Rosehun & Lujiehan (Parte única)


Rosehun & Lujiehan

Lobos y ciervos, dos razas completamente incompatibles a simple vista, ¿verdad?
Muchas veces las cosas que parecen imposibles pueden hacerse realidad mediante distintos medios, pero el medio más fuerte y común es el amor, tal y como en esta historia en la que el amor, ¿lo podrá todo? 

Escuchen este relato que yo les voy a contar sobre amor imposible, tragedia, muerte y guerra. Escuchen este relato de amor entre un príncipe de la tribu de los ciervos y un príncipe de la tribu de los lobos...

>>La tribu de los ciervos era una tribu pacífica, en la que sus habitantes vivían entre ellos en armonía y paz, eran una tribu tranquila.

 
Sus habitantes eran hermosas criaturas de dulce y amable rostro con una cornamenta de ciervo coronando su cabeza, unas orejas peludas a ambos lados de esta y una pequeña cola de este mismo animal al final de su espalda. Poseían también la capacidad de cambiar de forma, transformándose así en este bello y fino animal del que poseían partes de su anatomía. Con su forma animal ganaban mucha velocidad, ya que sus músculos se hacían muy poderosos tras la primera transformación, la única dolorosa que experimentaban, ya que el cuerpo se enfrentaba a grandes cambios.

 
La tribu nunca tuvo ningún problema a la hora de vivir, ya que ninguna otra tribu era una amenaza para ellos... Hasta la llegada de la tribu de los lobos.

 
Los pertenecientes a esta tribu eran guerreros fuertes, robustos, violentos y fieros además de ser también depredadores natos y hambrientos de la carne de la pacífica tribu de los ciervos.
La anatomía de esta violenta tribu constaba de un rostro amenazante y serio, con una penetrante y violenta mirada. Sus cabezas estaban coronadas por puntiagudas orejas lobunas y su espina dorsal se alargaba formando una cola lobuna también, repleta de espeso pelaje. Al igual que la anterior tribu, esta también podía transformarse, tomando así una apariencia de lobo, ganando no sólo velocidad, sino también fuerza.

 
La llegada de la tribu de los lobos sólo trajo consigo tragedias, sangre, dolor, sufrimiento y miedo, mucho miedo.

 
Guiados por el miedo, los ciervos corrieron lejos con sus pequeños niños subidos sobre los lomos, pero pocos de esos niños sobrevivieron, al igual que sus padres, quienes tuvieron la misma suerte...

 
Para los ciervos la vida se restauró hasta el fatídico día en que los lobos volvieron, pero esa vez, los ciervos no huyeron, sino que lucharon. Todos los años en los que no hubo ataque estuvieron preparándose para uno, pues sabían que ese oscuro día llegaría.

 
Y así fue cómo la guerra entre ambas tribus estalló, prolongándose por siglos y milenios...<<

*Actualidad*

 
El príncipe de los ciervos, Lujiehan, un chico de 18 años, de pelo castaño, ojos brillantes y radiante sonrisa que fue desterrada al olvido, paseaba despreocupadamente por el bosque, había escapado una vez más del castillo, no soportaba estar atrapado tras esos muros, él quería ser un chico normal, no le gustaba ser un príncipe, quería vivir su vida, no que los demás se la programasen, que si a las 10 desayuno, que si a las 11 ética, que si a las 12 tal...

 
Estaba harto de eso, quería vivir su vida y dirigirla él mismo. Resultaba irónico que amara la libertad y sentirse libre cuando era un pájaro en una jaula de oro.

 
Rió por la metamorfosis que se hizo a sí mismo y dejó volar su imaginación mientras creaba en su mente una imagen de él mismo volando libre, surcando el cielo transformado en un pájaro.
Entonces se transformó en ciervo, todo se sentía distinto a cuatro patas, el suelo era algo más blando y veía el mundo con colores más nítidos, además de que aspiraba el verdadero aroma del bosque gracias a su desarrollado olfato.

 
Lujiehan amaba transformarse en ciervo, lo amaba porque era algo que no podía hacer tras los muros de palacio. Como siempre, lo prohibido era lo más atractivo.

 
Ciertamente no es que fuera prohibido, pero rara vez le permitían transformarse, según sus supervisores, "para evitar accidentes". "¿Qué accidentes?" pensaba Lujiehan, no es que fuera un puma, solo era un simple ciervo, y nunca se le pasó por la cabeza romper o destrozar algo. Jamás...

 
Pero aún así nunca le dejaron tomar su forma animal tras los muros. Únicamente una vez, la primera, la más horrenda, dolorosa y terrible de todas.

 
Durante dos días y tres largas y tediosas noches Lujiehan supo lo que era el dolor. Supo lo que era que sus músculos se desgarraran, que todo su cuerpo se deformara... Tenía miedo, estaba atemorizado, además de adolorido. Llegó a pensar que moriría, se pasaba el día entre alaridos de dolor, y la soledad no ayudaba para nada.

 
Pero lo peor de todo fue verse transformado en un animal y no saber cómo recuperar su forma humana. Tuvo que pasar tres días en su forma animal, y, cuando lo enseñaron a invertir la transformación, él no quería llevar a cabo el proceso, pues quería quedarse así para siempre, a pesar de que al principio se sintiera asustado. Se sentía más libre en su forma animal.

 
Y terminaron quitándole esa libertad, como siempre en su vida.

 
Lujiehan miró el cielo, apenado y con lágrimas en sus brillantes ojos de ciervo. Muchas veces se preguntaba cuántas veces le quedaban de ver el cielo en plena naturaleza. Tras los muros no se sentía de la misma manera.

 
En ese momento, para más inri de Lujiehan, un pajarito surcó el cielo a toda velocidad. Sintió envidia de ese pajarito, él quería ser cómo él...

 
Bajó la vista al suelo, sacudió la cabeza y echó a correr por el bosque como a él le gustaba.
Después de estar toda la mañana trotando y saltando por el bosque, se dio cuenta de que se había alejado mucho de ciudad y que no llegaría a tiempo para la hora de la comida, haciendo que sus padres y supervisores se preocuparan por él. A él le gustaba ir a su aire y ser libre en sus escapadas al bosque, pero no quería que sus seres queridos sufrieran por su culpa. Quizá ese era uno de los motivos por el cual se sentía como un pájaro en una jaula de oro.

 
Corrió todo lo rápido que sus largas y fuertes patas se lo permitieron, al menos en su forma animal, tenía muchísima más velocidad.

Justo antes de la muralla que rodeaba toda la ciudad de El Dorado, recobró su forma humana, tomó su túnica negra (que le tapaba de la cabeza a los pies) y se adentró en las frenéticas calles de la ciudad, su ciudad.

