10 - Maldición
Rodri despertó sintiendo que el cuerpo le picaba. Mientras su cerebro empezaba a funcionar se le cruzó la idea de que aquella posada debía tener pulgas. Se sentó en la cama y trató de rascarse la espalda pero sus manos no llegaban. Se retorció unos momentos hasta que no aguantó y se quitó la camisa mientras resoplaba con fastidio. En eso despertó Pascu y le vio tratando de aliviar su comezón.
-¿Qué tienes?
-Creo que las pulgas me están comiendo vivo. - Pascu se acercó a ver que le pasaba y vio con sorpresa que en la espalda de su amigo destacaban unas marcas rojas que parecían rasguños.
-No tienes ninguna picadura - dijo empujándole con cuidado para ver mejor. - Solo tienes arañazos.
-¿Qué? - se miró las manos pero sus uñas no estaban tan largas como para haberle dejado marcas.
-¿Algún encuentro romántico que no me hayas contado? - preguntó con una ceja levantada, medio en serio, medio en broma.
-No seas idiota, dormiste aquí conmigo, ¿en que momento...?
-Es broma, no te enojes. - Pascu le entregó su camisa y se apartó. - Mejor vístete y bajemos a comer algo.
-¿Cómo está tu labio? - Rodri preguntó preocupado mientras éste le ayudaba a atarse las protecciones de los brazos.
-Bien, listo para que me beses... auch! - Rodri le dio una palmada en la cabeza riéndose.
Bajaron sin mucha demora pues estaba hambrientos y al parecer ya era medio día y luego se quedaron bebiendo un poco, tal como habían acordado la noche anterior. Conversaron animadamente recordando cosas de su mundo y lo que harían al volver, evitando deliberadamente hablar de todo lo que había pasado el día anterior. Pese a su promesa de beber hasta borrarse, ninguno pasó del segundo vaso.
A medida que pasaba el tiempo Rodri empezó a verse y sentirse enfermo. Tenía una sensación de malestar en todo el cuerpo como si estuviera con gripe y a ratos le dolía la espalda.
-No me siento muy bien. - dijo al fin - Creo que me iré a recostar otro rato.
-¿Quieres que te acompañe? - preguntó Pascu con un poco de culpa. Quizás llevar a su compañero a beber no había sido buena idea, después de todo no estaba acostumbrado al alcohol.
-No, está bien, supongo me pasé tomando otra vez - respondió con una sonrisa forzada poniéndose de pie.
Se encaminó a paso lento hacia la habitación que habían ocupado la noche anterior. Se quitó toda la ropa excepto los pantalones y se desplomó boca abajo en la cama, durmiéndose casi de inmediato.
Pascu se quedó un rato sentado sin saber que hacer. No quería salir a caminar por si se topaba al posadero pero tampoco había mucha diversión en ese local. No había música y apenas si habían un par de borrachos en un rincón, además estaba preocupado por Rodri. El primer día que había bebido en esas tierras se había acabado una jarra entera y no se había visto tan decaído como ahora. No se iba a quedar tranquilo vagando por la ciudad sin saber como estaba.
Se quedó sentado algunas horas hasta que vio que la taberna empezaba poco a poco a llenarse con más gente y empezaron a circular platos de comida. Consideró que era buen momento para ir a ver como seguía su compañero con la excusa de traerle para comer algo. Cuando abrió la puerta le vio tendido en la cama y se alarmó. Rodri estaba recostado boca abajo con un brazo colgando de la cama y respiraba agitadamente. Las marcas que esa mañana Pascu había visto en la espalda de su amigo ahora parecían haberse multiplicado y lucían como si alguien le hubiera estado dibujando con un puñal sobre su piel. Se veían mucho más oscuras y enrojecidas y algunas de ellas brillaban con un hilo de sangre.
Se acercó a despertarle preocupado y al ponerle una mano en el hombro para moverlo notó que la piel de su amigo estaba ardiendo. Le habló y le movió varias veces pero no pudo hacer que reaccionara. Se quedó sentado a su lado sin saber bien que es lo que le pasaba. Vio el recipiente con agua y las telas que Rodri había usado la noche anterior para limpiarle la cara y pensó que podría aliviar la fiebre del otro poniéndole paños húmedos. Fue a conseguir un poco de agua limpia y al volver Rodri parecía sentirse peor. Ahora cada tanto rato se quejaba y se removía inquieto.
