IV.Bienvenidos a Marsella.
Saliendo del aeropuerto somos llevados a la estación para prestar declaración sobre los sucesos del avión.¡Maldita sea, son las seis de la tarde! Estos inútiles nos tuvieron acá ocho horas. Pero al final logramos salir de esa molestia... Para colmo ni siquiera fueron tan amables de acercarnos a nuestro destino, nos sacan del aeropuerto, nos traen hasta acá y nos dejan a nuestra suerte.
— Hay algo que aún me molesta, pero no sé que es.— infiere Kate mientras salimos de la estación.
— ¿Te refieres al hecho de que no interrogaron al hombre del sombrero de copa? Ni siquiera lo trajeron a la estación.
— Eso es.¿Qué crees que haya sucedido con él?
— Realmente en estos momentos no estoy en condiciones de pensar en eso. — respondo mientras me coloco la mano sobre el estómago– no he comido nada en todo el día, para colmo no pude comprar caramelos antes de salir.
Kate se toca el estómago al mismo tiempo y me mira con rostro de cachorro hambriento. Necesitamos encontrar donde comer algo y rápido.
Casi al mismo tiempo llega un mensaje de mi padre.
«Lo siento hijo, pero la señora con la os ibais a encontrar hoy llamó, aparentemente tuvo una situación y no podrá atenderlos hasta mañana en la tarde. Imagino que aún no tendréis donde ospedaros. Hablé con un amigo de la ciudad. Es dueño de un café en el centro. El te indicará donde podéis quedaros. Decidle que vais de mi parte. Por cierto, supe de lo sucedido en el avión, buen trabajo.»
En otro mensaje recibí la dirrcción del lugar. Salimos de la estación y hago señas a un taxi para que se detenga. Parece que tenemos suerte, inmediatamente se acercó uno. Montamos de inmediato, no hay un segundo que perder.
—Buenas tardes.— el conductor es un hombre muy amable. Una persona bastante peculiar, diría que de unos cincuenta años, acento extranjero, probablemente un imigrante. Realmente no me fijo mucho en el, el hambre no me deja pensar en otra cosa— ¿A dónde desean que los lleve?
Le digo la dirección de la panadería que mi padre me indico.
— Conozco el lugar, está algo lejos pero si no les molesta la espera les aseguro que no se arrepentirán.
— Sí, por supuesto, llevenos por la ruta que crea mejor, pero hágalo.— respondo esta vez un poco más impaciente.
El taxi se pone en marcha.
Mantenemos una conversación bastante agradable con el conductor. Nos va contando sobre la ciudad a medida que vamos transitando. La charla es bastante interesante, al parecer es un hombre que conoce Marsella. En menos de media hora llegamos al lugar.
— Es acá, el lugar es bastante famoso. El dueño es un hombre rico y su hija una joven muy bella. Es un hombre algo reservado y misterioso, bastante celoso con su mujer dado que esta es una mujer diez años más joven que él.
Salimos del taxi y al caminar hacia la cafetería vemos que nos saluda ondeando la mano desde la puerta del local un hombre mayor, cercano a los cincuenta años. Cabello rubio plateado, una tez bastante clara, obviamente no muy expuesta al sol,un peinado hacia atrás, ojos azules, una barba de chivo y un bigote bien acomodados le daban a su rostro un aire de aristocracia. De complexión semi delgada, un poco alto. Tenía algunas cicatrices visibles en las manos. Posible ex-soldado. Viste elegante, con un traje de chaqueta, pantalón y zapatos blancos, de corbata amarilla clara que contrasta con el azul claro de la camisa lleva anillos y un reloj de oro. Él debe ser de quien me habló mi padre.
Junto a él dos mujeres, una un poco mayor que Kate y yo, ojos claros al igual que el hombre, con una mirada que demuestra inteligencia. El cabello perfectamente areglado brilla con un color dorado intenso. Sus labios pintados de un tono rosa intenso, un color no muy común. Luce un hermoso vestido plateado sencillo, abierto de espalda, largo hasta los pies que vestían unos zapatos de tacón bajo. Es probable que sea su hija.
