7 - Envidia
Cuando regresaron a la posada, notaron que estaba mucho más llena de gente que cuando se habían marchado. Había un chico tocando el instrumento que horas antes tocara Rodri aunque la melodía que estaba interpretando no era ni por asomo tan llamativa como la que él había tocado y así se lo hizo saber Pascu. Rodri se sintió un poco ansioso, no imaginó que hubieran otros músicos probando suerte esa tarde. Se acercaron al instrumento a esperar que terminara y vieron a una chica con un instrumento de cuerda esperando su turno. Y un poco más apartado, otro hombre un poco mayor también afinaba su instrumento.
-Quizás deberíamos dejarlo por hoy - comentó Rodri sintiéndose un poco intimidado. - ya conseguimos monedas suficientes para dormir y comer esta noche, dejemos que ellos ganen lo suyo.
-No estés nervioso, querido, lo harás bien. - dijo Pascu dándole palmaditas en la espalda.
Hablaron con el posadero, que no era el mismo que les había atendido en la mañana, y éste les dijo que si querían, eran libres de interpretar lo que quisieran siempre que respetaran su turno. Se sentaron a comer algo y a escuchar a los artistas mientras Rodri decidía si tocaría o no. Les sirvieron un tazón de licor a cada uno, al parecer era lo único que había para beber en ese mundo.
-Bebe un poco, te ayudará a no estar nervioso.
- ¿Intentas embriagarme? - Rodri prefirió bromear a ofenderse.
-Un sorbito, sabes que lo deseas- dijo Pascu con una sonrisa maliciosa jugando con el contenido de su vaso frente al rostro del músico. No podía decirle que no a esa sonrisa.
-Creí haberte pedido que no me dejaras tomar de esa mierda otra vez, no me ayudes tanto - contestó Rodri riéndose y atrapando la jarra y las manos de su amigo entre las suyas para bajarlas de regreso a la mesa. Se quedaron unos segundos viéndose a los ojos con las manos tomadas y el corazón de Rodri empezó a latir rápidamente - Bueno, un trago nada más. - le quitó la jarra y apuró un sorbo para ocultar el rubor en sus mejillas.
Pascu se rió ante la cara de asco que puso. Siguieron comiendo y notaron como los músicos ya habían cambiado lugares, ahora era la chica quien cantaba.
-¿Crees que llamamos mucho la atención cuando cantamos esta mañana? - preguntó Rodri en voz baja al cabo de un rato.
-Un poco, pero no creo que sea malo. Al menos la gente estaba encantada contigo, ni las moscas volaban mientras tú tocabas. Tú eras la estrella, a estos músicos parece que solo los quieren como música de ambiente.
Rodri sonrió un poco avergonzado. Cuando Pascu le halagaba no podía evitar sentirse cohibido.
-Con mayor razón debería dejar que toquen y no quitarles el momento.
-Tú has lo que te haga sentir mejor - dijo Pascu encogiéndose de hombros. - A mi parecer, esos dos no te llegan ni a los talones.
En ese momento la chica que tocaba se despidió del público sacando unos pocos aplausos y una que otra moneda. Las conversaciones se reanudaron con mayor volumen hasta que el último músico de la fila se puso a cantar. Este si logró atraer la atención del público, tenía una voz poderosa y un ritmo contagioso. El hombre se paseaba entre las mesas mientras tocaba y sacaba una que otra carcajada entre los presentes. Incluso ellos se voltearon a verle.
-Me gustaría entender lo que está cantando- comentó Rodri cuando el músico pasó cerca de su mesa.
-Probablemente guarradas - rió Pascu al ver como una de las camareras se ruborizaba mientras el hombre le cantaba y la gente se reía. Al terminar el hombre recolectó muchas monedas.
Otra de las camareras se acercó a ellos y poniéndole una mano el hombro le pregunto a Rodri si tocaría algo nuevamente y este negó con la cabeza.
-¿Entonces no tocarás? - preguntó Pascu un poco decepcionado. Rodri se limpió las manos en el mantel antes de contestar.
-Sólo si tú quieres cantar conmigo. - respondió en voz baja. Ahí estaba de nuevo, buscando complacerle.
-Por favor - dijo Pascu y poniéndose de pie le tendió una mano.