Le puso varias compresas frías y se sentó junto a él en su cama nuevamente. Eso no podía ser causado por lo que habían bebido. Le cuidó por un rato hasta que Rodri comenzó a quejarse y a retorcerse, y al ir a limpiarle los hilos de sangre que tenía pudo ver con espanto como una de las largas marcas en la espalda de su amigo comenzaba a rasgarse espontáneamente, como si un filo invisible la estuviera remarcando. Unas gotas de sangre brotaron de la herida que se veía bastante profunda y se deslizaron como lágrimas por la pálida piel de Rodri. Pascu se quedó inmóvil preguntándose si acaso había visto mal pero no, la sangre seguía ahí. Lo que sea que le estuviera sucediendo a Rodri era algo ajeno a su capacidad de ayudarle. No sabía si sería algún tipo de parásito o enfermedad rara de aquel mundo pero claramente él no tenia idea de como curarle, por lo que no sabiendo a quien más recurrir, fue a hablar con el posadero.
Al bajar no encontró al hombre que le había atendido en la madrugada si no a una mujer corpulenta. Le explicó lo mejor que pudo que necesitaba ayuda y la guió hacia donde estaba Rodri. Cuando entraron a la habitación la mujer se acercó corriendo a verle y luego se giró a encarar a Pascu. Este por un momento pensó que la mujer le culparía de atacar a su amigo pero ella comenzó a hablarle rápidamente. Alcanzó a entender vagamente que debía ir a buscar ayuda, pero como Pascu no se movía, la mujer llamó con un grito a un niño que llegó corriendo a la puerta. En cosa de segundos y tras un par de indicaciones el niño salió disparado nuevamente y Pascu asumió que iría a traer a quien se suponía que él debió ir a buscar.
Pascu estaba cada vez más nervioso, y mientras la mujer se acercaba para intentar acomodar a Rodri en la cama este empezó a agitarse y vieron con angustia como dos nuevas heridas se abrían en su piel.
-¿Qué le pasa? - Preguntó Pascu aterrado siguiendo con la vista las gotas de sangre que escurrían de la piel desgarrada. No necesitó esforzarse para entender lo que la mujer le respondió.
-Tiene una maldición.
Claro, que más podía ser. Una jodida maldición.
¿Algo más que pudiera salir mal en ese mundo de mierda?
La mujer se retiró de la habitación pues no podía ayudarles más. Pascu se sentó nuevamente junto a Rodri y con cuidado le limpió los rastros de sangre. Tampoco podía hacer nada más por él y eso le llenaba de impotencia.
Cuando por fin llegó el niño de vuelta con ayuda, ya todos los arañazos en la espalda de Rodri se habían abierto completamente. Parecían hacerse cada vez más profundos y sangraban constantemente y Pascu estaba desesperado intentando aliviar el dolor de su amigo, que jadeaba y se retorcía cada tanto. Levantó la vista cuando la puerta se abrió y vio entrar al niño con un señor mayor vestido de forma sencilla incluso para ese mundo. El niño le indicó que era un curandero y se largó dando un portazo.
Antes de poder decir nada el hombre se acercó y comenzó a examinar a Rodri y a tocar su espalda. Aquel hombre irradiaba tranquilidad y por un segundo Pascu se sintió mejor. No sabía bien por qué pero sabía que podía confiarle el cuidado de Rodri a él.
El recién llegado sacó un montón de frasquitos y paquetes de un saco que llevaba y los acomodó en la cama libre. Pascu seguía sentado junto al herido y miró intrigado como el hombre preparaba una pasta con unas hierbas y aceites y comenzaba a cubrir las heridas de Rodri. Este comenzó a quejarse y a retorcerse violentamente como si aquella pasta le quemara y Pascu sin pensarlo le trató de inmovilizar presionando sus hombro contra la cama. Al cabo de unos interminables minutos Rodri dejó de gemir y quedó inerte en la cama. Estaba muy pálido y tenía la frente perlada en sudor pero al menos todavía respiraba. Pascu le soltó, las manos le temblaban y sólo entonces se dio cuenta de que estaba llorando. No entendía que estaba pasando pero no soportaba seguir viendo sufrir a Rodri.