La otra es un par de años menor que el hombre, rostro gentil y mirada amable, sus labios pintados de rojo tenue. cabello oscuro rizado que cae en los hombros. Su cuerpo está cubierto por un gran abrigo negro que le llega hasta los pies. En la mano lleva una alianza por lo que ha de ser la esposa. Nos acercamos a saludar a todos.
—Hola,— saluda muy cordialmente en un tono medio de voz— soy Antoine Dubois, ustedes han de ser los hijos de Adrien.— extiende la mano hacia mi.
— De hecho, el hijo soy yo,— le rectifico en voz baja, algo apenado, mientras correspondo al saludo— ella es Kate, mi amiga de la infancia. Disculpe la indiscreción, — digo tocándome el abdomen— si no es mucha molestia, ¿podría darnos algo de comer? No hemos comido nada desde que salimos de París.
El hombre se me queda mirando serio por un momento, un silencio incómodo, una mirada juzgadora. Luego su expresión cambia de golpe, se empieza a reír.
— ¡Claro que sí! No se diga más, los amigos de Adrien son mis amigos y sus hijos son mis hijos.— me da una palmada en la espalda– No estén tan tensos, vengan adentro, íbamos a cerrar así que no hay nadie adentro, solo el novio de mi hija y un gran amigo mío.
Adentro se encontraban dos hombres. Uno de ellos de la edad de la esposa del dueño del lugar, un hombre bien vestido, perfume extranjero, unos gustos algo caros, si me preguntan. El otro hombre era un joven de un par de años más que la hija. Algo descuidado, ropa informal, pequeñas manchas de pintura en sus zapatos y en la punta de sus dedos, posiblemente un pintor.
— Ahora que estamos todos permiteme presentarnos.— intervino Antoine— Primero que nada, esta hermosa mujer que veis acá es mi esposa, Danielle. Es la encargada de la cocina en la cafetería, sin ella mi negocio se iría abajo. Esta joven es mi hija, la doctora de la familia, Elizabeth. Estudió medicina en América, y allá conoció a su novio. Este es Maxwell — el joven se nos acerca y nos saluda— el novio de mi hija, es un pintor con mucho talento. Es de Canadá por lo que no le fue difícil adaptarse al francés. Por último aquél hombre de allá— señala hacia el fondo donde se encuentra un hombre delgado, de cabello negro, rostro largo y facciones gentiles— es mi amigo de años, Felix LeBlanc. Es el su chef de la cafetería, nos conocimos cuando iniciaba el negocio y buscaba personal para trabajar en la cocina. Mi esposa me lo presentó y desde entonces hemos sido inseparables, la persona en la que más confío.
Luego de terminar la presentación se dirigió a la nevera y sacó un pastel.
— ¿Tenéis hambre, cierto? ¿Os apetece un trozo de pastel de cereza? —pregunta Antoine mientras corta dos pedazos del pastel y los coloca en platos.
Al cortar los pedazos se le resbala el cuchillo y se hace una pequeña cortada en la mano. Lo extraño es que no reacciona, pareciera como si no hubiese sentido el corte.
— No me negaré.— respondo para disimular el obvio hecho de que mis ojos brillaron al ver un pastel tan bien elaborado.
Nos sentamos en una de las mesas a comer los trozos de pastel, luego de tantas horas sin ingerir alimento esto nos vino divino.
Al terminar salimos del local todos juntos. Son más de las nueve de la noche, no hay mucho tránsito en las calles.
— Imagino que no tendréis donde quedaros, en el hotel tenemos unas habitaciones disponibles. Quédense con nosotros esta noche.— nos propone Antoine.
— No veo inconveniente alguno pero,¿seguro de que habrá habitaciones para nosotros? — pregunto algo preocupado, es común que en los hoteles haya que reservar con antelación las habitaciones.
