prólogo
00. Prólogo
La primera muerte de Scarlett.
( 🌬🕯)
SE DICE QUE EN LA VIDA LLEGAMOS Y NOS VAMOS ESTANDO SOLOS. Bueno, no en el caso de Scarlett. Ella llegó al mundo acompañada de su hermano Blake y solo un puñado de afortunados podrían entender lo que eso significa. No solo conlleva sus ventajas, sino que también tiene sus responsabilidades; la más importante de ellas siendo el no abandonarse el uno al otro jamás, bajo ninguna circunstancia, ni siquiera la muerte. Habían llegado juntos, así que se irían juntos. Todo el rollo de hasta que la muerte los separe de las almas gemelas podría irse a joder. Se lo habían prometido el uno al otro, pues sabían que simplemente era como tenía que ser: nacer juntos y morir juntos, el curso natural de las cosas. Scarlett la jodió ahí, pero no fue su intención. Si valía de algo, mínimo regresó poco después.
Pero no hay por qué adelantarse, primero lo primero.
Érase una vez un reino muy muy lejano que se alimentaba de los más desafortunados y era rico en delincuencia: la ciudad de Gotham. En sus miserables calles no solo podrías encontrar ratas del tamaño de perros, sino que también habitaba una bella y atrevida princesa que robaba para poder comer. Un maravilloso día y por obra del destino, firmó su condena con tinta permanente al enamorarse de un forastero delincuente llamado Lewis Snart.
Su etapa de luna de miel fue como cualquier otra: gritaban su amor a los cuatro vientos, pasaban todo su tiempo juntos y protagonizaban los atracos más impecables de la ciudad. Ahora Gotham contaba con sus mismísimos Bonnie y Clyde, solo que estos siendo mucho más ricos y astutos que ese trágico par.
Su estupidez pagó, cuando la princesa quedó embarazada de gemelos. Al conocer la noticia, su príncipe azul la convenció de llevar acabo su atraco más ambicioso, solo para incriminarla y escapar con toda la ganancia. No solo fue dejada a la merced de la GCPD, sino que fue enviada al Asilo de Arkham, tratada de loca. Nadie tuvo un felices para siempre.
El par de bastardos nació dentro de las paredes del hospital mental: Scarlett Fiamma y Blake Giomme. La proporción de sus nombres fue de las últimas cosas que se le pudieron conferir a la mujer con respecto a su tutela sobre los gemelos. Si no se encontraba desquiciada antes de su llegada a Arkham, la institución ya se había encargado de hacerla perder la cabeza. Al poco tiempo falleció.
Ahora, ¿qué se podía hacer con un par de bebés que nadie reclamaría ni vería por su bien? Usarlos como ratas de laboratorio, claro está. Arkham podría ser muchas cosas y continuar en constante cambio, pero las influencias de las creaciones de Hugo Strange jamás abandonaron el lugar en su totalidad.
Años después, esta mágica receta daría por resultado dos gemelos idiotas con remarcables poderes que no podían tomarse nada en serio y solo querían ver al mundo arder. Literalmente.
Era difícil calificar una infancia vivida dentro de las paredes de Arkham; de todos los adjetivos accesibles para su descripción, óptimo no estaba ni cerca de ser uno de esos. En primer instancia, su educación integral fue aportada por una serie de películas mostradas en la sala de proyecciones del manicomio. Una tras otra, los pequeños atesoraban el conocimiento recolectado de éstas para posteriormente conjeturarle algún sentido en sus propias estructuras mentales que forjaban la concepción universal de las cosas. Al ganar edad, se les concedió el pasar tiempo de calidad con los pacientes de la institución, mientras jugaban todo tipo de juegos de mesa de por medio. Una vez llegada la adolescencia, estas experiencias fueron complementadas por viajes furtivos a las ruines calles de la ciudad de Gotham bajo supervisión y ahí quedó la historia de sus años de ignorancia.
Era incomprensible el por qué retoños como Scarlett y Blake podrían resultar carentes en ámbitos como la empatía, el apego saludable, comunicación efectiva, autocontrol, entre otros encantos.
