¿Por qué?

Kuroko alzó sus hombros en desentendimiento.

–Tatsuya me lo dijo.

Ambos miraron a Kagami entonces por una respuesta.

–Es porque no estás con él cuando te despiertas, tu Omega se siente confundido por no tener a su Alfa a su alrededor.–explica, evidentemente más experimentado que esos dos pobres mortales. –Es por eso que ustedes...

Aomine hizo un gesto tajante para que cerrara la puta boca. Kuroko lo notó.

–¿El qué?–inquirió. El Alfa miró fulminante al otro y luego lo volvió a mirar a él con una mirada más suave.

–No vamos a discutir esto ahora.–zanjó el tema.

–¿Es sobre tu marcándome?

–Algo así. No es momento para discutirlo.–suspiró mientras le acomodaba el desastre que tenía por cabello–Bueno, si no puedo marcarte, déjame limpiarte.

–Voy a dormirme si lo haces y como Kagami-kun no puede dejarte pasar el tendrá que cargarme así que por respeto a él y a Tatsuya, no, no vas a limpiarme–responde tozudo. Aomine siente que nunca va a poder con su lógica.

–¿Entonces qué hago?

Kuroko se tuvo que reír de su gesto estúpido.

–Despedirte y dejarme dormir. Buenas noches, Aomine-kun.

Como pudo, se safó de los brazos del Alfa no sin antes recibir diez besos repartidos por su cuello y mejilla izquierda. Le dió uno en la frente y eso pareció apaciguar bastante al cavernícola.

Le costó otros cinco minutos despedirlo y convencerlo de que se fuera pero al final lo hizo.
Kagami lo escoltó a su habitación.

–Es sorprendente...

Kuroko sabía a que se refería pero igual preguntó.

–¿A qué te refieres?.

–A todo el proceso. Hace unos tres, cuatro días, Aomine era sencillamente una mierda de persona y ahora es todo suavidad, es hasta soportable ¿sabes? Hoy tuvimos nuestro priner cruce de palabras sin pelear y no se ve como un mal tipo–respondió sinceramente sorprendido.

–Bueno, imaginate mi sorpresa, pasó de azotarme a las paredes a ser un Alfa de película. La vida y sus sorpresas–respondió irónico pero Kagami no se rió.

–No, no es como si lo fingiera, se ve tan sincero y transparente que da miedo ¿sabes?. Hace unos días no estaba seguro de si tenía sentimientos, de si era el mismo diablo o no y hoy lo vi sonrojarse como colegiala. Pasó de ser arrogante a rojo brillante, rima y todo. ¿Qué mierda le hiciste en ese almacén?.

–No lo sé.

Y no sé que me hizo él a mi.
Pero estamos bien.
Sobrevivimos.

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