 
Corrió por las calles alejadas hasta llegar al extremo más alejado del muro de palacio y una vez allí pasó por el pequeño pasaje subterráneo escondido que llevaba justo a la habitación contigua a la suya. Fue a su cuarto para esconder la túnica y cambiarse de ropa, justo a tiempo, ha de decirse, ya que en cuanto salió del vestidor con ropa "digna de palacio", entró una de sus supervisoras para avisarle de que bajara a comer.

 
Lujiehan asintió y acató la orden.

 
Pasaron los días, y el joven príncipe seguía con sus escapadas matutinas y también vespertinas al bosque sin ser descubierto. Eso ya era imposible, ya que llevaba desde que tenía 14 años (que fue la edad en la que obtuvo la capacidad de transformarse) escapando al bosque.

 
Una tarde corría despreocupado por el bosque hasta que escuchó una rama romperse.

 
Lujiehan se paró en seco y miró en derredor, asustado.

 
Entonces su miedo se incrementó gracias a que vio una sombra desplomándose en el suelo. El príncipe no sabía que hacer; su curiosidad le empujaba a ir hacia allí, pero su miedo le decía que se volviera por donde había venido.

 
Con todo, el príncipe acumuló valor, tomó su forma humana, se colocó su túnica negra sin ponerse la capucha de esta y echó a andar con paso firme hacia donde vio la sombra caer.
Al ver lo que realmente era esa sombra se quedó paralizado en el sitio, era nada más y nada menos que un guerrero lobuno, ataviado con una armadura plateada y una capa naranja atardecer atada al cuello.

 
El príncipe sólo alcanzaba a ver las espaldas del guerrero, anchas y robustas, su pelo rubio platinado junto con sus orejas y cola, que eran del mismo tono que su pelo, quizá algo más plateadas.

 
Ahora que miraba a uno de sus "rivales", no le parecían tan temibles, al menos, no en la situación en la que se encontraba concretamente este guerrero.

 
Las orejas del susodicho se agitaron un poco y este ladeó la cabeza hacia el príncipe ciervo, el cual retrocedió mientras su cabeza generaba imágenes de ese guerrero abalanzándose sobre su persona para matarlo, pensando que quizá ese licántropo le había seguido solo para obtener sustento o llevar su cabeza en forma de trofeo, demostrando quizá cuan fuerte era. Incluso el príncipe pensó que ese guerrero sabía acerca de su título nobiliario y que aquello era una trampa del enemigo para capturarle.

 
Al instante sus delgadas pero fuertes piernas comenzaron a temblar de puro pavor, haciendo que el guerrero caído abriera más sus ojos, captando su miedo, mierda, Lujiehan se había olvidado que la tribu enemiga llegaba a oler el peligro.

 
-No temas... No te haré daño... Lo juro.-Musitó el guerrero en un débil hilo de voz.

 
Lujiehan se debatió entre creerle o no, pero al final, su lado crédulo e inocente ganó la batalla.
Con cuidado, y no demasiado confiado aún, se dejó caer de rodillas al lado del guerrero, con una distancia de medio metro entre ellos. El príncipe sabía que ante un ataque no le daría tiempo de salir corriendo, así que sin que el guerrero se diera cuenta, retrocedió muy lentamente unos pocos centímetros, dejando ahora una distancia de un metro.


-Veo que te han educado como es debido...-Volvió a hablar el guerrero con una media sonrisa al darse cuenta del retroceso del príncipe.-Haces bien en alejarte, no todos son como yo, nunca heriría a alguien que me haya ayudado antes.

 
¿Quería decir el guerrero entonces que si no le ayudaba le iba a matar? El príncipe volvió a atemorizarse y cayó presa de los temblores ocasionados por el miedo.

 
-No me tomes por un asesino, por favor. No era una amenaza.-¿Acaso ese guerrero se daba cuenta de todo? Sí lo hacía por lo que parecía, lo que llevaba a dos conclusiones : O ese guerrero era muy perspicaz o los ojos del príncipe demostraban cualquier emoción. Quizá era un poco de ambas, pensó el príncipe.-Jamás le haría daño a una criatura tan hermosa como tú, ángel caído.

 
"Ángel caído", ese apodo rebotó en la cabeza del príncipe una y otra vez y su corazón experimentó una sensación de calidez desconocida para él hasta el momento. Supo entonces que ese mote no sólo le había gustado, sino que le había llegado al alma.

 
Sintió un pequeño rubor en sus mejillas y llevó sus manos a estas, recordando que debía mantenerse firme ante el enemigo, pero, ¿ese guerrero era realmente un enemigo? ¿Acaso no lo habría matado ya si así lo hubiera deseado? Conociendo a la tribu enemiga y sus habilidades, había un 99,9% de posibilidades de que podría haberlo matado en el mismo instante en que la idea se le hubiera pasado por la cabeza.

 
Mirando hacia otro lado, el príncipe ciervo agitó la cabeza, olvidándose del mote que le había otorgado el guerrero licántropo, volviendo su mirada hasta este rápidamente, recordando que alguna vez le dijeron que no perdiera de vista al enemigo, pero una vez más se debatió entre si este guerrero era su enemigo o no.

 
Una mitad de su mente le gritaba : "¡imbécil por supuesto que es tu enemigo!" y la otra mitad gritaba : "Es imposible que este vulnerable guerrero quiera hacerte daño".

 
Lujiehan se debatía consigo mismo hasta que escuchó un quejido proveniente del guerrero, fue entonces cuando recordó que el guerrero seguramente estaba herido.

 
Lo miró interrogante, y, con un gran esfuerzo, el guerrero se apoyó sobre su costado derecho, dejando ver a Lujiehan una herida sangrante con una flecha partida justo en el resquicio de la armadura en el lado izquierdo.

 
Lujiehan no dudó al pensar que quienquiera que le hubiera disparado tenía muy buena puntería y muy buena vista también. Entonces supo que muy probablemente había sido cosa de algún soldado de su tribu, haciendo que una sensación de culpa se adueñara de su pecho, se lo oprimiera y le asfixiara.

 
Lágrimas inundaron sus ojos, pero no se permitió llorar, eso sí que no.

 
Para su mala fortuna, el príncipe no toleraba la violencia, y, obviamente, tampoco la guerra...

 
Sarcásticamente el príncipe odiaba todo aquello de lo que estaba rodeado, pero, en su fuero interno se preguntó si lo amaría si no se viera rodeado de aquello, al fin y al cabo, era mitad humano, y por norma estos se sentían atraídos por todo aquello de lo que se les era privado y odiaban todo aquello que les rodeaba, o, al menos, casi todo.

 
Cerró los ojos fuertemente y juró que descubriría quién fue el autor de la agresión hacia el guerrero para aplicar un castigo, por supuesto no físico, sólo una pequeña confinación (si su padre se lo permitía) en los calabozos del castillo.