Antes de darse cuenta Rodri estaba sentado frente al instrumento sin saber que tocar. Pascu se inclinó un poco y le susurró al oído que cantaran otro de sus DLH, haciendo que su corazón se pusiera a mil por hora por la cercanía. Asintió sin atreverse a voltear la cara y empezó a tocar, y Pascu empezó a cantar de pie a su lado. La gente a su alrededor les escuchaba encantada. Interpretaron dos temas más a pedido expreso del posadero y luego Rodri decidió que ya habían llamado la atención lo suficiente y se dispuso a retirarse. La gente le entregó a Pascu las monedas mientras Rodri improvisaba un poco de una de las piezas clásicas que había tocado esa mañana. Cuando levantó la vista vio que la chica que había tocado antes que ellos le miraba de una manera desagradable. No supo definir si era enojo o solo envidia pero se sintió incómodo y no pudo mantener la mirada. Apenas Pascu volvió a su lado se despidió del público con una reverencia y se alejó del instrumento. Pascu le siguió en silencio mirándole extrañado. Intentó preguntarle a una de las camareras como podían ir a la habitación que habían reservado pero el mayor de los músicos les interceptó. Parecía un poco molesto también pero con una falsa sonrisa les invitó a beber. Pascu vio la cara de incomodidad de Rodri y declinó la oferta. Le preguntó al posadero donde estaba la que sería su habitación y se encaminaron con paso rápido sintiendo varias miradas en su espalda.
Apenas hubieron cerrado la puerta, suspiraron aliviados de dejar de ser observados tan intensamente.
-Que gente más envidiosa - comentó Pascu caminando hacia las camas- ¿Cuál vas a querer?
-Cualquiera esta bien - respondió recorriendo con la vista la habitación. La iluminación era tenue pero muy acogedora. En una de las paredes había una pequeña chimenea que por fortuna se encontraba apagada. En la pared del fondo una ventana sin cristales cerrada con unas persianas de madera. En el centro, dos camas estrechas y sencillas pero que comparado con la orilla del río se veían maravillosamente cómodas.
Pascu se dejó caer en una de las camas con un largo suspiro.
-Muchas gracias, Rodri.
-¿Por qué agradeces? - preguntó confundido mientras se acercaba a la cama libre y se quitaba la capa y el cinturón donde llevaba la daga.
-Por todo. Estaríamos en el río aún si no fuera por ti. Me alegra que no me abandonaras hoy.
-Ah... olvídalo - Rodri no sabía que contestar. Colgó su cinturón en el cabecero de la cama y comenzó a quitarse la pechera. Luego se sentó para quitarse los zapatos, estaba agotado y solo quería recostarse unos minutos.
-¿Ya te vas a dormir? - Pascu se había sentado frente a él y le miraba con curiosidad.
-No necesariamente, pero estoy harto de andar con estas cosas. Deberías quitarte la pechera también... ¡aah... que descanso! - suspiró estirando los brazos sobre su cabeza un rato sintiéndose muy a gusto.
Pascu le agarró suavemente por una de las muñecas y le movió el brazo en su dirección, tomándole por sorpresa.
-¿Qué haces?.
-Déjame ayudarte con esto... - dijo en voz baja comenzando a desatar una de las piezas de cuero que protegía su antebrazo.
Rodri se dejó como si fuera un niño y alcanzó a ruborizarse por la cercanía de su compañero hasta que su cerebro decidió intervenir y mandarle uno de esos pensamientos que joden todo.
Eso es lo más íntimo que llegarían a compartir nunca. Pascu nunca le miraría de otra forma, ni le acariciaría de ninguna manera. Por supuesto nunca le desvestiría más allá de esas correas de cuero.
Sintió como su corazón se encogía dolorosamente. Ya no quería sentir esas cosas por su amigo pero no podía evitarlo y se preguntó cuando dejaría de doler el estar tan cerca y a la vez tan lejos de él.
¿Por qué tenía que pensar esas cosas ahora? Sacudió la cabeza y rogó en silencio que Pascu le desatara pronto las muñequeras para poder alejarse. Estaba por ponerse de pie cuando le escuchó preguntar:
-¿Me ayudas?
Levantó la vista y le encontró sentado con los brazos extendidos. Rodri asintió y sin despegar los ojos de lo que hacía le quitó rápidamente las correas y se apartó con la excusa de acomodar las prendas que acababa de quitarse en un rincón del cuarto donde no molestaran. Agradeció la escases de luz porque así su amigo no podría ver sus ojos brillando por las lágrimas que se esforzaba por no derramar. Se metió en la cama dándole la espalda fingiendo estar muy cansado. Se sentía tan frustrado. Todo había estado bien durante la tarde, habían vuelto a hablar y bromear con normalidad y tuvo que ponerse a pensar mierda y deprimirse solo.
