Hay un olor particular en la sala, cuatro paredes que albergan no solo una historia, sino miles, parece antiguo y para muchos algo enfermizo, es extraño, para mi todo tiene sentido, las hojas, el encuadernado, las frases, los títulos, las leyendas, el romance, la guerra, el dolor y los finales, sin embargo, me parece que los finales no son lo más importante, sino lo que hay en el medio, el desarrollo de este, es un olor particular a libros donde los deseos más intensos se hacen realidad o quizás solo soy demasiado soñadora, porque estas cuatro paredes repletas de libros son todo para mí. 

Nadie ha logrado entenderme, ni siquiera ellos y solo aquí he sido y seré. 

Es doloroso aceptar esa realidad después de tanto tiempo, porque me pasé la mitad de mi vida soñando con algo más, hasta que me di cuenta que entre esas cuatro paredes lo tenía todo y incluso un poco más. 

Los libros me habían salvado la vida y yo habría muerto por ellos sin dudarlo. 

Extraño a papá, a veces más de lo normal. 

Me he vuelto adicta a estar entre páginas, siendo la protagonista de historias que no son mías, porque solo ahí me he sentido libre, rodeada de palabras, misterios sin resolver y romances ingenuos. 

Si pudiera arrancarme la piel, romper todos mis huesos y dejar mi sangre caer solo para ser parte de esas cuatro paredes, lo haría, lastimosamente no fui creada en la mente de un escritor apasionado, no fui plasmada en hojas blancas, no fui ni siquiera un personaje secundario, porque siento y duele, porque soy humana. 

Hay algo en mí que agita mi pecho, es terrible, quiero gritar y destruirlo todo, pero existo fuera de las cuatro paredes, formo parte de algo que nunca quise ser y estoy atrapada entre ellos, todos me miran, desean más de lo que soy y no me entienden. 

Rose tampoco lo hace, pero ella me quiere, extrañamente lo hace.