 
Supo entonces que su padre no se lo permitiría, y tampoco el capitán de la guardia, así que, ¿de qué valían sus juramentos? Exacto : de nada.

 
El príncipe llevó sus manos temblorosas a la herida del guerrero, y tras el débil asentimiento del segundo, agarró el extremo de la flecha que sobresalía de la carne, suspiró profundamente y tiró.

 
El guerrero aulló de dolor, aquello dolía, dolía como el infierno, ya que la punta de acero desgarraba todo el músculo que encontraba a su paso.

 
Una vez el príncipe logró extraer por completo la flecha, más bien lo que quedaba de ella, se dispuso a detener el sangrado, y, sin pensarlo mucho, agarró el final de su túnica e intentó llevarla a la herida sangrante del guerrero, pero este no le dejó; en su lugar musitó "la capa" y Lujiehan asintió mientras agarraba la capa del guerrero y la llevaba a la herida, presionando con un poco de fuerza para detener, (o al menos frenar) el sangrado.

 
El guerrero gimió cuando eso ocurrió, dolía demasiado, de hecho se estaba mareando incluso, por lo que inconscientemente dejó su cabeza sobre el suelo de tierra y tensó la mandíbula para reprimir un grito mientras cerraba fuertemente los ojos.

 
-Lo siento...-Musitó Lujiehan.

 
El guerrero abrió los ojos al escuchar tan dulce y melodiosa voz, y al instante se sintió reconfortado por esta, incluso sintió que el dolor abandonaba su cuerpo y la calidez hacía acto de presencia, juró que esa voz podía curar cualquier dolor o mal, al menos, en su cuerpo.
El rubio guerrero no dijo nada, tan sólo mantuvo la mandíbula apretada mientras el príncipe maldecía por la gran cantidad de sangre que no dejaba de emanar de la herida del guerrero... A ese paso, el guerrero iba a morir, y Lujiehan no quería eso.

 
No lo quería porque sentía que algo dentro de sí se rompería si aquello ocurriera, porque el guerrero le ¿gustaba?

 
Lujiehan sacudió la cabeza ante tal descabellado pensamiento, ¿cómo iba a gustarle un completo desconocido que además, era rival de su pueblo? Él no creía en el amor a primera vista... Y tampoco sabía que era gay, pero al parecer, lo era.

Resignado, le dijo al guerrero que volvería lo más rápido posible, y, sin más, corrió lo más rápido que le permitieron sus humanas piernas hasta la ciudad, en busca de algún ungüento o medicina para la herida del guerrero.

 
Entró en el local de un curandero, cogió agujas, hilo, un ungüento y unas cuantas vendas. De camino a la salida arrojó un saquito de monedas de oro en el mostrador para luego salir corriendo de allí, estaba 100% seguro de que aquel saquito contenía más que suficiente dinero como para pagar aquello que consiguió para el guerrero...

 
De vuelta al bosque, regresó donde dejó al guerrero, quien ahora sudaba y mantenía su mandíbula apretada.

 
Lujiehan le puso la mano en el hombro, dándole apoyo, diciéndole que ya estaba de vuelta.

 
Sinceramente ni él mismo entendió por qué hizo eso, simplemente supo que lo hizo, y ya, punto.
Se arrodilló de nuevo junto al guerrero y apartó la capa sacando un quejido al guerrero, ya que esta se había pegado a la herida, al menos, ya no salía sangre. Eso alivió bastante al príncipe. 

Agarró el ungüento, y, tras rasgar la tela debajo de la armadura, comenzó a extenderlo por toda la herida con mucho cuidado, por dentro y alrededor, manchando sus dedos con la sangre del guerrero, pero no le importó. 

Con un suspiro, cogió una de las agujas y el hilo, enhebrando este último ante la enorme mirada del guerrero. 

-Es la primera vez que hago esto, seguramente te duela horrores y lo siento.-Explicó el príncipe al guerrero algo avergonzado mientras se preparaba mentalmente para lo que iba a hacer.

-No te martirices, he sufrido cosas peores, aparte, es algo que tienes que hacer, ¿no?-Le tranquilizó el guerrero con voz suave.

El príncipe asintió, se quitó el sudor de la frente, suspiró y enterró la aguja en la carne, haciendo que el guerrero soltara un alarido. 

El príncipe se sentía fatal por hacer que el guerrero pasara por algo como aquello, pero debía hacerlo, no, tenía que hacerlo, sí, tenía que.

Entre alaridos y lágrimas traviesas que salieron contra la voluntad del guerrero, el príncipe logró cerrar la herida, y, por pura precaución, untó un poco más del ungüento para ayudar a la cicatrización.

Después de unos minutos, le pidió al guerrero que se quitara la armadura. Este, con un poco de dificultad, se incorporó y se la quitó.

El príncipe se quedó literalmente con la boca abierta ante la visión de su esculpido y níveo torso, el cual parecía haber sido esculpido por algún escultor de la época.

Los hombros anchos, el pecho esculpido coronado por unos oscuros y varoniles pezones, los pequeños cuadrados del abdomen levemente marcados, un hundido ombligo y ese camino de vello oscuro que continuaba bajo sus pantalones, incitando al príncipe a arrancarlos.

Lujiehan relamió sus labios, con un oscuro deseo de morder y succionar esos oscuros pezones, de arañar todo ese torso, de marcar cada centímetro del torso contrario con sus labios y de bajar sus pantalones y descubrir la gloria de ese guerrero.

Rápidamente alejó esa idea de su cabeza, ruborizado, ¿cómo podía pensar algo así en ese momento? "¡Concéntrate, Lujiehan!", gritó su conciencia.

Sacudió la cabeza y comenzó a ponerle las vendas al guerrero, cubriendo la herida, y la parte en la que su abdomen y su pecho se encontraban.

Una vez terminada la labor, el guerrero se puso la malla metálica y la camiseta de tela marrón oscura mientras se acostaba apoyado en la piedra.

En ese instante, el príncipe se preguntó, ¿cómo es que le pudieron hacer una herida con una malla metálica debajo de la camiseta? Le parecía demasiado extraño, vale que los guerreros de su tribu tuvieran una vista fina, pero de ahí a saber el fallo del patrón había un paso muy grande.

Fue entonces que reflexionó sobre aquello y llegó a la conclusión de que le dispararon de cerca, y bastante. Sino, ¿cómo le hubieran podido hacer semejante herida al guerrero?

-¿Te dispararon de cerca?-Decidió preguntar el príncipe.

-No lo sé... Sólo sé que me dispararon, ya está.-Susurró el guerrero.

El príncipe torció la boca en un gesto de disgusto.