Su primer plan de escape les llegó mucho más tarde de lo que uno esperaría, cuando los gemelos ya rozaban las edades adultas. El problema es que un ratón no desea escapar una ratonera hasta que se percata de los cerrojos. Había sido una mala jugada de sus doctores el permitirles explorar el repugnante panorama citadino, no importara qué tan monitoreados podrían haber ido.
La vanidad alimentada por el natural progreso de sus impresionantes habilidades sobrehumanas y las profundas ganas de construirse una vida propia fue lo que desató el completo desastre. La estrategia que idearon entre ambos había resultado tan simplona, evidente y delirante, que había dado fruto. Les había bastado un puñado de movimientos de insensatez para encontrarse corriendo con toda la capacidad de sus piernas por las azoteas del hospital psiquiátrico.
Scarlett era la más rezagada, soltando las más sonoras carcajadas desde lo profundo de su pecho; mismas que eran coreadas por las chirriantes alarmas detonadas que anunciaban su cursante escapada. Blake había alcanzado a tomar la mano de su hermana, arrastrándola a mantener el paso, hasta que alcanzaron el filo del edificio principal.
Para su deleite, su contacto de fuera había cumplido efectivamente con su parte del trato. Un ingeniero de dudosa moral había montado un mecanismo diseñado para permitirles saltar del techo de ese edificio sin morir en el proceso. Los arneses que debían ajustarse al cuerpo ya se encontraban prístinos en el lugar deseado, esperando a la llegada de los hermanos.
Scarlett apenas había alcanzado a pasar las correas por una de sus piernas, cuando sucedió. Fue un descuido suyo, ella lo comprendía. Debió de haber estado teniendo todos sus sentidos alertas, aplicando un glamour sobre ellos. Contrario a esto, se vio rápidamente abrumada por sus propias emociones y sus derivados: el frenético ritmo de su corazón contra sus oídos, las abundantes bocanadas que tomaba del frío aire de la madrugada, combinado con el ardiente mordisco que éstas causaban en su pecho; el sonido de sus propias carcajadas en medio del caos, la visión de la figura de su hermano al correr con su castaño cabello enredándose en el aire, la adrenalina, el miedo, la emoción... Todo en conjunto había acaparado el espacio mental de la joven en su totalidad. Había sido imposible para ella anticipar la bala que silbó por los aires, acertando a perforar de lleno en su estómago, esquivando su columna vertebral por centímetros vitales.
El dolor no la alcanzó de inmediato. Tuvo un par de segundos dentro de su shock en los que vio la espalda de su hermano tensarse, congelando sus movimientos al estar por concluir la ajustación de su propio arnés. De sus labios se escapó un lamentable quejido, en lugar de las palabras que Scarlett procuraba formar con tanto esfuerzo. La mirada que Blake le dio, cuando finalmente giró la cabeza en su dirección era uno de esos recuerdos que se habían sellado tal tatuajes dentro de su memoria. Lo que siguió a continuación podía deformarse en imágenes borrosas casi pertenecientes a una pesadilla de fiebre, pero no los ojos de su hermano cuando la vio ahí parada, sosteniendo la boca de su estómago con ambas manos y sin poder esconder la creciente mancha carmesí que devoraba su ropa con presura.
―Blake... ―balbuceó la castaña, infundida de terror.
Sin dar más tiempo de reaccionar, se vio víctima de otra detonación que se incrustó en su hombro derecho y otra en su pierna.
―¡No! ―bramó su hermano al verla colapsar, lanzándose en su dirección para evitar que impactara contra el suelo―. ¡No, Fia!
Con desesperación se aferró al menudo cuerpo de su hermana, acunándola entre sus brazos para inspeccionar la gravedad de sus heridas. Ahora se encontraban escondidos detrás de una pared, protegidos de cualquier otro atentado.
―Oh, carajo ―murmuró la menor con lágrimas en los ojos, sintiendo extraños escalofríos recorrerla de pies a cabeza—. Lo jodí, de verdad lo jodí. Gio, perdón.