El hombre le miró un rato antes de hablarle. Le hizo un par de preguntas y Pascu le contestó de la mejor forma que pudo, aclarándole que no eran de esas tierras y no sabía que demonios pasaba. El hombre se puso a preparar algo mezclando diferentes líquidos mientras le explicaba que a Rodri le habían lanzado una maldición y que él podía ayudarle a no sufrir, pero no a deshacerse de ella. A menos que supieran específicamente que maldición es la que le habían lanzado, en ese caso podía orientarles sobre como curarle. De igual manera la solución final debía venir del propio Rodri o de quien le maldijo.
Una vez terminó la poción tomó el frasquito y susurró unas cuantas palabras. El contenido del frasco se iluminó y cambio ligeramente de apariencia y Pascu le miró con la boca abierta.
Le habían presentado como curandero pero aquel hombre era un hechicero.
Este dejó la preparación sobre una mesita en la habitación y le miró de frente un momento antes de seguir hablando.
La poción que acababa de preparar serviría para retrasar el daño de la maldición en el cuerpo de su amigo, pero si no la rompía eventualmente acabaría siendo literalmente destrozado por el hechizo. La "buena" noticia es que eso podía ser dentro de un mes aproximadamente, cuando la luna completara su ciclo y quedara creciente nuevamente. Pascu se llevó las manos a la cara y se empezó a reír, desesperado.
Un mes.
¿Cómo se suponía qué le explicara a Rodri cuando despertara que se podía morir de aquí a un mes? ¿Cómo carajos podía ser tan fácil matar a alguien en ese mundo pero tan difícil curarle?
El curandero le miró con lástima y esperó paciente a que se calmara antes de seguir hablándole. Pascu al cabo de un rato se limpió las lágrimas con la manga y le pidió que continuara.
El hombre intentó ayudarle a hacer memoria de cuando o quien podía haber hechizado a su amigo. Le indicó que la forma de operar de las distintas maldiciones eran similares pero que la que afectaba a Rodri parecía ser una de amor. Tratando de animarle le dijo que eran de las más comunes y que sabiendo las palabras exactas usadas, él podría decirle como romperla. Solo tenía que encontrar quien le había lanzado la maldición. Pascu no tuvo que esforzarse mucho para que un rostro le viniera a la mente.
El posadero.
Preguntó sin rodeos si matando a quien había lanzado la maldición podía romperla pero el mayor negó con la cabeza. Pascu se alegró por un segundo de no haberle matado la noche anterior o no tendría posibilidades de salvar a su amigo. Se puso de pie dispuesto a ir a encararle inmediatamente, cuanto antes fuera antes acabaría el sufrimiento de Rodri. Se volteó a verle y su corazón se dividió entre quedarse con él y salir a buscar al posadero.
El hombre le puso una mano en el hombro adivinando sus pensamientos y le prometió cuidar de Rodri hasta que volviera. Le explicó que si lograba conseguir la maldición debía recordaría palabra por palabra para poder curarle. Pascu prometió que así lo haría y salió corriendo rumbo a la posada donde había jurado horas antes no volver a entrar. No tenía tiempo que perder.
El cielo comenzaba a pintarse de colores violetas y naranjas por el atardecer pero él no tenía ojos para nada de eso mientras corría por las calles. No podía fallarle a Rodri, no podía perderlo. No sabía que le iba a decir al posadero, dudaba si podría aguantarse las ganas de partirle la cara nuevamente pero no se detuvo a pensar. Antes de darse cuenta ya estaba apoyando una mano en el muro de la posada, inclinado hacia adelante mientras recuperaba el aliento tras la larga carrera.
**********
Rodri abrió los ojos sintiendo el cuerpo pesado y adolorido como si le hubieran apaleado. Quiso incorporarse pero se sentía muy débil y su cabeza cayó pesadamente contra la almohada.
Cerró nuevamente los ojos y de pronto se sobresaltó al escuchar una voz desconocida hablándole. Giró un poco el rostro y vio a un hombre mayor sentado en la cama donde debería estar Pascu, viéndole fijamente.