Entonces se dio cuenta de otra cosa, ¿dónde dejaría al guerrero? Estaba claro que en la situación en la que se encontraba no podía volver a su pueblo, y tenía muy claro que no lo podía llevar a palacio y tampoco dejarlo allí, en el bosque, vulnerable y desprotegido. Entonces recordó las montañas, quizá allí... No quedaban lejos de la ciudad, él mismo las veía desde palacio.

Tras salir de sus pensamientos, Lujiehan miró al guerrero, el cual se había quedado dormido. Torció la boca en una mueca al darse cuenta de que debía regresar a palacio, pero antes tenía que encargarse del guerrero.

Así que adoptó su forma de ciervo y echó el cuerpo del licántropo sobre su lomo para luego echar a correr en dirección a las montañas.

Una vez que alcanzó dichos accidentes geográficos el príncipe encontró una pequeña caverna en la ladera de la montaña; había que escalar para alcanzarla, pero era alcanzable, y para él no era díficil subir, al menos, no con un peso en su espalda.

Dejó al licántropo en el duro y frío suelo de roca, agarró la capa del guerrero, lo tapó con esta y salió de la cueva tras darle una última mirada con una media sonrisa en la cara.

Aquella noche tanto el joven príncipe como el imponente guerrero soñaron con el contrario, y, al despertar algo agitados, supieron que algo les pasaba con el de la tribu "rival".

Tanto el príncipe como el guerrero llegaron a la conclusión de que no eran rivales, ya que aquella tarde cada uno podría haber matado al otro, sin embargo, no lo hicieron. Reflexionaron que quizá fue porque ellos no le tenían odio a la tribu contraria ya que sólo ansiaban la paz entre ambos pueblos.

El guerrero soñó con los brillantes e inocentes ojos del príncipe, mientras que el príncipe soñó que el guerrero lo rodeaba con sus fuertes brazos y lo cobijaba en su amplio y fuerte pecho.

Lujiehan tenía un mal presentimiento, sentía que aquello terminaría mal, que hizo mal al enamorarse de aquel guerrero, pero, ¿acaso él tuvo la elección de enamorarse? No, esa fue la respuesta que obtuvo el príncipe. Maldijo por su mala fortuna por millonésima vez en su vida.

Por otro lado el guerrero temía por la vida del príncipe, ya que, si los de su tribu lo encontraban estando con el príncipe, matarían a este, seguro. Y él no iba a poder hacer nada frente a un baño de sangre.

A la mañana siguiente, el príncipe salió a las montañas con una mochila repleta de comida para el guerrero, algo que el día anterior no le había podido ofrecer.

Una vez llegó a la caverna saludó al guerrero con una sonrisa, se sentó a su lado y vació la mochila, ofreciéndole todo el contenido al guerrero, quien no daba crédito a lo que sus ojos veían.

Comió sin pensarlo dos veces, muy confiado, ya que sabía que el ciervo no era capaz de adulterar su comida.

Mirando al príncipe, tras haber comido todo lo que él le había traído, le dio las gracias, y este tan sólo negó con la cabeza, restándole importancia.

-¿No eres muy hablador, uh?-Comenzó a hablar el guerrero, no sabía como empezar una conversación con el ciervo, pero entonces se dio cuenta que no sabía su nombre.

-Soy... Algo tímido.-Contestó el ciervo, quien también se dio cuenta de que no sabía el nombre del guerrero.

Tras un pequeño silencio que para ambos protagonistas se hizo eterno, ambos volvieron a hablar, esta vez, a la par :

-¿Cúal es tu nombre?

Soltaron una pequeña risa mirándose a los ojos.

Fue en ese momento que corroboraron sus sentimientos hacia el contrario, y se dieron cuenta de que en su destino, a fuego en letras grandes, se podía leer "tragedia". ¿Qué se podía esperar de aquello entonces? Nada podía salir bien, pero merecía la pena intentarlo.

-Lujiehan.-Respondió el príncipe.

-Rosehun.-Dijo el guerrero.-¿No sabías mi nombre?-Inquirió alzando una ceja.

El príncipe negó.

-¿Por qué debería saberlo?-Preguntó inocentemente extrañado.

-Soy el príncipe de la tribu de los lobos.

El príncipe ciervo no lo creía, ¿el guerrero, un príncipe? Abrió sus ojos como platos mientras el guerrero, ahora recién descubierto príncipe, asentía con la cabeza.

Entonces, el príncipe ciervo, decidió atacar con la misma pregunta, ¿no se suponía que el príncipe lobo debía saber de su rango? Estaba claro que lo desconocía.

-¿Qué hay de ti, entonces? ¿No conocías tampoco mi nombre?

El lobo lo miró atento, ¿qué intentaba decir el ciervo?

-¿Debía conocerlo?-Apostó por la respuesta que le había dado instantes antes el ciervo.

-Creo que sí, puesto que soy el príncipe de mi tribu.-Respondió el ciervo alzando la barbilla, algo orgulloso.

El lobo abrió sus ojos como platos, ¿lo decía en serio? No podía creer que ambos estaban frente a frente.

Tras unos instantes sumidos en un incómodo silencio, el ciervo decidió acabar con él :
-¿Cómo es que eres un guerrero?

El lobo soltó una risa antes de hablar :

-Odiaba la vida tras los muros de palacio, así que me escapé de allí, busqué a mi tío y él me hizo hueco en el ejército, días después me trasladó a las montañas que rodeaban la ciudad con un escuadrón y no sé cómo es que llegué al bosque. En ese lapso de tiempo me dispararon y tú me encontraste.-Relató el lobo mirando a la brillante mirada del inocente ciervo.-Y estoy seguro que en estos momentos me están buscando, y como me encuentren y estés conmigo, te matarán, Lujiehan.

El príncipe ciervo sintió un horrible escalofrío recorrer su columna ante las últimas palabras del licántropo.

-Creo que somos más iguales de lo que nos pensamos.-Sentenció el pequeño ciervo.

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Desde ese día los dos príncipes se hicieron muy cercanos, se contaron toda su vida, lo que les gustaba, lo que no, sus sueños, sus esperanzas, sus metas en la vida. Todo.

Lujiehan curaba la herida de Rosehun todas las mañanas cuando iba a la cueva a llevarle el desayuno y estar con él toda la mañana. Después, el ciervo se iba y volvía por la tarde con más comida, que para Rosehun era deliciosa, sentía que tocaba el paraíso con las puntas de los dedos al comer esos manjares que el ciervo le obsequiaba.

El sentimiento de atracción entre ambos también creció en todo ese lapso de tiempo, y con el tiempo Lujiehan se sonrojaba ante palabras y cumplidos de Rosehun, mientras que este último se enternecía ante la infantil apariencia de Lujiehan con el color carmesí tintando sus mejillas.