El aludido cerró los ojos con fuerza, mientras la estrujaba más contra él, como si de esa forma todas sus piezas pudieran volver a encajar, dejándola completa y bien.
—Cállate, Fia. Cállate y vámonos de aquí —apuró entre lágrimas de desesperación, intentando buscar los seguros del equipo que rodeaba su cuerpo para poder terminar de asegurarlos.
—Vete, vete —murmuró entre cortos alientos, cargando una extraña calma en ella.
Blake la miró con más furia que nunca.
—¡No, no puedes dejarme! ¡Joder, solo muévete, te conseguiré ayuda! Vas a estar bien —aseguró, convenciéndose a sí mismo de eso.
Blake contó hasta tres y de un jalón la puso de pie, haciéndola soltar un alarido. Echó uno de sus brazos por su hombro, y tomándola de la cintura, cargó todo su peso hasta llevarla a la orilla del edificio, donde se suponía que tenían que saltar. Con manos torpes intentó arreglar el arnés de su hermana, mismo que ya se encontraba hecho un lío. Detrás de ellos, las pisadas en la gravilla se escuchaban cada vez más cercanas, el peligro respirando en su nuca. Esta vez, abusando de su ahora escasa reserva de energía, Scarlett logró utilizar sus poderes para crear un glamour que los escondería a simple vista.
—Espera, espera —pidió con una fina voz, temblorosa y difícil de escuchar. Interrumpió sus frenéticos intentos de acomodar su equipo al rodearlo en un fuerte abrazo. Blake se tensó por la interrupción, pero no pudo evitar abrazarla de regreso con intensidad—. No mires atrás, Blake. Imagina que voy detrás de ti, pero no dejes de correr. Te amo.
Aprovechando su distracción, Scarlett utilizó sus rápidas manos para terminar de enganchar el arnés de su hermano al mecanismo que estaba a sus espaldas. El sonido que causó ese último pestillo, un tormentoso click, formó un hoyo en el pecho de Blake. Cuando se separó para ver el semblante de Scarlett, ella pudo identificar el terror y la negación en sus ojos. No esperó una reacción concreta. Posó ambas manos en el pecho del castaño y lo empujó con toda la fuerza que le quedaba.
A Blake se le escapó el aire, intentando aferrarse a algo inútilmente. En un pestañeo ya se encontraba cayendo desde la copa del edificio con un sistema de cables silbando a lado suyo y frenando su caída.
Desde arriba, Scarlett soltó una risa ronca de satisfacción. Incapaz de continuar soportando su peso por su cuenta, se dejó de caer de espaldas al suelo en un sonido seco. Sus ojos viajaron por el techo estrellado que cubría su cabeza, teniendo fragmentos borrosos en las esquinas de su visión. Pronto las punzadas de dolor de sus heridas se hicieron demasiado presentes como para ser ignoradas, llenándole los ojos de lágrimas y el cuerpo de sacudidas pequeñas que no podía controlar.
Cada parte de ella estaba rogando que todo acabara pronto.
Las personas de seguridad no tardaron en llegar, el glamour ahora solo afectando a su hermano, dejándola descubierta. Se encontraban agitados, dando órdenes ruidosas. Uno de ellos se inclinó sobre Scarlett, ocupándose de ella y haciéndole todo tipo de preguntas. Ella apenas podía mantener sus ojos abiertos, yendo y viniendo en un tedioso vaivén.
Scarlett pensó que cuando llegara su día, su último aliento se iría como una marea que nunca volvía a arrasar contra la playa. O quizás como una vela que se consume por sus propios medios silenciosamente. Todos esos prospectos parecían pacíficos. Sin embargo, su último aliento se fue en la pronunciación de tres acertadas palabras que rasparon en su garganta con rebelión:
—Váyanse al carajo.
(n/a) buenas, buenas.
después de mil años les
traigo el prólogo JAJDJAJ.
este show sigue en "próximamente",
pero el plan siempre fue dejarlo
con la probadita del prólogo y
aquí está (:
les mando un beso,
nia.
©️ 2023 | -niamour
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