Por un momento Rodri se quedó mirándole, aterrado. Su cabeza confundida preparó rápidamente una teoría en la que se explicaba el dolor de su cuerpo y la presencia de aquel hombre en la habitación.
Seguramente había bebido como un descocido y se había ido a la cama borracho con un señor random. Jamás le había pasado algo así, nunca había estado con un hombre siquiera pero su cerebro no perdió tiempo en atormentarle con la idea.
Quiso decir algo pero empezó a balbucear cosas sin sentido hasta que el hombre le interrumpió y le explicó todo lo que había pasado.
Rodri pensó que efectivamente debía haberse puesto hasta el culo con esa cerveza rancia o de lo contrario no estaría escuchando todo lo que ese hombre decía.
Dudó de sus palabras al comienzo, como si una maldición no tuviera cabida en el montón de incoherencias que había estado viviendo esa semana. El hombre sin embargo le convenció muy rápidamente al entregarle un metal pulido para que usara como espejo y se viera la espalda. Rodri miró unos instantes antes de dejar caer la cara entre las almohadas nuevamente. La imagen de su cuerpo lleno de heridas y pastiches raros era bastante desagradable e impactante.
El hombre, que ahora Rodri sabía que era un hechicero, le explicó a grandes rasgos lo mismo que le había explicado a Pascu. Le dijo que este andaba fuera consiguiendo algunos ingredientes para sus mezclas y luego le explicó algo que no le había dicho a su compañero. Su maldición era un poco diferente, pues no tenía como objetivo el que se viera forzado a corresponder a quien le había hechizado como la mayoría de maldiciones de amor. Su meta era solo hacerle sufrir. La maldición se agarraba a cualquier cosa que le provocara sufrimiento y cada vez que viviera algo que le causara dolor, la maldición haría lo suyo y el daño en su cuerpo aumentaría. Aunque todo lo que escuchó le tomó por sorpresa, no le costó deducir cual era la fuente de sufrimiento que su maldición había decidido usar.
Desde el primer día que Rodri fue consciente de los sentimientos que tenía por su amigo supo que saldría lastimado, lo que no imaginó es que el daño llegaría a ser físico. Si había algo en esta vida que le causaba dolor suficiente como para que la maldición avanzara así de rápido debía ser su amor no correspondido por Pascu.
Rodri preguntó si aquella maldición tenía solución y el hombre le contestó con sinceridad explicándole lo mismo que a Pascu, pero con una variante.
Había otra alternativa. Si no era posible identificar la maldición exacta usada, se podía limitar los efectos suprimiendo la fuente de sufrimiento de la cual se alimentaba. Rodri tardó unos segundos en entender lo que eso significaba.
Podría deshacerse de la maldición si se desprendía de sus sentimientos por Pascu.
Parecía muy conveniente, días antes había deseado poder arrancarse del corazón ese amor doloroso que sentía por su amigo y ahora tenía a un hechicero que podía hacerle el favor y matar dos pájaros de un tiro.
Entonces...¿Por qué dudaba?
-Casi nadie elige esa opción - comentó el hechicero no tanto su duda. De alguna manera le resultaba más fácil entenderle a ese hombre que al resto, quizás se debiera a que el hombre había hablado largo rato con Pascu y más o menos ya sabía que palabras entendían y cuales no.
-... ¿voy a morir?
-Probablemente.
Rodri se quedó tirado en la cama con la cara oculta entre las almohadas, angustiado. Debería estar llorando pero por alguna razón las lágrimas no salían. Sólo cuando vio al hombre levantarse y limpiar su espalda se dio cuenta de que las lágrimas si salían, pero en forma de gotas de sangre por cada una de sus heridas, muy agradable todo. El hechicero le dio a beber un poco del vial que había preparado y siguieron conversando. Rodri quiso seguir hablando de la maldición pero se encontró a si mismo desahogándose de sus penas de amor con aquel desconocido. Habló y lloró sin importarle si este era capaz de entenderle y aún cuando era consciente que eso solo empeoraba su situación. Simplemente quería dejar salir la amargura de su corazón.
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