La mejoría de Rosehun se hacía más patente con el paso de los días : ya se podía poner completamente recto sin ningún dolor o molestia, y no mostró signo alguno de infección, lo cual era muy bueno.

Pero dentro de la felicidad había dolor e incertidumbre, tal y como donde había luz habían sombras, y esto era lo que le pasaba a Lujiehan. La felicidad era muy grande, pero la incertidumbre y la preocupación crecía como una sombra tras esta.

Y es que el príncipe ciervo temía el momento de la completa recuperación de Rosehun porque era obvio que él volvería a las montañas vecinas, encontraría a su escuadrón y volvería al ejército para protegerle. Y para dejarlo abandonado afrontando su aburrida, injusta, monótona y esclava vida.

En repetidas ocasiones Rosehun le había manifestado a Lujiehan el miedo que sentía de que su escuadrón lo hallara junto a él y le mataran sólo por ser el "enemigo". Rosehun sólo quería proteger a su pequeño Lujiehan. Sí, aunque no eran absolutamente nada, Rosehun reclamaba a Lujiehan como suyo.

Una noche en la que Rosehun no podía dormir se sentó con las piernas colgando del borde de la cueva y alzó su mirada hacia la luna, contando los días que había estado en aquella cueva, y si las cuentas no le fallaban, su estadía había durado un mes aproximadamente.

Barajó la posibilidad de que en su escuadron lo dieran por muerto, la tormenta de nieve era brutal aquel día, y se había alejado demasiado de su pueblo, hasta el punto de tener al "enemigo" justamente al lado. Además de que había pasado mucho tiempo.

En un principio Rosehun tenía planeado marcharse tan pronto como estuviera bien, no quería poner en peligro a Lujiehan, ya que, después de todo, amaba al príncipe ciervo.

Pero después de escuchar cómo era de miserable su vida no quiso dejarlo allí, y si tenían que matarle para poder llegar hasta Lujiehan, que así fuera entonces.

El príncipe lobo ya sabía que tan fatídico iba a ser su destino al lado del príncipe ciervo, pero con tal de poder hacer feliz a dicho sujeto haría lo que fuera, incluso perder su vida por él. Al final iba a ser cierto que el amor lo puede todo, o al menos, casi todo...

La mañana llegó, y con ella, Lujiehan, quién como todas las mañanas traía consigo su mochila repleta de comida.

Esa mañana Rosehun sintió algo dentro de sí, algo como que ya debía decirle a Lujiehan lo que sentía por él, porque estaba 99% seguro de que el príncipe ciervo le correspondería.

-¿Rosehun te encuentras bien? Tienes ojeras.-Comentó Lujiehan al detallar en los oscuros círculos bajo los ojos de Rosehun.

-Sí, es sólo que esta noche no tenía sueño.-Respondió Rosehun.

En respuesta Lujiehan asintió y ambos siguieron comiendo sumidos en un cómodo silencio.

Después de estar toda la mañana juntos hablando de cosas triviales Lujiehan se marchó como todos los mediodías y volvió cuando comenzaba la tarde, tal y como todos los días.

Para esa hora Rosehun ya tenía la decisión suficiente para declararse ante Lujiehan, así que, tras estar unos minutos hablando, decidió volver a romper el silencio mientras cogía las manos del ciervo.

-Lujiehan... Hay algo que quiero decirte desde hace unos días.

El príncipe ciervo abrió los ojos, ¿quería Rosehun decirle que se iba de allí y volvía a su pueblo? Posiblemente así era.

-¿Qué es Rosehun?-Preguntó Lujiehan con un nudo en la garganta.

-No voy a volver a mi pueblo. Seguro que me han dado por muerto y yo no quiero volver.
Lujiehan se sorprendió muchísimo, ¿de verdad decía aquello después de decir que sólo quería protegerle y que iba a ser lo mejor?

Ante el silencio del menor, Rosehun decidió seguir hablando :

-Lujiehan, admito que en un principio pensé que iba a ser lo mejor para ambos, pero me dí cuenta con el paso de los días de que no me quiero alejar de ti y que quiero hacerte feliz porque... Porque te amo Lujiehan.-Todo aquello lo dijo mirando a los brillantes ojos del ciervo, quién ya tenía la boca abierta por la sorpresa.

Lujiehan miró a sus manos, tomadas por las del mayor, e instantes después dirigió sus ojos llenos de lágrimas a los de Rosehun.

-Yo... También te amo Rosehun...-Respondió con una sonrisa Lujiehan tirándose a los brazos de Rosehun.

Rosehun sonrió emocionado, abrazó a Lujiehan y tras unos minutos se separaron, aún con la mirada clavada en la del contrario y se acercaron lentamente hasta darse un pequeño pero tierno beso, el primero de ambos.

-Pienso dar mi vida por tí, Lujiehan.-Susurró estrechando de nuevo el pequeño y esbelto cuerpo del menor.

Lujiehan correspondió el abrazo y metió la cara en la curva del cuello del mayor soltando un sollozo.

-Y yo la mía por tí, lo juro.-Prometió Lujiehan inaudiblemente.

Los días pasaron y se convirtieron en meses. Los muchachos eran felices junto al otro, pero a pesar de que Lujiehan no sentía ya miedo de que Rosehun se marchara, sí que tenía miedo de que alguien les descubriera, ya que se ausentaba durante largos lapsos de tiempo de sus obligaciones en palacio. Sólo iba allí a por comida y para dormir, ya que aún no se atrevía a ausentarse durante una noche entera.

Por esas razones su miedo se veía normal, ya que quizá por estas cosas alguien podría asignarle a alguien que fuera detrás y delante suya todo el día, y Lujiehan no quería eso bajo ningún concepto.

Fue entonces que "la noche" llegó, y, persuadido por los encantos de Rosehun, aceptó pasar la noche a su lado.

Recogieron leña e hicieron una hoguera en la cueva para acurrucarse el uno contra el otro al lado de tal fuente de calor como lo era el fuego. En el aire se sentía algo, algo que el inocente ciervo no lograba percibir, pero que el astuto lobo si captó: ese algo era sensualidad, atracción, deseo y lujuria en estado puro. El lobo deseaba al pequeño ciervo, quería marcar de una vez por todas el cuerpo de su pequeño para poder demostrar que era suyo. Se sintió dominante, y hambriento. Quería comerse a Lujiehan.

Lentamente, pasó su brazo por los hombros del ciervo, y, poco a poco, se fue acercando más a él. No quería espantarlo, Lujiehan, fuera por la razón que fuese, era muy asustadizo, e inocente. Rosehun llegó a la conclusión de que Lujiehan era así porque pertenecía a la tribu de los ciervos. Y había sacado las principales características de esta especie.

