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La Mierdería está avanzando.
El baúl con canciones ya tiene unas doscientas letras, casi cincuenta demos grabados y muchas lágrimas en su poesía. Mucha verdad.
El problema del baúl es otro: sucede que, en el cuaderno de letras que Alex me dejó durante el último ensayo, tiene un enorme percance sin razón: es que se volvió loco con una de sus canciones.
Estoy en su letra.
El imbécil de Alex me ha mencionado. Me parecía la puta canción más increíble de todos los tiempos... hasta que tuve que ver mi nombre ahí.
¡¿Qué es lo grave en esto?! ¡Me deja expuesta!
Si mamá lo ve, me interna en una institución donde los locos quieren arrancarse el cabello para callar las voces. Si papá ve esto, me alista en la Policía para que enderece mis pensamientos de malcriada.
Los preocuparía en vano, culpa de una broma de Alex ya que ellos son así: creen que mis hermanos y yo hemos nacido del hielo y nos podemos deshacer en cualquier momento.
Salgo del viejo garaje de casa, el que ahora usamos de lugar de ensayos para la banda. El nombre que decidimos darle a nuestra cueva remite a la primera canción que compusimos con los chicos: Mierdería. Implicaría algo así como "Fábrica que produce mierda". Un juego de palabras que alude a nuestros demonios, esos a quienes evocamos cada vez que se enciende un micrófono, que nuestra voz se hace escuchar.
CLASH es nuestra banda. Mierdería el garaje y Jude, yo.
Lo que Alex ha querido transmitir con este papel sin sentido cual además alude precisamente a mi nombre, no me viene en gracia. ¡EN ABSOLUTO! Lo que dice, traería problemas incluso con mi novio.
Yo no soy su chica.
Cuando me levanto, descubro que no he dormido nada. Me quedé componiendo toda la noche; estamos a pocas semanas de salir de viaje con los muchachos de la banda para dar shows en bares de otra ciudad, además que una disquera posiblemente pueda interesarse en nuestro producto... Quiero estar preparada para esto. Aunque estemos a pocos días de terminar la escuela de una vez por todas. Ansío el momento en que suene la última campanada de nuestras vidas y no volver a pisar los pasillos de ese lugar.
Nunca he sido una alumna brillante, pero un Suficiente General en mi boletín, alcanzó para ser aceptada en una universidad de medio pelo y eso me conforma.
Llevando el papel de Alex en mis manos, subo las escaleras a grandes trompicones hasta llegar a mi cuarto, donde ignoro el lugar lleno de posters con eminencias del rock y me meto derechito en mi baño. Miro el aspecto desprolijo y terrible que me devuelve el espejo e intento solucionarlo a velocidad récord: me desvisto arrojando las prendas al suelo, me doy una ducha (sin importar que el agua puede que esté demasiado caliente) y sigo la rutina de siempre, aunque con los segundos contados...jabón, champú, chepillado de dientes, acondicionador. Lo siento Señora Máquina Depiladora, en este momento no tengo mucho tiempo, tendrá que esperar hasta que vuelva de matar a Alex.
Me acomodo el desastre de pelo negro enmarañado agarrado a mi cabeza, maquillo mis ojos enrojecidos sin dormir, me agrego una gruesa capa de delineador negro que haga juego con mis pupilas grises y dejo todo a un lado antes de huir a vestirme con el viejo uniforme del colegio.
Amo las escuelas públicas donde puedes ir vestido como gustes, pero mamá y papá creen que una institución religiosa iba a ser la mejor alternativa para que crezca hecha y derecha. Les tengo una novedad a los padres que piensan eso: nos retuercen aún más.
Tendría unas cuantas críticas para hacer a las monjas que nos dan clases de Doctrina Religiosa o los profesores que dicen ser un ejemplo de vida por hacernos orar antes de cada examen y sancionar a los chicos homosexuales en nombre del Señor (disfrazado de "el régimen de nuestra institución dice que los varones deben comportarse como varones y las nenas como mucamas"). Ese tipo de enredes. Podría seguir y seguir, pero no se puede meter a todo el mundo en la misma bolsa. Aunque algunos huelan a mierda, no lo son (lamentablemente están cerca de ella y por ahí se les pega el olor).
Una vez que cierro la puerta de mi cuarto y bajo las escaleras a grandes trompicones con la mochila colgándome del hombro, escucho algunos pasos en la habitación de mis padres.
Ya se levantaron. Han de ser las 7am.
—¿Jude?
Percibo su voz justo cuando ya tengo un pie sobre el tapete en el hall de casa.
—¡Debo irme papá, te quiero!—le suelto.
Y cierro de un portazo.
—¿Durmió algo, anoche?
—No lo creo...
—Escuché su guitarra hasta tarde. Cuando toca sin parar es porque está angustiada.
—Yo también lo estaría, cariño. Su vida está a punto de dar un cambio radical.
—Estoy preocupada por ella...
—Yo también, pero está buscando su camino y no la podemos culpar por ello.
—...
—Lo siento.
—Descuida... A todos nos mortifican los secretos.