— Por supuesto que estoy seguro, — responde mientras hace señas a dos taxis— después de todo, soy dueño del hotel.
Nos montamos en el segundo taxi junto a Elizabeth y Maxwell. Ellos le indican al taxista la dirección del hotel al que nos dirigimos.
El viaje se hizo bastante agradable en compañía de la pareja. Nos van haciendo anécdotas de su tiempo en América.
Vamos llegando al destino y desde lejos se puede ver el lujoso hotel. Un edificio de veinte plantas completamente iluminado.
Al llegar nos recibe uno de los del personal. Un joven delgado de mirada ambiciosa.
—Se pueden quedar en la habitación del segundo piso, al lado de la nuestra.— indicó Antoine.
— Por mi no habrá problema.— respondo mientras exploro con la vista el lobby del hotel, un lugar muy lujoso.
— Por mi tampoco.— agregó Kate.
Nos dirigimos al elevador para subir a nuestras habitaciones.
— Me quedaré un rato en el bar del lobby, se me apetece un trago.— explica Danielle mientras se dirige hacia la barra.
El resto abordamos en el ascensor. Antoine presiona el botón de la segunda planta y Elizabeth el de la tercera, lo que se me hace extraño.
— ¿Tercera planta?— pregunto, incapaz de aguantar la duda.
— La habitación de Elizabeth está en la planta de arriba, justo encima de la mía y de Danielle. — explica Antoine.
El ascensor se abre en la segunda planta y bajamos todos excepto Elizabeth y Maxwell.
Kate y yo nos quedaremos en la habitación adyacente a la de Antoine y Danielle. La habitación de Felix se encuentra al final del corredor.
Cada cual se dirige a su respectiva habitación.
Kate y yo estamos acostumbrados a dormir juntos desde niños por lo que se nos hace normal. En la habitación hay una sola cama así que decidimos compartirla.
Luego de acomodarnos Kate entra a darse un baño y yo me quedo sentado en la habitación viendo la tele.
Al rato oigo como tocan la puerta en la habitación de Antoine. Este abre.
—Oh, hija, eres tú.— lo oigo decir desde la puerta.— Adelante, entra.
No logro escuchar nada más y ciertamente no debería, es una conversación entre padre e hija.
Pasadas las 10:30 un corte de corriente nos sorprende. De inmediato se vuelven a encender las luces, probablemente solo haya sido un cortocircuito.
Pasan cinco minutos y nuevamente oigo que tocan la puerta en la habitación de al lado. Esta vez es servicio de habitación. Oigo que abren la puerta.
— Traje la botella de vino que ordenó. — dice el trabajador del hotel.
— Debe haber un error, yo no ordené ninguna botella.
— Disculpe entonces, debió haber un error.
— Bueno, me llevaré la botella para mi habitación entonces.— agregó Elizabeth.— me retiro a mi cuarto. Que descanses papá.
Escucho como el trabajador del hotel sigue hacia el fondo del pasillo en dirección a la habitación de Felix. Elizabeth sube al ascensor.
Luego de unos minutos se escucha un ruido en la habitación de al lado. Un cristal roto, una ventana.
Salgo corriendo a ver que pudo haber causado el ruido. Golpeo la puerta pero Antoine no responde. La puerta esta cerrada con llave.
Vuelvo a mi habitación y llamo a recepción para que traigan la llave de repuesto.
Al llegar el hombre de recepción con la llave entro apresurado y veo la ventana rota y medio abierta. Los cristales esparcidos por el suelo de la habitación.
Sobre la cama yacíae Antoine, rodeado por una enorme mancha de sangre que tiñe las sábanas blancas. Está acostado boca arriba como si se hubiese sentado en el borde de la cama y luego hubiese caído hacia atrás. Ordenó que llamen a la policía cuanto antes.
Alguien le asesinó. Alguien entró en la habitación mientras estaba solo, le asesinó y se marchó. Pero, ¿quién?
Otra vez me veo involucrado en un asesinato.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top