Se relamió los labios y los presionó contra los de Lujiehan tras mirar al confundido ciervo a sus brillantes ojos. Lujiehan le correspondió el beso, y, poco a poco, sus lenguas comenzaron a batallar en una feroz y ardiente batalla campal. Segundos después se separaron por la falta de aire, pero Rosehun, hambriento de Lujiehan, se volvió a lanzar a los labios de su ciervo con un ronco gemido.

En ese momento los instintos más primarios de Rosehun salieron a flote, se sentía dominante, quería poseer el cuerpo de su pequeño Lujiehan, hundirse en él hasta la saciedad, comérselo incluso. Quería saciarse de Lujiehan. Posesivo, abrazó al ciervo por la cintura con una mano mientras que con la otra mano le agarraba del cuello. Por otro lado, las manos de Lujiehan no sabían qué hacer, las mantuvo quietas en los costados, hasta que decidió llevarlas a los hombros de Rosehun.

Instantes después Rosehun se encontraba besando y mordiendo el cuello del jadeante y ya excitado ciervo. Desesperado, empujó a Lujiehan y lo acostó sobre la gruesa manta que tenían extendida en el suelo de piedra. Rosehun se deshizo de la túnica del ciervo y desabrochó su camisa dejando una lluvia de besos en las partes que iban quedando expuestas. Una vez que la camisa quedó desabotonada completamente Rosehun la deslizó por los brazos de Lujiehan y la tiró a algún rincón de su escondrijo. El hambriento lobo se deleitó con la vista del torso del ciervo, el cual tenia un níveo tono que lo hacía ver más inocente de lo que ya era. Cegado por sus impulsos primarios, comenzó a dejar marcas en aquél lienzo en blanco mientras el ciervo gemía, se erizaba y temblaba bajo su toque.

Rosehun se entretuvo jugando un rato con los pezones del ciervo, sonriendo con lascivia ante todas y cada una de las reacciones del ciervo. Una vez que se cansó subió a sus labios y se besaron con pasión y lujuria en un fogoso beso. Se deseaban, saltaba a la vista, sus miradas lo decían todo.

Entonces llegó el turno de Lujiehan, el ciervo rodó y dejó a Rosehun debajo de él, le dio un último beso en los labios y comenzó con el proceso que Rosehun llevó a cabo con él, sólo que él se tomó la libertad de mimar la fea herida que había quedado en el costado de Rosehun. 

Lujiehan se sentía responsable de aquella fea herida ya que él se había encargado de cerrarla, dejando así esa fea cicatriz. La voz de Rosehun diciéndole que no se atormentase con aquello le sacó de su mundo de culpa, haciéndolo seguir en su tarea de complacer a Rosehun. 

Bajó los pantalones del lobo junto con la ropa interior, quedando sorprendido por el tamaño de Rosehun. Excitado, lamió las gotas de líquido pre seminal y Rosehun soltó un gutural gemido, rogando a los dioses que le dieran voluntad para no manchar la carita de Lujiehan con sus calientes y húmedos chorros.

Rosehun apartó a Lujiehan, le besó de nuevo y lo puso bajo su cuerpo mientras le colmaba de suaves caricias y le despojaba de su pantalón y ropa interior. Lentamente Rosehun comenzó a introducir su dedo índice en el apretado canal de Lujiehan, quién sólo se deshizo en jadeos echando la cabeza hacia atrás dejando que Rosehun pintara unas cuantas manchas rojas más en su cuello. A los pocos segundos, cuando sintió a Lujiehan moviendo las caderas en busca de más profundidad, añadió un segundo dedo para poder dilatar más al ciervo. Cuando Rosehun sintió que era el momento, separó las piernas de Lujiehan lo máximo posible, dejó una lluvia de besos en los muslos del pequeño ciervo y restregó un poco su pene en la entrada de su querido novio, lubricándolo. Lujiehan se movió hacia él, deseoso de que Rosehun le desvirgada y le marcara como suyo. Cumpliendo con las silenciosas súplicas del pequeño Lujiehan, se hundió de una sola estocada en él, haciendo que los ojos del pequeño ciervo se aguaran y que rompiera el silencio de la noche con un desgarrador grito. Aquello dolía, y mucho, pero estaba dispuesto a pasar por aquel dolor para ser completamente de Rosehun. Instantes después las caderas de Lujiehan cobraron vida propia y comenzaron a empujar las de Rosehun, instándole a que comenzara a bombear dentro y fuera de él.

Y así hizo Rosehun: comenzó a bombear con fuerza dentro y fuera de Lujiehan, una y otra vez, deleitándose con su cara de satisfacción y placer una vez que el dolor se convirtió en gozo puro. En una de esas embestidas Rosehun golpeó en la próstata de Lujiehan mientras le masturbaba. Fue así que Lujiehan no aguantó mas y se corrió en un poderoso y devastador orgasmo, arrastrando con él a Rosehun al ser el pene del lobo aprisionado brutalmente entre las paredes del ciervo, llenando todo el canal de dicho muchacho de su esencia.

Rosehun se desplomó exhausto sobre el cansado cuerpo de Lujiehan, y tras unos cuantos besos y caricias tras recuperar el aliento ambos cayeron en manos de Morfeo.

Los meses pasaron, y con ellos, las estaciones. La primavera llegó, trayendo consigo la floración de las flores y el crecimiento de las cosechas. A Lujiehan le encantaba esta estación, y un día se levantó de su cama y decidió recoger flores del jardín real para hacer dos coronas de flores: una para él, y otra para su querido Rosehun. En esos meses que habían pasado le había cogido aún más cariño a su novio, llegaba a pensar en que mataría por protegerle incluso. Una vez que terminó las coronas se colocó la suya con dificultad por culpa de su cornamenta y guardó la otra cuidadosamente en su mochila para que las flores no se arrugasen.

Salió de su habitación y pasó por la cocina para "robar" algo de comida sin ser visto, esta vez se decantó por unas galletas, arándanos, moras, fresas, panecillos y dos botellas de zumo de frutas del bosque, el preferido de su Rosehun. Una vez salió de la cocina rumbo al cuarto continuo al suyo, uno de los sirvientes de la casa lo detuvo y le dijo que sus padres querían verle en la sala del trono. Temió por la vida de su amado Rosehun mientras miles de "¿y si?" cruzaban por su mente y diferentes planos de tortura le jugaban una mala pasada. Tragó saliva y se dirigió a la sala del trono, donde sus progenitores se encontraban.

Rosehun echó en falta a su queridísimo amado esa mañana, y pensó lo peor mientras imágenes de guerreros del ejército lobo capturando a su Lujiehan en su camino hacia su escondrijo se paseaban por su mente.