Pascu le siguió con la mirada en silencio. Podía ver que Rodri se sentía incómodo pero no entendía por qué. Quizás sus intentos por llamar su atención no estaban siendo tan sutiles como pensaba.
-Creí que no te dormirías aún. - habló al fin al verle en la cama tapado hasta las orejas.
-No voy a dormirme, solo quiero descansar un poco.
-¿Quieres que te deje a solas un momento?
-¡No!- Rodri contestó demasiado rápido incorporándose de golpe y Pascu no pudo evitar sonreír.- No, no es necesario. - repitió en un tono más calmado.
Se miraron unos segundos antes de que Pascu se pusiera de pie y comenzara a quitarse la capa y las prendas de cuero para acostarse también.
-Por cierto ¿Por qué quisiste subir tan pronto? Esa gente hubiera pagado por escucharte toda la noche.- preguntó mientras se sacaba los zapatos.
-No quería robarle el momento a los demás músicos. No me querían ahí, capté el mensaje.
- ¿Alguno te dijo algo?
-No pero lo vi en sus caras, me miraban de forma rara.
-Bueno, el tío de las canciones guarras si fue un poco raro.- comentó Pascu recostándose nuevamente con los brazos bajo la cabeza.
-Igual me sentí mal. No es mi intención quitarles el pan de la boca. - Dijo jugando con sus dedos en los flecos de la manta que le cubría.
-No te sientas mal por ellos, tienen toda una vida para tocar acá.
-Hablando de eso... ¿Cuánto tiempo nos quedaremos aquí? Espero que no mucho, no quiero acabar con un puñal en la espalda. - intentó bromear.
- Un par de días creo que serían suficientes para juntar monedas y averiguar cosas nuevas. ¿y tú?
-Yo había pensado en lo mismo. Aunque admito que esto no está tan mal, si nos quedamos más días tampoco me molestaría. - Rodri se sorprendió de ver que por primera vez, la idea de pasar otra noche en ese mundo no le desagradaba - No sé si haya sido por todos los días que llevaba sin comer algo que no fuera pan pero la comida me pareció hasta sabrosa.
-Dormir una noche completa será una delicia. Incluso este catre se siente como la mejor de las camas. - sin quererlo, Pascu había empezado a bostezar. Su cuerpo empezaba a agradecer el no tener qué estar tumbado sobre la tierra.
-Lo sé, día tras día hemos logrado estar más cómodos. - soltó un suspiro - Hay cosas a las que podría llegar a acostumbrarme pero a otras no. Todavía quiero volver a mi casa.
-Tranquilo, lo haremos. Creo que hoy es el primer día desde que llegamos en el qué hablamos tanto y con tanta gente.
-Es verdad.
-Mañana podemos preguntar directamente a ver si alguien sabe algo de las luces en el cielo.
-Yo haré todo lo posible por conseguir más monedas. Tocaré hasta que me duelan las manos, ese piano es una mina de oro - dijo riendo.
-Nunca esperé que tuvieran un piano en estos lados.
-Yo tampoco. Cuando la camarera me llevó a verlo pensé que no iba a poder hacer que sonara de forma decente pero al final salió sorprendentemente bien - dijo sonriendo al recordarlo. Pensar en música siempre le subía el ánimo. - Tiene un sonido muy bonito.
-No es el instrumento, eres tú. Podrías encantar a todo el público haciendo ritmos con una botella y estoy seguro que te escucharían por horas.
Rodri sonrió con timidez. Pese a todo, le gustaba escuchar a Pascu decir cosas lindas sobre él.
-Me comprometo a tocar hasta que se aburran si tu vigilas que ninguno de esos músicos me lance tomates.
Poco a poco se empezaron a sentir adormecidos. Pascu fue el primero en rendirse al sueño, había dormido apenas unas cuantas horas en el viaje en carreta y se sentía agotado. Estaba dormitando cuando Rodri le llamó la atención para que al menos se cubriera con la manta antes de dormir. Luego se volvieron cada uno hacia una pared dándose la espalda y a los pocos minutos escuchó su compañero roncar suavemente. Decidió que no apagaría las velas que iluminaban la habitación y sintiéndose por fin seguro y cómodo desde que habían aparecido en aquellas tierras, se permitió relajarse y entregarse al sueño. Estaba tan cansado que su mente no quiso torturarle con más pensamientos de desamor, ya había revivido suficientes cosas dolorosas por un día. Acabó por dormirse minutos después que su amigo.
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