Jude, tu voz es sangre. Jude, tu voz es noche. Jude tus tetas son como la tablet de mi hermano.
¿Existe la posibilidad de haberme equivocado? Porque es posible, pero si no dijera lo de la carne abierta y las alas rotas, podría excusarse.
El tatuaje de mis alas se ha abierto.
Cody es quien lo abrió y eso no lo entiende Alex.
Ando a mil entre las casas, cruzo calles sin mirar (en los barrios privados no suele haber mucho tráfico, mucho menos a esta hora) hasta que doy con su casa.
Y con él.
Alex.
Es mi compañero de banda, de colegio y de barrio. Siempre fuimos buenos amigos, aunque últimamente estoy quedando enredada en sus jueguitos lo cual no es bueno para nuestra sana convivencia.
Justo lo atrapo mientras sale de su casa. Tiene su uniforme puesto: la camisa blanca va abierta al igual que su corbata desatada, mostrando una musculosa igual de blanca, adherida al torso.
Tiene el cabello rubio y opaco, las cejas gruesas y del mismo color, sus ojos amarillos como la miel y la piel tostada con evidencias de su bronceado artificial.
—Alex Throne: ¿te dijeron alguna vez que eres el imbécil más grande de la Historia de los imbéciles?
No sé qué pensarían los vecinos de escucharnos gritar a esta hora; a él parece no preocuparle esto ya que mantiene su tono monocorde al decir:
—Jude Landon: sí, alguna vez me lo dijeron.
Llevo la nota en mi mano. Debo revisarla antes de restregársela en el pecho ya que no recuerdo sin inclusive me duché con ella. Lo bueno es que no, tuve la precaución de no hacerlo.
Él sostiene la hoja y la lee.
—¿Acaso...sabías que vendría?—le pregunto.
Hasta que recuerdo a papá. A veces desearía no ser tan predecible.
Él parece no escucharme, sino que observa las palabras escritas de su propio puño como si no fuesen suyas.
—¡¿Quién diablos te dio ESTO?!—farfulla. Abre tanto los ojos que parecen salirse de sus órbitas en cualquier momento.
—Tú—le recuerdo.
—No mientas, yo jamás haría eso.
—Pues, lo hiciste, idiota. Estaba en las canciones que te dejaste en el baúl durante el último ensayo.
Él hace memoria hasta que parece venir a su cabeza el recuerdo.
Puede ser que haya sido un error. Pero es de esos que no se pueden solucionar fácilmente.
—Yo... No estaba hablando de...—empieza.
Pero ya me he preparado para esa parte.
—¿Noooo?—lo interrumpo y arremango el suéter liviano del colegio que tengo puesto encima del enterizo. Le muestro mi antebrazo y el tatuaje del par de alas cual él conoce muy bien—. ¿Entonces a quién se le rompieron las alas y está sangrando?
—No he dicho ninguna mentira—asimila y gira mi brazo con suavidad hasta que el tatuaje queda delante de mí.
Su dedo pulgar acaricia la costra que está justo al medio como una línea perpendicular cortando las alas en su unión.
—Sino—prosigue—, ¿cómo explicas eso, Jude?
—Yo...
—El enfermo de Cody te lo hizo. Y fue así porque tú se lo pediste.
Quito mi brazo con brusquedad.
—No es asunto tuyo—digo con apenas un hilo de voz.
—Estás hablando, Jude. Le estás hablando a un idiota que no te está escuchando—su voz es suave, pero con una firmeza incuestionable y tanto una cosa como la otra se me hace insoportable.
—No es asunto tuyo—le suelto y doy media vuelta conteniendo con un enorme esfuerzo las lágrimas.
Él no está en mi lugar ni entiende lo que pasa conmigo. Mucho menos entenderá jamás a Cody.
Porque Alex vive en un barrio privado, va a un colegio de primera y toca en una banda de rock por gusto.
Cody, en cambio, es muy diferente...
Alex es rico.
Cody no.
Alex estudia.
Cody trabaja.
Alex tiene un porvenir asegurado.
Cody solo me tiene a mí.
Y pese a que el tipo con quien estoy hablando ahora mismo intente excusarse, tiene su vida resuelta. La vida de Cody siempre ha sido mierda y siempre estaré para entenderlo, para ayudarlo cuanto me sea posible.
El punto es que Alex me escucha.
Cody quizás...no.
Y aunque me he alejado demasiado, sus palabras llegan a mis oídos con toda la rudeza del mundo:
—¡¿Él te ha visto llorar alguna vez?!
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#RosasParaJude
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Hola!! Quisiera saber cuántos de los que están acá son lectores de Las Mentiras del Jefe o Los Juegos del Jefe?? B) Quisiera saber qué historia les gustó más, #MALOS o LJDJ??
Otro punto no menos importante: recuerda votar y dar tu opinión de amor o de odio de #MALOS en Play Store :P
No me extiendo mucho,
Es todo por ahora.
Va el 2do ganador del concurso del capítulo -1
Les amo con el kora
Besos,
L.
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