Por la tarde, cuando Lujiehan apareció y le contó hecho una manojo de nervios y sollozos que sus padres querían dar su mano al príncipe Xiuris I, portador del frío y el invierno, su sangre hirvió de rabia, nadie casaría a SU Lujiehan con nadie más; nadie se lo arrebataría de sus brazos, no lo permitiría. Más tarde, Lujiehan recordó la corona que hizo para Rosehun, así que la sacó de su mochila y se la puso a su amado con una sonrisa nostálgica en la cara. Sentía que les quedaba poco tiempo.

Al día siguiente partieron al manantial que había tras las montañas, donde pasaron felices todo el día. A Lujiehan le traía sin cuidado ya el hecho de ausentarse de sus deberes en palacio, sólo quería estar al lado de su Rosehun. Esa misma noche, tuvieron un candente encuentro sexual a orillas del manantial bajo la luz de la luna.

A la mañana siguiente despertaron acurrucados el uno contra el otro a orillas de ese hermoso y brillante manantial, se miraron, se dieron los buenos días y se besaron tiernamente. Desayunaron y partieron hacia su nidito de amor en las montañas. Por el camino a través del bosque Lujiehan se sintió observado en repetidas ocasiones, y, aunque no se le notara, estaba asustado y nervioso. Entonces, la mano de Rosehun soltó repentinamente la suya y miró hacia su amado para descubrirlo colgando de un árbol por el tobillo, aquello no pintaba bien, nada bien. Se escucharon pasos, y segundos después Rosehun cayó al suelo de cabeza quedando inconsciente en el suelo tras el golpe. Lujiehan no sabía qué había roto la cuerda hasta que vio una flecha clavada en el tronco de un árbol.

Temeroso, agarró a Rosehun y lo pegó a su cuerpo cuando guerreros ciervos aparecieron en la escena. Lujiehan temió entonces por la vida de ambos. El guerrero le miró, y, sorprendido, susurró el nombre del pequeño ciervo para después decirle que se alejara del lobo. El ciervo negó mientras cogía al lobo por el cuello y lo pegaba a su pecho rodeando su cintura. Por una vez en su vida sería él quién protegiera al lobo.

El guerrero volvió a advertir a Lujiehan, pero este no soltó a Rosehun, no lo haría. Ante las insistencias de Lujiehan, los guerreros le obligaron a soltar a Rosehun, y, entre forcejeos, alcanzó a tomar una espada de uno de los guerreros. Se apuntó a sí mismo.

-¡Déjennos en paz! ¡Él no es el enemigo! Dejadnos y haced cómo que esto no ha pasado y dejaré caer la espada. ¡Es una orden!-Gritó desesperado el príncipe ciervo mirando de hito en hito a Rosehun y a los guerreros, si cometían la osadía de abalanzarse hacia Rosehun, entonces los mataría sin dudar ni un instante, no iba a permitir que nadie le pusiera una mano encima a SU Rosehun.

Los guerreros intentaron hacerle entrar en razón para que soltara la espada, pero en el momento en que uno de ellos se acercó a él le apuntó con la espada.

-¡Ni un paso más!- Su mirada era decidida, y estaba dispuesto a matar a cualquiera, no iba a andarse con chiquitas; ya era un hombre hecho y derecho, a pesar de que su tierna cara indicara lo contrario.

-Príncipe Lujiehan... La amenaza no es necesaria...-Dijo el guerrero tartamudeando.

Lujiehan abrió la boca para hablar, pero el gruñido del lobo que se encontraba en el sitio en el que estaba Rosehun le interrumpió. Miró al gran lobo de níveo y resplandeciente pelaje y se sintió protegido, Rosehun le daba seguridad. Lujiehan se dio cuenta entonces de que Rosehun era incluso más hermoso en su forma animal que en su forma humana. Su pelaje plateado, sus profundos y penetrantes ojos oscuros... Era simplemente hermoso.

Rosehun miró a Lujiehan a los ojos por unos instantes, pidiendo permiso. Lujiehan asintió sin siquiera dudar, jamás había tenido semejante sangre fría y determinación para algo.

La carnicería se desató entonces. Rosehun se abalanzó sobre los guerreros y los descuartizó a mordiscos. Los miembros arrancados volaban por doquier, y Rosehun se sintió satisfecho de su trabajo cuándo acabó. Lujiehan no se inmutó al ver tal cosa. Simplemente llegó a la conclusión de que quizá, y sólo quizá, su amor era algo enfermizo, pero a la par más fuerte que cualquier otra cosa.

Rosehun adoptó su forma humana y apareció cubierto de sangre. Lujiehan soltó la espada y abrazó a Rosehun al instante, sin importarle la costra carmesí de su piel. Estaban a salvo, y eso era lo que más contaba en ese momento.

Lujiehan buscó los labios de Rosehun, y este último se los ofreció prácticamente en bandeja de plata. Se besaron por largos y placenteros minutos hasta que el aire se les hizo necesario.

Se separaron y se miraron a los ojos por unos instantes, con la mirada cargada de oscuro deseo. Y otra batalla campal se desató en las bocas de ambos.

Decidieron volver a su escondrijo una vez se separaron, y, una vez allí, consumaron su amor de nuevo.

Días después, el padre de Lujiehan habló con el susodicho sobre el incidente del bosque, al parecer un tercer guardia que se había quedado al margen del baño de sangre había informado al rey sobre el incidente.

Lujiehan intentó aparentar que no sabía nada, pero su padre sabía perfectamente que su hijo mentía.

A partir de ese día, todo fue a peor: encerraron a Lujiehan en palacio y empezaron una partida de búsqueda para encontrar y capturar a Rosehun. La noticia de que Rosehun andaba por los alrededores de los muros de la ciudad corrió como la pólvora hasta incluso llegar a oídos del padre de Rosehun, quién lo había tomado por muerto.

Días después Rosehun fue capturado y llevado a palacio, y la guerra estalló cuando los soldados licántropos junto con el mismísimo rey del clan llegaron a la ciudad del clan de los ciervos trayendo consigo desgracia y dolor para poder liberar a su príncipe.

Los dos jóvenes se alarmaron al escuchar el caos de fuera, y, desesperado, Lujiehan derribó la puerta de su cuarto y escapó de los brazos de los guardias espada en mano. Corrió raudo hasta los calabozos y pronto encontró a Rosehun atado a la pared por las muñecas con gruesos grilletes de duro acero. Lujiehan miró a Rosehun devastado, tenía la cara y el torso amoratado y con sangre, le habían golpeado sin miramiento alguno. Rosehun intentó hacer huir a Lujiehan, pero este no hizo caso alguno y, en el momento en que los guardias ciervo y los guerreros lobo aparecieron, Lujiehan seguía junto a Rosehun.

Los reyes de ambas tribus llegaron, y una disputa estalló entre ambos. El rey ciervo acusaba al príncipe enemigo de pervertir y engañar al inocente príncipe de brillantes ojos mientras que el rey ciervo acusaba a Lujiehan y a toda la familia real de rapto. Ninguna acusación era enteramente cierta.

Lujiehan intentó intervenir en aquella disputa, pero su padre le acalló rápidamente. Lo mismo le ocurrió a Rosehun. Cuando al fin ambos reyes callaron, los príncipes tomaron baza: intentaron hacer entender a los reyes que ellos se amaban, pero estos últimos no les creyeron, y todo porque pensaban que todo era un engaño por parte de la raza rival. Lujiehan apuntó a un guardia con la espada cuándo éste intentó acercarse a ellos, la situación tenía cierta semejanza con el incidente del bosque, sólo que esta vez Rosehun no podía adoptar su forma animal, ya que los grilletes y la falta de fuerzas se lo impedían.

Lujiehan, al ver a Rosehun en esa situación, dejó que su instinto animal saliera a flote y se sintió dispuesto a luchar con uñas y dientes, todo fuera para proteger a Rosehun.

Ante las insistencias de los monarcas, Lujiehan se apuntó con la espada y Rosehun se abrazó a él en un intento desesperado y suicida de parar todo aquello. Ya estaban muy hartos de la guerra, y estaban dispuestos a morir el uno por el otro...

Cuando el padre de Lujiehan pidió mas hombres para que acudieran a la celda y el padre de Rosehun intentó hacer avanzar a sus soldados, Lujiehan presionó el arma contra su pecho, justo encima de su corazón.

-¡Alto todos! ¡No dudaremos a la hora de hacerlo!-Advirtió Rosehun mientras aferraba la espada fuertemente sobre las manos de Lujiehan. Si tenían que perecer para intentar parar todo aquello, lo harían.

Rosehun notó que Lujiehan comenzó a temblar, y al instante apretó más sus manos sobre las de su amado.

-Tranquilo.-Le susurró al oído.

-¡Rosehun!-Exclamó el rey licántropo.

-¡Lujiehan!-Exclamó a la vez el otro rey.

-¡Parad todo esto!-Una tercera voz irrumpió en la sala.

Todos los presentes se giraron y vieron al príncipe Xiuris, quien miraba con odio a Rosehun y Lujiehan.

-¡¿Así que era por él?! Malditos animales sucios e inmundos...-Gruñó.-¡Guardias!

Al instante guerreros del norte se materializaron en aquella sala y un frío polar congeló a todos los presentes. Al instante siguiente el rey lobo fue degollado, mientras que Lujiehan era apartado del lado de Rosehun y llevado junto a Xiuris.

-No te librarás de mi, dulce cervatillo.-Y, ante la mirada estupefacta de Rosehun, Xiuris obligó a Lujiehan a besarle.

Aquella misma tarde se celebró una fiesta en honor al príncipe Xiuris en el reino de los ciervos, a la vez que se programaba la ejecución pública de Rosehun para el día siguiente. Mientras, Lujiehan lloraba en su fuero interno al lado de Xiuris, quién no lo había dejado ir en todo el día.
En contra de la voluntad de Lujiehan, la mañana del día siguiente llegó, y, tan rápido como pudo, se separó del lado de Xiuris para ir al baño a seguir llorando, sí, no durmió, sólo lloró...

Mientras tanto, Rosehun no podía evitar pensar en su Lujiehan, y en cómo ese Xiuris le había besado en contra de su voluntad. Se sentía furioso e impotente, la muerte le acechaba y ya se estaba presentando ante él y no podía hacer nada por alejar a Lujiehan de ese hombre que se lo había arrebatado...

Lujiehan, acompañado de su padre y el príncipe Xiuris, fue a la plaza principal del reino para presenciar la ejecución de su amado. Lo que nadie sabía era que Rosehun no era el único que iba a ser "ejecutado". Lujiehan tenía un brebaje y una pequeña daga consigo, que consiguió hace mucho como regalo de una trabajadora de palacio. Ella le había dicho que en cierto momento de su vida los iba a necesitar. Le agradeció millones de veces en su cabeza por el regalo.

Vio entonces cómo traían a Rosehun: encadenado, maltratado, magullado y con los ojos bajo una oscura y opaca venda negra. Un nudo se formó en la garganta de Lujiehan al ver a Rosehun de esa forma, e inevitablemente, una lágrima rodó por su mejilla.

La ejecución fue larga y horrible: empezaron por despojar a Rosehun de sus orejas y cola, y, una vez realizado ese horrible acto, quitaron la venda de sus ojos y le mostraron sus extremidades extra. Resultaba todo tan macabro y surrealista... Después de eso los ojos de Rosehun buscaron los de Lujiehan, y, mientras todo pasaba, se miraban siempre el uno al otro. Rosehun fue mutilado lenta y dolorosamente, para luego quemar los muñones... Tan grotesco todo, ¿por qué? Se preguntaba Lujiehan mientras sólo lloraba. Una vez que el cuerpo de Rosehun no pudo más, Lujiehan le dijo que se verían pronto articulado con su boca.

Después de eso, en el jolgorio de la ejecución, Lujiehan sacó el brebaje de su bolsillo y se lo bebió mientras se tambaleaba en dirección al centro de la plaza, daga en mano.

El silencio se hizo en el lugar cuando se desplomó al lado del cuerpo de Rosehun, el veneno había penetrado rápida y fuertemente en el organismo de Lujiehan. Con sus últimas fuerzas, se clavó la daga en el corazón y cerró los ojos mientras su alma se encontraba con la de Rosehun y emprendía la marcha hacia el más allá.

-Te dije que nos veríamos pronto, era una promesa.-Le dijo a Rosehun mientras le abrazaba.

-Ya todo ha acabado.-Dijo Rosehun uniendo sus labios con los de Lujiehan.

Y así fue como los dos jóvenes de razas rivales consiguieron el descanso eterno, juntos.

Días después se celebró el funeral del príncipe Lujiehan, y todo el reinó lloró por su pérdida... Pero el sacrificio de los jóvenes príncipes no fue suficiente para cambiar nada, sino que sólo empeoró las cosas, ya que la guerra estalló más fuerte que nunca, y el príncipe Xiuris y todo su reino arremetió contra el reino licántropo junto con el reino ciervo. El odio entre razas se incrementó con aquello, y muchos se quejaban, ya que todo había empeorado a causa de una muestra de amor verdadero, en vez de hacer que todo mejorara al demostrar que el odio no lleva a nada...

Fueron muchas las luchas y batallas, y, a día de hoy, siguen ocurriendo...

Y así fue como dos razas enfrentadas sucumbieron al odio eterno por no querer detallar en la tragedia de los príncipes.

Lobos y ciervos, dos razas incompatibles a simple vista, ¿verdad? Ya habéis podido comprobar gracias a mi relato, que las cosas no son siempre como las pintan...

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